DISCLAIMER: Nada de esto me pertenece. Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a EvieBaby. Yo solo me adjudico la traducción.

Link del grupo en facebook: www facebook groups / itzel . lightwood . traducciones

Link de la historia original: www fanfiction net /s/ 13837709 /1/ Ferns

Capítulo beteado por Yanina Barboza, beta de Élite Fanfiction (www facebook com/ groups/ elite .fanfiction)


Capítulo 8: Manta

—¡Oh! Para brillar, las antorchas toman ejemplo de su belleza. Se destaca de la frente de la noche —murmuré en el oído de Bella, mi voz profunda y firme. Dios, estaba hambriento por ella y moví insistentemente mis dedos dentro de su húmedo centro para enfatizar cuánto.

Ella gimió, jadeó, pero mis fuertes brazos la mantuvieron en su lugar.

Era pasada la medianoche. Estábamos en el sofá de nuestra sala y ella estaba en mi regazo, su espalda presionada contra mi pecho, sus rodillas a cada lado de mis muslos. Los separaba para que sus piernas estuvieran más abiertas, de modo que mis dedos pudieran entrar más profundo. Básicamente estaba desnuda. Solo su blusa permanecía y estaba completamente abierta, mientras que el resto de su ropa, así como la manta que nos había cubierto tan solo minutos atrás, estaban en el suelo junto a mis pies. Su hermosa piel reflejaba la luz del televisor frente a nosotros en la oscura habitación.

Este era un juego que se había salido de control, provocado por la tarde en la que Bella y yo habíamos visto Romeo y Julieta en el sofá después de la escuela. Nos habíamos acurrucado inocentemente bajo una manta mientras Bella comía palomitas y yo le susurraba las líneas de Romeo como un bobo. La premisa de su fantasía era simple: que nuestro abrazo no hubiera sido tan inocente, que no pudiera evitar tocarla en todos lados —por encima de la ropa, luego por debajo— mientras besaba su garganta y la seducía con las palabras de uno de sus personajes literarios favoritos. Que la llevara al clímax con mis dedos sin retirar en realidad la ropa, solo con estirarme bajo la manta hacia sus jeans abiertos, su ropa interior, y llevarla a la locura. Calmaría sus nervios de virgen con suaves caricias y suaves murmullos de Shakespeare, y ella se aferraría a mí mientras se hacía pedazos en mis brazos. Pero tenía que ser cuidadoso, porque ella era humana y sin experiencia, y teníamos que ser discretos, porque su papá llegaría a casa en cualquier momento.

Esta noche, cuando seleccionamos este juego, pretendíamos parar ahí. Pero el sexo para Bella y para mí había desarrollado un límite ligeramente desesperado en las semanas siguientes a nuestro tiempo separados, y las cosas escalaron sin remedio.

Pasados quince minutos de la película, antes de que Romeo y Julieta siquiera se conocieran, habíamos completado la fantasía… y luego solo seguimos.

Sacar la ropa de la parte de debajo de su cuerpo apenas había sido un problema, pero había perdido la paciencia con su sostén y era un desastre de trizas en el piso de madera. Sus sostenes últimamente provocaban mi ira. Estaba descubriendo, admitiendo para mí, lo mucho que me gustaba Bella desnuda. Especialmente sus pechos. La intensidad de la predilección había pasado desapercibida por lo normal que asumía que era. Por supuesto que me gustaba ver a la mujer que amaba sin ropa. Me sentía atraído por ella. Era hermosa. ¿Acaso no todos los hombres se sentían igual por el objeto de sus afectos? Pero esto era, comenzaba a darme cuenta, probablemente mayor. Me encontré imaginando los pechos de Bella bajo diferentes tipos de luz, en diferentes escenarios, en momentos inapropiados, abiertos, expuestos, disponibles, para mis manos, mis ojos, mi boca. Desnudos y míos.

Incluso solo la impresión de sus pezones bajo la tela cuando no usaba sostén me enloquecía.

La caja de pandora de mi sexualidad estaba abierta, y sospechaba que esta era una de las cosas que se había escapado. O, más adecuadamente, siempre había estado ahí, pero ahora era más visible.

Una de mis manos estaba metiendo tres dedos dentro y fuera de ella y la otra estaba a su alrededor con fuerza, aferrando uno de esos pechos. Con renuencia la dejé ir y busqué su mano con la mía. En la pantalla frente a nosotros, el baile había terminado, el juglar estaba cantando, y Romeo se estaba colando por detrás del telón. Era momento de mi línea.

—Si mi indigna mano profana, con su contacto este divino relicario, he aquí la dulce expiación: ruborosos peregrinos, mis labios se hallan prontos a borrar con un tierno beso la ruda impresión causada —dije, presionando un beso apasionado en su mano, luego su palma, su muñeca.

Hace tiempo, había visto esta escena con un poco de desdén. Romeo apenas había visto a la chica. Nunca antes habían hablado, y aun así se lanzó de inmediato, declarándose excitado, enamorado y poniendo sus manos y labios sobre ella. Era demasiado atrevido, pero desde que conocí a Bella, pensé que lo entendía.

Bella se estremeció y jadeó, pero no dijo la línea siguiente.

—¿No tienen labios las santas y los peregrinos también? —continué, acariciando la parte interna de su muñeca mientras su coño apretaba mis dedos. Liberé su mano y pasé mis dedos por su mandíbula, guiando su rostro hacia mí. Sus ojos estaban oscuros y llenos de lujuria, perdidos en el deseo.

Sentí sus manos moverse entre nuestras piernas mientras buscaba mi cremallera. Gemí mientras luchaba por liberar mi polla.

Mi voz era dura mientras seguía con la seducción de Romeo.

—¡Oh! Entonces, santa querida, permite que los labios hagan lo que las manos. Pues ruegan, otórgales gracia para que la fe no se trueque en desesperación. —Acaricié la punta de su nariz con la mía—. Pues no os mováis mientras recojo el fruto de mi oración. —La besé y jadeó con fuerza. Dios, era satisfactorio lo mucho que me quería—. Por la intercesión de vuestros labios, así, se ha borrado el pecado de los míos.

Bella se presionó más contra mí, y sentí sus delicados dedos cerrarse a mi alrededor y sacar mi erección. Gemí mientras la punta rozaba contra donde ella y mis dedos estaban unidos.

Susurró hambrienta:

—Mis labios, en este caso, tienen el pecado que os quitaron.

Era la primera vez que ella había recitado una línea, el recuerdo en el que este juego estaba basado incluía que yo dijera todas las líneas de Romeo, no que ella dijera las de Julieta. En el momento, lo había hecho como una broma por la forma en la que Bella había hablado acerca del personaje en la escuela. Dado lo que estábamos haciendo ahora, era claro que ella recordaba mis actos con dulzura y como algo más sincero de lo que había sido. Pero quizá estaba planeando algo. Para mi sorpresa, escuchar a Bella rogar por otro beso como Julieta tenía un efecto en mí.

Retiré mis dedos de su calor.

—¿Pecado de mis labios? ¡Oh, dulce reproche! —Alineándome con su entrada, gruñí—. Volvedme el pecado otra vez. —La besé una vez más y entré en ella con una demandante embestida. Bella se estremeció de placer.

Ella estaba tan… apretada. Maldición. ¿Cómo seguía quitándome el aliento cada vez?

Mis manos fueron a sus caderas y comencé a embestir, con potentes y largas embestidas, en el dulce calor de su coño. Pero había llevado a mi Bella al extremo. Estaba frenética, temblando, y se liberó para subir y bajar a su propio ritmo. Sus manos tomaron mis antebrazos como soporte, las uñas enterrándose en mi piel, y echó la cabeza hacia atrás de modo que su mejilla estuviera pegada con la mía.

—Te amo, Edward. Dios, te amo —jadeó—. Ughn… ¡Edward!

Encontré sus movimientos frenéticos, erráticos, enterrándome tan profundo como fuera posible tan seguido como pudiera.

—Es mi alma la que llama por mi nombre.

Jadeó, cerró los ojos y mordió su labio inferior. Si no estuviera tan concentrado en mi propia y delirante búsqueda por el placer, me hubiera tomado un momento para encontrar adorable lo mucho que las líneas de Romeo la afectaban.

Con un sonido de frustración, se movió, cayendo hacia delante para que estuviera apoyándose en mis rodillas y luego, de verdad comenzó a montarme en serio. Ambos chillamos ante el cambio de ángulo y profundidad de la penetración. Mis ojos admiraron las elegantes líneas de su espalda bajo la blusa de seda, su largo y despeinado cabello, y su hermoso trasero saltando en mi regazo. Mis manos acariciaron, apretaron, esa piel por voluntad propia. Podía verme a mí entrando y saliendo de ella, ver la forma en la que se estiraba a mi alrededor, me aferraba, el brillo de su excitación por mi longitud.

Estaba acabado.

—Bella, voy… voy a…

—Sí —gimió—. Córrete, Edward. Lo necesito.

Incapaz de poder hacer algo más, obedecí. Ella me siguió segundos después, y gemí mientras sacaba todo de mí.

Cuando volví a mí, quería abrazarla, así que deslicé mi brazo alrededor de su cintura y la atraje de espaldas hacia mi pecho. Vino sin problema, pero primero recuperó la manta del suelo. La envolvió a nuestro alrededor y suspiró satisfecha mientras se acurrucaba contra mí.

Besando mi mejilla, dijo:

—Gracias.

Siempre me agradecía por convertir sus fantasías en recuerdos, y me derretía cada vez. ¿Cómo podría no hacerlo? Estaba tan satisfecha, tan feliz. Había momentos en donde sabía con certeza que estaba haciendo lo correcto para ella.

Miramos la obra seguir, aunque estaba distraído. Estar aún dentro de ella me mantenía incómodamente duro, pero resistí el deseo de iniciar de nuevo. No era un animal; podía esperar hasta después de la película. Eventualmente, nos acostamos, su cabeza en el descansabrazos del sofá, mi codo alzado detrás de ella para que mi cabeza estuviera un poco más alta, y me permitió salir de ella.

Durante la escena del balcón, mientras murmuraba las líneas de Romeo, no puso objeción cuando bajé la manta para exponer su pecho. Me senté un poco más, de forma que pudiera tener una vista total de sus pechos. Tracé su perfección, los acuné en mis palmas, incluso me incliné una o dos veces para pasar mis labios contra ellos. Sí… definitivamente esto era algo más. Podía mirar y tocar toda la noche.

Bella estaba acostada sobre su espalda ahora, mirándome a mí en lugar de la pantalla de la televisión.

—He olvidado para qué te llamé. —La voz de Julieta flotó sobre nosotros.

Leonard Whiting y yo contestamos juntos como Romeo.

—Déjame permanecer aquí hasta que lo recuerdes.

—Lo olvidaré para tenerte ahí siempre, recordando cuánto me place tu presencia —respondió Olivia Hussey.

—Y yo de continuo estaré ante ti, para hacerte olvidar sin interrupción, olvidándome de todo otro hogar que este. —Besé su pezón.

Pensé que su suspiro era de puro placer, pero cuando me separé, podía ver que estaba pensativa, también.

Abandoné mi rol.

—¿Qué pasa?

Bella sacudió la cabeza, pero contestó mi pregunta.

—Es solo eso que, lo estoy haciendo. Olvidándome de cualquier otro hogar que no seas tú. Más y más cada día.

Me congelé.

»Está bien. —Acarició mi rostro—. Por lo menos, me haces sentir que así será.

Tragando, me acomodé de nuevo en el sofá y acerqué su cuerpo a mí, dejando besos de confort en su cuero cabelludo. Ella me abrazó de vuelta. Después de unos minutos, regresamos a la película, pero ya no seguí recitando las líneas de Romeo. Esperaba no decepcionarla mucho, pero me sentía nervioso por continuar. Especialmente porque las cosas en la obra se pondrían feas pronto, y luego temía que las líneas se sintieran demasiado cercanas a nosotros. Incluso más de lo que lo acababan de hacer.

De todos los trabajos de Shakespeare, este nunca había sido un favorito para mí. Todo acerca de él había sido inaccesible, no cercano. Especialmente el mismo Romeo: sus declaraciones apasionadas, sus exageradas respuestas emocionales, su disposición a morir en el momento en el que pensó que Julieta estaba perdida. Y luego lo viví, parte por parte. Romeo era un idiota exaltado, pero resultó que él y yo éramos parecidos. Era afortunado de que mi Julieta hubiera llegado a mí justo a tiempo, salvándome, salvándonos a los dos. Había estado encaminado a vivir su misma tragedia, creyendo que su muerte estaba en mis manos, a punto de suicidarme cuando ella literalmente se había estrellado en mis brazos y me había detenido. Cálida y sin aliento y viva. Solo unos segundos después y hubiera sido muy tarde, hubiera estado muerto y, justo ante los Vulturi, habiendo visto cosas que ningún humano tenía permitido hacer, la vida de Bella se habría terminado. Todo eso, mi culpa. Sería una gran hipocresía sentir desprecio por Romeo después de eso.

De algún modo, Bella aún amaba la obra. Aún lo adoraba como personaje. Suponía que era mejor que verla soñar con los héroes emocionalmente estables y moralmente buenos de Austen como Edmund Bertram, como recordaba que lo había hecho una vez en una manta en el jardín de su padre. Aquí, no había nada por lo que sentir celos. En todas las maneras en las que contaba, Romeo y yo éramos iguales, y nadie estaba más consciente de eso que Bella.

A pesar de la melancolía en el aire, o quizá por eso, para el acto 4 Bella y yo estábamos tocándonos, despertando el deseo una vez más. No era tan sorprendente, suponía. Nuestra relación era… más o menos así ahora.

Cuando le hice el amor bajo el piano y esa cascada de orgasmos la invadió, me tomó por sorpresa. Lo que sea que Bella dijera, estaba convencido de que solo una extrema negligencia de mi parte pudo haber provocado tal cosa. Gracias a Dios por la habilidad de mi familia de proveer niñeras en cualquier momento, porque fui capaz de levantar a Bella de esa alfombra y llevarla a nuestra habitación, en donde le hice el amor por días. Había pensado que eso satisfaría la desesperación, nos daría de vuelta un poco de normalidad. Pero no lo hizo, no por completo. La necesidad física había sido temporalmente saciada, pero el trauma del hambre era más difícil de aliviar, para los dos. Ambos estábamos sumamente conscientes de cómo era nuestra relación sin la intimidad física, y de lo alarmantemente posible que era. Como resultado, a los dos nos quedó una especie de paranoia de que nada podía ser tomado por sentado.

Habíamos estado moviéndonos sistemáticamente por la lista de fantasías de Bella durante el último mes, pero era casi imposible parar cuando alcanzábamos el final del guion. Los sueños humanos de Bella eran reprimidos de la forma en la que esperaba, y por lo tanto no involucraban penetración, pero no podíamos contenernos. La penetración se había vuelto esencial. Si no estaba en su interior, ella se sentía demasiado lejos. Actuábamos la fantasía como estaba planeado, pero después, sin falla, no nos deteníamos. No era el tipo de ciclo lujurioso que nos invadía antes. Esos solo pasaban una vez cada dos meses, duraban quizá un día, y eran tan directos, tan puros en las emociones que los provocaban. Simplemente habíamos estado eufóricos en placer sexual, ebrios de amor. Y felices. Ahora, la fiebre nunca se iba en realidad. Constantemente buscaba a Bella y ella constantemente me buscaba. Incluso cuando estábamos tristes, especialmente cuando estábamos tristes. Nuestro tiempo libre estaba lleno de básicamente nada más —siempre otra vez, siempre más— nuestras constituciones de vampiros se habían vuelto una bendición y una maldición. Algo más corría a través de cada segundo de nuestra intimidad que no había estado ahí antes, y no podía decidir si era necesidad o solo miedo.

Las cosas no eran malas. Al contrario, tenía a Bella de vuelta, y sentía la verdad de eso recorrerme: ella de verdad estaba de vuelta. Estábamos arreglados, juntos, éramos uno solo. Era solamente que sabíamos en dónde nos habíamos quebrado, que podíamos quebrarnos. Y no como novio y novia como lo habíamos hecho en el pasado, como esposo y esposa. Aún podíamos quebrarnos, y ninguna otra revelación pudo haber sido más perturbadora. Una inocencia entre nosotros se había perdido. Esa era la única forma en la que podía describirlo.

Así que, para cuando Romeo se aproximó a la tumba de los Capuleto, ambos estábamos desnudos bajo la manta y haciendo el amor de nuevo. Estaba encima de ella, aferrándola cerca mientras alargaba su clímax, lentamente, sombríamente, tanto por confort como por placer. Ambos sabíamos lo cerca que habíamos estado de terminar como los amantes en esta triste historia en nuestros tontos primeros días, y recientemente habíamos aprendido que había más formas en las que el amor podía morir que la forma literal. Ahora era un periodo de las secuelas, de una reunión reciente. Íbamos un día a la vez, momento a momento para trabajar en sanarnos como individuos y como pareja. Era agonizante y agotador.

Pero Bella tenía razón, habíamos estado aquí antes, y las cosas habían sido peor en ese entonces. Había terminado con ella, la había abandonado en un desesperado intento por darle una vida humana bajo el sol, y no solamente ese tiempo separados había sido más largo y más doloroso, sino que el periodo de reconciliación había sido peor también. Su trauma había permanecido por mucho tiempo. Pesadillas, ataques de pánico y derrumbes emocionales, todos causados por la mera idea de yo yéndome.

Mientras tanto, había pasado demasiadas noches horribles junto a su cuerpo durmiente, mirando el techo, torturado por la idea de que quizá la perdiera por Jacob Black. Yo la había quebrado; él la juntó de nuevo. De otra manera ella nunca lo habría mirado, él era un rival de mi propia creación, una consecuencia de mis errores. Incluso me había forzado a aceptar la idea de compartirla con él si era necesario, porque ser algo para ella era mejor que nada. Era monógamo hasta lo más profundo de mi alma, así que la idea iba en contra de todos mis instintos e inclinaciones, pero era maravilloso como ese horrible año había reordenado mis prioridades y la forma en la que veía el mundo. Enfrentándome a cómo era una existencia sin Bella, y luego a cómo se sentiría si ella hubiera muerto como resultado de mis acciones… era maravilloso cómo su sangre nunca me tentó en realidad de nuevo, incluso cuando corría frente a mí. Cómo podía curar sus heridas sin la más mínima cantidad de veneno en mi boca. Y no podía negarle nada. Si quería ser un vampiro, la haría un vampiro. O… ¿si quería un hombre lobo como novio parar montar motocicleta y comer perros calientes alrededor de una fogata, que le diera hijos humanos? Bueno, tampoco podía negarle eso. Si eso era lo que necesitaba para hacerla feliz, para mantenerla conmigo, podía forzarme a aceptar ser uno de dos. Después de todo, ¿acaso eso no sería más soportable que ella eligiéndolo por completo?

Pero pensar en eso había sido la mera definición del infierno, y nada podía igualar mi alivio cuando ella me eligió a mí. Solo a mí.

Lo que sea que estuviera pasando ahora era ciertamente más fácil que eso.

Bella tenía razón, repetí, me aseguraba a mí mismo: superaríamos esto.

Cuando Romeo bebió el veneno, Bella giró la cabeza, moviéndose debajo de mí para esconder su rostro en la curvatura de mi cuello.

—¿Quieres que lo apague? —pregunté gentilmente, secretamente deseando que dijera que sí.

Sacudió la cabeza, pero no miró la pantalla de nuevo, y cuando Julieta despertó para encontrarlo muerto a lado de su sarcófago, el agarre de Bella en mi bíceps se incrementó.

—Aún me encanta —insistió después—. Quizá más que nunca. —Y luego hizo eco de mis propios pensamientos—. Pero es diferente, ahora que la entiendo más. Sé por lo que Julieta pasó, cómo se sintió. Los últimos años, la experiencia de verla y leerla ha sido diferente. —Alzó sus hombros desnudos—. Ya no se siente solo como una historia.

Asentí, entendiendo demasiado bien.

—¿Más y más claridad? Más y más negro es nuestro infortunio.

Bella sonrió sin humor.

—Algo así.

Limpiamos todo y la cargué a nuestra habitación.

Alrededor de las ocho y media, nos arreglamos e hicimos algunas lecciones de geografía con Renesmee. Luego Bella la llevó a cazar como recompensa por lo bien que se comió su comida humana esta semana. Cuando se fueron, saqué la lista de las fantasías de Bella y taché la que habíamos completado la noche anterior. Básicamente, habíamos terminado.

Había encontrado la lista poco después de que reiniciamos nuestra relación física bajo el piano. De hecho, la había buscado. La desesperación en nuestra vida sexual era nueva y quería ayudar a que se fuera. Lo único en lo que pude pensar fue en seguir ayudando a que Bella se sintiera amada y segura. Eso fue lo que dijo que necesitaba, y pensé que nuestros juegos eran una forma en la que podía crear ese ambiente para ella. Había mencionado hacer una lista, así que la busqué. También sabía que estaba preocupada acerca de perder sus recuerdos, entonces actuar cada una de estas parecía una buena forma de cuidar emocionalmente de Bella.

Cuando inicialmente se lo mencioné, había puesto un poco de resistencia. Podía ver que estaba preocupada acerca de presionarnos de nuevo, pero la convencí de que se sentara conmigo para que pudiéramos hablar de las fantasías, una por una, y decidir si queríamos convertirlas en juegos.

No pude evitar maravillarme. Las fantasías de mi Bella eran unas cosas tan concretas y específicas. Se basaban en una premisa que, si no era completamente realista, tan solo se salía un poco de lo posible, y siempre partían de un recuerdo real. Tenían un inicio, un desarrollo y un final, frecuentemente un guion, como si hubiera regresado a ellas una y otra vez hasta que estuvieran memorizadas, revisándolas y perfeccionándolas hasta que fueran precisamente lo que ella quería, con un buen toque de sus anhelos y gustos particulares. Como si explorar lo más profundo de su psique fuera algo tan seguro, que ella podía hacerlo de forma regular y sin ninguna otra razón más que llegar al orgasmo. Sus fantasías no eran caprichos; eran fijaciones meticulosamente exploradas, deseos tan bien pensados que se los pudo haber dicho a un genio sin temor de sorpresas o malinterpretaciones. No era de sorprenderse que quisiera volver a ellos, animarlos como una realidad y mantenerlos como recuerdos para siempre.

Era lo completamente opuesto a la forma en la que yo lidiaba con mis deseos.

—¿Estás diciendo que estás bien con todas estas?

Mi impulso solamente era tranquilizarla de inmediato, pero había prometido que comenzaría a ser más honesto con esta clase de cosas.

—Bueno, la del prado, la que no hemos hecho, puede ser… demasiado.

Su expresión me dijo que había hecho lo correcto. Lucía animada por mi honestidad y para nada sorprendida de que me sintiera de la forma en la que lo hacía. Esa fantasía era la que más había dudado en detallar.

—Borraremos esa, entonces.

Pero puse mi mano sobre la suya cuando estaba a punto de hacerlo.

—No. No es… —Junté mis palabras y el valor—. Las cosas que quieres que haga —llevarla sola al bosque, susurrar cosas pervertidas en su oído, arrancar la ropa de su cuerpo, sujetar sus muñecas por encima de su cabeza en el césped, y tomar—, las quiero, también. Mucho. Pero quizá necesite trabajar en ellas.

Su mandíbula cayó un poco.

—¿De verdad?

Tomé un profundo respiro. Este era el punto, ¿no es así? Aceptar las partes de mi sexualidad que eran el monstruo para complacerla, para hacerme sentir menos fracturado. Mi primer instinto de reacción era aún fuerte, pero esto es lo que ella quería y lo que yo necesitaba.

—Sí.

Un pequeño ruido escapó de su garganta y, de forma casi imperceptible, sus muslos se apretaron juntos. De inmediato miró la lista, avergonzada. Pero me ayudó, si iba a desatar esa parte de mí a pesar de todas mis reservas, ayudaba saber lo caliente que la ponía.

—Entonces —dijo, continuando pero sin encontrarse con mi mirada—, deberíamos comenzar con algo fácil. ¿Esta?

Señaló una en donde, después del almuerzo, nos saltaríamos Biología para besarnos en mi auto y terminar frotándonos sobre la ropa en mi asiento trasero.

Sí, comenzamos ahí. Y luego fuimos a nadar desnudos en un estanque del bosque bajo las estrellas y jugué con ella al pasar hojas, plumas y pétalos de flores por su piel, por su mandíbula, sobre sus pezones, en la parte interna de sus muslos, entre sus piernas, hasta que fue demasiado y necesitó mis dedos. Un par de noches después, nos colamos en el kiosco en el límite del terreno de la escuela después de abandonar una asamblea imaginaria. Poniéndola contra un pilar de madera lleno de enredaderas, deslicé mi mano por debajo de su falda. La alcé de modo que solamente las puntas de sus pies estuvieran tocando el suelo y todo su peso la mantuviera empalada en mis dedos. Mi pulgar atormentó su clítoris hasta que rogó por piedad. Luego, se puso de rodillas y me chupó mientras yo jugaba con sus pezones. Me animó a pellizcar duro, y más duro, y luego gritó. Cuando le pregunté si estaba bien, jadeó que había tenido un orgasmo. Eso me hizo pausar, pero su boca hizo que olvidara mi inquietud.

El siguiente fin de semana, pasamos algo de tiempo en la casa grande en mi vieja habitación, en donde la cama que le compré aún estaba ahí. Pretendimos que era la noche en la que le propuse matrimonio y ella intentó seducirme, solo que esta vez, terminó con los dos tocándonos para los ojos del otro, ella frotó su coño desnudo contra mis almohadas, gimiendo, con los ojos llenos de hambre y yo fui incapaz de evitar acariciar mi polla justo ahí a su lado. Cuando le confesé que realmente me había masturbado esa noche, después de que se durmiera, Bella se salió del guion y me pidió que la follara. No pude evitar obedecerla.

Mi favorita, lo confieso, fue cuando fuimos de campamento y nos acurrucamos dentro de una bolsa de dormir para compensar la noche en la montaña en la que tuvo que dormir en los brazos de Jacob por calor. La fantasía solamente eran algunos besos, exploraciones y caricias, pero era lo que representaba lo que encontraba más satisfactorio: Bella deseaba que hubiera podido pasar la noche conmigo en lugar de él. Quizá era insignificante, pero Dios, me agradaba eso.

La que tenía como escenario la cabina de su camioneta había sido complicada. Desafortunadamente, la camioneta ya no existía, pero había buscado en un par de tiraderos y la había sorprendido con algo parecido. Luego, sujeté sus manos detrás de su espalda y le comí el coño en el asiento de cuero mientras la lluvia golpeaba contra el parabrisas y ella jadeaba que de verdad no deberíamos estar haciendo esto porque tenía mucha tarea por hacer.

Bella se había sentido cohibida al detallarlas todas, pero honestamente, mientras revisábamos la lista, me había sentido aliviado. Había pasado los últimos meses desde que comenzamos estos juegos preocupado de que Bella y yo fuéramos a ser sexualmente incompatibles en términos de las cosas que queríamos, pero en realidad estábamos más en sincronía de lo que alguno de los dos se daba cuenta. Sus fantasías restantes eran calmadas a comparación de ella queriendo que la mordiera, quizá una consecuencia de la Bella humana siendo una humana muy poco expuesta a la pornografía. Nada de juguetes, sexo anal o fetiches que no conociera ya. En todo caso, sus gustos eran tan aburridos como los míos.

No había evidencia de la cosa de la que estaba más aliviado: invitar a otras personas a nuestra habitación. Alice y Jasper algunas veces hacían eso con individuos y parejas entre nuestros amigos nómadas. Lucían muy casuales al respecto, también. No estaba seguro si la razón por la que no podía comprender eso era porque era un mojigato gruñón y anticuado, o si era porque conocer a Bella había sido por completo mi despertar sexual. Por lo que sé, ella legítimamente era la única persona en el planeta con la que quería tener sexo. Pero mi conversación con Jasper me había recordado que había personas a las que les gustaba la variedad, de cuerpos, de géneros, algunas personas sentían curiosidad, y Bella podía ser una de ellas.

No sabía qué haría si Bella quisiera otras parejas. Sin importar la locura de la que me había convencido años atrás durante ese momento oscuro en donde tuve que soportar mientras ella miraba a otro chico con ojos de amor, se reía de sus chistes, lo llamaba "mi Jacob" y lo besaba… compartir a Bella era absolutamente imposible en este punto. El dolor me mataría de adentro hacia afuera. Pero, gracias a Dios, no había nada remotamente parecido en la lista de Bella, y cuando toqué el tema, su reacción hizo eco de mis sentimientos. Bella estaba tan poco interesada en otras personas, que ninguna de sus fantasías siquiera nos involucraban pretendiendo ser alguien que no fuera nosotros mismos.

La gran sorpresa —que Bella se había sentido atraída hacia mí como vampiro y se empapaba con la idea de que la tomara, duro, y la mordiera, bebiera su sangre— estaba detrás de nosotros. La lista sí contenía un poco de masoquismo y un poco de sumisión por aquí y allá, pero no estaba sorprendido de verlos ahora. Al contrario, sospechaba que ese interés era más profundo de lo que Bella me había confesado o incluso a ella misma. Para ser honesto, eso no me emocionaba. Podía lidiar con un poco de dominación, quizá con demasiada facilidad. Ese era el problema. Aún rehuía los actos sexuales que a mi monstruo le gustaban. Pero el masoquismo de Bella era una verdadera incompatibilidad. Después de un mes de tentativa exploración, estaba absolutamente seguro de que no era un sádico, especialmente cuando se trataba de ella. Causarle dolor no me brindaba nada de placer, sexual o de otro tipo. La única forma en la que podía lograr satisfacer esas necesidades para ella era enfocándome en lo mucho que Bella estaba disfrutando el dolor. La lista también tenía algo de exhibicionismo, pero solo en privado y solo para mis ojos, y esa era un área en la que me temía que éramos demasiado compatibles.

Básicamente, la base de cada fantasía en la lista era una chica humana caliente que desesperadamente deseaba que su novio vampiro tuviera sexo con ella. La conexión entre ellas era que él era peligroso y ella estaba a su merced, ella era las dos cosas a la vez, su amor y su presa, y eso la excitaba demasiado.

Pero ahora casi habíamos terminado. Solo una fantasía quedaba en la lista. Era para la que no había estado listo cuando lo platicamos hacía un mes, y no estaba listo ahora. La que había imaginado en el prado el primer día que la llevé ahí, en donde en lugar de solamente mostrarle mi piel bajo el sol, la tomaba en el césped como una especia de bestia lasciva. Sabía que íbamos hacia esa dirección con nuestros juegos, pero no había aceptado por completo todo lo que eso conllevaba. Era todo lo peor de mí y aún no podía comprender qué sacaba Bella de eso. Solo porque estaba aceptando sus tendencias sexuales no significaba que las entendiera. ¿Por qué quería que la tratara de esa forma? ¿Por qué querría pretender que era débil e indefensa? ¿Que yo era un villano? ¿Por qué me veía de esa forma?

Escuché pasos en la entrada anunciando que Bella había vuelto a casa, pero no escuché los pensamientos de Renesmee acercarse.

—Esme se la robó —explicó Bella, taciturna—. Estaba en el jardín en la parte norte de la propiedad y Nessie quiso ayudarle. Le dije "¿Recuerdas cómo íbamos a ir a la librería para pasar un rato de madre e hija?" y ella dijo "Pero, mamá, plantar árboles es importante". Y luego me abandonó. —Bella se dejó caer en la silla junto a mí. Su actitud gruñona me sacó de mis pensamientos oscuros.

Me reí.

—Se está volviendo más independiente.

Bella refunfuñó.

—¿Y quizá explorando sus propios intereses?

Ella cambió de tema.

—¿Es la lista?

—Sí. Acabo de tachar la de Romeo y Julieta en el sofá.

Tomó la hoja de papel de mis manos y la estudió, frunciendo el ceño.

—Había más de doce. Era más creativa, lo juro —exhaló—. Bueno, eso es todo lo que recuerdo ahora, así que será todo.

La estudié. Últimamente, el hecho de que estuviera perdiendo sus recuerdos seguido la hacía sentirse deprimida o en pánico, pero estaba seguro de que todo lo que estaba sintiendo ahora era irritación. Seguramente distraída por el hecho de que tenía una hija que pensaba que jugar afuera era más divertido que leer y no estaba del todo lista para aceptarlo.

—¿Tienes fantasías nuevas que quieras añadir? ¿Cosas en las que te has interesado desde tu transformación?

Bella consideró eso.

—No en realidad —contestó—. Ahora, si quiero hacer algo contigo, básicamente lo hago. —Su sonrisa era un poco tímida—. Y tú eres terrible en decirme que no.

—Lo soy —concedí—. Pero creo que eso ha sido bueno para mí, incluso si recientemente nos metió en unos cuantos problemas.

Se echó a reír.

—No iría tan lejos.

—Hablo en serio —dije, estirándome por su mano—. He venido arrastrando problemas con el sexo, por mucho tiempo. La sociedad en la que me crie era represiva y de mente cerrada, y después de que Carlisle me transformó, comencé a asociar los impulsos sexuales con las partes de mí que pensaba eran malvadas. Tú, siendo tan buena y de corazón puro, y al mismo tiempo tan consciente de tus deseos pusiste eso a prueba de una forma que no pude ignorar. Y que me quisieras… con tantas ganas y tan seguido… me permitió satisfacer esos deseos, porque solamente estaba cuidando de ti, siendo un buen esposo para ti. Nunca podría haber descubierto lo mucho que me gusta el sexo si no fuera por ti y mi incapacidad de decirte que no. Esas partes de mí se hubieran quedado enterradas para siempre, y de haberlas notado, solamente me hubieran hecho sentir vergüenza.

Bella soltó la lista y se trepó a mi silla conmigo.

—Te amo —susurró—. Eres lo mejor que me pudo haber pasado, y odio que pienses en ti como algo malvado.

—No pienso en mí como algo malvado cuando estoy contigo —admití—. Solía hacerlo, cuando nos conocimos, porque estaba seguro de que te arruinaría o te lastimaría. Pero ya no más.

—No me arruinaste.

—Lo sé.

—Porque eres bueno.

No dije nada, pero rocé mis labios contra su pómulo.

Nos sentamos en silencio por varios minutos. Sentarse sin moverse con facilidad era solo otra parte de ser vampiro a la que Bella se había adaptado fácilmente. No tenía prisa por tocar el tema que sabía que necesitaba. Pero eventualmente, junté el valor.

—Entonces… queda una fantasía.

—No estás listo —supuso.

Mi evasión fue automática.

—Hay cosas de las que primero deberíamos hablar.

—Estoy de acuerdo. —Entrelazó sus dedos con los míos—. ¿Por dónde te gustaría comenzar?

Lo consideré, una inquietud comenzaba a formarse en mí e hice mi mejor esfuerzo por ignorarla.

—Más que nada, estoy intentando comprenderla.

Sonrió, pero de forma nerviosa. No sabía si estaba intentando reconfortarse ella o a mí.

—Lo sé, es pervertida.

—No dije eso.

Bella miró hacia abajo.

—Vi tu expresión en el kiosco, cuando el dolor hizo que me viniera. Sé que te sientes raro con la idea de volver al territorio del sexo rudo.

Era la primera vez que ella reconocía esta parte de sí misma en voz alta más allá de decir que apreciaba sentirse dolorida después del sexo. No estaba seguro de cómo responder.

—No estoy esperando que me lastimes de esa forma de nuevo. Sé que no te gusta, y no te pediré que lo hagas —prometió.

Tomé un profundo respiro. Acariciando su mejilla, hablé.

—No estoy tan negado a eso como piensas. Tienes razón en que no disfruto lastimarte, pero sí me gusta darte placer, y si un poco de dolor causa eso en ti, entonces estoy dispuesto a hacerlo de vez en cuando. Dentro de lo razonable. —Alcé su barbilla—. Más que nada estoy intentando comprender… en un mayor sentido, supongo. Para que cuando hagamos las cosas de ese modo, pueda asegurarme que sea bueno para ti. ¿Qué ganas con todo esto? ¿Por qué te gusta tanto mi monstruo? ¿Por qué quieres que te haga todas esas cosas?

Bella se tomó su tiempo en responder, aclarando sus pensamientos, y cuando habló lo hizo con cuidado.

—Hasta cierto punto, la respuesta es que no lo sé. Soy consciente de lo poco satisfactorio que eso es, me lo he preguntado, pero no creo que me moleste tanto como te molesta. Al principio lo hizo, pero me acostumbré a eso. Quizá para mí solo parecía como una parte de enamorarte de un vampiro, otra cosa extraña que añadir a la lista. —Jugó con el botón de la manga de mi camisa mientras hablaba—. La primera vez que soñé que bebías mi sangre… no creo que haya sido algo sexual. Por lo menos no lo recuerdo de esa forma. Fue más como si mi mente estuviera desenredando nueva información. Pero sé que después de que me salvaste en Port Angeles, los sueños con la sangre fueron sexuales. Todo en lo que podía pensar era en que te preocupabas por mí, estabas rompiendo todas tus propias reglas para mantenerme a salvo, y dijiste que era malo estar a solas conmigo porque querías beber mi sangre.

Cerré los ojos, con la mandíbula tensa, mientras comprendía sus palabras.

»Estaba completamente enamorada —continuó—. Y esa era la forma en la que tú me querías. La forma en la que te tentaba. Sabía que era malo, lo que verdaderamente significaba. Pero se revolvió con toda esta metáfora en mi subconsciente. Había sentido excitación antes, tenido sueños húmedos y pensamientos sucios, pero no de forma constante, y no acerca de una persona en particular. Tú eras tan hermoso y tu mirada era la cosa más intensa que alguna vez hubiera experimentado. Me hacía sentir caliente y nerviosa y vulnerable. Me hacía ser consciente de cada centímetro de mi piel y de todo lo que la estuviera tocando, incluso antes de que supiera la verdad sobre ti.

Se acercó más, recargando su cabeza en mi hombro.

»Por ejemplo, un día, cuando estaba sentada junto a ti en Biología, durante ese tiempo cuando estabas pretendiendo que yo no existía, tuve el pensamiento de que… de que mi vagina era una entrada, un agujero, y se sentía… vacío. —Tragó y luego se apresuró a explicar—. No estaba imaginando nada específico o gráfico, fue solo este loco pensamiento que salió de la nada. Se sentía vacía, y luego mis músculos se apretaron y fue la sensación más sucia y placentera. Tenía la extraña certeza de que se sentiría mucho mejor si tan solo tuviera algo para apretar dentro de mí. Y luego por el rabillo del ojo vi tu mano, solo descansando en la mesa mientras tomabas notas. En ese punto llevaba años masturbándome, pero nunca había sido lo suficientemente valiente como para poner algo en mi interior, y aun así, ahí estaban tus dedos, luciendo como si fueran justo lo que necesitaba. Me recordaron que tenías otras partes del cuerpo que quizá cupieran dentro de mí, que quizá se sintiera bien cuando me apretara alrededor. Cuando me di cuenta de lo que estaba pensando, tiré mi resaltador al suelo intentando alejar mi silla de la tuya, y luego me di cuenta de que mi ropa interior estaba húmeda. Fue mortificante. Me mentiste en el hospital y luego me ignoraste por días, pero ahí estaba, aún atraída hacia ti. Me sentí patética.

Dejé de respirar, concentrado en su revelación. No era el punto de lo que estaba diciendo, lo sabía, pero el pensamiento de mi dulce, inocente y humana Bella húmeda por mí, me destruía cada vez. Y lo que sea que pensara, había sido verdaderamente incapaz de ignorarla. Recordaba cada respiración que tomó, cada latido de su corazón mientras se sentaba a mi lado en clase, y el día que tiró su resaltador estaba tan claro que pudo haber sido ayer. Reprimí un gemido, sabiendo ahora por qué había sucedido.

—Entonces, esa era la cosa. Quería sexo, y no de la forma vaga en la que solía hacerlo, sino con una persona en particular. Pero su lujuria era por mi sangre. Las cosas solo… se mezclaron, supongo, a partir de ahí. Te dije que estaba consciente por todos los libros que había leído de todo el simbolismo literario de beber la sangre y perder la virginidad, pero era más que eso. Querías matarme, lastimarme, pero luego elegiste salvarme, cada vez. El pensamiento del sexo rudo o el sexo que duele en realidad nunca antes me había atraído, pero cuando pensé en toda esa violencia dentro de ti, intentando salir pero incapaz de hacerlo por lo que sentías por mí, porque en primer lugar eres protector y un depredador en segundo, yo… cambié.

Podía sentir sus manos temblar un poco por los nervios contra la tela de mi camisa.

»Comenzó a parecer un poco caliente el que fueras tan fuerte, pero que eligieras ser gentil, y que, en el calor de la pasión, accidentalmente quizá fueras menos gentil. Que pudieras solo tomarme, como mujer o como presa, pero que no lo harías. Y tu cuerpo era tan duro, casi como una piedra comparado con el mío, no veía cómo podrías hacerme el amor sin lastimarme, especialmente si tomabas mi virginidad. Nunca le he temido al dolor, físico o emocional. Siempre fue parte de mi vida y lo manejaba en silencio porque parecía ser lo adecuado. Además, amarte ya dolía, siempre dolió cuando era humana. No sé cuándo exactamente comencé a pensar en el dolor como algo sexy, mucho menos cuándo comenzó a sentirse bien. Muy bien.

Mi erección se había ido. Amarme había sido doloroso. Ella solo podía pensar en el sexo conmigo como algo doloroso. Yo le había hecho esto.

No fue hasta que la sentí moverse en mis brazos que me di cuenta de que había dicho eso en voz alta.

—No lo tomes así —dijo Bella, sentándose. Sus ojos lucían sorprendentemente claros para lo que había estado diciendo—. No es tu culpa, y no es algo malo. Para lo que sabemos, podría haber desarrollado la misma respuesta sin importar nada. Suena posible, dada la relación que tenía con el dolor antes de conocerte. Además, he investigado y es relativamente normal. A un montón de personas les gusta un poco de dolor en la cama. Y —aclaró, hablando en esa voz calmada y autoritaria que usaba cuando había hecho su tarea—, para mí, es un poco y es en la cama. No me interesa fuera del sexo. El dolor es una escala, y no me gustaría nada más allá de un cuatro o quizá un cinco de diez. Tampoco me gustaría que lo causaras en alguna forma que se registre como violencia hacia mí, como golpearme, por ejemplo. Solo es sexy en el contexto de ti yendo un poco más allá y yendo un poco fuerte por demasiado tiempo.

Nuestra conversación en la bahía de Port Angeles, con las olas a nuestro alrededor, volvió a mí.

—Como si te quisiera tanto que mi control se perdiera.

Sonrió, complacida de que lo entendiera.

—Sí, así. Como… como nuestra primera vez.

—¿Nuestra primera vez? —Isla Esme: una cabecera rota, plumas de las almohadas destrozadas en cada superficie, y la piel de Bella plagada de moretones.

—Fue todo lo que esperaba que fuera, y todo lo que pude haber querido.

Me lo había dicho antes, pero esta vez realmente la escuché. Bella siempre decía que nuestra primera vez fue "perfecta" y lo había tomado como un consuelo vacío de que no me culpaba, o de que no se arrepentía. No quería que me sintiera culpable, así que me estaba reconfortando. Pero no, todo este tiempo, cuando decía perfecta, de verdad quería decir perfecta.

Asentí, haciendo mi mejor esfuerzo para tomar todo esto de una buena manera y no reaccionar de una forma visible que la hiciera sentir juzgada. Me recordé que quería comprender.

—¿Qué hay de las cosas en donde tome el control? ¿Cuáles son tus límites ahí?

—¿Mi límite absoluto? —Sus hombros se alzaron y cayeron—. No estoy segura. Te lo diré si llegamos ahí. —Luego Bella se mordió el labio, pensativa—. No creo que de verdad disfrute que me ordenes cosas, porque estoy bastante segura que odio eso, especialmente fuera de la habitación. Uno de los mayores atractivos de convertirme en vampiro era que pudiera decirte que no cuando estuvieras siendo injusto sin que fueras capaz de solo cargarme y hacerme hacer lo que tú quisieras de todos modos.

Parpadeé.

»No me lances esa mirada inocente —dijo con firmeza—. Sabías que lo odiaba. Eso y no ser capaz de ayudar. Todos en mi vida eran fuertes y capaces, y ahí estaba yo, la pobre y pequeña humana. Todos tenían que arriesgar todo para protegerme, y no podía ayudar para nada cuando la gente que amaba estaba en peligro. —Se encogió de hombros—. Es tan lindo poder estar en las mismas condiciones contigo y todos los demás.

—Bueno… —dejé de hablar. ¿Quería que me disculpara por hacer lo que pensé que era mejor en ese momento? Claro, no siempre había tenido razón. De hecho, las consecuencias me habían golpeado en la cara tan seguido como mis planes habían funcionado. Quizá había pasado por encima de sus deseos de vez en cuando, pero intentar mantener a una humana con vida era estresante. Especialmente a una humana como Bella, quien atraía los problemas como un imán—. ¿Lo siento?

Rodó los ojos.

—Eres el peor.

—Si no te gusta que te ordene cosas —intenté traernos de vuelta al tema—, ¿qué es lo que te gusta?

—Oh —movió su mano—, "quítate la ropa", "abre las piernas", "ponte de rodillas", todo eso está bien. Por favor, continúa usando oraciones imperativas para decirme lo que quieres en la cama. Es caliente. Pero me reservo el derecho de no pensar en ellas como órdenes y solamente seguirlas cuando quiera hacerlo.

—B…bien.

—Creo que es más la emoción por la forma en la que las cosas eran entonces. Odiaba el que no pudiera decirte que no en la vida real, pero había algo… liberador, casi, acerca de eso en mis fantasías. —Hizo una mueca—. Las cosas que internalizas siendo una chica pueden ser tan perturbadoras. Estaba loca por ti y mi deseo sexual se fue de lo que yo pensaba que era bastante normal a básicamente por los aires. No sabía qué hacer. Todos esos sentimientos eran abrumadores, era un desastre, y no quería que tú o alguien más pensara que era una zorra. No es una palabra agradable, y es un estigma de mierda por el que ninguna chica debería preocuparse, pero es aterrador de todos modos. La gente es grosera, y sabía que tú eras bastante anticuado. Pero si tomabas el control, no tendría que poner mis cartas sobre la mesa o exponerme y arriesgar a que me perdieras el respeto. Tú eras este monstruo aterrador y feroz, o de eso intentabas convencerme. Bueno, puedes solo declarar que yo era el tuyo, sexualmente, y darle a mi cuerpo todo por lo que estaba muriendo mientras tomabas lo que querías. Todo lo que tenía que hacer era dejarte.

No me gustaba la idea de mi Bella sintiéndose ansiosa bajo el peso de toda esa presión cultural, pero no podía negar lo razonables que habían sido sus preocupaciones. Justas o no. Me gustaría pensar que nunca hubiera juzgado a Bella por su apetito sexual, pero no lo sabía con seguridad. Ciertamente no podía presumir de nunca antes haber hecho eso con alguna mujer. Tener acceso a los pensamientos de cada mujer a mi alrededor significaba que estaba plenamente consciente de la grieta entre lo que la sociedad esperaba y lo que en realidad era normal. Pero también había sido engreídamente superior y me había desconcertado con facilidad cuando se trataba de los pensamientos lujuriosos, habiendo pasado la mayor parte de mi vida sin ver en realidad el atractivo por el sexo. Probablemente era una bendición que la vida interna de Bella hubiera sido tan opaca para mí, que solo fui consciente de sus deseos por etapas de modo que poco a poco comprendí la verdadera intensidad de ellos mientras mis propios deseos despertaron y salieron a la luz, pero nunca le diría eso.

—Aunque creo que estaría mintiendo si digo que ese era todo el atractivo. Probablemente sea un poco retorcida. Me atrae la idea de ser tu presa, y no puedo psicoanalizar eso y que no resulte en algo extraño —suspiró e hizo una mueca—. Estos días, para mí, no es tanto acerca de disfrutar la idea de ti quitándome un peso de encima al tomar las decisiones. Eso dejó de ser posible hace mucho tiempo cuando me di cuenta de que moriría virgen si esperaba a que tú dieras el primer paso. Tenía que alzar la voz. Creo que ser la principal instigadora en nuestra relación sexual ha sido bueno para mí, la mayor parte del tiempo. He crecido demasiado por eso. Pero sí me preocupo mucho acerca de si me deseas tanto como yo te deseo, qué quieres cuando sí me quieres, todo eso.

Mi garganta se cerró. Hablaba tan casual, porque era un tema que habíamos estado discutiendo demasiado en los últimos dos meses, pero estaba tenso porque sabía que era una conversación que seguramente seguiríamos teniendo por mucho tiempo.

»Ahora eso es lo que me gusta de la idea de que tomes el control en la habitación ahora. Si tienes el control, entonces debe significar que lo que está pasando es lo que quieres que pase. Estamos haciendo lo que quieres, y sé con certeza que querías que pasara en primer lugar. No estás siguiendo la corriente solo para hacerme feliz y estoy aprendiendo acerca de lo que te gusta.

—Bella…

—Lo sé —dijo—, me deseas. Todo nuestro sexo es de verdad. —Dejó un beso en mis labios—. Solo estoy siendo honesta acerca de mi proceso de pensamiento y de cómo me siento.

Mi corazón dolió mientras la abrazaba. Dios, esto apestaba. Deseaba tanto que hubiera una forma en la que pudiera mejorar todo, borrar esas preocupaciones de su cabeza para siempre.

—¿Qué ganas tú con esto? —preguntó contra mi pecho.

—¿Hmm?

—Puede ser que lo haya malinterpretado —dijo—, pero me ha dado la impresión de que disfrutas ser mandón cuando estamos teniendo sexo. No es como la cosa del dolor. Parece gustarte.

Eso me sorprendió. No me había dado cuenta de que era tan obvio. Bueno, había prometido ser más honesto acerca del sexo.

—Sí, creo que me gusta. No siempre. La mayor parte del tiempo, prefiero que tú seas quien lleve el control. He intentado ser honesto acerca del hecho de que, para mí, el sexo se trata de ti. Hacerte sentir amada y cuidada, hacer que tu cuerpo sienta placer, es todo el punto. Eso es más fácil cuando eres tú la que dice lo que hacemos y cuándo. Por supuesto, se ha vuelto claro que eso no puede ser la base de toda nuestra vida sexual. Pone demasiada presión en ti. Y… yo estaba reprimiendo mis propios deseos. Estaba escondiéndolos de mí y de ti, lo que no era justo y probablemente tampoco era sano. Desde que comenzamos a jugar estos juegos y muchos de ellos me han puesto a mí al mando, he descubierto que… sí, me gusta. Y, como claramente lo has notado, he comenzado a llevar eso al sexo fuera de nuestros juegos, también.

Se rio.

—Lo sabía. ¿Qué te gusta de eso?

Me quedé en blanco.

—No estoy seguro.

—¿De verdad?

—No he tenido tanto tiempo como tú para pensar en estas cosas. Acabo de comenzar.

Notó algo en mi voz que no me había dado cuenta que estaba ahí.

—Y tienes miedo. —Bella acarició mi pecho—. Estás preocupado que si miras muy de cerca, verás a tu monstruo, o a los hombres a los que solías cazar.

Bueno, si iba a ir directo al grano…

—Un poco.

Besó mi mandíbula.

—Si sirve de algo, no estoy para nada preocupada por eso.

Lo hacía.

La mujer que amaba era más de lo que alguna vez podría merecer. Su bondad, la que alguna vez había estado aterrado por destruir, había resultado ser la fuerza más resiliente con la que alguna vez me hubiera encontrado. Tenía que seguir recordándome que si ella pensaba que yo era decente, alguien digno de salvar, entonces servía de algo. Tenía que hacerlo, ¿la opinión de quién podría ser posiblemente más valiosa? Los viejos hábitos eran difíciles de borrar, y ningún hábito era más viejo que mi autodesprecio, pero lo estaba intentando.

Una semana pasó y ninguno de los dos mencionó la última fantasía en la lista de Bella. Los dos sabíamos que no estaba listo.

Sí traté de tomar la iniciativa, tomar el control en la habitación más seguido, para sentir mis propias reacciones y para estar consciente de lo que Bella había dicho. Si esta era una forma en la podía hacer que la horrible voz de su cabeza se callara, entonces la tomaría.

Las cosas estaban bien, no solo entre nosotros, sino en general. Estaba sintiéndome feliz de nuevo, de la forma en la que me sentía antes de que de algún modo perdiéramos el rumbo, pero sí extrañaba nuestros juegos.

No estaba seguro si le creía del todo a Bella cuando dijo que no tenía nuevas fantasías. Me preguntaba si quizá sí las tenía, pero estaban por el rumbo de esa última en la lista o de los mordiscos de pareja que sabía aún quería. Ella no quería lanzarlas hacia mí mientras aún estaba lidiando con mi desastre psicológico, y me sentía culpable por retrasarnos. Ella estaba lista, llevaba años estando lista, y aquí estaba yo con todos mis complejos.

Ella lucía despreocupada, y la única vez que lo mencioné, me aseguró que no había prisa, pero deseaba poder ser un amante menos complicado para ella.

Una noche, me le uní en nuestro sofá en la sala después de llevar a Renesmee a la cama, y ella estaba leyendo su vieja antología de Austen. Por un momento, solo la miré, con una sonrisa involuntaria en mi rostro. Estaba tan concentrada, ni siquiera se dio cuenta de que yo no estaba leyendo. Recordé la forma en la que se había visto esa tarde, años atrás, recostada sobre su estómago en esa manta en el jardín de su papá, con los tobillos juntos, la luz del sol en su cabello mientras se inclinaba sobre ese libro. Había comenzado dos novelas, pero las dejó con frustración, y luego tomó una siesta. Había deseado con desesperación poder ser un chico humano, un novio humano, para ser más preciso con mi disparate. Que pudiera unírmele bajo el sol, solo caminar hacia ella como si no fuera la gran cosa. Ella me sonreiría, hablaríamos de su libro y por qué no quería leerlo ahora, la escuela, los amigos, cualquier cosa. Quizá incluso podría ser capaz de besarla, tocar la piel de su brazo, tomar una siesta con ella sobre la manta. Pero era el mirón morboso en los árboles. El monstruo que se dijo a sí mismo que estaba ahí para cuidarla, pero en realidad estaba anhelando todo lo que nunca podría tener.

Había sido un sueño tan estúpido y egoísta.

Bella finalmente notó que estaba mirándola a ella en lugar de mi libro.

—¿Qué pasa?

Sacudí la cabeza, sonriendo tristemente, y abrí mi vieja copia de "Los hermanos Karamazov".

Dudó, pero decidió no hablar y volvió a su libro.

Leímos en silencio por un par de minutos. Luego algo me golpeó. Comenzó como un molesto pensamiento en mi consciencia, luego saltó hacia la luz: una fantasía. Eso es lo que acababa de recordar. Una fantasía mía.

Le dije a Bella que no las tenía, y para sus estándares, no lo hacía. Las suyas eran tan definidas y completas, ancladas en realismo y una experiencia vivida. La mía era meramente un capricho sin sentido que nunca podría cumplir porque era imposible. No era un chico humano y nunca podría ser un novio humano. Era un pensamiento tan imaginario, que mi Bella práctica dijo que lo había desechado. Pero yo no. Yo, un vampiro en un árbol, se sentó deseando que fuera humano con ella en esa manta por tres horas completas. Un giro para nada sorprendente, de verdad, yo siempre había sido el menos realista de los dos.

Tenía una fantasía.

El descubrimiento era eléctrico.

—¿Qué pasa? —me preguntó de nuevo.

Esta vez lo solté sin pensar.

—Tengo una fantasía. Sobre ti.

Bella soltó su libro. Cayó al borde del sofá en un ángulo frágil, con las páginas abiertas, y luego se fue al suelo.

—¿Qué?

De inmediato me arrepentí. Tendría que confesar uno de los episodios menos excusables de mi comportamiento inapropiado, ¿y para qué? El escenario parecía demasiado bobo y mundano como para decírselo siquiera en voz alta. Además, no había sexo para que jugáramos. Y Bella no estaba interesada en pensar en mí como humano; su respuesta a esa pregunta había sido nada más que directa. Le gustaba como un vampiro, como un monstruo. Demasiada de la carga sexual que sentía por mí parecía estar unida a eso. ¿Siquiera se sentiría atraída hacia mí como humano? Mi cuerpo ardió de vergüenza.

—No importa —murmuré, los ojos pegados a la página frente a mí—. Olvida que dije algo.

Bella quitó el libro de mis manos y lo lanzó con tanta fuerza que tiró una lámpara.

—¡De ninguna manera!

Me obligué a mirarla. Sus ojos estaban brillando, su voz sin aliento, todo su cuerpo estaba vibrando con emoción.

El arrepentimiento me invadió por llenarla de esperanza de esta forma.

—No es nada, Bella. Lo lamento, no debí haberlo mencionado.

—Edward, si no me dices, te juro que yo…

Tomé sus manos en las mías.

—No es lo que estás pensando. No se trata de sexo. Es aburrido y estúpido. Si lo explico, me sentiré avergonzado y tú estarás decepcionada. No es algo en lo que estarías interesada.

Buscó en mi rostro, luciendo tan herida que estaba recriminándome por dentro.

—Quizá yo debería juzgar cómo me siento y lo que me interesa.

No había forma de escapar de esto. Había cometido el error de hablar, y no habría manera de convencerla de olvidar el tema. Tragué.

—Es… es solo que, hubo una tarde, más o menos cuando nos conocimos, cuando deseé ser humano para poder sentarme contigo bajo el sol. Eso es todo.

Sus labios se abrieron.

—Eso suena lindo.

Por supuesto, ella convertiría esto en algo romántico.

—No lo fue. Fue raro. Fue durante uno de esos días soleados después de que fueras a La Push. Estaba mirándote desde los árboles mientras tú leías en tu jardín, y pensé acerca de cómo desearía poder ser tu novio humano para sentarme y hablar contigo en la manta.

Me miró por un segundo.

Había muchas reacciones que pude haber esperado de Bella después de esa explicación, pero ella lanzándose a mí no era una de ellas. Quizá era ingenuo, seguía subestimando las dos cosas, su deseo sexual y su habilidad para absorber los aspectos más perturbadores de mi vida y mi comportamiento sin molestarse en lo más mínimo. Sus manos estaban en todos lados, sus besos eran insistentes. A pesar de todo, mientras mi sorpresa inicial se iba, sentí mi cuerpo responder.

—Bella —jadeé—. No es sexy.

—Lo sé —jadeó entre besos—. Terrible comportamiento de vampiro: no respetar los límites humanos. Fue malo de tu parte. Es malo de mi parte estar excitada por ti siendo malo. Acosándome como si fuera tu presa. Muy malo. —Mis pantalones se rasgaron, literalmente, en sus manos impacientes—. La cama —pidió—. Edward, llévame a la cama.

¿Qué podría hacer más que complacerla? La cargué a nuestra cama, y dejé que hiciera lo que quisiera conmigo.

Pero su respuesta solamente validó mi percepción inicial de lo que le atraía de mi fantasía. Bella se había sentido excitada por lo que de verdad había pasado, el monstruo comportándose como un monstruo. No parecía haber ningún interés en el sueño de mí como un chico humano que tenía permiso para estar ahí, de unirse a ella. Quizá mi monstruo no era toda mi sexualidad, pero la idea de que la sexualidad de Bella respondiera principalmente a él comenzaba a sentirse más y más como un miedo legítimo.

Así que, me sorprendí cuando Bella fue hacia mí la tarde siguiente con ropa que no la había visto usar desde su transformación: una playera de manga larga con pequeñas hojitas verdes y un short de mezclilla. Sus piernas y pies estaban desnudos, su largo cabello oscuro estaba suelto y despeinado. Una manta a cuadros estaba sobre su brazo.

—Era esto, ¿cierto? —preguntó con duda, señalando su atuendo.

—¿Eh?

—Tuve que buscar en las bolsas de ropa que trajimos de casa de Charlie, pero era esto lo que estaba usando ese día, ¿no es así? ¿O era mi playera gris? No lo recuerdo.

Me di cuenta de a qué se refería. No podía no hacerlo, porque había elegido de forma correcta. Ese era exactamente el mismo atuendo, la misma manta.

—No, tienes razón.

—Genial —dijo satisfecha—. Tenemos un par de horas mientras Ness está en lecciones con Rose. Obviamente, no podemos usar la casa de Charlie, pero está ese bosquecillo a alrededor de una milla de aquí, ¿sabes de cuál hablo? Pensé que podría funcionar. Hay un par de nubes hoy, pero más que nada está soleado. Lo suficiente como para que no podamos salir al pueblo.

Su emoción era evidente, pero me sentía en conflicto.

—No tenemos que hacerlo, Bella.

—¡Por supuesto que tenemos! Es tu fantasía.

Pausé. No podía hacer ninguna de las preguntas que quemaban en mi interior porque sabía que su respuesta automática sería reconfortarme. ¿De verdad quería hacerlo, o se sentía obligada? ¿No estaba preocupada de que fuera aburrido? ¿De verdad quería jugar a que yo era humano? ¿O secretamente preferiría representar lo que en verdad pasó como yo siendo vampiro mirándola en los árboles, pero luego cambiar el curso para que me le uniera en la manta y la tomara, de la forma en la que lo hacíamos con sus juegos? No estaba seguro si siquiera quería la verdad. Tenía una nueva apreciación por la vulnerabilidad que Bella debió sentir al abrirse conmigo respecto a sus fantasías. Esto era horrible. Los deseos que representaba el escenario se sentían tan íntimos y atados a mí, a quien era, lo que quería en el fondo de mi ser. La idea de que ella podría rechazar o juzgar o no sentir entusiasmo por mi juego me hacía sentir enfermo.

—Bien —cedí.

Aplaudió en celebración, luego fue por su antología de Austen y me puso de pie. No se molestó en ponerse zapatos mientras salíamos, llevándome hacia los árboles. Con nuestra velocidad, llegamos a nuestro destino en segundos.

Bella había elegido bien. El espacio estaba lleno de musgo y césped, nada demasiado alto. Estábamos observando el final de las flores de primavera, esparcidas por aquí y por allá.

—Entonces —dijo—, háblame del juego.

Eso me dejó mudo. No era definido o específico del modo en el que los suyos lo eran, solo un pensamiento de anhelo en el que me concentré lo suficiente como para que dejara una huella.

Bella lucía pensativa cuando se lo expliqué.

—Eso tiene sentido. De acuerdo, entonces estoy acostada en la manta leyendo mi libro. Eres mi novio humano que ha venido a verme. ¿Sé que vienes?

¿En un mundo ideal en donde era lo opuesto de un monstruo?

—Sí, tú me invitaste.

Asintió.

—¿De qué hablaremos?

—Tu libro. La escuela, de todo lo que quieras.

—¿Me besarás?

Dios, ¿acaso eso no sería emocionante? Cortejarla y besarla como humano.

—Si me lo permites.

Alzó una ceja como si hubiera dicho algo particularmente ridículo.

—Bueno, si no me lanzo de inmediato hacia ti, lo veremos.

Me reí mientras la ayudaba a extender la manta.

—No sería lo mismo, Bella. Si fuera humano, es casi seguro que las cosas hubieran progresado diferente entre nosotros.

—Sí —dijo Bella sarcásticamente—. Más rápido. Claro, probablemente seguirías siendo reservado, pero serías un chico moderno, criado con sentimientos modernos, y yo no tendría nada que me detuviera.

Mi ceño se frunció.

Bella bufó.

»Edward, por lo que a mí respecta, la única razón por la que nuestra relación física tardó demasiado en comenzar es porque dijiste que no podíamos por algo, la fuerza vampírica, la sed de sangre, podría morir, y estaba intentando respetar eso. ¿Si fueras humano y no hubiera nada en nuestro camino? Que Dios me ayude.

Contuve la respiración.

—¿De verdad? —¿Pensaba que aún estaría interesada? ¿Incluso si fuera humano? De repente, mis pantalones se apretaron.

Su expresión era incrédula.

—¿No puedes estar sorprendido por eso?

—Un poco —admití—. Entonces… si fuera humano, y estuviéramos saliendo por, digamos —pensé en la línea de tiempo de cuando nos conocimos al día de esta fantasía—, ¿un mes…?

Se estremeció.

—Me gustaría pensar que hubiera sido demasiado tímida. De verdad era tímida cuando nos conocimos, ¿recuerdas? ¿Pero si hubiéramos comenzado a besarnos? La primera vez que me besaste, casi me desmayé. No tenía idea de que mi cuerpo fuera capaz de sentir algo así de intenso, y si no hubiera estado aterrada de que me alejaras para evitar morderme, no creo que hubiera sido capaz de mantenerme en control. Especialmente si, oh Dios, ¿si aún me hubieras salvado de la camioneta? Como quitarme del camino, ¿en tus brazos? —Prácticamente estaba suspirando mientras hablaba de lo hipotético. Luego, suspiró con resignación—. Si me quisieras, me habrías tenido en ese punto. No puedo negarlo.

Sexo. Tan temprano en nuestra relación. Incluso aunque ella era tímida, incluso aunque fuera virgen. Conmigo siendo humano.

¿Y qué hay de mí? ¿Cómo hubiera reaccionado a su disposición si hubiera sido una persona normal sin ningún miedo de que el sexo conmigo fuera a matarla? La parte de mí que había sido criada para ser un caballero por mi madre humana de principios del siglo XX quería creer que aún me habría preocupado por su alma, su virtud, que el matrimonio hubiera seguido siendo un prerrequisito, pero Bella tenía razón, los chicos modernos no pensaban de ese modo.

—Lo querría. —Mi voz era oscura y baja, y la vi estremecerse ante el sonido. No era el único excitado.

—Entonces, mi novio humano vendrá. Vamos a pasar el rato, ¿y luego me seducirá en esta manta? —resumió para aclararlo.

Dependía de mí.

—Sí.

La garganta de Bella soltó uno de esos pequeños sonidos de excitación que siempre hacían que mi polla se retorciera.

—¿De verdad la idea te está excitando tanto? —Aún estaba en shock.

Se mordió el labio.

—Sí.

—¿Incluso aunque solo seré humano? ¿No mi monstruo?

Bella parpadeó, algo de la nube de lujuria se fue de sus ojos.

—¿Necesitamos tener de nuevo la conversación de "todo de ti"? —preguntó con firmeza.

Me reí, sintiendo algo cálido en mi interior.

—No.

Sacudió la cabeza de un modo que decía "¿qué voy a hacer contigo?", y luego me alejó para que pudiera ponerse en posición y comenzar.

Bella se acomodó en la manta, leyendo sobre su estómago, los pies moviéndose en el aire. Me perdí por un momento, mirándola, lo hermosa que era. No me di cuenta de que estaba mirándola hasta que la escuché gruñir "cuando quieras".

Sonreí y caminé, hacia el sol.

—¡Edward! —me saludó.

Su actuación era tan cómicamente mala como siempre, pero la felicidad en sus ojos era real. Me gustaba pensar que me hubiera mirado de la misma forma si en ese entonces me hubiera visto acercarme.

Regresando su saludo, me senté a lado de donde ella estaba acostada. Intenté hacer conversación acerca de la tarea que sonaba forzada para mis oídos. Los dos casi nos salimos del guion, y terminamos no siendo capaces de hacer contacto visual por miedo de echarnos a reír. Me sentí tonto, pero no avergonzado. Esto era… divertido. Disfrutaba bromear con Bella.

Miré hacia su libro abierto.

—Estás leyendo Sensatez y Sentimientos, ¿eh?

Pero el título en la página decía Persuasión. Bella luchó contra la risa.

—No.

—Lo estabas —susurré de forma conspiratoria.

—¿Lo estaba? —Y luego sus ojos se iluminaron—. ¡Lo estaba haciendo!

—Luego te frustraste en el segundo capítulo y cambiaste a Mansfield Park.

Hizo una mueca, alzándose de modo que estuviera de rodillas.

—Había olvidado que el héroe en Sensatez y Sentimientos se llamaba Edward. Me distrajo.

Eso me sorprendió.

—¿De verdad? ¿Eso fue lo que pasó?

Asintiendo, explicó.

—No estabas en la escuela y estaba extrañándote, sin saber cuándo o si siquiera volverías, y luego ¡bam! Tu nombre, justo en mi rostro. Así que, cambié de libro. Pero luego estaba Edmund, y era lo suficientemente parecido como para hacerme pensar en ti cada vez que lo leía. En ese momento, me rendí.

El mundo a nuestro alrededor se fue. Mi pecho se sentía lleno.

—¿Estabas extrañándome?

—Por supuesto que sí —sonrió diabólicamente—. Y todo el tiempo estuviste a poca distancia, mirando en los árboles como un completo raro.

La vergüenza que pude haber sentido fue eclipsada por su revelación. No le había confesado a Bella cómo mis pensamientos de ese día habían estado teñidos con tanto desprecio, lo derrotados y llenos de odio que habían estado. No había sido capaz de ver luz en mi futuro, y aun así, la chica que se había plantado como el centro de mi universo me había estado extrañando, también. Todo el tiempo que había estado deseando estar con ella, ella había estado deseando que estuviera ahí. No pude evitar mi alegría.

Me estiré por ella, llevando sus labios a los míos.

—Bella, te amo.

Chasqueó la lengua.

—Es un poco pronto para eso, ¿no crees? Solo hemos estado saliendo por un mes. Vas a asustar a una chica.

La besé de nuevo, mi brazo envolviendo su cintura para acercarla a mí. Esta vez gimió.

Todo mi cuerpo estaba temblando de felicidad, de amor. Fui de un beso al otro, sin permitirle en realidad que recuperara el aliento. Mi mano en su cabello acunó su cuello de modo que pudiera mantenerla en su lugar para mis labios. No la dejé ir hasta que se inclinó contra mí de esa manera intoxicada que me decía que ambos estábamos perdidos en este momento. Mi mano acarició su cuello, pasó por la elegante línea de su mandíbula, y luego por el cuello de su playera térmica.

—¿Bella? —murmuré contra sus labios.

—¿Hmm?

—Como tu novio humano, me gustaría quitarte esto. —Toqué el borde de su playera.

—Mmnn… —gimoteó.

—¿Eso es un sí?

Asintió, llevándome de vuelta a sus labios.

La obedecí, luego me separé de ella para alzar la playera por encima de su cabeza. Su cabello cayó alrededor de sus delicados hombros y del encaje azul que cubría sus pechos de mí. Con un gemido, me incliné y rompí el sostén en dos, justo entre las copas.

Bella salió de su estado de lujuria.

—¡Con cuidado! Novio humano. Maldición, ese era mi último sostén azul.

Estaba acariciando y besando sus pezones rosas mientras quitaba los tirantes de sus hombros.

—¿El color importa?

—No lo sé, ¿lo hace? —se quejó—. Intento usar azul por ti.

Eso llevó una sonrisa a mi rostro. Era dulce, pero la vista de su perfecto pecho, atrapando la luz del sol, ninguna lencería podía competir con eso, sin importar de qué color fuera. La alcé más alto, de modo que estuviera acunando su desnudez contra mi rostro.

—Los prefiero sin sostén.

—Uh-huh. —Su voz sonaba astuta, casi aburrida. No entendía el punto de lo que estaba diciendo.

Pellizqué uno de sus pezones, duro, solo para llamar su atención. Fui gratificado cuando ella chilló.

—Hablo en serio. Si me saliera con la mía, nunca más habría sostenes. De hecho, en un mundo perfecto, nunca usarías nada que cubriera tus pechos. Estarían expuestos, todo el tiempo. Tú, desnuda de la cintura para arriba, todo el día y toda la noche. Mía para mirar, tocar, besar, todo el tiempo.

Bella se derrumbó en mis brazos, su respiración tenue, pero cuando intenté alejarme para mirar su rostro, sus uñas se deslizaron en mi cabello y me mantuvieron ahí donde estaba.

—Mierda —jadeó—. Realmente te gustaría eso, ¿no es así?

Gruñí, chupando su dulce piel, su duro pezón contra mi lengua.

—Jesús —soltó unas risitas, jadeando—, mi novio humano es un pervertido.

La palabra me trajo de vuelta a la realidad. Me separé. Liberándola de mi agarre.

—Lo lamento —dije—. No sé qué me pasó.

Bella en realidad sonrió, recuperando el aliento.

—Estaba bromeando. —Cuando aún estaba inseguro, se acostó en la manta, con los brazos estirados, desnuda con excepción de sus shorts de mezclilla—. En realidad estoy aliviada —dijo para hacer conversación—. Finalmente, aquí estamos, algo que tú quieres. Para ser honesta, comenzaba a sospechar algo como esto, pero no estaba segura. —Arqueó la espalda, con los brazos por encima de su cabeza, esas puntas perfectas estirándose por el sol, bañadas en luz, la de la izquierda brillando con mi saliva—. ¿Te gusto semidesnuda, Edward? ¿Expuesta? Eso se puede arreglar, ¿sabes? —Su rostro estaba cautivado, mirando mi expresión—. Guau, de verdad te gusta esto, ¿no es así? Me quitaré el top cuando quieras siempre y cuando me mires así cuando lo haga.

—Bella…

—Me gusta, también —dijo—. Siempre y cuando solo seas tú mirando.

Estiró su mano por la mía, y después de un corto momento de duda, la tomé. No estaba seguro cómo me sentía acerca de haber revelado esto, acerca de que ella lo validara y lo aceptara.

Bella puso mi mano en su pecho.

—Déjame mostrarte —susurró. Su mano sobre la mía, la deslizó por su cuerpo, por sus delicadas costillas y tembloroso estómago, hacia debajo de la pretina de sus shorts. Estaba húmeda, muy húmeda, y me lo probó.

Acuné su coño, mi agarre quizá un poco fuerte, y ambos gemimos.

—Desnúdate, novio humano.

Con una media sonrisa, lo hice, sus ojos en mí durante todo el tiempo. Su mano se estiró de su posición y pasó por mi pecho mientras bajaba mis pantalones por mis piernas.

—Es una locura lo diferente que se siente tu piel ahora que también soy vampiro. Antes te sentías como piedra, pero ahora solo te sientes como piel. —Acarició mi polla en el momento en que estuvo visible. Me tensé y gemí.

—Si realmente fuéramos humanos —dije, mi voz era irónica pero irregular—, probablemente me estaría poniendo un condón ahora.

Las cejas de Bella se alzaron, había algo de horror en su voz cuando habló.

—¿Te lo imaginas? Nos hubiéramos terminado demasiadas cajas de condones.

—¿Eso crees?

—Dios, sí.

Estaba tan confiada que casi me mareaba. No podía superar lo bien que se sentía saber que Bella creía que se hubiera sentido tan caliente por mí si no hubiera sido un vampiro. Le gustaba mi monstruo, pero estaba segura que me querría sin importar qué.

—¿Me ayudas con estos? —Miró hacia abajo para señalar sus shorts.

Sonriendo con malicia, me moví de modo que estuviera sobre ella. Luego, tomé sus caderas y le di la vuelta. Ella chilló, encontrándose sobre su estómago. Me estiré y tomé el libro, de modo que estuviera frente a ella, permitiéndome reconocer un pensamiento oculto y oscuro que nunca había dejado que se concretara: Bella leyendo en esa manta de verdad había estado en una posición lista para que la tomara. Mi monstruo no tenía permitido pensar en eso, pero en este momento era humano.

Dejé un beso en su hombro.

—Lee —ordené. Luego, deslicé mis manos por debajo de ella, acariciando la parte frontal de sus shorts mientras desamarraba las ataduras—. En voz alta —aclaré mientras pasaba la mezclilla y el encaje de su tanga por sus piernas. Quería oír en su voz el efecto de lo que le estaba haciendo.

Separando sus piernas con mis rodillas, me estiré por debajo para acariciar sus pliegues con mis dedos, para alzar su pelvis.

Con un gemido, comenzó.

—Él… él insistía en que no había amado a ninguna más que a ella. Jamás había sido reemplazada. —Jugué en su entrada pero no me deslicé, y deslizarse es lo que mi dedo definitivamente hubiera hecho. Dios, estaba húmeda. Bella tartamudeó al decir las palabras—. J-jamás había creído… e-encontrar a nadie… que p-pudiera comparársele… verdad es… ughnn… d-debió reconocerlo que... su constancia había sido i-inconsciente e inintencionada —se interrumpió con un jadeo necesitado cuando finalmente deslicé dos dedos en su interior—, había pretendido olvidarla y creyó poder hacerlo. —Soltó un pequeño grito cuando pellizqué su clítoris, y sujetó la manta en sus puños. Intentó comenzar de nuevo, pero presioné mi erección contra la parte interna de su muslo y chilló—. Se h…abía juzgado a sí mismo indiferente, cuando solamente estaba enojado; y había sido injusto para con sus méritos, porque había sufrido por ellos. —Su rostro cayó hacia delante, en el libro—. Dios, Edward, solo fóllame. ¡Estoy muriendo!

Le quité el cabello de los hombros y cuello de modo que pudiera pasar mis labios por su nuca.

—¿Quieres esto dentro de ti? —gruñí, moviendo mis caderas más fuerte en su suave piel, mi erección llenando de líquido pre seminal su piel.

—¡Sí! —chilló en las páginas.

Si fuera un hombre con mayor autocontrol, quizá hubiera sido capaz de atormentarla un poco más, pero, me reconforté, era un adolescente humano, estaba bien si era impaciente. Eran excusas débiles, pero estaba tan excitado que, juego o no juego, estaba a punto de venirme. Sujeté su cadera y pasé mi erección por sus pliegues, sus gemidos llenándome. Luego me acomodé, y embestí.

Por su gemido ahogado, Bella no había estado esperando que entrara en ella de un solo golpe.

—Sí —gimió. Comencé a embestir—. Sí. —Se arqueó y se presionó hacia atrás para encontrarse conmigo cada vez—. Edward, te amo. Te amo tanto.

Besé un camino por sus hombros, sintiéndome ligero y libre.

—Mmnn… más profundo —dijo.

Completamente de acuerdo, alcé y reposicioné a Bella de modo que estuviera de rodillas, luego bajé sus hombros, y… oh, sí. Esto definitivamente era más profundo. El placer de Bella hizo eco en el bosque, llenándome de satisfacción. Estaba rodeado, envuelto en ella, y me tenía tan apretado. Estaba ahí, en el límite, y quería que se viniera conmigo. Me estiré por su clítoris de nuevo, lo acaricié con suavidad, con amor, luego lo pellizqué una vez más. Eso llevó a Bella al límite. La sentí llegar con sus espasmos a mi alrededor y me rendí ante mi propi placer. Me vacié, todo lo que tenía, dentro de ella.

Colapsamos, nos desplomamos, la mano de Bella arrugando las páginas de la antología de Austen. Me di cuenta de eso mientras la sensación regresaba a mis piernas y comencé a acariciar su cabello.

Gentilmente rescaté el libro, sabiendo que Bella se entristecería si se dañaba, y alisé las páginas antes de cerrarlo y ponerlo a una distancia segura. No me di cuenta de que Bella estaba mirándome con una sonrisa hasta después. Se giró en mis brazos de modo que su cuello no estuviera en un ángulo tan extraño, lo que quería decir que me había salido de ella.

—Eso fue lindo. —Quitó el cabello de mis ojos.

—Lo fue.

Se mordió el labio.

—Lamento haber sido tan mala para seguir el juego.

Sacudí la cabeza y dejé un beso en su ceja.

—No lo fuiste. Obtuve todo lo que pude haber deseado de eso.

—¿Qué era?

Pausé. Honesto, necesitaba ser honesto. Cada problema que habíamos tenido alguna vez, especialmente en la habitación, fue causado por mentiras inocentes y secretos.

—Una confirmación, más que nada. Quizá nunca deseaste que fuera humano, pero piensas que aún me hubieras querido si fuera uno. No podemos saber nada con certeza, por supuesto, pero no tienes una idea de cómo ese pensamiento me reconforta. Y —consideré mis palabras—, cuando estaba pretendiendo ser humano… o solo dándome la excusa de fingir de verdad, no tuve miedo, ya sabes, de él —luego corregí—, de mí.

Bella inhaló.

—Eso es genial.

Aferrándola más cerca, me pregunté si esto significaba que quizá estaba listo para darle esa última fantasía, pero no lo dije en voz alta. No aún. No quería darle esperanzas solo para decepcionarla. Necesitaba estar seguro.

Acarició un lado de mi rostro.

—No es que nunca pensara en ti como humano en lo absoluto —dijo con suavidad, llamando mi atención—. Nunca deseé que lo fueras, pero eso no es lo mismo que no importarme o tener curiosidad. Hay un aspecto humano de ti que hubiera dado cualquier cosa por ver.

—¿Cuál es? —pregunté, de repente sintiéndome tenso y nervioso.

—Tus ojos. Carlisle dijo que eran verdes, y he intentado imaginármelos tantas veces.

Todo el aire se fue de mis pulmones.

Su mano buscó la mía y entrelazó nuestros dedos, mientras yacíamos juntos lado a lado en esa manta bajo el sol.

—Dices que no podemos saber, pero yo lo hago. Edward, te hubiera tomado de cualquier forma en la que llegaras a mí. Lo que sea que fueras, te hubiera amado.


¡Uf! Capítulo muy largo, jajaja

Gracias a las chicas que dejaron sus reviews :)

patito feo, irwi321, mony17, ALBANIDIA, Doble Rose, jupy, marisolpattinson, Eri Castelo, kassplz, Dryzzila, Tata XOXO, Lady Grigori, Emily Chase, Adriu, Cassandra Cantu, mrs puff, Kriss21 y el Guest (las actualizaciones son los miércoles o jueves, je)

No olviden dejar el suyo y nos leemos pronto ;)