Yumesan

5: Maris y Len

-Déjame- dijo Len, débilmente.

-No- dijo Hao.

-Sal de aquí. Ahora- Len recuperó parte de su carácter y le tomó los brazos a Hao, tanteado desde los hombros del hermano de Yoh.

-No- repitió Hao, y le clavó las uñas en los brazos.

Len hizo una mueca de dolor. No podía verlo, pero sabía que Hao estaba sonriendo.

-¡Basta!- dijo Len incorporándose, e intentó empujarlo, pero Hao lo azotó contra la cama, y siguió acariciándolo. Len intentó llamar a Basón, pero no le salía la voz. Hao lo estaba besando de nuevo con violencia. Como en la playa. Len lo empujó con los pies, e intentó sacar su lanza, pero Hao le agarró las manos antes que Len pudiera pararse.

-No, no me voy a ir de aquí hasta que no me des lo que quiero- dijo Hao. A Len le dio un escalofrío.

Entonces sintió que Hao lo soltaba, y un sentimiento de frescura lo invadió. Escuchó un estrépito, y a Hao maldiciendo a una Portadora y a su Sombra.

-¿Maris?- preguntó, dudoso -¿Eres tú?-

-No- respondió una voz –Soy Minako. Lancé a Hao de aquí, Maris me dijo que te cuidara, que sospechaba que algo así podía pasar. Y vine en el momento justo. ¿Te hizo algo?-

-Sólo me besó. Dios, que manos más frías tiene. Parece que quiere separarnos a Maris y a mí-

-Ya lo sabía- Len oyó que Minako se sentaba a su lado y le tomaba un brazo para verlo –Creo que necesitas que te curen. Te clavó las uñas en los dos brazos, por lo visto. Se las debe haber afilado-

Len sintió que sus brazos se sumergían en el agua, y que las heridas se cerraban. Minako lo examinó y palpó el chichón que tenía en la cabeza.

-El ruido de tu cabeza golpeando contra la cama me trajo hasta aquí. Tengo un oído más agudo que los otros. Dije que iba arriba a ver algo, y desaparecí. Basón está afuera, me siguió sin decir nada-

-Estoy bien... Sólo un poco aturdido-

-Señorito, creo que debería decírselo a los otros-

-Estoy bien Basón-

-Señorito, permítame decirle que no es así. Está ciego, y si no fuera por la intervención de la señorita Minako, no quisiera imaginarme qué le hubiera pasado, señorito-

Maris los observaba desde la puerta. Había escuchado el golpe de la cabeza de Len contra la cama, pero no se había movido, y contemplaba la escena por el resquicio de la puerta. Y entonces se decidió.

Maris cerró la puerta tras de sí. La habitación estaba vacía, todos estaban reunidos con Basón y Minako, informándoles de lo que había pasado con Hao, y tardarían en regresar. Había sido un golpe duro para Len quedar ciego a menos de una semana de su próximo combate. Basón no podía animarlo. Minako tampoco. Incluso él, cuando lo habían dejado solo, había llorado. Maris nunca creyó que algo podría afectarlo así, y fue eso lo que la decidió. Cuando Len se durmió, entró en la habitación y le dio un beso en la frente.

Al volver a su habitación, sacó de entre sus cosas una bola de cristal, la que usó sólo una vez, para pedirle al espíritu de Yukari que le permitiera verla. Había hecho la invocación en Corrientes, antes de salir para Japón. Pese a la distancia, Yukari la había oído. Pero ahora Maris le pidió que la dejara sola un rato, y Yukari le había hecho caso. Maris puso la bola de cristal frente a ella y empezó a invocar la ayuda de sus Diosas.

Las Diosas del Agua.

Las soberanas del reino espiritual, de todo lo etéreo, lo psíquico, lo no-material. Una vez la habían puesto a prueba, y habían intentado separarla de Len, pero la había pasado. Ahora, invocaba de nuevo a sus Diosas protectoras, para que la ayudaran con el problema de Len.

Las Diosas la rodearon. Maris sabía de antemano que ellas conocían todo lo que pasaba en el mundo, así que sólo les pidió que la ayudaran.

"Sólo si estás dispuesta a sacrificar algo por él"

"Lo que sea" dijo Maris.

A la mañana siguiente, lo primero que Len hizo al despertar fue mantener los ojos cerrados. Ya no valía la pena abrirlos. Sentía la misma calidez en la nuca, y sonrió. Sabía que Maris le sostenía la cabeza en sus rodillas.

-Buen día, Maris- dijo Len.

-Hola Len-kun- dijo ella.

-¿Los otros ya se han levantado?-

-Sí- e hizo una pausa –Abre los ojos-

-¿Qué?-

-Que abras tus ojos. Son muy hermosos tus ojos dorados, y quiero verlos... Por favor-

Len le hizo caso. Abrió los ojos, y sintió que estaba bajo el agua. No, que sus ojos estaban bajo el agua, pero Maris no le permitió moverse. Cuando todo volvió a la normalidad, Len se sentó en la cama alarmado, y extendió una mano hacia donde –supuso- estaba Maris.

-Sigues teniendo unos ojos hermosos Len, me alegra haberlos visto-

Len pestañó, y entonces pudo ver. Vio a Maris, quien tenía los ojos abiertos, y lo miraba expectante. Podía ver. Podía verla. Y sabía, de alguna manera, que era gracias a ella.

-¿Cómo lo hiciste?- quiso saber Len después de abrazarla y besarla.

-Invoqué a mis Diosas, y ellas me dieron la solución. Fue algo difícil tenerte quieto, pero al menos funcionó- dijo Maris, sonriendo y ladeando un poco la cabeza.

Basón fue el primero en saberlo. Después les siguieron los otros, y felicitaron a la pareja. Pero a Len se le pasó algo por alto que Minako sí pudo ver, y se llevó aparte a Maris en cuento pudo.

-Maris, yo sé que las Diosas del Agua siempre exigen sacrificios para dar favores. Y sospecho... – pero Maris la interrumpió.

-Le di mis ojos a Len- dijo ella, e hizo una pausa –De todos modos, yo puedo sentir las energías de los objetos, y ya había practicado con éste método de visión antes. Además, así podremos ver los dos. No sería justo que yo tuviera dos visiones, y él ninguna-

-Maris... –

-No se lo digas. No es necesario-

Nadie se dio cuenta, porque nadie sabía el método de visión de Maris. Ana no lo sabía, y Len tampoco. Hao se sorprendió mucho de verlo, caminando del brazo de Maris, feliz como nunca. Maris lo miró directamente a los ojos, triunfante.

Jamás mientras yo viva

Hao ni siquiera se molestó en contestarle. Se dio la vuelta, rabioso, y no habló en todo el día. Sólo necesitaba un plan mejor, para poder separarlos. Ellos no podían estar juntos, y menos ahora que la Portadora y su Sombra se habían vuelto Shamanes. Se habían vuelto demasiado fuertes, y pronto superarían a Yoh... si es que no lo habían hecho ya.

Parecía una broma. Sabía que las Finales del Torneo no se realizarían, que él destruiría media aldea Pachi antes de llegar a ésa instancia..

Y él estaría ahí, por supuesto.

-Así que nos vemos de nuevo-

La voz vino de atrás de Maris, quien estaba en el bosque, mirando las copas de los árboles sobre una rama. Se sentó en la rama y bajó sus largas piernas, aunque no necesitaba sus ojos para saber quién era. Había sentido su energía mucho antes. Era Marco, el jefe de los Soldados X. Venía con Lizerg.

-¿Qué se les ofrece?- preguntó Maris con cortesía.

-Hemos sabido que tu... amiga, tu Sombra, expulsó a Hao de la habitación de uno de sus amigos. Y quisiéramos volver a invitarte a nuestro equipo. Realmente, sería una pena que sus talentos se desperdiciaran así... – dijo Marco.

-Te extrañan mucho en el equipo, en especial Ryu- dijo Maris, mirando a Lizerg –Mili se lamente que su príncipe Lizerg no la vea más como una buena niña. Y la verdad, no eras un chico malo por lo que me dijeron –lo estaba mirando a los ojos, pero podía sentir cómo sus emociones entraban el conflicto y cómo apretaba los puños- Y lo siento mucho, pero mi respuesta sigue siendo no. Ahora tengo un equipo al que apoyar, y seguiré con él para dejarle el camino libre a Len y sus amigos-

-¿Pero no entiendes que Hao acabará con todos si no lo detenemos?- explotó Lizerg.

-Matando no se atrapa a un asesino- dijo Maris, bajándose de la rama. Miró a Marco a los ojos –No sé cómo ustedes consiguieron a sus espíritus, pero sé que no son ángeles verdaderos. Sólo son espíritus con grandes poderes, pero debo decirles que están tras un ideal equivocado. No conseguirán su objetivo-

-Antes peleaste con la Dama de Hierro- dijo Marco -pero la batalla quedó inconclusa. Ella está ansiosa de enfrentarte en las finales del Torneo, y te vencerá para demostrarte lo equivocada que estás- los dos se dieron vuelta, pero Lizerg volvió el rostro para verla.

-No seré yo la que pierda la batalla, Marco- dijo ella, y desapareció.

Hao no volvió a intentar seducir a Maris o a Len, pero estaba pensando en un plan para separarlos. Su fortaleza estaba en su confianza mutua, y él debía minarla. Ésa chica se estaba volviendo un rival de cuidado, y Anna lo sabía. Intensificaba los entrenamientos de Yoh hasta dejarlo muerto de cansancio, y, aún así, le exigía más. Len luchaba todos los días contra Minako, mientras Chocolove lo hacía con Jun y Horo Horo con Maris. Los poderes de hielo de los dos últimos eran un buen ejercicio para ambos, ya que las Portadoras de Agua podían manejar su elemento en todos sus estados, y Maris confundía a Horo Horo entre tormentas, niebla, témpanos y explosiones súbitas de vapor. No lo hacía todo al mismo tiempo, pero se notaba que necesitaba rivales de más poder.

Hao los observaba, en especial a Maris. Le estaba interesando más de lo que debía, pero no podía evitarlo. Ahora no había duda, estaba al menos a la misma altura que Yoh, y sus espíritus acompañantes tenían una enorme fuerza de voluntad. Sus sentimientos estaban conectados a la perfección, y ya no tenían en más mínimo problema con su fusión o su posesión. Minako usaba dos espadas similares a Harusame, que tomaban la forma de dos espadas de hielo de dos metros de largo, Jun poseía un pendiente –en forma de dragón- que tomaba la apariencia de un báculo similar a los usados por los sacerdotes en los templos budistas, mientras que Maris usaba un facón –cuchillo corto usado por los gauchos argentinos- que se transformaba en una lanza de hielo.

En verdad, eran de cuidado. Hao no dudaba de sus propias habilidades, pero ellas tres eran un gran problema. Sus poderes aumentaban con rapidez, aunque sabía que el objetivo de ellas no era ser la Reina de los Shamanes. Sólo ayudaban a Yoh y sus amigos, pero ninguno sabía qué sucedería en la batalla final. Tal vez abandonaran para dejarle el camino libre, para hacerlo más fácil... O, tal vez, las tres Diosas del Agua estaban tras el objetivo por el cual todos los Shamanes peleaban en el Torneo.

Tal vez...

La pelea del Equipo de Len contra el equipo Amazonas fue difícil, pero ganaron los primeros. Los tres Shamanes brasileños –un hombre y dos mujeres de color- tenían por espíritus a un jaguar –como Mik, el espíritu de Chocolove- una gaviota y a un ser que parecía una sirena.

-Realmente, eran fuertes- le dijo Chocolove a Minako cuando ella lo estaba curando de algunas heridas que había sufrido en la batalla.

-Sí, los morenos se viene muy "fuertes" hoy en día... – dice Minako, sonriendo –MUY fuertes-

-¿Eh?- Chocolove no entiende del todo.

-En Argentina, "fuerte" quiere decir atractivo- aclaró Minako.

-Ah, gracias- dijo Chocolove, sonrojándose.

Minako empezó a ronronear.

Fausto estaba con Len. Maris había visto toda la batalla, pero el mayor le dijo que él debía hablar algunas cosas con Len, así que fue él quien le curó algunas heridas que tenía. Menores que las de Horo Horo y Chocolove, pero no podían dejarse sin tratamiento. Las zonas más afectadas habían sido los brazos, así que Fausto se los estaba vendando, cuando le habló.

-Len¿hasta dónde has llegado con Maris?-

-¿A qué te refieres?- le preguntó Len, levantando la cabeza.

-Que hasta dónde has llegado- Len entendió al fin y se sonrojó.

-No hemos llegado a eso todavía-

-Cuando ella apareció durmiendo junto a ti, tuve serias dudas al respecto-

-Oye, es mi vida, yo no me meto en la tuya- dijo Len, desviando la mirada. Estaba sonrojado.

-Toma- le dijo Fausto, entregándole un paquetito.

-No lo necesito- le dijo Len, poniéndose más sonrojado.

-Por si las dudas- insiste Fausto –recuerda que soy médico y sé de estas cosas-

Len lo miró a los ojos.

-Somos demasiado chicos para tener sexo-

-¿Seguro?- preguntó Fausto.

-Seguro- dijo Len –Y si no te importa, Maris me está esperando afuera... –

-No lo hagas sin protección, Len-

Len estaba colorado hasta las orejas.

-Hola Len- dijo Maris al verlo. La abrazó y le dio un beso en los labios -¿Estás bien?-

-Sólo fueron unas pocas heridas en los brazos- respondió Len, todavía algo sonrojado.

-¿Por qué estás tan colorado, Len-kun? No te sonrojas con facilidad... – dijo Maris con picardía, entrecerrando los ojos.

-Eh, esteeeeee, bueno, lo que pasó es que... – Len no sabía qué decir.

-Fausto te dijo que nos cuidáramos¿no?- dijo la chica de repente.

-¡EEEEEEEHHHHHHH?- Len estaba más colorado que un tomate.

-Fausto es médico, y yo siempre curo las heridas con más rapidez que él. Apenas tenemos catorce años, él te pide curarte, sin que yo esté presente, para poder hablar contigo. Fácil, Len-

-Oh- dijo Len, todavía sonrojado –Pero yo le dije... que no era necesario-

-Que éramos demasiado inexpertos-

Len levantó la cabeza.

-Algunas de las leyes que rigen para ser una Portadora de Sombra son: no fumar, no beber, no enamorarse –por eso fue que viniste a casa¿recuerdas?- y no tener relaciones sexuales. Lo último es un impulso demasiado fuerte, y por eso se pone a prueba a la Portadora exigiéndole eso. Y, además, tú nunca estuviste cerca de una chica de tu edad. Pero somos demasiado chicos, Len¿no te parece?-

-Eso fue lo que le dije-

-La próxima vez te lo doy a ti- dijo Fausto a sus espaldas. Len saltó, asombrado.

-¿Escuchaste todo?- le preguntó Len.

-Sólo desde que dijiste que tenía unas pocas heridas en los brazos- dijo Fausto con tranquilidad.

-Fausto¿no podrías haberte quedado cinco minutos más sin salir?-

-Es que Manta me pidió que hiciera algunas compras con él-

-¿Y no pudiste haber pasado de largo?- Len estaba sonrojándose de nuevo.

-Estaban ustedes dos y no quería interrumpir-

Maris se llevó a Len rápido antes que estallara la guerra.

-Pero igual, debió decirnos que estaba allí- le decía Len a su novia a la hora de la cena. Maris estaba a su lado, con Chocolove, Minako y Horo Horo en la misma mesa del restaurante.

-¿De qué están hablando?- preguntó Horo Horo.

-Mejor que no sepas- le dijo Len.

-Cosas entre nosotros dos- dijo Maris –Alguien pensó que nos íbamos a precipitar demasiado, pero escuchó una conversación nuestra, y por eso Len está algo molesto... –

-Con una belleza como tú, no es extraño- dijo una voz conocida a espaldas de Maris y Len.

Era Hao. Solo. Miraba a Maris con más interés que antes. Todos los que estaban presentes allí –Len, Maris, Horo Horo, Chocolove, Minako, Jun, Anna, Yoh, Manta, Ryu, Fausto y su esposa, sin contar a los espíritus- se prepararon.

-Aunque, por supuesto, sólo estés peleando con la mitad de tus poderes- siguió Hao –Muy mal, no dejas que todos vean tus verdaderas habilidades... Ni siquiera Len. ¿O piensas guardarlas para el final? Será interesante ver cómo es tu Yumesan... –

-¿De qué estás hablando?- le preguntó Len, enojado.

-Explícaselo tú, Maris, querida... – dijo Hao

-No soy tu querida- dijo Maris, seria, pero Hao ya había desaparecido.

Guts! Éste es el quinto capítulo, me llevó tiempo terminarlo, pero aquí está. Atención en el próximo capítulo, Maris explica qué es ése Yumesan... Justo dos semanas antes de la última batalla del Torneo de los Shamanes. Hao entrena con más dureza que antes, pero en la Final, habrá una gran sorpresa, que no se la espera ni él, ni Yoh, ni Len, ni Maris.