FUTURO EN EL PASADO
XII.
Cuando al fin estaban a punto de llegar a la aldea de Sango, se detuvieron en lo alto de la vereda al escuchar a Miroku decir:
— Alto, siento una gran presencia maligna proveniente de la aldea.
— Seguramente los monstruos tomaron la aldea como suya, quizá esa es la razón por la que los guerrilleros no se han establecido en ella —dijo Sango viendo con nostalgia su aldea, en otros tiempos los monstruos no se atreverían ni siquiera a acercarse—, habrá que exterminarlos para poder entrar —dijo Sango mientras daba un paso adelante.
— Sango, no creo que debas ir —dijo Kaede viendo el vientre ya crecido de la mujer.
— Pero —comenzaba a discutir.
— Tiene razón Sango —concordó Miroku volteando a ver a Sango quien, aunque molesta, accedió a quedarse ahí—, además, quién mejor que tú para cuidar a nuestros hijos —dijo viendo tanto a sus gemelas como al bebé que venía en camino —Sango no pudo más que sonrojarse ante las palabras del monje.
— Está bien, está bien —decía resignada, ya tendría oportunidad de intervenir, pensó.
— No te preocupes Sango, regresaremos en un abrir y cerrar de ojos —dijo Kagome mientras le entregaba colmillo de acero—¸anciana Kaede, me presta el arco y las flechas por favor —pidió viendo a la anciana, ésta le entregó lo que pedía, orgullosa de ver cuánto había crecido aquella muchacha proveniente del futuro.
Así avanzaron hacia la aldea, Miroku, Kagome y Kohaku. Pronto se perdieron al cruzar las puertas de la aldea, todos se quedaron en silencio viendo la tranquilidad del lugar, de ninguna forma parecía que hubiese demasiados monstruos. Confiaban, en todo caso, que ellos serían capaces de acabar con ellos.
;
Sesshomaru quien se encontraba en las cercanías de la aldea en aquel momento, no pudo evitar percibir aquel olor a quemado, como si de un incendio se tratase, aunque estaba seguro de que no sería nada grave, pues de otra forma Jacken habría ido a buscarlo enseguida. No obstante, aquel olor no lo dejaba tranquilo, por lo cual decidió ir a investigar, no entraría, a la aldea sino era necesario.
Cuando estuvo más cerca, comenzó a percibir además del olor a madera quemada, olor a carne quemada, más concretamente, humanos quemados. Aquello sin duda no era un simple incendio, apresuró el paso ante el nauseabundo olor. Una vez estuvo a la vista la aldea, no podía creerlo. No había aldea ya.
— ¡Jefe! —escuchó un grito a lo lejos, no era Jacken.
— ¡General! —gritaron otros, ¿eran soldados?
— ¡El demonio!
— ¡El demonio al fin llegó! —se escuchó el parloteo entre los soldados.
— ¡El youkai está aquí!
Aquellos gritos llamaron la atención de Sesshomaru, ¿lo estaban esperando entonces? Un segundo bastó para acabar con los insensatos que se habían acercado a él alzando sus armas. Los demás retrocedieron como era de esperarse.
Cobardes, pensó Sesshomaru.
Pocos minutos después vio que alguien más llegó, sería el jefe de aquellos miserables, intuyó. Pensó entonces ¿dónde estaba el inútil de Inuyasha? ¿sería posible que ni siquiera se hubiera podido encargar de unos miserables humanos?
No esperaba demasiado de él, pero que no fuera capaz siquiera de defender la aldea donde vivía le hacia enfadar aún más. De pronto aquellos soldados comenzaron a formar un perímetro alrededor suyo, aquello les costaría la vida. Acabó con todos ellos en un abrir y cerrar de ojos, dio un salto quedando justo delante del general, aquel rostro se le hacía familiar.
— Sesshomaru, cuánto tiempo —dijo una mujer al lado del general, ni siquiera se había fijado en ella. La mujer se puso entonces entre el general y él, con tal confianza que parecía conocerlo de hace mucho tiempo—, no me veas así, siempre has tenido esa mirada tan arrogante —hizo un mohín, asqueroso pensó Sesshomaru—, pero no hay por qué preocuparse, eso tiene fácil arreglo.
— No te apresures —dijo el general a la mujer—¸recuerda nuestro trato —parecía osado, pero igualmente se escondía bajo las faldas de aquella mujer.
— Lo sé, lo sé… solamente quería divertirme un poco con él —Sesshomaru veía con desdén a aquel par, no sabía de qué lo conocía ella y tampoco recordaba exactamente a aquel hombre.
— Ya tendrás oportunidad de hacerlo, ahora, cumple con tu parte… recuerda, no puedes fallar como lo hiciste con aquel híbrido —¿hablaban de Inuyasha? Así que sí que había estado ahí.
Sesshomaru estaba desenvainando a Bakusaiga cuando aquella mujer sonrío y de pronto, comenzó a sentir un adormecimiento por todo su cuerpo.
— Oh, pero si no he fallado con él —continuaba hablando la mujer como si nada—, lo de aquel hanyou no fue más que suerte, aunque creo saber de quién se trata, de cualquier forma, no puede ayudarlos desde donde está —dijo esta vez, volteando a ver a Sesshomaru, quien hacía uso de todo su poder para intentar mover su cuerpo—. Mira… a él ya lo tengo. Primero lo primero, —se acercó a él y para sorpresa de todos, lo besó.
— Oy… —el general desvió la mirada ante aquel acto tan deplorable, aunque no podía esperar ninguna clase de decencia de aquella mujer—, deja tus porquerías para otro momento —le dijo molesto.
— ¿Porquerías? —dijo haciéndose la ofendida—, pero si es lo mejor que he probado —sonrió con vergüenza, lo que sólo lo hacía peor—¸bueno, ahora sí.
La mujer en cuestión aparentaba ser humana, pero Sesshomaru podía darse cuenta de que no era más que un disfraz, esa maldita ya se las pagaría, toda la energía que desprendía aquel ser no hacía más que recordarle a alguien más. Fue interrumpido en sus cavilaciones cuando aquella mujer comenzó a soltar extraños canticos.
De pronto Sesshomaru comenzó a sentirse más y más imposibilitado para moverse, era como si llevara toda la vida sin dormir, sin embargo, se negaba a darse por vencido, no lo haría, no podía, cerró los ojos con fuerza, maldita sea pensó, no podía dejarse vencer. Pero poco pudo hacer contra aquella fuerza, era un poder mucho más ¿poderoso que él? ¡demonios! Sólo eso le faltaba, ser tan débil como Inuyasha.
Los ojos del youkai se fueron relajando de a poco, iba perdiendo la conciencia sin poder hacer nada para evitarlo. La imagen de una pequeña niña lo abrazó en su inconciencia.
