Yumesan

1: Maris y Minako en Estados Unidos

Maris pasó los últimos días con Len antes de su viaje a Estados Unidos. Maris volvería a Corrientes. La pareja no se separaba por nada, y Ryo y Horo Horo se convencieron que sí, que Len sí se podía enamorar. Ni siquiera hacían bromas al respecto. Maris cocinaba para Len todos los días, a veces comida china y a veces comida argentina. Y a Len le gustaba mucho, en especial si Maris la preparaba para él. Se la daba en la boca, sin dejar de mirarlo.

Manta y Minako también se llevaban muy bien. Minako no sabía cocinar tan bien como Maris, le salía mejor la repostería. Todos los días le levaba a Manta galletitas, las mismas que Maris le había dado a Yoh cuando se moría de sueño.

Los padres de Maris habían aceptado que su hija se quedara un tiempo más en Japón, había mejorado mucho en los estudios y escribía mejor que antes. Cuando había partido a Japón, llevaba en la cartera de proyectos un libro sobre una Samurai que se dividía en dos, una no tenía sombra pero sí el cuerpo, y la otra había creado un cuerpo sin sombra, que al final terminaban peleando entre sí por las dos personas que más amaban. Pero el final había cambiado. Ahora, era un final feliz.

Jamás vieron a Len tan feliz como en ésos días. Cuando tuvieron que separarse, Maris le dio a cada uno sus galletitas, pero a Len le dio un corazón de chocolate, con el rostro de Len dibujado con chocolate de otro color. Adentro había bombones de almendras. Y una sorpresa que Len sólo descubrió cuando llegó a destino.

-Vaya, vaya, así que has pasado a la siguiente etapa- dijo una voz a espaldas de todos, cuando estaban por despedirse.

Era Hao. Miró a todos sonriendo.

-Yo puedo viajar con mi posesión de almas, no necesito un avión- miró a Yoh –Espero que te vuelvas más fuerte, Yoh-

Fue entonces cuando se fijó en Manta, que estaba en los brazos de Minako, y en Maris, quien estaba abrazada a Len.

-Así que aún quedaban Portadores de Sombra... – dijo Hao, complacido –Estoy seguro que nos veremos pronto- y le guiñó un ojo a Maris.

Len se enojó, pero una gran fuerza tiró a todos al piso, menos a Maris, quien tomó a Len, y Minako, quien no soltó a Manta. Hao se iba volando en un gran ser rojo y blanco, con otras personas a las que no pudieron ver bien.

Ése fue el primer encuentro de Hao con ellos.

-Len, por favor, cuídate- le repetía Maris –Ése Hao parece ser fuerte-

-No te preocupes, no te dejaré sola- le dijo Len y se dieron un último beso –Hasta pronto-

-Hasta pronto-

El avión se elevó entre las nubes.

-Lo extrañaré... – decía Maris al ver elevarse el avión.

-Ya sé, pero yo siempre estoy contigo, acuérdate- le dijo Minako, abrazándola.

-Eres una muy buena amiga, Minako, te lo agradezco mucho-

-Sí, lo sé-

Maris volvió a Argentina, junto con Minako. Aún allí, sabiendo que Len estaba en el mismo continente que ella, Maris lo extrañaba. Las clases estaban por terminar, y Maris aprobó tercer año. Estaba adelantada dos años pero se llevaba bien con los otros alumnos. Y en especial con Minako, quien albergaba la esperanza de ser algo más que una amiga para Maris algún día.

Llegaron las vacaciones. Maris no hacía otra cosa que soñar con Len de día, y soñar con Len de noche. Todas las noches intentaba ver a su amor, y se encontraba con que se había vuelto mucho más fuerte. Y que siempre la recordaba. A veces entraba en sus sueños, y permanecían toda la noche abrazados, sintiendo el calor de sus almas. Minako a veces sentía la tentación de entrar y plantarle un beso en los labios a Maris, pero entendía que su amiga amaba a Len.

En Japón, Ana no demostraba su preocupación con gestos, pero sí con actos. A los pocos días de la partida de Yoh llamó a Manta para que la llevara a una montaña al norte de Japón. Iba a buscar el rosario de los Mil Ochenta, con el cual pudo dominar a los demonios que custodiaban la Bitácora Mágica, la cual guardaba los conocimientos necesarios para que Yoh llegara al siguiente nivel de posesión.

Y, por supuesto, se la llevarían a Yoh.

Mientras tanto, Maris tenía una sensación horrible, desde que había visto a Hao en el aeropuerto. Iban a lastimar a Len, y a todos los que lo acompañaran. Hao tenía una conexión directa con Yoh, y a Hao le importaba mucho que Yoh se volviera fuerte. No le importaba si tenía que matar a los otros para conseguirlo. Y entre ésos otros estaba Len.

Y ella no iba a permitirlo. Si ese Hao quería lastimar a Len, debería pasar por sobre su cadáver. Así que a los pocos días de volver de Japón, les dijo a sus padres que se iría unos días a Estados Unidos. Sus padres suponían que eso iba a pasar, y le aconsejaron que pensara bien las cosas antes de hacerlas. Maris se lo prometió, y partió con Minako hacia Estados Unidos.

Llegaron al mismo tiempo, en el mismo aeropuerto, que Ana y los otros. Ana traía la Bitácora Mágica con ella, lo que le daría más poder a Yoh y sus amigos. Pero junto con Ana venían Manta, una chica de pelo rosa a la que no conocían... y Fausto VIII.

Manta se mostraba asustado en su presencia, pero Minako corrió a abrazarlo y se calmó un poco. Pero Fausto no mostraba intenciones de atacar a nadie, pese al olor terrible a muerte que exhalaba. Para dos Tigres de Agua era demasiado fácil sentir ése tipo de olores.

-Debemos encontrar a Yoh cuanto antes- dijo Ana –Pero Manta no tiene vehículos en este país, así que ustedes dos deberán localizarlos y llevarnos a todos hacia ellos- dirigiéndose a Maris y Minako.

El grupo de Yoh había tenido sobresalto tras sobresalto. Alguien había estropeado el avión de Len. Se habían encontrado con las cinco Lilis, con una de las archienemigas de la líder de las cinco Lilis, con un ejército de Shamanes al servicio de Hao, con los Guerreros X, con una ciudad fantasma y hasta con un Shaman que se creía vampiro.

Len peleaba con más brío que nunca, y era el único, junto a Yoh, que quedaba en pie a lo último, en especial cuando tres chicas con tres muñecos poseídos por grandes asesinos los atacaron.

Y fue entonces cuando Len volvió a ver a Maris.

¡Vaya, no me imaginaba que podían hacer esto- gritó Manta a Minako para que lo oyera.

¡Es sólo uno de los poderes que tiene los Portadores de Sombra- le dijo Minako.

Todo el grupo iba montado en dos tigres azules con rayas negras. Eran gigantes, medían cuatro metros del lomo al piso, y el grupo se había dividido así; Minako, Manta, Ana y la chica de pelo rosa –se llamaba Tamao- en uno, y Jun, Lee Bruce Long, Fausto y Maris en el otro. Ése era otro de los poderes de todo Portador después de la separación. Compartían todo poder por igual, incluso el de aparecer físicamente los espíritus de sus animales sagrados. Las dos chicas estaban vestidas con sus trajes de Tigres de Agua.

-Eres una digna novia de Len- le dijo Jun a Maris en el oído.

-Gracias, Jun- le dijo Maris, sonrojándose.

-Nunca lo había visto tan feliz, te quiere mucho más de lo que imaginas- siguió Jun –Cuando vio que tú no estabas, salió como loco para tu país. Estaba desesperado por verte. Y creo que tú tampoco toleras la distancia... –

Maris sonrió y asintió. Todavía estaba sonrojada.

Pararon en el camino para comer. Estaban en un camino de montaña, y Maris y Minako mostraron todo lo que habían traído desde su país. Ana no dijo nada, pero Jun y Tamao la felicitaron. Era muy buena cocinera. Cuando estaban por irse, apareció sobre una roca alguien que no esperaban volver a ver tan pronto.

Hao.

-Vaya, parece que nos volvemos a encontrar- dijo él con una sonrisa.

¡Es Hao- gritó Manta, y Minako se agachó para abrazarlo. Miraba a Hao desafiante, pero él no la miraba a ella.

Miraba a Minako y Ana. La primera lo miraba seria, la segunda desafiante.

-Sacerdotisa Ana, eres una digna esposa para un miembro del clan Asakura- dijo Hao –Me complace saber que Yoh es tu prometido-

¿Y a ti qué te importa- de pronto Ana estaba a medio metro de él, en la base de la roca.

¿Ana, cómo llegaste hasta allí- le pregunto Manta, asombrado, entre los brazos de Minako.

-Sí me incumbe, Ana- Hao bajó y se puso cara a cara con Ana. Ella estaba sorprendida –Pronto nos conoceremos mejor... –

Ana intentó darle una bofetada, pero Hao le tomó la mano.

¡DETUVO LA SÚPER BOFETADA DE ANA- Manta estaba con la mandíbula en el piso.

Ana intentó golpearlo con la otra mano, pero Hao había desaparecido.

Ahora estaba frente a Maris.

-Y tú eres otra chica muy atractiva... Lástima que no seas una Shaman, serían muy poderosa... – se estaba acercando demasiado. Ana estaba sorprendida. Maris y los otros, más –Cuando todo termine, me quedaré con las dos. Ana es muy fuerte, pero tú obtuviste tu fortaleza por caminos más difíciles, que muchos Shamanes habrían abandonado. Sé que antes, cuando te fusionaste con Minako, renunciaste a tus poderes de Shaman, pero que ahora han vuelto. Y es una verdadera lástima –ahora la tenía arrinconada contra la pared de roca, y le había tomado la barbilla –que no hayas participado en el Torneo de los Shamanes. Luego de la separación no tienes más restricciones, y podrías haber entrado sin problemas, lo sé... y podrías haber venido conmigo, como más que compañeros... –

Iba a besar a Maris. Pero ella reaccionó antes que sus labios se tocaran. Le pegó un puñetazo en el estómago que lo lanzó tres metros hacia atrás, donde Ana le pegó una de sus bofetadas famosas.

-Ella tiene suficiente sentido común para no haberlo hecho- dijo Ana –Yoh será el Rey Shaman, y no permitiré que nadie lo impida-

Hao se levantó. Estaba sorprendido, pero seguía sonriendo.

-Vaya, creo que serás mas difícil de convencer de lo que creí, pero ponto estarás conmigo... –

Y desapareció.

Lo que todos se preguntaban era a quién se dirigía Hao. ¿A Maris o Ana? Manta tenía serias dudas, pero Minako no. Y Jun tampoco.

Siguieron viaje con más rapidez que antes. Maris sentía el aura de Len y de Yoh, pero eran débiles. A Horo Horo, Ryo y otro Shaman que no conocía los sentía de forma casi agotada, como si estuvieran desmayados. Corrieron más rápido, y llegaron justo para detener el tiro de gracia de las tres chicas.

Ana usó a los dos demonios que contenía la Bitácora Mágica, mientras que Maris usó un escudo. Las chicas huyeron.

¡Len, Yoh- exclamó Maris ¿Están bien¿Y los otros tres-

-Nos atacaron. Son seguidoras de Hao- dijo Yoh.

-Ésas son fuertes, pero no lo suficiente para noquearme- le dijo Len. Maris corrió hacia él y lo abrazó. Len le correspondió, y se dieron un beso en los labios.

-Hola, Len- le dijo Jun al oído.

Len se sobresaltó. Se sorprendió mucho al ver allí a su hermana y a Lee.

Maris y Minako curaron a Horo Horo, Ryo y a Chocolove. Sus poderes de agua eran curativos también, le explicó Jun a Manta y a Tamao. Yoh le presentó a Chocolove, quien se abstuvo de decir bromas a ver a tantas chicas lindas recién llegadas. El grupo siguió camino, en los tigres de Maris y Minako. Ya que habían sido una carga para la señorita Ana, debían retribuirles a todos de alguna manera.

Ésta vez, Maris fue con Len.

Y más atrás, para no molestarlos, iban Fausto, Jun, Lee, Tamao y Ryo.

En el otro tigre iban Ana, Yoh, Horo Horo, Chocolove, Manta y Minako.

Y Hao los observaba a todos.

-Muy pronto... Serás mía-

Guts! Nakoruru de nuevo, con otro Fanfic de Shaman King. Me encanta esta serie, no la puedo dejar de ver aunque esté "El clon" en el mismo horario. Al fin y al cabo, la calidad se impone. Y SK es mejor que cualquier novela! Está comprobado científicamente.

Éste Fanfic se desarrollará en la segunda temporada, después que Lizer dejara a Yoh y su grupo para unirse a los Soldados X. Es que las cosas no podían terminar así, Maris y Minako volvieron y se quedarán por unos cuantos capítulos. Ahora no arriesgo números, serán los capítulos que salgan. Hao interesado en Maris... Pobre chica, parece que los malos se ven atraídos por ella, veremos qué pasa...

Espero sus mails, respondo a todo lo que llega.

Chau

Nakoruru.