FUTURO EN EL PASADO

X.

Hacía rato que habían terminado de hacer el amor y cualquier hombre en su lugar hubiera caído rendido después de lo que había hecho, pero a Inuyasha, su mente simplemente no le daba descanso. Se vistió entonces y salió de la cama con cuidado de no despertar a Kagome, pensó que un poco de aire fresco lo ayudaría a conciliar el sueño. Después de dar un último vistazo al cuerpo de Kagome envuelto en cobijas, salió y subió al tejado como era su costumbre.

Sin embargo, aquella vista que tuvo del lugar no fue lo que esperaba, algo estaba ocurriendo, no era nada obvio realmente, pero si prestaba atención podía darse cuenta de que a lo lejos alcanzaba a escucharse el golpeteo de fierros golpeando entre sí, espadas seguramente, el olor a pólvora comenzaba a llegar a la aldea también. Aquello le hizo hacer una mueca de disgusto, no le agradaba para nada que ese olor se estuviese acercando tanto a la aldea, eso sólo quería decir que tarde o temprano las guerrillas llegarían allí.

Bajó del tejado molesto, no había logrado más que alterarse más, en cualquier caso mañana por la mañana iría a hablar con Miroku para ver lo qué podían hacer al respecto; muchos de los aldeanos se estaban confiando porque se había corrido el rumor de que él vivía en la aldea junto a aquella poderosa sacerdotisa, además de que el youkai Sesshomaru la consideraba parte de sus territorios, Inuyasha no podía estar seguro si aquello era o no era verdad, pero de cualquier forma parecía que había dejado de importarles a los generales que estaban en la guerrilla.

Se metió a su casa e intentó dormir, aunque fuese un poco, se recostó y abrazó a Kagome, de ninguna forma dejaría que nada le sucediera, así tuviera que dar su vida por ello. El sueño finalmente llegó a él, al despertar se encontró recostado contra el tronco de aquel árbol ya conocido para él, frente a la casa de la anciana Kaede. Qué extraño, pensó. No recordaba haber salido después de, ¿de qué?

×Y las cosas se retorcieron un poco entonces×

Kagome se levantó en medio de la noche al escuchar un estruendo cerca de la aldea, se levantó de un brinco, al ver a su lado no vio a Inuyasha, se vistió y salió de la casa, no había rastros de Inuyasha por ningún lado ¿a dónde había ido?

— Sacerdotisa Kagome —gritó Kohaku cuando casi estuvo frente a ella.

— Kohaku —contestó Kagome, sorprendida de verlo ahí en medio de la noche—, ¿qué haces aquí?

— Mi hermana me mandó por usted e Inuyasha —contestó mientras registraba el lugar con la mirada—, ¿dónde está Inuyasha? —preguntó al no verlo cerca.

— No lo sé, no estoy segura ¿no lo viste de camino aquí? —preguntó esperando que le dijera que sí.

— No, no me cruce con nadie… —volteó entonces hacia el bosque ¿acaso se había ido en esa dirección?

— Qué extraño —no quería entrar en pánico, pero la idea de no saber en dónde se encontraba no la dejaba tranquila.

— No se preocupe, seguramente fue a ver qué ocurre, nosotros debemos irnos, mi hermana nos espera —dijo Kohaku volviendo sobre sus pasos.

— No —Kohaku la vio incrédulo—, no voy, tengo que esperar a Inuyasha —volteó en todas direcciones intentando encontrarlo.

— Tenemos que irnos —dijo Kohaku dándose cuenta de que aquel estruendo se acercaba cada vez más a la aldea, no había tiempo.

— No, no me iré —decía firmemente, sin entender nada, pero confiando en que Inuyasha tenía que regresar por ella.

— No se preocupe, seguramente Inuyasha la encontrará —Kohaku regresó y la tomó por la muñeca.

— No… —lo volteó a ver, ¿tendría razón? ¿Inuyasha la encontraría, aunque se fuese con él?

— Lo siento… pero tenemos que irnos —dijo Kohaku con voz firme, sujeto con firmeza la muñeca de Kagome y comenzó a caminar, sentía que la sacerdotisa se reusaba a avanzar, pero por mucho que se opusiera él era más fuerte que ella.

— ¡Kohaku! ¡No! ¡TENGO QUE ESPERAR A INUYASHA! —gritaba desesperada Kagome, intentando en vano zafarse del agarre del exterminador, era prácticamente arrastrada en medio de la noche, no quería irse, no quería dejarlo solo.

— Lo siento —era lo único que repetía una y otra vez Kohaku, los gritos de Kagome pidiéndole que la dejara ahí le retumbaban en los oídos, pero no podía dejarla, no cuando ni siquiera estaba seguro si Inuyasha llegaría antes de que algo sucediera.

— Por favor, Kohaku —había dejado de luchar, pero no de suplicar, no quería irse sin Inuyasha, pero no sabía dónde estaba, si algo estaba mal, ¿por qué no la había despertado? Aquellas preguntas sin respuesta se iban acumulando en la mente de la sacerdotisa, nada de eso tenía sentido. Detrás de ella se escuchó un estruendo, algo estallaba, ¿una bomba? Kagome volteó mientras era jalada por Kohaku; lo que vio la dejó horrorizada, efectivamente había sido una bomba, varias casas habían volado en pedazos. Las personas… ¿había personas aún ahí? Volteó a ver a Kohaku—, los aldeanos —Kohaku negó.

— No había tiempo de evacuar a todos —fue su única respuesta, ¿qué estaba pasando?