Disclaimer: Esto le pertenece a la genial Llama Asesina, porque si me perteneciera a mí les aseguro que ustedes no llorarían(tanto)
Capítulo XI
Tácito
5 de enero, 2018
Ymir cerró la puerta con toda la delicadeza que su tumultoso estado interno le permitía, porque tenía ganas de azotarla cual adolescente. Una vez hecho, soltó aire. Sacó el celular del bolsillo por inercia, más que para saber que le decían y se encontró con que sólo era un meme demasiado sarcástico hasta para ella.
En fin, energía desperdiciada con un chiste de mal gusto.
Se acercó a la cama con lentitud y se dejó caer, sintiendo todo el peso de sus ventidós años y sesenta y seis kilos perfectos para su constitución alta. Se preguntó hace cuánto no sentía tanta pesadez. Quizá cuando aún vivía con sus padres; en la última discusión con su madre el año pasado o hace cinco años en las fiestas decembrinas.
Rodó para quedar boca arriba y se tapó la cara con la almohada para ahogar todos los gruñidos que quería. Cuando terminó, tomó el teléfono y colocó la primera canción que encontró sin importarle el volumen. Resultó ser un potente rock de Set it Off.
Dos canciones más y decidió escucharlo a través de los audífonos
No supo cómo, pero sin sacarse de encima el almohadón se empezó a quedar dormida. Empezaban los primeros sueños; borrosos y extraños, de la primera fase REM hasta que un terrible dolor en el vientre la hizo despertarse ahogando un grito.
—¡Maldita seas, argentina de mierda!— bramó, sobándose a causa del golpe —¡Casi me causas un ataque cardíaco!
Annie la miró con toda la naturalidad del mundo, como no si tuviera que lidiar con un par de tipas confusas y nerviosas ni que la hubiera golpeado momentos atrás.
«Loca escalofriante», pensó Ymir.
La rubia tomó el celular y lo observó con la misma tranquilidad que a Ymir le resultaba malditamente extraña.
—Cómo se ve que te gusta deprimirte— murmuró mostrando la pantalla en donde aparecía una albúm —Kenshi Yonezu ¿eh?
De malhumor se inclinó hacia su amiga rubia y le arrebató el aparato.
—Tus gustos musicales nunca cambian
—Me gustó Kenshi desde la primera vez que lo escuché ¿bien? El tipo es un puto genio
—Si, y sé que lo escuchas siempre. Pero ahora, que lo escuches en este momento... es algo que no era tan común desde hace años
Ymir soltó un gruñido perfectamente audible. Le mostró de vuelta la pantalla del aparato.
—Esta es Peace Sing, no es nada triste
Annie miró el celular y luego a su amiga castaña —¿Crees que sé leer japonés? Sé que es de él nada más porque reconozco el álbum de tanto verlo en tus historias y estados
—Vete a la mierda, narizona
Si, Kenshi Yonezu escribía muy buenas letras, pero Annie solía pensar que eran deprimentes cuando no era así: Para Ymir, deprimente era escuchar vallenato a las 3:00 am un sábado luego de beber en exceso.
Annie se recostó a su lado, pasaron unos segundos en silencio hasta que sin dejar de mirar el techo, comenzó a hablar:
—Siempre lo escuchas en momentos así
Ymir se encogió de hombros silenciosamente, con un gesto hosco —Es más bonito, soportable y menos dramático para mí que oír las músicas occidentales. Kenshi siempre... bueno, siempre he pensado que él escribe con exactitud acerca de todo lo que nos pasa...
Annie la miró —Lo que te pasa
—Sí, bueno— dijo rápidamente, ofuscada —escucha un par de canciones, buscas la traducción y ahí lo notarás
Finalmente, Ymir se dejó caer de nuevo en la cama, al lado de su amiga, de la misma forma en que lo hizo al principio, recibiendo un quejido de Annie. Y allí quedaron las dos viendo el techo, el sensual techo, en una posición digna de un meme existencialista
—¿Se fue?— preguntó.
—Se fue...
Había pasado mucho tiempo de aquella tarde del 18 de mayo de 2012, en que escuchaba Vivi, pensó la pecosa. Calculando, se dio cuenta que ese año serían seis años pero aún faltaba bastante, 2018 recién empezaba.
Pensando en fechas, recordó que en cinco días sería el cumpleaños de la enana rubia esa. Ymir siempre lo recordaba, cada año, por mucho que no quisiera. Y se hacía preguntas ¿Cómo estaría? ¿Siempre sola, recordando tiempos pasados o existía un presente aún más bonito? ¿O estaría acompañada? No necesariamente de un novio ¿La recordaría? ¿Pensaría en ella? Y sobretodo ¿hubiesen podido estar celebrando juntas?
Eso último Ymir por lo general trataba de evitarlo como la maldita peste. Mentiría si decía que no había pensado en Krista todos esos años. Solo que, cada año fue diferente, cada año se hacía más lejano pero no borroso, cada vez más inconsciente. Cada año se fundía más con su mente y podía sorprenderse a sí misma pensando en la chica que le rompió el corazón. Sin embargo uno piensa... así como piensa en los recuerdos de la infancia, algo fugaz en la mente, que pasa y no se mira atrás, porque se asume que pasó, no volverá y la vida sigue, para mejor a veces. Como la gente cree recordar su infancia y no lo hace.
Ymir era al revés, pero no se daba cuenta. Para Ymir era como una cicatriz que se veía; que con el tiempo se terminaba acostumbrando a ella sin pensar qué la provocó. Punto.
Tanto que no pensó jamás que se la volvería a encontrar.
—Debí irme del país...— murmuró, terca.
No era solo eso. Ymir no sabía qué hacer con esos sentimientos hace cinco años, menos sabía ahora.
9 de enero, 2018
—Jo-der— soltó Ymir en la oficina mientras escribía un artículo del mismo tema de hace cuatro días: aquel accidente de tránsito. O eso debería hacer.
Su prima le había mandado una imagen de uno de los termómetros de la frondosa ciudad; indicaba 39 grados. Miró unos segundos a través de la ventana. Esa mañana hubo una ligera nevada y hacía alrededor de -4 grados. Sacó una foto y se la mandó.
La nevada acabó con sus ideas sobre un invierno más corto, aunque Bertholtd no estaba seguro. Se encontró durmiendo de forma normal esa mañana.
Abrió la tapa de la caja de donas que compró Bertholdt para algunos compañeros y sacó la dona cubierta de chocolate y rellena con mermelada, su favorita. Todavía estaba caliente. Revisaba con ojo crítico lo que acababa de escribir.
El accidente fue aparatoso y por la forma en que estaban retorcidos los metales estaba más que claro la forma en que murió la víctima, pero por procesos obvios, fue a parar a la morgue. De cualquier manera, a la mujer le extrañó la cantidad de policías en el área. Después de unos meses, ya empezaba a identificar lo ocurrido con sólo ver cuántos eran ¿Había pasado algo más? Hasta cierto punto podía publicar las evidencias y el resto se lo quedaban ellos.
Masticó la dona y le restó importancia. Era un periódico sensacionalista en el que trabajaba, tenía que rememorar hechos a los lectores aún si ya supieran de que hablaban.
—¿Terminaste?— preguntó Annie asomándose. Ymir negó con la cabeza.
—No, pero solo faltan unas líneas— tapó un bostezo con una mano, el frío le daba sueño —¿tú que tal?
—Casi
—Mira— Ymir le mostró el celular —En mis queridas raíces familiares y su querido verano... — Annie observó la imagen y arqueó una ceja con los ojos azules un poco más abiertos que de costumbre. Al igual que Ymir dirigió su mirada a la ventana desde la que se veía los árboles con nieve en la entrada y el cielo gris y luego volvió al smartphone.
—Cuando recuerdo que estuviste allí en estas épocas casi siento pena por ti. Que bonita Navidad debieron haber pasado allá...
Ymir soltó una de sus típicas risitas levantando las manos —Nah, en Navidad no hace ese calor, suele ser más agradable ¿Y sabes qué? No es malo para nada, aquí nos congelamos el culo y preferimos irnos a dormir. Allá estás de fiesta toda la madrugada... Ventajas de los países tropicales. Ah, y en el norte hace aún más calor
Annie tomó una de las donas e Ymir la miró atentamente dejando de sonreír. Debió haber escondido las que dejaron para ella —¿Qué? No me las robaré todas— masticó y luego habló —pero si que debe hacer un invierno agradable
—Algo así— Annie arqueó la ceja otra vez, pero sólo ligeramente —hay años sin invierno. Y aún si no, hay días de casi treinta grados de vez en cuando. Pero si es agradable— recordaba cuando salía con una simple camisa a la calle y veía hasta al más desabrigado con mínimo una campera con 19 grados —Ilse me dijo que quiere venir acá, no sé cómo le hará. Con 20 grados ya tiembla
Su ciudad no era precisamente la más templada del país, pero 20 grados le parecía una exageración. Annie lo ignoró.
No hablaron de Krista en todos esos días, Ymir hizo como si no hubiese ocurrido nada(como siempre) y Annie decidió no insistir a pesar de que sentía que debía hablar con ella. Ni siquiera Connie, que sí tenía la intención de hacerlo pero cambió de opinión al ver a Annie la mañana siguiente. Quedó como un tácito acuerdo silencioso.
Annie no tenía ni idea de cómo actuar. Krista había estado rondando un par de veces en su piso en busca de Ymir, lo había escuchado por casualidad de su chismoso vecino del departamento de al lado cuando salía en la mañana. Le sorprendería hasta qué punto la gente rumoreaba si no estuviese trabajando en cierto diario.
Por lo pronto, otra persona insistiría más pero Krista sabía moderarse, o al menos Annie lo interpretaba de esa manera; al parecer ella estaba consciente de que no podía presionar a Ymir, aunque podría ser una inseguridad que no le permitía acercarse también. Era entendible, por muy extrovertida que Krista pareciera la realidad era que era tímida y le costaba socializar, siempre había sido de pocos amigos por eso mismo. Quizá por eso tampoco sabía como acercarse correctamente a Ymir después de tantos años y más aún sin tener mucha idea de qué hacer ni cómo reaccionar ante las evasivas de ésta.
Solo esperaba que la rubia no perdiera la paciencia de santo que la caracterizaba, recordaba bien que cuando la perdía se volvía un tanto efusiva. E Ymir podría reaccionar mal.
Tomó una última dona después de terminarse la primera ante la mirada indignada de Ymir, y se retiró a su lugar a terminar con el informe. Bertholdt, un tanto cohibido, se acercó a ella para ofrecerle un humeante café.
El joven carraspeó —Quedó uno, pensé que te gustaría— dijo extendiéndole el vaso
Annie no notó la mirada condescendiente de Ymir hacia ambos, así como no notaba cuando toda la oficina también los miraba así. Tomó el vaso pese a que ya había tomado café antes.
—Gracias Bertholdt
Ymir se volteó a seguir con lo suyo rodando los ojos. Hacía años y años los dos se conocían, y Bertholdt no se animaba a intentar nada por su cuenta ni Ymir sabía si aunque lo hiciera valdría la pena; Annie daba tantas señales amorosas como un gato muerto, pensó. Decidió ignorarlo.
Pasaron un par de horas luego de que Ymir finalmente terminara; estiró los brazos hacia arriba, pensando en la posibilidad de salir temprano que mencionó Levi. Hasta que éste lo llamó.
—Oye pecosa— dijo con su tono habitual —tengo un encargo para ti
Sintiendo derrumbarse sus planes para la tarde y noche, Ymir miró al hombre bajito con desconsuelo apático.
—Lo siento por ti, no es mi culpa que no te recuperes de la resaca de ayer
—Yo no fui a ningún lado ayer— era una verdad a medias, porque Connie y ella aprovecharon que Annie no estaba para comprarse un par de sixpacks y tomarlos toda la tarde. No la había embriagado lógicamente, pero beber tan de repente después de un buen tiempo pasaba factura. Especialmente si lo hacía por motivos personales.
«Estoy perdiendo condición» pensó.
—Jamás mencioné que fueras a algún lado— antes de que Ymir intentara excusarse inútilmente al ser parcialmente descubierta, Levi Ackermann le tendió unas hojas —Quiero que tú entrevistes a Hanji Zoe
«Entrevistar a Hanji, qué novedad» le hechó un vistazo.
—El accidente de la vez pasada otra vez ¿no que estaba zanjado ya?— inquirió hojeando.
Levi metió las manos a los bolsillos de su pantalón, Ymir se preguntaba si no hubo alguna ocasión en que debió ir a la tienda infantil en busca de ropa de su talle— No es por eso, es por los delincuentes ésos de ayer— Ymir asintió.
—Ah, por cierto, debes entrevistar a Andrew Brzenski. Mañana
«Maldita sea»
De un malhumor que desde hace unos días se estaba volviendo más común, salió al frío del medio día y para su sorpresa, el cielo parecía querer despejarse. La sensación de pesadez la notaba cada que estaba sola; y pensaba, porque siempre pensaba, desde que los encuentros se iban haciendo más seguidos. No les contó a sus amigos que ayer la encontró en el ascensor.
Se puso rígida como una tabla cuando sucedió, y su sonrisa sólo la hizo sentir peor, porque no se acostumbraba a que lo hiciera como lo hacía hace años. Así, que tan fría como uno de los muñecos de nieve que hacían los niños del edificio en el patio, así se fue sin decir más que un par de palabras, con un peso desconocido en la espalda.
Subió al bus rumbo a la Universidad de Reconocimiento.
...
Krista había tenido algo de tiempo libre ese día. Las vacaciones de invierno empezarían en dos días y sentía el ambiente universitario algo flojo. Terminó sus deberes de la mañana y se encontraron con la sorpresa de que tendrían una tarde libre, la sorpresa aumentó cuando notaron que su clase no era la única.
—¡Oye diosa!— oyó.
Luego sintió el frío de la bola de nieve en la cara y las risas suaves de los chicos de alrededor.
—¡Sasha!— chilló mientras se quitaba el hielo de la cara. Estaban dentro, pero Sasha recién llegaba del patio, traía otra bola de nieve en la mano y sólo se reía. De no ser porque buena parte del alumnado había hecho lo mismo en el último mes, le daría pena ajena.
Sasha localizó a Eren, en una mesa conversando con Mikasa y Armin, hasta que sintió el impacto.
—¡SASHA!
En otros tiempos, Mikasa hubiese mirado a Sasha de manera recriminatoria, pero ahora había subido su bufanda para ocultar su risa. Nadie diría que la chica mitad japonesa hubiese sobreprotegido al joven hasta el hartazgo durante la escuela.
Pues ahora era cómplice de bullying.
Recobró la compostura y bajó la bufanda otra vez.
—Joder, te me adelantaste
Eren la miró entrecerrando los ojos —A veces extraño como eras en el bachiller, traidora— espetó sobándose la cabeza en el punto de impacto.
Cuando se sentaron junto a los tres, descubrieron el inmenso papeleo propiedad de Eren. Y cuando lo vieron, Sasha casi sintió el peso del Karma.
—Por favor, esta encuesta es realmente necesaria para mí— insistió con los ojos de loco de la secundaria.
Ahora entendía porqué sus dos amigos no lo ayudaban: Mikasa estaba ordenando las cosas en su bolso para ir al trabajo y Armin, que nunca le decía que no a ningún material de investigación, estaba ocupado en su propia encuesta. Con la diferencia de que ya casi estaba terminada.
—Ejem— balbuceó Sasha, incómoda por la cantidad de deberes —se ve como demasiado, digo, una de esas encuestas en Facebook son más prácticas...
—¡No puedo hacer una investigación de mi carrera vía una maldita red social!— dijo revolviéndose el pelo, exasperado —Al menos esta no... Por eso les pido que me ayuden con ella, sólo tienen que ir repartiendo estas cosas por aquí para que las contesten— terminó tomando unas hojas presilladas para mostrárselas.
Antes de que Sasha pudiera abrir la boca, Armin habló: —Yo estoy ordenando mi propia encuesta, por eso no lo estoy ayudando— giró la cabeza hacia Eren —si termino rápido lo haré
El joven castaño movió una mano restándole importancia.
Las miró.
—Chicas...
...
—¡Por fin! ¡Acabé con esto!— Eren se veía como si se hubiera quitado un gran roca de encima del tamaño de Reiner en su época de deportista. Estaba tan relajado, resplandeciente y de tan buen humor que tenía ganas de tirar por los aires la cantidad de papeles que llevaba en las manos para festejar —Lástima que la traidora de Sasha se escapó...
En eso Krista, que caminaba a su lado con los mismos tipos de papeles que llevaba Eren, le daba la razón; hubiesen terminado mucho antes.
—Se lo pierde, yo que planeaba inaugurar las vacaciones con el señor Roskoff... y con una buena pizza, ya sabes
No sabía si era una creencia general o solamente de su universidad, pero los de Psicología aparte de que tenían algunos tornillos sueltos o perdidos, compartían la misma fama de ebrios y jodidos que los de Derecho. Krista miró a Eren desde abajo hablar sobre el bar donde iban con los chicos; al parecer ya tenía una buena muestra de ese estereotipo.
La venganza de Eren consistiría en enviar al grupo en full HD las imágenes de la cena que se daría con ella y Mikasa y Armin como celebración, en la que Sasha no participaría por haberse fugado fingiendo que el mensaje de WhatsApp decía que requerían su presencia en tal lado.
Krista se preguntó si llegaría un momento en que debería hacer encuestas similares, aún faltaba tiempo para la época de tesis. Por alguna razón no compartía el buen humor de su amigo.
Bueno, sabía cuál era la razón y se preguntaba porqué le estaba dando tanta importancia. Y si bien se preguntaba por milésima vez en qué estaba pensando Ymir, últimamente sus pensamientos rondaban en cómo se debería estar sintiendo ella también.
—Krista— Eren interrumpió sus pensamientos —dijiste que estabas buscando trabajo
—Ah, sí. Ahora con las vacaciones será más sencillo, ya veré
—Si sé de algún sitio te avisaré, Mikasa habló de un lugar o algo así...
La universidad ya casi estaba vacía de alumnos, ellos eran de los pocos que caminaban allí y acá repartiendo papeles de encuesta. Los había tipeado, pero prefería llevárselos a su hermano para que le echara un vistazo antes de dárselos a su propio profesor. Zeke se destacaba en las tesis de investigación.
Por el pasillo, se dirigían a la sala de profesores donde se encontraba el mayor de los hijos Jaeger. Y al abrir la puerta, Krista no pudo disimular su sorpresa.
Ymir estaba hablando de quien sabe qué con Hanji Zoe, la profesora de medicina y encargada del área de la morgue. Por la seriedad sin rastros de frialdad en la cara de la chica pecosa, era importante. Aunque Hanji no ofreciera la misma vista.
—... Es todo lo que puedo decirte, al menos por el momento ¡Ah! Y dile a Levi que sólo dejaré de molestarlo cuando...
—Disculpen... —murmuró la chica rubia al entrar, atónita.
—¿¡Ymir Fritz!?— casi gritó Eren de la impresión, sin tomar en cuenta el ambiente.
—¡Eren!— regañó Krista en un susurro.
Las mujeres de pelo castaño voltearon al notar la interrupción. El asombro se dibujo en el rostro de Ymir un instante. Luego volvió al rostro pétreo de siempre cada vez que la rubia aparecía. Sabía muy bien que estudiaba allí pero no pensó encontrársela.
—¡Oh Eren, Krista! ¡Hola! Pasen, ya vamos terminando— dijo Hanji sin tomarle mucha importancia a su actuar.
Un par de hombres conocidos por ella, que acababa de notar, soltaron unas risitas divertidas. El muchacho se sonrojó —Lo siento... ¡Bueno, ya!— se dirigió al hombre rubio de barba cuando dejó las hojas sobre la mesa, justo donde estaba él. Luego hizo lo mismo con las de Krista —Es todo
Luego volvió a pararse junto a su amiga, que estaba tan firme como un soldado al igual que él. Zeke se acomodó los lentes y tomó las hojas. Ymir apenas miró a Krista, como siempre, pero sí a Eren. La chica arqueó una ceja y mostró su sonrisa de medio lado.
—Vaya, juro que olvidé que tú estabas por aquí, Eren— dijo Ymir. Hanji miró a uno y luego a otro —Íbamos a la misma escuela— explicó.
—Te desapareciste del mundo, Ymir— murmuró Eren. Él era uno de los tantos que estaban extrañados de saber que Krista no sabía nada de ella, y así mismo tampoco adivinaba el porqué pensaba de esa forma de ambas.
Otro acuerdo tácito, pero invisible.
—Sigo aquí wey, por si no lo notas... —miro con extraña intensidad a la rubia— Hola Krista— para luego ya no hacerlo.
Un hombre castaño, que estaba concentrado ordenando su maleta, levantó la cabeza, y habló por primera vez —¿Tus excompañeros? De ellos sólo suelo veo a Elbert cerca tuyo...
—Bertholdt
—Ése
Eren miró al doctor y luego a Ymir, con cara de ligero asombro cómico; las cosas obvias nunca serían su fuerte. Krista por el contrario, ni siquiera necesitó mirar demasiado para confirmar sus sospechas, pero aún así sintió cierta emoción. Los dos hermanos eran muy parecidos, hasta en las pecas.
Aunque... no pudo evitar observar a Zeke y a Eren, que al parecer ya necesitaba cortarse el pelo, que le estorbaba un poco al ver. Lo único que tenían en común era el mismo padre y la altura.
Hanji prosiguió —Bueno, como te dije. Sólo es eso, recuerdale a Levi que la reunión de egresados es el próximo viernes
—Pero si usted seguro ya debe molestarlo por WhatsApp...— comentó la joven, aburrida.
—Sí, pero siempre hay otros métodos
Eskol rió —Nunca cambias, Hanji. Por cierto, qué pequeño es el mundo— analizó a los jóvenes
—Pues lo es aún más, una buena parte de los compañeros de escuela de Eren están acá ¿no?— mencionó Zeke, levantando la vista de lo papeles en los que estaba concentrado. Eren asintió.
—Otros están en Eldia... Sí— Eren seguía mirando a Ymir como a una de esas rarezas de National Geographic.
—Yo estudié en Eldia— dijo Ymir de repente, pero con la suficiente educación que su trabajo la había forzado a adoptar, harta de la presencia de Krista y que Eren la mirara así.
—Pensé que intentarías de nuevo aquí, con Krista y el resto de nosotros
Eskol Fritz arqueó la ceja, a pesar de que había permanecido observando la situación.
—Pues no— pronunció la mujer con simpleza tajante, mientras ordenaba en su bolso algunos papeles y un celular —disculpen la grosería, pero aún debo hacer ciertas tareas, y debería retirarme
Se vería evidentemente arisca ante los ojos de los demás, sin embargo sólo tres personas notaron la tensión tras sus palabras y expresiones.
—¡Pero, espera!— prorrumpió Eren —¿Qué ha pasado con tu vida?— preguntó corto y preciso, pues Eren nunca había sido de los que se contentan con un simple saludo de parte de quien consideraba un viejo amigo.
Ymir fijó sus ojos castaños en él.
—Vive en un piso encima del mío— habló Krista que hasta ése momento había permanecido en silencio. Agarraba con las manos en un puño las mangas de su abrigo, un poco grande para ella.
Zeke y Hanji no le prestaron demasiada atención a ese detalle, sin embargo Eskol Fritz y Eren Jeager sí.
—¡Krista!— exclamó Eren con los ojos muy abiertos.
—Oye Eren, sé que querías irte ya, pero debo señalarte un par de cosas— interrumpió su hermano mayor, acomodándose los lentes, tomó una silla y la atrajo hacia sí —ven
Eren frunció ligeramente el ceño, molesto de no poder averiguar porqué Krista no les contó nada. Le dirigió una mirada de "después me cuentas todo" antes de sentarse junto a su hermano, suspirando derrotado. Sabía que no saldría de allí en el suficiente tiempo para pedirle a Krista que se quedara para contarle todo el chisme.
—Ymir ¿hacia dónde vas luego?— dijo Eskol. Krista había estado tan concentrada en otros aspectos relativos a Ymir, que no había notado que éste se preparaba para irse.
—Hacia Stohess yendo a Sina, estaré muy poco tiempo allí ¿por?
Eso llamó la atención de la rubia, esas eran las zonas ricas. Hasta que recordó que trabajaba en un periodico amarillista.
—Pues estás de suerte, voy para allá a una clínica. Te dejaré allí— sacó una bufanda y se rodeó el cuello y la cara con ella.
Ymir no pudo evitar sonreír complacida. Tenía ganas de decirle «Eres genial», si no fuera porque no le gustaba tanto las muestras de afecto en público, en especial si Krista estaba. Ésta, por su parte, no pudo evitar sentirse desanimada.
—Bueno, supongo yo me voy también...— anunció. Parecía decírselo a Eren, pero en realidad no fue hacia nadie en particular.
—Krista ¿no vives en el mismo lugar que Ymir? ¿Porqué no nos acompañas? Podrías venir con ella de regreso a tu casa, si es que no tienes mucha prisa claro— preguntó el doctor Fritz con gentileza
—¡Por supuesto!— respondió Krista al instante, luego reparó en su impulsividad —Digo, sí, muchas gracias. Estaré muy bien yendo con Ymir— luego la miró a ella, triunfante por alguna razón, parecía una niña pequeña a la que anunciaban darle un regalo.
Por su parte, Ymir se giró a ver a su hermano con incredulidad más o menos disimulada. Él la ignoró, colocándose los guantes. Si lo analizaba bien, su hermano tenía una expresión casi divertida, como quien no quiere la cosa.
—Hace mucho frío afuera...
«Eres un hijo de puta» pensó «Ahora ya valí verga»
Quería llorar, culeramente quería llorar.
¡Siento la maldita tardanzaaaaaa!
Espero no lo hayan extrañado tanto o hayan querido estrangularme ¡Pero aquí ya está el cap!
Luna del desierto: Uy, y eso que estabas diciendo algo acerca del patatús de Ymir cada que se le aparece Historia ¡Y yo que traigo esto! xD Una prueba más para el pecho de bodega de Ymir y su hermano que no colabora, según sólo ella, claro xD este Eskol aún no sabe casi nada de la actitud de su hermana. Personalmente me gusta mucho escribirlo a él.
El Karma es perro, y no es precisamente fácil redimirlo ¿cómo lo resolverán? Ya se verá. Estoy muy muy muy agradecida por tu apoyo, no sabes cuánto. Un abrazo
¡Nos vemos!
