He decidido continuar esto… a ver qué sale.
Para ti mariapotter2002.
Besos y abrazos
AJ
Cinco años después
Hermione llegó a su despacho en el Departamento de Seguridad Mágica y saludó a su secretaria con una sonrisa.
— Buenos días Meredith —se colocó el bolso y se apartó un mechón de pelo que se había escapado del flojo recogido que se había hecho aquella mañana —¿Tengo algo urgente?
—Buenos días Hermione, hay un mensaje del señor Potter, quiere que vayas a su despacho en cuanto llegue, el Ministro ya está allí con él.
Ella frunció el ceño, pasó a dejar el bolso sobre su mesa y volvió a salir.
—¿Tenía alguna reunión? —preguntó intentando hacer memoria y reclamándose por haber olvidado algo tan importante como una cita con Kingsley.
—No, ha sido algo de ultima hora, no nos habían enviado ningún memorandum anterior.
—Oh, bien. De acuerdo. Gracias Meredith, voy para allá.
Cuando Hermione llegó no se sorprendió al encontrar a Harry y a Kingsley sentados cómodamente y hablando junto a una taza de café.
—Buenos días —saludó sentándose en la silla libre.
—Hola Hermione —Harry se colocó las gafas y sonrió haciendo que la chica frunciera el ceño.
Tenía años de experiencia en leer la mente de su mejor amigo y aquella sonrisa de incomodidad y la forma en la que había colocado sus gafas, subiéndolas por la patilla le gritaban que lo que fuera que iba a oír, no le gustaría.
—¿Qué ocurre? —preguntó mirando a Shakelbolt quien era mucho más capaz a la hora de poner cara de póker.
—Ha surgido un… pequeño problema —respondió el Ministro con aquella voz profunda y calmada —necesitamos tu ayuda, Hermione.
—Claro —dijo impulsivamente sin siquiera preguntar para qué.
Harry tosió discretamente y empezó a colocar una serie de papeles intentando ignorarlos.
—¿Para qué… exactamente? —dijo al darse cuenta de la forma en la que su amigo trataba de pasar desapercibido sin conseguirlo.
—Verás Hermione, a raíz de tu trabajo en la erradicación de las leyes que favorecían a los sangre pura, algunas familias, como sabes, se han visto afectadas por los nuevos decretos.
Ella frunció el ceño y se mordió el labio, intentando acceder a su palacio mental, dónde almacenaba toda la información relativa a ese punto concreto.
—Sí, hace unos meses, en colaboración con el Departamento de Misterios, hicimos una redada en la Mansión Nott para limpiar la casa de objetos de Magia Oscura que sacamos en custodia. Además recogimos varios retratos que tenían en préstamo del Museo de la Historia de la Magia desde hacía más de doscientos años ya que, una de las leyes que fue derogada aprobaba la adquisición de arte público por parte de los sangre pura. Además Theodore Nott tenía un contrato matrimonial firmado con la familia Greengrass y fue destruido a petición del propio Theodore ya que denunció el proceso alegando que era una ley arcaica que debía eliminarse y ganó. También ha habido incidentes similares con la familia Goyle, Parkinson, Carrow, Malfoy, Zabini, Bulstrode y Flint.
—Sí sí —respondió Kingsley con un gesto displicente de su mano derecha —no se trata de eso pero, a raíz de la promulgación de las nuevas leyes y la derogación de las antiguas, ha habido un pequeño grupo de magos y brujas, hijos de muggles, que se hacen llamar La revolución de la sangre, que se han hecho eco de esta lucha contra los derechos elitistas y la están utilizando a modo de vendetta personal.
—¿Cómo dices? —Hermione estaba completamente anonadada con las noticias —¿La revolución de la sangre? ¡Por Merlín! ¿Pero quienes son?
—No lo sabemos —dijo Harry mostrando varios papeles a su amiga —llevamos varios meses detrás de ellos aunque realmente no se está invirtiendo mucho en este caso. Estamos un poco escasos de personal y, hasta ahora, no han sido más que pequeños actos vandálicos como pintadas, robos menores, amenazas leves….
—¿Hasta ahora?
Harry volvió a colocarse las gafas y Hermione se tensó.
—Verás, hace unas semanas los actos vandálicos fueron un poco más allá.
—¿Cuánto más allá?
—Consiguieron romper las protecciones de algunas casas, aunque únicamente fue para realizar pintadas como ocurrió en la mansión Zabini y en la de Parkinson —continuó mirando algunos datos que tenía anotados en el pergamino —eso nos hizo dedicar más tiempo al caso porque las familias afectadas alegaron tener miedo ya que ahora solo era una pintada pero ¿Qué podía ser lo siguiente?
—¿Y tenemos algo?
—No —frunció el ceño y se frotó la cicatriz en un hábito aprendido que por suerte ya no significaba nada —y es frustrante.
— El problema —dijo el Kingsley con gesto cansado — es que no le dimos la importancia que deberíamos a esto y se nos ha ido de las manos.
— ¿Hasta qué punto? —preguntó
—Hasta el peor escenario —respondió él con un suspiro —ayer hubo otro allanamiento en casa de los Malfoy y asesinaron a Lucius Malfoy.
Hermione abrió la boca con incredulidad. Sabía que no debería estar realmente apenada por la pérdida de aquel mago, era ruin, cruel y malvado, pero con todo eso del perdón y de curar las heridas del pasado, se había vuelto más sensible con todo aquello, además no se había olvidado de la última vez que vio a Malfoy, de su voz, de su mirada… Lucius era su padre así que no pudo evitar sentir una punzada de compasión.
— ¿Cómo sabéis que ha sido ese grupo radical? —preguntó a Harry tomando las fotos y las pruebas que le enseñaba su amigo.
—Dejaron una nota —señaló la carpeta y los documentos — hay una copia ahí.
—¿Y cómo os puedo ayudar yo? Harry no soy un auror, mi trabajo es puramente administrativo aunque si necesitas ayuda con la investigación yo….
—Han secuestrado a Narcisa Malfoy —la interrumpió su amigo.
Hermione se llevó la mano a la frente, preveía una fuerte migraña al final de ese día.
—No me digas más, ¿Draco Malfoy me culpa por haber dado voz a ese grupo radical? ¿Culpa a la reforma que yo he promulgado de todo esto?
Harry la miró con las cejas arqueadas y Kingsley sonrió, como si encontrara algo divertido dentro de todo el drama que se estaba desarrollando a su alrededor.
—No, Hermione —dijo el Ministro con su voz profunda — el señor Malfoy vino al Ministerio, pero no a presentar ninguna denuncia contra nosotros y mucho menos contra ti.
—Hermione —Harry se veía mucho más incómodo que antes —Malfoy ha… —se mordió el labio como si tratara de encontrar la palabra adecuada —requerido que tú lleves este caso.
—¿Qué? —supuso que su cara de sorpresa debía ser épica —¿Yo? Quiero decir ¿Llevar el caso? —miró a Shakelbolt —¿Es siquiera posible eso? Mi puesto pertenece al Departamento de Seguridad Mágica pero no soy investigadora, ni auror…
—Dado tu rango como personal de alto nivel puedes hacerte cargo de esto —respondió él.
Hermione negó con la cabeza mientras trataba de asimilar aquello.
La última vez que había visto a Draco Malfoy fue cuatro años atrás, en la boda del Ministro con Aurora. Después de eso todo lo que sabía de él había sido a través de El Profeta y de Corazón de Bruja.
Supo por las publicaciones, que durante los dos años siguientes se había dedicado a sacar del lodo el apellido Malfoy, había vendido propiedades, negocios y había realizado inversiones. Utilizó la derogación de la ley de matrimonios pactados para romper el compromiso que tenía con la familia Parkinson y durante los siguientes años había regresado a Bulgaria y había estado especializándose en Alquimia y llenando las primeras páginas de Corazón de Bruja con la relación que parecía tener con la pequeña de las Greengrass.
Pese a que no trabajaba, había ayudado al Ministerio en alguna que otra ocasión como consultor externo y ahora, al parecer, había vuelto a Londres.
—¿Qué ha dicho exactamente? —preguntó sintiéndose completamente fuera de lugar.
Harry carraspeó y entrecerró los ojos, preguntándose si sería prudente decirle las palabras exactas que había empleado Malfoy cuando exigió que la única con cerebro de todo el jodido Ministerio llevara el caso de la desaparición de su madre.
—Él cree que eres la persona indicada para esto — dijo finalmente agradecido por el aplomo que había adquirido en los últimos años — piensa que eres la… única capaz de ayudarle a encontrar a su madre.
Hermione frunció el ceño intentando comprender cómo era posible que Draco Malfoy, quien la había odiado durante todos sus años de escuela, pudiera solicitar que fuera ella quien le ayudara en aquel momento. Si bien era cierto que antes de la extraña reacción que había tenido en la boda de Kingsley habían hablado durante un rato de forma civilizada y tranquila, no era ni mucho menos lo suficiente como para entender esta petición.
—Creo que lo mejor será que… hable con él para… no sé, sacar algo en claro —murmuró para si misma — ¿Está en su casa?
—No —Kingsley se levantó con una sonrisa de contento, como si hubiera esperado justamente este desenlace — está en una de las salas de interrogatorio. Ven conmigo.
Hermione se levantó y, antes de salir del despacho de Harry miró a su amigo quien gesticuló con los labios un Lo siento antes de seguir revisando los memorandum de su mesa.
—¿Crees que podría coger un par de cafés antes de entrar? —Le preguntó al Ministro —No me ha dado tiempo de tomar uno y algo me dice que me hará falta.
Kingsley sonrió y asintió señalándole la tercera puerta de la derecha
—Está allí.
—De acuerdo.
En pocos minutos tenía dos tazas de humeante café en las manos. Agradeció a uno de los aurores que pasaba a su lado por abrirle la puerta y entró a la sala de interrogatorios con una mueca que no podría pasar por una sonrisa ni en el mejor de los casos.
—Buenos días —dijo acercándose a la mesa para dejar los cafés y el dossier que llevaba bajo el brazo — no sé si te han ofrecido uno pero…
Dejó de hablar cuando levantó la vista y le vio. Su presencia hacía que la pequeña estancia fuera repentinamente más pequeña y sofocante. ¿Qué le había ocurrido? ¿Dónde estaba ese muchacho delgado, con cara de asco y de rasgos angulosos que llevaba siempre su aristocrática nariz apuntando al techo? ¿Dónde estaba el joven apuesto pero asustado y ojeroso con el que había hablado en la boda de Kingsley?
—Hola, Granger
Su voz era la misma de siempre, suave, arrastrando las palabras, quizás un poco más ronca de lo que recordaba.
Y su presencia… ¡Gorgonas galopantes! Era mucho más imponente en persona que en las publicaciones de la prensa en las que le había visto. Estaba muy alto, no tanto como Ronald, pero algo más de lo que estaba a los diecinueve y más fornido, no al estilo de Viktor pero mucho más ancho de espaldas, como si hubiera perdido la delgadez extrema que le había caracterizado años atrás. En un momento de enajenación se preguntó si habría músculos debajo de aquella túnica y, con un tortazo mental, dejó de pensar en el cuerpo de Malfoy para mirar su rostro.
La última vez que le había visto, tal y como había dicho Ginny, había estado más que apuesto, pero en aquella ocasión tuvo que contenerse para no quedarse con la boca abierta.
Era hermoso.
Seguía teniendo facciones angulosas, pero en lugar del rostro puntiagudo, sus mandíbulas estaban más cuadradas y se marcaban levemente sus pómulos. Los labios eran algo más carnosos, o eso le parecía y se marcaban ligeras arrugas en las comisuras de sus ojos argénteos, cómo si en los últimos tiempos hubiera encontrado de nuevo la risa y la usara con frecuencia.
De nuevo unas ligeras ojeras enmarcaban sus párpados inferiores y Hermione supuso que la pérdida de su padre, por despiadado y terrible que fuera y la desaparición de su madre, le estaban pasando factura.
—Hola Malfoy —dijo recuperando rápidamente la compostura — no sé si te ofrecieron ya un café — repitió ella sentándose a la mesa y tomando una de las tazas — pero yo sí necesito uno.
Él hizo una mueca similar a una sonrisa torcida y la imitó, sentándose frente a ella y tomando la otra taza.
—Lo único que tengo es un resumen de lo ocurrido —señaló el dossier que había dejado en la superficie de madera —esa carpeta que aún no he revisado y la petición que al parecer has hecho al Ministro para que sea yo quien lleve el caso de la desaparición de tu madre.
Draco la observó mientras ella tomaba un trago de café y cerraba los ojos de deleite, como si ese pequeño sorbo del espeso y oscuro líquido le hubiera hecho alcanzar el nirvana durante una fracción de segundo.
Se había sorprendido al verla.
Únicamente el control que había adquirido en los últimos años había conseguido que su expresión fuera impasible. Aprendió a mantenerse impertérrito ante las adversidades y la máscara de fría indiferencia con la que cubría diariamente su rostro le había ayudado en más de una ocasión.
Cómo ese momento en el que Hermione Granger había cruzado la puerta con los cafés y le había saludado.
Soñaba con ella, cada noche de los últimos siete años, soñaba con sus gritos, con su sangre, con sus lágrimas y su desesperación.
Seguía teniendo las mismas pesadillas, los mismos miedos que le acechaban en la oscuridad, arrastrándose de sus sueños hasta su conciencia, acompañándole en la vigilia.
Pero esta Granger, la que había abierto la puerta… verla fue como un impacto brusco en el plexo solar que le había dejado momentáneamente aturdido y sin respiración.
Wow
Fue la única palabra, si es que siquiera podía considerarse como tal, que se le ocurrió al poner sus ojos en ella después de cinco años.
Granger era ahora una mujer en todos los aspectos. Su cuerpo, Circe Bendita, se había vuelto ligeramente voluptuoso, curvándose en los lugares adecuados. Sus ropas ya no eran tres tallas más grandes y se ceñían a su cintura y a la sinuosidad de sus pechos.
Llevaba el pelo bastante más largo de lo que recordaba y caía sobre sus esbeltos hombros y su espalda en perfectos bucles castaños que enmarcaban su rostro.
Era guapa.
Tenía la piel ligeramente tostada y sin mácula, quizás algunas pecas sobre la pequeña nariz, unos labios húmedos y carnosos y aquellos ojos castaños, límpidos y despiertos que miraban con franqueza absoluta.
Cuando volvió a verla en la boda de Shacklebolt, pese a que no era, ni de lejos, su mejor momento, se había dado cuenta de la chica había cambiado, de que había dejado de ser el patito feo para dar sus primeros pasos como cisne, pero ahora, la mujer en la que Granger se había convertido había hecho que su cuerpo reaccionara de todas las maneras posibles.
Aquello era un imprevisto con el que no había contado.
Manteniendo la máscara de impasibilidad en su lugar, dio un trago a su café y alzó una ceja con cierta sorpresa al darse cuenta de que estaba exactamente cómo le gustaba.
—No sé qué resumen te han dado —dijo arrastrando las palabras con frialdad —pero lo que ha ocurrido es que, por culpa de la negligencia del Ministerio mi padre está muerto y han secuestrado a mi madre.
Ella se removió, incómoda en su sitio y apoyó las manos sobre la mesa, inclinándose levemente hacia él.
—Una aseveración algo tajante.
—Una realidad, Granger. Si el Departamento de Seguridad Mágica hubiera hecho su trabajo no estaríamos aquí.
—¿Qué te hace pensar que no hicieron su trabajo?
Él resopló
—¿Bromeas? —se pasó la mano por el pelo, que llevaba ligeramente despeinado y caía con despreocupado estilo sobre su frente — no tienen ni puñetera idea de lo que está pasando.
Hermione suspiró pesadamente y abrió el dossier revisando los papeles.
—Creen que tanto el asesinato de tu padre… —frunció el ceño y levantó la vista para mirarle directamente a los ojos — yo… lo siento por eso, Malfoy — él apretó los dientes y asintió con rigidez aceptando el pésame — tanto eso como el secuestro y los actos de vandalismo que ha sufrido la casa, han sido obra del grupo radical conocido como la revolución de la sangre o BR.
—Sí sí —replicó él dejando la taza sobre la mesa con brusquedad —ya sé quienes son. Pintadas, pancartas, manifestaciones contra los derechos de sangre… he leído acerca de todo eso. Además sé que ha habido incidentes en casa de Blaise y Theo que ni siquiera se tomaron en cuenta.
—Según dice aquí se revisaron los escenarios y…
—¿Y qué Granger? Yo te diré qué, no hicieron nada. Porque las leyes que se están promulgando van en contra de los derechos de sangre, porque las leyes obsoletas que beneficiaban a los sagrados veintiocho se han derogado y no creo que haya muchos aurores dispuestos a defender a un grupo de antiguos simpatizantes del Señor Tenebroso.
—¿Ni siquiera ahora puedes llamarle por su nombre? —espetó ella, molesta por las palabras del rubio.
—Es un hábito adquirido —respondió Malfoy con un gesto displicente de su mano —antiguos simpatizantes de Voldemort.
—¿Insinúas que si esto le hubiera ocurrido a otras personas el Ministerio habría empleado más recursos? Malfoy, los prejuicios ya no existen y no deberían ser un impedimento para…
—Los dos sabemos que los perjuicios siguen existiendo, Granger. Y no insinúo nada, lo afirmo.
Ella decidió ignorar su aseveración y siguió revisando los papeles.
—Hay pintadas en el exterior y el interior de la mansión, espejos rotos y un par de cuadros dañados.
—¿Eso dice el informe? —dijo con una sonrisa ladeada que no parecía nada divertida — no creo que mi abuelo Abraxas pensara lo mismo mientras ardía su cuadro hasta convertirse en polvo. Dañados es un eufemismo. Hay cinco retratos de mis antepasados reducidos a cenizas, ventanas, espejos y vitrinas rotas en el salón, la sala del te y la sala de pintura. Intentaron incendiar la biblioteca pero al parecer uno de los elfos consiguió extinguir el fuego antes de que hiciera un daño irreparable y, por supuesto, uno de esos revolucionarios decidió cortar el cuello a mi padre y dejarle desangrarse en la alfombra persa del comedor.
Hermione tragó saliva y siguió comprobando la documentación que resumía bastante esquemáticamente, lo que le iba contando Malfoy.
—Esa misma noche se llevaron a tu madre ¿Verdad?
—Sí. Yo no estaba en casa, había salido a un evento con unos amigos y regresé tarde. Cuando volví me extrañó encontrar la puerta abierta. Las protecciones son infranqueables, o eso creía. Hasta ahora entrar en Malfoy Manor era imposible salvo que fueras un miembro de la familia o que tuvieras el permiso específico para entrar.
Hermione cogió la copia de la nota que Harry le había comentado antes y la leyó en silencio.
La flor se marchitará cuando se acabe el tiempo.
se derramará la sangre de la madre, como se derramó la del padre
y será el hijo quien pague por los pecados cometidos.
Un mortífago no deja nunca de ser mortífago.
La maravillosa venganza es dulce.
BR
12,1-1,2-20,7
3,12-1,16-13,37-1,46-19,49-1,52
4,59- 5,60
12,61- 1,62
6,141-1,42-13,161-9,165-12,170,9,177-1,182
—¿Esto es lo que encontraste? —preguntó a Malfoy mostrándole la nota. Él miró por encima y asintió, sus ojos velándose levemente. —¿Qué son esos números?
—No lo sé, tampoco me dio mucho tiempo a mirarlo. Los aurores vinieron al primer aviso y se llevaron todo.
—La flor se marchitará… —murmuró mordiéndose el labio inferior —supongo que habla de tu madre, Narcisa, la flor. ¿Estás seguro que ella ha desaparecido?
Él solo la miró arqueando una ceja.
—Sí, lo sé —replicó con un bufido poco femenino —tengo que descartar todo, incluso lo obvio. Cuéntame todo, desde que saliste esa noche de la casa, desde la última vez que viste a tus padres.
Draco frunció el ceño y se cruzó de brazos, apoyándolos sobre la mesa.
—Salí después de cenar, utilicé la red flú para ir a casa de Blaise, he vuelto a Londres hace apenas una semana y él y Nott quisieron que quedáramos un rato para ponernos al día e ir a un pequeño pub que han abierto en Godric Hollow, La Banshee gritona. Quedamos en casa de Zabini para aparecernos juntos. Cuando llegué me tomé un whisky de fuego mientras esperábamos a Nott que, para no perder la costumbre, llegó tarde. Fuimos al bar y estuvimos allí aproximadamente tres horas, más tarde se unieron Daphne, Astoria y Pansy y fuimos al Hada rebelde en el Callejón Diagon hasta que sobre las tres de la mañana acompañé a Daphne y Astoria a su casa y me aparecí en la mansión. Al entrar pasé por el comedor porque había luz y pensé que mi padre estaría despierto. Le encontré muerto. Llamé al Departamento de aurores por red flú y di el aviso, fui a buscar a mi madre y no la encontré, llamé a Tipsy, una de las elfinas pero no sabía nada. Ninguno de los elfos había visto u oído nada.
—Eso es raro ¿No?
Él negó con la cabeza en desacuerdo
—No tiene por qué. La casa es enorme y los elfos están acostumbrados a acudir únicamente cuando se los necesita. Si no es así, intentan estar lo menos posible por el medio. Además estaban bastante ocupados salvando la biblioteca.
Hermione entrecerró los ojos y se mordió la lengua para no decir lo que pensaba sobre el trato a los elfos domésticos. Después de todo, había aprendido por las malas que no todos ellos querían ser libres.
—Está bien —dejó los papeles sobre la mesa y apoyó las palmas de las manos sobre ellos — Vayamos al grano ¿Por qué has pedido a Kingsley que sea yo quien lleve este caso, Malfoy? Yo no soy auror, lo sabes ¿Verdad?
Él resopló
—Granger, salvaste el culo de Potter y Weasley tantas veces que deberían ponerte un monumento. Todo el mundo en Hogwarts sabía que sin tu cerebro no habrían llegado a ningún lado, ninguno de los dos.
Ella bufó
—Eso no es cierto —entrecerró los ojos y le miró de reojo —Harry es un gran mago, valiente y poderoso.
—Sí sí —él agitó la mano restándole importancia — tiene más huevos que sentido común, tú lo sabes, yo lo sé y seguramente él mismo lo sabe.
—¡Malfoy!
—¡Granger! —puso los ojos en blanco y alzó las cejas con una mueca de indiferencia — y el pelirrojo siempre fue como un paramecio, unicelular y moviéndose por impulsos.
Ella boqueó, completamente horrorizada por las palabras del rubio.
—Ya Granger, respira ¿Quieres? No te vayas a ahogar antes de resolver esto —dejó salir el aire en algo similar a un suspiro y volvió a pasarse la mano por el pelo, desordenándolo — la verdad es que creo que el Ministerio ha hecho un trabajo de mierda con todo esto, Granger. Necesito que alguien se involucre con este caso y tú eres la única con cerebro en este puto sitio.
Hermione estuvo a punto de darle una patada en su aristocrático culo y decirle que no iba a ayudar a alguien que insultaba a sus amigos con semejante descaro. Pero vio el temblor de sus manos y el fugaz dolor que había atravesado sus ojos por un instante. Había algo diferente en ese Malfoy y no solo era su físico. Una vez más recordó la última vez que le había visto en la fiesta y volvió a preguntarse qué le había pasado ¿Superó aquel trauma que tanto le afectaba? ¿Había conseguido salir adelante y dejar atrás el estrés postraumático de la guerra? ¿Realmente lo consiguió? A priori parecía que sí, pero Hermione sentía que algo no estaba del todo bien en él.
Además acababa de perder a su padre y, aunque sabía por la prensa que su relación era tirante y prácticamente inexistente, era su sangre, el único padre que había conocido. Y, aunque se escondía detrás de aquella actitud sarcástica e indiferente, su voz se enronqueció al hablar de la nota que habían dejado los secuestradores.
Era obvio que estaba preocupado por Narcisa Malfoy.
—Mira Granger, decir que nunca hemos sido amigos es claramente un eufemismo porque creo que la primera vez que hablamos sin insultarnos o lanzarnos una maldición fue el la boda del Ministro, pero no lo estamos haciendo demasiado mal ahora — se frotó una ceja con gesto cansado — ¿Cuántos aurores creen que se implicarían en esto? ¿Cuántos van a dar prioridad a la desaparición de una Malfoy o al asesinato de un mortífago? Sabes que la estadística puede rozar, en el mejor de los casos el 1%. Tú eres ese 1%.
Ella tragó saliva debatiéndose entre defender al departamento o aceptar que no eran muchos quienes trabajarían en este caso con buena voluntad. Había pasado poco tiempo y las heridas aún estaban cicatrizando en el mundo mágico.
—Harry lo haría —decidió contestar con una verdad absoluta —él se implicaría al cien por cien en esto, Malfoy.
El frunció el ceño, pensativo.
—Sí, seguramente lo haría, San Potter y todo eso —dejó salir el aire entre los dientes —ambos sabemos que si llevas esto desde tu posición, él será el auror a cargo. Hace tiempo que dejé Inglaterra pero aún sé cómo funciona el Ministerio.
Ella contempló aquellos ojos de mercurio que parecían derretirse con el reflejo de la tenue luz de la sala y se mordió el labio inferior.
No quería hacerlo. Realmente no quería implicarse en algo así ¿Por qué debería? Draco Malfoy se había dedicado a hacerle la vida imposible en el colegio y su familia odiaba a la gente como ella. Contuvo el impulso de llevarse la mano al antebrazo izquierdo, dónde las cicatrices que Bellatrix le había dejado continuaban marcando su piel.
No se merecían que justamente ella les ayudara. Él no se merecía su ayuda.
—¿Y bien, Granger? —preguntó él con la voz ligeramente ronca y expectante —¿Me ayudarás?
Si Malfoy hubiera seguido utilizando aquel tono despótico y sarcástico habría podido decirle que no, pero en cambio le había pedido ayuda ¿Cuántas veces había pedido ayuda aquel hombre en su vida? Algo le decía a Hermione que no demasiadas.
—Está bien —respondió —te ayudaré.
