A la mañana siguiente, se despertó muy temprano para ir a sus clases de las 7:30.
Salió de su casa un poco adormilada. Subió por la calle que la llevaba hacia la Universidad. Sin quererlo, al llegar a la esquina de abajo de la universidad, fijó su mirada a la calle que se encontraba a la izquierda. Era la calle Goitia, la que le decían en la carta que sería el lugar donde se llevaría a cabo sus primeros entrenamientos de magia.
"No lo creo", pensó Lila. Siguió caminando un poco, pero su curiosidad pudo más.
Era aún temprano para llegar a su clase, además el mirar no podría hacerle daño, ¿verdad?.
Fue con cautela, como si estuviera entrando en un lugar poco conocido. Pero ella ya conocía ese sitio, específicamente "El Caldero de la Bruja", donde supuestamente tendría que hacer todos sus ejercicios. Fue allí donde en varias ocasiones ella vio actuar a su amigo Rodrigo Rojas. Aaahhhh... su amigo, que en ese momento se encontraba lejos, exactamente en México, para grabar su próximo disco.
Aunque claro, ella lo quería como otra cosa, pero esa relación que quisiera lograr con él no podía ser, simplemente porque Rodri la quería sólo como a una amiga, además ya tenía pareja.
Con estos pensamientos en su mente, Lila se acercaba más a "El Caldero de la Bruja".
Llegó hasta la puerta, que estaba cerrada y miró a través de la pequeña ventana que conducía al interior del pub. Todo era normal, las sillas alrededor de las mesas, velas apagadas encima de ellas. En la pared del fondo se lucía el mural de una bruja removiendo con su cucharón dentro de un caldero gigante. Las puertas que conducían a los baños parecían realmente sacadas de un castillo medieval.
"Todo esto es una tontería", dedujo Lila. "¿Qué estoy haciendo buscando algo donde sé que no encontraré nada?" pensó enojada, y dispuesta a irse dio media vuelta para continuar su recorrido hacia su universidad, cuando un destello tras ella la hizo asustar.
Con un poco de miedo volteó pero no vio nada. Bajó la mirada y en el suelo se hallaba una rama de árbol al lado de un pedazo de papel.
Lila se agachó lentamente y recogió los dos objetos. Sus ojos se abrieron con sorpresa al leer el contenido de la nota:
Aquí tienes tu varita mágica, Lila.
Gracias por pasar por este lugar.
Sabía que creerías en mi palabra.
Tu varita lleva esa forma para pasar desapercibida
y porque además los materiales de la que estará hecha
llegarán a ella en cuanto la pruebes.
Practica mucho y úsala bien.
Albus Dumbledore
P. D. A los alumnos de Hogwarts no se les permite hacer magia fuera de la escuela, sin embargo, por considerarse de un caso aislado, haremos una excepción contigo y con Camila. No hagas travesuras, y por favor, sean discretas.
Lila se quedó con la boca abierta de la impresión. Observó con incredulidad la rama que sostenía en su mano izquierda. ¿Podría de verdad hacer magia con ella?. Tenía que probarla.
Se fijó si alguien estaba transitando por esa calle, pero vio que, como siempre estaba desierta.
"Voy a hacer la prueba", pensó, e inmediatamente levantó la rama que tenía como varita. Con un movimiento rápido de su mano la agitó hacia abajo, apuntando hacia un carro antiguo que estaba estacionado cerca de ella.
De pronto una ráfaga de luz violeta salió de la punta de la rama, pinchando la llanta del coche.
Lila asustada, salió corriendo.
Esta vez sí estaba segura de que todo lo último que le estaba pasando no era un truco publicitario. Era magia en verdad.
Al entrar a su clase, para mal de males tarde, todos sus compañeros la miraron sorprendidos por la cara que ésta llevaba, y por la rama que sostenía en su mano.
Escondiéndola, la muchacha se sentó rápidamente.
La mañana transcurrió sin ninguna novedad.
Entre clases, charlas y trabajos para hacer, se pasó el tiempo y Lila volvió a su casa.
Como adivinando que su amiga ya estaba en casa, Camila la llamó por teléfono.
-¿Tuviste alguna novedad hoy? –cuestionó.
-Sí, pero en este momento no puedo contarte. Te parece si nos encontramos en "El Caldero de la Bruja" esta tarde a las cinco? –habló Lila susurrando para que su mamá no la escuchara.
A las cinco de aquella tarde, Camila ya se encontraba en el lugar esperando pacientemente a su amiga.
-Mira –le dijo Lila, mientras le mostraba la rama y la nota.
Luego de analizarla, Camila hizo la conjetura de que ella también "debería" conseguir su varita en ese lugar, y se puso a mirar hacia el cielo esperando la llegada de alguna lechuza mensajera que trajera su pedido, o que cayera de algún lugar como de milagro.
-No sé cómo lo hice. Lo único fue mirar a través de la ventana –repuso Lila.
Camila apoyó su mano en la puerta del pub, mientras meditaba con su mano acariciando su mentón. De pronto la puerta se abrió y la muchacha casi se cae.
Ambas se miraron y decidieron entrar.
A pesar de que aun era de día, el lugar estaba oscuro y vacío. Las actuaciones sólo se llevaban a cabo desde las 9:30 de la noche y en fines de semana.
Recorrieron el lugar con la mirada, y se percataron que sobre una de las mesas había una nota y algo más que no llegaban a ver totalmente.
Se acercaron y vieron que era una rama de las mismas dimensiones que las que tenía la varita de Lila.
Camila alzó primero la nota y la leyó.
Camila, lamento haber tardado
en la entrega de tu varita.
No creías que te íbamos a dejar sin una.
Úsala bien. No vayas a hacer maldades.
Lila te explicará el por qué de esta
extraña forma.
Me pondré en contacto con ustedes muy pronto.
Albus Dumbledore
P. D. Las respuestas a sus preguntas las obtendrán el 1º de Septiembre. No coman ansias.
-Maldades yo, pues qué me creen, ni que fuera una serpiente –exclamó indignada Camila.
-Ahora debes probarla –le dijo Lila pasándole la rama.
Aun molesta por el comentario de Dumbledore, Camila tomó la rama con su mano derecha, la agitó en dirección a la barra y unos rayos de color verde oscuro salieron disparados de la punta haciendo estallar un par de botellas de licor.
-Qué bárbara! –exclamó asustada Lila –yo sólo pinché una llanta.
-Le hubieras atinado a los vidrios –dijo con una sonrisa pícara, Camila.
-Es mejor que nos vayamos de aquí, o tendremos que pagar las botellas.
-Sí. Yo estoy "brujas".
Las amigas se despidieron en la esquina de esa calle.
Los siguientes días, fueron normales para ambas, porque ninguna había hecho uso de su varita, y por lo tanto no habían cometido ningún desastre.
Un lunes en la tarde, ambas recibieron una lechuza de Dumbledore, en la cual les avisaban dónde tendrían que recoger sus libros de hechizos, transfiguración y pociones para ir practicando. Los de cuidado de las criaturas mágicas y de defensa contra las artes oscuras no las necesitarían todavía. No existía a quién cuidar ni contra quién luchar por ahí.
Decidieron reunirse para ir al lugar señalado.
Era una casa muy antigua, ubicada en la Avenida Saavedra.
Una vez ahí, atravesaron la puerta principal y vieron cómo la siguiente puerta se abría ante ellas.
Entraron con cautela y observaron todo a su alrededor.
El salón estaba sucio y descuidado, lleno de telarañas y polvo.
-¿Dónde podrían estar nuestros libros? –preguntó Lila.
-Ni idea. ¿Qué te parece si tú buscas arriba, y yo aquí abajo?
-No. Mejor tú buscas arriba y yo aquí abajo... es que ya vi un poco de lo que hay y... me da un poco de miedo ir arriba yo solita – manifestó Lila, dejando en claro que era un "poquito" cobarde.
-Bueno. No te preocupes. Yo voy arriba y te llamo si es que encuentro algo –manifestó Camila.
La muchacha alta, de pelo corto, y ojos verdes subió las escaleras que llevaban al piso superior.
Lila se encontraba sola en ese oscuro lugar.
Suspiro con resignación y decidió acercarse a donde se encontraba la ventana, había más luz allí.
Nada. No encontró nada.
Ya más confiada, recorrió toda la estancia con el mismo resultado.
Un grito que le daba su amiga desde el piso superior hizo que a Lila se le erizara toda la piel del cuerpo.
-Ya voy, ya voy –exclamó enojada.
Encontró a Camila en una habitación un poco más iluminada que las otras por las que pasó su vista antes de llegar a donde estaba.
-Los encontraste? –cuestionó a Camila.
-Pues sí, y hay una nota con ellos, aparte de un saco con ingredientes. No entiendo porque tantas notas para nosotras. Ni que no conociéramos tan bien estas cosas –exclamó enojada.
-Bueno, bueno, a ver –Lila tomo uno de los libros que resultó ser de transformaciones y lo empezó a hojear.
De él salieron muchas chispas de colores al ser abierto.
Mientras tanto, Camila comenzaba a leer la nota:
Srtas. Zizold y Grissi:
Los libros les son entregados para realizar las pociones, transfiguraciones y hechizos hasta donde se indica, no traten de adelantarse más.
Les aconsejamos que tampoco se salten ninguna lección pues son imprescindibles cada una de ellas.
Al llegar a Hogwarts se les hará un examen que verifique que su aprendizaje fue óptimo.
El saco adjunto contiene gran variedad de ingredientes para realizar sus pociones, pero no deben despilfarrarlos. Es lo suficiente para realizar todos sus ejercicios dos veces.
Se despiden atentamente:
Profesores Mc Gonagall, Snape y Flitwick.
-Ah qué bien, no podremos adelantarnos en las materias, y qué si yo quiero ser más inteligente? –manifestó Camila dejando la nota sobre el libro de pociones.
-Tendremos que hacer lo que nos dicen. Además no creo que podamos aprendernos todo esto en tan sólo seis meses –se quejó Lila.
-Yo creo que me los podría aprender los tres completos –alegó emocionada la chica de ojos verdes.
Terminaron de hojear sus libros y salieron ya para irse cada una para su casa.
Los días siguientes ambas se reunieron para practicar un poco sus ejercicios de transformación, que por cierto a Lila no le salían nada bien.
En uno de los primeros ejercicios en el que debían convertir un escarabajo en un botón, Lila obtuvo como resultado un botón con patas que aún se arrastraba por la mesa de trabajo. A Camila en cambio, le iba muy bien. Especialmente en pociones, era la materia que más le gustaba. Pudo hasta lograr la poción multijugos y estuvieron mucho rato riendo, al ver cómo se habían convertido una en la otra.
Así pasaron los meses, entre prácticas, sesiones de ejercicios de transformaciones, pociones y hechizos. Ambas muchachas tenían que acomodar su tiempo para no fallar a sus clases de la Universidad y sus prácticas para nivelarse en magia y hechicería.
Pero existía una pregunta que aún no había sido contestada por nadie. Cómo irían a Hogwarts si se supone que deben terminar sus estudios en la Universidad hasta noviembre o diciembre?. Seguramente Dumbledore tendría todo controlado, sino no les hubiera dicho que el 1º de Septiembre las esperaría en Hogwarts.
Sus dudas serían despejadas muy pronto, de una manera que ni ellas imaginaban.
Era una noche cualquiera en casa de Camila. Faltaba muy poco para ser 1º de septiembre. Les dio las buenas noches a sus papás y se encerró en su habitación. Pensaba repasar un poco los conjuros del libro de pociones y leer unos más avanzados.
Se acercó al espejo que tenía encima de una mesita, en una esquina de su cuarto.
Se untó crema en la cara mientras se observaba en el espejo. De pronto su reflejo en él parecía no responder a los movimientos que Camila estaba realizando. Finalmente, sonrió y le dijo –hola!.
Del susto, la muchacha retrocedió. Pero la imagen continuaba sonriéndole.
En un momento eterno, la gemela de Camila apareció ante sus ojos. Había traspasado el espejo y se encontraba aún sonriente ante la muchacha sorprendida.
-Perdona si te asusté –dijo la imagen de cuerpo completo que traspasó por el espejo –pero no había otra manera en que pudiera presentarme ante ti. En Bolivia existen muy pocas casas que tienen chimeneas. Como entiendes, no puede viajar por polvos flu. Me estás entendiendo? –
-Sí, sí –respondió la verdadera Camila, saliendo de un trance –pero por qué estás aquí, supongo que te mandó Dumbledore –
-Supones bien –contestó Camila 2 –el director Dumbledore quiere que sea yo quien te supla en tus deberes muggles durante tu estadía en Hogwarts –
-Pero en realidad, quién eres tú? –interrogó.
-Perdona mi falta de educación. Soy Martha Robinson, a tus órdenes –comunicó la otra muchacha adquiriendo su figura original.
Se trataba de una chica alta, de pelo rubio y ojos pardos, vestida con una túnica que claramente llevaba el escudo de Hogwarts.
-Yo ya salí de la escuela de Hogwarts, pero estoy haciendo una tesis en estudios muggles –continuó –y el director Dumbledore precisaba una alumna para hacer intercambio contigo –
-Y cómo tomaste mi forma? –
-Pues hice un montón de poción multijugo con unos toques extras para la voz. Me durará todo el tiempo que tú no estés aquí –dijo riendo –Por cierto, debes cerciorarte de dejarme un mechón de tu cabello para que pueda aumentar cada mañana a mi poción –
-Pues, está bien –
-Ah, me olvidaba lo más importante –dijo Martha – debes tener tu equipaje preparado para mañana en la noche. Viajarás a través del espejo hasta la estación King's Cross –
-Estaré lista para entonces –repuso Camila.
Seguidamente, Camila le explicó lo básico de todo lo que su sustituta tendría que hacer en su ausencia. Quiénes eran sus papás, sus hermanos, cómo debía comportarse con cada uno de ellos. Pero lo que más preocupaba a Camila era cómo llevaría a cabo sus clases en la Universidad sin aplazarse. Después de todo Medicina no era una carrera fácil.
Martha le aseguró a Camila que tendría todo bajo control, y si algo veía difícil pediría a maestros de Estudios Muggles para que la ayudaran.
Finalmente, luego de todas las explicaciones, Martha traspasó el espejo nuevamente.
-Vendré mañana a las 10 de la noche a recogerte –gritó mientras su reflejo se perdía en el espejo.
Por lo que Camila pudo averiguar, a Lila le ocurrió casi lo mismo que a ella la noche anterior.
-Sí. Casi me morí del susto cuando vi a una joven idéntica a mí echada en mi cama –contó Lila –En ese momento yo llegaba de la calle, y gracias al cielo que ninguno de mis papás estaba, porque si no, la encontraban –
-Y cómo se llama tu gemela? –cuestionó Camila.
-Lynda Murray –
-Y cómo es? –
-Pues en verdad es bonita. Tiene el pelo largo y negro como el carbón. Unos ojos grandes y azules. Me pareció muy simpática. Vendrá a recogerme esta noche del espejo. Estoy muy emocionada –manifestó Lila con unos saltitos.
-Lo único que a mí me preocupa es mi carrera en la Universidad –razonó Camila con preocupación.
-A mí eso me tiene sin cuidado. Total, si es que se aplaza en algo, hago un conjuro para borrar la memoria de mis docentes y me ponen buena nota –comentó alegre.
Al llegar la noche, cada una de las chicas escogidas por Dumbledore se encontraba frente a su espejo con su equipaje listo.
Lila, para calmar su emoción, encendió la televisión.
Enseguida, unos toques dentro el espejo la hicieron acercarse a su tocador.
Era Lynda. Ya había tomado la forma de Lila.
Salió del espejo de un salto.
-Bueno, aquí te dejo mi mechón de pelo –mostró Lila en un cepillo –Cuida mucho a mis papitos y... ya sabes lo de Rodri verdad? –preguntó.
-Sí, sí. Me lo explicaste ayer. Es el cantante al que debo seguir hasta que se de cuenta de que soy la mejor para él, no es así? –
-Así es. Pero en cuanto te esté por dar un beso me llamas para que sea yo la que lo reciba, por fa –susurró Lila –
-Sabes, no creo que eso sea necesario –explicó Lynda –
-Por qué?
-Ya lo sabrás muy pronto –susurró en una sonrisa –Bueno, ya debes irte. Entra en el espejo. Al salir estarás en King's Cross –
-Está bien. Adiós, pórtate bien y no me hagas quedar mal –se despidió Lila empujando su maleta al interior del espejo, entrando ella a continuación.
Al ingresar, todo el estómago empezó a darle vueltas por la sacudida fuerte del viaje.
Notó a su alrededor un montón de espejos y tras ellos a sus dueñas y dueños quienes se arreglaban y pintaban ante ellos.
El viaje terminó con una sacudida peor a todas.
Lila cayó de bruces ante otro espejo. Tras él pudo observar un lugar que parecía un baño. Seguro se encontraba en el baño de la estación.
Observó que no hubiera nadie en él y salió con mucho cuidado luego de sacar su equipaje. Puso un pie en el lavamanos, y en el momento en que quiso sacar el otro, perdió el equilibrio y cayó de espaldas en el suelo.
Se levantó lentamente frotándose la parte lastimada.
De repente, se dio cuenta que había alguien muy alto parado tras ella, por la sombra que reflejaba.
Dio la vuelta lentamente y se encontró con un gigante de cómo cuatro metros de altura, barbón y con mucho pelo. Vestía pieles de animales.
Lila no pudo aguantar el grito. El gigante tapó la boca de la muchacha para que no vaya nadie a ver lo que estaba ocurriendo.
Lila vio cómo de la boca del gigante salían palabras incomprensibles para ella. Parecía otro idioma.
Estaba a punto de llorar, cuando notó un golpecito que le daba el gigante con un paraguas rosado que llevaba en la mano.
Enseguida, todo lo que el gigante decía se convirtió en palabras comprensibles para Lila.
-No grites, no quiero que venga nadie a ver lo que está pasando –explicó el gigante –soy Hagrid, profesor de Cuidado de las Criaturas Mágicas de Hogwarts y cuidador del bosque –
Lila empezó a recordar la película. Efectivamente era Hagrid, pero mucho más real.
-Debemos esperar a tu amiga Camila –continuó Hagrid –
-Por qué cuando hablaste antes no te entendía nada? Qué estabas hablando? –
-Hablaba el idioma que hablamos aquí. Cuando te toqué con mi paraguas te hice un encanto para que entendieras el idioma sin dificultad –contestó Hagrid
Un segundo después, llegó Camila, cayendo también de espaldas por lo resbaloso de los lavamanos.
Debió ser cierto lo que Hagrid le dijo a Lila, porque ésta no entendía ni papa a lo que su amiga reclamaba enojada.
El gigante también se acercó a ella y la tocó con su paraguas.
-Qué incómodo que es mi espejo. Apenas pude entrar en él. Prometo que a mi vuelta compraré uno de cuerpo entero –replicó enojada Camila –
-Qué bien que llegaste. Ahora podemos irnos al andén 9 3/4 –
Mientras caminaban rumbo al andén desconocido para los muggles, Lila preguntó sorprendida:
-Por qué no te sorprendiste al ver a Hagrid? –
-Ah, es que Martha ya me había dicho quién estaría esperándome en el baño de la estación –
-Pues en cambió a Lynda se le olvidó decirme que caería en un baño, y además que me recogería Hagrid –dijo enojada Lila
-Pues parece que Dumbledore encontró a una suplente muy parecida a ti, así de distraída – ambas rieron.
Hagrid le dio a cada una de ellas un carrito para que puedan llevar su equipaje.
-Una pregunta Hagrid –inquirió Camila –Por qué nosotras no tenemos mascotas como los demás alumnos de Hogwarts?.
-Bueno –empezó el gigante –el director Dumbledore me dijo que ustedes recibirán sus mascotas en el colegio. Él mismo les hará entrega de ellas. –
-Ah! qué bien –exclamaron ambas.
-Por lo menos, si es que no pasamos el andén 9 ¾ no habrán lechuzas que se asusten del golpe –bromeó Lila.
Luego de un buen trecho caminado desde el baño de la estación hasta el andén 9 ¾, las chicas se enfrentaron a lo que esperaban, cruzar el muro.
-Bueno muchachas –dijo Hagrid –quién de ustedes cruzará primero?.
Ambas se miraron con temor.
-Iré yo –repuso Camila.
La joven tomó impulso y empujó su coche con toda su fuerza. Inmediatamente desapareció a través del muro.
-Ahora es tu turno –empujó Hagrid a Lila.
-Llegó la hora de la verdad –susurró ella mientras cerraba los ojos y empujaba su carrito desde una distancia considerable.
Sintió como traspasaba la pared, pero no llegó como ella pensaba.
Al parecer alguien más atravesó el muro en ese mismo momento en que ella lo hizo.
Sus carritos chocaron y una pequeña lechuza dentro de una jaula chilló escandalosamente.
Lila, tendida en el piso, pudo recién abrir los ojos y frotarse la parte lastimada a causa del golpe. Miró a su costado y vio a un muchacho, sentado en el suelo, con el cabello de color rojo.
-Ten más cuidado la próxima vez –manifestó mirándola enojado.
-Lo siento –contestó Lila –pero si tú hubieras tenido el cuidado suficiente, te habrías dado cuenta que yo estaba cruzando el andén primero.
-Pero dime tú quién tenía los ojos cerrados mientras atravesaba el muro –dijo el pelirrojo.
-Y tú tenías los ojos abiertos, entonces por qué no te fijaste que yo estaba pasando primero? –
-Es que me empujaron –manifestó el chico con un tono de voz apenado.
-Ya deja de pelear Ron, que subiremos tarde al tren –exclamó una muchacha de cabello desordenado, ayudando a ponerse de pie al pelirrojo.
-Ron? –interrogó Lila.
Pero su pregunta no pudo ser contestada porque ya Camila le jalaba del brazo para no perder el expreso que daba su último piteo.
