Disclaimer : Shingeki no Kyojin no me pertenece desgraciadamente, le pertenece a la llama asesina
Capítulo V
Este edificio
23 de diciembre, 2017
Krista Lenz soltó un bostezo. Eran más o menos, las cinco y media, si su reloj biológico no le fallaba. Y nunca lo hacía. Observó el techo de su apartamento, aún acostada en su cama, una que siempre parecía muy grande para ella. No quería levantarse. La calefacción era muy agradable y afuera hacía mucho frío.
Pero, tenía que ir a la universidad y medicina no perdonaba. Además, ya estaba acostumbrada a ir en contra de sus deseos de seguir soñando. Lo hacía desde hacía cinco años. Total, los siguientes días tendría tiempo de sobra de hacer lo que quiera.
Aún en pijama fue a la cocina, preparó tostadas con mermelada de moras, su favorita, y café. Krista sabía muy bien que no debía consumir café puro todo el tiempo, por mucho que le gustara, aún si el estudio acababa con sus pilas, porque con todo su nivel de vida acabaría contrayendo una adicción. Y no era sano, ya habían hablado con Eren de eso.
Menos mal tenía una bañera, porque por muy caliente que fuese el agua de una ducha seguiría sintiendo frío; ese problema tenía la calefacción, no llegaba hasta el baño. Y después de ver cómo nevó durante la noche, no, no prefería la ducha, por esta vez. Cuando era pequeña le habían dicho que había gente que murió en las bañeras, y a pesar de sus veintitrés años, era algo que seguía rondando por su cabeza. Pero ahora lo necesitaba.
Krista solía tomarse su tiempo cuando la usaba. Sentía el agua calentando cada parte su cuerpo, le relajaba y confortaba demasiado. Se miró las manos, sus dedos empezaban a arrugarse por el agua, y el esmalte se le estaba quitando. Suspiró, eso siempre pasaba, con mucha frecuencia para su gusto.
Daba igual, se lo quitaría y punto. No entendía ni para qué trataba de arreglarse más allá de verse presentable.
Así era la vida de un estudiante de medicina. Bueno, una estudiante de medicina como ella, para especificar. El resto aprovechaba el relativamente tiempo libre que le otorgaba la Universidad de Reconocimiento.
Y Krista Historia Lenz, como siempre desde primer grado, lo aprovechaba estudiando.
Ya no se consideraba obsesiva. Está bien, ya no tanto. Iba de vez en cuando a las fiestas en las que la llevaba Sasha (obligándola, por supuesto). Tomaba un par de cervezas, nada más para quedar bien (no le gustaba tanto el alcohol), conversaba un poco, sonreía y bailaba alguna canción. Hasta ahí, por mucho que lo pareciera no socializaba bien.
Con los años posteriores al colegio, Sasha, la tímida aunque tarada Sasha Blouse, tendría mucha más vida social que ella.
Se vistió con un suéter y unos leggins negros, de los abrigadores, buscó alrededor de su ordenada habitación y halló el abrigo azul claro que le encantaba. Ahora ¿dónde cuernos quedaba su gorra? Estaba cerca de sus libros, a la final. Ordenó su mochila, las prefería por el espacio que no dejaban las carteras y listo.
De casualidad se vio al espejo de cuerpo completo que tenía en una de las puertas de su armario ¿Arreglarse más allá de verse presentable? Por Dios, si se vería bien hasta con una bolsa de papas. No necesitaba de ningún tipo de maquillaje para verse hermosa. Lo sabía muy bien. Más que bien. Sólo que ese detalle estaba lejos de ser el centro de su universo. Siempre se sentía como una chica común. Femenina, pero sencilla.
Sintió el frío congelando sus mejillas apenas salió, enseguida se tornarían rojas. Krista detestaba ser el centro de atención, frunció los labios cuando la gente que estaba en esa parada de bus se giró para verla más tiempo del que hubiese querido. La cantidad de abrigo cubriéndola la ayudaba a pasar un poco más desapercibida. Era lo único que le gustaba del invierno.
Era una chica de tiempos veraniegos, que gustaba del sol, los árboles verdes y las calles alegres. No de ese frío. Caray, lo peor era que fuese friolenta.
Una ligera brisa que sopló bastó para que se encogiera.
Al menos aquel bus estaba agradable. Quería un auto, pero cómo Krista vivía sólo del dinero que Frieda le pasaba... No, Krista Lenz, cómo era de esperarse de parte suya, estaba lejos de ser una vaga. Sólo que Frieda prefería que por el momento sólo estudiara. Era su cuarto año, por las practicas que habían empezado le pagaban algo de dinero, le servía bien, pero no para vivir con eso.
Lo que Frieda le transfería desde el extranjero eran monedas en comparación a su ganancia en esa agencia de modelaje. No, ella no modelaba. Trabajaba con los maquillajes, o algo así, por muy pulcra que pudiera ser, Lenz no sabía cómo iba la mano en esos lugares.
Si Frieda no le transfería una mayor cantidad era únicamente porque sabía que heriría el alma independiente de Krista, que no quería ser considerada una carga.
Estaba lejos de serlo, sino todo lo contrario. Adoraba a Krista y la admiraba por su esfuerzo, no quería decirlo en voz alta, pero su hermana favorita era ella. Curiosamente también era ella quien más se le parecía. No eran más que una familia de clase media-alta, una que jamás había tenido problemas económicos, pero sus hermanos muchas veces se comportaban como los hijos de empresarios.
Historia, por su parte, siempre había sido muy madura para su edad. Ella aguantaría cosas que ni Frieda las soportaría. Por eso, después del asunto de Rod Reiss y Alma Lenz, Frieda respetaba sus decisiones y las entendía.
Krista revisó su Facebook, si no fuera por la cantidad de hombres que le enviaban solicitud su cuenta estaría desierta, sus fotos eran de hace seis meses, sólo la había pasado compartiendo cosas los últimos tiempos y nada más. Sabía que tenía que ser muy hermosa como para que su Instagram, que apenas tenía una docena de fotos, tuviese más de trescientos seguidores. No supo ni porque lo creó.
Se encontró con las fotos de Frieda, al parecer habría una sesión de modelaje. Allí estaba ella, rodeada de chicas bonitas (aunque sabía lo suficiente para creer que casi todo era obra del maquillaje) y hombres con los que ya soñarían sus compañeras. Pero, quien destacaba era la única fuera del modelaje, Frieda Reiss. Cómo Frieda se le parecía obviamente era toda una belleza también, encima destacaba más que Krista. Con su cabello oscuro y ojos azules, sin olvidar que era alta.
Parecía la más apta para el modelaje que cualquier mujer allí. Hubiese podido ingresar en cualquier agencia nada más por su estatura, se lo habían dicho, pero no era la clase de vida que quería.
Llegó, como siempre, temprano a la universidad, apenas había un par de estudiantes allí. Krista los saludó y se sentó en su lugar. No vería a Sasha hasta el receso, a veces simplemente no podía verla por días, cuando cambiaban de turnos en su carrera.
Claro que Sasha siempre tenía más tiempo que ella, el asunto era sólo Krista.
La clase se fue llenando, miró por la ventana, que estaba bastante alejada de su asiento, en medio de todos, tenía algo de escarcha aún y el cielo se veía nublado. Evitó suspirar. Eran casi las ocho cuando un hombre alto y rubio entró.
—¡Hola a todos!— saludó animado —Estaré sustituyendo a Pieck por unos días, soy Zeke Jaegar, aunque creo que no sería realmente necesario presentarme.
Y era cierto, bueno, Krista lo conocía de vista desde hacía varios años, pero no había nadie quien no supiera de él. Él era un verdadero prodigio desde su época estudiantil, y ejercía la docencia médica antes de alcanzar los cuarenta, y había visto pocos profesores enseñar cómo él. Venía, como Pieck, de la Universidad de Eldia.
Pero Krista lo conocía mejor como el medio hermano mayor de su buen amigo Eren, no pudo evitar fijarse en lo poco que se parecían, aunque ahora el parecido aumentó algo. Por un momento, cuando recién lo conoció, pensó que se trataba de su primo, y no de su hermano.
Era porque Zeke era rubio y parecido a Grisha, Eren, por su parte, se parecía más a su madre, lo único que heredó de Grisha fue su color de cabello y ojos.
Zeke pasó la lista para que la firmaran, y en base a eso llamaría a los estudiantes. De inmediato, apenas firmaron todos, preguntó cuál fue la última lección. Ya la sabía, sólo que quería ver si estaban atentos. Preguntó, aparentemente al azar, pero el ya sabía a quien hablar.
—Floch, muchacho, dime ¿qué fue lo último que dieron?— se dirigió al chico, ajustando sus lentes.
Floch titubeó, estaba a punto de abrir el libro, no porque no supiera, sólo que hasta ahora tenía problemas para recordar nombres.
—Oh, no— lo paró Jaeger —sin mirar, dime qué es lo que recuerdas
Floch se mojó los labios. De pronto recordó:
—¡La lección de anatomía de Nicolaes Tulp!
Zeke asintió, complacido e hizo un gesto, señalándolo.
—¡Estás en lo correcto! Pieck, como siempre, sabe lo que hace. Krista... —recorrió su mirada por toda la clase hasta que dio con ella— Lenz ¿cuál es la importancia de la anatomía de Rembradt Harsmenzoon?
Tardó menos en responder que Floch, y eso que estaba lejos de considerarse un prodigio con lo teórico. Más con ese tipo de teoría en la historia de la medicina. Fue buena idea haber leído. Ymir seguro se hubiese lucido con todo eso, era mejor que ella. Bastaría que lo leyera un par de veces para que lo comprendiera y analizara.
—A través de sus pinturas, se puede aprender sobre el pensamiento de los médicos en el siglo XVII, adentrarse a la utopía médica de la época...
Terminó, y Zeke de nuevo, estaba satisfecho.
Fue directo al tema de la clase, sobre la vida de Harsmenzoon. Zeke Jaeger tenía a la clase bastante animada, la forma de narrar la historia era su fuerte. Pieck también era así.
Pieck solía darles unos quince minutos de descanso en la clase, de la cual hablaban desde dudas sobre la medicina, la inmortalidad del cangrejo y consejos amorosos. Y cómo se notaba que venía del mismo lugar y que eran buenos amigos, porque cerca de las nueve, empezó a contar una anécdota de su época de estudios.
—¿Ven los raudales del distrito de Trost?— cómo no recordarlos —Bueno, adivinen ¿quien decidió cruzarlos para llegar a la casa de su novia a los quince años?— se oyó una carcajada, Krista también rió —fueron mis amigos los que me rescataron de ser arrastrado, entre ellos estaba Pieck, sólo pregúntenle. Para que a la final, mi novia resultara haber salido
Por más maestros que pierden el tiempo y hablan de su vida...
Luego volvieron al asunto de las pinturas y su importancia en la época. Krista nunca fue muy apasionada por la historia, pero rayos, estaba interesante. Ymir seguro hubiera estado con los ojos café claro fijos en Zeke. Si, ya se hacía una imagen mental de ella. Siempre la recordaba en este tipo de momentos.
«¿Porqué?» se preguntó, decaída, y no fue la primera vez que se preguntaba eso. Siempre se ponía algo melancólica en este tipo de momentos.
Eran casi las diez, en media hora más habría receso, y por ende, el horario de Zeke habría terminado. Se oyeron unos toques en la puerta, que resonaron en toda la clase, dada la amplitud del lugar.
—Adelante— dijo Zeke.
La puerta se abrió, y un hombre sin bata se apoyó ligeramente en el marco, pero sin llegar a verse informal.
—Así que tú enseñas aquí, Zeke, pensé que te quedaste en Eldia
Zeke abrió ligeramente los ojos, y luego sonrió —Oh ¿Y tú qué? nunca pensé verte en una Universidad desde que te graduaste
El hombre sonrió de forma torcida —Pues acostúmbrate, porque me verás por aquí más seguido. Oye, justamente por eso vengo a decirte que necesito hablar contigo luego de esta clase, o cuando tengas tiempo
—Debe ser importante, para que Eskol Fritz venga hasta aquí— bromeó.
Eskol volvió a sonreír de la misma manera que hace unos segundos, se irguió y encogió de hombros— No tengo tu número, sólo por eso, no te interrumpiría si sé que estás en clase
El alumnado no dirigió su mirada al visitante más de dos segundos, pero Krista Lenz tuvo cuidado de que no se viera la sorpresa en sus ojos azules. No quería llamar la atención de ese hombre por la forma en que lo veía, que no llegara a notar y pensar mal de la emoción que sentía en esos momentos.
Era cómo ver a una versión masculina y adulta de Ymir...
Era moreno claro y creía verle algunas pecas en el rostro. De cabello corto y castaño oscuro, con algunos mechones ligeramente levantados, sin llegar a verse desordenado. Tenía la misma cara afilada, más dura, claro y la mirada también, pero no la misma expresión, recordaba las sonrisas sarcásticas de Ymir. Y ese hombre no las poseía, tenía una expresión bromista, sí, pero relajada, con la seriedad propia de su edad y profesión. Eso sí, era muy alto, tendría la misma estatura que recordaba de Bertholdt.
Ignoró que era una muy sexy versión masculina y adulta de Ymir, prefería pensar en que ese hombre era algo suyo. Su hermano mayor era médico, lo recordaba muy bien, ella nunca lo había visto, pero era demasiado parecido a esa chica y ¿qué iba a hacer en una Facultad de Medicina si no?
Pero no estaba segura ¿y si sólo sacaba suposiciones inexistentes, por querer saber algo de Ymir? No, no debía dejarse llevar por el detective novelesco que tenía en su cabeza.
Y empeoró cuando Zeke Jaeger dijo «Eskol Fritz». Sí, ahora sí, estaba en un 99,9% segura de que era el hermano mayor de Ymir. Tragó saliva. El doctor Eskol Frittz, sin dejar de conversar, dirigió una mirada distraída hacia toda la clase de cuarto año. Krista Lenz sintió una subida de nervios cuando ese hombre le clavó su mirada, de repente, y por un par de segundos que se le hicieron demasiado largos.
Rayos, tenía la misma mirada demasiado penetrante de Ymir. Más que eso, o que tuviera hasta el mismo color de ojos, tuvo la impresión (aunque no sabía si era producto de alguna alucinación suya por culpa de la curiosidad) de que su presencia no le era indiferente: la miro con la misma sorpresa como quien descubre un billete en el vaquero.
¿Acaso la conocía? Si realmente era el hermano de Ymir(que estaba segura de que sí), posiblemente. Quizá ella nunca lo haya visto, pero lo más probable fuese que Ymir hubiese hablado de ella, se habían sacado fotos, como todo buen par de amigas, tal vez también se las mostró. Si no fuera así ¿porqué habría abierto ligeramente los ojos y levantado de la misma forma casi imperceptible las cejas espesas?(que Ymir no tenía).
Luego volvió a dirigir la vista a Zeke, hablaron un poco más. Y Eskol Fritz se retiró.
Cuando finalmente terminó la clase del hermano de su amigo ya era hora del almuerzo, después sólo tendrían un par de horas más y se retirarían, motivo de Navidad. Krista se levantó de la silla con cierta sensación extraña, no sabía si era una cierta clase de emoción o nervisismo. O las dos cosas. Lo que si que le caía algo raro al estómago.
Se dio cuenta que caminaba demasiado rápido por los pasillos. La sala de profesores no quedaba lejos de la cafetería ¿para qué quería estar cerca de ahí? ¿o acaso iría y le preguntaría a un doctor ocupado si era o no el hermano de su amiga? Porque sí, aún la consideraba su amiga.
¿Qué le costaba esperar? Eskol quería enseñar, por eso fue hasta allí, pero no lo haría hasta dentro de unos días, quizá también fuera su profesor. Quería saber de Ymir.
Pero Krista siempre fue insegura, y de no ser porque Ymir le sonrió cuando se conocieron lo más probable es que se la pasara agachando la cabeza cada vez que estuviera cerca. En esa época tenía una cara que si bien no era muy intimidante, seguía pareciéndose a la de Annie Leondhardt. Y viera por donde se viera, eso no era muy prometedor. Menos para alguien como ella.
Y ese condenado hombre tenía una mirada tan similar, bueno, hablando con Zeke parecía muy amistoso. Pero ¿y luego?
—¡Diosa!— Krista sintió la palmada no muy fuerte de Sasha Blouse —Mujer, hace rato que no te veía por aquí ¡Vamos, hoy habrá comida mexicana!
La rubia soltó un quejido, por primera vez se molestó cuando Sasha se la llevó prácticamente arrastrando a una de las mesas, lo que, dada la diferencia de estatura, no era improbable.
—¡Krista! ¡Tiempo sin verte!— escuchó a Eren Jaeger a su lado de repente. Genial, otro —Escuché que Zeke está con ustedes
Se sentó finalmente con los otros dos chicos, ofuscada, devorando la feijoada que compró, con el ceño ligeramente fruncido. Como si eso pudiera intimidar a alguien con eso. Frente a ella, sus dos amigos, Sasha se llenó de tacos y quesadillas, como era de esperarse.
Pese a seguir con sus locuras, Krista se había dado cuenta que los años por lo menos tuvieron un efecto. Sasha había dejado de comer como posesa, pese a seguir comiendo en cantidad; su flequillo más largo y sus facciones algo más finas le daban cierta madurez a su imagen.
Todos teníamos a un compañera rara, loca y barril sin fondo a la que nadie pelaba en el colegio y que ahora estaba más "fuerte" que Emma Wattson. Esa compañera era Sasha.
A Krista le llamaba más la atención que ese barril sin fondo no haya engordado un ápice. Cuando aún era adolescente era más o menos entendible, pero ¿a los veintitrés años?
Eren estaba hablando del porqué era mejor resguardarse del alcohol y de las relaciones ilícitas. Típico psicólogo. Nunca lo hubiera imaginado en esa carrera a él, un muchacho sin autocontrol ni límites, al que llamaban «bastardo suicida» por actuar por impulso en las apuestas. Demostró lo contrario en ese tiempo, la carrera lo había influenciado bastante, lo suficiente para aparentar la calma y tranquilidad de Grisha Jaeger.
Aunque, se empezó a preocupar un poco por él cuando alrededor de un año después de ingresar llevaba el cabello largo hasta los hombros y un ligero bigote y perilla(lo único de "barba" que le crecía por aquel entonces). Lo había hecho en realidad como una especie de rebeldía hacia sus padres, a Zeke esto parecía divertirle bastante.
Lo bueno es que duró así un par de años, ahora llevaba de vuelta el cabello corto y estaba perfectamente afeitado. Por suerte, parecía un estudiante de último año de Filosofía, de hecho, una vez, luego de una salida en la que todos se emborracharon y Eren terminó dormido sentado en un adoquín, despertó con el cabello desarreglado y la gorra que llevaba en el suelo, llena de billetes. Por un momento pensó que los robó, pero al fijarse en que eran billetes de baja denominación, se dio cuenta que pensaron que era un mendigo.
—Irás a tu pueblo de vuelta para las fechas— comentó Krista, estaba algo desanimada al haber olvidado ese detalle, después de que comentaran sobre los bares que tendrían ciertas promociones mañana.
—Sí, como siempre— suspiró alejando uno de los tres platos que se acabó y tomando la servilleta para limpiarse, modales que ignoraba años atrás. —Papá no quiere mudarse a la ciudad otra vez, la verdad es que tampoco le agrada venir hasta acá, así que yo voy, nada me cuesta. Y Eren ¿qué vas a hacer?
—Bueno, yo como siempre en mi casa, con mamá y papá... Lo que es estar largo tiempo sin novia
—Cómo si tu mamá te dejara— menciono Krista con una sonrisa. —En todo caso si la tuvieras, ella también tendría que pasar con su familia
—Seee... buen punto. Yo hasta ahora no entiendo como hay gente que pasa Navidad con sus amigos o con su pareja, mi mamá en su caso me deshereda y me caga a palos
—La mía igual, sólo con Año Nuevo hace excepciones, pero no es como si tuviera novio o muchos amigos— dijo Sasha con una mueca, una cosa eran conocidos, otra amigos —Además, ¿acaso olvidan lo que les dije de la mamá de Connie?
—Que cree que eres su novia— respondió Eren con una leve sonrisa de diversión. Sasha asintió con la cabeza varias veces, cruzada de brazos.
—Una ya ni amigos puede tener porque todos son unos mal pensados, por eso es que nunca voy a casa de Connie para algún acontecimiento, él no va a Dauper porque está lejos. Justamente por eso es que vivo sola con todo mi dinero directo al alquiler, queríamos buscarnos un departamento y compartir los gastos...
Krista miraba cada tanto la puerta de la sala de profesores. Ese día hablaba menos de lo normal; tenía motivos, la impresión de Fritz; y que mencionaran el asunto de la convivencia, dos días antes de Navidad.
—Todo tu dinero directo a la comida dirás— Eren bromeó, pero antes de que Sasha reclamara, preguntó —¿Tú y Connie querían compartir gastos?
Sasha negó frenéticamente con la cabeza —¡No pienses mal, Eren! Fue porque sería más económico, sólo eso, por eso fue que empezó a hablar con otros amigos al respecto. En realidad, me contó ayer por WhatsApp que iba a empezar a vivir con... —Sasha recordó ese detalle olvidado y abrió mucho los ojos y ligeramente la boca, como si hubiese descubierto al Titán Colosal de la portada de aquel videojuego tan famoso hace años, no dejaba de estar sorprendida— ¡a qué no te lo imaginas!
Eren la miró con atención, preguntándose que debía ser tan impresionante.
—Chicos— habló Krista —mi profesor ya salió de la sala, debo irme. Tal vez no nos veamos para entonces pero, les deseo feliz Navidad— se levantó, ordenó su plato aún sabiendo que el encargado los quitaba. Les dirigió una sonrisa, un poco parecida a las que Eren recordaba de su tiempo como adolescentes; una sonrisa con cierta falsedad y sinceridad al mismo tiempo.
Eren ya sabía distinguir las sonrisas de las personas, incluida Krista, por lo que ya no le molestaba. Una parte de esa sonrisa venía porque realmente les deseaba lo mejor, más aún su detalle de desearles una feliz Navidad siendo que ya nadie lo hacía en persona, todo el mundo lo hacía unos minutos después de la medianoche por Whatsapp o Facebook Messenger.
La otra parte de su sonrisa era para tapar lo sola que se sentiría nuevamente en esos días.
—Diosa...
—Sasha, no tengo dinero, además no quiero molestarte a ti y a tus padres acompañándote
—Pero— ella frunció un poco el ceño.
—Si se pone de terca no la vas a lograr convencer jamás— mencionó Eren, pero tenía la misma expresión compasiva de Sasha. Él simplemente no le ofrecía pasar con los Jaeger para evitarle la misma incomodidad que sentían cada año; no lo comentaba, pero allí también estaría Zeke, por mucho que se quisiera animar la noche, la tensión era lo que siempre prevalecía.—Feliz Navidad, Krista
Sasha se mordió el labio, y suspiró —Feliz Navidad, Krista
Las otras dos horas pasaron rápido. Allí se encontraba Krista Lenz en la parada, temblando. Soplaba un brisa leve pero helada, y la nieve acumulada en las veredas no le ofrecían un mejor panorama para sentirse a gusto.
Sentada una vez en el bus casi vacío de un poco más allá de las dos de la tarde, con esa calefacción tan confortable, le hicieron contener un bostezo.
Durante el trayecto sólo vio escaparates de tiendas con carteles de promoción, niños correteando alrededor de sus padres y otros jugando. A ella ahora no se le antojaba ni moverse, pero en su infancia también fue así, como todos.
Pero al recordar su infancia con todos esos adornos verdes y rojos en todos lados no le vinieron sentimientos gratos. Pocas veces pudo pasar buenas Navidades. La ironía de la «Nochebuena».
Estaba apoyando la cabeza sobre el resistente vidrio de la ventana, viendo, agotada por el trajín, el vaho empeñando dicho vidrio. Se le pasó por la cabeza hacer figuras con su dedo pero no lo hizo.
Sólo sentía la calidez de la Navidad las veces en que su padre se la llevaba, que fueron pocas. No tenía lugar entre los Reiss, por eso fueron pocas. Sus hermanos más pequeños la ignoraban, los que eran un poco mayores actuaban peor, como si no existiera. Eran momentos de incomodidad inmensos que pasaba, más por su presencia frente a la señora Reiss, no la trataba mal, ni le hablaba mal, pero su mirada lo decía todo.
La calidez sólo Frieda le había ofrecido, cuando luego de la medianoche, cuando ya no sonaba la pirotecnia, entraba en la habitación destinada a ella y dormía a su lado.
Hablando de dormir, le estaba dando sueño. Pero no olvidaba que otra persona importante para ella le había dado calidez, una calidez que le llenaba el pecho.
"Krista veía el cuerpo cubierto por la sábana blanca, en aquella habitación fría, y no la sentía así sólo por la temperatura. Aquella habitación siempre le pareció sombría ¿porque al resto de los estudiantes y médicos no?
Fuera de todo lo que el profesionalismo dictaba, nunca pensó en la morgue como un lugar en el que entrar así sin más, nunca le dijo a nadie que pensaba de esa forma. Simplemente, sentía que estaban olvidando que aquellos que allí estaban seguían siendo personas.
Porque sí, pese a que con algo tenían que hacer sus estudios y prácticas, muchas personas que ella había visto olvidaban el sentido de la medicina. Hubo doctores que no veían diferencia alguna en aquellos acostados y cubiertos por sábanas, y los vivos con la piel sonrosada que iban a sus consultorios. Era algo que Krista Historia Lenz no podía olvidar y había jurado, por la carrera que amaba, que no lo olvidaría.
Descubrió el cuerpo con lentitud, y cuanto más lo iba descubriendo, su cuerpo bajaba aún más su propia temperatura, de nuevo, sin que interviniera la refrigeración.
Allí, descubierta hasta la mitad del pecho, que tenía heridas superficiales pero sangrantes, estaba una morena... "
La rubia despertó con expresión de horror, de inmediato puso una mano sobre su pecho, sintiendo su corazón latiendo de una manera dolorosa. Tomó una gran bocanada de aire, esperó unos segundos, empezando a notar a su sistema respiratorio y cardíaco regularse. Miró a la ventana, como tratando de clavarse en el cerebro la imagen de la realidad.
Por Dios y todo lo que era Sagrado, notaba los ojos húmedos. Lo peor no había sido sólo lo horrible del sueño, sino que no era la primera vez que lo tenía, sin embargo, seguía reaccionando como la primera vez. No recordaba haber tenido jamás una pesadilla tan horrible como esa. Solo que ¿cuándo fue la última vez que lo tuvo? Ese año no fue.
El primer sueño de esa clase fue allá, por marzo del 2013, cuando caminaba por los pasillos del cursillo y olía el formol que salía de la morgue, aún estando apartada de los salones de clase. No lo veía cómo algo tétrico, pero después de ver a un cuerpo con rastros de sangre se le revolvió un poco el estómago.
Mucho tiempo se preguntó porqué no estudio veterinaria, hasta que recordaba que la probabilidad de que sus pacientes la mordieran eran menores incluso si iba a pediatría, donde precisamente quería especializarse.
Miró la hora en su celular, sin fijarse en ella realmente, de la misma forma que miró al panorama de la ventana, aún aturdida. Volvió a ver la ventana, notándose calmada y bostezando, y cuando se fijó bien, lanzó una exclamación en voz baja.
Se levantó de un sopetón, llamando la atención de los pasajeros, que ya eran bastantes, y trató de abrirse paso entre el apuro y su estatura limitada, murmurando unos «permiso, permiso».
«¿¡PERO CUÁNTO TIEMPO DORMÍ!?»
Tocó el timbre rezando a todos los dioses que conocía, a los siete y a los antiguos; que no estuviera ahora en Arabia Saudita y que no haya babeado como siempre le pasaba en sus periodos de inconsciencia.
20 minutos después
Krista por fin había llegado a su apartamento, cansada. La parada no quedaba precisamente cerca de su casa, y tenía que caminar un par de cuadras. Justamente por eso la pensión era barata. Y ahora, Krista se había pasado cuatro paradas.
Por suerte, el colectivo no tardó mucho y finalmente llegaba ahora, eran casi las cinco de la tarde. Podría haberse ido caminando, pero el frío era un gran impedimento.
Bajó su cartera en una silla, encendió la calefacción y fue a bañarse, de la misma forma que en la mañana, llenando la bañera de agua caliente y tomándose su tiempo, con la diferencia que ahora hacía menos frío. Pero no por mucho tiempo, una vez que llegaran las seis y media, más o menos, la temperatura volvería a bajar.
Una vez que salió del baño, se quedó viendo la televisión, cosa que hacía poco, sólo cada vez que tenía cierto tiempo libre; desde que ingresó al cuarto año, pese a todo, empezó a notar una mayor cantidad de tiempo disponible. Leía más libros que nada tenían que ver con su carrera y veía la tv casi todo los días durante la noche.
Quizá en eso consistirían sus días posteriores, ver tv, leer, cocinar algo sencillo pero adecuado para las fechas, como una forma de honra. Aunque una cena navideña para ella sola no tenía mucho sentido a sus ojos.
Lo único que Krista quería era estar ocupada, para no pensar en su soledad.
Por eso no quería dejar las clases, quería tareas, cualquier cosa para mantener su mente ocupada, el único momento en que ella no quería estar atareada era en sus épocas favoritas; primavera, verano. Por mucho que los recuerdos de Ymir volvieran en esas épocas. A ella tampoco le gustaba el frío, recordaba.
Pero el invierno también le hacía recordar a Ymir, de forma distinta, quizá por esa misma calidez antigua.
Sintió su estómago gruñir, pero no tenía ganas de cocinar nada, allí estaban los ingredientes del oyakodon que pensaba hacer. Siempre había sentido curiosidad por la cocina oriental.
Ahora que recordaba ¿hace cuánto no comía una buena pizza? Caliente, blandita y con mucho queso. Una vez comida chatarra no le haría nada. Tomó unos billetes, quería ir al establecimiento de comida rápida y bebidas de la esquina.
...
—Se te antojaron cervezas frías en una noche fría, espectacular Ymir
—¿Estás oyendo lo que dices, argentina?— siempre le decía así aunque el único argentino de su familia era su tío, pero las razones de aquel apodo eran obvias —¡Acabas de comprar helado!
Ymir de la nada, luego de aventar ese condenado librito recordatorio del karma, se levantó como robot, tomó el dinero de la billetera, busco un poco más en los bolsillos, y salió de la habitación diciendo que iba por unas cervezas.
Annie la miró como quien mira a un titán de dos cabezas, después de percatarse de que su mejor amiga estaba leyendo algo, dejó el manga y miró la portada del libro. Suspiró de manera casi imperceptible, lo comprendió todo.
Por eso, decida a saber que pasaba por la mente de la pecosa y vigilar que no cometiera una estupidez de las tantas de los últimos años de su adolescencia; deprisa, tomó su propio dinero y salió detrás suyo.
Y ahora estaban volviendo, sintiendo el frío de la calle. A unos metros estaba la entrada a los departamentos. Annie había comprado ingredientes para cocinar esa noche, sólo por esa vez.
—Nieve por todos lados, y tú vas y compras hielo
—Hablas como si no te gustara el dulce, Ymir. Eres peor que yo— lo del helado era sólo un pretexto, Ymir lo sabía; así como Annie sabía el motivo de las cervezas. Se conocían demasiado bien para su gusto. Annie quería seguir de cerca los movimientos de Ymir y dijo de la nada que quería helado.
Ahí fue turno de Ymir de mirarla como a un titán de dos cabezas.
—Bueno, bueno. Sólo no te lo comas todo
—Ymir...— la llamó de forma que la mirara a los ojos.
—No tienes que temer nada ni preocuparte de nada— masculló moviendo los brazos en negación, haciendo que la bolsa de las cervezas se balanceara, sabía a dónde iba todo —En primer lugar, si quería seguir con mis estupideces, la última persona con la que hubiese querido vivir serías tú
Annie la miró de una forma demasiado penetrante para su gusto. Ymir era una idiota testaruda, jamás admitiría que malos recuerdos la estaban perturbando, otra vez. Todos eran de una sola personita.
—P..por favor, Annie, sólo calma— dijo sin mirarla a los ojos, cosa que pasaba casi siempre cuando estaba nerviosa —estoy bien, sabes que no soy tan idiota como antes— dijo en la entrada del departamento, adelántadose a Leondhardt, en el pasillo.
Annie frunció el ceño, estaba huyendo de ella, así que también apuró el paso. Había un muérdago encima de las escaleras.
—Eres tan jodidamente molesta— gruñó, yendo hacia las escaleras sin dejar de mirarla —no es como si... ¡hey, hey! ¡lo sien...!
Ymir se detuvo bruscamente en el primer escalón antes de llevarse por encima a esa pequeña persona que estaba un par de escalones arriba. Pero en el momento no se fijó bien, iba a apartarse y dejar que siguiera su camino cuando unos ojos azules muy abiertos se toparon con los suyos café claro.
La chica sólo sintió su corazón muy pesado, sentía como si se fuera a caerle, soltándose de las arterias. Luego empezó a latir con fuerza, para confirmarle que estaba en su sitio.
Como la chica bajita estaba dos escalones por encima, sus rostros estaban frente a frente, con sus miradas perfectamente enfocadas en la de la otra.
—Krista Lenz... ¿aquí?—susurró con sorpresa, como si viera una visión o en todo caso un holograma.
—Ah... ¿Ymir?— no sabía como reaccionar frente a alguien que la miraba como a un holograma vocaloid.
Ymir suposo, después de años sin pensar en ese detalle del Karma, pese a que se acordaba del Karma en sí todo el tiempo; era como un ciclo de efecto boomerang.
Todo volverá de acuerdo a nuestras acciones.
Bueeeeno, supongo que me he tardado. Tiene su explicación, bueno. Pero se que no querrán oírla. Volví a la facultad e inicié clases de japo. Aún así trato de no demorarme demasiado.
¡Hey! Estaba pensando en hacerme unos arts de este fic ¿les parece? Finalmente conocerán a Eskol 7u7 xD espero que les haya gustado que por fin apareciera ¿también les gusto la descripción?
He visto pocos fanarts de Ymir genderbend, pero el Ymir hombre me puede y bastante, ok no.
¿Leen el manga? En ese caso podrán darse una idea de la apariencia de los personajes... pero ¿¡Y dónde están las rubias!? (leáse, Armin e Historia) si no aparecen pronto, no sé cómo aguantaré
¡Nos vemos!
