DISCLAIMER: Nada de esto me pertenece. Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a EvieBaby. Yo solo me adjudico la traducción.
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Capítulo beteado por Yanina Barboza, beta de Élite Fanfiction (www facebook com/ groups/ elite .fanfiction)
Capítulo 5: Port Angeles
Sentí la mano de Bella deslizarse de donde había estado descansando en mi pecho hacia mis abdominales, tirando del algodón de mi camisa mientras lo hacía. Alarmado, tomé su muñeca antes de que pudiera bajar más. No solamente estábamos en público, si un cine en Port Angeles con baja audiencia un sábado por la noche calificaba para eso, sino que estábamos en una especie de cita triple. Su cuerpo estaba acomodado en mi costado con mi brazo a su alrededor, a pesar del descansabrazos entre nosotros, su cabeza en mi hombro. Su rostro estaba iluminado por la enorme pantalla frente a nosotros, y me di cuenta de que estaba al borde de la risa. Estaba jugando conmigo. Por un salvaje momento, pensé en dejarla seguir y poner su mano en mi regazo, pero la cordura me golpeó en el rostro.
¿En qué estaba pensando?
Bella y yo teníamos nuestra guía de referencia sexual para un día regular. Quizá era alta, pero éramos adultos responsables que se las arreglaban para comportarse de forma apropiada cuando había compañía, cumplir con nuestras obligaciones ante amigos y familia, e incluso pasar muchas horas solos y juntos haciendo actividades completamente no sexuales. Además, Bella era nueva a la resistencia y constitución de un vampiro, y ambos éramos relativamente nuevos al sexo. Era totalmente normal para vampiros recién emparejados tener sexo de cuatro a seis veces en la noche y una o dos veces en el día. Pero… cada par de meses, había momentos en donde las cosas se salían de control, en donde terminábamos en un ciclo en donde simplemente no podíamos parar. Usualmente, no siempre, pero usualmente, Bella lo iniciaba al ser particularmente insaciable, y luego, en algún punto… un interruptor en mí se encendía. Me volvía poseído, frenético en mi necesidad de ver por cuánto tiempo podía hacer que siguiera diciendo "más", "de nuevo", y "Edward, por favor". Cuando solo era Bella, todo terminaba después de un par de orgasmos. Si era yo quien lo hacía, no teníamos esperanza de parar por lo menos en nueve horas. Al menos, ese era el tiempo mínimo que hasta ahora le había tomado a ella llegar a un punto de sobreestimulación y decir "¡Basta! No puedo más".
Hoy era uno de esos días, y un ejemplo particularmente extremo del fenómeno. Anoche, Bella me había llevado temprano a la cama y antes de saberlo, había pasado diez horas seguidas dentro de su coño sin parar. Aún no había sido suficiente. Habíamos intentado parar, bajar de la cima, y fallamos. En su lugar lo hicimos rápido en la despensa de la casa grande, luego montó mis dedos mientras estaba en espera en una llamada con la compañía de cable, otra vez contra un árbol cuando debimos haber estado cazando, una mamada en el auto de camino a Port Angeles, e imposiblemente, estaba a punto de ponerme duro de nuevo.
Usualmente, cuando estos frenesís sucedían, no salíamos de nuestra habitación, mucho menos estábamos en público. Era solo muy descortés mostrarnos frente a otras personas cuando estábamos así. Pero esta noche, habíamos mantenido unos planes ya hechos que Bella no quería romper.
Quizá debimos haberlo hecho. Con las caricias de Bella, ahora estaba completamente erecto y listo. Por el brillo en sus ojos, eso había sido intencional.
¿Estás bromeando? ¿De nuevo?, los pensamientos de Jasper atravesaron el ruido de las mentes en la sala que había estado ignorando.
Estaba al límite esta noche. Se había terminado perdiendo su expedición de cacería también, aunque por razones completamente diferentes de las nuestras, y los únicos cinco humanos en la función nocturna de una película de baile lo estaban molestando. Incluso Peter y Charlotte la estaban pasando mejor que él.
Me encontré con su mirada por encima de las cabezas de Bella y Alice en los asientos entre nosotros en nuestra fila. Intenté lucir avergonzado, pero él probablemente podía saber que en realidad no lo sentía. Estaba demasiado alucinado disfrutando la lujuria de Bella por mí como para sentirme de verdad avergonzado.
Por supuesto, nadie estaba afectado por nuestros frecuentes descensos a la locura carnal de la misma forma en la que Jasper lo estaba. Algunas veces eso me avergonzaba o me hacía sentir culpable, pero había sido lo mismo en el pasado, conmigo siendo capaz de escuchar sus pensamientos acerca de Alice, y mi empatía se acababa.
Rodó los ojos, y luego volvió a prestar atención a la película. Al menos los dos están así ahora. Mucho mejor que cuando dejaste a la pobre chica hambrienta.
Me enojé. Jasper comparó la imagen de una Bella humana en su cabeza con una gata en celo, solo para enfurecerme. Sabía que no me gustaba esa comparación o esa palabra. Hambrienta. No estaba seguro si era verdad o no, solo que Bella estaría mortificada si supiera lo mucho que Jasper indirectamente había experimentado de su deseo, y no me gustaba el recordatorio de que Bella había sufrido por mi falta de disposición. Me recordé que esperar hasta que estuviera seguro que estaba listo había sido lo correcto, pero mi humor había caído lo suficiente como para que mi cuerpo estuviera bajo control de nuevo.
Besé la mano de Bella y la puse en mi pecho, justo en donde había estado antes de que se pusiera juguetona, pero puse la mía por encima de la suya, acariciando la piel de su muñeca con mi pulgar. Se sorprendió por mi repentino cambio de dirección, pero no dijo nada.
Los protagonistas en la pantalla estaban preparándose para su batalla final de baile bajo la lluvia y Alice se enderezó, al borde de su asiento. A la mitad del número, Charlotte se inclinó sobre Jasper para susurrar en el oído de Alice, haciéndole preguntas acerca del coreógrafo. Alice respondió sin siquiera dejar de mirar la pantalla. Incluso yo tenía que admitir que era un número impresionante, pero lo mejor al respecto era que la película ya casi terminaba.
Lamento haberme molestado contigo, pensó Jasper, arrepentido, aunque aún podía sentir lo volátil de su mente. Y haber mencionado a Bella. Eso estuvo fuera de lugar.
Miré su rostro arrepentido, su cuerpo tenso, y asentí para dejarle saber que estaba perdonado.
Es más fácil concentrarse, continuó, con sentimientos además de la sed a mi alrededor para escoger. Así que, debería estar agradecido, pero es incómodo, porque ustedes son familia. Y no puedo usar a Peter y Charlotte para calmarme porque ellos piensan que todos en esta habitación huelen como comida y no están en conflicto con eso.
Cierto, pero también podía oír en sus pensamientos que no estaban tentados a actuar al respecto a eso en el momento. Respetaban nuestras reglas y nunca cazaban en nuestro territorio. Habían llegado esta noche bien alimentados y mentalmente preparados, sabiendo que estarían alrededor de humanos. Sin importar eso, sus emociones no eran útiles para Jasper. Era algo bueno que los créditos estuvieran mostrándose ahora.
Por cortesía, esperamos a que los humanos salieran primero, para no poner a prueba sin razón a nuestros huéspedes foráneos. Eso fue bueno para Jasper, también, aunque Bella y Alice no sabían cómo la estaba pasando en el momento. Alice debió haber estado muy enfocada en la película para no ver cómo la duración se había sentido para él. Estaba hablando con el grupo sobre la película. Más que nada Bella y Charlotte la estaban complaciendo, pero Peter estaba participando, también.
—¿Comprarás esta? —preguntó Charlotte.
Alice sonrió y asintió en confirmación.
—Las secuencias de baile definitivamente ameritan que la vuelva a ver.
Siempre y cuando no sea Baile Caliente de nuevo, pensamos Jasper y yo al mismo tiempo.
Apenas me las arreglé para no bufar. Bella vio mi expresión, pero se abstuvo de preguntar en el momento. Por experiencia, sabía que más tarde querría saber.
Cuando nos pusimos de pie para irnos, me incliné alrededor de Bella para tocar el brazo de Alice. Ella me miró por encima del hombro, y señalé con la mirada hacia Jasper. Bella miró el intercambio con interés.
¿Es malo?, pensó Alice, nerviosa.
Me encogí de hombros. No era bueno, pero no podía decir con seguridad qué tan cerca estaba. Al menos no había planeado o imaginado nada. Alice miró por algunas rápidas visiones mientras íbamos hacia la salida, y ambos nos aliviamos al ver que el futuro inmediato no era ideal, pero probablemente no era nefasto tampoco.
Gracias, Edward. Me encargaré de eso.
Frente al cine, Alice anunció que ella y Jasper se irían.
—A Jazz y a mí nos gustaría ir a cazar hoy —dijo casualmente y con una sonrisa.
Los humanos en la calle y en la acera eran pocos, y no estaban cerca. La mayoría estaba esperando sus autos o yendo al bar de enfrente. Habíamos escogido la última función de la noche por una razón. Apenas pasaba de la una y media de la madrugada y había un frío aire en el ambiente a pesar del hecho de que técnicamente era primavera.
Charlotte abrazó a Alice.
—Pete y yo volveremos después de nuestro viaje al polo norte. Pasaremos para una visita más larga después, ¿si está bien para ti?
—¡Claro! Siempre son bienvenidos. —Alice besó su mejilla.
Luego Peter cargó a mi hermana en un abrazo, y su risa se escuchó por el aire. Jasper y Peter se palmearon la espalda, y luego mis hermanos se fueron.
Un encendedor hizo un ruido a mi lado, y Charlotte encendió un cigarrillo. Le ofreció uno a Peter y él lo tomó, encendiéndolo con la punta del de ella, lo que hizo que ella soltara unas risitas y lo mirara con amor. Me contuve de arrugar la nariz. Sabía que ellos fumaban porque el fuerte olor cubría el olor de la sangre humana, haciendo que fuera más fácil moverse por las áreas pobladas. Era efectivo, y ese era el problema. El olor era tan fuerte que nublaba nuestros sentidos intensificados, pero sería grosero hacerle muecas a Peter y Charlotte cuando estaban esforzándose por respetar nuestras reglas, y no podía quitarles este alivio después de sentarse pacientemente en una sala de cine con cinco corazones latiendo por más de dos horas.
Peter alzó su brazo como si fuera a ponerlo alrededor de su amada, pero en su lugar puso su mano de modo que estuviera acariciando la piel en la base de su cuello del lazo izquierdo. Entre sus dedos, podía ver los blancos bordes del mordisco que él estaba acariciando.
Bella se inclinó hacia mí. Estaba mirándolos con una expresión un poco sentimental en su rostro.
—Entonces —dije—, ¿van al norte?
Peter hizo un ruido en respuesta. Era un hombre alto que lucía poderoso y serio, pero lo último era una farsa. Cuando sonreía, cualquier idea que tuvieras de él siendo taciturno o melancólico se esfumaba, porque llegaba tan fácil y le venía bien a su rostro.
—Visitaremos al clan en Denali, por supuesto, pasaremos algún tiempo en las provincias del norte en Canadá, y luego un par de días más en el polo. Es hermoso en esta época del año, y Lott quiere pintar algunos paisajes. —Los recuerdos que pasaron por su mente confirmaron lo impresionantes que eran los paisajes. Le lanzó una sonrisa a la mujer a su lado, sus pensamientos llenos de lo exquisita que era mientras pintaba.
Charlotte apagó su cigarro elegantemente, como alguien que lleva sesenta años haciéndolo. Lo que, naturalmente, era cierto. Ya sea por el cigarro, su ocasional labial rojo, o su postura delgada y casi bestial, Charlotte me recordaba a una estrella de cine de 1940, aunque una inspección cercana a su ropa revelara lo gastada y rota que se estaba poniendo.
—Puedo darte una, si quieres. —Se acercó, la mano de Peter cayendo de su cuello a su costado, y enganchó su brazo con el de Bella. Era incómodo que no respetaran el espacio personal, pero muchos nómadas tenían ese problema, acentuado por lo separados que vivían de la sociedad. Bella no estaba particularmente cómoda, pero no se quejó.
Comenzaron a caminar hacia el estacionamiento en donde mi Volvo estaba esperando. Peter y yo las seguimos.
—¿De verdad? ¿Una de tus pinturas? Oh, no lo sé —dudó Bella, su poca capacidad de aceptar regalos estaba mostrándose.
Charlotte sonrió ante la expresión de Bella, pero había un cariño ahí y en sus pensamientos. Le agradaba mi esposa, y gracias a mi talento sabía que no le agradaban la mayoría de las personas que conocía, la mayor parte del tiempo no sentía nada por Jasper. Por lo que podía ver, a Bella le agradaba también. No estaba seguro de cómo me sentía al respecto de esta naciente amistad. Había aprendido de la forma dura que no tenía opinión en quién consideraba Bella como amigo, pero había algo acerca de la posibilidad de esta amistad que me ponía nervioso. Peter y Charlotte no era malos per se, especialmente no para los estándares de las normas culturales de los vampiros, pero eran nómadas, y prefería mantener cierta distancia ahí. Incluso si Peter fuera como un hermano para Jasper.
—No me quedo con mis pinturas, Bella. Viajo ligera, así que las termino y las dejo para que otros las encuentren —bromeó Charlotte—. Si no eres tú, entonces un motel de carretera, o un callejón detrás de un McDonald´s, quizá incluso un oso polar.
Bella se rio, y me recordé que Charlotte había votado por quedarse y ser testigo para Renesmee cuando Peter y muchos otros habían querido irse. Tenía que confiar en el juicio de Bella y esperar lo mejor.
—De acuerdo —accedió Bella—. Aceptaré una pintura si eso la salva de un oso polar.
Llegamos al auto, en donde las maletas de Peter y Charlotte se habían quedado en el asiento trasero antes de entrar al cine. Abrí la puerta para que pudieran sacar sus cosas. Nos despedimos y nuestros amigos nómadas desaparecieron entre la noche.
—¿Vamos a casa? ¿Liberamos a Rose de sus deberes de niñera? —le pregunté a Bella, aunque ya sabía la respuesta.
Estábamos solos ahora, no teníamos que fingir por nadie, contenernos frente a nadie, y ambos seguíamos frenéticos con nuestra loca lujuria.
Bella ni siquiera se molestó en responder. Se recargó contra mi auto en su vestido de verano, el suéter grande que usaba cayendo por su hombro, una media sonrisa en su rostro. Era imposible ignorar el hecho de que no estaba usando un sostén. Eso había estado enloqueciéndome toda la noche. Su piel blanca brillaba bajo las luces del estacionamiento, las pupilas de sus ojos ámbar estaban dilatadas con necesidad mientras su mirada pasaba por mi cuerpo. Sabía que estaba en riesgo de que mi ropa fuera arrancada.
—¿En dónde? —pregunté, mi voz ronca y mis pantalones apretados.
Lo consideró, luego señaló el muelle con su cabeza.
Me estiré, alcé su mano en la mía, y la llevé conmigo hacia la calle, yendo hacia la costa. La brisa movía su cabello mientras caminábamos, el olor a sal se hacía más fuerte, igual que el sonido de las olas. Había dos personas afuera del bar, por lo que no pudimos movernos a nuestra velocidad natural, pero llegamos con tiempo a donde nos dirigíamos. Los ferris se habían terminado por el día hacía unas horas, así que el camino y los muelles estaban desiertos.
Miramos hacia la luz de la luna creciente quebrándose y brillando en las olas, uno al lado del otro.
Bella rompió el silencio.
—No tenemos que seguir mi palabra para esto. No es un juego.
El pensamiento no se me había ocurrido antes de que ella lo mencionara, pero ahora tenía curiosidad.
—¿Hay un juego por jugar? —Miré significativamente por encima de mi hombro, de vuelta hacia la ciudad de Port Angeles.
Bella sacudió la cabeza.
—Tuve todo lo que quería esa noche.
Mis cejas se alzaron.
»Mi primera cita contigo —aclaró—. No cambiaría ni un segundo de eso. —Su labio inferior hizo una mueca de terquedad cuando mi rostro se endureció—. No me mires de esa forma. Ellos no me hicieron daño, y si no me hubieran molestado, no te habrías revelado. No estoy diciendo que disfruté esa parte, estoy diciendo que todo salió bien.
Ella nunca se tomaba el peligro tan en serio como debería, quizá era la razón por la que se encontraba en él una y otra vez. Pero también, no había conocido los pensamientos de esos delincuentes. Tenía una vaga idea de lo que pudieron haber hecho y eso era todo, sin detalles, sin nada en específico. No podía arrepentirme de eso.
—Volviste después de estar lejos por una semana que se sintió como una eternidad. Salvaste mi vida, encantaste a mis amigas, me diste tu abrigo. Me compraste la cena y ni siquiera coqueteaste con la mesera en lo absoluto, incluso aunque era más bonita que yo y estaba babeando por ti. —Su mano movió mi mandíbula hacia su dirección para que tuviera que mirarla. Su sonrisa era sorprendentemente suave—. Me dejaste entrar, por primera vez. Fue nuestra primera conversación honesta, en el restaurante y en el auto, y lo fue todo para mí. Ya estaba enamorada, y luego haces todo eso. —Se puso de puntillas y sus labios estaban contra los míos. Era uno de esos besos honestos que te dejan sin aliento, en donde su amor estaba tan expuesto y era tan vasto que me hacía querer protegerla de todo lo malo del mundo, de mí—. Estaba perdida después de eso. Tuya, solo tuya.
Sus besos estaban quemándome ahora. Eran emocionalmente hambrientos en lugar de solo lujuriosos, y eso provocó una respuesta similar en mí. Alcé su cuerpo contra el mío, y el contacto era una forma especial de confort. A pesar de todo lo que había pasado entre esa noche y este momento, ella estaba aquí, en mis brazos y enamorada de mí.
—Edward —susurró—. Necesito que me hagas el amor.
Mis labios subieron por su mandíbula, dejando besos mientras lo hacía.
—Sí. —No sabía si era una promesa o un simple acuerdo a sus palabras.
Estaba tirando del cuello de mi camisa, de los botones.
—¿Alguien está mirándonos? ¿Pensando en nosotros?
Para revisar, tuve que pausar brevemente, reenfocando mis energías.
—No, nadie.
—Bien. —Sus dedos comenzaron a abrir mi camiseta, su lengua encontrando la piel mientras lo hacía.
Gemí de placer. Estaba enloqueciéndome, pero no podía perder la cabeza aún. Nadie nos estaba prestando atención ahora, pero estábamos en público y eso podía cambiar en cualquier momento.
—¿Bella…? —Dejé de hablar, batallando para terminar el pensamiento cuando ella atrapó mi pezón entre sus dientes.
Pero pareció saber qué estaba preguntando de todos modos.
—El agua. Como en nuestra luna de miel.
Eso fue lo suficientemente directo. La alcé en brazos, su chillido en respuesta hizo eco en el muelle. Con un propósito, salté del muelle y aterricé en la playa de abajo. Nos llevé bajo el muelle hacia el borde del agua, en donde la bajé.
La luz de la luna no nos pegaba aquí; su rostro estaba sumido en la sombra, pero aún podía ver su sonrisa traviesa mientras dejaba caer su suéter en la arena. Tiró primero de un tirante, luego del otro, bajó el vestido por sus hombros y luego desató la tela alrededor de su cintura. El vestido cayó a sus pies. Ahí descubrí que Bella no solo no estaba usando sostén, sino que no había estado usando nada en lo absoluto bajo ese vestido. La miré boquiabierto.
—Dios, Bella.
Mis pantalones necesitaban irse. Ahora. Los bajé al piso junto con mi ropa interior y la camisa que se había quedado abierta. Mis zapatos fueron un reparo incómodo e inconveniente. Tuve suficiente cordura como para juntar nuestra ropa y ponerla encima de una viga de apoyo para protegerla de las olas, mi erección moviéndose dolorosamente mientras lo hacía.
—Bien pensado —dijo Bella, aunque su expresión me dijo que no estaba particularmente preocupada por nuestra ropa.
Sonrió, tomó mis manos entre las suyas y me llevó hacia el agua bajo el muelle. La brisa fría se sentía refrescante contra mi piel, y estaba agradecido de no tener que preocuparme si era demasiado fría para ella, o de que fuera a cortarse el pie con una roca afilada. Nos metimos para que el agua llegara a nuestras rodillas, luego a la cintura, y cuando el agua estaba al nivel de nuestro pecho, Bella se detuvo. Caminó hacia una viga de madera y se recargó ahí, las puntas de su cabello flotando bajo la superficie, las olas chocando contra sus pechos.
—¿Aquí? —pregunté, inclinándome hacia ella.
—Aquí —confirmó ella. Separó sus piernas para mí, los muslos yendo a cada lado de mis caderas y llevándome contra ella—. Ámame, Edward.
Me estiré entre nosotros, en el agua, para abrirla para mí. Estaba más que lista. Con los músculos tensos, me deslicé dentro de ella. Dios, era un alivio, después de horas de esperarlo, quererlo.
—Lo hago —murmuré, besando su ceja—. Te amo, Bella.
Ella gimió y llevó mis labios hacia los suyos.
Le hice el amor, lentamente, el ritmo yendo a la par de las olas sin que eligiera hacerlo de forma consciente. Sus caderas se movían y encontraban cada una de mis embestidas, mientras ella jadeaba su euforia en mi boca, sus dedos enredados en mi cabello. Puse mi brazo izquierdo en la viga por encima de nosotros, y mi brazo derecho aún estaba bajo el agua, la palma contra la suave piel de su abdomen, el pulgar acariciando su clítoris al ritmo de nuestros movimientos.
Algunas veces, la sensación física del sexo con Bella opacaba a todo lo demás. El placer cegaba todo lo demás. Y luego había momentos como estos, en donde el éxtasis iba más allá, a extremos que ni siquiera estaba seguro que tenía, mi espíritu, mi alma. Aun así, la experiencia era demasiado real, demasiado sincera como para preocuparme de ser cursi o fantasioso. Me sentía feliz, tan amado, tan completo.
Suavemente la llevé a su primer orgasmo. Conteniéndome, mantuve una firme presión en su clítoris mientras la euforia la invadía y gemía mi nombre. La sostuve contra mi cuerpo mientras ella se calmaba, y comenzamos de nuevo. Fue media hora más tarde antes de que su segundo orgasmo la invadiera y me permitiera venirme. Me incliné contra su cuerpo y me envolví en su amor. Ella balbuceó acerca de lo bueno que era, lo bien que la había hecho venirse.
Estaba… agotado. El fuego, el delirio que me había acosado por las últimas treinta horas, se había saciado. Casi estaba aliviado, aunque no debería haberme sorprendido. No era un secreto que no me gustaba la sensación de estar fuera de control.
Cuando comencé a salir de ella, las piernas de Bella me sujetaron con fuerza.
—Solo un poco más.
Riendo, besé su sien.
—Lo que quieras, Bella, amor.
Fue entonces que sentí un cosquilleo en mi mente. Le advertí.
—Un guardia de seguridad está haciendo rondas.
—¿Está cerca?
—No. Está del otro lado del muelle, pero vendrá en esta dirección para revisar la torre de operaciones.
Asintió, su cabeza descansando en mi pecho.
—Entonces, ¿deberíamos movernos?
—Sería lo ideal. —Medí su distancia—. Tenemos tiempo suficiente para vestirnos e irnos antes de que él llegue aquí.
Bella bufó.
—Oh, no haremos eso.
Esto era nuevo para mí.
—¿No lo haremos?
Se desenredó de mí con un gemido arrepentido, mi polla saliendo de ella, y bajó sus pies a la arena.
—No, me gustaría nadar. ¿A ti no? Nunca he hecho esto como vampiro.
Mi sonrisa en respuesta era torcida.
Nos metimos bajo el agua y nos alejamos de la orilla. Bella se había mojado antes como vampiro en los ríos del bosque o lagos, pero nunca había intentado nadar. Había un pequeño proceso de aprendizaje. Nuestros cuerpos eran tan pesados que nosotros no flotábamos. Sin la capacidad de flotar, era solo el poder lo que nos movía a través del agua. Llegar y mantenerte en la superficie tomaba mucho esfuerzo, pero también era innecesario considerando que no necesitábamos respirar. Se lo demostré y ella lo aprendió lo suficientemente rápido. No nos alejamos mucho de tierra firme, pero sí nos alejamos del muelle a un espacio en la costa menos frecuentado por los humanos. Ahí, nos movimos hacia la playa.
La cabeza de Bella salió a la superficie y la seguí. Sus ojos estaban vibrantes de júbilo, visible incluso con su cabello encima de ellos.
—Eso fue definitivamente diferente.
Sonreí.
—Me gusta. Aunque, es un poco incómodo, no tener mi sentido del olfato. —Metió la cabeza bajo el agua de nuevo y salió en un ángulo que mantuvo su cabello húmedo fuera de su rostro.
—Toma tiempo acostumbrarse —coincidí.
—¿El agua aquí realmente está así de vacía, o todo se alejó cuando vinimos nadando?
Rocé mis labios con los de ella.
—Somos cazadores, Bella. No puedes culparlos. —Había querido que el beso fuera rápido, afectuoso, un impulso causado por lo mucho que estaba disfrutando su entusiasmo. No había querido comenzar nada. Después de todo, mi frenesí se había roto. No debería haberme sorprendido de que Bella estuviera en un lugar diferente.
Gimió, sus brazos envolviéndose alrededor de mi cuello cuando intenté alejarme, y mantuvo sus labios contra los míos. Me di cuenta de lo serio que iba ella cuando sus besos se volvieron hambrientos y fervientes. La besé de vuelta, pero podía leerme, también.
Nos separamos y estudió mi rostro. Sus ojos se cerraron.
—Maldición. —Puso su frente contra mi pecho en decepción.
—¿Bella?
—Ya terminaste, ¿no es así?
Me reí.
—No es divertido —dijo.
—Tampoco es la gran cosa. —Puse una mano en su nuca—. Puedo encargarme de ti. Lo que necesites.
Me miró escéptica.
—Toma. —Tomé su mano y la guie bajo el agua hacia mi polla. El vigor vampírico. Estaba endureciéndose bajo mi voluntad. Quizá estuviera personalmente satisfecho, pero podía ponerme duro de nuevo si lo quería. Podía y lo haría por ella.
Bella mordió su labio.
—No tienes que hacerlo. No estás obligado —dijo, pero podía ver lo mucho que estaba disfrutando tocarme, sintiéndome endurecer en su mano.
Bajé mi voz, la hice más ronca.
—Bella, déjame ayudarte a venirte. Cualquier cosa que quieras.
Se estremeció.
—De acuerdo.
Mirando a nuestro alrededor, sus ojos se fijaron en un par de rocas, sobresaliendo de la superficie, las olas estrellándose contra ellas. Su expresión se volvió dudosa, insegura.
—¿Qué pasa?
—Edward… ¿estarías dispuesto a intentar algo diferente? —Bella lucía tan vulnerable. Eso me hizo querer animarla, pero también me ponía nerviosa.
—¿Qué tan diferente?
Sacudió la cabeza, apresurándose para reconfortarme.
—No tan diferente, de verdad. Solo… más. Más intenso de lo que usualmente lo hacemos. —Tragó con pesadez—. ¿Estarías dispuesto a ser un poco rudo conmigo?
Mi estómago se retorció.
—¿Rudo?
Bella extendió sus palmas.
—¡No demasiado! No quiero que me lastimes. —Luego sus ojos se ensancharon como si algo apenas se le hubiera ocurrido—. Y no quiero que me llames de ningún modo. —Su ceño se frunció y había un poco de miedo en su expresión—. De hecho, por favor, por favor nunca hagas eso.
Eso no era algo de lo que alguna vez tuviera que preocuparse. Presioné mis labios contra el puente de su nariz.
—Lo prometo.
—No estoy explicando esto bien —intentó de nuevo—. No quiero que seas rudo conmigo como si no me amaras o como si quisieras castigarme. No quiero que no te interesen mis sentimientos o si lo estoy disfrutando o no. Yo solo quiero… quiero que seas rudo conmigo como si me quisieras demasiado, como si te hubiera tentado demasiado, y no pudieras contenerte y no pudieras seguir siendo gentil.
Ah. Esto tenía más sentido. Un patrón estaba emergiendo de nuestros juegos y exploraciones: Bella realmente estaba excitada por la idea de que perdiera el control. Era desconcertante. Mi control era la única razón por la que no la había matado durante nuestra relación. El que perdiera el control no era una fantasía, era una pesadilla.
—Si es demasiado para ti, lo entiendo. —Me pregunté si estaba consciente de que estaba jugando con sus manos—. Solo lo mencioné porque, si estás satisfecho y estamos intentando que yo esté en el mismo lugar, creo que esto puede funcionar.
—¿Por qué pensarías eso?
Se encogió de hombros de forma tensa.
—Porque siempre lo ha hecho. Nunca antes lo hemos hecho a propósito, pero algunas veces nos olvidamos de todo, y tú vas a los extremos, demasiado duro. Eso… realmente lo hace para mí.
Entonces… espera. Entonces no estaba pidiendo algo nuevo sino algo que nunca habíamos decidido hacer de forma deliberada. Este era un comportamiento sexual que ya había mostrado en el pasado. Pensé en lo que habíamos hecho en el armario de intendencia de la preparatoria, lo más cercano que habíamos estado de terminar con mi control a propósito. Pero quizá ella también estaba pensando en la vez que comenzó a tocarse mientras yo conducía para jugar conmigo y tuve que estacionarme, ordenarle que saliera del auto y tomarla duro y rápido en el capó. O la vez en el bosque, cuando había derribado el árbol sobre el que la había tomado. O, maldición, nuestra primera vez, en Isla Esme, en donde rompí la cama, destrocé las almohadas y despertó cubierta de moretones. En retrospectiva me había estremecido en esos momentos, por lo que representaban, pero estaba teniendo la idea de que Bella sentía lo opuesto.
Froté mi rostro con mis manos.
—Jesús, Bella. Probar mi autocontrol no es un juego. No ahora, y definitivamente no cuando estabas viva.
—Lo sé. —Su voz era pequeña.
—Mi control no era por diversión, o alguna peculiaridad extraña y anticuada. Tu vida literalmente dependía de eso.
Tomó mis manos.
—Lo sé. —Bella giró su mano derecha y la dejó, con la palma hacia arriba, en la mía. La cicatriz en la base de su palma reflejó la luz de la luna. Era la única cicatriz en su cuerpo que había sobrevivido la transformación. Todas las cicatrices humanas habían desaparecido por completo, y mis mordiscos para inyectarle tanto veneno como fuera posible habían estado frescos y por lo tanto sanaron en su transformación. Pero este mordisco había perdurado y lo haría por siempre—. Lo sé —susurró—. Tu autocontrol es la expresión de tu carácter, tu deseo de ser una buena persona. Conmigo, era un acto de amor. Una lucha diaria a la que te enfrentaste para estar conmigo, y la cúspide fue esto. Él me mordió, y tú me salvaste. Chupaste el veneno para que pudiera mantenerme humana hasta que yo tomara la decisión por mí misma. Bebiste mi sangre y de algún modo te las arreglaste para detenerte una vez que el veneno se fue, antes de matarme. Esto —pasó su dedo por el mordisco para hacer énfasis—, es la cosa más romántica que alguna vez has hecho por mí, y fue un acto de autocontrol incomparable.
Toda la tensión se fue de mis hombros. Alcé su palma, la cicatriz, hacia mis labios y la besé con suavidad. El recuerdo de uno de los peores días de toda mi existencia.
»Tu autocontrol me hace sentir segura y amada. Siempre lo ha hecho. —Acarició un lado de mi rostro—. Nunca te preocupes de que mis fantasías signifiquen que no tomo eso en serio. Es solo porque sé por experiencia que incluso aunque "pierdas" —hizo comillas en la palabra— el control, tú nunca, nunca me lastimarías que puedo fantasear al respecto en primer lugar. Incluso cuando estallas, aún está esa línea que nunca cruzarías, porque eres una buena persona y tú me amas.
La confianza en sus ojos era absoluta. En ese momento, casi pude creerle que todo era cierto.
»Voy a decirlo una vez más, para asegurarme de que realmente me estés escuchando, Edward: el que pierdas el control solo es sexy porque sé, que incluso aunque lo hagas, estaría segura contigo.
Ni siquiera valía la pena discutir el punto. Quizá si ella siguiera siendo humana, hubiera presionado, pero afortunadamente, la cuestión de mi voluntad ahora tenía poco o nulo que ver con su seguridad. Aceptaba que nunca sería tan escéptica como yo. Aunque no cambiaba el hecho de que no lo entendía.
Tomé un profundo respiro para aclarar mi cabeza.
—Si entiendes que soy de esta forma porque te amo, ¿entonces por qué quisieras algo diferente en lo sexual?
Se rio sin humor.
—Lo sé. Parece un poco contraproducente. Ingrato, incluso. Es solo que… verte contenerte de forma obvia y constante y tener éxito, cada vez, hace que una chica se sienta resistible.
Estaba atónito.
—Bella, si fueras mínimamente resistible, hubiera sido capaz de alejarme de ti cuando nos conocimos. Intenté, pero volví. Siempre volví.
Bueno, al menos lo entendía ahora. No era acerca de ella no tomando las circunstancias de nuestro noviazgo en serio; era acerca de ella queriéndose sentir sexy. Podía imaginarlo, tan insegura como era acerca del nivel de su deseo por mí, que le gustaba sentir que la quería tanto como ella a mí.
—Entonces, básicamente, ¿quieres que no sea gentil? —Una conexión surgió en mi cerebro, entre esta conversación y una fantasía pasada—. Quieres que te folle.
La palabra no sonaba natural viniendo de mi boca, pero noté como Bella se balanceó, como si sus rodillas amenazaran con doblarse.
—No siempre. —Su voz era fina, como si estuviera mareada—. Solo algunas veces.
—Ahora.
Asintió, su expresión tan llena de esperanza que no podía soportar el decepcionarla.
—¿En dónde?
—Esas rocas. —Movió la cabeza—. Pensé que quizás podías inclinarme sobre una…
Cuadré la mandíbula y asentí. Esto era factible. Envolví mi brazo a su alrededor, por su espalda baja, y la alcé contra mi cuerpo con un repentino movimiento, el agua entre nosotros haciendo un fuerte ruido.
Bella jadeó, una sonrisa apareciendo en su rostro. Acarició mi rostro y llevó sus labios a los míos.
—Me consientes.
—Voy a intentarlo —le dije—. No sé si esto es algo que pueda forzar.
Sacudió la cabeza
—No lo fuerces. Te estoy diciendo todo esto acerca de lo que me gusta y cómo me siento porque quiero ser honesta. Sé que siempre te obsesionas con lo que estoy pensando, y no quiero que tengas que adivinarlo, no acerca de esto. Pero tampoco quiero que sientas que te estoy pidiendo que cambies o que hagas cosas con las que no te sientes cómodo solo por mí.
—Ese no es el caso aquí. Como dijiste, he hecho esto antes.
—La más reciente fue anoche.
Pausé.
—¿Anoche? —En mi mente, había sido frenético, pero no rudo.
Bella encontró mi expresión divertida.
—Edward, lo hicimos toda la noche sin detenernos. Solo paraste cuando escuchamos que Renesmee había despertado. —Rozó sus labios por mi rostro de forma sensual—. Hoy pasé horas dolorida.
Mi respiración se cortó.
—¿Dolorida? —Esa era una palabra que me hacía sentir muchos tipos de conflicto.
Asintió, su nariz acariciando mi piel.
—Esa es la mejor parte de que pierdas la cabeza. Cuando era humana, estaba dolorida después de cada vez, sin importar lo gentil que trataras de ser. Toma demasiado que algo me cause dolor ahora, pero diez horas de follar sin parar lo hace. —Su voz estaba ronca, y sus uñas estaban pasando por mi cuello y hombros—. Es la más increíble sensación, de satisfacción. Sucia, como si estuviera cargando con un secreto. No puedo ni dar un paso sin recordar que estuviste dentro de mí, sin ser plenamente consciente de que estoy vacía, pero que estuve llena, que mis músculos se estiraron al máximo, por ti. Que mi cuerpo fue usado para darle placer al tuyo.
Sabía lo que estaba haciendo. Estaba seduciéndome, ayudándome a entrar en la mentalidad que los dos estábamos buscando, y estaba funcionando. Mis manos se aferraron a su trasero y mi erección punzó contra su cadera.
—Desafortunadamente, ahora me curo tan rápido que todo ese delicioso dolor se había ido para mediodía. Necesitaba más. —Todo su cuerpo se movió hacia el mío, sus labios acariciando mi ceja—. Gracias a Dios, no me dejaste sola hoy. Constantemente tocándome, acariciándome, metiéndome los dedos, manteniéndome hambrienta. Pero ahora terminarás todo, ¿no? Me lo darás tan fuerte, que recordaré cómo se siente en verdad estar dolorida.
Con un gruñido, pasé mis dientes por su clavícula y Bella chilló.
Apenas sentí el agua mientras me movía a través de ella ahora. Estaba concentrado en llegar a la roca en donde Bella había dicho que quería que la pusiera, no había cosa como lo suficientemente rápido. En la roca, giré su cuerpo de modo que estuviera alejada de mí y la acomodé sobre la dura superficie, mi mano en su cuello. Su trasero se alzó, su dulce coño asomándose para mí por encima de la espuma de las olas nocturnas, golpeándonos justo por encima de la rodilla.
Indeciso, sentí la desesperación de estar ya dentro de ella y un dolor por probar su miel en mi lengua. Pero Bella terminó el debate.
—Sin juegos previos —jadeó—. Y no te atrevas a ir lento.
Claro. Quería estar dolorida. Haría mi mejor esfuerzo. Abriendo sus labios, me acomodé y embestí dentro de su cálido cielo de una sola vez.
Su chillido no fue de puro placer, detecté algo de incomodidad, quizá incluso dolor.
—¿Bella?
—Estuvo perfecto —soltó—. Sigue. —Su cabeza cayó hacia delante y la presionó contra la roca—. Oh, Dios, ya me estoy viniendo.
Sus palabras enviaron electricidad a mi cuerpo. Ciertamente, estaba sintiendo sus paredes internas contorsionarse y convulsionarse a mi alrededor. Con lo que sonó como un gruñido, tomé sus caderas con fuerza, me alejé, y llevé mis caderas hacia delante, una embestida dura que visiblemente empujó su cuerpo hacia la roca. De ahí, me perdí. La repetición, el ritmo, se volvieron algo involuntario.
Bella frecuentemente era vocal en nuestra cama, pero estos eran unos gritos frenéticos y casi sin sentido. Cada embestida era puntualizada con ánimos firmes, necesitados e incoherentes. Estaba manteniendo un ritmo sin piedad. Cada embestida era brutal en su fuerza, y cada vez se acercaba a mí con un chillido o un gemido o un grito. Sus uñas se aferraron a la roca debajo de ella, dejando caer algunos pedazos a la superficie.
Intenté seguir tanto como fuera posible, pero no había forma de alargar algo así de intenso, así de feroz. Se vino, de nuevo, y esta vez no pude soportar los espasmos de su éxtasis sin explotar. Así era como se sentía, estaba explotando, detonando dentro de ella.
Los espasmos que siguieron fueron fuertes, hasta que no lo fueron. Eso dio paso a una callada y sublime felicidad.
—¿Era eso lo que buscabas? —pregunté, jadeando, mi frente descansando en su espalda entre sus omóplatos.
Se rio sin aliento.
—Estuviste perfecto. Sin anotaciones.
Acaricié su piel y besé su columna. Su torso retumbó con satisfacción, por lo que fue sorprendente cuando de repente chilló y maldijo. Se movió de debajo de mí y pasó por encima de la roca, hacia el agua, antes de que siquiera pudiera registrar el cambio.
El pánico me invadió.
—¿Qué? ¿Qué pasa?
Estaba moviéndose en el agua, la cabeza bajo las olas, pero sabía que podía escucharme.
—Bella, ¿estás bien?
Salió. La expresión en su rostro era una de puro alivio.
—Mi anillo de bodas. —Lo alzó para que pudiera verlo—. Se salió y cayó al agua. —Se subió a la roca y se sentó con un suspiro.
—¿Cómo? —pregunté mientras me le unía, acercándome a ella, examinando su mano izquierda y el anillo.
—Está un poco flojo —dijo con simpleza—. Casi se cayó unas cuantas veces esta noche, pero siempre lo evitaba a tiempo.
—¿Flojo? —Me había asegurado que estuviera del tamaño ideal antes de la boda.
—Solo parece ser un problema cuando lo mojo. Perdí algo de peso los primeros días del embarazo.
Mi mandíbula se tensó. Una subestimación si es que había alguna. Si fuera capaz de tener pesadillas, las imágenes de Bella en ese entonces, esquelética y con los ojos hundidos, ciertamente estarían en la rotación.
Me mostró cómo el anillo se deslizaba en su dedo. Quedaba ligeramente grande.
—Recuperé algo del peso una vez que desciframos lo que Renesmee necesitaba nutricionalmente, pero no todo. Supongo que el cambio es permanente ahora.
Era ridícula la forma en la que hablaba acerca de la horrorosa situación en la que tuvo que beber sangre humana, siendo humana, para evitar que su bebé mitad vampiro la asesinara, haciéndolo sonar absolutamente mundano en su lugar, como si solo hubiera necesitado más hierro o vitamina B o algo así. Mis dedos se apretaron alrededor de los suyos.
—Bueno, entonces lo mandaremos a ajustar.
Bella besó mi mejilla y luego se recargó contra la roca. Tuvo que moverse un poco para encontrar una posición cómoda y segura, pero no alejó mi mano de la suya mientras lo hacía.
Sonreí con amor hacia ella.
—¿Estamos tomándonos un momento?
—Es lindo aquí.
La vista era linda por lo menos. Bella se había extendido por la roca, sus caderas y piernas descansando en la porción por debajo del agua, sus pechos desnudos arqueados hacia arriba y siendo besados por la luz de la luna, y su cabello extendido por la roca alrededor de su hermoso rostro. Las olas blancas se alzaban y caían por su cuerpo. Lucía como una sirena.
Mi mano fue llamada, irresistiblemente, para acariciar por encima, alrededor y entre sus perfectos pechos con las puntas de mis dedos. Me dejó tocar sin dudar, suspirando con placer. Si no fuera una criatura tan celosa, quizá desearía que nunca tuviera que cubrirlos de nuevo.
—¿Edward? ¿Puedo preguntarte algo?
—¿Qué te gustaría saber?
Estaba tocando su anillo de bodas y el mío.
—¿Por qué una ceremonia de matrimonio era tan importante para ti?
Mi ceño se frunció.
—Te lo dije.
Sonrió.
—Lo sé, eres tradicional, y querías hacer todo lo que pudieras para proteger mi alma. Quiero decir, ¿por qué la versión humana en específico? No lo cuestioné en el momento porque no sabía que había un equivalente para los vampiros.
Me tomó un momento seguir sus pensamientos y descifrar a lo que se estaba refiriendo. Cierto, los vampiros usualmente no tenían ceremonias de bodas humanas, pero había un ritual común practicado por los nómadas cuando seleccionaban a sus parejas. Intercambiaban mordiscos en la base del cuello del lado izquierdo, durante el acto físico de copulación, marcando al otro. Era permanente y bárbaro.
—No hay un equivalente para los vampiros —dije sin emoción.
Alzó una ceja hacia mí.
—¿Peter y Charlotte no están casados?
¿Por eso era todo esto?
—No lo están. Están emparejados, no casados.
Soltó una risa, como si hubiera dicho algo particularmente absurdo.
—Es una diferencia semántica y nada más, Edward Cullen. Nosotros también estamos emparejados, ¿no?
Quizá tenía un punto, pero no importaba.
—Mi familia no hace las cosas de ese modo.
—¿Por qué no? No lastima a nadie, y nos vestimos de tal forma ante los humanos que nadie además de los vampiros la vería.
—¿No lastima? —Ciertamente, no había olvidado lo doloroso que eran nuestros mordiscos.
Bella rodó los ojos.
—Sabes a lo que me refiero. —Se sentó—. No veo el daño. Puedo entender por qué Rosalie o Carlisle no encuentren la idea atractiva, pero no sé por qué debería verse de forma tan negativa.
Esta era una de las conversaciones más extrañas que hubiéramos tenido y estaba poniéndome incómodo.
—Porque vivimos diferente de los vampiros que piensan de esa forma. Es un ritual de reclamación, como una propiedad. Hay uno de nosotros que tiene un mordisco, ¿sabes? Solo uno, y es Jasper. Alice no se lo hizo, María lo hizo, incluso aunque no tienen una unión de emparejamiento, ella lo marcó. Quizá no lo veas entre todos los mordiscos de neófitos, pero Alice sabe que está ahí, en la base de su cuello, y ambos tienen que vivir con eso.
Bella no lo vio como el fuerte argumento que yo creía que era.
—Aún estamos hablando de semánticas y símbolos. ¿Me dirás que el matrimonio no fue visto de la misma forma por miles de años? El matrimonio es peor, incluso, porque fue usado para solo tratar a la mujer como una propiedad. Por lo menos los mordiscos de emparejamiento son intercambiados. María quizá usó el mordisco para consolidar el poder, ¿pero qué hay de Peter y Charlotte? No hay nada más que amor y compromiso ahí. Justo como esto —alzó su anillo—, no quiere decir que eres mi dueño. No para nosotros. Lo que más importa es lo que estos símbolos representan para la pareja.
Pasé mis dedos por mi cabello.
—No estás equivocada —concedí—. Pero no creo que estés viendo lo que el mordisco significa a una mayor escala. Peter y Charlotte no lo representan necesariamente.
—No hablé de eso solo con Charlotte.
Esa era una sorpresa.
—Garrett fue el primero que lo mencionó.
Mis ojos se entrecerraron.
Bella de nuevo señaló la cicatriz en su mano.
»Tenía curiosidad de por qué habías puesto tu mordisco en un lugar tan poco tradicional. Cuando lo expliqué, dijo que no sabía cómo se sentiría si su pareja tuviera el mordisco de otro hombre en su cuerpo.
—Garrett es un idiota —solté, las palabras viniendo de la ira, y no eran ni falsas ni completamente justas. Sus cejas se alzaron. Tomé la palma de Bella en mis manos—. No lo escuches.
—Acabas de admitir que el mordisco de María le molesta a Alice. ¿El de James no te molesta?
Luché contra el gruñido dentro de mí.
—Obviamente, lo hace. Pero no de la forma en la que te refieres ahora, porque no soy primitivo y tú no eres una propiedad.
Y el propósito entre los dos era completamente diferente. James estaba intentando matar a Bella, no marcarla. Me moví incómodo ante la idea.
Ella me estudió.
—Eso es, ¿no es cierto? ¿La diferencia para ti? En tu opinión intercambiar mordiscos es primitivo.
—Es primitivo. —Alcé las manos en el aire—. Bella, ni siquiera sé por qué estamos teniendo esta conversación.
Bella rio. No estaba ni de cerca tan agitada como yo lo estaba.
—¿No lo sabes? ¿De verdad?
Y luego me golpeó en el rostro. La obvia verdad que mi cerebro se había rehusado a aceptar desde que ella habló de este incómodo tema. Bella no… ¿no podría de verdad querer…?
Demasiado fácil, ella dijo:
—Vamos. Tienes que admitirlo, es romántico y sexy. Mucho más que una fiesta cara y un contrato legal.
Oh por Dios… lo quería.
—No —dije con firmeza—. No me siento de esa forma.
Había una decepción visible en su expresión, pero intentó ocultarla.
—Luces tan escandalizado. He visto esa expresión antes, ya sabes, la noche que me lancé hacia ti. Me compraste una cama, la pusiste en tu habitación, me invitaste a pasar la noche contigo en ella mientras tu familia no estaba, y luego te sorprendiste cuando pensé que deberíamos tener sexo —se rio, y podía ver que estaba intentando disipar la tensión—. Algunas veces estamos en canales tan diferentes. Para mí, parecía como una extensión natural de todo lo que ya estábamos haciendo y sintiendo, pero por la forma en la que reaccionaste, la idea nunca se te había ocurrido. Lamento hacerlo de nuevo.
De alguna forma, era una comparación dolorosamente apta. Seguía olvidando que Bella no veía el vampirismo de la forma en la que yo lo hacía, incluso ahora que ella era uno, también.
Envolví mi brazo a su alrededor porque no quería alejarla.
—No lo sabía. Sé que eso suena increíble, pero no lo sabía.
Bella alzó una ceja hacia mí
—¿Lo caliente que estaba? Sé que no lo sabías. Y me alegra, porque no quería que lo hicieras. Por un rato, era lo último de dignidad que me quedaba.
Sacudí la cabeza porque eso no era a lo que me refería.
—Sé que en la superficie me veo bien para los humanos, que somos atractivos para nuestra comida, pero también sé cuántas cosas sobre mí son perturbadoras de cerca. Así que, estaba seguro de que te asustarías de mis dientes, que mis ojos te harían sentir como una presa y, especialmente, que mi toque sería frío e incómodo. Mantuve nuestros besos relativamente castos y me mantuve por encima de las cobijas mientras dormías para contenerme, sí, pero también era porque no quería alejarte y ver que te estremecieras de miedo.
Bella se rio, su expresión era incrédula.
—Eso es una locura.
—Lo descubrí —me defendí—. Tomó un tiempo, pero lo supe. No te tomabas en serio el hecho de que yo era un vampiro, en lo absoluto.
—Error —bufó—. Me lo tomaba muy en serio. Yo solo… —sus labios se alzaron en una sonrisa juguetona—, encontraba todas esas cosas excitantes.
La miré.
»Edward, tus dientes eran aterradores, por supuesto que lo eran. Tus ojos me hacían sentir como un conejo para la cena, especialmente mientras más oscuros se hacían. Tu piel nunca se sintió humana en lo más mínimo. No estaba ciega ante esas cosas o las estaba ignorando. Estaba disfrutándolas. —Ya no estaba sonriendo, la seriedad de lo que estaba revelando empañaba sus facciones—. Hay algo que probablemente debería confesarte. No te gustará —advirtió—, pero se siente mal no decírtelo en este punto, dado que hemos estado siendo tan honestos con el otro.
Todo mi cuerpo se tensó en shock y repulsión. No dudaba ni por un segundo que tenía razón, lo que sea que esto fuera, no quería saberlo, pero no podía abrir la boca.
»¿Los sueños húmedos que solía tener sobre ti? Bueno, básicamente siempre incluían un poco de ti bebiendo mi sangre. ¡No de verdad! Sé que cualquier escenario así en realidad te habría puesto en un frenesí y me habría dejado muerta. Más que nada, como pasa en las películas. Solo era un sueño; no fantaseaba con eso.
Acarició mi mejilla, confortándome, pero apenas y lo sentí. Estaba congelado, paralizado, mientras los límites de mi realidad se fracturaban y se quebraban.
»No creo que alguna vez fuera literal. Solo una metáfora de todas las formas en las que quería que me tomaras, todas las maneras en las que quería satisfacerte. El sueño, ¿el que escuchaste? Era así.
Sus palabras sonaron en mi memoria, claras como una campana.
Edward, bésame. Mi cuello. Más profundo, te necesito más profundo dentro de mí.
Estaba mordiéndose el labio.
»Podría culpar a Hollywood, o a Anne Rice, pero ¿quién sabe de verdad de dónde vino? La asociación estaba ahí. ¿Por qué crees que me derretía cada vez que besabas mi cuello? Era la cosa más emocionante del mundo, porque era tan peligroso, estaba tan cargado. Porque tú eras un vampiro y yo era humana. Esa es la icónica imagen: el lascivo vampiro muerde el cuello de la doncella, la penetra con sus dientes y ella nunca es la misma de nuevo.
Si pudiera sentirme enfermo, lo estaría ahora.
—Bella, para. No es de esa forma. —La convicción en mis palabras sonaba hueca incluso para mí—. Nunca fue de esa forma.
—No en la vida real, quizá. No exactamente. —Estaba balbuceando. Mi reacción era peor de lo que ella había anticipado. Podía imaginar cómo lucía la expresión en mi rostro—. Pero, Edward, por favor entiende que es diferente para mí que para ti. Recuerda, bebiste mi sangre. Y aunque esa experiencia fue muy dolorosa y, francamente, una pesadilla que destruyó a la versión cinematográfica, hizo más que eso. Cambió el guion. En las historias, todo es lujuria, y el bebedor de sangre desflora a la chica, la convierte de su mundo y la acerca a la oscuridad. Pero cuando tú bebiste de mí, todo fue por amor. Lo hiciste para preservar mi inocencia, porque no podías soportar que me la quitaran sin mi consentimiento. No puedo pensar en eso con el desagrado con el que tú lo haces. No puedo. —Tragó, sus ojos sinceros—. Te lo dije, en lo que a mí respecta, es la cosa más romántica que has hecho por mí.
Estaba registrando sus palabras, quizá incluso tenían un poco de sentido. Por lo menos, desde su punto de vista. Pero estaban chocando contra la pared de todo lo que era, todo en lo que creía de mí y mi mundo, y no podía oírla.
Ante mi silencio, su garganta hizo un ruido lastimero. La ansiedad irradiaba de ella.
—Puedo ver que todo esto fue una mala idea. Pensé que podía intentarlo, porque últimamente lo habíamos estado haciendo tan bien con las conversaciones difíciles, y me contaste acerca de algunos de tus deseos más oscuros. Yo… yo pensé que quizá estaría bien decirte el mío. —Su voz se volvió más pequeña—. Especialmente considerando lo similares que son.
Eso causó una respuesta en mí.
—¿Similares? —solté.
Bella no se retractó, de hecho, sus hombros se cuadraron de la forma en la que lo hacían cuando estaba luchando contra algo injusto.
—Sí, Edward. Similares. A los dos nos gusta la idea de ti mordiéndome y bebiendo mi sangre. Pensé que al intercambiar mordiscos podríamos trabajar con ese desastre de una forma… ¿saludable? ¿Quizá? No lo sé, era una idea. Claramente fue una mala idea y lamento haberla mencionado.
Me alejé de ella, de la roca y fui hacia el agua de modo que estuviera a varios metros de ella, mis manos temblando.
—Beber tu sangre no es una fantasía que vayamos a convertir en un juego.
Sus ojos se ensancharon.
—Nunca sugerí que lo hiciéramos. Los mordiscos de pareja no son un juego, Edward, son cicatrices permanentes. Estaba pidiéndote que te casaras conmigo.
—¡Ya estamos casados! —Esto era una locura.
—De la forma humana, y esto no demeritaría esa ceremonia de ningún modo. Las parejas renuevan sus votos todo el tiempo. —Se acercó al borde de la roca, sus ojos rogándome—. ¿Las costumbres de los vampiros son tan horribles? ¿De verdad es una locura que no quiera pasar una eternidad sintiéndome asqueada por lo que somos?
—Tener sed de sangre es algo de lo que deberíamos sentir asco, siempre. ¡Punto! —grité. Nunca antes había estado tan enojado con ella.
—La sed de sangre es solo una pequeña parte de eso —protestó.
—¡Para ti!
Eso la frenó en seco.
—Tienes razón, Edward. Lo siento.
Pasé mis dedos por mi cabello.
—Sin mordiscos de pareja, ¡nunca!
—Lo comprendo.
—Es enfermo, eso es lo que es. Querer morder a la persona que amas es enfermo.
La mandíbula de Bella se tensó.
—Eso es exagerarlo mucho, ¿no, Edward? Beber mi sangre en realidad quizá no fue placentero para mí, pero sé que lo fue para ti, sin importar si lo admites o no. No fui solo yo quien se excitó con la idea. Tú lo querías, también. Sé que lo hiciste, me lo dijiste.
—Obviamente no estabas escuchando. No sabes de lo que estás hablando. ¡Lo que me gusta, lo que no me gusta y lo que tengo que hacer porque nunca te detienes!
Fue algo horrible por decir. La cosa más grosera que pude haber dicho, porque fue directo a lo que más le preocupaba en nuestra vida sexual, que era desigual, que ella quería demasiado, pedía demasiado. Que su apetito sexual era una carga.
Nunca había golpeado a Bella, pero si lo hubiera hecho, imaginaba que la expresión en su rostro luciría muy parecida a la que estaba frente a mí ahora. Al instante, la furia dentro de mí se desvaneció, como un fuego apagado.
Miré con horror mientras sus ojos caían, incapaces de encontrarse con los míos. Pero la visión de su regazo pareció molestarla. Atrajo sus piernas y brazos cerca, cubriendo su desnudez.
—Bella, lo… lo siento mucho. No lo dije en serio.
No respondió y mi pecho se llenó de dolor. Fui por el agua hacia ella, pero se alejó de mi toque. No sabía qué hacer.
—Bella…
—Quiero mi ropa —susurró.
Todo estaba mal, tan mal, pero al menos me había dado algo que hacer. Corrí, hacia la superficie, con toda mi velocidad, de vuelta al muelle. No me importaba si alguien me veía, desnudo e inhumanamente rápido, no importaba. Solo una cosa importaba, ¿y cómo arreglaría esto para ella?
Regresé en menos de dos minutos, nuestra ropa en mis brazos. Bella se había movido a la playa, pero aún tenía sus brazos y piernas cerca. Luché con qué decir mientras le ofrecía su vestido, el suéter y las sandalias.
Pero me miró cuando los tomó. Me preparé mientras abría la boca.
—Lo siento, Edward. —Sacudí la cabeza, pero continuó—: He estado presionando demasiado con tus límites, y especialmente en esta noche. Últimamente hemos tenido demasiadas conversaciones importantes, e incluso cuando las cosas se ponían tensas, siempre encontrábamos cómo salir adelante. Estaba tan emocionada por ver otras partes de ti, de mostrarte partes de mí que en realidad nunca había encontrado el valor para dejarlas salir, que… quizá perdí el rumbo de las cosas. Algunas cosas deberían mantenerse en privado. Debí haberlo dejado ir. Podía ver lo incómodo que estabas, pero seguí adelante. Lo siento.
Caí de rodillas frente a ella.
—Bella, fui yo. Me equivoqué. Perdí los estribos, y me desquité contigo. No dije en serio nada de lo que te grité. Nada.
Asintió, pero ya no encontraba mi mirada.
Se estiró por su vestido, y miré hacia otro lado, entendiendo que quería privacidad. Me vestí rápidamente, mirando las olas. Lo oscuro del cielo nocturno de repente era pesado. Escuché que comenzaba a caminar de vuelta a la ciudad, y me le uní, manteniendo el ritmo. Me dio una sonrisa incómoda, pero no nos tocamos. Una vez, me estiré por su mano, pero cruzó los brazos antes de que hiciera contacto. No estaba seguro de si fue deliberado o si estaba en su mundo. De todas formas, no lo intenté de nuevo.
Llegamos a mi Volvo a las 4:27 a. m., las calles de Port Angeles estaban desiertas, cada edificio que pasábamos estaba en silencio con excepción de los latidos dormidos.
Cuando giré la llave del motor, una presa en mí se abrió.
—¿Bella?
Me miró.
—Te amo. —Intenté poner todo lo que quería decir con eso en las palabras como si mi vida dependiera de ello. Porque lo hacía. Mi vida estaba mirándome desde el asiento del copiloto.
Ella lo dijo de vuelta.
—Te amo.
—¿Estamos bien?
Bella extendió su mano y la tomé. Ella asintió.
Sostuve su mano mientras conducía a casa. Pero no estábamos bien, y ambos lo sabíamos.
Ouch :c
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