ACT IV

Tres días. Han pasado tres días desde que Haru y yo…

Aunque la idea de ausentarme de la escuela me pareció una bendición en el momento que el director nos reprendía por nuestra 'conducta indecente', ahora que vuelvo a encerrarme en mi habitación luego de escuchar por enésima vez los comentarios y las risas de Shigure, comienzo a pensar que estar en casa, no fue tan buena idea como lo había supuesto.

Tres días. Quisiera saber cómo estás, si tuviste algún problema en la casa principal por haberte descontrolado nuevamente en la escuela; mi pecho se arruga al pensar en lo que podría pasarte si Akito se enterara de lo que sucedió. Un repentino deseo de salir corriendo a buscarte me asalta, pero no puedo… no puedo.

Cierro los ojos y recargo la frente sobre la puerta, encogiéndome en mí mismo por un instante para intentar controlar los alterados latidos de mi corazón.

-Shigure puede ser muy molesto, ¿cierto?- Giro sobre mis pies al escuchar esa voz hablarme tranquilamente desde el interior de mi habitación. Mis sorprendidos ojos están fijos en sus pupilas grisáceas, mientras mi cabeza comienza a bombardearme con preguntas sobre cómo pudo llegar hasta acá sin que lo viera, o en qué momento siquiera arribó a la casa.

Parpadeo confuso, aun haciéndome a la idea de que Haru está aquí en mi habitación y un segundo después, no importa cómo lo hizo, sólo importa el hecho de que esta bien.

Aclaro mi garganta –la que oportunamente permanece seca- y asiento con una tenue sonrisa a su comentario sobre el exasperante escritor que tenemos por primo. Avanzo hacia la pequeña mesa de la habitación, con la idea de hacer mis deberes e intentando en el proceso que no note lo nervioso que estoy, inclino ligeramente la cara para que no pueda ver este ardor que siento en las mejillas.

Él me mira. Puedo sentir sus ojos clavados en mí, siguiendo mi eterno trayecto desde la entrada a mi escolar refugio sin mencionar nada más. Me siento respirando profundamente, tomo mis libros y comienzo a resolver algunos problemas; los minutos comienzan a transcurrir y ambos permanecemos en silencio, tu sentado en la bardilla de la ventana mirando a través de ella y yo, tratando de concentrarme pues aunque mis ojos entienden las ecuaciones que observan, a mi me parecen símbolos extraños sin un coherente significado.

Nunca antes como ahora, las matemáticas me habían parecido tan difíciles de solucionar.

Resoplo cansado, frustrado y molesto conmigo mismo por no lograr mi cometido. Cierro el cuaderno y los libros, dejando por fin de lado mi poco gastado lápiz. Volteo a mirarte disimuladamente, sigues en la ventana, pero ya no miras hacia fuera; permaneces con la cabeza apoyada en la pared y tus ojos cerrados, ambos brazos enlazados sobre el pecho y las piernas extendidas a lo largo, únicamente unidas por los cruzados tobillos. Luces tan tranquilo, me parece una surrealista imagen la que estoy observando. Tus ropas oscuras y de rebelde estilo, contrastan diametralmente con la paz de tu rostro y el bello lienzo del atardecer como fondo.

-¿terminaste tus deberes?- su voz rasposa y suave de pronto se escucha. Desvío inmediatamente la mirada agachando la cabeza y sintiendo nuevamente mi rostro arder. Tartamudeo una confusa y demorada respuesta, mientras le escucho moverse y avanzar hacia donde estoy, deteniendo sus pasos cerca de mí, para luego sentir como se sienta justo a mi lado.

Me estremezco en cuanto sus finos y largos dedos se posan en mi barbilla y con un suave movimiento me obligan a encararle, levantando mi rostro. Está tan cerca… demasiado cerca, tanto que puedo sentir el vaivén de su respirar y saborear el aroma de su aliento; estoy atrapado, nuevamente enganchado a su mirada azul mercurio dedicada completamente hacia mí, sintiendo mis mejillas calientes y mi respirar entrecortarse.

-Yuki, ¿estás enfadado conmigo?

Tus palabras me sorprenden, escuchar el tono preocupado de tu voz y ver ese titilar apenado en tus ojos me arruga el pecho. Niego con la cabeza sin despegar la mirada de tus pupilas, aferrándome a ellas; no quiero ceder al impulso de bajar mis parpados ante la sensación de tus dedos acariciando mi rostro tan suavemente, pero no puedo evitar realizar tal acción un par de segundos después cuando ellos acomodan un par de mechones rebeldes detrás de mi oreja.

Entonces te veo acercarte hacia mí, sé que buscarás mis labios y aunque todo mi cuerpo me grita anhelando ese contacto, giro el rostro negándome. Por unos segundos te detienes y te escucho resoplar por lo bajo, pero intuyo que continuarás, cada fibra de mi lo sabe.

-¿Has hablado con Rin? – susurro mi pregunta con falsa cautela, no quiero lastimarte al recordártela, pero igual necesito saber si lo que pasó entre nosotros te ha afectado tanto como a mí. Además, necesito que te alejes un poco o mis hormonas se descontrolarían, y acertadamente la mención de ella logra hacer que impongas distancia entre nosotros; y yo, siento un horrible frío rodearme ahora que pierdo tu proximidad y me arrepiento tanto que me duele cada poro en la piel.

-Aún no quiere verme…- me respondes irritado, reacomodándote en tu sitio para ahora estar al paralelo mío, poder flexionar una pierna y apoyar tu brazo sobre ese ángulo. A pesar de la nueva posición puedo ver tu rostro tenso y con un velo de melancolía cubriéndolo. Mis cejas se encuentran al centro mientras agacho la mirada, sintiendo mi estómago arder al saber que has vuelto a buscarla, sintiendo una punzada en el pecho al reconocer que sigues pensando en ella.

-…volveré a intentarlo más tarde –

-No tienes por qué esperar, ve a verla ahora.- Replico casi sin darme cuenta. De pronto me es insoportable estar a tu lado, apoyo las manos en la mesa y me impulso para levantarme; no termino mi trayectoria pues tu mano sujeta mi brazo y me hace volverme. Te enfrento orgulloso, desafiante, enarcando una ceja como cuestionamiento a tu retención.

-¿No estarás celoso o sí Yuki?

Entrecierro los ojos un segundo antes de portar mi mejor máscara de indiferencia a tu comentario, pero por algún motivo no logro engañarte. Tus ojos brillan con un destello de perspicacia, para mi desgracia, has dado en el blanco y lo sabes, por eso una maliciosa sonrisa cruza tus labios.

Me molesto, así que con un despectivo movimiento me separo sin cortesía de tus dedos, me levanto de nuevo sin encontrar obstáculos que me lo impidan y dirijo mis pasos hacia la puerta. Por ahora prefiero soportar las perversiones de Shigure o las bravuconadas de Kyo a estar contigo en el mismo lugar.

Mi mano se posa en la quilla de la puerta y la desliza, pero ésta se vuelve a cerrar justo frente a mí violentamente, obligándome a dar un repentino saltito hacia atrás y encontrarme chocando contra ti a mis espaldas.

Me doy vuelta dispuesto a pelear y de inmediato soy asaltado por tus labios que se apoderan de los míos con maestría, ahogando mi sorpresa con tu lengua, robándome el aliento al aplastarme contra la puerta usando todo tu peso, doblegando mi voluntad al arrancarme estos quedos jadeos que atrapas en tu boca. Por un instante me dejo llevar, abrazándome a esta sensación única e incitante, a estos adictivos escalofríos que erizan mi piel y avivan mi pecho con cosquilleante ansiedad; siento tus manos despegarse de mi cintura y comenzar a recorrer los costados de mi cuerpo desesperadas, apegándome lo imposible a tu fisonomía.

Una alarma en mi cabeza replica con urgencia cuando de pronto una de mis piernas es elevada hasta tu cadera y te empujas contra mí, deseando fundirte conmigo.

Rompo el contacto de nuestros labios y con el impulso suficiente te alejo de mí; nuestras respiraciones están agitadas, la falta de oxígeno es evidente tanto como la sangre acumulada en mis mejillas. No me sorprende ver frente a mí al Haru negro, lo que no logro descifrar es qué provocó tan repentino cambio.

-¿A qué viniste Hatsuharu? A entretenerte antes de volver con Rin?

Sonríes. Odio cuando es esa sonrisa mordaz y astuta la que muestras, me recuerda con quién hablo y lo volátiles de tus acciones; aunque debo admitir que es uno de los gestos que más atractivos me parecen en ti, te envuelven en una atmósfera de osadía y rebelión que no puedo dejar de admirarte.

-¡Así que estás celoso!. –declaras con satisfacción en tu voz, acercándote de nuevo a mí y con un rápido movimiento atajar mi cintura y volver a sujetarme contra tu cuerpo. Arrugo las cejas mientras alejo mi rostro del tuyo lo que me permite la longitud de mi cuello y la posición en la que estamos, apoyando mis manos contra su pecho.

-No seas presuntuoso, sólo pongo en palabras tus acciones. –respondo con inesperada tranquilidad en mi voz, con una seguridad que hacía días no sentía.

Él enarca una ceja ante mi respuesta, como si la misma le sorprendiera y le obligara a reflexionar simultáneamente; más sus ojos permanecen abrumadoramente fijos sobre los míos, indagando dentro de ellos. Sin importar tu estado de ánimo, eres el único capaz de atravesar todas mis barreras con tan sólo mirarme.

-No pienso volver con ella, es a ti a quien quiero… – Me respondes decidido, inclinándote sobre mí y previendo el evasivo movimiento que hago, plantas tus suaves labios sobre mi cuello, estremeciéndome. Intento alejarte de mí, empujándote y revolviéndome entre tus brazos, pero te niegas a ceder un solo milímetro; ahora me veo apresado por tus dos brazos e increíblemente me resulta imposible liberarme. Definitivamente Kyo tenía razón, has estado entrenando más y ahora compruebo el resultado.

-También dijiste que la querías a ella, que era muy importante para ti… – Susurro al quedarme quieto por fin, aceptando que no puedo soltarme… que no quiero que me sueltes, que esa sencilla frase tuvo más efecto en mí de lo que yo mismo esperaba; y que esta punzada dentro de mi pecho se vuelve angustiosamente intensa.

Aflojas ligeramente tu abrazo, dejando un último y sentido beso sobre mi mandíbula antes de levantar el rostro para encararme un segundo y luego dejar que tu rebelde cabello nevado se mezcle con el mío, cuando descansas tu frente sobre la mía. Tus manos acarician mi espalda con lentitud y suavidad, reconfortándome con sus dulces movimientos, mientras me apegan más a ti, hasta que nuestros cuerpos están casi por completo unidos. El calor que creamos juntos se expande y me envuelve por completo, el palpitar de mi corazón pareciera declinar su furioso latido y mi respiración se vuelve tan rítmica y calmada como la tuya; guiados por esta calida sensación, mis brazos se elevan hasta rodear tus hombros, dejando al alcance de mis dedos tu cabello y no dudo en enredarlos dentro de esos mechones plata.

Abro mis parpados pesadamente, en algún momento mientras desplegabas este encantamiento sobre mí los cerré; ahora nuestros ojos se enfrentan y una leve curvatura en mis labios nace al ver frente a mí nuevamente al Haru tranquilo y de mirada suave.

-¿Por qué respondiste?

-¿Cómo?

-Cuando te besé en la escuela, cuando lo hice ahora… ¿por qué me respondiste?

-a-ah… yo… -Su pregunta me toma por sorpresa, me asusta y me descontrola; sé bien por qué lo hice, pero no puedo pronunciarlo en voz alta me duele. Desvío la mirada e intento nuevamente safarme de su abrazo, no me lo permite, sujeta mi nuca con gentil firmeza y de forma que su pulgar pueda acariciar mi mejilla repetidamente para calmarme. No me da tiempo de reaccionar cuando vuelve a hablarme.

-Yuki… he estado enamorado de ti desde que recuerdo. Rin me importa, pero ella jamás será para mi lo que tu significas… –Me susurra con su sensual voz suave y ronca antes de que sus labios se apoderen de los míos en un tierno contacto que no encuentra resistencia alguna; que vive sólo lo necesario para dejarme deseando un poco más. Mi corazón vuelve a palpitar desenfrenadamente, bombeando una descarga de adrenalina y terror a todo mi cuerpo. Es la primera vez que tus palabras tienen eco dentro de mí, la sinceridad dentro de ellas me estremece tanto como la seriedad con que las has pronunciado. ¡Por todos los dioses! Siento que mis mejillas podrían explotar de lo calientes que se han puesto.

Quisiera poder decirte todo lo que tú representas para mí, todo lo que me haces sentir y lo mucho que –ahora sé- te necesito. Quisiera que mi lengua fuera capaz de elaborar sonidos, que mi cabeza lograra contestarte con la mitad de la belleza de tus palabras; que mis ojos no se nublaran con esta excesiva humedad, me están privando de verte, de saber que estás aquí conmigo y que no es sólo una ilusión.

No soporto la idea de que tú no seas real. De que este sentimiento sea real y no lo sepas.

Sin contenerme, me aventuro a alcanzar tu boca con la mía. No lo esperabas, está por demás decirlo, pero no me rechazas y aunque tu respuesta resulta para mí eternamente tardía, no reclamo su demora, pues pude sentir en tus labios la sonrisa que portaron antes de que me robaras el control y ahora seas tu quien me bese, quien controla la creciente intensidad con que nos devoramos mutuamente. Me abrazas con renovado brío, logrando extraerme un pequeño quejido por la fuerza con que me aprisionas; pero eso no evita que abra mis labios a tu traviesa lengua y me estremezca al sentirla recorrer mi boca con tus incitantes movimientos, para luego sentirla abandonarme y sean ahora tus labios los que la envuelvan y jueguen con ella. Siento mi cuerpo arder, a cada segundo este contacto se vuelve más urgente, demandante y húmedo; si no respiro pronto perderé el conocimiento.

Tus inquietas manos vuelven a recorrer mi cuerpo, aferrándose a mi cadera para empujarla contra ti, haciéndome sentir tu propia pelvis. No puedo contener un gemido y aventar la cabeza hacia atrás con el latigazo de electricidad que recorre mi espina, algo que tu aprovechas para asaltar mi cuello mientras yo boqueo buscando oxígeno. Vuelves a frotarte contra mí y sé que debemos detenernos ahora o no habrá ningún momento de cordura después; pero simplemente no logro encontrar fuerza para detenerte… ni para pronunciar palabra alguna.

A diferencia mía, tú sí eres capaz de contenerte. Luego de dejar una serie de intencionados besos en mi cuello y que tus manos se aferren quietas a mi cintura; escucho tu voz hablarme suavemente al oído, diciéndome lo mucho que me deseas y que la próxima vez que te bese así, no te importará quien pueda escucharnos.

Sonrío abrazándome a ti, escondiendo mi rostro en tu cuello un momento, antes de enfrentarte nuevamente.

-Yo también… lo estoy de ti…. – te respondo antes que vuelvas a hablar, interrumpiendo totalmente el hilo de ideas que estabas por expresarme; por un momento me miras desconcertado, no entiendes bien a qué me refiero. Te amo Haru, pero aún me es difícil expresarlo… pero como siempre, no necesito decir más para que tú sepas reconocer el sentimiento que he omitido en mis palabras; esa bella sonrisa en tus labios es la prueba de que he logrado que lo entiendas… que lo reconozcas… y que lo sientas.

fin