mariapotter2002 ya te dije que quería un poco de dramione muajajaja pero mejor me relajo! Vamos que ya llega el finde!

Besos y abrazos

AJ

Bajo tierra

El fin de semana iba a ser un completo infierno para Hermione. Cuando llegó del baile envió un correo vía lechuza a Harry y a Ginny y otro a Ron, avisándoles de que se encontraba indispuesta y quería descansar, cerró la red flú y decidió que se aislaría del mundo hasta tener en perfecto control sus descontroladas hormonas y sus disparatados pensamientos.

Se había quitado aquel vestido, que pensaba guardar al fondo de su armario por toda la eternidad como si fuera el culpable de la Noche-que-no-debe-ser-nombrada y había llenado la bañera hasta el borde, sumergiéndose allí durante las siguientes dos horas, tratando de eliminar de su piel y de su mente el recuerdo de Draco Malfoy derritiéndola en un charco de lujuria y deseo contra el muro de la antigua mansión Crabbe.

Si cerraba los ojos recordaba el tacto de sus manos en su trasero y aquellos besos que… ¡Merlín! Ese tipo sabía cómo besar y ella, que llevaba en dique seco desde que su relación con Viktor había hecho aguas un par de años atrás, se había convertido en arcilla bandita y moldeable en sus expertas manos.

¿Acaso no había pensado un poco antes en la imposibilidad de mantener una relación sexual sin condiciones con alguien? ¿No se había dicho una y otra vez que ella no era capaz de tener sexo casual con un hombre por bueno que estuviera?

Se pasó mucho tiempo preguntándose si todo habría sido distinto en caso de haber aceptado alguna cita con Theo y haber mantenido un tórrido romance con él ¿Se habría sentido tan cachonda si no estuviera guardando ese estúpido y autoimpuesto celibato?

Quería creer que no, pero cuando recordaba los besos de Malfoy y la forma en la que su lengua acariciaba la suya no podía evitar imaginar qué otras cosas interesantes podría hacer con ese húmedo y juguetón apéndice.

Cuando consiguió salir de la bañera el agua estaba congelada y ella también, deseó poder decir lo mismo de su lujuria, que seguía igual de prendida que en aquella estúpida terraza.

Se envolvió en una enorme toalla granate y se tumbó en la cama quitándose el precario moño con el que se había sujetado los rizos para que no se mojaran.

Cerró los ojos e intentó relajarse, pero el rizado algodón de la toalla acariciaba su cuerpo desnudo y frío, un cuerpo que se había quedado hipersensible y receptivo tras las caricias de Malfoy.

Maldijo al darse cuenta de que su respiración se aceleraba y cerró las piernas al sentir cómo afloraba la humedad entre sus muslos. Gruñó, molesta por no ser capaz de contener aquella instintiva reacción de su cuerpo a los recuerdos y sintió un peso extraño comprimiendo su pecho. El corazón se le aceleró cuando, sin pensar en ello siquiera, sus manos retiraron la toalla y expusieron su cuerpo al frescor de la habitación.

Jadeó cuando los pezones se irguieron endurecidos y arqueó levemente la espalda. No debía hacerlo, no quería hacerlo pero… Merlín la ayudara, no podía evitarlo.

Con los ojos cerrados tragó saliva y apoyó ambas manos en sus pechos, no eran excesivamente grandes pero estaban llenos y firmes, los rosados picos se apretaron aún más y sintió como su piel se erizaba bajo el contacto. Cuando sus dedos juguetearon con esas endurecidas puntas, eran los dedos de él los que imaginaba en su cabeza. Eran sus manos las que resbalaban por la depresión de su estómago, las que vagaban por su monte de venus, rozando apenas los húmedos labios vaginales que vibraban de ansía y necesidad.

Gimió y arqueó aún más la espada, acariciando de nuevo uno de sus pezones con suavidad, casi con ternura ¿Cómo se sentiría allí aquella húmeda lengua? ¿Sería tierno y perezoso o violento y rudo? ¿Besaría sus pechos con dulzura o los mordería buscando dejar su marca en ella?

Pasó la yema del dedo pulgar sobre la ranura de su sexo y jadeó al sentir la pegajosa humedad que rezumaba de su cuerpo, abrió las piernas y flexionó una de ellas mientras dejaba que su dedo índice resbalara por la hendedura una y otra vez, despacio, tan lentamente que podía escuchar el latido acelerado de su corazón.

Se mordió el labio inferior y empujó la punta de su dedo hasta que sintió la forma en la que su vagina se apretaba alrededor de la primera falange, lo retiró únicamente para acariciar el pequeño capuchón de su clítoris, masajeándolo en círculos.

Apretó con fuerza los ojos. Todo en lo que podía pensar era en el cuerpo de Draco sobre el suyo, en la forma en que su enorme erección se había apretado contra su centro, empujando, frotándose contra ella con necesidad ¿Cómo sería sentirle desnudo entre sus piernas? Sus labios mordisqueando sus pechos, su cuerpo empujando una y otra vez, su miembro enterrado profundamente en ella, bombeando sin control, dejando que ese ansia que les había consumido se desatara hasta hacerlos arder y convertirse en cenizas.

Cuando se corrió, con dos dedos empujando dentro de sí misma y el cuerpo tembloroso y saciado, fue el nombre de Draco el que se escapó de sus labios.

Y se durmió sabiendo que aquella investigación iba a traerle muchos más problemas de los que había previsto en un primer momento.

El resto del fin de semana lo dedicó única y exclusivamente al caso. Había pasado demasiado tiempo y Narcisa Malfoy seguía sin aparecer, no tenían ni un solo maldito progreso. No habían tenido noticias de ella ni de los secuestradores, no habían pedido rescate, ni habían dado señales de vida o muerte de la mujer.
Hermione se sentía cada día menos optimista y más frustrada ¿Estaría muerta? Quizás todo era una farsa para hacer que Draco no perdiera la esperanza y estaban jugando con él. Sabía que era una de las posibilidades y la conclusión más lógica cada día que pasaba pero se negaba a darse por vencida.
La mañana del sábado, vestida sólo con unas braguitas de algodón y una enorme camiseta de la selección búlgara que posiblemente había sido de Viktor, sacó la nota que Malfoy encontró en la mansión, pluma tinta y pergamino y el medio día del domingo la encontró aún despierta, con cientos de hojas arrugadas y rotas desparramadas a su alrededor, el pelo recogido en un desordenado moño, leves ojeras bajo sus ojos y un ligero dolor de cabeza.

—Maldita sea ¿Qué se me está escapando?

Tiró la pluma al suelo y se pasó las manos por el rostro ahogando un bostezo.

Observó de nuevo el papel, los números que empezaban a desdibujarse ante su mirada cansada y entonces lo supo.

—Oh Dios mío… —se lanzó a por la pluma y cogió uno de los pergaminos arrugados —¿Cómo he podido ser tan estúpida?

Había mirado decenas de posibles cifrados, había probado con libros, con códigos números, con alfabetos de lenguas vivas y muertas… pero no se le había ocurrido algo tan simple.

Empezó a contar las letras.

—Joder… tiene que ser esto.

En el papel comenzó a escribir el abecedario asignando a cada letra un número empezando por el 1 para la letra A y terminando por 27 para la letra Z.

Y volvió a fijarse en los números, número, coma, guión, número, coma guión. Cada vez los números tras la coma eran mayores por lo que eso eran las letras del párrafo. Tenía sentido.

—Doce coma uno — miró el listado del alfabeto que había escrito —si la letra doce es la L, debería coincidir con la primera letra de la nota.

Con un Wingardium Leviosa colocó la prueba delante de ella. y fue contando, verificando que cada letra coincidía con su número del abecedario y escribiendo la que correspondía en el papel.

Cuando terminó miró el pergamino con los ojos desorbitados y el corazón golpeando con fuerza en su caja torácica una y otra vez.

—Las cámaras de la familia —leyó en voz alta —Oh Merlín, no, no, no.

Si habían encerrado a Narcisa Malfoy en una cámara de Gringots durante el último mes no quería ni pensar en lo que encontrarían allí.

Impulsivamente quitó las restricciones de la red flú, tomó un puñado de polvos con el trozo de pergamino apretado en su mano y dijo en voz alta.

—Malfoy Manor.

….

Draco se frotó las sienes por quinta vez en la última media hora.

¿Por qué había pensado alguna vez que Astoria habría sido una buena señora Malfoy? Cerró los ojos y se masajeó la frente deseando estar en cualquier otro lugar del mundo que no fuera su propia casa.

La joven se había enterado aquella mañana en la edición especial de El Profeta, de la relación, o más bien la falsa y maldita relación que tenía con Hermione Granger.

Daphne y ella habían ido a Francia unos días a visitar a sus padres que vivían allí desde que terminó la guerra y al regresar se habían encontrado con la noticia del año. Sobraba decir que a Astoria, quien tenía la esperanza de recuperar lo que habían tenido en el pasado, no le hizo ninguna gracia descubrirlo, menos aún contemplando aquella imagen que ocupaba la primera plana de la edición, una imagen en la que podía verse como Draco y ella atravesaban las puertas de la terraza, ingresando en la estancia con la ropa ligeramente arrugada, muy juntos y lanzándose una mirada cómplice.

Grengrass había llegado ese domingo hecha una furia exigiendo explicaciones a Draco.

—Tory ¿Realmente necesitas que te recuerde que lo nuestro terminó hace tres años?

Ella agitó la cabeza con los ojos anegados en lágrimas y se mordió el labio.

—Tú lo acabaste hace dos años, no yo.

Él suspiró. A veces Astoria era como una niña. No era mala persona, de hecho era muy dulce y agradable pese a la necesidad que parecía tener de atención y a la forma en la que esperaba que hubiera siempre alguien que atendiera y cumpliera cada uno de sus deseos y caprichos.

—Astoria, tú no lo terminaste, pero yo sí. Tú y yo somos únicamente amigos y seremos únicamente amigos por el resto de nuestras vidas.

—Pero yo quiero estar contigo, Draco tienes que volver conmigo —repitió por décima vez.

Draco suspiró.

—No lo haré. Te agradezco el tiempo que pasamos juntos, fue agradable y me ayudó en un momento complicado pero no te quiero Astoria y te mereces encontrar a alguien que sí lo haga.

Él no solía tener momentos así, realmente era, por norma general, un cabrón cruel y egoísta, pero Astoria había sido buena con él, pese a que lo suyo duró apenas unos meses. Era cierto que se había planteado casarse con ella, en primer lugar porque a su padre le daría una apoplejía ya que los Grengrass no eran, ni de lejos, una familia con el suficiente abolengo para un Malfoy según sus rancios criterios y en segundo lugar porque había pensado que tal vez fuera mejor aprovechar la oportunidad ya que no eran muchas, por no decir ninguna, las brujas que querían tener algo que ver con un ex mortífago y un ex traidor. Ambos bandos le odiaban y le veían como una abominación que debería estar pudriéndose en una celda de Azkaban. Si bien era cierto que el dinero de los Malfoy podría comprarle una esposa, ella le quería a él, puede que no le conociera realmente pero Astoria quería a la imagen de Draco Malfoy que se había fabricado en su mente y al menos eso era más que nada.

Pero finalmente había optado por romper la relación, no se compenetraban en la cama ya que Tori era una redomada mojigata que se conmocionaba cuando Draco quería dejar atrás el misionero y no quería ni oír hablar de luces encendidas o sexo oral.

Podría haber pasado por alto muchas cosas, pero toda una vida de pajas o cuernos no le habían parecido una buena opción y terminó con ella pese a haberla mantenido en su círculo de amistades.

Ahora se daba cuenta de que había sido un error.

—¡Pero es que no quiero a otro!

Se sentó en un sillón con aire compungido, esperando y Draco se preguntó si eso era lo que hacía con su padre para salirse con la suya. De verdad esperaba no tener que sacarla de allí con un petrificus totalus.

—¡Draco! —se tensó al escuchar la jadeante voz de Granger.

Cuando apareció en el vano de la puerta Draco casi gritó de júbilo. No tenía ni la más remota idea del motivo que la había llevado a presentarse en su casa descalza, medio desnuda y despeinada, pero su presencia era lo que necesitaba para terminar de una vez por todas con el drama con el que Astoria le estaba hostigando.

—Hermione! —Se levantó como un resorte y fue hacia ella —cariño —dijo mirándola a los ojos rezando para que entendiera el mensaje —¿Qué haces fuera de la cama? —apoyó sus grandes manos en sus hombros y ella, automáticamente le abrazó la cintura debido a que descalza, él la superaba en más de veinticinco centímetros. Apoyó la mejilla en su pecho, sorprendiéndose al sentir la forma en la que se aceleraba y sonrió.

—Te echaba de menos —susurró intentando que su voz fuera ronca y sensual.

Escuchó una bronca carcajada. Él bajó la cabeza y rozó con sus labios la sien de la mujer

—En seguida subo —dejó un pequeño beso sobre su oreja y susurró muy bajito —sube la escalera, segunda puerta a la derecha.

—Está bien —se fue hacia la puerta y desde allí se giró para mirarle por encima del hombro —no tardes.

Cuando Draco se giró para pedir a Astoria que se marchara, ésta ya estaba de pie y le fulminaba con sus ojos azules brillantes de furia contenida.

—¿Cómo puedes preferirla a ella que a mi?

Él suspiró.

—Acéptalo Astoria, lo nuestro terminó hace tiempo y ella está en mi vida y no va a salir para dejarte hueco.

Ella gruñó en un gesto nada femenino que habría horrorizado a su madre y se marchó hacia la chimenea con paso decidido.

Draco dedicó unos minutos para modificar sus protecciones e impedir que la bruja pudiera volver a presentarse allí sin ser invitada.

Después, con una maliciosa sonrisa en su afilado rostro fue hacia su habitación, esperando que Granger siguiera en aquel estado de gloriosa semidesnudez para poder echarle un segundo vistazo.

La encontró en el pasillo, caminando de un lado a otro mientras murmuraba para sí misma y se mordía el labio.

—¡Draco! —se acercó a él y le aferró el antebrazo tirando de su manga hacia la puerta de su habitación —tengo algo que contarte. Es importante.

Le empujó hasta la cama y le empujó para que se sentara. Draco se dejó caer casi esperando que volviera a abalanzarse sobre él. Ya no le extrañaban nada aquellos cambios de actitud, tan pronto le besaba como si quiera desnudarle y montarle como una yegua en celo como que le expulsaba de su apartamento como si fuera un intruso indeseado.

Ella se sentó a su lado y cruzó las piernas.

Él no pudo evitar apreciarlas y desear que esa maldita camiseta se subiera un poco más por sus muslos…

Frunció el ceño.

¿Por qué llevaba ella una enorme camiseta de la selección búlgara?

Con brusquedad la agarró de los hombros y la obligó a darse la vuelta.

—¿Qué haces? ¡Para!

Él era más fuerte así que se giró empujada por aquellas manos hasta que le oyó gruñir.

—¿Por qué llevas una camiseta de Krum?

Hermione abrió los ojos con sorpresa y miró por encima del hombro, como si pudiera ver el dorsal de la ropa que llevaba. Arrugó la nariz.

—Es cómoda, es enorme y la tenía a mano ayer.

Con los ojos entrecerrados Draco se levantó, fue hasta la cómoda que había a los pies de la cama, abrió el primer cajón y sacó una camiseta grande del equipo de quiddich de Slytherin que tenía el nombre de Malfoy detrás y se la tiró al regazo.

—Ponte esta.

Ella le miró como si se hubiera vuelto loco.

—¿Perdón?

—Que te pongas esa —ella le observaba como si fuera un colacuerno húngaro — ¿Prefieres que te la ponga yo? —siseó.

Sacudió la cabeza con incredulidad.

—Pero ¿Por qué?

—Porque mientras seamos novios, sea de verdad o no, no vas a llevar la camiseta de otro hombre puesta, Granger ¿Y si alguien te ve?

Ella resopló con indignación.

—Nadie me ve. No salgo de casa con ella.

Draco enarcó una perfecta ceja rubia.

—¿Ah no?

La castaña se sonrojó al darse cuenta de que en realidad sí que había salido de casa con ella.

—Yo… esto… esto no cuenta.

—Cuatro…

—Malfoy es ridículo

—Tres….

—Si piensas que puedes ponerte ahí y decirme como…

—Dos…

—Tengo que vestir para que tu ego…

—Uno…

—¡Vale! —gritó cuando le vio dar un paso en su dirección —está bien. Date la vuelta —él no se movió —¡Date la vuelta maldita sea!

Cruzándose de brazos se giró mientras ella murmuraba algo sobre los hombres y la maldita testosterona.

—Ya está ¿Contento?

Cuando volvió a mirarla ella soplaba un rizo rebelde que se había caído sobre su ojo y Draco sintió una oleada de posesividad al verla con su camiseta. Era ridículo, Neanderthal y probablemente demente, pero creía que la había marcado en cierta forma y eso le hacía sentir brutalmente excitado.

—Te ves bien de verde.

Ella puso los ojos en blanco y suspiró.

—Draco, esto es importante. He descubierto algo.

Al escuchar la seriedad de su voz se acercó a ella olvidando todo lo demás.

—¿Mi madre? —preguntó con la voz tomada.

Ella asintió y le tendió el papel.

—¿Las cámaras de la familia?

—Descifré el código.

Draco perdió el aliento por un instante y sintió que la habitación se movía a su alrededor. Un pitido en sus oídos, oscuridad en la periferia de sus ojos…

—Respira Draco —sintió las manos de Hermione en su pelo, acariciando sus hombros y su espalda mientras murmuraba una y otra vez —acuérdate de respirar, todo está bien. Estoy aquí, no estás solo.

—Tenemos que ir a Gringots —dijo unos segundos después.

—¿Puedes acompañarme a casa? No tardaré en cambiarme e iré contigo.

Él asintió.

—Diez minutos.

—Solo necesito cinco.

Fueron ocho minutos. En ocho minutos Hermione se quitó la camiseta de Draco y se puso un jersey blanco de cuello vuelto, unos vaqueros, unas botas también blancas y una túnica de abrigo. Se soltó el pelo y lo peinó con un rápido hechizo, se colgó un pequeño bolso y salió al salón.

Cuando se aparecieron en el Callejón Diagón Draco le dio la mano y avanzaron hacia el banco con decisión.

Saludaron a algunas personas que encontraron a su paso, agradeciendo que ninguno de sus amigos estuviera por allí aquella mañana y entraron al sobrio y silencioso lugar, donde los duendes escribían, contaban y sellaban, mirándoles mientras pasaban con obvio disgusto.

—Creo que nunca me habían contemplado con tan abierto desdén —susurró Malfoy.

—No es por ti —replicó ella completamente tensa.

Drao la miró arqueando las cejas en muda pregunta pero ella negó con la cabeza y antes de poder decir nada llegaron al púlpito sobre el que se alzaba el Jefe Duende con sus pequeñas gafas de media luna sus orejas puntiagudas y su mirada acerada clavándose en Hermione.

—¿Debo pensar que no viene a destrozar mi banco de nuevo?

Ella se sonrojó y Draco la observó en silencio.

—No señor yo… esto… yo solo vengo para acompañar al señor Malfoy.

El duende se giró para mirar al rubio.

—Le ruego, señor Malfoy que mantenga a la… señorita Granger vigilada. Ya no tenemos dragones bajo tierra pero… cualquier excusa es buena.

Draco carraspeó para ocultar una risita y mostró su varita al Jefe Duende.

—Quiero visitar mis cámaras.

—¿Cuales?

—Todas.

Si le sorprendió la petición lo disimuló muy bien, asintió, llamó a uno de los duendes que había sentado a la derecha y le pidió que les acompañara.

—¿Fuiste tú? —preguntó Draco cuando subieron al pequeño carrito que les llevaría a las entrañas del banco mágico —¿La del dragón?

—Harry, Ron y yo —respondió mordiéndose el labio —es una larga historia.

—A veces no sé cómo seguís vivos.

—Créeme, llevamos años preguntándonos lo mismo. ¿Cuántas cámaras tiene tu familia?

—Unas cuantas —respondió él agarrándose a la barra de seguridad cuando el carro dio un brusco giro —en distintos niveles de seguridad. He pedido ir al más profundo. Algo me dice que si ella está aquí debe ser allí abajo.

Hermione contempló el perfil de Malfoy quien, pese a la impasibilidad de sus rostro, se veía afectado por la forma en la que sus manos se aferraban al hierro, el modo en que se marcaba la vena de su cuello, claro indicativo de la fuerza con la que apretaba los dientes.

Sin pensarlo puso la mano sobre la de él, estaba fría y dura. Draco frunció el ceño sin mirarla y abrió los dedos para que los de Hermione se entrelazaran con los suyos. Le dio un leve apretón y ella sonrió, sabiendo que era su forma de decir gracias.

—Hemos llegado —dijo el duende bajando y sacando un juego de llaves del bolsillo —saque su varita —instruyó al rubio cuando se acercaron a la enorme puerta en la que se veía el escudo de la familia tallado. —si me permite —el duende metió la llave en una ranura que apareció cuando pasó la mano y asintió mirando a Malfoy.

Él hizo un arabesco con la varita y los engranajes interiores de la puerta comenzaron a sonar con chirridos y quejidos hasta que la madera cedió y se abrió ante ellos.

Draco inspiró y agarró la mano de Hermione, si de verdad Narcisa estaba ahí iba a necesitar el agarre y además, necesitarían el testimonio del duende.

—Bien, entra conmigo querida —quiero enseñarte las joyas de la familia, podrás elegir una si así lo quieres.

Hermione le siguió el juego y se pegó a él con una risita coqueta.

El duende conjuró un lumus y la enorme y atestada estancia se iluminó.

Supo que la habían encontrado antes incluso de verla porque Draco se tensó a su lado, Hermione contuvo un grito que alertó al duende.

—¿Qué ha ocurrido? —preguntó acercándose a ellos.

—¡Madre! —dijo Draco abalanzándose sobre el cuerpo de Narcisa.

—Oh Dios mío —Hermione se giró hacia el duende —necesito enviar un patronus a Harry Potter, trabajo para el Ministerio, para el Departamento de Seguridad Mágica. Esta mujer estaba desaparecida, necesito un equipo de aurores aquí ya.

Él asintió con brusquedad.

—Envíelo. Avisaré a seguridad —salió fuera y utilizó una especie de silbato, segundos después se escuchó el ruido de distintos carros que se acercaban a toda velocidad.

Hermione se había arrodillado junto a Malfoy que intentaba buscar el pulso de su madre pero sus manos temblaban tanto que no era capaz de hacerlo.

—Está bien —con cuidado le apartó de la mujer y se acercó ella —que raro…

Draco ni siquiera parpadeaba, contemplaba el cuerpo de Narcisa como si estuviera viendo un fantasma.

—¿Qué es raro?

—Si hubiera muerto —contestó sin pensar, olvidando que debería ser más delicada al hablar del tema —el rictus post mortem sería marcado. El olor, la coloración de la piel, el pelo… incluso las cuencas oculares se habrían empezado a hundir. No, no está muerta pero…

Sacó la varita y realizó una serie de elegantes movimientos que dibujaron arabescos en el aire. Era una runa, se dio cuenta Draco cuando la runa Kenaz quedó dibujada durante una fracción de segundo antes de desaparecer.

El cuerpo de su madre desprendió un ligero tono azulado y parpadeante.

—Filtro de muertos en vida —murmuró Hermione —pero es una variación —añadió levantándose —una poción herbovitalizante no hará que se despierte. Ese parpadeo que viste es raro, necesitamos llevarla a San Mungo.

—La llevaré.

Hermione puso la mano sobre el brazo del rubio.

—Espera a Harry, sabes que es lo mejor. Ella está bien —dijo mirando a la señora Malfoy —todo lo bien que puede estar, no sabemos el tiempo que lleva en este estado pero no está muerta. Draco —él la miró. —está viva. La hemos encontrado.

Draco la observó como si nunca antes la hubiera visto. La contempló durante tanto tiempo que la castaña se empezó a ruborizar.

—Tú lo has hecho —frunció el ceño —Gracias —suspiró y durante un segundo sus ojos brillaron burlones —debes ser la única persona del mundo a la que he dado tantas veces las gracias.

Hermione no llegó a responder porque Harry accedió a la cámara en ese instante seguido de un escuadrón de aurores.

—Está vivia Harry —dijo adelantándose para hablar con su amigo —hay que llevarla a San Mungo.

—Está bien. Hendrick —Dijo señalando al auror más mayor —lleva a la señora Malfoy —al ver que Draco iba a protestar rectificó —acompaña al señor Malfoy a San Mungo, él la llevará.

—Iré con él —dijo Hermione —es lo que debo hacer —pasó junto a Harry y le abrazó para poder hablarle en un susurro —envíame un informe después.

—Os veré luego —habló Potter en voz alta —tendréis que venir a prestar declaración.

—Mañana —dijo Hermione.

—Mañana —respondió él.