DISCLAIMER: Nada de esto me pertenece. Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a EvieBaby. Yo solo me adjudico la traducción.

Link del grupo en facebook: www facebook groups / itzel . lightwood . traducciones

Link de la historia original: www fanfiction net /s/ 13837709 /1/ Ferns

Capítulo beteado por Yanina Barboza, beta de Élite Fanfiction (www facebook com/ groups/ elite .fanfiction)


Capítulo 2: El baile de graduación

Regresé a casa después de ir a correr por la tarde, cuando el aire se volvió pesado con una llovizna que anunciaba una próxima tormenta. Mis pasos se desaceleraron cuando vi a Alice salir de la casa para interceptarme en la puerta lateral de mi casa de campo, con dos bolsas a prueba de agua bajo el brazo.

—Bella no estará feliz contigo —le dije, abriendo la puerta para ella de todas formas.

Alice me dejó atrás y entró a la cocina. La seguí.

—Para que lo sepas, Bella me los pidió. —Su tono era un poco engreído.

Eso me sorprendió.

—¿Qué son?

Alice me respondió con imágenes en sus pensamientos en lugar de en voz alta: un vestido Oscar de la Renta azul marino de un solo hombro y un traje Armani negro.

—¿Nuestra ropa del baile de graduación?

—Síp —dijo Alice, dejando las bolsas en una silla de la cocina.

—¿Por qué?

—Es una cosa de sexo —respondió casualmente.

Por un momento, me pregunté si de algún modo me las había arreglado para atragantarme.

Alice miró con reprobación la expresión que mi rostro estaba haciendo.

—No seas tan mojigato, Edward.

—¿Una cosa de sexo? ¿Cómo?

Mis preguntas usualmente generaban que pensamientos salieran a la luz, pero en este caso ella estaba controlada, no revelando lo que fuera que hubiera visto en su visión. Alzó las palmas.

—Bella me preguntó si aún tenía estos. Le dije que sí, y ella los quiso. Tuve curiosidad, pero cuando las visiones empezaron, me di cuenta de qué iba todo y aborté la misión.

Para estos momentos, me había recompuesto, y simplemente asentí. Alice y yo entendíamos el delicado equilibrio de intentar respetar los límites de nuestra familia contra la naturaleza invasiva de nuestros dones. Hacías tu mejor esfuerzo, pero algunas veces escuchabas o veías algo privado, y todo lo que podías hacer era pretender no haberlo hecho, para la otra persona y para ti. Aún estaba confundido, porque Bella ni siquiera había querido ir al baile, pero apreciaba la discreción de Alice.

—Solo hay un problema.

—¿Cuál es? —pregunté.

—Falta tu corbata.

Cuando dijo eso, mi mente se aceleró mientras pensaba en dónde estaba. Alice se me adelantó, lanzando visiones mías abriendo la caja al fondo de mi armario, luego de ella haciéndolo ahora que el escondite había sido revelado.

—¡Ahí está! —declaró triunfante, yendo hacia allá.

Fui un poco lento al seguirla, sorprendido por el recordatorio de la existencia de la caja. Estaba hablando mientras rodeaba la esquina.

—Alice…

Pero ella ya se había detenido, la caja de zapatos en sus manos se mantenía cerrada. Estaba viendo lo que encontraría ahí. Mi corbata de moño azul, que hacía juego con el vestido de Bella, sí, pero también, mi boutonniere, una nota que Bella me había pasado una vez en clase para reprogramar unos planes porque se le había olvidado que tenía un turno en el trabajo, una liga para el cabello rota y un tubo de bálsamo labial que había dejado en mi auto, y una deforme y desastrosa cadena de margaritas que ella había hecho una tarde en el prado, ya seca y frágil.

La caja había sido traída aquí con todas mis demás cosas, pero no había pensado en ella en mucho tiempo y no la había abierto desde la primera vez que la llené y cerré, cuando dejamos Forks después de la desastrosa fiesta de dieciocho años de Bella.

Oh, Edward. La pena estaba por todo su rostro, y me molestó.

Tomé la caja de sus manos, alzando la tapa lo suficiente para que mi mano entrara, saqué la corbata y dejé que se cerrara de nuevo.

—Está bien, Alice. —Me moví alrededor de ella y puse la caja de vuelta en el armario. Le arrojé la corbata—. La encontramos.

Ella atrapó el pedazo de seda con facilidad y pasó varios escenarios por su cabeza, pero encontró que en ninguno estaba dispuesto a hablar acerca de mis recuerdos, así que se rindió. Se conformó con dar un paso hacia delante y darle a mi mano un apretón.

—Sí, Bella estará satisfecha.

Asentí.

—Creo que llegará pronto.

—En nueve minutos —confirmó Alice.

Regresamos a la pequeña cocina y Alice dejó la corbata encima de las bolsas.

—Me iré.

—No tienes que hacerlo. —Quería asegurarle que no estaba molesto.

—No es eso —dijo Alice, respondiendo a mis palabras no dichas tan pronto como decidí decirlas. Vi un flash de un recuerdo de hacía un rato en la cabeza de Alice, el rostro ansioso de Bella—. Creo que ella quizá esté un poco nerviosa acerca de… —Señaló hacia nuestra ropa formal—. Les daré algo de espacio.

Fruncí el ceño.

—¿Debería prepararme?

La respuesta de Alice fue sencilla.

—No, no por esta noche. Ella solo es tímida. Responderás más favorable de lo que ella está pensando. Esta vez.

Las últimas palabras fueron dichas de último momento, y podía ver que de inmediato estuvo insegura de si las debió haber dicho o no.

La miré con firmeza.

—Explícate.

Rodando los ojos, Alice me llamó ridículo en silencio. Intenté mirar en sus pensamientos, pero estaba lanzándome recuerdos de su última salida de compras.

—No exageres. Esto es normal. Ustedes están explorando sus respectivas fantasías y lo que les gusta, ¿no?

Mi mano sujetó la silla frente a mí con fuerza, con demasiada fuerza. No había duda en mi mente de que estaba haciendo de nuevo la expresión que Alice había llamado mojigata.

»No seguí las visiones cuando me di cuenta de lo que eran, pero eso parecía ser el tema central.

—¿Y? —pregunté apretando los dientes.

—No te sorprendas si no te gustan todas las de ella. Lo que está bien, no tienes que hacer nada que no quieras hacer, y tus sentimientos son tan válidos como los de ella. Pero no debes decírselo de una forma en la que la hagas sentir mal. —Sus ojos eran fríos—. Hablo en serio, Edward. Si la lastimas o la haces sentir avergonzada, estaré muy molesta contigo.

Mi irritación creció y abrí la boca para soltar que nunca haría algo así. Pero luego su ceja se alzó y de inmediato me calmé; si Alice estaba diciéndolo, debió haberlo visto en una visión. No me gustaba el recordatorio de que aún había formas en las que podía lastimar a Bella, pero mi hermana tenía razón.

Asentí con dureza.

Ella aceptó mi respuesta, complacida. Luego me deseó suerte y salió por la puerta.

La silla que había estado sujetando chilló contra el suelo mientras la movía hacia atrás. Me senté en ella, mirando con cautela las bolsas de ropa. Desde nuestra tarde en el prado hacía una semana, había estado esperando explorar la siguiente fantasía de Bella. La primera había sido tan electrizante, tan íntima. Pero las palabras de Alice me hicieron pausar. ¿Qué es lo que Bella querría de mí que posiblemente me parecería desagradable? Desearía poder decir que nada, pero sabía que no era cierto. Había demasiados actos sexuales y fetiches que personalmente encontraba poco apetecibles e incluso desagradables. Lo que hicieran las personas era asunto suyo, e intentaba no juzgarlos por eso siempre y cuando fuera consensuado. Pero yo era un animal antiguo en mis propios deseos y límites; demasiadas cosas estaban fuera de mi zona de confort y mentirme no ayudaría a prepararme. Mi mente viajó por las posibilidades. Bueno, Alice había dicho que la fantasía de esta noche no sería un problema, pero no sabía qué tan reconfortante era eso.

Escuché los primeros sonidos del auto de Bella y seguí el sonido hasta que llegó y se estacionó en el garaje. Entró a la casa por la puerta principal y hacia el recibidor.

—¿Edward?

—En la cocina. —Salté de la silla y la encontré en el arco que conectaba las dos habitaciones.

Una sonrisa se formó en el rostro de Bella cuando me vio. Estaba usando un suéter de cuello de tortuga claro y jeans negros, el cabello enmarañado y húmedo por la lluvia. Tan linda. Acuné su mejilla y presioné mis labios con los de ella.

—Bienvenida a casa.

Intenté alejarme, pero ella me besó de nuevo. Sonreí contra sus labios.

—¿Cómo está Charlie? —pregunté cuando me dejó ir.

—Bien. Realmente le está gustando todo esto de ser abuelo.

—¿Sí?

Bella explicó.

—Renesmee planeó toda una pijamada para los dos, comiendo helado, pintándose las uñas, y viendo películas de terror. No tuvo objeciones.

Me reí.

Hizo una mueca.

—Si sueno resentida, es porque él no ha intentado obligarla a ir a pescar ni una sola vez. Pasaron años antes de que dejara de intentarlo conmigo.

Froté su brazo de forma reconfortante.

—Solo significa que aprendió de la experiencia.

Sus ojos vieron la entrega de Alice detrás de mí.

—¿Qué es…? —comenzó, pero luego miró la corbata—. Oh.

—Sí, Alice los trajo. Dijo que los querías.

Su mirada fue hacia mí, hacia las bolsas, y de nuevo a mí, luego Bella gimió y cubrió su rostro.

—Te lo dijo.

—No en realidad. —Alcé sus manos de sus ojos y la traje hacia mí, a mis brazos. Mi propia ansiedad se había ido ahora que podía ver su preocupación. Quería que se sintiera segura, segura para decirme cualquier cosa—. No me dio detalles, pero deduje que quizá tenía que ver con lo que hablamos en el prado. ¿Nuestro siguiente juego?

Bella sonrió débilmente.

—No me he decidido. Solo fue algo que estaba pensando. Esta noche parecía ser un buen momento.

—¿Porque Renesmee dormirá en casa de Charlie?

Asintió.

»Confieso que estoy un poco confundido. —La alcé por las caderas y caminé hacia la mesa, dejándola junto a las bolsas, con los pies colgando de un lado—. No querías ir al baile de graduación. Alice y yo básicamente tuvimos que secuestrarte. ¿Y ahora descubro que tienes una fantasía con eso?

Su pequeña risa me llenó de calidez.

—No es así.

—¿Así como?

—No es como si secretamente quisiera haber ido al baile. Esta fantasía no es algo que hubiera pensado antes. Vino después, cuando Angela y Jessica estaban contándome de sus noches. Angela perdió su virginidad con Ben. Jessica no lo hizo, pero llegó más lejos de lo que antes lo hubiera hecho. —El antebrazo de Bella estaba descansando en mi hombro, sus dedos acariciando el cabello en mi nuca distraídamente mientras hablaba. La información que compartía no era sorpresa para mí, dado que había escuchado los pensamientos de todos los involucrados en los días siguientes, pero me sorprendí de que Bella comparara su experiencia con la de sus amigas—. Comencé a pensar en cómo hubiera sido una noche similar para nosotros.

Eso parecía razonable para mí. Podía imaginar cómo se podría sentir ver a tus amigos lograr cosas a tu alrededor, querer ir a la par de ellos. Especialmente si esa cosa era algo que tú querías hacer de todas formas, y Bella estaba confirmándome lo que ya sospechaba: que sí, incluso en esa etapa tan temprana de nuestra relación, ella había querido tener sexo conmigo.

Suspiró.

—Así que, lo pensé a posteriori, y le añadí cosas, lo cambié con el paso del tiempo, hasta que pareció algo que pudo haber sucedido. Solo, no lo hizo.

Mi ceño se frunció.

—Bella, cariño, no pudo haber sucedido. No en ese momento.

Pensé en la forma en la que se sentía estar dentro de Bella, tener su centro estirándose para mí, apretándome, exprimiéndome, y sabía, sabía en mis huesos que no había sido lo suficientemente fuerte como para no lastimarla esa noche. No aún. Especialmente con el sabor de su sangre tan reciente en mi memoria. Tomaría ocho meses separados y tres días pensando que ella estaba muerta para enseñarme que el único infierno real era la existencia sin ella y que no había sensación física, dolor o placer, que se le pudiera comparar. Había necesitado ser así de crucial para que mi autodisciplina madurara.

—No, no es… —Bella tropezó con sus palabras—. No es sexo.

—¿Qué?

—La fantasía no es sexo, al menos, no de la forma en la que te refieres. —Mi confusión hizo que se explicara, sus ojos fijos en sus rodillas—. Fuiste muy claro, el sexo no era una opción para nosotros. Pero estaba tan… quería… Tenía que haber una forma en la que pudiéramos explorar sin cruzar la línea, sin que se volviera riesgoso, ¿no? —Se encogió de hombros—. Entonces mis fantasías eran más que nada de nosotros tocando al otro, o tocándonos frente al otro.

Tragué. Lo que estaba describiendo era tan erótico. Y tan triste. Me recordó a una conversación, años atrás, cuando apenas comenzábamos a conocernos. Le pregunté acerca de sus planes para la universidad y su carrera, y ella habló acerca de los beneficios de las becas y las escuelas estatales, su plan de convertirse en profesora en un colegio universitario porque era lo más asequible de sus ambiciones. En el momento me sorprendí de que todos sus sueños estuvieran limitados. Ahora estaba pensando que algo similar había pasado con su despertar sexual gracias a mi falta de disposición.

Estaba estudiando mi rostro, y sus ojos se ensancharon con una repentina epifanía.

—¿Qué pasa?

Bella sacudió la cabeza con amargura.

—Era una tonta, ¿no es así? Pensé que estaba siguiendo las reglas con esas fantasías, y seguí esperando que nuestra relación física progresara de esa forma, pero era demasiado tímida como para pedir lo que quería y tú nunca hiciste un movimiento para iniciarlo. Y es porque no importaba, ¿no? Nunca se trató de una lista de cosas en específico que pudiéramos o no hacer. Era como cazar, que tú perdieras el control a mi alrededor era la parte peligrosa.

Desearía poder decirle que estaba equivocada. Cerré la distancia entre nosotros, mi mano acunando su cabeza en el hueco de mi cuello. El desprecio me invadió, un viejo amigo de mis días antes de que ella se transformara; desearía poder haber sido diferente de lo que fui para ella. Y quizá, incluso como el monstruo, pude haber hecho más, ¿debí haberlo intentado más? Mi placer había estado fuera de la ecuación, obviamente. Pero todas esas noches en su cama, escuchando su corazón acelerarse cada vez que la besaba, ¿por qué nunca había pensado en satisfacerla con mis dedos? Ciertamente, incluso con mi hambre innatural y peligrosa fuerza, ¿pude haberlo hecho?

Sabía que, parte de eso, era por lo repulsivo que creía que mi piel debía sentirse para ella, lo desagradable de mi proximidad. Pasó mucho tiempo antes de que comenzara a confiar en que Bella no percibía mi toque de la forma en la que pensé que lo hacía. Y definitivamente no había entendido la forma en la que Bella se sentía respecto al sexo. Comencé a darme una idea cuando declaró que era la única experiencia humana que no sacrificaría, pero en verdad no lo comprendí hasta nuestra luna de miel: cuando ella me rogó por más incluso después de nuestra dura, en cada sentido de la palabra, primera vez; después de que me sedujo para intentarlo de nuevo, y de nuevo, y luego me ofreció meses, años más de su humanidad siempre y cuando siguiera haciéndole el amor. Solo entonces comencé a apreciar lo verdaderamente importante que era el sexo para Bella. En los primeros días de nuestra relación, nunca pude haber imaginado lo importante que la intimidad física era para el lenguaje de amor de Bella, lo alto que su deseo sexual podría ser.

Acaricié su cabello.

—No hiciste nada malo, Bella. Nada de lo que querías estaba mal.

Bella se enderezó, una media sonrisa en sus labios.

—Malo e inocente son dos cosas diferentes —dijo con ironía. Miró la corbata azul junto a ella—. Era tonto, de todas formas.

—Oh, no, no lo hagas.

—¿Qué?

Sonreí hacia ella.

—No lo minimices ahora. Voy a darte tu fantasía.

Se rio.

—Ni siquiera sabes qué es.

Me encogí de hombros, alzando la corbata.

—¿Asumo que involucra arreglarnos?

La expresión en el rostro de Bella era extrañamente suave mientras miraba mi rostro. Asintió.

—Entonces deberíamos vestirnos.

Me hice hacia atrás para que ella pudiera bajar de la mesa. Tomamos nuestra bolsa y nos separamos con un beso, yendo a diferentes baños. Supuse que terminaría antes que ella y planeaba esperar pacientemente, incluso poner un poco de música en la entrada, pero luego escuché sus quejidos y maldiciones.

—¿Bella? —llamé a través de la puerta, tocando ligeramente.

—Pasa —murmuró.

El vestido aún le quedaba de la forma que recordaba, envolviendo cada curva de su cuerpo como si fuera un tentador pecado. Se había puesto un poco de maquillaje, algo raro, rímel, labial y parecía que un poco de rubor. Sus pies descalzos se asomaban bajo su vestido mientras se movía. Había intentado rizar su cabello y recoger unos mechones de la forma en la que Alice lo había hecho en la noche del baile. No necesitaba una explicación para saber que no estaba resultando bien.

A pesar de mis mejores esfuerzos, no pude evitar reír.

Ella me miró mal.

—¿Te puedo ayudar?

Bella alzó y bajó los hombros sin ánimo, lo que tomé como un sí.

Entré en la habitación y evalué la situación, parándome junto a ella en el lavabo. Cuando tuve una idea de qué era lo que había salido mal, gentilmente comencé a desenredar el daño. Lucía peor de lo que era, de verdad, solo se trataba de un par de pasadores mal puestos y acomodados.

—Bueno, vamos a comenzar bien.

Sonreí.

—No es tan malo, Bella.

—No, no es para nada malo. Excepto que soy una mujer adulta que no puede peinarse sola.

—Puedes. Lo haces todo los días —le recordé—. Los rizos son exigentes. Usualmente no los tienes, así que no tienes mucha práctica, eso es todo. —Acomodé los rizos de la forma en la que recordaba, pero no lucían exactamente iguales. Bella y yo, incluso con nuestros esfuerzos combinados, no podíamos igualar el talento artístico de Alice.

Bella estaba mirando el progreso en el espejo.

—Luce más arreglado. Como las mañanas que peinas a Renesmee.

No había forma de negar que se me daban mejor las trenzas, moños y coletas que a Bella. Bella peinaba el cabello de Renesmee como lo hacía con el suyo: simple, el resultado siempre luciendo sin esfuerzo, un poco desordenado, un poco despeinado por el viento y romántico.

—Me gusta la forma en la que peinas a Renesmee. —La sinceridad en mi voz la hizo pausar. Di un paso atrás y miré nuestro trabajo—. Creo que eso es lo más cercano que lograremos llegar sin tener que llamar refuerzos.

Bella estuvo de acuerdo. Señaló al suelo en donde sus zapatos de satín estaban esperando.

—Creo que me pondré los dos. Usar un yeso falso parece… demasiado.

—No creo que lo necesitemos. Siempre y cuando el yeso no jugara un papel importante en la fantasía. ¿O sí?

Primero se escandalizó, luego se estremeció.

—¿Qué? ¡Ew! ¡No! Por supuesto que no.

Me reí, entretenido por su enojo. Había sido una pregunta extraña de mi parte, pero las palabras de hacía un rato de Alice me habían dejado un poco paranoico. Sabía de primera mano que el mundo estaba lleno de personas con fijaciones poco convencionales. Por lo que sabía, Bella tenía algunas, y no asumiría que algo estuviera fuera de discusión hasta que probara lo contrario. Los juegos que estaba jugando con Bella requerían que intentara tener la mente abierta, y le había prometido a Alice que cuando no fuera así, por lo menos sería amable.

Bella se sentó en un banquillo y me puse de rodillas para ayudarla a ponerse los zapatos, cruzando los listones por sus pantorrillas por ella. Era imposible no distraerme y me encontré rozando los labios contra sus rodillas. Acariciando la piel de sus muslos internos, amarré los listones, disfrutando la sensación de su suave piel contra mis mejillas, cejas y nariz. Podía escuchar su respiración acelerarse, la esencia de su excitación pesada en el aire. Sentí la mano izquierda de Bella hundirse en mi cabello, manteniendo mi cabeza en su lugar. Besé la parte interna de su rodilla derecha con obediencia. Mis ojos se alzaron hacia su rostro y sus párpados estaban cerrados, sus labios abiertos.

Maldición. Necesitábamos enfocarnos.

—Y, ¿qué juego vamos a jugar esta noche? —pregunté con voz ronca.

Se estremeció.

—¿Hmm?

Mi sonrisa fue involuntaria. Era imposible ser humilde cuando Bella estaba así de caliente por mí. Liberé mi cabello de su agarre y me puse de pie, luego la cargué como si fuera novia en mis brazos y la llevé hacia la entrada en donde la música seguía reproduciéndose. Dejé sus piernas libres y la bajé para que sus pies estuvieran balanceados sobre los míos.

—Eres el demonio, Edward Cullen. —Pero no había veneno en sus palabras. Envolvió sus brazos alrededor de mi cuello y se sostuvo con fuerza cuando comencé a bailar alrededor de la habitación.

—Solo intento mantenernos enfocados —dije. Una declaración atrevida dado que ambos sabíamos que yo lo había comenzado, y ciertamente, ella bufó, poco impresionada. Ella también podía sentir la evidencia de mi hipocresía, le erección que estaba presionando contra su estómago—. Además, este es el baile, ¿no? Te cargué a todos lados porque no tenías tus muletas. Bailamos, así, tus pies sobre los míos. ¿Qué sigue después?

No podía ver su rostro porque estaba contra mí. Sentí su mano tensarse en mi nuca; usó el impulso para frotarse contra mí de acuerdo al ritmo de la canción. Gemí.

—¿Bella…?

—¿Qué? —dijo, su respiración contra mi oreja—. Esto es parte de eso. ¿Cómo podía no serlo? Nuestros cuerpos estaban tan cerca, tú te veías tan bien. ¿Cómo podía no querer esto? Dime que tú también lo quisiste. —Su húmeda lengua pasó por mi lóbulo, y mis caderas se movieron contra las de ella.

Honestamente, el pensamiento de frotarme contra ella en la pista de baile nunca se me ocurrió en ese momento. Por supuesto, ahora nunca sería capaz de bailar de nuevo con ella sin pensar en eso.

Se había equivocado, ella era el demonio.

Mis manos tomaron sus caderas y las detuvieron.

—Bella —solté, mi voz tensa—. Si no detienes eso, me correré en los pantalones.

Su respuesta fue un suspiro entusiasta.

—Eso está bien.

—¿Pero es tu fantasía?

Eso la hizo pausar.

—No —admitió con un quejido. Se hizo hacia atrás, bajándose de mis pies hacia el suelo. No estábamos tocándonos más y tan solo así, mi cuerpo fue traído de vuelta de su hechizo. Su expresión era arisca—. Nada de eso lo era, en realidad. Solo estaba excitada. Aquí en privado está bien, pero nunca querría hacer algo así enfrente de otras personas.

Eso tenía sentido. Bella odiaba que la gente le prestara atención. No había forma en la que fuera una exhibicionista. Internamente, dejé salir un suspiro de alivio, tachando un montón de cosas que no querría hacer en lugares públicos de la lista de cosas que Bella podría pedirme.

—¿Lo inventaste?

—¡Besaste mis muslos!

Solté una risa; ella se resistió, intentando lucir firme, pero no pudo evitarlo, y nos reímos juntos.

—Bien, ¿entonces cuál es?

—¿Mi fantasía?

Asentí.

—Momento de la verdad.

Ella me sonrió con ojos juguetones.

—Vamos al auto.

¿Iba a llevarme a un kisoco en la escuela? ¿Un clóset de limpieza o un salón vacío? ¿El allanamiento no sería llevar las cosas demasiado lejos?

—¿A dónde vamos?

—¿A dónde irías si fueras a robar mi virtud en el asiento trasero de tu auto?

Maldición. Bueno… eso respondía mi pregunta. ¿El asiento trasero de mi auto? A diferencia de sentir a Bella en la pista de baile, esto era algo en lo que sí había pensado antes.

Apagamos las luces, el estéreo y cerramos la casa. Una llovizna nos mojó a los dos en el camino al garaje.

Mientras encendía el motor y me movía para sacarnos, sentí la mano de Bella encima de la mía sobre la palanca del Volvo. Inicialmente, pensé que era solo una dulce caricia, como hacíamos todo el tiempo, pero luego sus pensamientos llegaron a mí. Como antes, eran borrosos y casi como un sueño, pero esta vez me llevó por el escenario, momento por momento, mostrándome exactamente lo que se había imaginado con intenso detalle. Para el final, mis manos estaban tan tensas que me preocupaba por el volante y la palanca de mi auto y estaba al borde de explotar de nuevo.

Quité mi mano de la de ella.

—¡Jesús, Bella!

Soltó unas risitas, feliz de que me hubiera hecho maldecir frente a ella. Sabía que odiaba hacer eso.

—Eso fue… —No tenía palabras. Basado en nuestra conversación de hacía un rato, había esperado algo más reservado.

Pero Bella no planeaba disculparse.

—Bueno, si de todos modos todo era imposible, quiero la versión más sucia. La que incluso yo sabía que estaba fuera de discusión en el momento.

Fuera de discusión, sí, esa era una descripción justa. La miré hambriento, feliz de que eso ya no fuera más el caso.

—Entonces —dijo—. Ahora que sabes… ¿quieres hacerlo?

—Quiero hacerlo. —Mi voz salió casi como un gruñido.

Ella tembló.

Salí del garaje, las llantas chillando antes de que saliéramos a la carretera. Bella se aferró con fuerza y me lanzó una mirada reprobatoria. Volverse un vampiro no había hecho nada para que dejara de odiar el conducir rápido. Casi siempre conducía el Ferrari que le había comprado al o bajo el límite de velocidad, lo que debería ser un crimen.

—¿Entrar tanto al parque nacional no es una exageración? —me preguntó casi veinte minutos después. Cuando la miré, estaba apretando los puños contra su vestido a la altura de los muslos, su impaciencia era evidente en cada línea de su rostro.

—Tu papá es el jefe de la policía. Esto es exactamente lo que hubiera hecho entonces, y es lo que estoy haciendo ahora. Lo último que cualquiera necesita es que uno de sus oficiales nos encuentre.

—Lo escucharías acercarse.

—No, contigo en mi regazo, no lo haría.

Bufó, pero lo dejó ir.

Llegué al lugar que había escogido y salí de la carretera, bajo un viejo sauce que cubría un poco el auto. Apagué el motor y entonces el único sonido era el de la lluvia golpeando el auto. Las gotas que se juntaban y las ramas con sus hojas causaban que la luz de la luna provocara sombras a través del parabrisas y en el rostro de Bella.

Me miró con una pregunta en sus ojos. ¿Estaba listo?

Asentí.

Bella respiró, y comenzó.

—¿Por qué nos detuvimos aquí, Edward?

Seductor, me recordé. Ella quería que yo lo iniciara. Bajé un poco la voz.

—¿Por qué crees tú?

Mordió su labio.

—¿Pensé que no podíamos?

—No deberíamos, pero no puedo evitarlo. Te deseo. —Mis ojos buscaron su rostro—. ¿Eso está bien?

Me sentía un poco cursi diciendo estas cosas, pero ella había pensado en las líneas, y estaban teniendo un efecto. Bella parecía estar muy abrumada para formar una respuesta coherente, y solo asintió con fuerza. No era muy buena actriz, así que sabía que era genuino, estaba dándole lo que quería. Hice una nota mental para decirle a Bella lo mucho que la deseaba más seguido; ese era un tema recurrente de nuestro juego pasado y este. Le gustaba la idea de mí estando tan lleno de lujuria que ignoraba mi juicio.

Salí y fui hacia su puerta, abriéndola y alzándola en mis brazos. Besó mi mandíbula y cuello en la lluvia mientras hacía el trabajo logístico de movernos al asiento trasero, deslizándome con ella acomodada en mi regazo, los brazos alrededor de mi cuello.

Sin preámbulo, enterré mi rostro en su cabello, dejando besos detrás de su oreja y su nuca, y deslicé mi mano bajo su vestido. Y fui hacia arriba. Mis dedos acariciaron desde sus tobillos, hacia arriba pasando los lazos adornando sus pantorrillas, hacia sus rodillas, por sus muslos, levantando su falda mientras iba y dejando sus temblorosas piernas descubiertas. Sentí una emoción mientras llegaba a la unión entre sus piernas, las puntas de mis dedos rozando el encaje de su ropa interior. Usualmente me tomaba mi tiempo en llegar a este punto, nunca había metido mi mano bajo su falda para ir directo como ahora, pero quizá debería hacerlo algunas veces. Bella prácticamente estaba hiperventilando.

—Ábrelas —ordené.

Separó sus muslos obedientemente y tomé ventaja.

Ambos gemimos.

—Estás húmeda. —Era mi línea, pero también era tan cierta.

—Sí —jadeó—. Te deseo. Tanto.

Descubrí que estaba moviendo mi erección contra su suave trasero, no era parte del juego, pero era involuntario en este punto. Con esfuerzo, me controlé y me enfoqué de nuevo.

Mis dos manos estaban bajo su falda ahora, bajando su ropa interior por sus piernas. Guie su movimiento con unas caricias deliberadas y la reacomodé para que estuviera montándome, su falda amontonada en su cintura, su brillante sexo desnudo para mis ojos y posicionado sobre mi regazo. Mis manos en sus caderas tiraron de ella con firmeza, hacia abajo y hacia delante, hasta que estuvo presionada contra el cierre de los pantalones de mi traje, y la dureza debajo de ellos.

—Muéstrame —gruñí.

Ella gimoteó en respuesta y se movió contra mí. Fingí que guiaba el movimiento de sus caderas al inicio, pero todo era falso, porque era parte del juego. Bella sabía qué hacer; toda esa escena había sido creada por su diabólica imaginación, después de todo. La solté, apretando mis manos en puños y tensando mi cuerpo. Justo como la última vez, estábamos jugando a que ella aún era humana. Mis caricias y movimientos podrían ser peligrosos en el calor de la pasión, así que me sentaría y dejaría que tuviera lo que quería, su placer.

Y es lo que esto era. Sus manos estaban en mis hombros, sus ojos estaban cerrados, su cabeza se echó hacia atrás, y estaba moviéndose, tensándose y restregándose en mi regazo, usando mi polla para darse placer.

—Edward, mi Edward. —Cada susurro estaba lleno de tanta necesidad, casi sonaban como quejidos—. Te sientes… oh Dios, la forma en la que te sientes…

Era una tortura el estar quieto. No había palabras para cómo se sentía lo que estaba haciendo, la fricción de la tela, su humedad filtrándose por las capas, su caliente agujero solo del otro lado, pidiendo ser llenado. Pero también estaba absorto mirando su placer. Ella estaba tan dentro de eso, era asombroso.

—Edward, mis pezones están doliendo —jadeó.

Eso tuvo mi atención.

»Necesito tus manos en mí.

Esto no era parte del escenario que me había mostrado, pero no podía negarle nada. Bajé su tirante y sostén por el valle de sus pechos, hasta que su hermoso pecho fue revelado. La tomé en mis manos, acariciando y tirando de sus pezones.

Ella me besó con fuerza. Su cuerpo estaba vibrando con tensión y sabía que estaba cerca.

—Vente para mí, Bella.

Y lo hizo.

La sostuve mientras chillaba y su cuerpo temblaba de éxtasis. Cuando finalmente bajó de su orgasmo, una sonrisa eufórica estaba en su rostro.

—Dios, eso fue tan bueno —susurró.

Con un rasposo sonido de excitación, Bella se movió, alejándose de mí. Miró lo tenso que estaba, mis ojos hambrientos, lo desesperante que mi situación se había vuelto. Con una lujuriosa sonrisa en sus labios, trazó mi erección con un dedo.

—Tu turno.

Alejé su mano y desabroché mis pantalones tan impaciente, que rompí el cierre. Liberé mi erección, gimiendo con alivio, y comencé a tocarme frente a ella. Para ella. Era salvaje para mí, pero ella quería mirar. Nunca habíamos hecho esto antes, pero no había oportunidad para sentirse incómodo, no con la forma en la que me estaba mirando, no con lo desesperado que estaba por una liberación. Me enfoqué en su expresión cautivada, su piel desnuda, su vestido arrugado, sus piernas abiertas —justo ahí, a centímetros de distancia— y sabía que la liberación sería rápida.

Bella podía ver que estaba cerca.

—En mí —pidió. No necesitaba recordatorio. Su fantasía había sido marcada en mi cerebro.

Pero sus palabras lo hicieron, me enviaron al límite. Me vine con un gemido, ola tras ola de placer recorriéndome, saliendo de mí, y hacia ella. Su vestido, su coño. Seguí acariciando hasta que la sobreestimulación se volvió dolorosa, luego colapsé, cansado y satisfecho, en el asiento. Mi cabeza se fue hacia atrás, el respaldo del asiento acunando mi cuello, y miré las gotas de lluvia golpear el parabrisas por encima de mí mientras recuperaba el aliento.

Bella estaba llenando mi rostro de besos, acariciando mi mandíbula, mi cabello.

—Gracias. Edward, eres un santo.

Eso hizo que soltara una risa.

—No creo que nada de lo que acabamos de hacer califique ni remotamente como algo santo.

El rostro de Bella estaba serio. Su expresión era de tal suavidad, tal adoración. Gentilmente trazó su pulgar por una de mis cejas y por mi mejilla.

—Solo quería decir que, eres tan bueno para mí.

Tragué.

—Bueno, te amo. —Capturé su muñeca en mi mano y la llevé a mis labios.

Sonrió.

—Deberíamos hacer una de las tuyas, también.

—¿Las mías?

—Tus fantasías.

No había estado esperando eso. No sé por qué no se me había ocurrido que Bella quizá querría devolver el favor, por supuesto que lo haría.

—Quizá —evadí el tema y nos senté.

Nos miramos y Bella bufó.

—Lo sé —dije—, Alice va a estar tan enfadada.

—Bueno, quizá esto le enseñará a no obligarme a usar ropa formal. —Bella estaba luchando con su sostén, batallando con ponerlo de vuelta en su lugar.

Me moví para ayudarla.

—Lo dudo. No tienes idea de cuántas piezas de diseñador Emmett ha arruinado a lo largo de los años, y eso no la ha detenido.

Arreglamos nuestra ropa y nos limpiamos tan bien como podíamos hacerlo con el paquete de toallitas húmedas que tenía en el auto.

—¿A casa? —pregunté mientras giraba la llave y encendía el motor.

—A casa —confirmó.

Mientras conducíamos, puso su mano por encima de la mía en la palanca de nuevo.

—De nuevo, Edward, gracias.

Sonreí.

—Créeme, no fue difícil. Esto también es divertido para mí. —La carretera frente a mí estaba llena de vueltas, el reflejo de mis luces en el agua en el asfalto—. Y honestamente, cuando mencionaste el baile de graduación, estaba preocupado de que fuera a ser algo loco o ilegal. Esto fue muy directo.

Las cejas de Bella se alzaron.

—¿Loco o ilegal? ¿De verdad?

—Ya sabes, como si fuera a ser necesario entrar a la preparatoria de Forks o algo así. —Me reí de mis anteriores preocupaciones—. Definitivamente es un alivio no cometer allanamiento solo para cumplir una fantasía.

Me tomó casi quince segundos antes de que me diera cuenta de que Bella no había respondido y que no estaba encontrando mi mirada. Mi cerebro perplejo procesó lo que probablemente significaba.

—Espera, ¿es en serio? ¿Tienes fantasías de nosotros teniendo sexo en la escuela?

Quitó su mano, cruzando sus brazos por encima de su pecho, su expresión nerviosa.

—No es tan raro, Edward. Fue una fantasía en realidad, y ni siquiera iba a mencionarla.

—¿No ibas a hacerlo? ¿Por qué no?

Su boca se abrió.

—¿Hablas en serio? Es muy obvio el porqué no. Tampoco planeaba romper las leyes.

Se giró para mirar por la ventana y esperé. ¿Realmente no diría nada más?

Condujimos en silencio por otros cinco minutos antes de que me ganara la curiosidad.

—Bueno… ¿cuál es?


¡Gracias a las chicas que dejaron sus reviews! :)

Nani Cullen, Danidommm16, AJM Cullen, ALBANIDIA, jupy, Gabriela Cullen, Isis Janet, Noriitha, patito feo, Cassandra Cantu, Adyel, EriCastelo, Lady Grigori, irwin321, kassplz, Kriss21 y Tata XOXO :)

No olviden dejar el suyo y nos leemos pronto ;)