Yumesan

9: Batalla frente a los Grandes Espíritus

Al fin la abuela de Yoh había terminado el hechizo que liberaría los 1080 hechizos que encerrarían a Hao de nuevo. Anna corrió por todo el Bosque Prohibido para llevárselo a Yoh, para poder derrotar a Hao. Pilika y Tamao se quedaron a cuidar de los abuelos de Yoh y de su padre, el señor Mikihisa.

Yoh, Kalim y Silver habían llegado hasta la puerta que los llevaría con los Grandes Espíritus. Aparecieron tres aves de luz, que les dijeron "Mostradnos ésas esencias"

Sólo Yoh lo pudo interpretar correctamente.

Pasó sin hacerle daño a las aves, y ella lo dejaron pasar. Lo mismo hicieron Kalim y Silver.

Hao ya había llegado frente a los Grandes Espíritus. Estaba sentado en un banco de piedra observándolos, con Opacho a su lado y Manta alejado de ellos, vigilándolos. Así los encontró Yoh. Hao dijo que Manta lo había seguido sólo por eso que él llamaba "amistad" y dijo que ésa sería la batalla definitiva.

-Opacho, apártate- le dijo Hao, y el niño obedeció. Se sentó sobre uno de los pilares de piedra que había en los alrededores.

Silver y Kalim también estaban con Yoh, pero Hao los consideró innecesarios.

-Ustedes sólo estorban- dijo Hao, y las llamas los rodearon. Cuando Yoh finalmente pudo ver, el Espíritu de Fuego tenía a los dos apaches en sus manos, y empezaba a triturarlos.

Yoh cortó los dos brazos del Espíritu de Fuego, y ésa fue la señal para que Hao convirtiera a su espíritu en una espada, pero ésta era diferente a la de Yoh. Era roja, y la rodeaban algo similar a las llamas.

Empezaron a pelear. Opacho le dijo a Manta que el señor Hao ganaría, y que se apoderaría de los Grandes Espíritus cuando él e Yoh fueran uno solo.

-No te equivoques, Opacho- le dijo Hao –Yoh no tiene nada que ver en esto. Los Grandes Espíritus ya me pertenecen-

Maris sintió el cambio de energías de inmediato.

-Deténte- le dijo a Len con voz débil.

Len la obedeció, mirándola sorprendida.

-Déjame en el piso, ya puedo caminar- dijo Maris, aunque se notaba que estaba cansada.

Len la dejó en el suelo, y entonces Maris –quien no tenía sus alas- las hizo aparecer. La tiara con dos pequeñas alas de cristal se deshizo en un rayo de energía azul que le dieron en los omóplatos, y de allí salieron dos grandes alas, azules con rayas negras.

Todos la miraron asombrados.

-Discúlpenos, pero debemos irnos ya- dijo Maris, y, tomando a Len, se lo llevó volando hacia los Grandes Espíritus.

Las aves no los detuvieron. Pero sí al resto, incluyendo a Minako y a Jun. Anna llegó cuando ellos empezaban a pelear contra las aves de luz. Cuando se dieron cuenta que si no les hacían nada a las aves ellas los dejarían pasar, corrieron hacia donde estaba Yoh.

Pero Yoh ya no estaba.

Yoh cayó y su cabeza golpeó contra una de las columnas que había alrededor del lugar donde estaban peleando.

-¿Cuántas veces van que mueres?- le preguntó Hao, en tono burlón. Y después agregó –Oh, es cierto, ahora no tienes cabeza para hacer cuentas-

-El señor Hao ganará- dijo Opacho.

-¡No es cierto!- le gritó Manta –Yoh se ha vuelto muy fuerte-

-Es por eso que el señor Hao ganará, es cuestión de tiempo- repitió Opacho, con su misma mirada de siempre.

Yoh cayó de nuevo, y Manta vio que estaba agotado. Hao, en un rápido movimiento, lo desarmó. De una patada, lo dejó tirado. Había vencido.

Se acercó a Yoh, ante la incrédula mirada de Manta quien, horrorizado, vio cómo Hao lo agarraba de los pelos y hacía arrodillarse a su gemelo.

-El solo hecho de saber que tú eres mi otra mitad me da asco. Así que me desharé de ti- Hao se acercó a Yoh, y le puso una mano en el pecho.

No, no le puso la mano en el pecho. Su mano siguió de largo, ante la mirada horrorizada de Manta. Empezó a levantar a Yoh, pero no era Yoh, porque el cuerpo del amigo de Manta estaba todavía ahí, sostenido por la mano de Hao.

Entonces Manta entendió.

Cuando Len y Maris llegaron, Anna llegó al mismo tiempo. Y los tres pudieron ver cómo Hao le sacaba el alma a Yoh y, enfrente de todos, la absorbía por su boca.

Hao había absorbido el alma de Yoh.

Desde que se había comido al sacerdote Shamash, el espíritu de la Doncella Yin, sus poderes habían aumentado mucho. Eso le había dicho a Yoh, y era cierto. Cuando los otros llegaron, y vieron caer el cuerpo de Yoh al suelo, se quedaron helados. No podía ser. Hao no podía haber...

-Así es, Maris- dijo Hao, mirándola directamente a los ojos –Ahora estoy completo. Y prepárate, porque eliminaré a todos los insectos, pero acabaré primero con Len... Para que puedas olvidarlo, porque me amarás a mí-

La llama de la vela frente a la cual la abuela de Yoh estaba rezando se apagó.

-La presencia de Yoh ha desaparecido- dijo la abuela.

Anna sostenía el cuerpo de Yoh sobre sus rodillas. Nadie podía creer lo que había pasado, y ella menos. Manta cayó arrodillado, sin poder creer lo que había sucedido.

-¿Por qué están tristes?- les preguntó Hao con socarronería –Ahora estoy completo, y todo está donde debe estar. Es motivo de alegría, no de llanto-

-Miserable... – murmuró Len, y sacó su espada para atacarlo.

Casi le dio a Opacho, pero Hao estaba parado sobre las lanzas que habían salido del suelo, y sonreía.

-Es una verdadera lástima que tengas a la chica que me merezco, Len, tus servicios me hubieran sido muy útiles antes... Pero ya no te necesito-

A todos los invadió la ira. Jun, Minako, Chocolove, Fausto, Len, Horo Horo, Ryu y Lyzerg empezaron a pelear contra Hao, pero la furia los cegaba y cuando Anna intentó usar a los dos espíritus que tenía a su cargo, Hao usó dos pergaminos para volver a controlarlos.

-Entreténganse un rato, tengo otras cosas que hacer- les dijo, e hizo aparecer su Espíritu de Fuego.

Empezó a volar hacia los Grandes Espíritus, pero se quedó frente a ellos, esperando que el alma de Yoh se asimilara a la suya. Podía sentir cómo Yoh veía sus recuerdos, cómo consideraban a Hao un demonio disfrazado de humano, todo la desconfianza que le tenían, y así fue viajando por su sistema nervioso.

Afuera la batalla seguía. Habían llevado el cuerpo de Yoh cerca de una de las columnas, donde lo habían apoyado. Manta estaba a su lado, todavía sin poder asimilar la situación. No podía ser... no podía...

Los guardianes de Hao estaban derrotando uno tras otro a Jun, Minako, Chocolove, Fausto, Len, Horo Horo, Ryu y Lyzerg. Entonces, Moske salió de la computadora de Manta y le dijo que deberían ayudarlos.

-Pero yo no soy un Shaman- le dijo Manta.

-Confía en mí- le dijo Moske.

Len fue el último en caer, junto con Jun y Minako. Miraron a los dos guardianes de Hao, furiosos, y entonces vieron a la pequeña figura que estaba tras los dos demonios.

Manta.

Y con un mazo, que brillaba como si fuera la espada de Yoh al pelear como Shaman. Pero no podía ser.

Pero sí era, y Manta, de un buen mazazo en la cabeza a los demonios, los enterró en el piso.

-Escúchenme, si pelean de esa forma tan desorganizada no lograrán nada- les dijo –Deben mantener la calma, éste es un asunto demasiado serio como para tomárselo con tanta rapidez. Si no se claman, Hao ganará-

Todos entendieron enseguida. Manta cayó, exhausto, su posesión se deshizo. Chocolove fue a rescatarlo, porque los dos demonios ya reaccionaban.

-Vaya, el hacer una posesión quita mucha energía- dijo Manta, cansado, a Anna.

-Me sorprendió mucho lo que hiciste- le dijo Anna –Ahora descansa-

-Si- dijo Manta, y se desmayó.

Yoh había llegado a la corteza cerebral de Hao. En cada célula veía a Hao, quien le tendía una mano para poder ser uno. En todas las células menos en una. Algo con un samurai parado junto a una tumba y un árbol, con una chica alta y de pelo largo, aunque no entendía lo que significaban.

Hao sonrió.

-Ahora estoy completo- dijo, y empezó a reír.

-Ahora, Grandes Espíritus- dijo Hao frente a ellos –Serán alimento para mi Espíritu-

-¿Qué nunca te sientes satisfecho?- le peguntó Len.

-Yo diría que hay que ponerte a dieta, pues- dijo Chocolove.

Hao sólo sonrió, y entonces todos lo atacaron. Sincronizando sus movimientos, Anna pudo detener a Hao con el rosario de los 1080. Todos lo agarraron y lo atacaron al mismo tiempo. Hao no podía moverse, el rosario se había deshecho en cientos de esferas que lo habían rodeado. El Espíritu de Fuego rugió de dolor...

Y las esferas se rompieron.

El rosario de los 1080 se hizo pedazos. El último de los trozos cayó a tierra y se quebró. Los poderes que le habían lanzado a Hao se desviaron y desaparecieron. Anna cayó a tierra, derrotada. Todavía llevaba en el cuello los auriculares de Yoh, ésos que él no se quitaba nunca.

-¿Acaso creían que una técnica de quinientos años de antigüedad funcionaría?- les preguntó Hao, sonriendo.

No se preocupó por los que cayeron, ni que pudieran aplastarla.

No lo hicieron, y Len fue el primero en levantarse y habarle.

-Doña Anna, la batalla aún no ha terminado- le dijo él, pero ella no respondió. Len miró a su alrededor, pero no encontró lo que buscaba -¿Dónde está Maris?-

Las cinco Lilis habían llegado la Bosque Prohibido, junto con el equipo de Shamanes de Siberia. Decidieron ir a ayudar a Yoh, cuando vieron que el cielo se volvía rojo. ¿Acaso los Grandes Espíritus habían aceptado a Hao? No, no era posible.

O tal vez sí.

-¿Quién eres tú? ¿Y por qué estabas llorando?- le preguntaba una niña de seis años de pelo negro y ojos marrones con un kimono rosado a una muchacha que estaba en las sombras en una noche oscura. Las lámparas de papel del festival de primavera alumbraban parte del parque donde las flores de cerezo regaban el ambiente con su perfume y el suelo con sus pétalos.

-Minako- le dijo la otra chica, mucho mayor que ella, con voz extraña.

-¿Por qué estás triste?-

Minako demoró bastante en responder.

-He hecho muchas cosa malas en mi... Desde que fui creada-

-Pero todo tiene perdón, si te esfuerzas en reparar el daño, o al menos, intentarlo-

Minako miró a la niña asombrada.

-Acaso... ¿acaso quieres ayudarme?- le preguntó, incrédula.

-Sí- dijo la niña.

-¿Cómo te llamas?-

-Soy Marisa, pero todos mis amigos me dicen Maris-

-Pero... ¿estás segura?-

-Sé lo que hiciste- dijo Maris, asombrando a Minako –y sé que estás arrepentida, así que si puedo ayudarte, lo haré con gusto-

Maris sonrió, y Minako corrió a abrazarla. Era la primera vez que alguien le mostraba afecto. Y no sería la última ni siquiera de lejos, en la que Maris demostraría cuánto podía amar a las personas.

Incluso a los que no eran humanos.

Porque desde ése día, ella dejó de serlo.

Minako recordaba ése primer encuentro, hacía tanto tiempo... más de doscientos años, según recordaba. Los Portadores de Sombra dejaban de ser humanos al fusionarse con un no-humano, por lo tanto perdían todos sus derechos. Por eso se mantenían escondidos, intentando no hacerse notar, porque eran muy valiosas. Sobre todo por su poder, aunque había otras cosas.

Un Portador de Sombra, cuando terminaba la fusión, evolucionaba lo suficiente como para el siguiente nivel. Una vez que ése ser moría, iba a otro mundo moralmente más avanzado. Eso quería decir que, si Ella moría, reencarnaría en otro mundo. Habían compartido todo con Maris, y sus movimientos estaban sincronizados, así como sus poderes.

Pero los de Maris habían crecido más por su amor por Len.

Por eso no entendió cuando no la encontraron en ése momento. No estaba allí, pero tampoco había salido del lugar en donde estaban. Estaba y a la vez no estaba. Era como si una parte de su ser se hubiera ido, pero otra se había quedado. Pero ¿dónde?

-¡¡¡¿Es que acaso no te das cuenta de lo que hiciste!- chillaban los padres de Maris.

-Papá, yo hice lo que creía conveniente... – dijo Maris, transformada en Tigre.

-¿Y acaso esto te pareció lo correcto? ¿Dejar de lado una gran vida como cazadora por seguir a una quimera que no te servirá para nada?- le replicó su madre.

-Mamá, esto será lo mejor para mí. Prefiero conservar una vida en vez de cazar. Así Minako no podrá matar más, y... –

-¿Así que se llama Minako? Bueno, Minako, por tu culpa no aceptaremos más a Maris como miembro de la familia- dijo el padre.

-No pueden hacerle eso a su propia hija- dijo Minako, asombrada.

-Sí que podemos. Vete, Portadora de Sombra, ya no perteneces más aquí-

-Maris... – Minako no entendía dónde se había metido.

-¿Dónde está?- le preguntó Len.

-Creo... que no la podremos ver más- dijo Minako, sin poder creer del todo la teoría que le había aparecido en la mente.

-¡¡¡¿Cómo dices!- le preguntaron todos.

-Creo que ella rescatará a Yoh-

Guts! El noveno capítulo y no terminó... la serie ya casi finaliza en mi país, hasta que Fox Kids puso los nuevos capítulos... La trama se pone emocionante, cada día a las siete ya saben que yo me instalo en el televisor aunque estén dando el fin del mundo en vivo y en directo. Hasta mi hermanita de seis años, Alejandra, me dice "Está Shaman King" a las siete, si me atraso.

Yendo a lo nuestro, éste Fanfic está a punto de terminar. ¡Qué emoción, que emoción, ya van cincuenta páginas de Fanfic! Ah, el creador de la serie debe ser uno de los tipos más afortunados del mundo, crear una serie así... No se había visto tal movida mundial desde que llegaron Card Captor Sakura o la más reciente Yu Gi Oh, que por cierto, están buenísimas...