DISCLAIMER: Nada de esto me pertenece. Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a EvieBaby. Yo solo me adjudico la traducción.

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Capítulo beteado por Yanina Barboza, beta de Élite Fanfiction (www facebook com/ groups/ elite .fanfiction)


Capítulo 3: Biología

Era la cosa más extraña. Por los tres días después de nuestra noche de la fantasía del baile de graduación, los dos seguíamos diciendo que no queríamos hacer esto, que no íbamos a hacer esto… y aun así, aquí estábamos, en el cuarto día, entrando en la preparatoria de Forks a la una de la mañana. Dios, esto era ridículo. Nos estábamos convirtiendo en demonios del sexo. El campus estaba desierto por ser las vacaciones de primavera, pero nos encargamos de estar seguros. No había autos en ninguno de los estacionamientos, ni luces encendidas y ningún corazón se escuchaba alrededor. Tampoco había cámaras o alarmas.

Aun así nos iríamos al infierno, sin dudarlo, pero probablemente no íbamos a ser descubiertos esta noche.

—Vaya, qué olor —dijo Bella mientras entraba al salón del señor Banner.

Había entrado primero y estaba manteniendo la ventana abierta para ella.

—Sí, creo que un estudiante quizá derramó ácido clorhídrico.

No era el único aroma en el aire, pero era el más prominente. Los salones de ciencias de preparatoria siempre tenían una mezcla de aromas sépticos, de todos los químicos y limpiadores, y una ligera humedad. Había demasiados aparatos y materiales por limpiar. La luz de la luna iluminaba las mesas de laboratorio y banquillos, los pósteres de las leyes de Newton en la pared, las reglas de seguridad para los laboratorios de química pegados con cinta adhesiva en uno de los armarios de materiales, y el esqueleto de plástico al lado del escritorio del maestro. El pizarrón blanco al frente del salón se había quedado por las vacaciones con un diagrama de la fotosíntesis dibujado con varios colores, y el carrito con la televisión estaba en la esquina.

—Esto es una locura. —Saltó de la ventana hacia el suelo y aterrizó ágilmente.

Sonreí.

—Es tu fantasía.

Acomodándose la ropa, Bella alzó una ceja hacia mí.

—Fuiste tú quien sugirió que fuéramos a caminar esta noche y casualmente nos trajiste aquí.

Mis manos pausaron mientras cerraba la ventana. Quería mirarla, pero no pude hacerlo. Su observación era correcta, fui yo quien siguió insistiendo, el que no podía dejar de pensar en este escenario. Y, aunque sin dudar el placer de Bella había sido la prioridad de nuestros juegos previos, este era todo sobre mí. ¿Estaba siendo egoísta?

Solté un pesado respiro y me giré hacia ella.

—Tienes razón. Esto es demasiado. Deberíamos irnos.

Bella bufó una risa, sacudiendo la cabeza con suavidad hacia mí.

—Claro que no. —Fue hacia nuestra vieja mesa y saltó, la palma de su mano contra la superficie de fórmica, de forma que estuviera sentada sobre ella, mirando hacia mi viejo lugar—. Me gusta lo emocionado que estás por esto. —Movió su dedo, llamándome.

Automáticamente, mis pies obedecieron, y me encontré en el lugar en el que había pasado algunas de las peores y las mejores horas de mi vida, el preciso lugar en el que había conocido a la persona que simultáneamente sería la mayor tentación de mi monstruosa naturaleza y el amor de mi vida. La persona que, por la gracia de Dios, estaba justo frente a mí.

—No hay por qué lucir tan triste. —Su voz era amable mientras sus dedos se deslizaban en mi cabello.

Cerré los ojos y sacudí la cabeza, intentando salir de mi propia mente.

—¿Realmente es tan malo? —susurró Bella, y escuché la vulnerabilidad ahí—. ¿Dejarme ver lo que quieres? ¿Cuánto lo quieres?

—Por supuesto que no —negué. No logré convencerla a ella o a mí.

Un incómodo silencio se instaló entre nosotros. Quería romperlo, reconfortarla, pero no sabía cómo. De alguna forma habíamos tocado el tema que no sabía cómo discutir. Nunca lo había intentado, y no podía imaginar cómo hacerlo bien, cómo ser honesto sin herir sus sentimientos, sin manchar sus recuerdos o experiencias. Sin sonar tan débil y patético. Debí haber anticipado esto. Tenía sentido que si íbamos a explorar el psique sexual de Bella para nuestros juegos, el mío eventualmente saldría a relucir en algún punto, y Bella ya había mencionado que estaba pensando en eso.

Fue su voz la que sonó a través del silencio.

—Yo solo… no lo entiendo. Pensé que tenía sentido antes de que nos casáramos, antes de que me convirtieras. ¿Por qué hablar acerca de lo que no podíamos tener aún? Pero nada ha cambiado. No sé nada acerca de lo que quieres, lo que te gusta, además de lo que he adivinado por tus reacciones. Tú… ¿parece que estás disfrutando nuestra vida sexual?

La forma en la que su voz al final transformó la afirmación en pregunta me rompió el corazón.

—Sí —dije de inmediato, con honestidad—. Demasiado. —Aún podía ver su duda, así que seguí—. A través de los años, he escuchado los pensamientos de muchos humanos y vampiros, preocupados constantemente por el sexo. Me dieron una imagen bastante detallada, y el amplio número de perspectivas le dieron a esa imagen demasiados matices y dimensiones. Pensé que entendía el amor físico, lo que era, cómo debía sentirse, incluso aunque no tuviera experiencia personal, pero… eso era arrogante. Por supuesto, no tenía idea. Lo que tengo contigo, Bella, es algo completamente nuevo en un mundo que pensé que ya no tenía más sorpresas para mí. Y siempre ha sido más, más de lo que esperaba, más de lo que merecía.

Bella estaba conmovida, convencida. También estaba decidida.

—Pero no me dejas entrar. —Abrí la boca, pero ella alzó una mano pidiendo que la dejara terminar—. No creas que no vi la forma en la que reaccionaste cuando sugerí que hiciéramos algunos juegos para tus fantasías, también. Sé que es difícil. Es aterrador. Créeme, lo sé. Ni siquiera sé de dónde saqué el valor para comenzar a decirte lo que quería sexualmente, seguir haciéndolo, especialmente porque, en el inicio, tú solo me rechazaste una y otra vez.

Me lanzó una mirada firme ante la protesta que podía ver que seguía.

»Cuando primero te pregunté si era posible que tuviéramos sexo, me dijiste que no, incluso aunque sabías de vampiros que lo habían hecho. Cuando te dije que quería ser humana cuando perdiera mi virginidad, primero dijiste que no, y luego dijiste que no hasta que nos casáramos. Cundo finalmente tuvimos sexo, me dijiste que nunca más hasta mi transformación. Intentar navegar a través de un lugar en donde pudiéramos llegar a un acuerdo versus algo que es un límite difícil para ti siempre ha sido complicado porque tú no diferencias entre las dos cosas, sin mencionar que siempre fue un golpe absoluto hacia mi ego. Todas esas veces el "no, no es posible" resultó que solo significaba un "creo que es una mala idea". Esas conversaciones siempre eran aterradoras y seguido desalentadoras.

Podía ver el dolor por el que la había hecho pasar en sus grandes y expresivos ojos. Mi cabeza cayó hacia enfrente.

—Lo siento, Bella.

Ella tomó mi rosto y alzó mi barbilla. Esperó pacientemente hasta que encontré su mirada antes de hablar.

—No lo sientas. No digo todo esto para hacerte sentir culpable. Sé que estabas asustado por lastimarme, y sé que nunca me mentiste. Ese no era el punto. Estabas averiguando las cosas sobre la marcha, justo como yo. El punto era que es importante seguir teniendo la conversación, y quería que supieras que entiendo cómo se siente ser quien tenga que abrirse. No puedo prometerte cómo reaccionaré, quiero decir, yo diría que cuando se trata de ti, básicamente estoy dispuesta a cualquier cosa, pero mi cerebro no está tan lleno de lujuria como para que no pueda comprender la posibilidad de que quieras algo que quizá no llegue a disfrutar. Si estás tan dudoso de decirme, quiero decir, esa es una pista, ¿no? Pero puedo prometerte que seguiremos hablando al respecto hasta que descubramos un territorio en común. Puedes confiar en mí, Edward.

Por un momento, estaba muy abrumado como para hablar. Ella era… demasiado buena para mí. Era un confort, uno significativo, que estuviera comprometida con explorar mis deseos de la misma forma en la que yo lo estaba con los suyos. Pero luego la nube negra volvió a posarse sobre mí, porque no estaba ni cerca de la raíz del problema.

—No se trata de eso.

—¿Entonces de qué? —Su tono era más curioso que frustrado.

Suspiré, preparándome. Ella tenía razón, la conversación era necesaria, por el bien de la intimidad que habíamos estado esforzándonos por construir. Debí haberme tomado un momento para pensar, formular la mejor manera de presentar la información. En su lugar, solté:

—No tengo ninguna fantasía. No en realidad, de forma general y definitivamente no acerca de ti en específico. No pienso en ti de esa forma.

La mirada en su rostro era todo lo que me temía que fuera. Estaba tan sorprendida, tan herida.

—No tienes fantasías sobre mí. —Era una afirmación, no una pregunta. Ella me creía, y rápidamente me recordó a la forma en la que solía dudar de su valor. Intentó alejar sus manos de las mías, pero las atrapé y las sostuve.

Bueno, ahora sabía la verdad y no podía retractarme, pero podía mejorar la forma en la que lo explicaba.

—No lo expresé de la mejor forma —dije gentilmente—. Sería más acertado quizá decir que no puedo pensar en ti de esa forma. Que nunca me permitiría hacerlo.

Su ceño estaba fruncido de una forma tan lastimera, tan dolorida.

—¿Por qué no?

Con el corazón lleno de disgusto, tomé su mano derecha y la guie con mi izquierda, detrás de ella y hacia abajo, bajo la mesa de laboratorio, hasta que estuviera tocando el desastre de la madera que había destruido.

Algo de su dolor fue reemplazado por confusión.

—Guau, eso es…

—Lo que hice la primera vez que te conocí.

Su mirada volvió hacia mí con rapidez.

—Sujetar esa mesa hasta que se convirtió en una pulpa fue la única ancla que tuve para mantenerme en mi lugar. —Mi garganta se sentía cerrada, pero necesitaba seguir. Tenía que saber que si alguien había fallado aquí, era yo y no ella—. Bella, no sé cómo hacerte entender lo verdaderamente cerca que estuviste ese día.

Vi el momento en el que su sorpresa comenzó a transformarse en preocupación por mí, y sacudí la cabeza, pero me tocó de todos modos, llevando mi cabeza hacia su pecho.

—No creo que puedas entenderlo —concluí con amargura. Se tensó pero no me soltó. Estaba feliz de no tener que verla a los ojos para esto—. No solo porque no has conocido a un humano cuya sangre "cante" para ti, sino porque también pareces tener un mejor control de tu sed. Fuiste capaz de estar alrededor de los humanos apenas unos días después de tu transformación, por todos los cielos.

—No hubo humanos —interrumpió—. Solo Charlie. Y eso es diferente. Tú y yo sabemos que la sed es fácil de manejar cuando se trata de alguien a quien amas.

Suponía que diría lo mismo acerca de nuestra hija mitad humana, acerca de Jacob y Seth. La esencia de su sangre no era completamente humana, pero aún olían… comestibles. Marginalmente más apetecibles que un animal, al menos. Ella no había batallado con ninguno de ellos. No veía el caso a recordarle al senderista que había olido en su primera cacería, mas no lo había perseguido, era claro que la incomodidad de Bella al ser señalada la estaba cegando. Ella no entendía cómo la sed era para la mayoría de nosotros, cómo era para mí, y no tenía caso presionarla con eso.

En su lugar, continué de forma diplomática.

—No puedo escuchar tus pensamientos, así que no lo sé con certeza, pero puedo escuchar a las otras personas y sé que es diferente para todos. Cómo describen su sed, lo que la desencadena, lo mucho que la sienten. Aprendí de una mala manera que visualizar una presa era algo peligroso por hacer para mí.

De algún modo me deslicé hacia abajo hasta que mi cabeza estuvo en su regazo, mi mejilla contra su muslo. Envolví mis brazos bajo sus rodillas, aferrando sus piernas a mi pecho. Mi vergüenza era palpable en el aire.

»Visualizar me llevó a rebelarme y a dejar a Carlisle en primer lugar. Fue por lo que batallé mucho para regresar, y el porqué el ajustarme de nuevo a mi vieja dieta fue tan difícil. Me tomó años. Primero venía la sed, luego la fantasía. La fantasía se apoderaba de todo, y lo siguiente que sabía, estaría racionalizando, creando una excepción. Y luego volvería a casa con Carlisle y Esme con los ojos rojos.

Su mano fue hacia mi cabeza. Como siempre, su toque era amoroso, uno de perdón.

»Todos tenemos nuestras propias estrategias para mantener nuestra dieta. Rosalie llama a mis métodos una forma de represión, y estrictamente hablando, tiene razón. Pero es lo que funciona para mí. Soy muy cuidadoso acerca de si o cuándo me permito imaginarme el acto de beber de alguien. —¿Debería continuar? Ciertamente, no debería. Pero mi boca siguió moviéndose, mis ojos fijos en la tabla de animales en peligro de extinción al otro lado del salón. Su mano estaba acariciando mi cabello—. Contigo, obviamente no estaba en discusión. Ese primer día, sentado aquí, me permití planear cómo podría hacerlo, cómo lograría atraparte sola, cómo lidiaría con los testigos, pero sabía que no era adecuado imaginarme en realidad bebiendo de ti. Si lo hubiera hecho no hubiera habido vuelta atrás. —Casi me detuve ahí, pero seguí confesando—. Solo me permití hacerlo una vez, nuestro primer día en el prado, después de que estuve casi seguro de que no había peligro. Tenía que saber, no dejar dudas, de que era lo suficientemente fuerte, así que incliné mi rostro hacia tu cuello, respiré tu esencia, y lo pensé. A detalle. Cómo lo haría, a qué sabría, cómo se sentiría. Pero, en ese momento, no estaba en realidad tentado. Como dijiste, es más fácil cuando se trata de alguien a quien amas. —Estábamos de acuerdo en eso, por lo menos.

»Pero no me volví engreído. Nunca pensé en eso de nuevo. No quería esas imágenes en mi cabeza de ninguna forma en concreto. Así que, así es como funciona para mí: mi cuerpo me dice que quiere algo, morder tu garganta y beber tu sangre, tocar tu mejilla, besar tu hombro, lo pienso, una imagen aparece en mi cabeza y la alejo. Tengo que detenerme antes de que se solidifique, antes de que se vuelva algo que puedo volver a ver y obsesionarme al respecto. El deseo es solo un momento que viene y va; no lo sigo.

Su mano se quedó quieta. El silencio cayó sobre el salón de nuevo. Había más, pero no podía darle esa información de forma voluntaria; ella tendría que preguntar. Y preguntaría, estaba seguro de eso.

—¿Edward? —dijo finalmente.

—¿Sí?

—Hay algo que no me queda claro.

Me resigné.

—De acuerdo. —Alcé la cabeza y la miré. Su piel estaba brillando a la luz de la luna.

—Entiendo que no fantasees acerca de beber mi sangre. Eso tiene mucho sentido para mí e, incidentalmente, aprecio que no pasaras tanto tiempo visualizando el cómo asesinarme. —Me dio una dudosa sonrisa que no pude regresarle—. ¿Pero por qué hacer lo mismo con pensamientos acerca de tocarme y besarme? Entiendo que estar cerca de mí de esa forma podría desencadenar la sed, especialmente al inicio, ¿pero después de que me amaras?

Ahí estaba.

—Estás asumiendo que la sed de sangre y el deseo carnal siempre son distintos y van separados para mí. —Tomé un respiro—. Ese no es el caso —admití—. Al menos, no en un punto en el que confíe en mí. Y no solo contigo, con la mayoría de las mujeres humanas que he encontrado atractivas a lo largo de los años, también. Siempre ha sido más seguro mantener todos los deseos físicos bajo llave.

Su boca se transformó en una suave O, registrando su sorpresa.

—¿Pensé que dijiste que tú en realidad nunca… antes de mí…?

¿Eso era lo que estaba reteniendo de esto?

—Nunca, no en realidad. Realmente por muchos años pensé que no era capaz de sentir deseo sexual de la forma en la que la mayoría de las personas parecía hacerlo; viví en celibato por mucho tiempo sin básicamente ninguna incomodidad o infelicidad. Hasta que te conocí. No estaba exagerando cuando te dije que creo que necesitaba enamorarme para que mi sexualidad despertara por completo. Pero hubo algunos momentos, mujeres que conocí brevemente que fueron atractivas para mí en esa confusa forma de respuestas físicas. Quizá tres o cuatro en noventa y tantos años. Nada resultó de eso, obviamente, y en términos de intensidad, nada puede compararse a ti.

—¿Y los deseos de tomarme por mi sangre y tomarme para tu placer sexual estaban mezclados para ti?

El verdadero y destacado punto de lo que le había dicho.

—No siempre, pero sí frecuentemente. —Besar a Bella tenía una forma de bajar mis defensas hasta que la sed aparecía. La dulce esencia de su sangre hacía que quisiera las dos cosas: besar su cuello y morderlo. Mi boca llenándose con veneno por ella regularmente provocaba una erección, o viceversa. Realmente había sido una pesadilla—. Mejoró mientras pasábamos más tiempo juntos, y naturalmente ya no me siento así cuando tenemos intimidad hora.

Las palabras no podían describir mi alivio al ya no tener que escuchar el latido de su corazón u oler la dulzura de lo que corría por sus venas durante el sexo. No tenía que luchar contra el recuerdo que llegaba a mi mente de cómo sabía su sangre justo antes de venirme. Finalmente podía alejar de una vez por todas esa desagradable parte de mí.

Me complació ver algo de repugnancia en los ojos de Bella, pero no había lo suficiente, y había algo más ahí que era más predominante. No… ¿podía ser fascinación? Tenía que estar leyéndola mal. Esperaba que estuviera leyéndola mal.

—Entonces —dijo—, no tienes fantasías sobre mí. —En realidad estaba tomándose esto muy bien, mucho mejor de lo que pensé que lo haría. Estaba preocupado de que esto golpeara a su autoestima que era particularmente vulnerable, pero no debí haber subestimado la eterna habilidad de Bella de tomar información horrible y desagradable sobre mí como si fuera nada.

—Ninguna —coincidí. Y gracias a Dios. No había absolutamente nada acerca de mi sexualidad previa a su transformación que quería traer a nuestro matrimonio.

Acomodó un mechón de su largo cabello oscuro detrás de su oreja.

—¿Ni siquiera ahora? ¿Nuevas, desde mi transformación?

Sacudí la cabeza.

—No estoy seguro de que sea un interruptor que sepa cómo apagar.

—¿Pero estás dispuesto a las mías?

Besé la palma de su mano.

—Demasiado. Si no has podido verlo, tus fantasías han sido como una experiencia indirecta para mí.

Me estudió por un largo minuto, mordiéndose el labio. Algo la estaba molestando.

—¿Me prometes algo, Edward?

—¿Qué?

—Que me dirás si hay algo que no quieras hacer. No lo hagas solamente para hacerme feliz.

—Lo prometo.

—Nuestra palabra segura es helecho —me recordó.

Reí.

—Estoy consciente de eso. Pero no la he necesitado.

Miró hacia abajo, removiéndose en su lugar frente a mí.

—Sabes que también puedes usarla si alguna vez soy… demasiado, ¿cierto?

—¿Demasiado?

Bella se estremeció.

—Como el pasado sábado, quizá. Cuando estabas intentando terminar ese libro, y yo solo seguí yendo por más, una y otra vez.

Entendí lo que quería decir.

—¿Es por eso por lo que estás preocupada?

Se encogió de hombros y era algo intenso y tenso.

—Acabas de decir que pasaste un siglo sin sexo y ni siquiera te importaba. Yo solo… no puedo imaginarlo. Suena como el infierno para mí.

Me eché a reír. Ella intentó alejarse al mismo tiempo que yo intentaba acercarla, y su cabeza terminó en mi hombro.

—No es divertido —habló en mi cuello—. Si el sexo es algo no indispensable para ti y básicamente soy un demonio en celo, eso es un problema. Antes de mi transformación estaba tan preocupada de que fuera a perder la forma en la que te deseaba, de que estuvieras en segundo lugar después de la sangre, y que el sexo fuera a ser algo secundario. —Se sentó, una mueca se instaló en su labio inferior—. Pero nope. Ni de cerca. ¿Recuerdas cuando me dijiste que las personalidades de los vampiros más o menos están ligadas a las versiones de cómo eran como humanos? ¿Sus gustos, disgustos, temperamentos? ¿Y algunos de ellos eran acentuados?

—Sí.

Estaba divagando ahora.

—Bueno, Carlisle piensa que tuve una transición tan fácil por el tiempo que tuve para prepararme psicológicamente, ¿pero qué pasa si no es eso? ¿Qué pasa si yo solo estaba tan enfocada en lo mucho que quería seguir queriéndote y lo mucho que no quería querer la sangre que solo… se quedó? Y ahora, soy así, para siempre.

Estaba bastante seguro de que así no funcionaba, pero no veía como el hacer menos sus miedos podía ser posiblemente útil. Genuinamente estaba preocupada, y era claro que la idea de que quizá fuera un fenómeno no era el problema, sino que estaba preocupada de lo que podía significar para nosotros como pareja.

Intenté de nuevo atraerla hacia mí, y esta vez lo permitió. La bajé de la mesa, la puse en mi regazo y besé su ceño adorablemente fruncido.

—Bella, si te quedas así para siempre, entonces diría que vamos a tener un matrimonio muy feliz.

Me miró mal.

—Me daría más confianza eso si no siguieras riéndote. —Pero antes de que pudiera responder, comenzó de nuevo, preguntándome acerca de mi conclusión—. ¿Realmente no crees que será un problema si mi deseo sexual es más alto que el tuyo? ¿Demasiado alto?

Más alto que el tuyo y demasiado alto eran dos cosas diferentes. ¿El suyo era más alto que el mío? Parecía posible dada la evidencia, pero para nada como ella lo estaba imaginando. ¿Era demasiado alto? No lo creía. Claro, algunas veces ella quería más, y más frecuente de lo que esperaba, pero usualmente solo bastaba saber que ella estaba excitada para despertar mi cuerpo.

—Bella, mi deseo sexual después de conocerte ni siquiera se compara a cómo era antes. Créeme, puedo seguirte el ritmo. Lo he estado haciendo, ¿no es así? —Para enfatizar mi punto, la acerqué más para que no hubiera forma en la que pudiera ignorar lo excitado que estaba.

Miré sus ojos ensancharse, luego oscurecerse. Era una visión tan atractiva que tuve que besarla. Sus brazos se envolvieron alrededor de mi cuello con un suspiro y la sentí acercarse más. Mi dulce Bella. ¿Cómo pudo pensar que había algo como "demasiado" de esto?

Como estaba sentada de lado, uno de sus pechos estaba presionado completamente contra mi pecho, mientras que el otro no estaba del todo ahí. Estaba llamando a mi mano. Pretendía acariciar encima de su ropa, comenzar lento, pero cuando mis dedos llegaron al dobladillo de su playera azul marino en el camino de vuelta a su muslo, me adapté, deslizando mi mano por debajo. La suave piel de su abdomen tembló bajo mi toque. La tela de su sostén se sentía de encaje y tan delgada que probablemente era traslúcida, podía sentir cada detalle de su duro pezón a través de ella. Gemí, mi mano apretándose de forma involuntaria.

Su boca se separó de la mía y su gemido hizo eco a través del salón vacío.

Y solo así, sentí una distintiva y urgente necesidad de desnudarla y tomarla en esta mesa de laboratorio. Tenía el botón de sus jeans desabrochado y había bajado el cierre cuando su mano cubrió la mía, deteniendo mis movimientos.

—Edward, la fantasía —advirtió, su barbilla contra mi hombro.

Le tomó un momento a mi cerebro lleno de lujuria registrar las palabras. El escenario en específico que nos había traído aquí esta noche regresó a mí. La vergüenza me invadió y, de nuevo, me sentí egoísta. La había arrastrado aquí, y era un juego tan unilateral.

—No tenemos que… —comencé.

Pero la mano de Bella se puso en mi pecho, separándonos para que pudiéramos vernos el rostro.

—Oh, sí, tenemos. —Su mandíbula estaba tensa, determinada—. Has estado pensando en esto sin descanso desde que te lo mostré, puedo verlo. Quieres esto. Y como acabamos de discutirlo, nunca me pides nada en la cama. Déjame hacer esto por ti.

Podía ver que no habría forma de disuadirla. Lo que había dicho era verdad, yo solo…

Intenté una táctica diferente.

—Bueno, quizá no tenemos que seguir exactamente la fantasía. Podemos cambiar unos detalles.

Alzó una ceja hacía mí, escéptica, sospechando con razón que aún estuviera intentando no hacerlo y alejé mi mano de sus jeans. Subió el cierre con una expresión de ¿qué estás pensando? Me había salido por completo del guion con esos movimientos.

Encorvé los hombros defensivamente.

—Te quería desnuda.

Bella rodó los ojos, pero luego se congeló, las más peculiares emociones pasando por su rostro. Me estudió con tal escrutinio que, por un momento, estaba seguro de que estaba en problemas, pero cuando finalmente habló, su voz era temblorosa.

—Oh. De acuerdo.

No creo que fuera deseo lo que estaba escuchando. Sonaba más como… ¿nervios? ¿Estaba nerviosa? ¿Qué estaba pasando?

Tragó y movió las piernas de modo que sus botines tocaron el suelo.

—Entonces —anunció—, es la primavera de nuestro segundo año. Tú y yo apenas comenzamos a salir. Sé que eres vampiro, pero no hemos ido al prado aún y el señor Banner está proyectando una película en clase.

Bella me soltó y se puso de pie. Su voz aún temblaba, pero si tuviera que describir su rostro, diría que lucía segura, feroz incluso. Caminó hacia la esquina en donde estaba la televisión.

—No tenemos que ir tan lejos —dije. No estaba particularmente interesado en besarnos con una película de ciencias de fondo, sin importar si era o no la correcta.

Se puso de cuclillas frente al reproductor de DVD, examinando el disco que estaba dentro.

—No lo pondré frente a los escritorios y no me importa lo que pongamos. —La televisión se encendió y el disco giró en su lugar. Bella presionó el botón de play y un documental del sistema solar comenzó. Me sonrió por encima de su hombro—. Solo voy a poner el ambiente. No es como si hubiéramos puesto atención a lo que sea que él puso la primera vez. —Estaba caminando de vuelta hacia mí mientras títulos de la producción y logos aparecían en la pantalla—. Todo en lo que podía pensar era en nosotros dos, sentados lado a lado en la oscuridad, y en lo mucho que quería tocarte.

Mi erección se incrementó dolorosamente.

—¿Estabas pensando en esto? ¿En clase? —pregunté, refiriéndome a lo que estábamos a punto de recrear.

Llegó al banquillo a mi lado, pero no se sentó. El botón de sus jeans aún no estaba abrochado y no podía dejar de mirarlo. El narrador de la película comenzó su introducción.

—No. En clase, todo lo que podía hacer era desear que mi hombro quizá se rozara contra el tuyo, o que sostuvieras mi mano bajo la mesa. Pero se sentía íntimo, estábamos tan cerca, y la oscuridad lo hacía sentir más privado de lo que era. Todo ese lado de mi cuerpo picaba, muriendo porque te acercaras más. Los dos días, cuando me cambié para la clase de gimnasia después, mi ropa interior estaba húmeda.

No había ningún temblor en su voz ahora. Dios, ella era sexy.

»Esta fantasía llegó después, durante meses de masturbarme en la ducha, sabiendo que cuando saliera, tú estarías esperando en mi habitación. Tenía tantas ganas de tocar tu cuerpo, y este escenario fue mi salida.

Ahora yo era quien temblaba. Lo que era una locura, porque mi estómago estaba tan tenso con anticipación que apenas y podía moverme.

Bella jugueteó con el cierre de sus jeans.

—¿Quieres quitarme la ropa? ¿O quieres que lo haga?

Al principio, pensé que no la había escuchado correctamente. Luego, una vez que procesé que en realidad había dicho lo que pensaba que había dicho, sentí como si el banquillo hubiera sido arrancado de debajo de mí.

—¿Edward?

—¿Sin ropa? —solté, mi voz sonando extraña para mis propios oídos.

—Me querías desnuda —dijo como si me lo estuviera recordando, y su timidez estaba de vuelta. Habíamos salido de su zona de confort, estaba seguro de eso, pero aún tenía una feroz determinación.

La miré, congelada.

Bella sintió pena por los dos y dejó de esperar una respuesta. Alzó su playera por encima de su cabeza en un solo movimiento y la dejó caer al suelo. Su sostén era todo lo que había sospechado que era: con un delicado encaje color crema con el rosa de sus pezones visible. Cada pierna se alzó, seguida del sonido de una bota cayendo al suelo. Bajó su cierre, y miré, sin respirar, mientras bajaba sus jeans por sus piernas y salía de ellos. Su ropa interior hacía juego con su sostén y era igual de transparente. La luz de la luna alumbraba directo sobre su piel a través de las ventanas, haciendo que brillara. El narrador del documental estaba terminando su introducción, exaltando la belleza y majestuosidad de los anillos de Saturno y las tormentas de Júpiter mientras el sostén y la ropa interior de Bella se unían a la pila.

Y luego, ahí estaba, de vuelta en el salón del señor Banner, en mi viejo asiento, tan abrumado por Bella que no podía respirar, desesperado porque no tenía idea de cómo iba a sobrevivir la siguiente hora. Lo mismo de nuevo, y aun así completamente diferente. Lo que sea que Bella pudo leer en mi reacción, pareció gustarle. Acercó su banquillo al mío y se sentó, mirando al frente.

—Bella —solté.

—Ssh —se inclinó hacia mí y susurró—, no interrumpas la clase. —Sonrió malvadamente—. Se supone que veamos el video.

Gemí y me incliné para besarla, pero ella me evitó.

—Compórtate —me regañó—. Sigue el juego.

Tenía razón; tenía que controlarme. De algún modo. O nunca lograríamos esto. Pero ella era tan hermosa y estaba tan desnuda, y junto a mí. Y si seguíamos el juego… no tendría permitido tocarla. Este juego era acerca de ella tocándome.

Bella puso su mano izquierda en la mesa y me miró significativamente.

Gemí y obedecí, poniendo mi mano derecha junto a la suya, preparándome para mi tortura.

El narrador del documental había terminado de resumir la formación del universo y ahora estaba comenzando a hablar de la formación de nuestro sol. Un minuto pasó. Luego dos, tres. Y Bella aún no se movía. Ni siquiera estaba mirándome, sus ojos estaban obedientemente puestos en la televisión de la esquina. La imité, dando mi mejor esfuerzo para no mirarla en toda su belleza. Si estaba intentado crear anticipación, recordarme el infierno que habían sido esos dos días viendo una película en Biología, estaba funcionando. Había pensado que esos minutos eran lentos; no eran nada en comparación con estos minutos ahora.

Finalmente, a los seis minutos, veintitrés segundos, el dedo meñique de la mano de Bella se alzó y se estiró hacia mi mano. La suave caricia de su piel contra la mía envió escalofríos a cada terminación nerviosa de mi mano, enviando placer desde ese lugar. Ella me acarició, yendo más allá. A los siete minutos con cuatro segundos comenzó a incorporar sus otros dedos, y cuarenta y dos segundos después de eso, puso su mano sobre la mía. A los diez minutos con dieciocho segundos, giró mi mano y trazó mi palma con un contacto tan deliberadamente sensual que los escalofríos resultantes viajaron por mi brazo e hicieron que todo mi cuerpo temblara. Su toque viajó por la parte interna de mi antebrazo, acariciando cada centímetro mientras el narrador hablaba acerca de las elevadas temperaturas de Mercurio… hasta que su mano discretamente cayó hacia mi muslo.

Intenté reprimir el ruido que mi garganta hizo, pero no tuve éxito. Bella me miró con dureza.

—Silencio —murmuró, pero podía ver lo mucho que estaba disfrutando esto.

Realizó la misma lenta exploración que había hecho en mi mano y brazo en mi muslo. Mis dientes se apretaron contra la urgencia de gruñir, de hablar, de rogar. Estaba alargando esto tanto como lo había hecho en los pensamientos que me había mostrado. Había creído, esperado que en el momento se desesperara y no lo hiciera tan largo, pero la había subestimado. A los dieciocho minutos, doce segundos, deslizó sus caricias hacia la parte interna de mi muslo; trescientos ochenta y dos segundos después, comenzó a moverse más arriba. Y a los treinta minutos exactos, ella finalmente, finalmente, me tomó en sus manos, completamente duro y punzando con desesperación. Mis caderas se alzaron y mi gemido fue inhumano.

—Cuidado —dijo Bella, su respiración en mi oreja—. Este salón está lleno de gente. No podemos ser descubiertos.

Movió su mano de forma que la base estuviera presionada contra mí, y luego acarició. De arriba abajo, hacia arriba hacia la punta, hacia abajo hacia las bolas. Lenta, deliberadamente y con una presión firme. Hice mi mejor esfuerzo para quedarme callado, para evitar moverme en mi asiento. No podía mirarla, pero sabía que estaba ahí, la visión de ella sentada desnuda en esta mesa de laboratorio estaba marcada en mi mente y me seguiría por siempre.

En minutos, jadeé.

—Bella, voy…

Pero lo sabía, y evitó que me viniera con un firme apretón. Me dejó calmarme. Y luego comenzó de nuevo. Y de nuevo. Después de la segunda vez, bajó mi cierre y liberó mi erección a través de la abertura, fingiendo mirar alrededor para verificar que nadie nos descubriera. Me llevó al límite una y otra vez, pero nunca me dejaba terminar. Los casi orgasmos se acercaban más y más, el placer volviéndose tan agudo que era una agonía. Estaba perdido, era un desastre, completamente fuera de control, cuando mi cabeza se fue hacia atrás y mi mano se aferró a la base de la mesa por apoyo.

—¡No la rompas, Edward! —La alarma en su voz era real esta vez.

Me permití finalmente mirarla por completo.

—Déjame tocarte —jadeé, mis ojos en sus pechos y la forma en la que se movían mientras me acariciaba.

—No aún.

—¡Bella! —gruñí, mi voz peligrosamente baja.

Me soltó, y alzó siete dedos. Bajó cada uno en una cuenta regresiva, incluso diciendo los últimos en voz alta.

—Tres… dos...uno. —La diversión era evidente en cada centímetro de su rostro—. Se acabó la hora. La clase ha terminado.

Saltó y usó toda su velocidad para correr y apagar el reproductor de DVD y la televisión. La seguí, la visión de su trasero desnudo al aire era demasiado tentadora como para ignorarla. Mis manos estaban sobre ella mientras se enderezaba, y estaba besando su rostro, su cuello, sus hombros. Su chillido sorprendido se convirtió en una risita, pero yo ya no estaba jugando.

—Llévame a mi siguiente clase, Edward.

La seguí por la puerta del salón hacia el oscuro pasillo porque sabía hacia dónde me llevaba y qué iba a hacerme ahí. Ya no estaba siguiendo las reglas. Ya no diría mis líneas o pretendería que no estábamos completamente solos. Estaba tocando cada parte de ella que pudiera alcanzar, mi toque apresurado y demandante, mi boca en la curvatura de su cuello. Cuando se volvió aparente que no podría caminar más, ya fuera porque estaba sobre ella o porque su excitación había llegado demasiado lejos, la alcé contra mí y nos llevé hacia el clóset de intendencia. Sus tobillos se envolvieron alrededor de mi cadera y sus brazos en mi cuello, mi erección desnuda rozando con su intimidad mientras caminábamos, su cuerpo desnudo contra el mío aún con ropa.

—Dios, Edward —jadeó, aferrándose a mí.

Quizá la puerta del clóset estaba cerrada o quizá no lo estaba; la abrí con demasiada fuerza como para que importara de todos modos.

Una vez adentro, Bella se recargó para mirarme. Todo su cuerpo estaba temblando, pero no había nervios esta vez. Todo era lujuria, pura lujuria. Ella sabía lo que quería, lo que me había prometido con su fantasía. Solté mi agarre en su cintura y ella se deslizó por mi cuerpo, arrastrando su piel por la punta de mi polla sobreestimulada, hasta ponerse de rodillas.

Nunca en mi vida había tenido una erección tan dolorosa. En este punto, estaba hinchada, dolorida y rogando por una liberación. Y aun así, ella no me llevó a su boca de inmediato. En su lugar, me miró a los ojos y presionó un beso contra la cabeza que era tan suave, tan lleno de afecto que me quitó el aliento. Acarició mi erección con su rostro y usó una de sus delicadas manos para ajustar el ángulo y que se encontrara con sus labios abiertos. Me aferré contra la pared de concreto detrás de mí ante la sensación de su aliento en mi piel sensible. Cuando su boca por fin se deslizó sobre mí, me llevó dentro de ella, involuntariamente derramé liquido pre-seminal en su lengua.

De acuerdo a las reglas de nuestro juego, ella era humana, así que mi cuerpo debería haberse quedado quieto. Nada podría haber sido más peligroso que el moverme, en lo absoluto, con mi polla en su boca. Se suponía que debía dejarle dictar el ritmo, dejar que jugara conmigo, que me besara, acariciara y me tragara como quisiera, pero no lo hice. No podía. Antes de que conscientemente pudiera registrar lo que había hecho, entré más profundo en su húmeda boca. No de forma gentil. Acaricié su rostro en disculpa, pero luego retrocedí y lo hice de nuevo. Y una tercera vez. Mis oídos escucharon los sonidos que estaba haciendo en la oscura habitación, pero mi cerebro estaba demasiado sobrecargado como para procesarlos.

Ella me había hecho sexo oral un par de veces antes, pero nunca así. Nunca había perdido el control, comportándome como un animal feral, usando su boca para mi placer. Al menos me contuve de sostener su cabeza, tirar de su cabello. Pero honestamente, no necesitaba hacerlo. Ella se mantuvo firme, no saltó o se alejó, dejándome tomar lo que fuera que necesitara.

Después de todos sus juegos, estaba al límite y muy pronto me vine. La liberación vino a mí en ola tras ola de un placer feroz que recorrió todo mi cuerpo, saliendo del centro y yendo hacia las puntas de mis dedos, hacia la cabeza. Siguió y siguió hasta que la agudeza del éxtasis se volvió demasiado y me alejé de su boca, jadeando y gimiendo.

Cuando finalmente volví en mí, Bella se había puesto de pie y estaba abrazándome, su cabeza bajo mi barbilla, su mano acariciando un lado de mi rostro. Mientras la cordura regresaba, igual lo hizo mi capacidad de horrorizarme.

Bella se me adelantó.

—No te disculpes.

Mi boca se abrió y comenzó a formar sonidos incoherentes. Ni siquiera estaba seguro de qué estaba intentando decir.

—No —dijo, moviendo sus dedos para cubrir mis labios—. No te disculpes. Eso fue todo lo que los dos queríamos.

Pero eso no era cierto, y me dio algo concreto en lo que enfocarme. Quité sus dedos y pude soltar unas palabras.

—Pero tu fantasía.

—Mi fantasía era tocarte hasta que te enloqueciera. Aquí está, mi éxito. —Ladeó la cabeza y sonrió hacia mí—. No pienses por un segundo que extrañé el diálogo en donde tenía que convencerte para entrar aquí conmigo en lugar de ir a nuestras siguientes clases. Esto fue mucho mejor.

Estaba escéptico.

Dejó un dulce beso contra mi boca.

—Edward Cullen no pierde el control todos los días. Este es un recuerdo que siempre atesoraré.

Bella estaba complacida, no había cómo negar eso, pero no creía sentirme igual esta vez. Este juego no se sentía tan inofensivo como los otros al final. ¿Qué estábamos despertando dentro de mí?


Puedo decirles que oficialmente comienza toda la parte del angst y el drama interno de Edward .-.

Gracias a las chicas que han dejado sus reviews :) han sido muy poquitos, así que las invito a dejar uno cuando terminen de leer, no les quita nada de tiempo ;)

mrs puff, marisolpattinson, Nani Cullen, ALBANIDIA, JessAmador, Isis Janet, jupy, tulgarita, dreamsaroundTheWorld, patito feo, irwin321, Gabriela Cullen, cleme1765, Tata XOXO, EmilyChase, Noriitha, EriCastelo, Cassandra Cantu, Wenday14, AJM Cullen y Lady Grigori :)

Nos leemos pronto ;)