Cerezo Atrevido
Cuando Cheerilee pensó en tener una cita después de un tiempo de haberse percatado de que no había tenido la oportunidad de centrarse en las relaciones, esperaba tener lo que todo el mundo tenía y entendía como una salida con otro poni, lo que ella creía que normalmente pasaba cuando se encontraba con otro poni para conocerlo y eventualmente dictaminar si eran capaces de entenderse el uno al otro como una pareja funcional. De hecho, había estado planeando una citra romántica y disfrutable para un par de ponis que, a pesar de no conocerse, podrían pasar un buen momento.
Había reunido información sobre algunos restaurantes, estudio el menú y practicó en la ducha algunas conversaciones banales, incluso se fijó en su aspecto y postura siendo consciente de que cada detalle contaba para una experiencia grata. Cheerilee pensó que, si ambos no eran el uno para el otro, estaría bien porque no todo se trata de amor a primera vista, que había que intentarlo y finalmente hallar a alguien que le guste pasar el tiempo con ella por lo que es. Eso era todo lo que quería, después de todo se había sentido un poco sola.
Sin embargo, nada fue como lo esperaba y sinceramente no supo qué salió mal.
Por alguna razón, cuando despertó después de beber una copa de vino en compañía de una interesante yegua llamada A.K. Yearling, se encontraba colgada en la cima de un volcán en medio de la selva, mirando directamente a la caliente y mortal lava como un peligroso faro de muerte inmediata. El chisporroteo de la lava acompañado del sonido ambiental del lugar fue tan alarmante como confuso, no habiendo nada ni nadie a su alrededor. Solo estaba ella colgando libremente en medio de la ardiente piscina.
Se preguntó cómo llego ahí, qué heno había pasado como para ser arrastrada a este lugar en medio de la nada y ser colgada como alguna especie de festín para un volcán. Su cita no estaba por ninguna parte y, claro, porqué lo estaría si hace un momento estaban en Ponyville platicando sobre la comida del restaurante y lo ridículamente costosa que era.
Tal vez no debió haber sacado ese tema de conversación, no generaba una muy buena primera impresión y con ello nadie vendría a rescatarla.
Así que Cheerilee colgó ahí absolutamente inerte a disposición del viento, que de vez en cuando la mecía para recordarle el inminente peligro en el que estaba. Al menos las cosas no podrían ponerse peor, no es como si hubiera sido secuestrada por alguna clase de villano para someter al héroe de la historia.
Aunque no podía negar que era una fantasía agradable, siempre y cuando alguien la rescatara.
Algunos minutos pasaron y el sonido de varios cascos corriendo a su dirección llamaron su atención, fuera lo que fuera parecía estar apresurándose. Así que no perdió el tiempo y gritó tan alto como pudo con su voz haciendo eco en el volcán.
—¡Ahí estás! —gritó una voz en respuesta.
Cheerilee giró al cabeza lo mejor que pudo y vio a una pegaso de pelaje color arena, crin con distintas tonalidades de gris y una cutie mark de una rosa de los vientos. Era extrañamente similar a su cita; sin embargo, la postura agraciada y mirada confiada le hicieron entender que se trataba de un poni completamente diferente, al fin y al cabo, era imposible que su cita la hubiera seguido para rescatarla.
—¡Resiste! En un momento te bajaré —dijo la poni antes de apresurarse alrededor del volcán.
Detrás de ella había una multitud de ponis de aspecto cansado siguiéndola como una turba furiosa, eso creía puesto que girar sobre su propio eje no era de ayuda en este momento. Vio como la yegua corría hasta la base construida que la mantenía suspendida justo en el centro del volcán y le soltaba una fuerte patada con sus cascos traseros.
Los ojos de Cheerilee se volvieron tan diminutos como la punta de una aguja cuando sintió su peso caer lentamente. Su aparente paz se vio rota cuanto más percibió el calor hacerse más asfixiante a medida que descendió, también porque sus gritos dieron vida al lugar en respuesta a sus agitadas emociones que le decían que iba a morir como un trozo de heno frito que pasó demasiado tiempo al fuego.
No le apetecían ninguna de las dos cosas, ni ella nadando en lava ni el heno frito quemado.
Pero sus pensamientos sobre la muerte y la mala comida se detuvieron en el instante que su descenso fue transformado en ascenso. Abrió los ojos y se encontró entre los brazos de la pegaso, sus miradas se cruzaron por una facción de segundo antes de que su salvadora la desviara con cierta vergüenza coloreando sus mejillas. Cheerilee por otra parte, esperó pacientemente a estar en tierra firme antes de siquiera pensar en soltar el cuello de la poni que estrangulaba agradecida.
El viaje se agitó con el sonido del aire silbando detrás de ellas, Cheerilee miró detrás de la yegua y vio una serie de lanzas, piedras y básicamente cualquier objeto que funcionara como proyectil entorpecer el vuelo. Una de las lanzas rosó el ala de la pegaso y ambas descendieron a los costados del volcán en un aterrizaje forzoso que envió a Cheerilee rodando hasta detenerse contra una roca. Fue muy amable por parte de la roca detener su ruedo antes de caer en el barranco, pero eso no quitaba el hecho de que su espalda puedo partirse a la mitad.
Con un gemido lastimero Cheerilee se levantó sobre sus cascos, un suspiro de alivio salió directo de sus pulmones cuando por fin pudo hacer algo por sí misma después de mucho tiempo. Recuperando la tensión del momento buscó a la pegaso y la halló colgando de una estrecha superficie que lentamente se desmoronaba.
Sin pensarlo dos veces y con la adrenalina de estar en peligro, Cheerilee corrió para ayudarla. Sujetó su casco con ambos y haciendo un esfuerzo monumental echó su cuerpo para atrás y levantar a la poni que ágilmente trepó hasta ella. Ambas respiraron agitadas y se miraron con distintas emociones, la pegaso parecía genuinamente emocionada de haber provocado a la muerte hace un momento, y Cheerilee lloraba internamente por la tonta cantidad de cosas mortales que le estaban pasando.
Tan solo quería una cita decente. No era mucho pedir.
—¿Qué está pasando? —preguntó finalmente, con su voz ligeramente temblorosa—. ¿Quién eres tú y cómo terminé aquí?
La pegaso se recompuso y le dio una mirada un tanto lastimosa, Cheerilee arrugó el entrecejo en una rara comprensión. Esa yegua se parecía tanto a su cita, pero no sabía exactamente dónde más la vio. Definitivamente se encontraron anteriormente, aunque no lograba recordar más detalles, su cerebro trabajaba tanto para mantenerla cuerda como para hallar un respuesta, pero parece ser que toda esa lava fundió un par de sus neuronas.
—Lo lamento tanto, no quería que esto pasara —dijo la yegua con una mirada preocupada—. Sabía que esto sería una mala idea. Te juro que esa no era mi intención.
—¿De qué hablas? —preguntó Cheerilee genuinamente confundida—. No te recuerdo antes de que esto pasara.
—Oh, cierto. Déjame iniciar desde el principio —se aclaró la garganta y se preparó para hablar—. Soy Dar…
Una lanza se clavó justo entre ellas cortando la conversación, la sangre de Cheerilee se drenó de su cuerpo y entendió que este no era el mejor momento para hablar. Con pánico miró en todas direcciones y en la cima del volcán vio a todos esos ponis desgastados correr hacia ellas en un descuidado descenso. Uno de los ponis tropezó y rodó dolorosamente hasta caer junto a ellas, el corazón de Cheerilee multiplicó sus latidos cuando vio al poni levantarse perezosamente, mostrando un aspecto nada saludable sabiendo que a nadie se le debería caer un brazo y un ojo, y levantarse como si nada.
La criatura gruñó y Cheerilee se vio siendo arrastrada por la pegaso en otra loca persecución con una manada de zombis (¿lo eran?). Bajaron el resto del volcán y siguieron a través de la espesura de la flora que les permitió dejar a algunos de sus persecutores detrás. Cheerilee simplemente se dedicó a correr, ignorando el cuestionamiento que alguien normal tendría al estar en una situación similar, porque lo que le importaba ahora mismo era salir a salvo sin importar cuán ignorante fuera.
Ni siquiera podía clasificarlo como una cita horrible y eso era lo más triste de todo.
Después de minutos de correr en direcciones aleatorias que no tuvieron ninguna clase de sentido, el par se escondió detrás de un enorme y frondoso árbol que oscureció todo a su alrededor. La pegaso se asomó cuidadosamente y checó que nadie más las estuviera siguiendo, volviendo a Cheerilee limpiándose la frente junto a un suspiro cansado.
—Creo que los perdimos. Cómo sea, estamos a salvo —dijo finalmente, sentándose frente a Cheerilee—. ¿Estás bien?
Cheerilee estaba por comenzar una diatriba contra la pegaso, quería dejar salir todas su emociones en un explosivo palabrerío rápido y sinsentido, incluso pensó en iniciar sarcásticamente para eventualmente insultar y maldecir. Sin embargo, aquella parte dedicada a la enseñanza, la maestra Cheerilee que lidiaba con hiperactivos niños todos los días de su vida le dio la fortaleza y autocontrol para mantenerse mínimamente serena. Como todo profesional debería actuar.
—Estoy bien —respondió masajeándose la sien—. Solo quiero entender qué está pasando.
—Después de todo lo que pasó, es lo mínimo que puedo hacer —habló la pegaso.
Un siseo de dolor vino de ella cuando estiró su ala herida, la cortada que recibió cubrió parte de su plumaje de sangre. Cheerilee rápidamente se acercó a ella e inspeccionó la herida la cual no era grave, pero necesitaba atenderse antes de que empeorara por el ambiente.
—¿Tienes algo con lo que pueda cubrir la herida? —preguntó, mirando la alforja que colgaba al costado de la poni.
—Claro —no hubo queja en que revisara dentro—. Aunque no tienes que hacerlo, puedo yo sola.
—Bueno, podría dejarte hacerlo, pero quiero que respondas todo este caos —dijo Cheerilee con una mirada seria sobre su rostro—. Así que habla mientras atiendo tu ala.
—Okey —asintió volviendo al tema—. ¿Recuerdas que estabas en una cita?
—Es lo único que recuerdo —respondió Cheerilee, limpiando la herida—. Después de eso, desperté en un volcán.
—Pues eso fue porque alguien puso pastillas para dormir en tu bebida —respondió con una pequeña sonrisa—. Y antes de que preguntes, se supone que iba dirigido hacia mí… tu cita.
Cheerilee se detuvo un momento y analizó las palabras de la pegaso. Ignorando el hecho de que era ridículo atacar a un poni al azar, hubo un pequeño clic al recordar el nombre de su cita: A.K. Yearling, la famosa escritora de los libros de Daring Do y con ello vino un hilo mucho más largo que unió todo el panorama en una loca historia que incluso para su cansado cuerpo era difícil de creer.
Porque, bueno, era estúpido, ¿no es así? Su cita no podía ser…
—Daring Do —dijo Cheerilee—. ¿Me estás diciendo que Daring Do existe? ¿Y eres tú?
—Sí. Y sé que es difícil de creer, pero todo esto pasó por este objeto —dijo, sumergiendo su cabeza en su alforja y trayendo consigo una figurita de un poni cubierto en oro que en sus cascos tenía un pequeño diamante luminoso—. Parece ser que unos ponis, que se dedican a traficar objetos raros y valiosos, dieron con la ubicación de mi escritora y creyeron que sería buena idea secuestrarla para dar conmigo.
—Y fue en nuestra cita que se les ocurrió secuestrarte —Cheerilee mencionó con una ceja levantada, cubriendo el ala con varias capas de vendas—. Está bien, suena como una historia creíble.
—¿Qué? ¿Eso es todo lo que tienes que decir? —Daring Do dijo confundida—. Eso es…
—He estado viviendo en Ponyville toda mi vida y he vivido cada catástrofe que ha ocurrido en Equestria —respondió interrumpiéndola con un casco—. Sí me dices que Daring Do existe y que además salí con ella en una cita, entonces es verdad. Quiero decir, estás frente a mí.
—¿Supongo que tiene sentido?
—Lo tiene, así que no te preocupes por mí —Cheerilee dijo con una triste sonrisa—. Lo que no esperaba es que yo fuera parte de esas locuras. Solo quería una cita con alguien agradable con quien pasar el tiempo, pero de todos los ponis del mundo fuiste tú. No me mal entiendas, eres agradable y una poni talentosa, pero de haber sabido que eres Daring Do…
—No habrías salido conmigo —dijo la pegaso.
—N-no. No lo sé… —trató de corregirse Cheerilee—. ¿Qué hacías en Ponyville?
—También buscaba cambiar de aires por una vez en mi vida —Daring respondió mirando momentáneamente al cielo bloqueado por el frondoso árbol—. Pensé que Ponyville era un buen lugar para comenzar, al fin y al cabo, lo elementos de la armonía lo resguardan. Y más importante, estabas tú.
Cheerilee se sonrojó por las palabras de Daring Do a pesar de que entendía a lo que se refería, simplemente se sintió bien recibir un poco de atención de alguien que no fuera un potrillo buscando resolver un problema. Realmente necesitaba salir y conocer más ponis, aunque ya no estaba segura de si quería hacerlo.
Cuando salió con A.K. Yearling realmente no le importó el estatus de la poni, puesto que rápidamente entablaron una entretenida conversación y cuando las cosas parecían ir en una dirección deseable, Cheerilee le pidió una cita. Admite que no fue la mejor propuesta teniendo en cuenta que apenas llevaban un día de conocerse, pero arriesgarse la llevó a conocer a alguien interesante que tal vez valía la pena.
—Pudo ser una buena cita, lo estaba pasando bien —suspiró Cheerilee—. Eres agradable, en serio. Pero no sé cómo sentirme respecto a que seas Daring Do.
—Podríamos intentarlo nuevamente, no todo está perdido —Daring Do dijo con una sonrisa—. Si algo aprendí en mis aventuras es que rendirse trae arrepentimiento. Nadie quiere perderse una buena recompensa, ¿no crees?
Ambas compartieron una mirada, Cheerilee vio en Daring Do la confianza que A.K. Yearling no mostraba y se sintió contagiada a sonreír junto a la pegaso. Cuando conoció a la escritora notó cierta sabiduría encantadora que llamó mucho su atención y que le gustaría conocer más. Cuando juntaba a ambas era imposible negar el atractivo de la escritora aventurera que sin dudarlo en lo absoluto le estaba pidiendo una segunda cita para compensar todo el desastre.
Al final, de eso se trataban las citas, de entenderse el uno al otro a pesar de los altibajos sin importar si estos eran la identidad secreta de una ya muy reconocida escritora que trataba de alejarse de su ajetreada vida.
Así que Cheerilee asintió, sintiéndose tonta por meterse en problemas que sabía que vendrían, pero también animada por estar con una poni tan increíble que traería recuerdos memorables a su tiempo juntas.
Ya tendría tiempo para arrepentirse más tarde, cuando todo terminara. Ahora lo más importante era darle una segunda oportunidad a Daring Do y descubrir qué cosas les aguarda el futuro.
Su segunda cita definitivamente sería mejor, ¿no es así?
—Está bien —respondió Cheerilee dándole un último vistazo al ala de Daring—. Pero en nuestra segunda cita te encargarás de prepararlo todo.
—Absolutamente. Conozco un buen restaurante de comida cebra que te encantará —sonrió la pegaso, levantándose junto a la terrestre—. Salgamos de aquí.
—Por cierto, ¿dónde estamos? ¿Qué eran esos ponis zombis? ¿Cómo terminé en un volcán? ¿Y dónde estabas?
—Es una larga historia, casi tan larga como el camino de regreso a Ponyville…
