Disclaimer: esto le pertenece a la genial llama malvada
Capítulo IX
Comparando anécdotas internas
5 de enero, 2018
Ymir caminaba por la calle. Debían ser aproximadamente las nueve y media o las diez menos cuarto. No era tarde para nada, al menos en esa zona en constante movimiento en la ciudad, e Ymir ya estaba más que acostumbrada a estar trabajando de madrugada. Al principio fue un suplicio estar despierta a las 3 a.m. escribiendo informes en la PC y luego de ahí pasar al trabajo, dónde escribiría todo el día y luego tenía que revisar sus escritos nuevos antes de ir a dormir a las doce de la noche.
Ahora mismo el trabajo era más amigable con ella, porque había entrado un chico pelirrojo al que le costaba mantener en orden su cabello, un tipo intenso que le recordaba vagamente a su ex compañero Eren; Floch, recién graduado de la universidad, no recordaba cuál y luego estaba una chica haciendo pasantías llamada Louise. Ellos dos estaban interesados en hacer todo el trabajo por su cuenta. Erd y Gunther habían vuelto al trabajo después de quien sabe que acontecimiento.
Hace más de cinco años atrás el pensamiento de su ex novio no la hubiese dejado en paz. Apenas había pensado dos veces en él desde que Porco se lo mencionó, las heridas que le provocó tal vez se habían sanado del todo, como los huesos soldados de una fractura; más grandes, más fuertes.
Después de que dejó de quererlo, sus pensamientos ya estaban llenos de cierta rubia, no pensaba en él ni le importaba saber qué fue con él, cerca de un año después. Si, claro, quería a Marcel pero nunca estuvo segura de a eso llamarle amor, ni siquiera antes de que Krista Lenz haya empezado a revolotear en su vida.
Había pensado en que Annie tuvo razón en eso, no era buena consolando, era buena para saber porqué la gente hacía, decía o sentía tal cosa, fue por lo primero que fracasaría como psicóloga. Le dijo una tarde de verano, hace casi siete años atrás, un sábado si no recordaba mal, en que nubes como algodón surcaban el cielo y las cigarras las ensordecían:
—Lógico que te va a afectar— dijo poniendo los ojos en blanco —fue el primero con quien tuviste lo más cercano a una relación amorosa, y considera que es como cuando te regalan un Iphone. Es el Iphone del 2007, el primero. Pero nunca tuviste uno y no todo el mundo tiene celulares táctiles —eso fue cuando aún había gente usando Nokias, Blackberrys, Motorolas y los táctiles costaban un ojo de la cara— y por eso lo consideras lo mejor de lo mejor, la joya de la tecnología. Hasta que dejas de usarlo y pruebas el nuevo Iphone... y finalmente piensas lo contrario.
—Exageras— dijo Ymir, balanceando la cabeza —ni fue tanto así, además como si tuviéramos dinero como para comparar celulares entre sí— hizo un gesto de colocar un celular imaginario uno al lado del otro. Era la época en que los Iphones sí que estaban años adelantados al resto de los aparatos.
—Pero lo que cuenta es que más o menos entiendas— insistió la adolescente rubia. Estaban sentadas en la cama de Ymir mientras el reggaetón del vecino hispano sonaba fuertísimo junto con las cigarras, el ventilador estaba casi al máximo. No pensó cuánto extrañaría las músicas de aquel tiempo, de sus amigos sólo Ymir entendía lo que decían pero no le importaba. Eran nimiedades de las cuáles no quería que se enteraran.
—... sin contar que los dos perdieron su virginidad juntos— terminó Annie.
—¡Cállate!— Ymir gruñó, roja. La época en que se sonrojaba por esas cuestiones. Ahora ella era quien ponía rojos e incómodos a los demás, incluida la misma Annie. Años después, supo cuanta razón tuvo su amiga. Claro que el sexo con Marcel jamás fue algo preponderante en la relación, cualquiera sabía que no la usó ni la botó luego de aquello, e Ymir alababa no creer en la pérdida de la virginidad como algo "mágico" como el resto de las chicas(de aquel tiempo vale mencionar); se ahorraba bastante sufrimiento. Ni siquiera lo consideraba como algo que se deba poner en cierto pedestal como lo ponían por ahí incluso las que lo hicieron sin sentimientos de por medio y sí por pura calentura.
Con el tiempo, sus aventuras y charlas con amigos llegaron a hacerla considerar que lo decían sólo para no aguarles la fiesta a los vírgenes antes de empezar. Sí, coincidía con ellas cuando decían que era "único" y no por ser algo que deba ser dignamente recordado. Únicamente lo hicieron tres veces, al comienzo lo consideraba como lo mejor con una secreta perversión que saldría de su infinita discreción posteriormente.
Ymir se mordió los labios, no quería que la gente notara que quería reírse por su chiste interno de cuando lo hicieron Marcel y ella por primera vez, aún si era de noche.
Con él no sabía si esperar amor o que verga. No podrían considerarse "novios" como tal, porque iban y venían y él la respetaba, hasta que una vez la "engañó" con otra chica. Poco después conoció a Bertholdt en la escuela; le gustaba mucho y era obvio que jamás la trataría como Marcel, además que siempre buscaba la forma de hacerla sentir mejor cuando andaba de malhumor por su culpa. Pero Bertholdt Hoover era demasiado tímido como para que algo sucediera entre ambos, sólo la veía como su amiga, también miraba y miraba a Annie.
Fueron varios factores que hicieron que no quisiera intentar nada con Berth; fue más porque evidentemente le gustaba Leonhardt que por su amiga misma que no intentó nada con él, no por perra, sino porque Annie no le daba ni la hora y mientras le gustara jamás miraría a Ymir. Los novios de su amiga eran sagrados. Pero lo que ganaba entre todo fue que aún quería a Marcel, sólo que le dolió ir a parar en la friendzone con el Señor Colosal, como le decía por su personaje de AoT y sus casi dos metros.
Un hombre alto y una mujer todavía más alta pasaron a su lado, con un par de paquetes envueltos en papel de regalo dentro de bolsas de supermercado. Iban susurrando y riendo, una pareja de casados. Los miró.
Sacó una mano del bolsillo y la pasó por la cara, como si no creyera su estupidez ¿Tanto así había olvidado su infancia?
Era víspera de Reyes Magos, había algunas personas en el país, en especial migrantes, que lo celebraban, como la pareja con los paquetes de juguetes. Ella misma recordaba que recibió regalos hasta los doce años, edad en la que los juguetes dejaron de interesarle. Ymir podría pensar en aquellos como los mejores momentos de su infancia, porque no sólo recibía regalos de sus padres, sino porque su hermano, dieciséis años mayor le traía algunos como muestra de cariño luego del trabajo...
Ymir abrió los ojos de repente en medio de los recuerdos.
Había olvidado la fecha de reyes y a quien debía regalar por la fecha de reyes.
Desistió de caminar hasta la parada de bus de esa esquina aún con nieve y dio la vuelta como autómata. Miró para todos lados en busca de una maldita tienda, la que sea, caminaba presurosa mientras revisaba su bolsillo.
—Shit
El timbre de la casa de familia sonó.
—¿Quién rayos puede ser a esta hora?— murmuró una mujer rubia, de ojos verde claro, iba a levantarse del sofá donde veían la televisión hasta que su esposo habló.
—No, no vayas tú. Quién sabe quien puede ser, tal vez es sólo el vecino pero nunca se sabe, iré yo
El hombre, alto y delgado, se levantó del lado de su mujer y fue a atender la puerta.
El timbre volvió a sonar —¡Ya voy, espere!— contestó. Era un área residencial, no un mal barrio precisamente y la seguridad era buena pero prefería andarse con cuidado. El timbre sonó rápidamente tres o cuatro veces más.
Lejos de molestarse, el hombre sonrió de medio lado.
—¿¡Pero quien hace eso tan tarde, por Dios!?— escuchó decir a su mujer desde la sala, en unos instantes ella vendría tras él. El hombre rió.
Sin preguntar antes, abrió la puerta de golpe, lo que provocó que una pequeña cantidad de nieve cayera. Era uno sus pocos actos imprudentes que nadie a excepción de los más cercanos a él sabía, a excepción de sus padres, pero nunca los cometía en vano, siempre había una muy buena razón detrás: sabía que no era ningún asaltante.
—Hola Ymir— sonrió.
La mujer gruñó de buen humor, quitándose con la mano libre la nieve que le cayó en la cabeza.
—Buenas noches Eskol. Diría que siento llegar tan tarde y sin avisar pero sabes que no soy así— dijo con una sonrisa de medio lado, burlona, pero simpática a diferencia de las que hacía todo el tiempo. Sostenía un paquete no muy grande con una mano, en una bolsa plástica.
—Me gustan las sorpresas por suerte, enana, debes agradecerlo
—Tu hijo lo agradecerá más
Su cuñada finalmente llegó, caminando rápido —Eskol, oye, deberías decir cuando...— regañó hasta que vio a Ymir— ¡Hola Ymir! ¿Cómo has estad...?
Ymir colocó un dedo índice sobre su labio, haciendo un gesto con la cabeza para indicar que no la escuchara el otro habitante de la casa en la sala. Eskol se hizo a un lado y su hermana entró.
—No quiero que Alvar escuche que vine, por lo menos no quiero que vea esto, se supone que se lo deben entregar mañana— dijo entregándole el paquete a su alegre cuñada, varios centímetros más baja que ella —no es realmente mucho, pero creo que le gustará.
—Oh Ymir, no te preocupes por eso, sabes que le encantará
—Es un gran detalle de tu parte, Ymir— mencionó su hermano, la chica se encogió de hombros. Cuando Ivette se llevó el regalo a donde su hijo no podría verlo, Eskol Fritz dio un comentario— se nota que te acordaste recién en medio de la calle, sino hubieses venido mañana.
—¡Ja! Siempre me descubres— ya ni le daban vergüenza esos pequeños detalles. Cerró la puerta con la llave que aún estaba ahí.
—A veces quisiera que te vieran tus amigos, no Annie, ni Connie ni... ¿Cómo se llamaba el larguirucho ese? ¿Berto, Robert, Alberto...?
—Bertholdt, mira, el burro hablando de larguiruchos, digo orejas— miró a su hermano de pies a cabeza sin disimular a propósito —bueno ¿qué con eso?
—Se volvió más alto que yo, así que sí le puedo decir así— se defendió fingiendo enfado. Se encogió de hombros como lo hizo su hermana menor momentos atrás —quien te viera a ti de tía comprometida, la Ymir Fritz que odia mocosos, viniendo tan tarde en la noche sólo para traer un regalo para su sobri...— Ymir le dio un leve empujón.
—Cierra la boca
Ymir caminó hacia el interior de la confortable casa de su hermano, dándole la espalda. Eskol Fritz, atractivo, pecoso y de apariencia mucho más joven para su edad, sonrió y caminó tras ella.
Alvar Fritz estaba sentado en el sofá, acurrucado y bostezando, con su pijama de color azul. No era de la clase de niños que se dormían solos a las nueve de la noche, pero ahora su batería estaba agotándose.
—Con videojuegos no te verían así...
El niño parpadeó y movió la cabeza hacia dónde le hablaban.
—¡Tía Ymir!— mostró una gran sonrisa en la que se veían dos huecos al costado de los dientes de leche que se habían caído.
—¿Qué tal enano?— saludó chocando el puño con él como sabía que lo hacía en la escuela, ella misma lo había hecho cuando se reunía con sus amigos hombres porque la veían como un cuate más. Alvar era dado a ser más cariñoso, como sus padres, pero sabía que Ymir no era así, por eso no siempre la abrazaba, por muy cool que la considerara.
—¡Genial Ymir!— contestó cuando su tía se sentó a su lado —¡Lo mejor es que vengas tarde, así no me acuesto temprano!
—Oh no, señor Alvar— dijo su padre entrando en escena, con los brazos cruzados y recostado en la pared, de buen humor —Ymir seguro estará ocupada mañana, así que no se quedará tanto tiempo
El niño frunció los labios de la misma forma en que su tía lo hacía, esta en cambio mostró su sonrisa de hiena.
—¡Hey, no te rías!— protestó. Ymir cambió su sonrisa a una más suave. Cuando Eskol fue a la cocina, le mostró su sonrisa de hiena nuevamente, pero esta vez demostrando complicidad.
Le pasó el celular como si fuera que le pasaba drogas. El niño le devolvió la sonrisa, se veía muy simpático con esos ojos verdes brillantes y sin los dos dientes tratando de imitar la sonrisa de su tía.
No era nada malo en realidad, pero sabía que a su sobrino le encantaba simular el ambiente de misterio. Los dos eran amantes de los videojuegos, le presentaría AoT a su debido tiempo.
—¿Porqué no ahora?— preguntó jugando Angry Birds. Era un juego clásico, muy viejo según Ymir, pues no faltaba mucho para que cumpliera los diez años(cosa que la hacía sentir vieja), pero a Alvar le encantó desde que lo vio, como Subway Surfer.
—Es muy sangriento, no sé, si al menos fueras cuatro años mayor...
—Tú tenías mi edad cuando jugabas Splinter Cell y Assasins Creed, lo escuché
—Tal vez no lo parece para ti pero es distinto— dijo poniendo los brazos detrás de la cabeza sentada en el sofá— una cosa son los videojuegos 3D y otra los de 8bits en los Nokia. Y en mi opinión, eran más divertidos
Su sobrino no duró más allá de veinte minutos luego de mostrarle el juego porque empezó de nuevo a bostezar. Su natural independencia le hizo levantarse antes de dormirse en la sala y lo llevasen a su cuarto; se despidió abrazando a Ymir y a sus padres y fue a la cama.
—Veo que la independencia te sentó bien— comentó Eskol luego de pasarle una Pepsi, su favorita. Estaban los dos en la cocina mientras Ivette había ido por una ducha rápida antes de dormir.
—Je, muy bien, créeme
Aunque Eskol veía rara a su hermana, estaría sin dejar de bromear y socializando más de lo que acostumbraba con la independencia que siempre quiso, hasta podía apostar a alguna salida con todo su grupo de amigos donde correría mucho alcohol y música, dentro los límites normales, claro.
Pero estaba decaída, confundida, tensa, como si tuviera un peso en la espalda. Si mal no recordaba, la había visto así antes ¿hace cuánto? ¿cinco o seis años durante los primeros meses de ese año?
Ymir miró un momento hacia abajo, hacia la lata y suspiro. Eskol vio una sombra en sus ojos café, que duró un segundo y luego lo miró. Desde que trabajaba le habían aparecido ojeras.
Ymir se abstuvo de contarle lo de Porco en el bus y él lo de preguntarle el porqué de su estado. Comentándole cómo lo llevaba con Connie y Annie en el departamento, sus gastos, sus vecinos y su tiempo supo que su malestar nada tenía que ver con todo eso.
Se esperaba a su hermana más alegre, cansada, porque sabía de primera mano lo que es irse a vivir por su cuenta, pero liberada, satisfecha. No era lo que veía, al menos no totalmente.
Era algo personal que sólo él y sus amigos más cercanos podían ver.
¿Un muchacho quizá? Ymir hace mucho no tenía novio. Bueno, un novio más o menos formal mejor dicho. No tuvo más que aventuras luego de ingresar a la universidad y para su sorpresa sabía lidiar muy bien con aquello, pero el nunca haber tenido una relación como tal con un hombre, seguramente le pesaba. Hasta cierta edad se podía manejar ese tipo de soledad e Ymir estaba llegando a un punto en que necesitaba deshacerse de ella.
Conversaron un poco más e Ymir vio la hora, finalmente se despidió de su hermano y cuñada y salió a la fría noche.
—Está decaída— le comentó a Ivette —no es por el estrés— añadió al ver que su esposa diría algo así. Se llevó la cerveza a los labios.
De vez en cuando solía pensar en una chica rubia de su clase, que lo miraba demasiado, no como las alumnas que habían gustado de él, sino que en su lugar, lo miraba como con una duda interminable, como el estudiante que se debatía para preguntar algo a su profesor en el examen o como una persona a la que ve en la calle y está segura de conocer. Raro, pero creía saber porqué.
—Tú crees que era la amiga de Ymir— dijo Ivette cuando Eskol se lo comentó. Estaban sentados en el sofá y en unos instantes se irían a acostar.
—Lo más probable, Ymir solía hablar de ella, sólo recuerdo que se llamaba Krista y una vez me mostró fotos en las que la etiquetaron a ambas, así que es seguro que también le habló de mí. Conozco bien a mi hermana menor, se veía que eran muy unidas. Y por eso creo que algo pasó para que se hayan distanciado así de la nada— se encogió de hombros.
—Si es realmente esa chica ¿entonces qué harás?
—No me hace falta preguntar para saber que Ymir estuvo muy afectada por eso, sólo que nunca me habló de aquello. Así que por el momento no haré nada, si por fin la chica decide preguntarme, ya veremos, no quiero ejercer presión. Tampoco sabría decir que sería beneficioso que intentaran juntarse, aunque se ve que es buena persona
—Así que esperemos— dijo Ivette. Su marido asintió.
No veía a Reiner desde hace años, al menos en persona no, sólo lo que se enteraba de vez en cuando en redes sociales. En cierta forma habían terminado bien, por eso seguían como amigos en Facebook, pero no se hablaban, hace años no se hablaban. Al principio lo hacían, con el paso de los meses, cuando cada uno iba interesándose por su propia vida, dejaron poco a poco de hacerlo.
Hasta que cada vez que Krista o Reiner veían una foto del otro cuando la publicaban, reaccionaban con la simpática indiferencia que cada uno tiene con el resto de amigos desconocidos de Facebook, esos que sólo están para aumentar el número de la lista.
En la calle, mientras de dirigía al departamento, Krista había tenido la sensación de que por tratarse de su ex novio debería pensar él desde que se encontraron. Bueno, pensaba en él, pero justamente lo hacía porque irónicamente no le producía ningún sentimiento más que el aprecio, el aprecio a una imagen antigua en su mente pero no a la persona en ella en sí.
Reiner y ella sólo se saludaron, sin incomodidad, casi con vieja camaradería y hasta ahí. No hubo preguntas sobre qué hacían, por que ya tenían una vaga idea de aquello, ni algún comentario. Aunque había notado que Reiner, si bien estaba más atractivo con esos rasgos más marcados, el cabello rubio un poco más largo y su barba muy corta, estaba bastante más delgado que en tiempos pasados, siendo que debería ser al revés; el desarrollo muscular era mayor en los adultos.
Reiner era el más atractivo de su clase, amable, fornido, alto. Una imagen fuerte por la cual cualquier chica moriría. Y hasta algunos veían lógico que dos personas tan atractivas como ellos andaran juntos, otros pensaban que algo como eso era incompatible por lo mismo. Tal vez lo fuese.
¿Se debería pensar tanto en un ex como escuchaba por ahí? Sólo si lo hubiese amado, le recordó su mente. Pese a que tuvo un par de novios más luego de Reiner, su relación con él fue la más significativa, lo que ya es decir. Nunca se enamoró hasta los huesos de nadie, así que podía sentir genuina compasión por alguien que sufría por aquello, pero nunca comprender algo que no había vivido.
Entendía que debía ser algo muy profundo para poner hasta ese punto a una persona. Eren había tenido varias novias y era ya casi un psicólogo, aunque algo le decía que conocía más del tema por observación que por haber pasado por lo mismo. Aún así él comprendía más que ella. Oh, por mucho más. Él era su confidente y consejero, su mejor amigo junto con Sasha, pero que nunca pudieron reemplazar a Ymir.
Krista se detuvo un segundo, acomodó su bufanda, antes de volver a caminar. Recordó que Ymir había sufrido por algo como eso con el tal Marcel, se notaba que le dolía hablar de él, como un dolor antiguo, como alguien que recuerda las veces que se cayó de una bicicleta. No era algo fresco. Había sabido por ahí, no recordaba de quien lo escuchó, de Annie o Connie, que para su sorpresa Ymir había tenido un ligero crush con un compañero del curso.
Lo que no supo fue que lo de Bertholdt era ya cosa vieja para el momento ni que se trató de él, ella pensó en que se trataba de algo más actual. Lo que si recordaba fue que su tipo eran los hombres fuertes como Reiner, aunque no él, y eso era evidente para sus ojos. O lo fue después.
De Connie si recordaba con exactitud un detalle: a Ymir al parecer las desilusiones amorosas no le caían bien. Normalmente nada le afectaba demasiado, de hecho era un tanto fría, incluso con sus amigos y con ella por supuesto(y también con Marcel, le contaron), sospechaba que lo era menos antes de lo de su ex, porque la dejó con los nervios de punta y encerrándose todo el tiempo en su habitación. Hubiese estado allí el resto de ese verano de no ser por su amigo.
Sintió pena por Ymir. Una pena casi honda para alguien que se volvió una extraña para Krista, pero no podía dejar esa empatía.
—Ah, Ymir— murmuró.
Miró los adornos navideños, que serían sacados mañana y la nieve escasa en el suelo. La rutina habitual empezaba a volver poco a poco. Krista siempre quería que regresara, porque esas fechas sólo le traían gran tristeza, que se volvió peor cuando la chica pecosa desapareció de su vida y Reiner volvió más notable su ausencia cuando terminaron.
Esa vez pensó en que no quería esa rutina.
Aceleró el paso, aunque le costaba caminar aprisa cuando hacía frío. Jadeó una sola vez llegando al último escalón de ese piso, aún el frío callejero no la abandonaba, se acomodó la bufanda azul otra vez, y pasó el bolso al otro brazo.
Otra vez tenía suerte, pero no era Ymir. Estaba bien, de todas formas.
Annie, cansada, apartándose el pelo rubio, trataba de abrir la puerta de su departamento. Tenía la bolsa del autoservicio de a una cuadra. Parecía ligeramente molesta, como cuando se toman toda el agua de las botellas de la heladera en el verano y no se preocupan en llenarlas de nuevo.
Tomó valor, porque con Annie, por muy ligero que fuese su enojo, era necesario. Caminó hacia ella.
—¡Annie!
La nombrada se volteó, confundida y ofuscada al principio, para luego abrir un poco sus ojos azules al verla.
—Annie, necesito de tu ayuda— fue todo lo que le dijo.
La rubia seria soltó aire, casi cansada, nada sorprendida. Lo esperaba, aunque tardó más de lo que pensó.
Hola hola
Me costó un poco escribir este cap, aunque siento que tardado menos en actualizar que la última vez
Empezaré a publicar el fic en Wattpad, el cap 1 ya está allí. He pensado en publicarlo junto con uno que otro fanart de mi parte, y es por lo único que me ha gustado la plataforma. Soy de la vieja escuela, siempre andando por Fanfiction. Por ciertos motivos sigo sin ser muy fan de Wattpad.
Me encantó escribir a Ymir de tía consentidora xD
Luna del Desierto: Gracias por el review y las observaciones! Realmente los valoro mucho, ya que sigo acá como ficker novata aún o así me siento y esto me realmente me ayuda!
Y se revelarán más cosas mija, Ymir no sabe lidiar con los sentimientos y emociones y posteriormente sabremos más de porqué es así. Lo que debemos considerar(y que seguro ya se nota) es que es emocionalmente inestable.
Lo que no imaginé es que los personajes realmente sean así tan definidos como dijiste :o wow, no sé ni siquiera como expresar mi satisfacción y agradecimiento a tu comentario, me hiciste sentir autorrealizada(?
Por cierto, no, sólo se parece parcialmente a Werther. Ymir es muy hdp como para compararlo en su totalidad con Werther xD Ya en serio, Ymir tuvo que lidiar y seguirá lidiando con lo que Werther no fue capaz, ella si podrá hacerlo, pese a sus problemas emocionales, ella no repetiría jamás su finalizar
Una vez más gracias! Un abrazo
Nos vemos!
Pd: me obsesioné poquito(? con Banana Fish
Pd2: creí que después de SNK no volvería a sufrir con otro anime. Resultado: fui una pendeja
