Disclaimer: esto le pertenece a Isayama no a mí
Capítulo XIII
Opaco y brillante
10 de enero, 2018
Como las vacaciones comenzarían mañana, los chicos de la universidad se dividían en dos grupos: los que estaban tan entusiasmados que ninguna tarea o proyecto podría desanimarlos, y hablaban tan exaltados como si se hubieran metido cinco Redbulls seguidos; y los que apenas pudieron vestirse esa mañana, que las vacaciones estaban tan cercanas que no estaban apurados ni siquiera por respirar. Fue la clase de gente que había llegado tarde, y entre ellos se incluían algunos profesores, incluso el nuevo cocinero, un joven de cabello claro, había entrado tapándose la boca al bostezar.
Luego estaba Krista, que no pertenecía a ninguno. Sasha, Armin y Mikasa le habían felicitado por sus veinticuatro años y entregado regalos.
—Pero no los revises aquí— dijo Armin —espera en tu casa, sino se perderá el entusiasmo
El único que faltaba era Eren. Sasha estaba desayunando por segunda vez, ahora estaba comiendo dos sandwiches de huevo con bacon crujiente; Armin se había sacado un peso de encima al terminar sus proyectos y lucía de lo más aliviado. Por su parte, Mikasa no apartaba la vista de algún punto en específico frente a ella, con una mirada tan terrible que se preguntaban quien había sido la pobre y desgraciada alma que la había hecho enojar.
—Esos malditos— murmuró —no han mostrado sus caras desde que nos repartieron ese jodido proyecto
Resultaba ser que tenía que hacer un trabajo grupal, y sus compañeros de equipo ni sus luces. Todo parecía indicar que Mikasa tendría que hacerlo sola, de nuevo. Tal vez serían estudiantes de nuevo ingreso; nadie en su sano juicio que conociera a Mikasa tentaría a su suerte haciéndola enojar, ni Eren llegaba tan lejos.
—Es raro que Eren se esté retrasando tanto— comentó Armin, que estaba leyendo las noticias desde su celular. Sasha se encogió de hombros.
—El tráfico, seguro, hasta donde sé, el pavimento congelado es el problema
Hablando del rey de Roma, Eren apareció en la cafetería, con una expresión que hizo todos se alejaran un par de pasos de él. Se notaba que apenas había pegado el ojo, estaba despeinado, ojeroso y no parecía haberse dado cuenta de que se puso mal el abrigo. Cuando localizó la mesa donde estaban sus amigos, se dirigió a ellos a grandes zancadas sin cambiar su expresión, de manera un tanto robótica.
—¡Ahora sí!— dijo apoyando de golpe sus manos en la mesa de sus amigos. Armin y Sasha dieron un respingo y lo miraron confusos, a excepción de Mikasa que parpadeó para mirarlo sin interés —¡Vas a contarme todo!
—¿Eh? —fue todo lo que soltó Sasha.
—¿¡Porqué no nos dijiste que te habías encontrado con Ymir, por el amor de Dios!? —inquirió mirándola con intensidad, sí, esa misma cara de loco de la secundaria —Por cierto, feliz cumpleaños, esta vez si me acordé— se quitó la mochila y la abrió para entregarle un paquete envuelto.
Armin de repente se quedó mirándola, dejando el celular en la mesa; Mikasa dejó de maldecir con la mirada a la pared para verla a ella. Para Sasha, su segundo desayuno pasó a segundo plano… por unos cincuenta segundos.
—¿Ymir? —murmuró Mikasa.
—¡Sí, esa misma pecosa malparida del bachiller! —soltó Eren impaciente. De cerca, Krista pudo ver sus ojos enrojecidos por no haber dormido bien y que estaba mal afeitado, y seguía sin borrar su cara de intenso.
—Ymir…— murmuró Sasha pensativa, para luego tomar la tostada y masticarla con toda la despreocupación —pensé que ya lo habías dicho
Eren abrió ligeramente la boca, mirando a Sasha y luego a Krista con indignación.
—¿¡Ella sí sabía!?
—Me olvidé de decirlo, la verdad
—¡Hey, Krista, hazme caso!
Si Krista quería sonar sincera, la verdad no sabía porqué no le había dicho a nadie, más que a Sasha. Y más duda le producía el porqué se lo había dicho ¿estaba abrumada tal vez? Con las emociones cargadas por encontrarse con la que consideró y consideraba todavía su amiga más cercana, que necesitó desahogarse con la primera persona que se atravesó por su chat esos días anteriores a Navidad, sin contar que, detrás de Ymir, su amiga más antigua era Sasha. Sólo Sasha; había empezado a convivir con el resto hacía alrededor de tres años, únicamente. Ahora lo pensaba y no entendía porqué no se lo dijo a nadie. Pensaba entonces, posiblemente porque no sabía que hacer con Ymir, justo porque sus amigos querrían indagar más. Y agradecía que se preocuparan por ella, con más razón para alguien deseosa de aprobación como Krista, pero dada la actual actitud (prefería pensar en una actitud y no en la personalidad) de la chica pecosa, prefería mantenerlos lejos por el momento.
—¿¡Cómo es eso que viven en el mismo edificio!? — preguntó el sujeto castaño con los ojos llenos de demasiada curiosidad. De las cosas no conocidas de los psicólogos, una de ellas era su gusto por el chisme.
—Eren, ya para, pareces vieja chismosa de barrio— le dijo Mikasa, pese a que la pared y sus compañeros irresponsables habían perdido todo interés para ella, y la miraba con toda la atención del mundo.
Pensó que Eren se lo tomaría mal por ocultarle, ocultarles, tal información importante siendo que ellos siempre se habían preocupado por ella. Pero no, él había madurado lo suficiente para saber tanto como Mikasa lo delicado que era ese asunto para Lenz, y si no quería hablar, debía respetar aquel dolor, porque todos sabían que le dolía. Sólo Mikasa y Eren, porque Armin y Sasha (sin conocer que el otro sabía sobre los sentimientos tormentosos de Ymir) eran personas apartes, ambos espectadores plenamente conscientes de cuán jodida era la situación en realidad. Si Armin sabía que Sasha ya lo había descubierto, y viceversa, hubieran compartido una mirada llena de preocupación.
Krista suspiró, olfateó el ligero aroma del café y notó un letrero que decía que habrían hamburguesas caseras ese día. Recordó un instante las hamburguesas que comía años atrás en la escuela. Bien, no entendía porqué se armó de valor para contarles.
—Sólo hazlo si quieres hacerlo, Krista— susurró Armin.
Debía. Y quería, en el fondo.
—No se fue hace mucho, antes de la Navidad del año pasado fue que se mudó…
…
Aquella tarde, Ymir no tenía mucho qué hacer en el departamento. Tampoco Annie, tampoco Connie. No sólo habían tenido poco trabajo en la oficina, sino que el que habían traído a casa ya estaba terminado. Nada más que corregir algunos pequeños errores, eso era pan comido. Por el lado de Springer, ese fue su día libre. Estaba tirado en el sofá, bostezando mientras se comía una manzana, haciendo zapping en la televisión. Ymir, por su parte, guardaba la PC donde había controlado su último progreso en AoT, que llevaba jugándolo años. Tenía la aplicación, pero a veces le gustaba verificarlo mediante una computadora.
—¿Hmm? — Ymir se fijó en la hora del reloj de pared que habían traído de casa de Annie mientras recogía la comida de su hámster —¿Apenas las siete? Me muero de aburrimiento
Connie bostezó de nuevo —Por dos— dijo haciendo alusión a la expresión de los chats.
La chica reprimió el bostezo que el muchacho le contagió —¿Qué podemos hacer? Pásame una manzana— el muchacho tomó una de las manzanas de la fuente donde estaba la que se comió y se la arrojó. Últimamente estaban caras por la época invernal.
En ese momento, escucharon el "click" del interruptor del baño. Annie había terminado de bañarse, complementamente vestida fue a la habitación que compartía con la otra chica.
—Ah ni idea, sabemos que es imposible jugar Uno o Monopoly
Tenían ambos juegos, y ambos eran conocidos por destrozar amistades. Pero el que preferían siempre había sido Uno, cada vez que jugaban, Ymir terminaba tirándole los cojines a todos y ambos tenían que aguantarse el regodeo de Annie cuando ganaba o sus miradas que prometían el infierno en la tierra cuando perdía. No sabían con exactitud cuál era peor.
—Hey— dijo la rubia volviendo de la habitación —hoy hay maratón de Dr. House si no quieren aburrirse
Connie e Ymir asintieron. No sabrían cuánto tiempo había pasado desde que cambiaron al canal dónde estaban transmitiendo la tercera temporada de Dr. House, y estaban allí, viendo. No tenían Netflix ni mucho menos TV Cable, pero la TV abierta tenía sus joyitas. Alguien trajo papas fritas y se la estaban comiendo sin apartar la mirada del televisor.
Al parecer, algunos de sus vecinos estaban ya con las vacaciones de invierno, porque el edificio estaba más tranquilo de lo que solía ser, a lo sumo venía una ligera música del piso de arriba, aunque minutos antes habían escuchado a la vecina del 106 gritarle de tal manera a su hijo adolescente que arregle su pieza, que los tres chicos del 104 casi hicieron lo mismo. Pero más de eso no pasó. Pues vivir con gente de lo más variopinta en un mismo edificio traían como resultado convivencias no tan pacíficas en ocasiones.
Estaba el metalero del piso, que si bien tenía muy buen gusto musical, nadie quería saber nada de Black Sabbath a las 3 a.m. Luego la viejita del piso de arriba, a la que se le ocurría mover todos los muebles de su habitación por una hora antes de acostarse y se escuchaban sus lentos y pesados pasos perfectamente justo encima de la sala; la pareja tóxica del 102 que peleaban todo el rato y luego estaban como si nada. Contaba también la vecina del 108, de la que se habían quejado en la recepción y habían dejado notas en el ascensor; era algo sobre ciertos ruidos indecorosos durante la medianoche que hacían exaltarse a los inquilinos puritanos cual blasfemia y carcajearse a los jóvenes del edificio, entre ellos los del 104.
Comiéndose la última papa del envase y ganándose una mirada indignada de Connie, Annie notó que la música no venía de arriba. Venía del piso de abajo.
Nunca había música en el piso de abajo.
Notablemente no, a lo sumo oían cantar a uno de los inquilinos alguna canción de Juan Gabriel en la ducha pero nada más.
Connie nunca se había caracterizado por ser muy observador, por eso le sorprendió a Annie cuando preguntó:
—¿Y esa música? Es raro ¿porqué será? ¿Algún acontecimiento o…?
Annie levantó un poco las cejas; dio una rápida mirada a Ymir, que tenía expresión de "No lo digas. No lo digas. No lo digas".
—¡Ah cierto! ¡Hoy era el cumpleaños de Krista! ¡Se me olvidó otra vez!
Tomó la chaqueta que dejó en el sofá.
—Espera ¿a dónde a vas?
—Iré a ver si es lo que creo que es ¡Por Dios, me estoy aburriendo aquí! Ah, maldición, no tengo para el regalo…
—Oye, un momento Connie…
—Me voy, además creo que de todas formas, Krista seguro le gustara que más gente vaya
—¡Connie!— exclamó Ymir.
Pero Connie salió apresuradamente del departamento, dejando a las dos chicas atrás. Tras un par se segundos, estáticas, pensando que carajos, Annie habló:
—¿Y ahora? No me digas que querías detenerlo
Ymir sólo se pasó un mano por el rostro con visible frustración, sin contestarle. Empezó a caminar en círculos.
—¿Y lo preguntas, Annie? Sólo déjalo
—Tanto tú como yo sabemos que no se puede— la rubia se cruzó de brazos— porque sabes que Connie no ataja su bocaza y estaremos envueltas las dos
Ymir gruñó y exclamó con molestia —¿¡Qué importa!? ¡Que vaya él si quiere! ¡Puedo inventar algo…!— sacudió los brazos.
Annie se levantó de dónde estaba sentada —Estamos jodidas, y punto final, y a estas alturas, no puedes perseguirlo.
—Iré
—No me jodas
Connie tenía el gran problema de dejar la puerta abierta. No sólo en esa ocasión, si no en varias. Ymir sin más, se dirigió a la puerta a grandes zancadas, seguida por Annie.
—¿Me crees tan idiota como para traerlo a la fuerza, Annie? Sólo voy a convencerlo de que no se meta, de hecho ni siquiera estamos seguros de que sea nada de lo que él…
—¿¡Cómo que la maldita de Ymir está allí ahora!?
Ymir, que ya había salido, se quedó estática, como Annie. Ésa, era la voz de Eren. Si, el Eren de la época escolar.
—Verga
—¿Eren?
¿Tan rápido llegó Connie? ¿En qué momento? ¿Y desde cuando la solitaria Krista había traído un festejo por su cumpleaños?
El modo estatua de ambos terminó cuando escucharon un ruido de la escalera. Ruido de gente viniendo.
—Connie no necesita que lo busque— dijo Ymir dando media vuelta dispuesta a encerrarse en su habitación durante diez años como mínimo. Annie la agarró de la manga.
—Espera, no creo que ahora te puedas ir
—¿Porqué no?—preguntó molesta, tratándose de zafar del agarre de Leondhart
—¿Quieres ser muy obvia? Joder quédate, ya Connie fue con el chisme, no tenemos de otra
—¿Qué importa?¡Me voy de vuelta!— gruñó estirando el brazo. Ymir ya no era esa adolescente sedentaria, pero Annie era incluso más fuerte desde la secundaria. Así que la pecosa apoyó su mano en la frente de la rubia y empujó tratando de deshacerse de ella para meterse en su cueva, Annie sólo seguía tirando de su suéter color bordó. Llegó un punto en que parecían dos infantes peleando y diciéndose improperios. Unas voces femeninas se terminaron por oírse claramente desde la escalera.
Unas voces que no le eran extrañas.
—¡Annie! ¡Ymir! ¿¡Cuánto tiempo!?
Ymir dejó de forcejear tan abruptamente que Annie casi cae al suelo, mientras trataba de alisarse la ropa "disimuladamente".
"Carajo"
…
—…y por esa razón lo encontraron todo vomitado en su auto en ropa interior de mujer
Ymir sólo pensaba en la anécdota de mierda de acababa de contar. No había visto a sus compañeros en años únicamente para contar las vergüenzas de su trabajo en aquel diario. Pero les había divertido.
Prácticamente se había visto forzada a socializar en el departamento del antiguo amor de su vida causante de sus malestares. Y no recordaba haberse sentido alguna vez tan incómoda. Apenas fue descubierta por Sasha y Mikasa en las escaleras fingió una sonrisa y también fingió que estaba a gusto de unirse gracias a la maldita boca de Connie. Annie tenía razón, no podía decir que no luego de separarse de la 104 hace años. Tuvo que aguantarse también las preguntas clásicas: qué le pasó, que no se ven hace milenios, qué si estudiaba o trabajaba, qué hizo de interesante en ese tiempo, dónde estudio, tenía novio, y más.
No quería hablar con ninguno de ellos, después de todo jamás se consideró muy simpática. Annie estaba un poquito más a gusto que ella. Odiaba las fiestas y aunque sólo era un pequeño grupo con latas de alcohol y gaseosa y música a no muy alto volumen(cortesía de Eren), estaba preocupada por su amiga y más a gusto, al menos hoy, con quedarse en su departamento. Connie estaba en su salsa.
—Oírlo de primera mano es lo más— rió Eren, olvidando, tal vez gracias al alcohol, que estaba molesto con ella —tu trabajo debe ser muy divertido
—Je, lo es— esa mueca en su cara parecía cualquier cosa menos una sonrisa.
No era del todo una mentira. Pero eso no significaba que quisiera quedarse allí siempre, necesitaba comer que era diferente.
Se había visto forzada a socializar porque apenas Sasha la vio todos los demás empezaron a amontonarse contra ella, y en menor medida contra Annie. Sudaban demasiada alegría para su gusto y el de su amiga, especialmente Krista. Como tenía que, por una vez en su vida, tragarse sus ganas de escupir su incomodidad y malhumor porque ella no era lo suficientemente maldita para arruinar el cumpleaños de una persona solitaria como Lenz, contó de primera mano sobre el chisme de un futbolista. Gracioso, pero no se divirtió.
El asunto del futbolista llevó a hacerlos hablar sobre que si alguno de sus compañeros terminaba siendo un deportista terminaría pasando vergüenza también en aquel diario, vinieron risas, después hablaron de deporte, después de los mejores deportistas de la escuela, después de cómo Mikasa era la mejor de la escuela y podía haber llegado lejos, a lo cual ella se encogió de hombros. A Annie, que no había mostrado demasiado entusiasmo por tener cerca a la chica asiática, los ojos se le empezaron a poner oscuros cuando mencionaron al deporte. La rivalidad que tenía con Mikasa era clásica, pero la chica ya no parecía tener algún tipo de animosidad hacia Annie; la tensión, sutil pero que se intensificó al mencionar aquel detalle deportivo, era unilateral.
Era como si alguien tuviera un anzuelo y su amiga hubiera picado, y ese alguien fue Eren:
—Si, pero recuerdas que el profesor Shadis nos dejó las ganas del enfrentamiento del siglo
—Oh si, llegó antes de que pelearan— dijo Sasha
—La duda me carcome hasta hoy en día— dijo Eren rascándose el mentón mal afeitado con el índice, lanzando una mirada interesada y rápida primero sobre la rubia y después sobre su amiga
Annie se hizo la desentendida, tomándose lo que quedaba de la lata de cerveza. Por muy poco expresiva que fuese, la molestia nunca fue algo que disimulara. Pero bueno…
Armin de pronto dijo que por la diferencia de altura quizás un enfrentamiento entre ambas sería… poco justo o eso dio a entender mientras hablaba con todo el tacto del mundo, pues no sabía si despertaría algo en la antigua rivalidad entre los dos. Annie, que tenía la misma cara de siempre pero los ojos encendidos, lo miró un instante como a un pobre aficionado y no como si fuera el mejor de su año, y empezó a decir que el tamaño de las personas no era todo, sin mirar ni un segundo a Mikasa. Que, si bien ya no le interesaba reanudar ninguna competitividad intensa entre ellas, sus ojos decían que estaban divirtiéndose.
De pronto la atención que tenía sobre Ymir se fue y pasó a los dos. Al parecer estar cerca de un brasa pequeña pero a punto de chispear ligeramente era más interesante que ella, que hasta Krista pasó la mirada profunda como agua de mar al nuevo centro de conversación, divertida. Sin embargo esa misma mirada no le dio ninguna tranquilidad, porque significaba que volvería a estar sobre ella. Desde que se encontraron nunca la había despegado. Tragó saliva, retrocedió dos pasos, con pesadez, sin saber qué esperar a continuación, a su lado estaban las bebidas y no las notó. Para disimular su alejamiento tomó una de ellas sin mirar, abrió ligeramente los ojos con gusto al notar el sabor de una Smirnoff.
Se la tomó en un santiamén. El alcohol siempre era bueno para las tensiones con la gente o eso todos pensaban.
Asentía desde la lejanía con una ligera sonrisa que no llegaba a sus ojos, o con frases cortas, para zanjar lo que sea que le preguntaban los chicos en una conversación dónde ella no manejaba el tema sin sonar cortante. De repente, no supo cuando tomó otra lata y otra más, sin molestarle que no habían demasiadas Smirnoff. Sintiendo pesadez en el estómago, sólo sabía que aún quería irse.
Todos miraron a Ymir, por estar más alejada y cerca de la puerta, que Sasha pidió pizza. Unos segundos después, resopló con malhumor disimulado cuando el delivery les escribió para decirles que no encontraba el departamento.
No supo porqué salió, en medio de una ligerísima neblina etílica a buscar al despistado delivery, que estaba en la planta baja.
Miro fijamente al adolescente repartidor notando que estaba con tanto alcohol encima como ella. Subió nuevamente aunque tenía ganas de no hacerlo.
Con resignación y algo que se negaba a reconocer como tristeza, y también perdiendo su fe en los adolescentes, abrió la puerta. Otra vez todos se amontonaron sobre ella por la comida. Tomó otra lata mientras los primeros pensamientos ebrios daban vueltas por su cabeza y sentía la pesadez revolviéndose en el estómago. Ya no sabía si eso era Krista, alcohol o falta de comida.
Esa misma mirada de la rubia se dirigió a ella varias veces, con una sonrisa le dijo que comiera, aceptó con un ligero asentimiento. Pero no duró mucho encima suyo.
Sasha instaló un karaoke improvisado, al parecer su resistencia al alcohol no era la mejor y estaba extasiada por la existencia de sus pizzas favoritas. Con todo el mejor humor del mundo que le duraría hasta la resaca le fundiera la cabeza, empezó a cantar.
Al notar que hasta Annie apagó sus chispas y parecía, eh, divertirse, Ymir suspiró sintiendo nuevamente que ese no era su lugar. Krista parecía brillar donde fuera que estaba, y nunca le molestó, incluso ahora no le molestaba aún con todo lo que envolvía su presencia. Podía divertirse sin ella y qué importaba, sólo era Ymir después de todo. No tenía ganas de unirse a la fiesta y ya no tenía nada que contar con su humor por los suelos. Había pasado tanto tiempo sin verlos que se sentía muy raro. Ella no encajaba y no sabía cómo podía hacerlo, tampoco sabía si quería hacerlo. Resultado de haber sufrido un culo por la rubia o de pensamientos de borracho.
Sólo estaba allí por obligación.
¿Alguna vez fue su lugar en medio de alguien tan brillante?
Aprovechando que Sasha empezó a cantar fuertísimo y desafinar, se dio la vuelta con una lata en la mano y el estómago quemando. Silenciosamente, abrió la puerta y se fue.
¡TARÁN! A Kido se le dio la gana de actualizar después de… eh… dos putos años. Acepto que quieran matarme, yo también lo haría si fuera ustedes. Pero estos dos años fueron algo… notables. Entre una pc que acabo de arreglar desde que se descompuso en 2019 porque me caga escribir en celular y algunos otros asuntos laborales y demás, aquí regresé porque no quiero dejar a mi primer fanfic botado por ahí, le tengo demasiado cariño a el y a ustedes para abandonarlos para siempre. Estar aquí es raro, por lado para mí es como si el tiempo no hubiera pasado y por el otro un viaje a un pasado donde por lo menos, todos estábamos un poco mejor.
Así que, agradezco con todo lo que se llama corazón y alma a todos los que estuvieron leyendo esto, a los que me siguen desde hace años y también a los nuevos, los amo. Pueden alegrarse o matarme.
Aún así, he considerado que no todo fue un desperdicio de tiempo y me gusta el rumbo que he decidido para este fanfic, estoy más que feliz de regresar y mostrarles esto. Nos volveremos a ver
¿Ya dije que los amo?
