La fiebre de las Chicas
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Esta idea se me ocurrió mientras leía "Kaizo no Uta". Los que lo han leído, comprenderán la naturaleza idiota de esta historia. La desarrollé en mi cuarto, mientras me fumaba un cigarro pa' no deprimirme por ir a la playa y dejar, otra vez, amigos y carretes. Debería llamarse "Las guarradas de Horo", en honor a Kaizo, pero como resultó tan distinta, le pude poner el nombre que se me dio la gana…
Levísimo HoroxRen. Seudo Crosdressing. ¡No es taan AU, milagro!. Espero lo encuentren gracioso, y puedan mirar más allá de lo superficial, porque acá hay una irónica mirada a nuestras idioteces de cuando somos una chicas… Ahí lo dejo. Eh… Y todo lo de este fic es invención mía. Por supuesto, no existen ni los Tuman, ni el país de "Raaajadamkatriz". Jaja.
Fic pa' la Cote. "Amigui… ¡Shuga!"; "¡Sácate la pluma!", y "¡No!". Capítulo pa' Felipe. Vos sabés, che. Vos me entendés. "Sí te cacho… ¡Puta!" "¡Nos cacharon weon!" y "¿Cómo mierda llegamos a esto?"
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Parte 1 de 3:
Agua que no has de beber, bebi…
(¡Las rosas rosa y la fiebre del amor!)
Una antigua leyenda de los Tuman, antiguo pueblo ubicado en el actual país de Raaajadamkatriz, cuenta que a todas sus mujeres, a una edad que podía variar, les daba una extraña enfermedad que afectaba gravemente a la sociedad. De hecho, si le daba a dos o más muchachas al mismo tiempo, la tribu temía la destrucción total de todas sus posesiones. Las jóvenes, que experimentaban visiones durante esta enfermedad, desarrollaban una extraña atracción por el color rosado, y veían todo "lindo" y bueno.
¿Por qué era tan destructiva, entonces?
Pues estas chicas se salían de la realidad, y podían arrasar con los campos de cultivos en sus danzas alegres, que nada consideraban. O si se les cruzaba un gato, podían destruir todas las casas solo por abrazar al lindo minino. Además de todas las idioteces que hacían las muchachas, se volvían tan insoportablemente agradables, que nadie se atrevía a acercárseles y tratarlas, ya que podía morir ahogado en un abrazo, o vomitar, por el mareo, con tanta charla, así que debían rogar que las semanas pasaran rápido y las jóvenes se recuperaran.
Los Tuman eran bastante numerosos, pero vivían en tribus bien diseminadas, y de pocos miembros, por eso es que era tan caótico si dos jóvenes se afiebraban al mismo tiempo. Incluso una era demasiado peligrosa.
Es por esto que los Tumanos, gracias a su magia, decidieron hacer algo para evitar los grandes alcances de esta enfermedad que duraba unas cuantas semanas. No pudieron suprimirla, pero lograron hacer que disminuyera considerablemente su poder destructivo. Sin embargo, para esto, tuvieron que alargar el período de enfermedad, convirtiéndose en un síndrome que duraba años, pero que, sin embargo, era aguantable.
Años después, cuando el mundo se globalizó, esta fiebre llegó a contagiar a todas las mujeres del mundo. Entonces, los expertos decidieron darle un nombre, y esconder que esto era una enfermedad, embaucando a todo el mundo con la historia de que era un período natural, que ocurre tanto en hombres como en mujeres, solo que de diferente forma. Por supuesto, todos hemos creído esa historia, excepto los descendientes directos de los Tuman. El título que le pusieron a la fiebre, luego de muchas discusiones, fue…
Adolescencia.
Sí. Eso a que los adultos temen que sus hijas lleguen. Ese tiempo en que algunas jóvenes se vuelven unas princesitas rosadas, y otras unas rebeldes inaguantables. Estos diferentes tipos de Adolescencia se deben solamente a las mutaciones que ha experimentado el virus con el paso del tiempo, haciéndose en algunos individuos más peligroso que en otros.
Por supuesto, los varones no sufren esta fiebre, pero ellos experimentan otra enfermedad, que otro día, tal vez, les explique…
Aquellos magos Tumanos, tan sabios, dejaron una sola advertencia a su pueblo. Sin embargo, aquella señal se perdió en el olvido con el tiempo. Lo único que se sabe es que, de alguna forma extraña, la "Fiebre de las chicas", como le llamaban ellos, podría traspasarse a los varones también. ¿Cómo, pues eso solo lo supieron aquellos shamanes del pueblo Tuman, que murieron hace siglos, sin dejar nada escrito. Y la tradición oral, tristemente, olvidó su secreto oscuro. Pero es por eso que muchos temen ir a Raaajadamkatriz, aún en la actualidad…
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-No
entiendo, no entiendo, no entiendo, no entiendo…
-Es
simple, Horo, no es necesario que te revientes tanto el coco…
-Sí,
joven Horo-Horo –dijo una joven que aún moqueaba por haber
estado llorando-, es cierto lo que dice su hermana Pilika…
-Así
es, hermano. Lo que no entiendo, es como es posible que le haya
ocurrido esto a Ren; es decir… a mí me pasó un
tiempo algo parecido, y a Tamao siempre ha sido así… ¿Pero
Ren¡Que yo sepa es imposible que le pase a un chico algo
así… A menos que se vuelva realmente loco…
-¡Noooooooo¡Ren no puede estar loco, no puede, no puede…
-¡Joven
Horo-Horo, deje de golpearse la cabeza contra la mesa, se va a hacer
daño!
-…
-¡No
puede, no puede, no puede, no puede…!
-…
Eh… ¿Joven Horo-Horo?
-¡No
puede, no puede, no puede, no puede…!
-…
Vamos, Tamao, tenemos cosas mejores que hacer que ver al estúpido
de mi hermano golpeando la mesa con su cabezota…
-¡No
puede, no puede…!
-…
Pero, Señorita Pilika… ¿Cree que sea correcto
dejarlo así?
-¡No
puede…!
-Mira,
Tamao, solo tienes que ignorarlo, como si no existiera, y todo será
más fácil. Ahora vamos a ocuparnos de algo más
importante.
-Si
usted lo dice…
… Sin embargo, hay algo que sí se ha mantenido a través de los años: Algún día, algún varón se contagiará con la fiebre, y si no se toman las medidas necesarias, podría traspasarse a todos los hombres. Y lo peor, es que a ellos los afectaría en la forma primitiva la enfermedad, cuando era destructiva.
Sin embargo, los protagonistas de esta historia no tenían idea de la verdadera historia sobre la Adolescencia, y es por eso, que cuando les ocurrió algo tan extraño, pese a ser shamanes muchos de ellos, no supieron jamás de qué se trataba, ni tampoco qué hacer… Solo su instinto los ayudó. Por suerte, poco después, despertaron algunas neuronas…
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Era un día soleado y hermoso cuando comenzó esta ridícula historia que se sitúa en Tokio, Japón, en una pensión que todos bien sabemos cual es. Dicho lugar se encontraba en un completo caos: Golpes cayendo sobre cabezas, gritos, y órdenes por doquier.
Cuado el anciano taxista se estacionó fuera del lugar donde le habían indicado por teléfono que necesitaban sus servicios, se encontraba tranquilo. Recién había bajado del vehículo para informar sobre su llegada, cuando sintió un fuerte grito. Asustado, se quedó tal donde estaba. Para su sorpresa vio, entonces, a una especie de duende cabezón nokeado salir disparado en su dirección, haciendo un hoyo en una de las paredes. Sin tiempo de reaccionar, el "proyectil" golpeó directamente en su cara. Cuando el pobre hombre aún no se alcanzaba a levantar, sintió un ruido en el piso…
-Una… Una… ¿Estampida? – Fue todo lo que alcanzó a preguntarse, antes que dos muchachos, llorosos, pasaran una y otra vez, a toda velocidad, sobre su cuerpo ya maltrecho, cargando grandes maletas y cajas, poniéndolas rápidamente en el taxi.
No supo cómo, pero de pronto, estaba de vuelta en su asiento, con un gran chichón en la frente, muchas pisadas marcadas por todo el cuerpo, y una pareja de jóvenes en el asiento trasero. Reconoció la mano que mandó a volar al duende cabezón, y a uno de los jóvenes que cargaba maletas.
-Vamos¿Qué espera para partir?
-Jiji,
tranquila, Annita…
Pudo ver los ojos fríos de la muchacha, y tragando seco, puso en marcha el auto. Por el espejo retrovisor vio al otro joven que lo había pisoteado y al duende – solo en ese momento se dio cuenta que era un joven de la misma edad que los otros- que se despedían llorosos, junto a otro joven que ni se movía, y dos chicas que gritaban cosas a la pareja. Se preguntaba si las lágrimas de los chicos serían de tristeza por su amigo, o de alegría por la partida de esa bruja…
-¿Dijo
algo?
-No…
Na-Nada señorita… -Respondió el anciano, tragando en
seco, ante la mirada helada de la mujer, temeroso de haber dicho sus
pensamientos en voz alta.
-Entonces¡Parta de una vez!
Y helado de miedo, con la risita nerviosa del joven, el anciano se llevó a la pareja, creyéndose un ángel que había llevado la salvación a los otros chicos… Sin embargo, nunca habría imaginado todo lo que les ocurriría a esos muchachos. Tampoco creería que eran shamanes, y que en el taxi también iba un espíritu que no podía ver…
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Así fue como Tamao quedó a cargo de la pensión Asakura, y también de obligar a los que no pagaban para quedarse que hicieran las obligaciones que ya tenían impuestas. En esos días, solo estaban Ren, que por pagar no debía hacer nada, Pilika y Horo-Horo, que debía trabajar el doble, para pagar por su hermana también, que se negaba a trabajar bajo las órdenes de "La bruja de Anna". Manta, que generalmente los visitaba, dijo que, aprovechando la ausencia de la pareja, se iría de viaje también. Así que los habitantes de la pensión quedaban solos y aburridos, sin posibilidad de que los visitara alguno de sus antiguos compañeros, todos demasiados sumidos en sus vidas actuales como para ir a la pensión.
Por supuesto, en cuanto el automóvil desapareció de su vista, el chino y Horo-Horo empezaron a discutir. Parecía un día normal, y así se sucederían los días hasta que Tamao tuviera una idea brillante… Bueno, en realidad, era algo simplona, pero a ella le pareció un detalle tan agradable, que andaba por toda la casa con una risita desesperante, y las mejillas sonrojadas. Ni si quiera le molestaron las bromas que le tenían preparadas sus espíritus acompañantes.
La idea de la niña rosa no era muy compleja: Comprar muchísimas flores, y llenar la pensión de ellas. Así, lisa y llanamente. Bueno, tal vez no "llenarla", sino que colocar en todas las habitaciones. Incluso en las de los huéspedes.
Y así fue como, por una estúpida confusión de Horo-Horo, el encargado de repartir las flores en las habitaciones, poniendo de distintos colores para cada persona, llegaron las flores rosas al cuarto de Ren.
Eso no hubiese significado ningún problema mayor, exceptuando tal vez la gran riña que se armaría entre el shamán chino y el ainu, donde, probablemente, el japonés se llevaría las de perder. Claro, no hubiese sido ningún problema si ellos hubiesen sabido de la advertencia Tumán, que hace tanto se había perdido. Esta advertencia no era muy clara, solo decía que:
"Si un joven llega a oler las maravillosas rosas rosa que se dan en los jardines reales de Raaajadamkatriz, luego de haber actuado de alguna manera similar a una chica, sufrirá la más espantosa fiebre que varón alguno se haya imaginado"
Y, "Oh, oh", Ren no sabía eso cuando entró a su habitación. En todo caso, aunque lo supiera, tampoco habría imaginado que las rosas de su cuarto provenían directamente de los jardines reales de Raaajadamkatriz. Y en último, pero no menor importante lugar, si lo hubiese sabido, y lo retaran a acercarse a ellas, de todas formas lo habría hecho. El descendiente de la gran dinastía Tao jamás aceptaría que, segundos antes, había besado a Horo-Horo. Como tampoco que estaba enamorado de su estúpido amigo. Además, el chino habría dicho, "¿Qué tiene eso de similar con una chica?"
Fue por eso que, cuando entró a su cuarto y vio, confundido, esas flores en su velador, se acercó extrañado y, sonriendo al pensar que las enviaba su hermana, o que Horo-Horo las había puesto allí para él, acercó sin ningún temor la nariz a los pétalos. Si Basón hubiese sabido del "peligro" que corría su amo, de inmediato hubiese abandonado el salón, donde hacía compañía a Pilika, y hubiese corrido a detenerlo.
No tuvieron que pasar muchos minutos para que un grito se escuchara hasta, probablemente, la otra esquina de la calle.
-¡Horo-Horoooooooooo!
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Una buena siesta siempre parecía ideal para el ainu. No importaba si afuera tronaba, o adentro estaba la de madres, al shaman de hielo nada lo inmutaba cuando se trataba de dormir. O eso pensaban todos antes de ese día.
Luego del grito, que casi deja sordas a las chicas, pero que ni inmutó al muchacho, se oyó una rapidísima carrera de pies descalzos. Basón, que había asomado su cabeza al segundo piso, asustado, solo alcanzó a ver una nube de polvo, y a lo lejos, el cabello de su amo, siempre tan fácil de reconocer.
La puerta de su cuarto se abrió, pero eso no era suficiente para detener sus ronquidos. Tal vez, eso no, pero parecía que, si lo empezaban a ahorcar, no demoraba muchos minutos en hacerlo.
Los ojos ya casi se le salían cuando los abrió, y su piel empezaba a tomar un tono parecido al de su cabello. Unos brazos estaban aferrados a su cuello, y un cuerpo pegado al suyo, aplastándolo con fuerza. El mareo, producido por la falta de oxígeno, hizo que tardara unos segundos en reconocer a la persona, y cuales eran sus intenciones.
-Rehhh-
Ren? No puedo respiraaaar!
-¡Horo-Horo!
A duras penas pudo despegárselo de encima, con un extraño presentimiento. Lo sujetó por debajo de los brazos, y lo mantuvo a distancia de él, como a un pequeño gato. No supo por qué, pero le dio mala espina verlo sonriente, con los brazos estirados hacia él, tratando con todas sus fuerzas de alcanzarle para poder abrazarlo… No sabía por qué, pero eso le parecía sospechoso…
-¿Ren?
-¡Horo-Horo
es muy tierno!
… Y decididamente, eso no era normal. Como tampoco lo era que Ren llevase uno de esos vestidos de vuelitos al más puro estilo "princesa rosa", ni que le sonriera constantemente… Ni que no lo hubiese golpeado ni discutido en los últimos treinta segundos.
-AHHHHHHHH! Tú no eres Ren! Dónde lo dejaste, impostor? Devuélvemelo!
Pilika apareció rápidamente por la escalera, al escuchar un fuerte ruido. Cuál sería su sorpresa de encontrar a Ren arrastrándose por el suelo -luego de que el ainu lo lanzase lejos de él, hacia el pasillo- intentando cogerlo de un tobillo, de una pierna, de un dedo; de donde fuera, y a su hermano histérico, sacudiendo la pierna a la cual se aferraba el chino con una sonrisa amorosa y ojos cerrados, y una silla en la mano, que estaba a punto de estrellar contra su amigo.
-¡No, Horo!
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No sabían cómo habían logrado que Ren soltara a Horo-Horo, pero de alguna forma, lo lograron.
-¡Y te quedas ahí, sin salir, hasta que se te pase la idiotez!
Gritó Pilika, a través de la puerta, luego de que lograran encerrar al chino en un cuarto, luego de tirar un osito rosado de peluche, facilitado por Tamao. Así, el joven, que con esas ropas y actitud parecía una jovencita, cual perro obediente, salió tras el objeto, en lo que alcanzaron a cerrar la puerta, y taparla con un armario…
El motivo del enojo de la joven ainu, no era que Ren atacara su hermano, lo que le causaba mucha gracia, sino un simple comentario…
"-Tú… eres fea"
Sí, y encima, lo había dicho sacándole la lengua. Si no hubiese sido por Tamao, ella misma hubiese estrellado la silla contra la cabeza del chino. ¡Nadie le decía fea a ella¡Ni si quiera el engreído de Ren atacado por alguna enfermedad mental!
No sabían que se quedó haciendo Ren en el cuarto, pero pronto dejó de gritar por el joven peliazul. Así, ellos bajaron al comedor, a comentar la situación. No pasó mucho tiempo a que Pilika notase que la actitud del muchacho se parecía al momento en que las chicas creen en príncipes azules. Aunque, pese a eso, no podía entender por qué le ocurría eso a un chico…
Horo aún se golpeaba la cabeza contra la mesa cuando oyó un sonido afuera. Se le heló la sangre pensando que podía ser Anna. Un sudor frío lo cubrió, mientras escuchaba un crujido a través del muro. Un sonido que nunca había escuchado, y luego…
BOOOOOM
Cuando el polvo dejó el aire, el joven se encontró completamente negro por las cenizas. Pestañó un par de veces, sin entender nada, cuando de pronto, de la nube de humo…
-¡Horo-Horo!
… Un Ren completamente cubierto de polvo y cenizas, con su vestido arrugado y manchado, y un detonador de explosivos aún en sus manos, se abalanzó sobre él, comenzando otra vez a ahogarlo.
-A… Ayuda… Por favor…
¡Hola! Esta es la primera parte de tres que posee este fic. Ya está listo, así que no lo abandonaré. ¿Qué les parece? Espero les guste y se rían algo con él. ¿Qué le ocurre a Ren? Es algo obvio, pero¿Qué harán sus amigos al respecto?
¡Reviews, Reviews, Reviews!
¡No es tan difícil! Unas cuantas palabras, aunque sea para tener noción de cuantos lo han leído, y si les gusta o no. Porque si no les gusta, ni modo, aquí mismo se termina.
No se olviden que es mi primera incursión en la comedia. Ojala me dejaran su opinión. ¡Por favor¡Haré lo que sea por sus reviews!... En realidad… No todo….
¡Saludos a todos, y nos estamos viendo!
Vickyng-san.
