Disclaimer: Los personajes le pertenecen a Rumiko Takahashi, me reservó los derechos de creación literaria de esta historia.

Nena

Contemplaba con intensidad aquella pequeña figura envuelta en mantas blancas. Todos sus sentidos estaban puestos en ella. Aún se preguntaba cómo algo tan diminuto podía provocar tantas y variadas emociones y reacciones.

Miraba como el diafragma de la niña subía y bajaba en sintonía con su respiración acompasada. Recordó que Kagome le había dicho que permanecería dormida durante un buen rato, en parte para reducir la ansiedad que siempre le venía cuando se llegaba a quedar a solas con la bebé y porque finalmente era verdad.

La pequeña acababa de terminar de comer y después de estar satisfecha se sumió en una apacible ensoñación que le duraba alrededor de tres horas y media, para después exigir de nueva cuenta que su madre la amamantara. Porque su hija era un bebé demandante que poseía un apetito voraz. Internamente agradecía que estuviera tranquila, porque cuando se lo proponía, su dulce Moroha sacaba lo Taisho que llevaba dentro y entonces lloraba a gritos sin descanso.

-No apartes tu vista de ella- recordó que le había dicho también su esposa antes de verla salir rumbo a casa de la anciana Kaede. También le dijo que no se tardaba, que solo llevaba unos remedios y regresaba.

Y aunque no le hubiera realizado aquella petición él lo hubiera hecho de todas maneras. Porque simplemente le era imposible apartar la vista de su pequeña.

Nena, pedacito de sol,

remolino rebelde,

Sinfonía de amor.

La pequeña Moroha se encontraba recostada en el pequeño futón destinado para ella, dormía con una leve sonrisa en sus diminutos labios, lo que le indicaba a su padre que tenía un sueño apacible.

Hacía algunos meses que había llegado al mundo y él simplemente no podía dejar de maravillarse con tanta perfección. Desde sus cejas pobladas, su espesa cabellera oscura, sus ojos expresivos y castaños, herencia de su madre y sus manitas con pequeñas garras heredadas de él, le parecían la mejor combinación que la naturaleza pudo crear en el mundo. Sin mencionar que cualquier cosa que su niña hiciera, por más simple que fuera, para él era como descubrir los secretos del universo.

Contemplarla era sin duda uno de sus pasatiempos favoritos cuando se encontraban a solas y olerla lo era mucho más. No lo aceptaría jamás ante nadie, pero en la oscuridad de la noche, cuando Kagome se hallaba dormida, se acercaba a Moroha para olisquearla, porque simplemente amaba el aroma de la mezcla de flores de sakura con petricor que desprendía la piel de su hija, ella era sin lugar a dudas la fusión perfecta del amor.

Nena, dulce pájaro azul

Que perfumes el aire

Llenándome de plenitud

Sus orejas se pusieron en alerta cuando la niña soltó un suspiro largo y se removió entre las cobijas, sus ojos dorados se agradaron expectantes, sintiendo un gran hueco en el estómago, ¿Y si se despertaba, que haría?

La verdad es que en esas semanas habían sido pocas las veces que sostuvo a su cachorra en sus brazos, no por falta de ganas, sino porque temía lastimarla. Y aunque Kagome le explicará una y otra vez que eso era imposible, que si la sostenía como ella le había enseñado nada malo pasaría, en su cabeza pasaban mil y un escenarios catastróficos, desde dejarle rasguños en el cuerpo hasta romperla en mil pedazos.

De pronto la pequeña comenzó a moverse provocando que las cobijas la desenvolvieran, InuYasha contuvo la respiración, como si con esa acción la niña volvería a su anterior estado de letargo por arte de magia, sin embargo, la bebé abrió los ojos y miró con detenimiento a la persona que tenia enfrente.

Sus expresivos ojos castaños analizaron el rostro del hombre que le devolvía la mirada, brillante y anhelante, su naricita olfateo ligeramente y al cabo de unos segundos la niña río y comenzó a moverse alegremente. Su pequeña boca emitía suaves sonidos guturales de gusto y estiró sus bracitos para poder tocar la cara de aquel que reconocía era su padre.

- ¿Qué pretendes enana? — preguntó con nerviosismo.

Moroha continuaba estirando sus manos mientras sonreía. El hanyo trago duro, su hija precisaba de él.

Dudó por un instante y al verlo vacilar la pequeña contrajo su ceño y su boca se arrugó en un puchero que terminó por desarmar a su padre.

- ¡Keh! Está bien- exclamó rendido- pequeña manipuladora - masculló.

Intentando dominar su nerviosismo acercó sus brazos a la bebé, con una suavidad impropia de él pasó sus manos por debajo del cuerpo de la niña, acunó su cabeza en una de sus manos y con mucho cuidado la elevó, sosteniéndola en sus brazos.

Cuando la tuvo bien sujetada, la niña río gustosa, la misma risa que tenía su madre. Comenzó a jugar con los mechones de cabello que caían a los lados del rostro de InuYasha, de pronto uno de los cabellos le picó un ojo por accidente incitando a la bebé a llorar con fuerza.

En el rostro del hanyo se dibujó el terror, de un salto se puso de pie.

- Ya, ya, ya no llores Moroha, no llores-repetía sin cesar mientras se paseaba por la habitación, arrullándola, si había algo que de verdad le desagradaba era ver llorar a su hija, pero la pequeña no parecía escuchar ni mucho menos comprender las súplicas de su padre.

- Ya sé-se dijo, y camino hacia la entrada de la casa.

Se sentó en el filo del escalón que daba acceso al pórtico y comenzó a balancearse de adelante hacia atrás emulando a una mecedora. Poco a poco los lloriqueos fueron cesando hasta desaparecer por completo.

- Así está mejor-le dijo a la niña con una leve sonrisa.

La luz del sol les daba en la cara y sus ojos se cruzaron uniéndolos en un lazo lleno de cariño.

- ¿Sabes?

Nena, me ha robado el corazón

— Eres la cachorra con los pulmones más fuertes de todo el mundo- acarició con la yema de su dedo índice su manita- Eres tan pequeña, tan frágil. No sabes con cuánta emoción te esperaba, y ahora que te tengo aquí, apenas puedo creer que seas una parte de mí- revisó su carita con atención- Tienes la forma de mis ojos, mi nariz, mis cejas, pero también te pareces mucho a tu madre, tienes esos hermosos ojos castaños, esa piel blanca tan suya, y bastante de su carácter dominante- río y la niña hizo lo mismo- Pero creo que eso es herencia de los dos.

- Ara baba sei, ara baba sei- dijo con ritmo mientras continuaba balanceándose- Ara baba sei, ara baba sei - repitió mientras Moroha lanzaba alegres carcajadas al viento- Cuanto te quiero - murmuró al ver la felicidad iluminando el rostro de su hija.

Al escuchar estas últimas palabras la niña tomó el dedo que anteriormente la acariciara y lo apretó con fuerza. InuYasha sintió una fuerte ola de calor en el pecho con esta acción.

- Tenía tantas dudas cuando descubrí que seríamos padres… no me sentí capaz de ser lo suficientemente bueno para poder criarte, yo no conocí a mi padre… ¿cómo se es, lo que nunca se conoció? - los ojos castaños lo miraban atentos, como si comprendieran el significado de aquellas palabras que salían desde lo profundo del corazón de su padre – Pero luego vino tu primera patada en el vientre de tu madre, fuerte, decidida- su voz temblaba de emoción- Y cuando naciste Moroha, comprendí que había hecho algo sumamente bueno; he dejado de vivir mi vida para vivir por alguien más- acaricio con suavidad una de las mejillas de su hija.

Suave, como el amanecer

Suave, te pegaste a mi piel

- Me gustaría tanto cumplir todos tus sueños, quisiera que jamás en tu vida sufrieras y te juro hija mía- su pecho se llenó de orgullo al llamarla hija- que mientras yo viva te protegeré y no permitiré que ninguna pena y desdicha borre esa hermosa sonrisa de tu rostro- la apretó un poco más contra su pecho- por eso he decidido ser mejor cada día, para que algún día tú puedas estar orgullosa de mi.

Moroha acogida por las tórridas palabras, así como el calor que emanaba del cuerpo de su padre, comenzó a cerrar sus ojitos para volverlos abrir con lentitud, estuvo así un par de veces más hasta que tras un bostezo volvió a caer en un tranquilo y profundo sueño.

- Parece que te ha vuelto a dormir- con cuidado acomodó ligeramente los cabellos de la niña, eran tan suaves y sedosos como los de Kagome- Descansa, mi pequeña Moroha- y sin dudar depositó un delicado beso en su frente.

Tan absorto estaba con la niña que no escucho los pasos sobre la hierba ni distinguió el aroma a sakuras salvajes que comenzaba a acercarse cada vez más a la casa.

- InuYasha, ¿Qué haces aquí? - preguntó con ternura una voz femenina.

-¡Kagome!- exclamó saliendo de su estupor, con una mezcla de sorpresa y un poco de temor- Sí, perdón… olvide cubrirla, ya sé que cuando estemos afuera debo ponerle una manta encima… pero Moroha lloró y tuve, tuve…

- No estoy molesta- le interrumpió, en su interior reía divertida ante el nerviosismo y los balbuceos de su esposo- me da gusto que te hayas animado a sostener a Moroha. Es bueno que forjes lazos con tu hija- sonriendo se acercó a él y se sentó a su lado, sus ojos brillaban emocionados- Lo estás haciendo bien InuYasha, pienso que llegarás a ser un buen padre.

- ¿De verdad lo crees, Kagome?

- Sí, así lo creo- se inclinó un poco para besar la mejilla de su hija- Vamos adentro, hay que recostarla y debo preparar la cena- guiñó pícaramente un ojo.

InuYasha sonrió divertido mientras veía a su mujer adentrarse en la cabaña, se levantó con mucho cuidado para no perturbar a su preciada carga. La contempló una vez más y miró con ternura como Moroha se aferraba a su pecho. Sostuvo firmemente a su hija y reafirmo en silencio su promesa de proteger a esas dos mujeres que le daban luz e infinita paz a su existencia.

- Con mi vida- susurró antes de cruzar la esterilla.

FIN

Notas: Las palabras escritas en cursiva corresponden a fragmentos de canciones que inspiraron este One Shot, la primera se llama Nena estoy enamorado de Pablo Ruíz y la segunda Desde que llegaste de Reyli Barba.

¡Hola! es mi primer fic de InuYasha, así que no sean tan crueles conmigo. Sé que aquí hay un gran ramillete de maravillosas autoras. Y espero hayan disfrutado esta historia.

La verdad es que hace poco descubrí este maravilloso universo, siendo honesta había escuchado de este anime y manga, pero nunca capturó mi atención, hasta hace poco menos de un año, mi novio me lo aumentó mucho (aparte de recalcarme que este es uno de los clásicos del anime y debo verlo). Así que me di la tarea de verme tooooodoooo el anime, también estoy viendo Yashahime y llevo una cuarta parte del manga, también he leído varios fic y lamento no ser tan activa en cuanto dejar reviews, pero es que mi trabajo me absorbe la mayoría de las veces.

Por lo que animada por una inspiración divina escribí esta pequeña historia, ya que estoy convencida que, de haber permanecido con sus padres, Moroha hubiera sido una niña muy, pero muy amada.

PD: Soy team InuKag