Hola!
Va sin revisar... si lo leo de nuevo seguro que me vuelvo loca, sorry si hay algún dedazo.
Hanya Jiwaku: Espero que siga gustándote el resto!
mariapotter2002: Eres de las mías, en libros, pelis y series jajajaja nah, por eso me caes bien xDD A mi también me gusta leer Slowburn... pero escribirlo se me da peor jajajajaja me empociono rápido, aunque repito... un puede tener un calentón sobre todo a ciertas edades, lo que no significa que se enamore, eso también cuenta no?
Besos y abrazos
AJ
Perdiendo el control
El mismo día de la fiesta Hermione mandó vía lechuza una nota a Malfoy para decirle que iba a cambiarse en Grinmauld Place y que lo mejor sería que fuera desde allí con Harry y Ginny. Sabía que si querían hacer el papel de una recién formalizada pareja, no debían llegar por separado, pero encontrarse en la fiesta podía ser un buen movimiento si lo planeaban de antemano.
Después de dos horas en casa de sus amigos, había decidido que simular durante tanto tiempo era un infierno.
Ginny también creía que su incipiente relación con Draco Malfoy era real, Harry y ella sabían que cuando se enterara de la verdad iban a estar en serios problemas, pero tras sopesar los pros y los contras, habían decidido seguir adelante ocultando a todos la realidad.
Incluído Ron.
No tuvieron en cuenta al pelirrojo y fue un error subestimarle porque una hora antes del baile del Ministerio se presentó en Grinmauld Place haciendo gala del nombre de su casa en Hogwarts.
Parecía un león enjaulado.
Su enorme cuerpo se paseaba de lado a lado del salón, sin decir nada, pasándose las manos por los pelirrojos cabellos, despeinándose cada vez más. De vez en cuando paraba en seco, la miraba con los ojos entrecerrados y las mandíbulas apretadas y volvía a caminar murmurando en voz baja.
Había llegado llamándola a voces y le había exigido que se sentara en el sillón porque tenía mucho que escuchar.
No había vuelto a decir una palabra.
Hermione miró el reloj y suspiró.
—Ron, tengo que irme
Él paró de nuevo y la fulminó con la mirada.
—Con él. Tienes que irte con él.
Ella arqueó una ceja y ladeó la cabeza, contando hasta diez. Aquella faceta de hermano mayor que solía adoptar con ella la sacaba de quicio muchas veces.
—Sí Ronald, voy a ir a la fiesta con Draco Malfoy
El pelirrojo se estremeció dramáticamente.
—Pero ¿Por qué? —volvió a pasarse las manos por el cabello en un gesto de absoluta frustración —¡Es Malfoy!
—Lo sé
La contemplaba con la boca entreabierta y los ojos tan redondos que parecía que se saldrían de sus cuencas oculares. Boqueó y sacudió la cabeza con incredulidad.
—Es culpa mía —suspiró dejándose caer en un sillón con un gesto de derrota.
Hermione frunció el ceño incapaz de seguir el hilo de sus pensamientos.
—¿Por qué iba a ser culpa tuya?
—No he estado ahí tanto como debería —negó con la cabeza — estoy demasiado despistado con Lavender y no te he hecho el suficiente caso.
La castaña no sabía si reír o enfadarse ante aquella absurda aseveración.
—Ron… mi relación con Draco —que Merlín la perdonara —no tiene nada que ver contigo. Me he enamorado de él porque ha cambiado —iba a ir al mismísimo infierno de los amigos —ya no es el Malfoy que recuerdas.
—No vuelvas a decir eso, por Godric —se estremeció y la miró como si hubiera olido una bomba fétida.
—No lo haré —Supuso que se refería a lo de que se había enamorado. Ella tampoco quería volver a repetir aquella vil mentira de nuevo.
—¿Por qué me lo has contado por lechuza?
—¿En serio lo preguntas?
Él resopló y se hundió en el sillón aún más.
—¿Es que no hay nadie más que se interese por ti? A ver, quiero decir, eres una mujer.
Hermione se cruzó de brazos y volvió a arquear una perfectamente perfilada ceja castaña, sabiendo que aquel idiota iba a empezar a meterse en arenas movedizas.
—Sí, lo soy.
—Y no eres fea
—Vaya Ronald ¿Gracias?
—No a ver, quiero decir, estás muy bien — la miró de arriba abajo con apreciación masculina —vaya, con ese vestido estás genial. Seguro que hay más hombres interesados en ti ¿Verdad?Alguno que no sea una serpiente sibilina y traicionera ¿Qué pasó con Krum?
—¿Sabes Ron? —le dijo con un poco de veneno intentando calmar su mala leche—tú no estás mal, a ver, eres demasiado grande y algo torpe y la locuacidad no es tu mayor virtud pero… —encogió un hombro con una mueca en los labios —¿Tenía que ser Lav-Lav? ¿De verdad no había otra menos… intensa? No sé ¿Qué pasó con Gabrielle? ¿Y con Padma? ¿No tuviste el año pasado una cita con Katie?
Ron se fue poniendo cada vez más rojo hasta que se levantó de golpe.
—Vale, está bien, ya lo pillo. Haz lo que quieras —se giró a mirarla con cara de malas pulgas —pero si luego te hace daño no vengas a llorarme a mi ¿Queda claro?
—Cristalino
Se miraron por unos buenos dos minutos hasta que Ron dejó escapar el aire en un hondo suspiro, se acercó y le dio un beso en la mejilla.
—Estás preciosa, Hermione —sonrió debilmente.
—Gracias Ron —le devolvió la sonrisa
Cuando el pelirrojo se fue Harry se asomó por la puerta mirando alrededor
—¿Vía libre?
—Cobarde
Él entró sonriendo tirando de la mano de Ginny
—Hay batallas que no tengo ganas de luchar, sobre todo con un Weasley mosqueado
Su novia le dio un codazo y Harry se frotó el costado con una mueca. Ginny no era lo que se dice una delicada florecilla.
—Está bien chicas —les ofreció los brazos a ambas —listo para llegar con lo mejor de la fiesta del brazo.
Los tres reían cuando se aparecieron juntos.
—Estás guapísima —Ginny le dio un apretón en la mano —no sé si esta historia con… con Malfoy saldrá bien o no. Está como un queso, pero ya sabes… siempre fue un idiota y antes de dar mi opinión tengo que verlo con mis propios ojos.
Hermione solo sonrió, sabiendo que su amiga estaba feliz por ella, lo que hacía que se sintiera aún más rastrera por mentirle de aquella indigna forma.
Se lo había contado antes de ir a comprar los vestidos a Parsini y estaba fingiendo desde entonces, repitiendo las mentiras que Draco y ella se habían aprendido para la ocasión.
—¿Entras con nosotros? —preguntó Harry señalando la enorme puerta de madera tallada que le recordaba a la del Gran Comedor.
—No —tragó saliva y se cuadró de hombros —Draco debe estar por llegar — dijo con suavidad tratando de sonar como una tonta enamorada —me gustaría mucho entrar con él, parece algo tan… romántico —iba a vomitar en cualquier momento con tanta cursilería.
Se escuchó a sus espaldas el sonido de la aparición. Vio a Ginny guiñándole un ojo y a Harry asentir en dirección al recién llegado por lo que supo que era él antes de escuchar su voz grave casi acariciando su oído.
—Buenas noches, Hermione
Sintió el calor de su aliento acariciando su cuello un segundo antes de que sus labios húmedos y fríos dejaran un beso en su clavícula. Cerró los ojos y jadeó por la sorpresa cuando sintió erizarse el vello de su cuerpo.
Tembló.
Maldito fuera. Podría no estar interesada en él pero su cuerpo tenía otras ideas sobre la idoneidad de Malfoy para otros menesteres.
—Hola Draco —susurró casi sin aliento.
Por la risita de Ginny y el carraspeo de varios invitados más, supo que serían el cotilleo de la noche.
—¿Lista?
Cuando los demás entraron y se quedaron solos, Draco se separó de ella y le ofreció el brazo.
—Sí, vamos allá.
Él solo le regaló una sonrisa ladeada y se irguió, dejando que todos los años de educación elitista y aristocrática tomaran el control de su cuerpo.
Cuando cruzaron aquellas enormes puertas Hermione se sintió aún más nerviosa de lo que se había sentido en cuarto curso al llegar al baile de Navidad con Viktor.
La estancia no era tan mágica y lujosa como aquella, pero cientos de velas flotaban a su alrededor y las columnas estaban decoradas con guirnaldas de acebo. Grandes ventanales dejaban ver el cielo estrellado y las terrazas y terrenos que se extendían más allá de la mansión.
—Este lugar ha dejado de ser oscuro y tétrico y ahora es casi… brillante —dijo Malfoy en un murmullo ronco.
—¿Lo conoces?
—Solía ser la casa de Crabbe. Todos sus activos fueron requisados por el Ministerio tras la guerra, al parecer esta casa es ahora utilizada para actos de este tipo.
Siguieron caminando mientras Hermione sonreía y saludaba a sus compañeros y amigos.
—Todos los antepasados de los Crabbe estarán retorciéndose en sus tumbas —añadió con lo que parecía cierta ironía.
Hermione no dijo nada, en el fondo no podía olvidar que Vicent Crabbe había sido amigo de Malfoy y aún recordaba el rostro del rubio el día de la Batalla de Hogwarts cuando él y Goyle se dieron cuenta de lo que realmente había ocurrido. Supuso que no debían ser fáciles para él ciertos recuerdos.
Siguió mirando alrededor. Vio a Harry y a Ginny hablar con Kingsley y su esposa, a un grupo de aurores que conocía repartirse copas y canapés mientras reían y a la cucaracha de Skeeter junto a Parvati Patil en un rincón, acompañadas de varios cámaras dispuestos a no perderse detalle de la noche.
Sabía que iban a ser el centro de atención porque desde que habían dejado caer el rumor, éste había rodado como una bolita de nieve que acaba convertida en un enorme alud.
No tenía ninguna duda de que al día siguiente estarían en primera página en El Profeta.
Miró a Malfoy de reojo, pensando en cómo habría capeado aquello con Astoria Greengrass. Nunca habían hablado de ella y él no se comportara como si tuviera pareja pero ¿Acaso sabía realmente cómo era en la intimidad?
Ante la mención mental de la palabra intimidad, su cuello hormigueó con el recuerdo de aquel beso húmedo y quiso abofetearse allí mismo por dejar que esos pensamientos calenturientos tomaran el control de su siempre lógico y racional cerebro.
Draco se soltó de su agarre con delicadeza y pasó el brazo por su cintura, apretándola contra sí y bajando la cabeza para susurrarle, cómo lo haría un amante.
Cualquiera que les viera pensaría que estaban compartiendo algo privado por lo que Hermione mantuvo la tímida sonrisa con la que había accedido al salón.
—Estás tensa como una tabla, Granger, relájate, supuestamente el contacto es algo normal entre nosotros. Van a pensar que no te gusta que te toque.
No pudo evitar sonrojarse al imaginar cómo podrían ser esos contactos y Draco rió ligeramente apoyando los labios en su sien en un gesto que podría interpretarse de cariño.
—Mira cariño —dijo en voz alta —allí está Theodore.
Se acercaron a él, que en ese momento estaba junto al Jefe de Registros Mágicos y Anotaciones Estrambóticas del Ministerio.
—Hola Nott —ambos se inclinaron en reconocimiento
—Malfoy —se giró hacia la castaña mirándola con un obvio y descarado interés que no pasó inadvertido para Draco —Hermione.
—Hola Theo —ella le sonrió amistosamente y el rubio la atrajo hacia su cuerpo con cierta posesividad.
—Señorita Granger —Spooner se agachó ligeramente en un cordial saludo —un placer verla, querida.
—Buenas noches —respondió ella sin separarse de Draco.
Nott le miró mientras Hermione y Anatoli Spooner hablaban sobre un artefacto muggle y él torció sus labios en una sonrisa maliciosa.
Vaya vaya, así que Theo era capaz de demostrar desdén y enfado sin molestarse en esconderlo tras su sempiterna máscara de frialdad.
Alzó una rubia ceja y miro alrededor, en un claro aviso de que más le valía mantener las formas en público.
Aquello pareció ser suficiente para Theo que dejó de observarle y se unió a la conversación de Spooner y Granger.
Draco contempló la coronilla de pelo castaño que prácticamente se apoyaba en su pecho y agradeció su habilidad para mantener el control de sí mismo.
Por suerte, al igual que Nott, había aprendido hacía tiempo a conservar su rostro impasible incluso en los peores y más duros momentos.
Agradeció a Merlín haber sido capaz de dominarse, porque Granger estaba poniendo a prueba su control aquella noche.
Había aparecido enfundada en un elegante vestido de seda de color burdeos, que se deslizaba por la hermosa silueta de su cuerpo acariciando sus voluptuosas curvas con la misma sensual cadencia en que lo harían las manos de un amante.
Llevaba el pelo sujeto en lo que parecía una coleta suelta que caía por su hombro izquierdo y dejaba al descubierto toda su espalda hasta el punto exacto en el que ésta perdía su casto nombre.
Esa espalda sobre la que él tenía su mano, sintiendo bajo la palma aquella piel tersa que se calentaba bajo su contacto, esa piel que se había erizado en el momento en que besó su hombro al llegar a la fiesta, en una reacción natural de deseo que Draco conocía demasiado bien como para no apreciarla.
Maldijo en cada uno de los idiomas que conocía y colocó un nuevo muro en su mente para protegerse de la inesperada atracción.
La deseaba.
La deseaba con una intensidad que rallaba en la demencia, la deseaba como un adolescente lleno de hormonas, con el mismo insano entusiasmo que en cuarto curso cuando apareció en el baile vestida como una chica de verdad y tuvo que recordarse, una y otra vez, que era una impura y que no merecía ni siquiera un segundo vistazo.
Pero la miró, igual que la estaba mirando esa noche..
Tuvo una erección instantánea en el momento en que ella entrelazó su brazo desnudo en el suyo y pensó que era imperativo echar un polvo cuanto antes si un contacto tan malditamente inocente le tenía con un dolor de huevos como el que preveía.
Maldita fuera.
Parecía completamente ajena a lo que había desatado debajo de sus pantalones, sonriente y tranquila, moviendo aquel trasero enfundado en seda con cada paso y aquellos labios llenos que brillaban con un ligero toque de color al hablar.
Draco cerró los ojos un instante cuando una visión demasiado realista de aquellos labios acariciando cierta parte de su anatomía le golpeó sin previo aviso.
MacGonagall en bragas, pensó intentando desviar sus pensamientos en otra dirección, MacGonagall en bragas.
—Draco, cariño ¿Estás bien?
La miró intentando volver a centrarse en el sitio en el que estaban y no pudo evitar fijarse de nuevo en su boca, en la forma en la que sus labios se curvaban al decir su nombre.
Merlín ¿Qué había dicho?
—¿Perdón?
Ella sonrió algo tensa, aguantándose las ganas de clavarle el tacón en el pie para que volviera de dónde fuera que se había ido en su mente.
—Te pregunté si estabas bien, cariño —le acarició el rostro en un gesto tierno —Theo dice que deberíamos ir a probar los canapés, en cambio el señor Spooner nos conmina a beber el vino de elfo que han puesto en las mesas de la entrada.
—Ehh, sí, estoy bien, algo cansado ¿Qué te parece ir a por una copa y acompañarla después con un canapé, querida?
—Estupendo —ella sonrió —¿Quieres acompañarnos Theo?
—No —sonrió de lado bebiendo de su propia copa de vino —Merlín me libre de ser la tercera rueda.
—Oh, ya sabes que podemos comportarnos en público —respondió Draco elevando su labio superior y guiñando un ojo a su amigo —puedo mantener mis manos quietas hasta después de la fiesta.
El señor Spooner rió mesándose el enorme bigote.
—Ahhh, bendita juventud —golpeó a Theo en la espalda —ven, acompáñame a saludar a Potter ¿Quieres? ¿No estudiasteis juntos en Hogwarts?
—¿Qué pasa contigo Malfoy? —masculló Hermione entre dientes cuando se alejaron de allí.
—Tenía la cabeza en otra parte.
—Vaya, espero que fuera una buena parte —replicó sin dejar de sonreír en un tono de voz que denotaba cierta molestia.
Ni te imaginas qué tan buena, pensó teniendo la suficiente delicadeza como para no decirlo en voz alta.
—Mira allí —dijo en cambio —Potter ha hecho su trabajo malditamente bien —señaló con la barbilla la mesa de las bebidas en la que Harry hablaba con Cullimore y su acompañante.
—¿Has visto quién acompaña a Cullimore? —preguntó Hermione en un susurro.
—Joan Barbrow. Curioso ¿No?
—Sí, muy curioso.
Se acercaron a ellos con disimulo, hablando el uno con el otro sobre la fiesta, como si simplemente estuvieran compartiendo un momento privado mientras iban a por una bebida antes de continuar socializando.
Hermione, se torció un tobillo muy oportunamente golpeándose contra su amigo.
—Oh Merlín —se enderezó con ayuda de Draco y sujetó el antebrazo del moreno —¿Harry? Dios mío perdóname Harry, estos malditos tacones son tan altos que he perdido momentaneamente el equilibrio.
—Hermione, no te preocupes —con una sonrisa, Potter dio un paso atrás y se dirigió a los demás —ha sido una encantadora interrupción ¿Verdad? —les preguntó.
—Encantadora —Cullimore la miró con lascivo interés.
Draco se tensó y volvió a rodear su pequeña cintura dejando claro su posición. No le había pasado desapercibido el escalofrío de Granger cuando aquel tipo la contempló.
Potter apretó las mandíbulas, lo que le indicó a Malfoy que él también se había dado cuenta de la falta de respeto y elegancia de aquel cretino.
—Rhys Cullimore —dijo Harry con una sonrisa tensa — fiscal del Wizengamot y Joan Barbrow, miembro del Departamento de Cooperación Mágica Internacional. Ella es mi mejor amiga, Hermione Granger, compañera del Departamento de Seguridad Mágica y su pareja, Draco Malfoy.
—Ex mortífago —sonrió Cullimore.
—El mismo —replicó Draco recordando que ese capullo no era más que un niñato de mierda en Hogwarts que se había crecido al terminar siendo el saca basuras del Wizengamot por su falta de ética y de moral —pero tú eres un fiscal sediento de sangre y sin piedad —arqueó una ceja con una sonrisa lobuna —lo que nos deja a mano.
Hermine y Harry se petrificaron, incluso Barbrow se quedó ligeramente en blanco ante aquella respuesta tan… Malfoy.
Pero Cullimore soltó una estruendosa carcajada y dio una palmada en el hombro de Harry.
—Jamás habría pensado que terminarías siendo amigo de Malfoy —sacudió la cabeza con divertida incredulidad —y mucho menos que él se enamoraría de Granger. Tiempos absurdos son los que vivimos.
—Yo creo que son sensatos —dijo Hermione impulsivamente —la guerra acabó hace tiempo.
—Por suerte —replicó él levantando su copa en un brindis silencioso —vamos Joan —la guío suavemente por la cintura —bailemos.
Cuando se marcharon Hermione se giró hacia Malfoy fulminándole con la mirada.
—¿Se puede saber en qué estabas pensando? —le clavó el dedo en el pecho y le encaró —¿Un fiscal sediento de sangre y sin piedad?
Draco se encogió de hombros.
—Lo es.
—Has comparado a Cullimore con un mortífago en su cara.
—Créeme, es peor que mucho de ellos —cogió una copa de vino de la mesa y bebió un trago —me da grima —añadió.
Hermione se abrazó pasándose las manos por los brazos.
—A mi también —dijo.
—La forma en que te miró… —Harry entrecerró los ojos y apretó los puños
—Te llama tu novia, Potter —interrumpió Draco viendo a la pelirroja a lo lejos.
—Luego os veo
Se alejó de allí dejándoles nuevamente solos.
Hermione sabía que deberían marcharse. Ya se habían dejado ver el tiempo suficiente y no era necesario seguir por allí, pero una parte de ella se resistía a irse y terminar la noche. No podía evitar sentirse como una Cenicienta con ese maravilloso vestido y, aunque habría preferido la compañía de un príncipe encantado como en el cuento en lugar de la del villano, el villano que tenía al lado tampoco estaba nada mal.
Suspiró, deseando, solo por un momento, ser tan liberal cómo eran Padma o Susan, quienes disfrutaban sin remordimientos de sus cuerpos, siendo capaces de tener relaciones más superficiales que las llenaban tanto como lo habían hecho sus posteriores matrimonios.
Ambas se habían casado apenas unos meses atrás, pero antes de conocer al que sería el amor de su vida, no habían tenido reparos en deleitarse con parejas en las que no había amor, sino cariño, complicidad o diversión.
Se preguntó si podría tener una relación así con Theo. Ambos se llevaban bien, se comprendían, se tenían cariño y se atraían fisicamente ¿Sería posible pasar un tiempo juntos y disfrutar el uno del otro sin esperar nada más?
Se mordió el labio inferior sabiendo que no sería capaz de hacerle algo así. Sabía que Theo no estaba enamorado de ella pero ¿Qué pasaría si le hería? Algo le decía que él estaba más interesado en ella que como un amigo con derechos ocasionales.
Miró de reojo a Draco negándose a preguntarse si podría tener algo así con él por miedo a que no le gustara la respuesta.
Al fin y al cabo ellos no habían desarrollado sentimientos profundos el uno por el otro, tenían esa frágil pseudo amistad naciente y poco más.
Mentirosa
Vale, también existía una abrumadora atracción sexual ardiente y completamente absurda, al menos de su parte.
Él se acercó a su espalda y apoyó las manos en sus brazos frotándolos como si tratara de hacerla entrar en calor.
—¿Quieres salir a la terraza? —preguntó en un murmullo ronco cuando varias brujas y magos se acercaron a ellos.
Ella asintió porque necesitaba salir de esa sala y sacudir todos aquellos pensamientos de su embotado cerebro.
Nada más atravesar las puertas y el hechizo silenciador que las cubría, la música y las conversaciones cesaron de golpe.
—Bendito silencio —susurró Hermione acercándose a la balaustrada de piedra —Es hermoso —añadió mirando hacia el cielo, dónde la luna nueva brillaba iluminando los terrenos de la mansión.
—Sí que lo es —respondió él sin dejar de mirar aquella espalda desnuda que le estaba volviendo loco.
—¿Deberíamos irnos? —preguntó ella sin girarse.
Sí. Pensó Draco cerrando las manos en puños para evitar cometer una estupidez. A tú casa o a la mía.
—Ya hicimos lo que vinimos a hacer —dijo en cambio
—¿No sería extraño que nos fuéramos al principio de la velada?
—No, seguramente pensarían que no he podido mantener las manos lejos de tu cuerpo y te he sacado a rastras para tener una noche salvaje y caliente y follarte hasta que te olvides de tu nombre.
Señor
¿Qué estaba mal con ella que se había humedecido solo de pensar en que él hiciera justamente eso?
Ni siquiera podía echarle la culpa al maldito vino porque no lo había probado.
—No lo digas así —replicó en cambio dándose la vuelta.
Draco alzó las cejas con media sonrisa
—¿El qué? ¿Follar? —Se encogió de hombros —Granger, en ese vestido nadie en su sano juicio que te sacara a rastras de aquí te haría el amor —puso los ojos en blanco —ese vestido grita fóllame sin lugar a dudas.
Ella se sonrojó furiosamente y Draco no pudo evitar una ronca carcajada.
—No seas idiota —espetó ella poniéndose las manos en las mejillas
Draco se congeló cuando un leve crujido se escuchó a la derecha y sin pensarlo se cernió sobre ella aferrando con ambas manos la baranda que tenía a su espalda y hundió el rostro en su cuello, embebiéndose de su tenue olor a violetas.
—Alguien nos observa —susurró con los labios pegados a su piel —abrázame
Ella obedeció al instante y acarició la espalda del rubio, sorprendiéndose de los músculos que parecían ondular debajo de la túnica.
—Vamos a tener que improvisar —le escuchó decir un segundo antes de que su lengua, cálida y húmeda lamiera el punto exacto en el que su cuello y su hombro se unían. Ella jadeó —eso es, Hermione —susurró —gime para mi —mordió su cuello, absorbiéndolo después con los labios, pasando la lengua por el pequeño mordisco una y otra vez.
Y Hermione dejó escapar un gemido de sorpresa y aferró la tela de la túnica del hombre entre sus temblorosos dedos.
Draco no la tocaba. Sus manos seguían aferrando la barandilla y sus cuerpos estaban únicamente conectados por la boca de él en su cuello, pero para cualquiera que estuviera tras ellos, la escena parecería un íntimo beso de amantes.
En la lejanía, él fue capaz de escuchar el sonido de la puerta al cerrarse y apartó los labios de aquella tentadora piel, dio un paso atrás para alejarse pero, para su sorpresa, Hermione, que había perdido todo recato y sentido común minutos con el primer gemido, se alzó en puntas de pie y entrelazó los dedos en su cabello, empujándole hacia abajo para poder alcanzar su boca.
Draco ahogó un jadeo de sorpresa y se estremeció violentamente. Jamás, ni en sus más tórridas fantasías, habría imaginado nunca que la mojigata y sensata Granger fuera a arrojarse a sus brazos asaltando su boca de forma salvaje. Pero lo había hecho y no sería él quien rechazara una oportunidad como aquella, no cuando ella emitía aquellos ruiditos tan calientes y llevaba aquel vestido que era pura sensualidad. La abrazó por la cintura y la alzó, caminando con ella hasta el lateral de uno de los ventanales, al abrigo de la sombra que proyectaban los empujó contra el muro de piedra y trazó la línea de sus labios con la húmeda punta de su lengua, bajando las manos por sus caderas y sus muslos, subiéndolas después de nuevo rumbo a su cintura, arrastrando la seda por su piel para desnudar esas piernas largas y perfectas.
Hermione gimió al sentir la tela de los pantalones de Draco en el interior de sus muslos y en un momento de enajenada necesidad le rodeó las caderas empujándose contra él mientras metía las manos por debajo de su túnica buscando el calor de su amplio pecho.
Draco gruñó contra aquella boca que se abría bajo el empuje de la suya y acarició esa provocadora espalda hasta que enrolló entre sus dedos los indómitos rizos que habían escapado del recogido y los apretó en un puño para tirar de ella mientras su lengua exploraba una y otra vez aquella lujuriosa cavidad, dejándola sólo para lamer su barbilla y mordisquear la línea de su mandíbula y el lóbulo de su oreja.
La miró, tenía los ojos cerrados y los labios, entreabiertos en un silencioso quejido, brillaban húmedos e hinchados de sus besos. Se agachó para chupar su cuello de nuevo y la escuchó pronunciar su nombre en la oscuridad con aquella voz ronca y sensual. Aquella voz que hacía que su polla se inflamase y empujase contra sus bóxer en protesta por la restricción de la tela que le impedía frotarse contra la piel de la bruja.
Volvió a su boca y sus lenguas se enredaron, empujándose, luchando por el control de un beso que se estaba descontrolando por segundos. Draco soltó su cabeza y agarró su trasero con ambas manos, gruñendo de necesidad al sentir la piel caliente de sus nalgas en las palmas. La levantó, empujándola hacia su pulsante erección y sin poder evitarlo se restregó contra ella, una, dos veces, tragándose los gemidos que escapaban de su boca. Apoyó el pie en el muro y la dejó caer sobre su muslo buscando su cara con las manos para profundizar el beso una vez más, lamiendo su lengua, el borde de sus dientes y el cielo de su paladar, intentando exprimir aquel adictivo sabor que le estaba volviendo completamente loco. Hasta que Hermione le mordió el labio inferior por última vez y rompió el beso, haciéndole gruñir ante la súbita pérdida.
Se miraron, ambos sin aliento, incrédulos y excitados, preguntándose cómo era posible que hubieran perdido el control de aquél modo. Draco bajó poco a poco el pie y dejó que la castaña resbalara por su pierna lentamente, estremecida. Tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no abalanzarse de nuevo sobre ella y arrancarla el vestido con los dientes.
—Que hermosa noche.
Los ojos de los dos se abrieron de par en par cuando la voz de una desconocida bruja se escuchó en la amplía terraza. Hermione se apresuró a colocarse el vestido y el pelo, pero el rubio negó con la cabeza.
—Ni lo intentes —susurró para que no le escucharan —quítate lo que queda de la coleta —se encogió de hombros —nadie se extrañará si nos ven así, de hecho seguramente lo esperan.
Ella le fulminó con la mirada. Puede que aquello no fuera algo malo para respaldar la historia de su falsa relación, pero se moría de vergüenza solamente porque pudieran pensar que habían estado haciendo algo indebido en aquel balcón, por cierto que fuera.
—¿Acaso era parte del plan? —preguntó sin poder evitar el tono punzante de su voz.
—Sí, desde luego, justamente había planeado que te abalanzaras sobre mi y casi me follaras de pie en el muro al lado de la fiesta del Ministerio.
—¡No lo llames así!
Draco sonrió.
—Querida, eso es lo que estábamos a punto de hacer ahí —replicó con la misma mordacidad que ella.
La oyó resoplar, molesta. Pero con el calentón que tenía su humor se había ido a la mierda y no era capaz de controlarse, mucho menos escuchándola tratando de echarle a él la culpa por algo en lo que habían participado los dos alegremente.
—Tenemos que irnos.
Draco apretó las mandíbulas, sabiendo que irse no significaba que se fueran a ir juntos a terminar lo que habían empezado.
Le ofreció el brazo.
—¿Vamos?
Cuando entraron de nuevo al salón de baile lo hicieron sonrientes, tratando de aparentar que nada había pasado. Draco miraba a su alrededor ufano y arrogante mientras Hermione, sonrojada y despeinada, intentaba mantener la mirada baja y pasar lo más desapercibida posible.
Unos metros antes de llegar al Hall desde donde podrían aparecerse, Theodore Nott les cortó el paso.
—Vaya ¿Tan pronto nos dejáis?
—Sí —Draco contempló a los magos y brujas que estaban cerca y que no disimulaban la atención que les estaban prestando —me temo que estamos cansados y hemos pensado que es mejor si nos vamos a la cama.
Hermione quiso abofetearle allí mismo por la forma maliciosa en la que había pronunciado la última frase, con aquella sonrisa ladeada y ese arrastrar de palabras que tan bien recordaba del Malfoy adolescente.
Theo la miró fijándose en sus cabellos y las arrugas del vestido y su gesto se endureció.
—Ya veo.
La castaña quiso acercarse y decirle que no tenía nada que ver, que aquello era una farsa y que únicamente estaban siguiendo un papel. Pero sabía que era mentira, puede que fuera una pantomima, pero la forma en la que había perdido el control minutos antes había sido muy real y, aunque era reacia a que Theo pudiera pensar mal de ella, no quería pecar de egoísta, manteniendo el interés del hombre solo por si en algún momento se decidía a darle una oportunidad. Lo mejor sería dejar que pensara lo que quisiera y asumir las consecuencias. La nobleza era una mierda.
Dejó que Draco la guiara por la cintura hasta la entrada y cuando estuvieron allí, tras el amparo de las enormes puertas se separaron.
—Te veo el lunes en mi despacho —dijo con toda la autoridad de la que fue capaz.
Él se dio cuenta de que, discretamente, le estaba dejando claro que no le quería por su casa durante el fin de semana. Se encogió de hombros y sacó su varita.
—Cómo quieras, Granger. Dado que no estás en un oscuro callejón —hizo una burlona reverencia —Au revoire.
Sin más, con un golpe de varita, se despareció.
