Disclaimer: Shingeki no Kyojin le pertenece a la maligna llama que cada mes se baña con las lágrimas del fandom

Capítulo VIII

Buses y anécdotas internas

3 de agosto, 2013

La música sonaba tan fuerte que Annie sentía que sus tímpanos harían explosión en cualquier momento, y se sentía enferma con todo el aire viciado de aquel local nocturno. Las luces en combinación se prestaban para darle una jaqueca.

En vano buscaría a Connie, estaría quién sabe dónde y no le interesaba. El problema era Ymir.

Rogaba que no la hubiera cagado de nuevo.

Luego de recorrer la planta baja y revisar hacia la zona del escenario fue al piso de arriba, con forma de un enorme balcón, dónde bien podría calificarse como un casi prostíbulo. Por lo que se armó de fuerza mental para ver lo que sea que vería incluyendo a Ymir en ese intento de Sodoma de las 2 de la madrugada. Nunca la vio llegar hasta ese punto y hasta casi lo dudaba, pero, seguía siendo una duda, considerando su comportamiento inconsciente.

Y rogaba, esa vez, que no estuviera en la planta alta.

Hizo una mueca al ver a toda esa gente ahí, y allí estaban una de las razones por las cuales le desagradaba la especie humana. Se sentía aún más enferma. Pero no vio a Ymir.

Joder.

Aquellos locales nocturnos se caracterizaban por hacer que cualquiera pierda los estribos y la moral con sólo beber de la cerveza barata que repartían.

No se alivió de no encontrar a Ymir allí, de cualquier forma ¿dónde mierda estaría?

Cómo último recurso salió al patio, oscuro, y también lleno de gente. Pensaba dirigirse al baño de damas, quien sabe si allí estaría.

—¡Annie!— se giró al escuchar la voz de Connie. Tenía las mejillas rojizas por haber bebido y se le notaban pese a la escasa luz del patio, hasta dónde llegaba el ruido que llamaban música. Pero pese a eso, el chico de dieciocho años se veía sumamente incómodo.

—¿Qué?— respondió con sequedad. El chico preguntó si no había visto a Ymir.

Al darse cuenta de que allí no estaba, Connie se giró y dijo que iría a buscarla afuera, donde también se reunían un grupo de personas, pero mal encaradas. Annie, por su parte, se dirigió al baño como había decidido.

Antes de abrir la puerta escuchó risas y gemidos, que años atrás le hubiesen dado escalofríos pero a sus dieciocho, no eran más que situaciones incómodas. Annie no sabía si abrir la puerta a lo bestia o esperar para seguir con su objetivo. De inmediato, los indecorosos ruidos cesaron.

Cuando oyó la puerta abrirse, se apartó. Un hombre muy alto y rubio, salió sonriendo, arreglándose la ropa y con ligeros problemas de equilibrio. Ni reparó en la presencia de Annie.

Escuchó una risa divertida que si reconoció. La de Ymir.

Annie entró al baño y se llevó una mano a la frente, suspirando. Ymir estaba recostada en la pared, poniéndose su camisa, o tratando de. La chica rubia se le acercó.

Ymir le sonrió sarcásticamente, con su labial oscuro esparcido por la cara y las mejillas rojas, supuso que por el alcohol y por lo que había hecho.

Annie sólo la miró, la miró fijamente, sin nada agradable que decir.

—¿Aunque sea tenías protección?— inquirió al ver el cierre bajo de su vaquero negro. Se asomaba una ropa interior azul, casi celeste.

Ymir rió.

—Tú sabes las ganas con las que deseo tener engendros ¿verdad?— le dio una sonrisa torcida y voz gangosa.

Significaba un sí.

Otra persona, una amiga más considerada y menos hija de puta, quizá Krista, la chica pequeña y rubia que se le pegaba como mosca a la miel en la época del bachillerato; se le hubiera acercado, la hubiese regañado y ayudado a vestirse. Annie sólo se le quedó mirando.

Ymir se incorporó, aún con cierto tambaleo, y se acercó a los lavatorios. Krista la hubiera ayudado para que no se caiga, Annie por el contrario, sabía que no pasaría. Bien decían que los borrachos tenían un santo aparte. Y porque no era ni la primera ni la segunda vez que la veía en aquel estado.

Ymir se esforzó en enfocar su mirada en el espejo, se sujetó del lavatorio y trató de quitarse el incipiente maquillaje ¿qué importaba? Ymir jamás se acostumbraría al maquillaje, así que suponía un casi alivio.

Sacudió ligeramente la cabeza, y miró a su mejor amiga. Annie notó una pequeña porción de sobriedad en su rostro mojado de agua fría. Ymir se incorporó, palpando sus bolsillos.

Dio con su celular, su encendedor y su cajetilla de cigarrillos, sacó uno, lo prendió y se lo llevó a los labios —¿Quieres uno?

—Para nada— Ymir se encogió de hombros al escuchar la respuesta de la chica. Annie enseguida arrugó la nariz al sentir el olor del tabaco. Únicamente probó dos en toda su vida y le supieron terrible.

—Como quieras

—Salgamos— dijo, por primera vez agarrándola del brazo —Connie nos busca— Y no le agradaría verla de nuevo en aquel estado.

La sujetó bien, pese a que parecía tener un poco más de equilibrio. No intentaría gritarle ni mucho menos darle un discurso de moral digno de Connie, ella simplemente no era así. Algo así de su parte era como pedirle a la chica patata, la glotona del tercer año, que dejara de mirar las empanadas que hacían en el comedor. Además, ya era tarde para aquello, sería un pésimo desperdicio de saliva y recién ahora Connie lo estaba notando. Miró hacia arriba, hacia Ymir, le parecía que había crecido en estatura nuevamente, más no en cerebro.

Quería, aunque no lo dijese, que Ymir dejara de hacer eso. Le resultaba raro que le fuera tan bien en la facultad. Era lo que importaba que hiciera bien, sí, pero no le gustaba ver a su mejor amiga de años convertida en esa persona casi libertina cada fin de semana en aquel verano.

Le costaba creer que Ymir fuera la misma adolescente que desistía de las llamadas fiestas de Quince Años de las chicas de su barrio, que no iba a actos culturales del colegio antes del segundo año de bachiller, que detestaba los excesos de las fiestas, y las propias fiestas. Por eso se llevaban bien; era un viernes o sábado por la noche, cuando iba a su casa para no seguir aburriéndose con la televisión de su padre y se encontraba con Ymir en la PC o su PSP o leyendo algún libro, encerrada en su pieza, para no aburrirse con la televisión de sus padres, sin hacer caso de la música en la casa de su otro vecino adolescente.

La misma chica que Connie tuvo incluso que arrastrar para llevarla a una fiesta en el colegio donde pasarían sus dos últimos años escolares, aunque esa vez fuese un caso especial. Connie insistía e insistía para que Ymir, y luego ella, conocieran lo que se llamaba "socializar".

El olor del cigarrillo le hacía arder las fosas nasales, y la profunda luz naranja de la punta le dolía a la vista en el patio oscuro, y sabía, que como esa no era la primera vez que veía a Ymir así, tampoco sería la última...

...

5 de enero, 2018

—Joder... —murmuró Ymir.

Parecía un león recién capturado dentro de una jaula, dando vueltas y vueltas en el pequeño comedor, aquella tarde de enero. El día había estado despejado, hasta se había derretido un poco de la nieve en las aceras y del patio del edificio. Estaba a punto de anochecer, una noche despejada. Tenía la impresión de que el invierno terminaría más rápido de lo esperado ese nuevo año.

Annie y Connie estaban sentados en la mesa, Annie miraba distraídamente un artículo en su celular y el chico apoyaba su rostro en una mano, sobre la mesa, aburrido. Luego bostezó, y tomó la lata de Pepsi y la bebió.

Annie soltó aire por la nariz, bajo el aparato y la miró, más aburrida que Connie. Aún no conseguían ni WiFi para Netflix ni TV Cable y se aburrían con aquel programa ridículo en la TV Abierta.

—¿Qué esperabas Ymir?— Springer apostaría a que Annie estaba fastidiada —¿Que no ibas a volver a encontrarte a la diosa del tercer año aquí, en las Tres Murallas? — Annie trató de que «diosa» sonara lo más sarcásticamente posible.

Llamaban a María, Rose y la lujosa Sina; casi como un muy pequeño Nueva York en ese lugar, las «Tres Murallas», por que gracias al tamaño de las ciudades y las idas y vueltas de sus habitantes, no era raro encontrarse con amigos o conocidos; y en el peor de los casos un exnovio.

Ymir se pasó una mano por el rostro, frustrada.

—Entonces, a veces agradezco no vivir con mi abuelo, porque en ese caso peorvéntema— murmuró esa última frase en jopará. Ya Annie y Connie habían convivido con ella los años suficientes para saber a que se refería cuando le daban sus accesos a sus raíces y hablaba en español y el otro idioma.

—¿Cómo decías que era allá?— preguntó Connie sonriente.

Ymir suspiró, cansada —"Tu ex, anduvo con mi ex y el ex de mi ex, es ex de mi ex"— El muchacho rió. Ymir Fritz sabía de sobra aquello, por lo que veía en páginas y lo que compartían sus primas además de lo comentado en WhatsApp.

—Hace mucho quería irme del país ¿porqué no lo hice?— murmuró pasándose nuevamente la mano por el rostro y finalmente al largo cabello castaño.

Hace tres días, la diosa había cenado con ellos, la vez en que Ymir trajo su hámster y Connie se llevó la llave(la que necesitaba urgente otra copia); Ymir tuvo que dejar para su desgracia, a Krista cuidando su adorada mascota mientras acudía a ver a Connie que tuvo un problema con el maldito auto.

Krista se llevó una casi agradable sorpresa cuando vio a Connie llegar junto a ella, mientras miraba a uno y luego al otro con una mezcla de incredulidad. Luego maldijo mentalmente a Connie por invitarla a comer en el departamento, para conversar un poco luego de años sin verse, en parte por los recursos que no les sobraban precisamente.

Hasta él sintió la tensión del lugar, estuvo a punto de arrepentirse por invitarla. Krista a diferencia de Ymir, que casi gruñía con cada palabra, se sentía visiblemente incómoda. Por muchos motivos lógicamente: su reencuentro casi agrio con Ymir, la actitud de Ymir, la sensación de estar haciendo el mal tercio con una sospechosa pareja de novios... que ni siquiera tenía mucho que ofrecerle, por cierto. Lo peor fue cuando se sintió obligada a permanecer allí cuando llegó Annie, para no parecer descortés.

Connie era tan estúpido para ser cordial con alguien...

—Porque no tienes dinero, ni nosotros. Apenas pudimos conseguirnos este lugar— la cortó la rubia, haciendo un gesto para señalarlo —No nos morimos de hambre pero costará recuperar lo que gastamos aquí

Ymir abrió la boca para hablar, pero Connie la atajó —Y no digas eso de mudarte a las grandes ciudades de por aquí o a Nueva York o a Sina, si aquí costó conseguir esto, allá sería peor.

Ymir pegó un gruñido, tenían razón.

Luego de que Krista se fuera, por sus caras, Connie Springer intuía que tenían ganas de recriminarle el haberla invitado. «¿Porqué lo hiciste?», decían sus expresiones, en especial la del rostro pálido de Ymir.

Connie se preguntaba continuamente el porqué de las actitudes de Ymir y Krista... y Annie. Cierto, incluso él pensó que lo que hacía Ymir estaba mal, una vez hasta se lo dijo. Habían pasado de ser mejores a amigas a dos personas que no tenían nada que ver con la otra. Bueno, Ymir quien no tenía nada que ver con la otra; ni con nadie, por mucho tiempo.

Porque Krista se veía que quería acercarse a ella otra vez, por cómo le hablaba esa noche. Pero Ymir no quería. Para nada. Le resultaba tan tentador como acariciar un erizo... adorable, que no tenía idea de sus púas. Annie por el contrario, parecía un árbitro de un torneo de boxeo, allí, quieta, observando mínima pero intensamente a las dos.

Francamente, Leonhardt no sabía qué hacer con Ymir. Ella, alejada de toda esa complicada situación, estaba allí, de adorno, cada que las dos mujeres se encontraban ¿Qué podría hacer? Nada. Ver como Ymir casi se destruía años atrás, quizás.

Nunca se consideró buena aconsejando parejas comunes, y por comunes quería decir heterosexuales. Lo que no había imaginado es que sería peor en el caso de una persona como Ymir: ni heterosexual, ni bisexual ni mucho menos lesbiana. Sumando al hecho de que no podía solucionarse tan fácilmente el tema de su friendzone. La entendía, pero no podía hacer más que eso.

Estaba perdida, no sabía cómo ayudarla y eso la hacía sentir muy mal.

Connie por el contrario nunca se caracterizó por ser perceptivo, y eso que tenía fama de tener una cabeza más centrada que Sasha, que sí había captado qué era lo que tenía Ymir con Krista, casi enseguida. Para él, no había una relación de mejores amigas, sino que esta iba más allá, pero ni por asomo imaginaba la realidad de los sentimientos de Ymir. Pensaba que estaban como Sasha y él, que eran prácticamente como gemelos. No ayudaba que Ymir fuera tan poco expresiva y tan cerrada con respecto a eso, Annie, como Armin y Sasha, lo descubrió. Si no fuera por eso, hasta ahora estaría sin saberlo, como Connie.

El celular de Ymir sonó estruendosamente con un meloso jpop, significaba que se trataba de Levi. Lo hizo a propósito como broma interna, ya que pese a que Levi tenía un smartphone, prefería usar la llamada común antes de la de WhatsApp, pese a que se gastaba mucho menos (o era gratis si tenía un plan de telefonía), ya que no sabía muy bien cómo usarlo.

Ymir prácticamente se lanzó sobre la mesa y atendió su Huawei —Buenas tardes, capitán— saludó sarcástica —o buenas noches, depende de cómo lo considere usted

Escuchó algo parecido a un «tisk» del otro lado de la línea. Levi no se ofendía por esas cuestiones, pero no era muy común que contestara de esa forma, sí, sabía que estaba molesta y la estaba molestando aún más.

—Escucha mocosa de pecas, tengo trabajo para ti— escuchó su suspiro —hubo un accidente en la calle 5, de Karanese hacia Maria, ya sabes dónde es. Debes hacer el reportaje, ya llamé a Bertholdt.

—Entendido, estaré allí— dijo con seriedad.

—¿Cuándo te compraras aunque sea una mugrosa moto?

—El día en que usted me pague más, si no le gusta que llegue tarde

Escuchaba el rap fuerte en sus oídos. Las costumbres viejas no se pierden. Escuchaba rap desde los doce años. La canción terminó, y comenzó un rock.

Sí, se podía contar con que Ymir Fritz podía escuchar desde las cumbias hispanas hasta rock o pop japonés o metal.

Esa noche no hacía frío. O lo que se podría considerar como frío en aquel lugar, al menos el cielo estaba despejado, se veía una luna creciente luego de algunos días y según el pronóstico estaría así varios días más. Tal vez luego vendría lluvias, ya no nevadas.

Odiaba al problemático auto de Connie, que andaba apenas. Nada serio, pero su amigo no quería llevarlo al taller. Ir en un bus cerrado era genial en verano, pero en invierno, en especial cuando había mucha humedad, era feo. Las ventanas se llenaban del vaho de la gente y el aire acondicionado era asfixiante con todo el abrigo puesto.

Esta vez tuvo suerte, no se sentía mareada aún por el aire acondicionado, aunque ya no era hora pico, no habían asientos libres.

No tardaría tanto en llegar, hacia tiempo que no tenía esta clase de labor, la de ir a entrevistar personas luego de trágicos accidentes. No era agradable y en el caso de Berth menos, era él el fotógrafo. Varias de esas fotos pasaban por sus manos luego. Le pagaban bien por esta clase de cosas, pero prefería quedarse a escribir sobre chismes.

La Ciudad Subterránea era un periódico básicamente de polémica, y por polémica se iba desde la superficial farándula hasta reportajes sobre supuestos entes paranormales y morbosas historias y fotos de accidentes de todo tipo.

No hacia falta conocer mucho a Levi Ackermann para darse cuenta que su propio trabajo le desagradaba y no veía la hora de que aquel periodicucho tomara un buen rumbo y se alejara de toda esa basura de contenido. Pero debía buscarse un lugar y para eso también necesitaba dinero, y ¿qué mejor que ese tipo de basura vacía para conseguirlo?

Ahora sonaba Panic! At The Disco.

No fue muy fan de la banda, algunas canciones buenas las había escuchado y nada más, hasta que Berth envío un link mostrando la evolución de sus videos musicales desde 2006 hasta la fecha de parte de Billboard. Le fascinó.

Pasaba Nicotine en ese momento.

Ymir sintió un toque amistoso en su hombro. Aburrida, miró al joven.

—¡Porco!

—Por un momento pensé que te habías olvidado de mí...

Porco Galliard era básicamente su ex cuñado. Le sonrió de una forma muy similar a la suya; de lado, torcidamente.

Siempre se habían llevado bien. Porco era el hermano menor de su ex novio, cuando ambos andaban, hacía un millón de años, era un niño. Solía gastarle bromas a Marcel y jugaba con ella videojuegos. Porco era demasiado similar a ella en carácter, a diferencia de Marcel; que era más tranquilo, más suave y más inocentemente tonto.

Hace mucho no lo veía ¿Cuánto tiempo? ¿un año, dos años? Estaba más alto, aunque seguía siendo más bajo que ella y más atractivo. Era más atractivo que Marcel. Se parecía mucho a aquel guapo actor que hizo del payaso de It.

—Escuché que trabajas en la Ciudad Subterránea

—Ajá, podrías llamarlo un trabajo informal, en cuanto consiga una mejor opción me iré. Igual lo veo difícil, el Ackermann paga bien— además una parte de ella hasta lo extrañaría.

—Ja, me dijeron que no es tan hijo de puta como se cree

Ymir pasó el peso de su cuerpo al otro pie —Tiene un carácter complicado, eso sí, pero aunque no lo parece es mucho mejor sujeto de lo que se dice. Vamos, hasta nos dio días libres en Navidad y Año Nuevo, sabiendo bien como los periodistas andan en esa época.

—¿En serio? Wow

Porco estaba en su último año escolar y veía opciones para alguna carrera, le contó, pensaba estudiar en Eldia pero no se decidía. Ymir se la recomendó, no era mala para nada.

Porco jamás tuvo nada que ver con su antigua relación con Marcel, siempre se habían llevado bien y la cagada de su hermano al engañarla y su posterior separación no había afectado para nada su interacción.

Claro que en el pasado tenía una sensación muy familiar con él; le recordaba a Marcel, y por ende, sabía que si veía a Porco pronto aparecería Marcel para buscarlo como siempre, y se encontrarían ella y él. Y pasarían toda esa tarde juntos en su casa, los tres. Si hubieran convivido más, hubiese visto a Porco también como su hermano menor.

Ahora ya eso murió. Sólo era para ella un amigo de menor edad muy agradable. Aún si Porco en cierta forma hubiese preferido mil veces que se quedara con su hermano.

Estaba pensando en todo eso, otra vez, como pensaba de repente cada un millón de años. Profundo, muy profundo, como cuando se actualiza el sistema completo de una computadora.

"I don't wanna hear you're boyfriend

Sometimes you're better off alone"

—¿Sabés que pasó ahora con tu querido ex? Se casará este mes, y en dos meses vendrá la «bendición»

La canción simplemente sonaba de uno de los lados del auricular que dejó en su oído. Parpadeó.

—Wow— no pudo evitar mostrar una de sus sonrisas

"But if you change your mind, you know

Where to find me"

¿Eso paso con Marcel? ¿Eso? Ymir no podía estar alegre por él. Hasta dónde sabía Marcel no quería ser padre, y no, no había cambiado de opinión. Cosas como esa no cambian, e Ymir escuchaba cosas esos últimos años, en las Tres Murallas nada se perdía, obviamente. Las palabras de Porco lo confirmaban ahora, una vez más.

La familia Galliard era muy cristiana, chapada en la antigua. Por eso la aceptaban, aunque mucho caso no le hicieran. Sonaba contradictorio, pero la Ymir de ese entonces era muy distinta a la de hace cinco años, a la de hace tres años y por supuesto a la de ahora.

"Cause I don't ever wanna be your boyfriend

And never did I think that I

Would be caught in the way you got me"

No hacía falta preguntar para darse cuenta que hasta lo de su hermano mayor, Porco habría sido considerado la oveja negra. Ahora eso había cambiado. Marcel la había estado cagando y cagando esos últimos años, pero a escondidas. Y la última vez que la había cagado fue demasiado grande para ocultarlo, por eso la boda, como se hacía hace treinta años. No era un adolescente, pero su juventud se habría ido una vez que se casara.

Ymir no fue ninguna santa, sin embargo era sensata, incluso en sus periodos más locos guardó algo de sensatez, por eso se graduó con buen promedio en la universidad. Y, si se hubiese quedado como esa chica tranquila junto a Marcel, nada de eso le hubiera pasado a él.

Marcel la había desperdiciado.

Y lo sabía, sólo que no imaginó hasta cuánto. Miraba a Porco, le comentaba su opinión, pensaba en Marcel, recordaba esos días hace un millón de años. Y sentía una total indiferencia hacia todo aquello. Pensaba lo que sufrió por eso, lo consideraba ahora mismo una soberana estupidez indigna de sí.

Tan, tan diferente a una figura borrosa rubia que se dibujaba en su mente.

«Porque nunca quise ser tu novio, y nunca pensé que yo, estaría atrapado en la forma en que me tienes» Las canciones pasadas al español rondaban su cabeza.

"Girls love girls and boys

And never did I think that I..."

Para Krista, esa canción era relajante. Había leído por ahí que la banda pensaba en sus temas como canciones que uno reproducía una noche, después del trabajo o estudio; y se despeja al escucharlas, como esa noche agradable en el bus, que ya se iba vaciando.

Tenía que ver algún día en que podía hablar con esa pecosa del infierno, aunque no supiese ni verga de su rutina de trabajo, ni de entrenamiento ni la de su novio en que caso de que fuese Connie. Si así era, sería problemático, porque estaría ocupando todo su tiempo en él, cosa que no pasaría si no vivieran juntos lógicamente. Ahora entendía lo que Ymir sentía cuando ella salía o hablaba con su novio cuando aún estaba en el cursillo de medicina, con la diferencia que no vivía con él.

Tampoco tenía que dar por sentado que fuese Connie, era su mejor amigo. Sin embargo, eso también era un factor, era demasiado común que un par de mejores amigos termine como novios, menos común que uno amara en secreto al otro por supuesto. Eran dos extremos; o se amaban o la sola idea de esa clase de amor les daba arcadas.

Y si no era Connie sería alguien más. Recordaba que en el colegio Ymir no había tenido novio, intuía que seguramente fuese culpa del tal Marcel Galliard.

"Would be caught in the way you got me..."

Krista agradecía cuando el bus se vaciaba, porque estando lleno suponía un problema. No podía moverse entre la gente por su pequeña altura, a veces no alcanzaba a agarrarse de arriba. El transporte se detuvo y un par de pasajeros más subió.

Cerró los ojos un segundo.

Al abrirlos vio a un hombre joven, rubio, alto y robusto, aunque no tanto como antes. La miraba, más sorprendido que alegre de verla en aquel bus.

—Hola Krista

La chica parpadeó, se quitó uno de los auriculares, en ningún momento pausó la canción.

—Hola Reiner

"But girls love girls and boys

And love is not a choice"

Heeelloooo!

Tenía planeado el cap hace ya semanas, el motivo de mi tardanza fue este: estaba mal de salud. Es frustrante, tomando en cuenta que no me suelo sentir mal casi nunca.

*peorvéntema: algo así como "sería aún peor"

*jopará: es la mezcla del guaraní, el segundo oficial de Paraguay, con el otro idioma oficial, el español. Es por culpa de esto que nuestro acento es difícil de imitar xD

Luna del Desierto: Weee! Me pareció que a muchos les gustaría la presentación de los acontecimientos a través de los años, me alegra que te gustara! Se me ocurrió luego de leer un libro que hasta cierto punto es similar con la trama, y es Werther, el libro mencionado en el cap 4

Referencias vergas a lo Isayama mamuh(?

Seh, soy un poco nerd

El karma en efecto siempre regresará con el doble de fuerza, creo que en este cap ya se empieza a ver con Marcel. El asunto es que esto realmente suele pasar. Realmente gracias por el review! Saludos a ti!

Nos vemos!

Pd: la canción es Girls/Girls/Boys de Panic! At The Disco. Si saben de que trata, creo que ni debo explicar la referencia

Pd2: AL MENOS NO SERÁN CUATRO AÑOS PARA VER EL RETORNO A SHIGANSHINA!