Disclaimer: le pertenece a alguien en Japón, no a mí

Capítulo XV

Viene lo auténtico

12 de enero, 2018

Las tres entraron, Annie murmurando de que se veía verde.

E Ymir la verdad que no tenía forma de saberlo, no se había visto al espejo. Pero no dudaba de lo que decía, no se sentía bien.

Y hablando de no sentirse bien, se detuvo en seco.

Realmente la había invitado a pasar.

«¿Y ahora qué?»

Sentía que había hecho por una vez lo correcto con alguien, pero no le sacaba el malestar de estar con esa chica al lado. Sabía que la tensión por lo de la fiesta no se fue, sólo se calmó. No quería lidiar con ella.

Pero debía hacerlo aún si no quisiera, porque de todas formas Krista ya estaba dentro de su departamento.

—Ymir— dijo Annie llamando su atención, porque se quedó bastante rato parada, sin mover ni los dedos.

—Ah… ¡Ah, lo siento!

«¿Qué es eso Ymir, qué es eso? Te estás avergonzado, intenta que la papilla que tienes ahora por cerebro reaccione, joder»

¿Qué hace alguien cuando invita a otra persona a la casa? Ah, espera.

—Si… si quieres toma asiento— se dirigió a Krista tratando de mantener el mismo tono de voz de siempre. Tal vez no funcionó.

—¿Y no me invitas a mí a tomar asiento?

Ymir esta vez sí estaba segura de que su tono de voz seguía siendo el que tanto la identificaba —No jodas Annie

—Yo solo decía

—Es tu casa, mierda, creo

—No si debemos pagar alquiler

—Mierda, sólo siéntate narizona— por lo menos esta discusión tonta fue de las típicas discusiones tontas que habían tenido desde siempre. Significaba algo de normalidad en todos estos días el hecho de que la molestara de nuevo, en este momento, no debía fingir algún tipo de tono hablando con Annie.

Luego miró a Krista y volvió a fingir su tono, o intentarlo —Eh ¿Qué quieres?

—No ofrezcas gaseosas, creerá que es lo único que tomamos

Ahora miró a Annie—Por eso le pregunté, argentina de mierda— en realidad iba a ofrecer eso. Odiaba que la rubia la conociera tan bien, porque a Connie por lo menos podría burlarlo. Él era denso. Sentía vergüenza y esperaba no se notara en su cara. No quería que el rojo se mezclara con el verde, si es que realmente se veía así como dijo su amiga.

—Bueno— suspiró —sí tenemos gaseosas, pero también el jugo de frutilla que hice ayer, y agua si… si quieres— ¿porqué sentía como si la boca se le llenaba de arena al hablar? ¿porqué dijo que preparó eso?

—Es que resulta que Ymir si sabe hacer esas cosas— dijo Connie esta vez.

Ymir bufó, qué rápido había regresado. Reparó en que Krista no le sacó la mirada de encima, la idea de tener su mirada de rayos X empeoraba su dolor abdominal. Más porque estaba bastante seria en realidad, no podía tener ni la más mínima idea de qué estaba pensando. Qué estaba pensando de Ymir.

Joder.

Hacía un esfuerzo por hacer contacto visual como se supone que hace la gente normal cuando socializa, pero era un buen momento para admitir que no tenía, por una vez, el valor para hacerlo. Así que su miraba bailaba entre Krista, la casa y sus amigos. Su manga deshilachada la mantenía entretenida. Por lo menos esta vez la mirada de sus amigos no tenía la intensidad de los últimos días.

Pensando que pedir agua hubiera sido algo soso después de las opciones que los chicos le dieron, Krista decidió —El jugo está muy bien

—Ya que estás Ymir, tráeme un vaso, por fa— le dijo Connie. Ymir le lanzó una mirada fea.

—A veces Connie da buenas ideas— habló Annie, ignorando el «¡oye!» de su amigo — tráeme uno. Ymir le lanzó la misma mirada fea que a Connie.

Ymir inhaló, y exhaló, tragándose su dolor —Mejor me traigo la jarra

Sintió un espasmo que le hizo apretar los dientes. Y esta vez se vio bien reflejado en su cara como para que las expresiones de sus amigos cambiaran.

La rubia más baja fue la primera en hablar —¿Segura de que estás bien?

—Segura— mintió.

—Oye, mejor deja el jugo— dijo Connie cuidadosamente.

—Hey, hey, yo puedo hacerlo, ya voy— antes de que sus amigos pudieran decir nada más fue a buscar la bebida. La dejó sobre la pequeña mesa que consiguieron para ponerla frente al sofá.

—Dejaré mi abrigo en la habitación, y… regresaré— mencionó esa última palabra a propósito.

Cuando llegó a la habitación que compartía con Annie, sintió que el frío se estaba haciendo más intenso. Esta vez no podría atribuírselo a una calefacción defectuosa. Pero pensar en qué podría hacer con la rubia presencia en su casa fue una buena distracción. O una mala, no lo sabía.

Un espasmo más fuerte que los anteriores se hizo presente en el centro de su abdomen y la obligó a abrazarse a sí misma.

—Oye Ymir— Annie había decidido seguirla, no le importaba si su amiga hubiera querido algún tipo de privacidad —iba a…

Iba a hablar sobre el asunto más incómodo en esta existencia para Ymir, ósea Krista, hasta que la vio allí con una mueca. Y el tema del cual iba a conversar cambió a uno más importante.

Che, sabía que estabas mal, pero pensé que era algo, ya sabes, una simple intoxicación— puso las manos en las caderas —y… a la final ahora estás preocupándome

—¿Preocupándote? Debo verme realmente jodida entonces— su boca se abrió en un intento de sonrisa, antes de ponerse de rodillas con la cara apoyada en un brazo en el colchón de su cama, su otra mano abrazando su vientre. Ahora dolía realmente mucho para estar parada.

—Maldita sea Ymir— sujetó el puente de su nariz con exasperación —¿porqué no podías decirlo antes si no estabas bien?

—¡Porque es ahora el momento en que me duele tanto así!— gruñó, trató de modular su voz porque sabía que su amiga sólo estaba preocupada —No estaba así de mal hace dos segundos, fue el último espasmo… puede que tal vez se vaya

—Ymir

—Pero no voy a esperar esta vez— subió la voz —duele demasiado

No quería preocuparla más, pero al ver la expresión que puso al decir aquello, no estaba segura de haber logrado su cometido. Annie se acercó a ella y puso una mano en su frente.

—Realmente debe dolerte para decir que no vas a esperar. Estás ardiendo, y esta vez no creo que sea por Krista

Ymir decidió pasar por alto lo que dijo, por esta vez.

—Asi que…— Annie fue hasta la puerta y gritó hacia dónde estaban los otros dos—¡Krista! ¿tú dijiste que estabas en medicina no?

Ymir abrió mucho los ojos.

Bueno, boluda, esta vez trata de no ponerte a hervir

La seriedad con la que Krista la fue a ver fue bien diferente a la que tenía anteriormente. Significaba que estaba totalmente en su elemento. La forma en que la miró le despertaba una serie de emociones de las cuáles sólo una estaba segura de reconocer: la tan conocida incomodidad. Se preguntó si se vería tan vulnerable como la mirada concentrada de Krista reflejaba, sólo agradecía no ver allí nada semejante al hartazgo de causarle dolores de cabeza una y otra vez, o lástima por su miserable situación.

—Bueno, tuve resaca, y tengo esta molestia desde ¿después de tu fiesta?

—Con náuseas, y la dia…

—Y vómitos y toda la cosa— la interrumpió

—Ymir, no sé cuánto de fiebre tienes, ya que no tienes un termómetro y podría buscar uno de mi casa pero…

—Estoy volando de fiebre, ya sé

Krista estaba de rodillas frente suyo, con Connie cerca de la puerta mirando como si el hecho de que ella fuera estudiante de medicina la hiciera Dr. House. Sabían que el hecho de actuar como le habían enseñado en sus clases no evitaba que se preocupara por la chica, pero su mirada se volvió incluso más intensa.

—No te dolió el costado ¿verdad?

Aquello si la alarmó —Krista, por favor, ni lo sugieras

La mujer suspiró —¿Pero te dolió el costado?— insistió.

—No, pero si me duele en el centro, no sé cómo explicarlo de otra forma

Cuando la mirada de Krista volvió a cambiar y se mordió los labios, supo que habría sido lo mismo que decirle que le dolía el costado.

—Llama a tu hermano, Ymir— dijo lentamente, al levantarse.

El dolor se hizo todavía más fuerte, y abrazó su abdomen aún más. Se le notó, porque la seriedad del rostro se le fue mientras la miraba, e Ymir Fritz volvió a sentir varias cosas que en ese momento ni al caso. Y lo odió, pero no era momento de preocuparse por sus emociones.

Eran alrededor de las 8:00 p.m. en ese momento. Su hermano salió volando de la casa, y ahora estaban en el hospital.

—Nunca hubiera pensado que el apéndice hace que te duela en otro lugar que no fuera el costado, me siento como la mierda

—No es una cirugía complicada, vas a estar bien

Igual le asustaba, no le mentiría. La ciencia no era tan interesante para Ymir como para que le gustara estar en el lado del paciente. Su hermano le apretó la mano, la miraba con la calidez de siempre, tratando de darle algo de seguridad.

—Bueno, si el postoperatorio duele menos que esto lo aceptaré. Sigo con frío, carajo

No es como si tuviera de otra.

La radiografía había revelado que se trataba de una apendicitis e hizo bien en acudir al hospital en un santiamén, porque el apéndice podía reventarse y ahí la cosa se pondría muy linda si ocurría. Le harían una cirugía de emergencia, le explicaron cómo le iban a hacer y toda la cosa.

Había hablado con Eskol, le explicó lo que pasó e Ymir cayó al hospital en el auto de Connie. El médico parpadeó al ver llegar a su hermana, Annie, Connie y a su estudiante, Krista, en el mismo auto, bajando los cuatro en tropel al verlo.

—Ni que fuera a parir— les dijo Ymir.

Pero se sentía agradecida, y también su hermano. Para el disgusto de todos, apenas dieron con el resultado de los estudios entraría en quirófano y ya no los pudo ver. Supuso que estarían fuera, en el auto de Connie el cual mantenía bien el calor, ya era bastante tarde para las visitas.

Fue cuando llegó al hospital que Ymir y Eskol se acordaron que no avisaron a sus padres.

—Eres un gran médico— dijo la chica, aunque no era en serio y sabía que él no la iba a atender y lo sumo supervisaría a sus colegas.

—Cállate niña, estoy en modo hermano mayor, no médico— le contestó, pero con una risita más bien tensa.

No sabía que a la gente le daban relajantes antes de anestesiarlas. Comprensible, a pesar de que creía que ella no estaba tan nerviosa. Un muchacho enfermero, intuía que sólo un poco mayor que ella y gay, le empezó a preguntar cosas banales, supuso de inmediato que para distraerla, pero era agradable.

—Bueno, Ymir ¡Sólo cuenta hasta cinco!— le dijo al ponerle la mascarilla con anestesia. No lo hizo, pero estaba segura que de hacerlo sólo llegaría al tres. Habría imaginado que la anestesia funcionaba de la misma forma que cuando las personas se iban a dormir. Pero no, no se parecía en nada a eso y cayó abruptamente en la inconsciencia.

Y de la misma forma abrupta se despertó.

Fue como ¿más o menos una hora? después de la cirugía. Horas más tarde, pensaría que la cirugía duró menos de lo que creía; ahora no, estaba muy embotada para detenerse a pensar en eso.

—Hey, Ymir ¿cómo te sientes?— preguntó su hermano con suavidad apenas abrió los ojos.

—¿Sentirme cómo?— preguntó con torpeza —Sólo sé que no me duele nada

En realidad le tomó un tiempo recordar qué le había ocurrido.

—Oh

—Supongo estás bien, la anestesia aún no te dejó, es normal que estés así

—¿Así se siente la droga?— preguntó, aturdida. Su hermano se rio.

Cuando despertó eran las 9 y media de la noche. Por supuesto, ella no era consciente de aquello. Se sentía tan confundida y con el cuerpo pesado ¿en serio ya no tenía apéndice?

—Mamá y papá están por aquí, quieren verte. Bueno, tus amigos también. Me suplicaron quedarse, es demasiado tarde pero aún sí insistieron, se refugiaron en el auto y…

Medio que todo le entraba por un oído y le salía por el otro, pero aún así, como si estuviera bajo el efecto del alcohol, le dijo de todas formas que sí a todo lo que Eskol decía.

Sus padres aparecieron con toda la angustia del mundo, que daba gracias a la anestesia porque era super incómodo tenerlos preocupados ¿Habían visto a sus amigos? Tal vez ¿Les hubiera molestado su presencia? De su padre lo dudaba, aunque en esta situación no podría saberlo, pero si estaba segura de que no sabría cómo reaccionaría su madre; hubo amigos que no le había agradado. Oh pero cierto, vivía con dos de ellos, recordó de pronto.

Sus padres estuvieron alrededor de cuarenta minutos rondando «¿para qué?» pensó Ymir, no era la mejor persona en esos momentos para sostener una conversación, cuando estaba ebria decía mejores cosas. Frunció el entrecejo con confusión cuando Annie y Connie aparecieron fuera de su habitación.

«Qué idiotas, yo los puedo ver»

Le pareció ver una cabeza rubia extra.

—¿Qué mierda?— habló en voz alta. En su sano juicio nunca hubiese dicho esa palabra frente a su madre.

«Ugh ¿mi voz suena así?»

—¿Qué hacen aquí?

—Ymir, hija, Eskol nos dijo que tus amigos estaban aquí, nos contó que te lo dijo

—Ah

Eskol pareció carraspear, se disculpó y fue hasta la puerta para hablar con ellos.

—¿No es muy tarde para que estén aquí?— escuchó decir a su madre. Su tono de voz era difícil de identificar.

—Acuérdate que vive con ellos— dijo su padre tranquilamente.

—Cierto… ¿Con ese chico también? — dijo, por Connie.

«No, mamá, con Krista» Obvio que con él, ya se lo había dicho. A su edad y con su independencia ya hecha qué le importaba si era su novio o no, aunque no lo fuese. Connor no era su tipo, precisamente.

De un momento a otro, su hermano, llamó a sus padres desde la puerta porque apareció otro doctor, al parecer amigo suyo, para hablar con él. Momento que los tres chicos aprovecharon para entrar con lentitud al tener a los padres de su amiga cerca, como si éstos fueran alguna clase de policía.

—Te ves hecha mierda— fue el saludo de Annie —pero gracias a Dios, menos mierda

—Puedes decir que ahora te sientes incompleta— dijo Connie.

—¿Cómo te sientes?— preguntó Krista. Hubiese prestado más atención a la manera nerviosa en que se agarraba las manos si estuviese en sus cabales. De todas formas, arqueó una ceja.

—Son unos hijos de puta, excepto Krista— así que decidió contestar a la única decente de los tres, aún si le preguntaron lo mismo una docena de veces desde que despertó —mi cabeza se siente como algodón, dentro de poco se irá la anestesia y no va a ser lindo, uh, pero estoy empezando a sentirme menos bruta…

—Gracias a Dios, estuve preguntándome toda la vida si algún día dejarías de serlo— se burló Connie, pero se veía un poco tenso.

—Imbécil

—Más vale que avises si te duele algo— le dijo Annie sin esconder una ligera preocupación.

—Sí, sí, sí— hubiera contestado desdeñosamente en otra situación —lo haré, tranquila. Uhh, me siento como en un globo. Los globos no son divertidos. Mi voz suena rara

—Bueno, es normal— dijo Krista —pero tu hermano te lo dijo ¿no?

—¿Me lo dijo? ¿Me dijo también que soy un cyborg?

—¿Qué?

—¿La puedo grabar? ¡Se ve tan graciosa sin los sesos funcionando!— llevando una mano al bolsillo del vaquero.

Krista apartó su mirada suave y lo miró frunciendo ligeramente las cejas.

—Bastardo, quiero que te saquen el jodido apéndice a ver como te pones de descerebrado y grabarte, ex calvo hijo de…—

—Oye, estás en el hospital Ymir, baja la voz. Tentador, pero no, idiota— le regaño Annie interrumpiendo las palabrotas de su amiga antes que su madre la escuche —¿no ves que están sus padres ahí? Y tengo la sensación de que al menos tú, no le agradas

—¿Pero porqué?— Connie se frotó el brazo donde Annie le pegó.

—No lo sé, la señora es medio rara— dijo la rubia bajando la voz —Sólo no lo hagas

—Annie ¿soy yo o la nariz te creció más?

Connie se tapó la boca para callar una risa. Ella miró a la pecosa con algo cercano a la indignación.

—Grábala y que se viralice

—Oigan chicos— los llamó Eskol suavemente —ya que ustedes viven con Ymir, queremos hablar con ustedes

De repente Connie tragó saliva recordando que conocía poco y nada a los padres de su amiga. Annie estaba más familiarizada con ellos.

—Está bien

Y pese a que estaba sólo a pasos de los rommies de su antigua amiga, de repente Krista se sintió insegura sin ellos para acompañar a Ymir. Ella reparó en que la rubia se veía cansada, y tensa. Que sus amigos no se veían tan así. Como si estuviera al borde un hartazgo que tenía algo extrañamente desesperanzador en el.

Sumida aún en la anestesia, no era cien por ciento capaz de verlo. Tal vez fuese lo mejor, porque sólo aumentaría esa especie de remordimiento que la acompañaba desde la fiesta.

No, seguramente desde antes.

—Más vale que avises si algo te duele, en serio

Levantó su mano con lentitud, como si quisiera tocar la suya pero vaciló.

Por la inercia de su estado, levantó su mano izquierda al pensar que la quería tocar hasta que volvió a darse cuenta de lo que tenía.

—Te dije que soy un cyborg— dijo mirándose la mano con cables que no recordaba para qué eran.

Krista no pudo evitar una risita.

—¿Ah? ¿era eso?

—¿O se llama androide?

La chica la miró nuevamente con ojos suaves, que parecían armarse de toda la paciencia del mundo para dirigirlos a ella. No le gustaba aquello. En su estado de sopor, sólo de eso se percataba.

Pero la llenó de una calidez de la cual hubiese sido más consciente en otro estado. O tal vez más adelante, en otro momento de su vida, no únicamente cuando vuelva a estar limpia de esa sustancia.

Esa calidez estaba allí desde hace semanas pero ahora, sólo ahora, carecía de los filtros de la lucidez para reprimirla, para negarla, o para renunciar a ella.

No le gustaba que ella la viera así, no le gustaba que ella la viera como si se preparara para que algo engorroso les suceda siempre, siempre que se veían.

No quería ver el combate interno que tenía reflejado en sus ojos.

Pero su risa fue sincera. Era todo lo que necesitaba.

Y eso si lo quería.

—Es para tu pulso cardíaco— levantó esa misma mano, pero para señalar lo que tenía en el dedo.

—¿Significa… que estoy jodida?

—Hey, no, signif…—

—Eres linda

Eso la tomó por sorpresa. Krista miró inconscientemente hacia los dos chicos y la familia de Ymir. No parecía que alguien les prestara mucha atención, pero podría equivocarse; Annie solía mantener su pesada mirada en ellas con frecuencia.

Apretó los labios. Krista ya sabía que era bonita, lo supo siempre, se lo decían siempre, lo más probable es que fuera de nuevo una obviedad dicha por Ymir resultado de los delirios de su estado. Sólo por esa razón decidió pasarlo por alto, cuando le pase el efecto podría ser probable que no lo recuerde.

Decidió sonreírle, pero lo sorprendente para ella misma fue la honestidad con que lo hizo, en lugar de forzar su sonrisa como hacía en situaciones dificultosas. Ymir empezó a agitar ligeramente la extremidad con el cablerío con cierto desdén en el rostro.

—Oye, gracias— le dijo como si fuera un niño al que dan la razón, sujetó su mano para que ya no la agite más —espera, no muevas la…—

Ymir se la apretó de repente.

—Lo siento

Eso la sorprendió aún más que haberle dicho linda.

—¿Qué dices Ymir?

Pero Ymir afirmó aún más su agarre. Con lentitud, fue el trato más suave e íntimo que recibió de su parte desde que se encontraron.

—Que lo siento. Nunca quise que pasara esto con las dos. Lo siento, por todo esto. Siento todo lo de estos años, Krista

—Oye, no te discul…—

—Perdón. Es sólo que… perdón

Krista no entendía absolutamente nada, y no parecía que esta vez pudiera culpar a la anestesia por sus palabras. Había demasiada seguridad en lo que decía. No entendía porque se estaba disculpando con ella de pronto. Bueno, se había comportado de la forma más grosera posible (y casi cruel si alguien se lo decía).

—Eres demasiado amable para alguien como yo, Krista. Y siempre lo fuiste

Era un arranque de sinceridad desinhibida. Simplemente.

—Perdón, lo siento, puedes pensar mal de mí. Es sólo que… me asusta

Pero al menos para la rubia, no era suficiente para que esté pidiendo perdón tan urgentemente. No era suficiente para que la mirara como si cargara con todo el remordimiento del mundo. En ese penoso estado, recién operada, aún débil.

Luego Ymir empezó a murmurar en español y ya no la pudo entender.

No la había soltado y tenía la sensación de que la agarraba con toda la fuerza que podía permitirse.

Fue inesperadamente inquietante. Pero inquietante porque Krista sentía algo sospechoso ahí, inquietante, y lo más desconcertante, había algo flotando en su interior al escuchar a Ymir Fritz. No sabía porqué, no era desagradable

Annie argentina. Annie argentina.

Porque sí, en este fic Annie es medio argentina.

Ah, hey, regresé. No iba a dejarlos tirados. Fue divertido escribir a la Ymir recién operada XD ahí me ven buscando videos de gente despertando de la anestesia. Bueno ¿ustedes esperaban este giro o no? Pasa que a Ymir la anestesia la traicionó como si fuera un suero de la verdad, o como cuando te emborrachás. Nuestra pecosa sabe de ebrios como sabrán ¿pueden intuir si algo pasará a partir de acá? Bueno, hasta aquí mi reporte Joaquín, espero lo haya disfrutado como yo, se me cuidan que aún no se fue el coronavairus.

Bye, nos vemos!