DISCLAIMER: Nada de esto me pertenece. Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a EvieBaby. Yo solo me adjudico la traducción.

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Capítulo beteado por Yanina Barboza, beta de Élite Fanfiction (www facebook com/ groups/ elite .fanfiction)


Capítulo 1: El prado

Ella hizo el primer movimiento.

No era sorprendente en lo más mínimo, seguido ese era el caso cuando se trataba de sexo. Quizá porque había dedicado demasiados minutos de mis muchos, muchos años, antes y después de ella, al autocontrol. Los pensamientos sexuales se hacían a un lado, se negaban, se regulaban. Lo último que quería hacer era lastimarla, o hacer algo de lo que podría arrepentirme. Era difícil solo apagar eso, desaprenderlo. Bella presionaba su cuerpo contra el mío, o susurraba en mi oído que me deseaba, y tenía que recordarme que estaba bien. Que no había peligro para ella. Algunas veces se sentía como si estuviera intentando desprogramarme a mí mismo.

Era más fácil en la habitación, o en realidad en cualquier habitación de la pequeña casa que Esme había renovado para nosotros. La casita de campo estaba limpia de recuerdos de antes. En nuestra habitación, estábamos y siempre habíamos estado casados; ella era y siempre había sido vampiro. Era nuestro mundo separado.

Teníamos sexo en cualquier lugar, también. Lo suficiente que Emmett estaba comenzando a pensar que estábamos desafiando su récord. Pero ella usualmente lo iniciaba, y yo tenía que superar la inicial renuencia en mis movimientos, las señales de alarma, la ansiedad. Por una fracción de segundo, era el viejo Edward que necesitaba tener un firme control en todo momento por su seguridad, pero no lo mostraba. No podía. Bella malinterpretaría la razón, y ella nunca debería sentirse no deseada.

Estaba volviéndome mejor en ocultar la duda. O al menos, pensaba que lo estaba haciendo.

Ella suspiró con satisfacción a mi lado.

—He extrañado este lugar.

No pude evitar la sonrisa. Me sentía igual. Era lindo volver a nuestro prado.

—Ha pasado mucho tiempo —coincidí.

Estábamos lado a lado bajo el nublado cielo, el césped alto a nuestro alrededor y las flores de primavera estaban saliendo. Miré una abeja pasar por el aire encima de nosotros mientras giraba la cabeza para mirarla. Los dedos de mi mano izquierda y su mano derecha estaban entrelazados y lo habían estado por la última hora. Su blusa lavanda tenía manchas de sangre de nuestra caza, y sus jeans estaban rotos a la altura del tobillo. Se sentía cohibida por aún no poder cazar tan limpiamente como yo, y era cuidadoso de no bromear sobre eso con ella.

—Hemos estado ocupados. —Rozó con sus dedos mi anillo de boda.

Una gran subestimación. La boda, la luna de miel, Renesmee, la transición de Bella hacia la vida de vampiro… los Vulturi. Pero los últimos meses habían sido tranquilos, y estaba comenzando a pensar que quizá Bella y yo habíamos encontrado nuestra normalidad.

—La última vez que estuvimos aquí —suspiré. Los recuerdos no eran placenteros.

—Casi me hiciste el amor.

Me sorprendí. Iba a decir que la última vez que estuvimos aquí, muchas cosas eran inciertas. Nuestras vidas habían estado en constante revuelo por tanto tiempo, y Victoria llevaba muerta menos de una semana. Tantos obstáculos ante nosotros, y no estaba seguro si alguna de las decisiones que estaba tomando era la correcta. Había estado tan preocupado por nuestro futuro. Por supuesto, la mente de Bella era como siempre un rompecabezas inesperado y sorprendente. Ella recordaba las cosas tan diferentes a mí, enfocada en cosas muy diferentes.

—Eso es una exageración. —Ni siquiera le había desabrochado un botón de la blusa antes de que detuviera mi seducción.

Bufó.

—Admito que fue una ilusión de mi parte.

Parpadeé. Luego, me recargué en mi codo derecho para poder tener una visión clara de ella encima del césped y las margaritas.

—Dijiste que querías que me detuviera.

Sus ojos ámbar brillaron con diversión, pero estuvo de acuerdo.

—Sí, lo hice. Y quería que te detuvieras, por cierto. Fue la decisión correcta, y no me arrepiento.

Pero había algo que no estaba diciendo, y cuando la miré con firmeza, cedió.

Bella se alzó hasta estar sentada a mi lado.

—Cuando era humana —confesó, un poco de su vieja y familiar timidez llenando su expresión—, algunas veces me preguntaba qué hubiera pasado si no te hubiera detenido.

Rompí el contacto visual y me senté también, soltando su mano.

—¿Como si te hubiera lastimado?

—Nunca me hubieras lastimado.

Como siempre, se rehusaba a considerar la posibilidad, pero lo sabía.

—¿Y por qué fantasearía acerca de eso? —bufó.

Pausé.

—¿A qué te refieres con fantasear? —Era una palabra bastante… sugestiva, especialmente por el contexto.

Se rio nerviosamente. Encontré sus ojos y me maravillé ante lo que vi. Si Bella pudiera, se estaría sonrojando. No se ponía así tan seguido como solía hacerlo, pero las conversaciones directas acerca del sexo sacaban esa parte de ella. Cuando finalmente me respondió, fue en un susurro.

—¿A qué crees que me refiero?

Se mordió el labio y si no se hubiera incorporado de repente, quizá hubiera saltado sobre ella.

—Ven —dijo, sus manos yendo hacia ambos lados de mi rostro—. Déjame mostrarte —respiró las palabras, casi no había volumen en ellas.

Mi cuerpo entero se tensó con anticipación, con placer. Sabía hacia dónde iba esto. Poder escuchar los pensamientos de Bella nunca dejaría de ser emocionante, sin importar lo mundano o casual que fuera, y tenía la sensación que lo que estaba a punto de compartir sería todo menos eso.

El ceño de Bella se frunció mientras se concentraba.

Un momento de incertidumbre, de silencio y luego las imágenes llegaron. Bella impaciente yendo por los botones de mi playera mientras besaba su cuello. Yo rompiendo la tela entre las copas de su sostén en dos en lugar de desabrocharlo. Bella moviendo sus caderas contra las mías mientras trabajaba en el botón de sus jeans entre nuestros cuerpos. El cuerpo desnudo de Bella en el sol, mi piel enviando prismas de luz por sus pezones, su estómago, mientras me posicionaba encima de ella. Y luego estaba embistiendo, mis labios en los suyos, sus manos en mi cabello.

Pero estas eran puras fantasías. Estaban borrosas y somnolientas, como una acuarela, les hacía falta el visceral detalle de la realidad porque nunca habían sucedido. Aunque no eran los únicos pensamientos que Bella estaba enviándome. Estaban acompañados de flashes más concretos de una habitación oscura con un techo familiar, el sonido de la lluvia contra el tejado. Las sábanas moviéndose contra la piel expuesta y un hermoso cuerpo tenso contra unos dedos exploradores, persiguiendo el placer, la liberación. Jadeos y gemidos entrecortados. Luego un hambriento sonido, mi nombre. Era un recuerdo. Un recuerdo de Bella tocándose mientras pensaba en mí tomándola en el prado.

No podía siquiera describir el ruido que salió de mi garganta. Todo lo que sabía era que Bella me había enviado la cosa más erótica que hubiera visto. Abruptamente tuve que estirarme para ajustarme en mis pantalones.

El rostro de Bella volvió a mi visión, sus dedos temblando mientras dejaba caer sus manos. Podía ver que estaba avergonzada, pero también muy complacida con mi reacción.

—No puedo creer que hice eso —dijo, seguido de una risa sin respiración. Sus ojos se quedaron en mis pantalones, en donde aún estaba mi mano—. Creo que elegí la correcta.

—¿La correcta?

Se encogió de hombros, su emoción era evidente.

—Tenía más de una fantasía del prado de dónde escoger. Pero no creo que te hubiera gustado la que tuve acerca de la primera vez que vinimos aquí.

¿La primera vez? ¿Como una fantasía sexual acerca del día en el que le mostré cómo me veía en el sol y casi la maté? Eso era una locura. Pero, por supuesto, a estas alturas ya estaba acostumbrado a que Bella no reaccionara con miedo y desagrado como debería hacerlo. Algo de lo que estaba pensando debió haberse mostrado en mi rostro, porque ella se puso a la defensiva.

—Me trajiste aquí sola, completamente a tu merced, y pasaste el día con el pecho descubierto. Como si eso no fuera a desencadenar un despertar sexual en mí.

Bueno, cuando lo ponía de esa forma… no importaba.

—No hubiera sucedido de esa forma. Si me hubiera acercado demasiado a ti ese día, si hubiera perdido el control en lo más mínimo.

—Lo sé. —Estaba seria ahora—. Pero, vamos. Puedes imaginar por qué este prado siempre estaba presente cuando pensaba en nosotros dando ese paso, ¿no? Por mucho tiempo, estaba completamente segura de que perdería mi virginidad contigo aquí sobre el césped. Siempre pensé que sería aquí.

Eso me pausó. Mi excitación bajó y froté mi rostro. Maldición. ¿Lo había arruinado? ¿Le había arrebatado algo al no consultarla sobre dónde pasaríamos nuestra luna de miel?

Pero Bella se dio cuenta.

—Sé lo que estás pensando, Edward Cullen, y no te atrevas. Esa fue la mejor noche de mi vida. No estés arrepintiéndote de ningún segundo.

Sonreí irónicamente. Por supuesto, ella me reconfortaría acerca de esto.

—No es como si mi corazón estuviera solo puesto en el prado o algo así —clarificó—. Soy lo suficientemente práctica para saber que una cama es mejor para una primera vez, especialmente con todas las cosas que teníamos que considerar. Cuando intenté seducirte, fue en una cama, ¿lo recuerdas?

Lo recordaba. Con o sin mi perfecta memoria, cada segundo de esa noche se hubiera quedado en mi memoria. Decirle que no había sido casi tan difícil como resistirme a su sangre. Casi. Había sido afortunado que el superar mi sed de sangre había perfeccionado mi sacrificio. Había estado aterrado de lo que ceder hubiera significado para su seguridad. En ese punto aún no estaba seguro de que eso era siquiera posible para nosotros. Mi novia humana quería tener sexo conmigo, y yo lo quería, también. Que Dios me ayude, pero lo quería demasiado. Le había prometido que lo intentaría, y había hecho esa promesa con toda la intención de mantener mi palabra, pero una investigación era necesaria.

Desafortunadamente, no había demasiado. Todas las leyendas, todos los diarios en el estudio de Carlisle, detallaban solo situaciones del humano muriendo siendo gravemente herido. Pero tenía que ser posible. Tanya, Kate e Irina lo habían manejado. Después de años de práctica y ensayo y error que resultaron en algunas fatalidades, me recordé. Además, todas eran mujeres, lo que hacía que el rol que tenían en el acto… fuera mecánicamente diferente del que yo tendría que hacer. Congelándome como una estatura y dejando que Bella… hiciera lo que quisiera… siempre era una opción, si podía soportarlo. ¿Pero cómo eso podría ser algo más que una experiencia decepcionante para ella? Me había rogado. Ciertamente, lo que sea que estuviera imaginado requería mi participación. Después de una semana de buscar en los rincones de la biblioteca de Carlisle, me resigné ante la idea de que tenía que preguntarle.

Para evitar los oídos curiosos del resto de mi familia, elegí la oficina del hospital como el lugar para esta conversación. Por supuesto, él sabía que algo estaba molestándome. Después de casi cien años, Carlisle me leía bien, pero no había estado preparado para lo que estaba a punto de preguntarle.

—Bella y yo hemos estado hablando acerca de su próxima transformación. Quiero asegurarme de que ella no sacrifique ninguna experiencia humana que sea importante para ella.

Carlisle asintió con aprobación. Eso es adecuado, pensó.

Aquí, me congelé. Las horribles palabras se atoraron en mi garganta. Su expresión paciente se había convertido en una de preocupación para cuando solté:

—Quiere tener sexo. Conmigo. Antes de que la transforme.

—Ah —dijo después de un momento. Sus pensamientos se revolvieron mientras intentaba formular una respuesta diplomática.

—Lo sé, es una mala idea. Estoy de acuerdo contigo.

Carlisle suspiró.

—¿Pero?

Hice una mueca.

—Es todo lo que ella quiere.

Sus ojos amables se suavizaron.

—Edward sé cómo te sientes. Entiendo que quieres darle a Bella todo lo que te pide, pero probablemente es mejor explorar otras opciones en este caso.

—Se lo prometí.

Carlisle tomó otro momento para recomponerse. Eso es todo, entonces. Se aclaró la garganta. ¿Por dónde comenzar?

—¿Bella tiene experiencia? —preguntó con la imparcialidad y la neutralidad de un doctor obteniendo información relevante de un paciente.

Sacudí la cabeza, luego admití:

—Ambos somos vírgenes.

Asintió. Le había confirmado algo que él había sospechado sobre mí pero que no sabía con certeza. Pero los dos sabíamos que no necesitaba La Charla. Había estado en el mundo por un siglo con acceso a los pensamientos de todos a mi alrededor. Más bien, yo sabía más que él. En la teoría. En la práctica, bueno… ese era el problema, ¿no? Esta no era un área en mi vida en la que hubiera explorado mis límites. ¿Cómo podría saber en dónde estaba la línea si nunca me había acercado a ella? No era falta de conocimiento acerca del sexo, sino falta de conocimiento acerca de mí mismo.

Él me estudió mientras pensaba, y para mi sorpresa, estaba volviéndose más optimista. Quizá. Quizá con cuidadosas consideraciones todo saldrá bien. Ella inspira demasiado control y amabilidad en él.

—Quizá hay un patrón existente que podamos usar. ¿Cómo dominaste tu sed estando con ella?

—Un mundo en el que ella no exista no es una opción —le dije con simpleza—. La sed es agonía, pero significa que está viva y a salvo.

La respuesta alimentó su confianza.

—Usa lo que has aprendido ahí. Creo que te guiará. Y luego están las consideraciones prácticas.

—¿Consideraciones prácticas?

Su postura era objetiva.

—Ella debería estar arriba, especialmente al inicio. En general es una buena posición cuando se es virgen y le dejará marcar el ritmo en tu lugar, lo que es ideal en esta situación. El riesgo que representan tus dientes y veneno es muy alto para cualquier tipo de juego previo oral. Con tus dedos estará bien, y tienes experiencia tocándola sin lastimarla. Y si su himen está intacto, quizá sea una buena idea hacer que lo rompa con anterioridad. No hay razón para crear más dificultades introduciendo la sangre al momento.

Cada palabra hubiera sido mortificante si cualquiera que no fuera Carlisle la hubiera dicho. En el momento, yo solo estaba agradecido. Él pensó que podía hacerlo, y estaba dándome consejos pragmáticos, como si todo fuera a estar bien.

Y lo estuvo, la mayor parte del tiempo. Por lo menos, nadie murió. Tomé sus consejos, los seguí al pie de la letra, y lo logré, rompiendo sábanas, mordiendo almohadas, y rompiendo la cabecera de la cama mientras ella me montaba hacia el más grande placer que hubiera sentido. Nos giré para que yo estuviera encima al final, para los dos terminar. Pero no había sido capaz de no tocarla por completo, y resultó que mi toque no era siempre tan gentil como Carlisle había asumido. La había lastimado.

—Además —estaba diciendo Bella—, todo salió bien. No cambiaría nuestra luna de miel en la Isla Esme por nada. Nuestra primera vez fue perfecta.

No estábamos de acuerdo ahí, pensé amargamente. Los moretones cubriendo su cuerpo a la mañana siguiente siempre me perseguirían, sin importar lo que ella dijera.

»Fue perfecta —insistió como si hubiera expresado mis pensamientos en voz alta. Me conocía demasiado bien—. Y fue en una cama, en la calidez de Brasil, ¿así que qué sé yo? Si lo hubiéramos hecho aquí, con mi suerte, probablemente hubiera tocado una hiedra venenosa y me hubieran picado los insectos, temblando todo el tiempo. Quizá me hubiera torcido el tobillo en la caminata de regreso, para rematar.

Me reí a pesar de mí mismo. Definitivamente no extrañaba lo frágil que solía ser.

Me incliné y acaricié su mejilla, presionando un beso contra el puente de su nariz.

—Tienes razón. Solo odio la idea de que te perdieras algo que querías.

Sus ojos recorrieron mi rostro, su mandíbula tensándose de una forma que reconocía. Estaba juntado el valor.

—¿Quién dice que tengo que perdérmelo? Estamos aquí ahora, ¿no es así?

—Sí, lo estamos. —Ante la invitación en sus palabras, estaba poniéndome duro de nuevo, ya visualizando cómo la llevaría al césped. Pero estaba un poco confundido. Bella usualmente no tenía que juntar valor para iniciar sexo conmigo, especialmente no cuando estábamos solos. ¿Qué me estaba perdiendo?

—¿Qué te gustaría que hiciera?

Se mordió el labio de nuevo, pero había euforia en sus ojos. Dejé que reposicionara mi cuerpo hasta que estuviera sentado, y mantuve obedientemente la posición. Bella se puso de pie, se quitó el césped de los jeans y luego se puso en mi regazo, sus rodillas a cada lado de mis caderas. Se quitó el anillo de bodas del dedo, luego me miró mientras lo deslizaba en mi bolsillo. Envolvió sus brazos alrededor de mi cuello, una sonrisa entusiasmada en sus labios.

Cuando no entendí de inmediato, ella dijo:

—¿Te es familiar?

Y luego lo comprendí: el prado, su anillo en mi bolsillo, los dos entados así mientras le decía que me preocupaba cómo todo lo que estaba haciendo era para complacer a otras personas, sus padres, Jacob, Alice, y más que nada, a mí. Me sentía culpable por hacerle tantas demandas, y la liberaría de todas ellas: no tenía que casarse conmigo, no tenía que esperar años para convertirse en vampiro, o ir a la universidad, o algo de eso. En contraste con todas mis demandas, ella me había pedido una sola cosa y honraría eso. Le daría la experiencia humana que no soportaba perder. Le haría el amor.

Aquí era donde ella me había detenido antes, casi dos años atrás.

Mis ojos se ensancharon.

—¿Qué? Podría ser divertido. —Lo dijo como si no le importara, pero podía ver por la vibración de emoción en cada uno de sus movimientos que ella quería esto.

Junté las piezas de lo que estaba sugiriendo.

—¿Quieres decir…? Como, ¿fingir?

—Sí. Retrocedimos dos años. Estás planeando seducirme, y esta vez, te dejaré hacerlo. —Su voz tenía ese oscuro tenor que siempre me excitaba cuando ella estaba húmeda.

Tan solo con eso, era suyo.

—¿En dónde comenzamos?

Se estiró entre nuestros cuerpos y alzó mi mano, separando y extendiendo mi dedo índice mientras sostenía los otros.

—Vas a poner tu dedo contra mis labios y dirás: "No te preocupes, Bella, amor. No he olvidado mi promesa". Luego vas a besarme.

Su memoria humana de mi línea no era exacta, pero no iba a corregirla. En el momento, había estado determinado incluso aunque mi estómago estuviera en nudos, pero ahora, era difícil no sentirse juguetón, no solo para disfrutar de complacer a mi caliente esposa.

Hice lo que pidió, poniendo mi dedo en sus suaves labios.

—No te preocupes, Bella, amor. No he olvidado mi promesa. —Intenté llenar mi mirada con la promesa de todo el placer que iba a darle hoy en este prado.

Tembló visiblemente mientras la acercaba a mí y la besaba. Su gemido necesitado fue fuerte y mis dedos se enredaron en su cabello, sus labios regresándome el beso. Estaba aferrándome de una forma en la que solía preocuparme porque dejara de respirar. Cada centímetro de mi cuerpo estaba vivo ante su entusiasmo.

Nos giré en el césped, acomodando su cuerpo bajo el mío y dejando mi peso entre sus muslos. Mis besos fueron a su barbilla, su garganta. Todo mi cuerpo se presionaba contra todo su cuerpo. Su cuello se arqueó para encontrar mis labios. Me maravillé ante la forma en la que esto se sentía ahora; recordaba la forma en la que se había sentido entonces. ¿Cómo me las había arreglado para parar?

—Detente, Edward. ¡Espera!

Ah, sí. Lo recordaba ahora. Sin importar lo lejos que estuviera, esas palabras, esa voz, siempre serían capaz de traerme de vuelta a la realidad. Apreté el césped en mi puño, forcé una respiración a través de mis pulmones, luego otra. Me controlé y me alcé de encima de ella. Pero sus manos se aferraron a la tela de mis mangas, evitando que me alejara demasiado.

Preocupado, busqué su rostro y solo vi hambre. Su cabello estaba extendido en el césped detrás de ella.

—¿Qué pasa? —pregunté.

Cerró los ojos y gimió.

—Se supone que debes decir, "¿por qué?".

Espera. ¿Seguíamos jugando?

—Pensé que dijiste que no ibas a detenerme esta vez.

—No lo haré. Solo quiero llegar a una cierta parte.

Lo absurdo de la situación estaba comenzando a sobrepasarme y no pude evitar reír.

—¿Cómo se supone que sepa eso? No me dijiste qué tan lejos llevaríamos esto. Dices que pare, voy a parar.

Bella sonrió con afecto.

—Aprecio eso. Tienes razón. —Se alzó en un codo—. Qué te parece si, en el futuro, si de verdad quiero que pares, te diré… —sus ojos fueron alrededor del prado—, helecho. Diré helecho.

Que Dios nos ayude.

—¿Te… tenemos una palabra segura ahora? ¿Es lo que acaba de pasar?

Bella se dejó caer de nuevo en el césped, luciendo complacida con ella misma.

—Sí, la tenemos. Cualquiera de los dos puede usarla.

El pensamiento envió una ola de anticipación por mi cuerpo, mitad de emoción, mitad de aprensión. ¿En qué me estaba metiendo?

—Entonces —dejé salir una temblorosa respiración y bajé mi cuerpo hacia ella de nuevo—, mi línea es "¿por qué?".

Asintió.

—Y luego digo "no estoy segura".

Me perdió de nuevo.

—Eso no fue lo que dijiste.

Bella rodó los ojos y se quejó de la memoria de los vampiros.

—No importa. No te detendré esta vez.

—Pero si dices "no estoy segura", entonces mi siguiente línea no tiene sentido.

Se encogió de hombros contra el césped.

—Sáltatela, entonces.

Miré lo expectante que estaba, lo tímida que se había vuelto su expresión, y luego lo comprendí.

—Mi siguiente línea, después de la que me saltaré, es la que quieres, ¿no es así? —La inspiración de todas sus fantasías acerca de ese día.

No tenía que confirmarlo para saber que tenía razón. Puso una temblorosa mano en mi pecho, encima de mi corazón.

—Dilo ahora como lo dijiste entonces. Por favor.

Me fui de nuevo hacia ese momento. Busqué la emoción, la necesidad, que habían inspirado las palabras. No fue difícil.

—Te amo. Te deseo. Justo ahora.

Y luego hice algo que había querido hacer hacía dos años, pero no me había atrevido. Presioné mi erección entre sus piernas. El ruido que hizo Bella no era algo que hubiera escuchado antes, y si no lo supiera mejor, me hubiera preocupado que fuera a desmayarse. La besé con fuerza

—Edward, oh, Edward —jadeó contra mi boca, sus caderas frenéticamente yendo hacia arriba, hacia mí—. Eso fue perfecto, sí… sí.

—¿Qué sigue? —pregunté sin aliento.

—¿Huh?

—En el libreto, ¿qué sigue?

—Nada. Nos salimos del libreto. Ahora haces lo que quieras conmigo.

Escuché un ruido, y reí sin aliento cuando me di cuenta de que era mi playera. Estaba destrozándola con su impaciencia. Eso me recordaba algo. Cierto, estábamos más allá del punto en donde nos quedamos en nuestro recuerdo, pero eso no significaba que no hubiera un libreto por seguir. Pensé en esa perfecta chica humana, masturbándose en su cama, aprovechando un momento libre en el que no estuviera alrededor para una liberación. Ella merecía que su sueño se hiciera realidad.

Así que, fue con ese propósito que tomé el borde de su blusa y la pasé por encima de su cabeza en un solo movimiento.

—Con cuidado —jadeó—. Soy humana, ¿recuerdas?

—¿Humana? —dije, señalando a los restos de tela de mi playera.

Bella me lanzó una mirada implorante y cedí el punto. Ella tenía razón, aún estábamos jugando.

Me quité lo que quedaba de mi pobre playera y la dejé caer al piso, dejándome descubierto de la cintura para arriba. Luego, pasé mi dedo índice de su ombligo a su esternón, deslizándolo bajo la tela entre las copas de su sostén blanco de satín. Pausé, mirándola, dejando que el momento cobrara su significado y que comprendiera lo que estaba haciendo. Con un movimiento de muñeca, la tela se rasgó y las copas se abrieron, revelando los delicados pezones rosas de Bella. Su respuesta fue un maravilloso gemido. Tomé su boca en la mía mientras pasaba por sus brazos los tirantes de su sostén y lo arrojaba lejos.

Tomé cada pecho y rocé los pezones con las yemas de mis pulgares, de ida y vuelta con una dolorosa lentitud, de la forma en la que sabía que le gustaba. En mi visión periférica, podía ver las manos de Bella tomando el césped, arrancando pedazos de raíz. Besé las líneas de su clavícula, el valle de sus pechos. No lamí o chupé de la forma en la que lo hacía ahora; en su lugar, adoré su pecho de la forma en la que lo había hecho en nuestra luna de miel, cuando ella aún era humana, con mínima saliva venenosa y nunca con los dientes expuestos. Estaba comportándome de la mejor forma ahora, jugando bajo las reglas.

Con el objetivo de recrear su fantasía a la perfección, murmuré una orden en su oído.

—Muévete contra mí, Bella.

Ella gimió e hizo lo que le dije, la punzante presión contra mi erección era el tipo de tortura más intensa y deliciosa. Me estiré entre nosotros y mis manos fueron a desabrochar el pantalón de Bella. Cuando abrí el botón y bajé el cierre, me enderecé. Me estiré detrás de mí por los pies de Bella, atrapados ahí como resultado de sus piernas alrededor de mis caderas en un tenso agarre. Quité sus zapatos y luego removí sus piernas de alrededor de mi caderas, de forma que estuvieran frente a mí, sus dedos apuntando al cielo. En un movimiento gentil y deliberado, deslicé sus jeans y su ropa interior por sus curvas, por sus piernas y se los quité. Fueron arrojados cerca de su sostén. Abrí sus piernas y las bajé de nuevo a cada lado de mí.

Miré con adoración la vista. Bella estaba desnuda, una lasciva criatura de un mito erótico en el césped ante mí. Extraordinariamente hermosa, y mía para tomarla.

Su mano fue a un lado de mi rostro; giré la cabeza para besar su palma.

—Edward, te necesito dentro de mí —soltó.

Desesperadamente quería obedecerla de una vez. Pero ese no era el juego. Sacudí la cabeza.

—Eres virgen, ¿verdad?

Su respiración se entrecortó.

—Sí, soy virgen.

—Entonces primero debo prepárate. —Mi mano izquierda la acarició entre sus piernas y ella jadeó—. No quiero lastimarte —dije en voz baja.

Mi pulgar comenzó una caricia circular en su clítoris, y Bella estaba arrancando el césped a su lado de nuevo. Extendí el dedo índice de mi mano derecha hacia la entrada de su boca. Con timidez, sus labios se abrieron y me dejó entrar, chupando mientras humedecía mi dedo con saliva. Mi dedo húmedo se deslizó dentro de su centro con facilidad; ella se tensó a su alrededor, luego se estremeció de placer. No dejé de acariciar su clítoris y me tomé mi tiempo. Añadí un segundo dedo, luego un tercero, mientras ella caía en la locura. No podía creer lo candente que era esto, lo duro que estaba. Este juego era por ella, pero estaba enloqueciéndome.

Su cabeza se fue hacia atrás mientras montaba mis dedos con movimientos circulares de sus caderas.

—Tan bueno. Tus dedos siempre se sienten tan bien. Mucho mejor que los míos alguna vez lo hicieron.

—¿Sí? —Estaba ocupado mirando su placer, pero algo de curiosidad salió a la superficie.

Ella quizá asintió, pero quizá también fue un temblor por su próximo orgasmo.

—Los míos eran demasiado cálidos, demasiado suaves. Tus dedos se sienten como tu polla.

Dios, estaba tratando de matarme. Necesitaba estar dentro de ella, ahora. Pero ella estaba al borde, podía sentirlo por la forma en la que apretaba mis dedos, y podía escucharlo en sus gemidos. Ciertamente, segundos después, ella se quebró en mil pedazos en mis manos, llamando mi nombre.

Tan pronto como estuve seguro de que su orgasmo había terminado, removí el resto de mi ropa con una velocidad inhumana, y me puse encima de ella. Bella estando arriba nos había funcionado en nuestra primera vez real, pero esta vez no era eso. Esto era acerca de cumplir la fantasía de Bella, y en la fantasía, yo estaba arriba. Intenté entrar en ella lentamente, pero Bella alzó las caderas y me deslicé de golpe. Me estremecí, el éxtasis era exquisito, no iba a durar mucho.

Abrí los ojos y Bella estaba mirándome con devoción. Sentí lo mismo mientras comenzaba a embestir. Lenta y gentilmente, alejando mi peso de ella como si fuera humana. Volví a esos momentos después de la primera vez en Isla Esme, cuando finalmente descubrí cómo hacer esto con Bella humana de forma segura. Todo el asunto había sido demasiado estresante en el momento. El sexo con Bella humana había sido demasiada presión, el riesgo muy alto, y todo eso mientras lidiaba con mis límites personales. ¿Y si la lastimaba físicamente? O, igual de horroroso, ¿emocional o psicológicamente? Ella era todo lo que quería en mi existencia, ¿y si lo arruinaba todo justo en la línea de meta? Pero este juego, sexo con la falsa Bella humana… era emocionante. Era liberador. Quizá, era incluso catártico.

Olas de placer me recorrieron mientras mi cuerpo se movía sobre el de ella.

—Te amo, Edward. Te amo —dijo Bella como siempre lo hacía cuando estaba dentro de ella. Sus ojos estaban cerrados mientras se acercaba a su segundo orgasmo. Cuando se vino, lo hice con ella esta vez, el orgasmo tan agudo que gemí con fuerza.

El tipo de satisfacción que seguía al placer era nuevo, tenía una forma diferente a lo que estaba acostumbrado. Siempre me sentía cercano a ella en la decadencia del clímax, pero ahora se sentía… no lo sé. Esto era algo diferente.

Besé su ceja y me quedé encima de ella porque a Bella no le gustaba cuando me salía de inmediato. Me impulsé en un codo y la miré.

—¿Bella?

—¿Hmm?

—¿Aún eres humana?

Ella dejó salir un suspiro de satisfacción.

—No, ya no más.

Me reí. Bien; no tendría que contenerme para la siguiente ronda.

—Eso fue divertido.

Sus ojos se abrieron y estudió mi rostro.

—¿Divertido?

—Caliente —confesé.

Ella sonrió.

—Bueno, quizá podamos hacerlo de nuevo alguna vez.

—Sí —accedí, intentando controlar mi reacción, pero por supuesto que ella podía sentirme endureciéndome dentro de ella de nuevo—. Quiero decir, probablemente tienes más fantasías que puedo hacer realidad, ¿no?

Por la expresión de su rostro… sí. Sí, las tenía.


¡Bienvenidas a una nueva historia! *lanza confeti*

¡Estoy muy emocionada porque lean esta historia! serán 10 capítulos + 1 epílogo llenos de mucho (mucho) drama y conflicto interno por parte de Edward. Claro, tiene un final feliz, lol y la historia se desarrolla poco tiempo después del final de "Amanecer" ;)

Si les gustan las historias de capítulos largos... llegaron al lugar adecuado, jajaja.

Las actualizaciones no tienen día fijo (por ahora), las invito a darle "follow" a la historia para no perderse ninguna y a unirse al grupo en FB (link arriba) para cualquier aviso o chisme xD

Espero se animen a dejar un review con su opinión y nos leemos pronto ;)