Yumesan

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10: Yumesan

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Hao no lograba entenderlo. Yoh ya era prácticamente parte de su ser. ¿Por qué, entonces, sus amigos peleaban con tantas energías?

-Yoh vive dentro de cada uno de nosotros- le dijo Len, mientras volvían a atacarlos todos juntos.

-Todo saldrá bien. Eso era lo que siempre decía nuestro amigo Yoh- dijo Horo Horo.

-Y es por eso que te venceremos, Hao- le dijo Minako.

Todos se lanzaron contra Hao, y lo atacaron con todo lo que tenían. Anna estaba echada en una columna, sin saber qué hacer, cuando Manta despertó.

-Lo único que podemos hacer es mirar, qué vergüenza- dijo Silver.

Hao los echó al piso de nuevo.

-¿Es que no lo entienden?- preguntó Hao, furioso -¡USTEDES YA PERDIERON¡Si no fuera porque conocieron a Yoh hoy se habrían ahorrado todo este dolor y hubieran sido parte de mi grupo!-

Opacho se asustó. Hao nunca se había mostrado tan furioso como entonces.

-Señor Hao- murmuró, con miedo.

A la distancia, los Shamanes contemplaban el lugar de la batalla.

-Los Grandes Espíritus no aceptarán a Hao- dijo la Doncella Yin.

-Es la Dama de Hierro- murmuraron-

-¿Y por qué estás tan segura?-

-Porque aún resplandece la Luz de la Esperanza- dijo ella.

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Las cinco Lilis y los Shamanes de Siberia se encontraron con muchos seguidores de Hao, y eran interminables. Pero recibieron ayuda inesperada de otros Shamanes que se opusieron a Hao.

-Serán destruidos por oponerse al señor Hao-

-No lo creo-

-Yoh está en el lugar al que pertenece. Su esencia ha dejado de existir- dijo Hao, furioso -¿Es que no entienden que ya no regresará?-

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Yoh estaba casi por entrar cuando dos voces lo llamaron desde la distancia.

-¡Amo Yoh!-

-¡Yoh, no te dejes vencer!-

Amidamaru y... ¿Maris?

Yoh despertó, o eso creyó. Estaba en un universo inmenso, pero una chica le tomó la mano. Era Maris. Le sonreía y lo llevó con su velocidad hacia la Tierra, acompañados de Amidamaru. Todos vieron salir del pecho de Hao treS luces; una azul, otra violeta y la última blanca, que entró al cuerpo de Yoh.

La luz violeta se volvió Amidamaru, quien miró a Yoh. La azul se solidificó en Maris, convertida en una Tigre de Agua, con sus alas. Casi cayó, pero Len corrió a sostenerla, y pudo pararse.

Y la luz blanca...

Yoh empezó a moverse. Maris le sonrió, y cuando Yoh se levantó, le dio la bienvenida, mientras Amidamaru miraba a Maris y a Yoh con ganas de abrazarlos a los dos.

-Muchas gracias, Maris, Amidamaru- dijo Yoh cuando se levantó. Tomó su espada y le apuntó a Hao –He vuelto-

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Hao estaba furioso. Yoh empezó a pelear junto con Chocolove, Jun, Minako, Fausto, Ryu, Lyzerg, Horo Horo y Len, quien había dejado a Maris con Anna, que le había devuelto sus audífonos a Yoh. La expresión de Anna expresión lo decía todo.

Ahora había una energía nueva en todos, algo que no habían sentido nunca. Atacaron a Hao de todas las formas, pero Hao, quien ya estaba irritado hasta el máximo, no iba a permitir que unas sabandijas lo vencieran. Cuando lo agarraron entre todos para que Yoh le diera el golpe de gracia, Hao deshizo su posesión, y cayó de pie al lado de Opacho.

-Señor Hao- dijo Opacho con miedo.

-¿Qué quieres?- le preguntó Hao con irritación, sin mirarlo.

-¿Por qué esta tan irritado? Nunca lo había visto así-

-Nunca había estado así- le dijo Hao, mirándolo por encima del hombro –Las sabandijas como ellos no me irritan-

-Usted no es el señor Hao- dijo Opacho, retrocediendo –Me da miedo- y salió corriendo.

Hao lo miró un momento, y después volvió a usar su posesión. Tiró a todos al suelo de un manotazo, y le ordenó a su Espíritu del Fuego que se comiera a los Grandes Espíritus. El Espíritu de Fuego rugió e hizo una brecha en la columna de luz que eran los Grandes Espíritus, quienes gritaron cuando empezaron a ser devorados con mil voces distintas.

Hao entró en la columna de luz, ante la mirada atónita de todos. Cuando emergió, su espíritu tenía un color dorado, y emanaba poder espiritual. Hao sonreía con el rostro contorsionado por la ira. Ahora verían ésas sabandijas...

Maris estaba junto con Anna, Kalin, Silver y Manta, mirándolo todo. Sabía lo que pasaría después, y la última opción que quedaba. Le dolía en el alma lo que iba a hacer, pero las Diosas del Agua ya se lo habían dicho. La próxima vez que usara sus poderes, su cuerpo mortal no resistiría. Ya no tenía más vidas para dar o recibir.

La próxima vez sería la última.

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De un solo zarpazo, Hao destruyó todas las posesiones. Los únicos dos que no yacían en el piso eran Len e Yoh. El primero se sostenía sólo por Maris y Jun. El segundo, porque ése era su gemelo, y no debía dejar que lastimase a más gente. Ambos tenían el mismo pensamiento: detener a Hao. Y lo lograrían.

Costara lo que costara.

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La primera vez que Maris sintió la palpitación, pudo esconderla, simulando cansancio. La segunda, su pecho se movió y Manta y Silver vieron lo que le pasaba, o al menos lo suponían a nivel inconsciente. La tercera vez, Anna se dio vuelta y la vio.

La vio transformarse.

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El mismo símbolo que había aparecido bajo Maris y Len cuando le transfirió las siete vidas apareció debajo de Maris. Ella se elevó, mientras una luz azul la rodeaba. Una ola de luz azul pasó sobre los que estaban heridos, y se curaron de inmediato. Su cuerpo se transformaba. Sus alas se volvieron las alas de un pez volador, alas de cristal celeste y azul. Su pelo pasó a ser liso y más negro que la noche, brillaba a la luz, era mucho más largo que su estatura y flotaba a su alrededor como las olas en el mar. La cubrieron gasas y tules hechas de niebla azul, que la cubrieron de la cabeza a los pies. Sus botas y sus guantes desaparecieron, al igual que su cola y orejas de tigre. Todo indicio del Tigre había desaparecido, dando lugar al Agua, el elemento de los Espíritus y de los seres etéreos.

Como los Grandes Espíritus.

Cuando Maris abrió sus ojos, estaban totalmente negros, más negros que su pelo. Su rostro ya no era el de una latina, sino que se asemejaba más a las mujeres chinas de piel pálida y amarilla. Sus rasgos eran los de la Maris anterior, pero se notaba que algo había cambiado definitivamente en su interior. Su brazalete se deshizo en una luz dorada que se transformó en una lanza fina, de color azul, y la gema que tenía en su mano izquierda apareció sobre el lado derecho de su pecho, sobre el corazón. Tenía membranas entre sus dedos, y una tiara de oro dejaba caer sobre su frente, entre los dos ojos, una gema azul.

Maris ahora era una Diosa del Agua.

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Len e Yoh empezaron a atacar a Hao, pero el Espíritu de Fuego era demasiado fuerte. Tomó a uno con cada mano, y les dijo que él ya no los necesitaba, que era lo suficientemente poderoso como para crear un mundo digno de él. Tiró a Len y a Yoh al suelo, deshaciendo su posesión, y los dos hubieran muerto si no fuera porque alguien los salvó.

Maris.

Hao no lo creía. Len e Yoh tampoco. Nadie lo creía. Maris miró a Hao, quien, eufórico, les echó un torrente de llamas. Len e Yoh descubrieron que había una escudo protegiéndolos, de color azul. Los tres se elevaron.

-Len, es hora de vencer- le dijo Maris al chico chino, pero había algo en su voz que había cambiado. Sonaba como si estuviera hablando desde lejos, en un lugar donde había eco. A su alrededor la temperatura bajó veinte grados, pero Len no tiritó y le tomó una mano.

-Contigo, seguramente venceremos.

Yoh asintió.

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Todos los que estaban rezando le dieron su energía a Yoh, Len y Maris. Los que estaban lejos y los que estaban cerca, desde Manta y Anna hasta los apaches que estaban en toda la aldea. Hao estaba más que furioso, y les lanzó otro torrente de llamas, pero el escudo lanzó una bomba de niebla que deshizo el fuego en miles de chispas.

Todos estaban asombrados. Frente a ellos se alzaba una mezcla de Basón y Amidamaru, con una energía azul que nunca habían visto. Era familiar para todos... Y pronto se dieron cuenta por qué.

Era una versión masculina del ser que había aparecido frente a los secuaces de Hao, cuando Maris le había dado siete de sus nueve vidas a Len. Y entonces se dieron cuenta que ése ser era Len, por lo menos en aspecto. Tenía alas azules y brillantes en la espalda, y empuñaba la lanza de Maris.

Len e Yoh estaban en el centro mismo de ése ser, en una gema azul, con Maris. No podían ver en qué se habían convertido, pero sentían una gran calidez, en especial Len, porque Maris estaba muy cerca de él. Hao los atacó con todo lo que tenía, pero con la lanza que tenía el nuevo ser, resistió todos los ataques.

Saltó hasta quedar por encima de Hao, y descargó su lanza sobre él.

El Espíritu del Fuego desapareció, al igual que Hao.

Una luz invadió a todos, y aparecieron fuera de la Aldea Apache. Miraron hacia donde debía estar la aldea y la vieron desaparecer.

El Torneo de los Shamanes había terminado.

Pero Len no había aparecido.

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Estaba flotando en un lugar cálido, alguien le acariciaba el rostro. Se sentía bien, y sonrió. No sentía a Basón a su lado, pero eso no le preocupaba. Len abrió lentamente los ojos, para encontrarse con los de Maris.

Como Diosa del Agua.

Maris lo sostenía con su pelo, que flotaba como si fuera el mar, en medio de un espacio azul y celeste lleno de luz cálida. Maris tenía la cabeza de Len sobre sus rodillas, y le acariciaba el rostro con amor.

-Gracias... Len-kun- le dijo ella, con la misma voz que parecía venir desde muy lejos.

-Gracias a ti, Maris- le dijo Len –Jamás me había sentido tan bien como cuando fuimos uno en ese último instante... –

Maris le abrazó el pecho y lo besó en la boca. Jugó con su lengua, y Len se sorprendió. Ella nunca había hecho eso con él. Pero la dejó, porque se sentía bien... Y luego lo abrazó con fuerza. Len le correspondió.

-Len, debo decirte algo- dijo Maris, con un tono extraño de voz.

-¿Qué sucede?- le preguntó él, sin abrir los ojos. Se sentía tan cálida cuando la abrazaba...

-Fue una Diosa del Agua la que permitió que derrotáramos a Hao- hizo una pausa, pero Len no la soltó ni abrió los ojos –Y ella me dijo que, la próxima vez que la invocara, sería la última-

-¿Que quieres decir?- le preguntó el chico chino, mirándola a los ojos, sin soltarla.

-Que mi cuerpo mortal no resistiría, pero que ya no lo necesitaría más-

A Len un frío le corrió por la espina dorsal. ¿Acaso ella iba a morir?

-No moriré, Len- le dijo Maris –pero ya no puedo regresar al mundo mortal-

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Por más que lo buscaron, Len no aparecía en ningún lado. Basón estaba preocupado. Minako sí estaba, pero Yukari no, según la misma Minako, se había despedido de ella cuando la luz lo invadió todo. Maris tampoco estaba, y Lee Bruce Long había recuperado su cuerpo de zombi.

Cuando una posibilidad empezaba a helarles el corazón, Len apareció en medio de una nube de luz azul.

Pero parecía no respirar.

-¡Qué dices?- le preguntó Len, al borde de las lágrimas. No podía ser. Casi se la habían quitado antes y ahora...

Maris suspiró con tristeza. Sos ojos negros estaban tristes, pero no lloraba.

-Un cuerpo mortal no puede soportar tantas invocaciones de las Diosas del Agua en un mismo día. Yo las invoqué tres veces, aunque una fue de forma inconsciente-

-¿Tres?- preguntó Len –Me dijeron que una apareció cuando estábamos inconscientes, y la otra fue la última, pero la tercera... – de pronto calló. Sí, había habido otra vez, pero él no habría podido contemplarla porque había muerto, o casi –No... Cuando diste tus siete vidas por la mía... –

-No te pongas triste, Len- le dijo Maris, afligida –Ésas vidas no me servirían de nada en mí, pero sí las necesitaba en ti... Siete es el número de la perfección, y hubiera dado setenta veces siete mis nueve vidas por ti... –

-Pero... – Len no podía decir nada, las lágrimas le ahogaban las palabras.

-Len, cuando despiertes, por favor no llores. Ya no podré regresar al mundo mortal, pero cuando tú abandones tu mundo yo te llevaré a mí... –

-Hubiera preferido morir si eso te dejaba viva, Maris- le dijo Len, entre sollozos –Mi vida no vale nada sin ti-

-No es cierto. Tienes a tu hermana y a tu espíritu acompañante, además de tus amigos y tu familia que te ama-

-Pero es a ti a quien amo, Maris... – Len hizo una pausa, cerró los ojos y dijo algo que le venía taladrando la mente desde mucho tiempo atrás –Tú no te dejaste llevar por el poder. Moriste porque tus padres te abandonaron. Eso fue algo que soñé y que pude interpretarlo sólo ahora-

Maris lo miró asombrada.

-Acerté¿verdad?-

Maris hizo una pausa.

-Len, cuando despiertes, no recordarás nada de lo que pasamos-

-¡NO¡No quiero olvidar los mejores momentos de mi vida¡Sin ti, sin siquiera tu recuerdo, mi existencia en ése mundo no tendrá sentido!-

-Mi recuerdo sólo te hará mal, Len. Hasta que no nos reunamos de nuevo aquí, no volverás a recordarme. Por favor, no lo intentes, porque no te lo permitiré. Y si mi sólo recuerdo te hace infeliz, sólo aumentará nuestro dolor-

Len no podía mirarla a los ojos. Las lágrimas le surcaban la cara, miraba sus manos, sin poder creerlo. Tenía los párpados cerrados con fuerza, y sólo cuando Maris sintió lo que pasaba, ella abrió los ojos.

Len estaba llorando lágrimas de sangre.

Maris se impresionó al ver esto, y le levantó la cara a Len. Sabía que el destino era irreversible, pero no podía dejarlo así. Ella también lloraba, pero sus lágrimas eran azules, porque su sangre era azul. Lo besó con fuerza, abrazándolo. No quería separarse de él. No quería. Pero su cuerpo había quedado destrozado por el gran poder que había liberado, y no podía volver al mundo mortal.

Le puso la mano en la nuca a Len para que no se alejara, y lo hizo desvanecerse. Con suavidad, como cuando cae un sauce joven. Lo miró sobre su largo pelo negro que flotaba como la superficie del mar, mientras la sangre de Len todavía estaba en su rostro, inalterable, como si fuera parte de su piel. Las lágrimas de Maris ya habían llegado al suelo. Con un último beso, se despidió de Len.

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OO No te puedo creer... Ah, no esto no se va a quedar así, no señor... ¿O sí? Porque Maris no puede volver a reencarnar, al menos según las Diosas del Agua, y ella nunca se equivocan¿o si?

Nakokun