Hello!
mariapotter2002: Espero que la vuelta no haya sido taaaaan mala! Ánimo con la semana!
Wendy: Gracias! Espero que te siga gustando.
Besos y abrazos
AJ
Muros
Cuando salieron de la chimenea de la entrada, que era la única conectada a la red flú, un elfo, elegantemente ataviado, se presentó con un audible plop.
—Bienvenidos a la Mansión Zabini —hizo una reverencia a Draco casi tocando el suelo con su enorme y puntiaguda nariz —señor Malfoy —realizó otra reverencia dirigiéndose a Hermione —Señorita Granger. Acompáñenme si son tan amables.
El rubio la miró de reojo arqueando una perfecta ceja y, con un gesto burlón de la mano le cedió el paso para que comenzara a andar delante de él.
—Vaya, que sorpresa, hoy parece que sí tienes modales, ayer pensé que solo funcionaban con las mujeres sangre pura de las que sueles rodearte.
—¿Cómo dices? —preguntó, ofendido por las palabras de aquella mujer.
Él siempre hacía gala de exquisitos modales. Su madre se había ocupado personalmente de su educación y nunca, jamás, una mujer, pura o impura, le había criticado por sus formas o su porte.
—Ayer te apareciste dejándome sola en mitad de un desierto callejón. Ni siquiera Ronald ha sido nunca tan desconsiderado y déjame decirte que tiende a pensar en mi como en un ser asexuado al que rara vez toma en cuenta como sujeto femenino.
—No me compares con Weasley —masculló sintiéndose ultrajado —pensé que habíais sido pareja.
—Hace una vida de eso —replicó ella restándole importancia.
En un impulso del que se arrepentiría más tarde, Draco la sujetó de la muñeca y la obligó a detenerse y girarse hacia él para enfrentarle. El chispazo que surgió ante el contacto los sorprendió a los dos.
—En mi defensa diré —dijo soltándola tan rápido como ella se dio la vuelta —que pensé que nos estábamos apareciendo a la vez, no me di cuenta de que no lo estabas haciendo —frunció el ceño —no te habría dejado sola en el callejón conscientemente —y eso era todo lo que pensaba decir.
—¿Incluso siendo yo? —respondió con una falsa sonrisa, resistiendo el impulso de tocarse la muñeca en el punto exacto en el que él la había sujetado.
—Incluso siendo tú, Granger —ella arqueó una elegante ceja castaña y asintió, dando por zanjado el tema. Volvió a caminar aunque escuchó la voz de Malfoy a su espalda —y hace años sí podría haberte confundido con un ser asexuado, sobre todo en Hogwarts, pero puedo asegurarte que eso no es verdad ahora.
Hermione agradeció estar de espaldas cuando sintió el furioso sonrojo de sus mejillas ante el velado halago. Debía estar muy necesitada de atención si aquellas estúpidas palabras hacían que se agitara algo en la boca de su estómago. Igual debería tomar en serio el consejo de Harry y tener algo de vida privada, alguna cita o una velada casual. Era una lástima que su falta de promiscuidad le impidiera echar una cana al aire de cuando en cuando.
—Vaya vaya ¿A qué debo este honor? —Escucharon la profunda voz de Blaise Zabini en el momento en que cruzaron la puerta del enorme despacho.
—¡Hola Blaise! —Hermione cruzó la habitación y abrazó al moreno quien, pese a la sorpresa, le devolvió el abrazo con absoluto deleite —sígueme el rollo —susurró ella en su oído tan bajito que únicamente él la escuchó —es un placer verte, querido.
Se separó de él guiñándole un ojo y se quedó a su costado mientras Malfoy se acercaba a ellos y extendía la mano para estrechar la de su amigo.
Con soltura, Blaise puso el brazo alrededor de la cintura de la castaña y la sujetó contra sí, pegándola tanto como pudo.
—Lástima que no parece una visita de placer —la miró de reojo — veo que llegas directa del Ministerio. Elegante, sofisticada —acercó su rostro hasta su cuello para murmurar cerca de su oreja en voz lo suficientemente alta —hermosa, por supuesto, pero demasiado recatada. Aunque, déjame decirte, cara, que tanto pudor y recato tienen bastante morbo.
Hermione se sonrojó pero no se apartó de él, de hecho rodeó la cintura del hombre con su propio brazo y sonrió.
—¿En serio? —Draco dio un empujón a su amigo en el hombro y sacudió la cabeza — es la primera vez que vosotros dos estáis tan cerca el uno del otro. Granger, lo siento, no ha colado.
Ella resopló y se alejó de Zabini entrecerrando los ojos.
—¿Qué nos ha delatado? —preguntó acercándose al rubio hasta que estuvo cara a cara con él.
—Tus mejillas —dijo pasando un dedo por el pómulo derecho de la chica que se sonrojó aún más furiosamente —tu postura, rígida e incómoda —miró a Blaise y sonrió —y las ganas con las que te ha agarrado este capullo —se metió las manos en los bolsillos — creo que has pensado que ya que te daban permiso ibas a ir a por todas.
Blaise soltó una alegre carcajada
—Está bien, perdóname Hermione, pero tiene razón, creo que me puse algo nervioso.
—¿Nervioso tú? —preguntó ella con una inevitable sonrisa —creo que no te he visto nervioso jamás.
Blaise levantó sus manos con las palmas hacia arriba y las mostró.
—No miento, mira, estoy sudando. No todos los días una hermosa mujer se me echa en los brazos tan alegremente.
—¿Ah no? —dijo ella arqueando una ceja
—Al menos no hoy y desde luego nunca tan guapa.
—Eres terrible Blaise —se acercó a él dándole un casto beso en la mejilla — me alegro de verte.
—Lo mismo digo —miró a su amigo —a ti te tengo muy visto últimamente, no me alegra tanto verte.
—Ya somos dos —replicó Draco cogiendo una copa y sirviéndose un whisky de fuego.
—Claro, sírvete amigo, estás en tu casa —murmuró con ironía.
Draco solo sonrió y se sentó en uno de los sillones frente a la chimenea de mármol negro que presidía el despacho.
—Quieres tomar algo, Hermione? —preguntó el moreno sirviéndose también una copa.
—Té si es posible.
—Por supuesto ¡Getsy! —una elfina se presentó ante él —un poco de té y pastas para la señorita, por favor.
—En seguida.
Se sentaron cerca de Malfoy y unos segundos después un servicio de té con unas pequeñas pastas apareció en la mesita cerca de dónde se encontraba Hermione.
—Me temo que tienes razón, esto es una visita oficial. Necesitamos hablar contigo por el caso de RB.
—¿Hay un caso? —preguntó con interés.
Hermione se dio cuenta, que, a diferencia de Malfoy, seguramente porque las circunstancias de Blaise habían sido mucho menos dramáticas, él no estaba enfadado, rabioso o molesto. Simplemente daba por hecho que, por ser quienes eran, nadie iba a molestarse en abrir una investigación por ellos.
Eso le hizo sentir una punzada de desagrado en el estómago porque ella no había luchado en una guerra para que los prejuicios cambiaran de un bando a otro, ella había luchado y sus amigos habían muerto por convertir el mundo en un lugar mejor, no solo para los hijos de muggles o los mestizos si no para todos.
—Ahora sí —replicó ella.
—El puto Ministerio no tenía caso —intercedió Malfoy dejando la copa sobre la mesa al lado de la pequeña taza de té de Hermione —de hecho, les importaba tan poco que ni siquiera la prensa ha hablado del asesinato de mi padre y de la desaparición de mi madre.
—¿Cómo dices? —Blaise se petrificó y, lentamente, dejó también su copa a un lado —¿Narcisa ha desaparecido? —preguntó completamente anonadado —¿Por qué mierdas no nos lo has contado, Draco?
Él se pasó la mano por el pelo, el único gesto que denotó su turbación interior ya que su rostro permanecía frío y distante.
—El otro día, después de nuestra reunión de serpientes, volví a casa y encontré el cadaver de mi padre y ni rastro de mi madre. Llamé a los aurores y al día siguiente fui a hablar con el Ministro y exigí que Granger investigara todo esto.
—¿Y te escucharon?
—Puede que el apellido Malfoy no valga una mierda desde hace unos años, pero mi trabajo para el Departamento de Misterios es valioso para Kingsley y él lo sabe —hizo una mueca — es posible que ya no tengamos el mismo poder de antes, pero no soy un cero a la izquierda, no tanto como le gustaría al mundo.
—Eso está bien —Blaise volvió a tomar su bebida y dio un pequeños sorbo con la mirada perdida en las sinuosas llamas que lamían el interior marmoleado de la chimenea — también es bueno que pidieras por Hermione —dijo en voz baja —no sabía que eras investigadora.
—No lo soy. Ni siquiera soy auror aunque sí pertenezco desde no hace mucho al Departamento de Seguridad Mágica —se encogió de hombros —al parecer aunque el apellido Malfoy no valga un knut, sabe como salirse con la suya.
—Es un Slytherine —respondió Blaise con una sonrisa vacía.
—Blaise, sé que la negligencia con la que han llevado todo esto no ha sido justa…
—Hermione —clavó sus oscuros ojos en los de ella y sacudió la cabeza con cansancio —créeme cuando te digo que no esperábamos, ninguno de nosotros, que nadie se tomara la molestia de investigar nada de esto. Estamos acostumbrados, supongo.
—¡Pero es que no se trata de acostumbrarse! —replicó en un arrebato —es posible que yo haya luchado durante meses para abolir las estúpidas leyes que beneficiaban a los sangre pura, pero nunca ¡Nunca! lo hice con la intención de que las tornas se girasen. En todo momento he buscado la igualdad ¿De que sirve haber pasado por una guerra si ahora volvemos a los prejuicios, al odio y a la venganza? No habríamos hecho un mundo mejor, seguiríamos cometiendo los mismos errores una y otra vez. Los culpables fueron juzgados.
—Sí, gracias por esa defensa, Granger —dijo Malfoy que la miraba con algo similar a la admiración —ciertamente que precisamente tú pienses así es… esperanzador, supongo. Pero lamento decirte que es una minoría quien no cree que deberíamos estar pudriéndonos en Azkaban. Yo sobre todo —añadió tocándose el antebrazo marcado de forma inconsciente.
—Bien, pues entonces es labor del Ministerio enviar el mensaje correcto y hacerles ver que se equivocan.
—He aquí a la próxima Ministra ¿Sabe Shacklebolt que en cuanto se descuide vas a quitarle el puesto? —dijo Zabini.
Hermione se volvió a sonrojar y cogió la taza para dar un sorbo al té y esconder el rostro.
—He hablado con Theo esta mañana —intervino Draco cruzándose de piernas de forma masculina pero elegante —le pedí que me contara todo lo que había pasado en su casa y si había recibido alguna carta o amenaza, si había ocurrido algo fuera de lo común que pudiéramos tener en cuenta en la investigación.
—¿Pudiéramos? —Blaise sonrió, en aquella ocasión la sonrisa sí llegó a sus ojos —¿Estás dentro?
—Ese fue el trato.
—Qué grande —soltó una carcajada y se palmeó el muslo con evidente alegría —Tengo algunas cartas con amenazas —dijo señalando su escritorio —os las daré.
—¿Has recibido amenazas? —preguntó Hermione poniéndose repentinamente alerta —¿Por qué no lo has notificado?
Él la miró con intensidad.
—Vale, no creías que fueran a hacerte caso.
—Efectivamente. Pero creo que ahora puede que sirvan para algo. Primero llegaron las cartas, no a diario, pero sí una vez por semana. Son… elocuentes e imaginativas. Me consta que Pansy y Daphne también han recibido.
—Y Theo —añadió Draco
—¿Por qué no me lo has dicho, Malfoy? —preguntó una furibunda Hermione.
—Te dije, si no me equivoco, que hablaríamos de todo después de venir a ver a Blaise y que pondríamos todo en común. Tú, Granger, estuviste de acuerdo.
Ella maldijo en voz baja pero no respondió.
—Después de las cartas —continuó Blaise —tuve un pequeño altercado en el Callejón Diagon con Finch-Fletchey
—¿Justin? —preguntó Hermione dándole una rápida mirada a Malfoy
—Hufflepuff —respondió el moreno —bajito, un poco torpe. Recuerdo que en segundo año tenía miedo de que Potter fuera el heredero de Slytherin.
—Sí, sé quien es. Le anoté en la lista de posibles miembros del RB pero esperaba que no lo fuera.
Blaise se encogió elegantemente de hombros.
—Desconozco si lo es pero ciertamente nos odia a todos nosotros. Slytherin quiero decir. Me lanzó un hechizo que Theo repelió porque yo estaba de espaldas. Después me escupió. Su amigo Macmillan se lo llevó de allí a rastras.
— Macmillan es un sangre pura, pero igual deberías ponerle en la lista.
—Lo haré —dijo Hermione
—Después de eso allanaron mi casa en dos ocasiones. En la primera dejaron unas pintadas en la fachada, solo accedieron a los jardines. La segunda vez fueron más allá y entraron en la casa. Daños y destrozos por valor de unos cuatrocientos galeones. Cuando ocurrió yo estaba en mi villa italiana.
—Tu casa fue la segunda ¿Verdad? —preguntó Hermione.
—Sí, primero entraron en casa de Theo, después en mis jardines y más tarde en casa de Pansy. Al parecer volvieron a entrar aquí y después en casa de las Greengrass.
—Sí —dijo ella —tengo los mismos datos —también en el apartamento de Flint, en casa de los padres de Millicent Bulstrode y en casa de Gregory Goyle.
—Goyle ni siquiera vive en Londres, no ha vuelto por aquí en los últimos cuatro años.
—Sí, lo último que encontré de él fue que vivía en Nueva York.
—Le vi hace un año y medio —intervino Malfoy que tenía la mirada perdida en algún punto por encima del hombro de su amigo —él está… aún no ha terminado de curarse —frunció el ceño y dejó la copa de whisky vacía —se internó él mismo en un centro de Nueva York que trata con problemas psicológicos.
Hermione abrió los ojos con sorpresa.
—¿Vive en un psiquiátrico?
—¿Qué es eso? —preguntó Malfoy, confundido.
—Entre los muggles hay centros que tratan los problemas mentales, se llaman así.
—Lo desconocía —dijo él aún perdido en sus recuerdos —forma parte del Hospital Trinity´s de Nueva York, el equivalente a la Sala Janus Thickey de San Mungo.
—¿Y cómo lo lleva? —preguntó Blaise —no sabía que se internó a sí mismo.
—Parece que está mejor, pero de momento piensa que necesita estar ahí dentro, que es mejor para todos, para él.
Hermione se quedó en silencio.
Tantas vidas destrozadas. Tantos jóvenes que habían perdido todo antes siquiera de empezar a vivir. Pensó en Tonks, una madre que ni siquiera había podido empezar a disfrutar de su matrimonio y su maternidad, pensó en Fred, en sus sonrisas y sus bromas, en Colin Creevey y en su amiga Griselda Evanson, en los Gryfindor de quinto curso Braxton Miller y Lesia Perce, en los dos Slytherin de sexto curso Clarence Bramson y Barbra Haggard… pensó en los caídos sí, pero también pensó en los supervivientes que, como ella, habían tenido que salir adelante con su vida rota en un millón de pedazos.
Nunca se había parado a pensar en aquellos que habían estado en la línea, los que no se habían decantado por ningún bando, los que habían vivido al margen, criados con valores indebidos u obligados a luchar en la facción equivocada ¿Habían tenido Malfoy o Goyle alguna elección? ¿Habrían podido decir que no?
Miró a Malfoy que seguía con la mirada perdida y recordó la noche, cinco años atrás en la que corrió tras él fuera de la carpa en la que se celebraba el baile.
Todos habían salido de allí con cicatrices.
—Señor —el elfo que les había recibido antes apareció delante de Blaise —tiene visita, las señoritas Greengrass están aquí.
—Si nos das las cartas —dijo Hermione poniéndose en pie —nos iremos —miró a Malfoy que no se había levantado y pensó que tal vez era de mala educación hablar por él —a menos que quieras quedarte, claro. Podemos ver esto más tarde o mañana.
Pensó que, al fin y al cabo eran sus amigas ¿No? Incluso Corazón de Bruja hablaba de un romance entre él y Astoria.
Blaise abrió el primer cajón del escritorio y le dio un puñado de cartas.
—Gracias ¿Podría aparecerme desde aquí? — preguntó guardándolas en su bolso
—Sin problemas
Ella le sonrió y se giró nuevamente hacia Malfoy.
—Iré a mi casa —dijo ¿Por qué sentía de pronto que tenía que salir de allí antes de que las Greengrass entraran? —puedes contactarme por la red flú, si no… bueno, mañana estaré en el Ministerio.
Él únicamente asintió sin mirarla.
Hermione se sintió decepcionada, realmente había esperado que se fuera con ella.
¿Acaso estaba volviéndose idiota? Sacudiéndose mentalmente sacó su varita y sonrió a Blaise.
—Hasta pronto.
—Adiós, Hermione —cuando la chica se fue se acercó a su amigo —¿De verdad quieres que haga pasar a Daphne y a Tori?
Aquello pareció sacar a Draco del trance en el que estaba sumido y miró a Zabini con una mueca de desagrado.
—Sabes que no
El otro sólo asintió.
—Estaremos en contacto —dijo Draco antes de aparecerse.
Cuando llegó a su casa se dirigió directamente a su habitación y golpeó la pared tres veces con el puño hasta que sangró.
Ni siquiera sabía cómo había logrado llegar sin sufrir una despartición. Se miró las manos que temblaban descontroladamente y lanzó un Muffliato antes de tirar la varita al otro lado del dormitorio.
Se apoyó en la puerta y se dejó resbalar hasta terminar sentado en el suelo con la cabeza hundida entre sus piernas.
No podía respirar.
Los gritos… sus condenados gritos de nuevo. La sangre, el olor a muerte, a putrefacción, el eco de la estancia mientras ella gritaba y gritaba y gritaba.
—Basta —susurró tapándose los oídos
Tenía que respirar. Tenía que controlarse.
Sabía hacerlo, llevaba años practicando y evitando ataques de pánico como ese, solamente tenía que respirar, una y otra vez.
—No es real —dijo inspirando profundamente — no es real —repitió con los ojos cerrados sin apartar las manos de las orejas.
Sabía que pensar en Goyle había sido el detonante. Odiaba recordar aquel día, la muerte de Crabbe y la forma en la que había intentado asesinar a Granger.
Merlín. No había podido evitar empujarle.
No quería verla muerta, mucho menos después de que su tía casi la matara en su propia casa, así que cuando vio a su estúpido amigo lanzar una maldición asesina contra ella había actuado sin pensar.
Muy pocas veces Draco se había sentido culpable por algo hasta que le obligaron a tomar la Marca y su vida se fue a la mierda lentamente.
Sintió un poco de cupabilidad cuando Katie Bell estuvo al borde de la muerte, se sintió terriblemente mal con el asesinato de Dumbledore, quiso huir cuando Voldemort mató a la profesora Burbage en la mesa en la que él había celebrado todas y cada una de sus navidades desde que era un bebé, pero el día en que su tía torturó a Granger todo se derrumbó sobre él como un castillo de naipes que había recibido el último soplido que destrozó todo.
Nunca se había perdonado no hacer nada, no ayudarla de algún modo. Incluso, en su locura, estuvo meses imaginando las formas en las que podría haber hecho algo para sacarla de allí.
Sabía, en el fondo sabía que en el momento en el que hubiera movido un solo dedo habrían terminado con la vida de los dos, pero cuando las pesadillas le acechaban dormido o despierto simplemente deseaba haber muerto haciendo algo porque, vivir con la culpa machacándole día tras día no era la mejor forma de continuar adelante.
Había tardado años en aprender a bloquear los gritos, en conseguir dormir más de una hora, en llevar una vida normal, al menos en apariencia porque no había nada normal en su maldita vida.
Se fue a Francia para crecer en sus conocimientos alquímicos ya que había descubierto que Nicolas Flamel y su esposa Perenelle habían vivido en Eguisheim antes de mudarse a Devon. Supo de la pequeña casa del alquimista gracias a Artemisia Tuft, la nieta de Ignatius Tuft, antiguo Ministro de Magia, que había encontrado entre los papeles de su padre las escrituras de la casa Flamel. Artemisia le había dado las escrituras a cambio de ciertos artefactos que Lucius guardaba en el sótano de la Mansión y Draco se mudó al pequeño pueblo medieval para vivir alejado de la sociedad y dedicarse a estudiar todos los libros y documentos que Flamel había dejado allí que eran muchos más de los que esperó en un primer momento.
Y aquello le había salvado.
El tiempo en soledad, los días aislado, estudiando los viejos manuscritos, los paseos por el campo, el aire puro, el silencio.
Necesitó mucho tiempo para comenzar a sanar, aunque sabía que no se había perdonado ni había curado las heridas que permanecían abiertas aunque hubieran dejado de sangrar.
Ir a Paris fue una forma de probarse a sí mismo, regresar a la sociedad, ver a antiguos amigos, tener alguna cita para comprobar si era capaz de ser un hombre completo.
Volver a Inglaterra había sido la prueba de fuego y ver a Granger el último paso para descubrir si los fantasmas se irían o se quedarían para siempre.
No se habían ido.
Se levantó y se fue desnudando de camino a la ducha sin prestar atención a lo que hacía. La pérdida de su madre no ayudaba porque, aunque quisiera aparentar que nada le importaba, lo cierto era que estaba aterrorizado de que le hubiera ocurrido algo.
El nudo de angustia que se había ligado en la boca de su estómago el día de la desaparición era cada vez más prieto y a veces sentía que no podía respirar de la congoja.
La muerte de su padre no le había afectado en absoluto. Quizás en otros tiempos, en otra vida, le habría dolido la pérdida, pero su vida se había visto abocada al mismísimo infierno por culpa de ese hombre, un hombre que le había criado bajo el yugo del miedo, del maltrato y los prejuicios, un hombre que había estado a punto de hacer que él y su madre acabaran muertos.
No, el mundo no había perdido nada con la muerte de Lucius Malfoy.
Pero su madre… ¿Se merecía ella algo así?
No era la madre más amorosa o cariñosa y, aunque también ella le había educado bajo el influjo de la supremacía de la sangre, en un ambiente elitista lleno de prejuicios absurdos, había sido bajo el peso de siglos de enseñanzas arcaicas que les habían convertido en una sociedad rancia y conservadora que, cómo bien había señalado Granger en alguna de las ponencias públicas que Draco había leído en la prensa internacional, había desembocado en una endogamia terrible provocada por el incesto masivo de los sangre pura quienes, en su afán de mantenerse Toujours Pur, siempre puros como el lema de los Black, habían entrelazado líneas de sangre una y otra vez hasta que la pureza había dado lugar a enfermedad, a squib, a magos mediocres incapaces de ser decentes con una varita.
Pero Narcisa era el fruto de una crianza conservadora en una familia de puristas que la habían criado para ser quien era. Como Draco, había tomado el camino fácil, el conocido, el que estaba destinado a seguir ¿Eso les hacía malvados?. Eran pocos los que se atrevían a dar el paso, como habían hecho los Black, Andrómeda, Sirius y Regulus, pero cada día había más dispuestos a romper con todo y empezar de nuevo.
Blaise, Theo, Pansy, incluso Goyle.
Si bien era cierto que durante la guerra no habían apoyado a Potter, poco a poco se habían desligado de las creencias de sus familias, avanzando, de forma tímida pero constante, hacia una nueva realidad en la que la igualdad empezaba a ser lo único posible.
Se metió bajo el chorro de la ducha y suspiró sintiendo como los gritos iban desapareciendo poco a poco, como el recuerdo de Granger se iba apagando.
Necesitaba reconstruir los muros de su mente de nuevo, lo hizo, ladrillo a ladrillo, con respiraciones profundas mientras el agua caliente lamía su piel, enrojeciéndola.
Era un experto oclumante, pero cuando la pared tras la que bloqueaba todo se derrumbaba, debía empezar de nuevo, piedra a piedra, respirando, manteniendo todos los recuerdos y sentimientos ocultos, emparedándolos detrás de capas de ladrillos, protegiéndose de todo y de todos.
Podía hacerlo. Había aprendido a hacerlo mucho tiempo atrás.
Siguió, sintiéndose más fuerte con cada envoltura, sintiéndose más dueño de sí mismo hasta que pudo respirar de nuevo con normalidad.
—Está bien —se dijo con un murmullo ronco —todo está bien.
Pero en el fondo sabía que no era cierto y se preguntó, aterrado, cuándo volvería a perder el control de sí mismo de nuevo.
