Hola!

Majo1989: Bienvenida! Gracias por tu comentario, espero que sigas disfrutando de la historia!

mariapotter2002:Ahhh yo también pensé... cxxx ¿por qué no? siempre estoy viendo a Draco darle a la manivela cuando está frustrado ¿Y qué pasa? ¿Las mujeres somos mancas? Pues no... así que igualdad en cuanto a frustración y a liberación física jajajaja me apetecía hacer algo así. Veamos a dónde nos lleva esta historia, me estoy dejando llevar como siempre.

Besos y abrazos

AJ

Heridas mágicas

Draco se apareció en San Mungo con el cuerpo de su madre en los brazos. Sabía que deberían haberla levitado, pero no había sido capaz de soltarla y nadie intentó hacerle cambiar de opinión.

Su rostro era una máscara de fría indiferencia, pero sus ojos eran otra historia. Hermione vio la furiosa tormenta que se desataba en aquellos orbes de mercurio y se dedicó a permanecer a su lado, no solamente porque en su papel de novia enamorada era lo que debía hacer, sino porque en el fondo, ella mejor que nadie sabía lo que era la pérdida y no quería dejarle solo, analizaría el por qué más adelante.

Hermione se adelantó para hablar con la recepcionista que se apresuró a llamar por megafonía a uno de los sanadores.

—Por aquí, por favor —dijo una de las enfermeras al darse cuenta de que el mago no pensaba soltar su preciada carga —pasen a este cubículo y déjela en la camilla.

Draco parecía reacio a hacerlo y Hermione le tocó con delicadez la manga de su túnica.

—Debes hacerlo Draco, necesita atención médica y lo sabes.

Con un gruñido de frustración la depositó en la camilla con sumo cuidado y dio un paso atrás con los puños apretados y la mirada llena de ansiedad.

—Salgan —el sanador entró señalando la puerta —no pueden estar aquí.

—Al demonio —empezó a decir el rubio.

—Esto es un hospital con normas, reglas y protocolos que no voy a romper por usted, señor Malfoy —espetó el medimago que debía tener la edad de la señora Malfoy —fuera.

Hermione tiró de él

—Por favor —dijo entre dientes —no vas a ayudarla así.

Él se dejó llevar con renuencia y salieron de urgencias para buscar un asiento en la sala de espera que estaba casi completamente vacía.

Draco se dejó caer en una de las incómodas sillas y Hermione le dejó allí sumido en sus pensamientos y se fue hacia la cafetería a buscar un par de tés calientes.

¿Llevaba su madre más de un mes en aquella cámara de Gringonts? Se pasó con desesperación las manos por el pelo maldiciéndose una y mil veces por haber seguido con su vida pensando que… ¿Había siquiera pensado?

¿Por qué demonios no habían descubierto antes ese estúpido código? ¿Habían estado perdiendo el tiempo?

Él creyó, erróneamente ahora se daba cuenta, que Narcisa estaría secuestrada en algún lugar, alimentada y cuidada porque ¿Acaso las mazmorras y las torturas no habían desaparecido con Voldemort y su época del Terror? Había sido un completo gilipollas ¿No vio él su buena ración de oscuridad como para saber qué era todo aquello? Pero demonios, ni siquiera Voldemort había matado a Lunática y a Ollivander cuando les mantuvo secuestrados en su casa ¿Verdad? ¿Por qué iban a dañar a Narcisa Malfoy? Ella era una sangre pura pero había ayudado a San Potter, los periódicos y el mismo Niño que volvió a sobrevivir lo dijeron una y otra vez ¿Por qué torturarla? ¿No tenían todos los nacidos de muggles la libertad de la que disfrutaban ahora gracias, en cierta medida, al valor de su madre?

Apoyó la cabeza en el respaldo del asiento y cerró los ojos inspirando profundamente.

Tenía que calmarse, no servía de nada culparse o culpar a Granger por la lentitud de la puta investigación porque realmente no habían tenido nada por donde empezar. Era culpa del Ministerio, de la negligencia que habían demostrado desde que toda aquella mierda del RB comenzó.
En ese momento lamentó haber llegado a un acuerdo con Shacklebolt que le impidiera la demanda que quería ponerles a todos esos estúpidos aurores que no sabían hacer su condenado trabajo.

—Ten —Granger había regresado. Se sentó a su lado y puso una taza de té en su mano con cuidado —está caliente.

—Bébelo —respondió con aquella voz de insufrible sabelotodo con la que hablaba el noventa por ciento del tiempo —te vendrá bien.

Ella sorbió en silencio de su propia bebida y le miró de reojo, relajándose cuando Draco finalmente obedeció. Pudiera ser que hubiera deslizado unas gotitas de poción pacificadora antes de ofrecerle el té y esperaba que le ayudara a aquietar todos esos sentimientos negativos que le estaban carcomiendo y que exudaban por sus poros como si los gritara.

Quería hablar, decir algo, si hubiera estado allí con Harry o Ron probablemente les habría abrazado y repetido mil veces que todo saldría bien, pero Malfoy era… diferente y, aunque ella sabía que necesitaba un abrazo seguramente más de lo que lo había necesitado nadie jamás, también era consciente de que lo rechazaría porque no sabía cómo lidiar con algo así. Cierto que aquél día en su pequeño apartamento habían tenido un momento de debilidad si es podía llamarse así, pero aquello había sido en la privacidad más absoluta. Fuera, en el mundo real, delante del resto de los magos y brujas, él era un Malfoy.
Sin debilidad, sin sentimientos, sin demostraciones…

Era tan triste que Hermione quiso volver atrás en el tiempo para enseñar al niño que fue, que los sentimientos no son debilidades, que el afecto y el amor son fortalezas y que el error de todos los magos oscuros de la historia había sido precisamente despreciar la mayor magia que existía en el mundo.

Deseó que algún día profundizara en aquella última lección ya que, después de todo, se había dado cuenta en aquellas semanas trabajando codo con codo con él, que en los últimos años había aprendido todas las demás y había cambiado hasta no ser más que un vestigio de lo que fue antaño.

Sí. Draco Malfoy era un snob, elitista, creído, narcisista, prepotente, altivo, egoísta y pomposo, pero ya no era únicamente eso. Todos esos defectos se habían visto suavizados por el tiempo, las aristas se habían limado y, pese a que aquellas características seguían ahí, latentes y vivas, él se había convertido en algo más, en un hombre al que ahora sí veía virtudes, algo que jamás habría creído posible con anterioridad.

Sabía que no era algo absurdo ¿Acaso no le ocurrió lo mismo con Blaise o Theo? ¿Acaso no parecía haber pasado igual con Parkinson? Todos aquellos hijos del antiguo régimen habían cambiado para bien, algo que calentaba el corazón de Hermione, al menos tenía el alivio de saber que sus amigos, los que había perdido en la guerra, no habían muerto en vano, que sus pérdidas habían servido para algo importante. Suponía que a todos ellos les gustaría saber eso.

—No dejo de preguntarme —dijo de pronto él con voz tomada — si podría haberla encontrado antes, si hubiera ido al banco en algún momento…

—No te fustigues —replicó ella chasqueando la lengua —Supongo que esa última cámara es la menos visitable ¿Verdad? Reliquias familiares, tesoros que nunca más vuelven a mirarse una vez se guardan… ¿Acaso no me dijiste que teníais varias cámaras? ¿Es una locura pensar que la que sueles visitar más a menudo es la más cercana a la superficie? ¿La menos custodiada?

Él asintió pero mantuvo el ceño fruncido como si quisiera mortificarse igualmente y sus palabras no significaran nada.

—Trabajé en ese código cada noche —dijo pese a que él no la había culpado.

Aquello pareció sacarle del extraño trance en el que se encontraba y la miró, clavando en ella sus atormentados ojos

—Lo sé

En un gesto que a ambos les sorprendió e incomodó por igual, aferró la mano de la bruja y la apretó ligeramente.

—Si no fuera por ti no la habríamos encontrado, no podría culparte de esto, Granger.

—Si vuelves a darme las gracias, Malfoy —dijo ella cuando la soltó, intentando aligerar el ambiente —creo que necesitaré también atención médica.

Él no llegó a sonreír pero sus ojos brillaron con un leve indicio de diversión, abrió la boca para decir algo pero Hermione nunca supo qué porque el sanador salió en ese instante de la sala de urgencias.

—Señor Malfoy —se acercó a él aunque Draco ya se había levantado y estaba prácticamente encima del medimago.

—¿Cómo está?

—Dormida — se metió las manos en la túnica blanca que llevaba y suspiró. Parecía cansado, como si llevara horas en el hospital y no hubiera dormido lo suficiente —parece haber recibido un filtro de muertos en vida ligeramente modificado. Hemos hecho varias pruebas pero no hemos conseguido averiguar qué se ha utilizado para alterar la fórmula original por lo que la poción herbovitalizante no está funcionando.

Draco miró de reojo a Granger ¿Por qué le sorprendía a estas alturas que ella hubiera sabido algo así?

—Por todo lo demás la señora Malfoy está bien, dentro de lo que cabe, sumida en esa falsa muerte inducida similar a un coma muggle solo que sin… bien, sin signos vitales distinguibles.

—Está viva —dijo Draco intentando que las atontadas neuronas de su atormentado cerebro hicieran algún tipo de sinapsis neuronal.

—En realidad no, pero no está muerta ¿Sabe lo que es el filtro de muertos en vida?

—Sexto curso, preparación para los EXTASIS. Poción muy poderosa que hace que quien lo beba se suma en un sueño de muerte. Tiene efectos similares a la animación suspendida.

—Veo que fue usted un alumno aplicado —dijo el sanador con un ligero asombro —pues bien, su madre está sumida en ese sueño y seguirá así hasta que descubramos qué han usado y podamos revertir el proceso.

—¿Quién va a encargarse de esto? Quiero a los mejores —respondió el rubio, categórico.

—En San Mungo trabajan los mejores —fue todo lo que dijo el sanador antes de irse.

—¡Maldita sea! —Draco dio un puñetazo a la pared y después se apoyó en ella con los hombros caídos.

—Podemos ir a hablar con Slughorn, si quieres podría enviarle una carta y hablar con él sobre las posibilidades —se mordió el labio —no es Snape, pero es un gran pocionista y quizás pueda ayudarnos.

Él solo asintió, dándole permiso para que contactara con su antiguo profesor.

—Voy a quedarme con ella un rato —dijo Draco segundos después —deberías ir a casa.

No quiero que sigas aquí.

No lo dijo pero Hermione comprendió el mensaje alto y claro.

—Por supuesto… ¿Nos vemos mañana?

—No lo sé, mejor te mandaré un mensaje cuando esté listo para seguir con esto.

Mantente alejada de mi hasta nuevo aviso.

—De acuerdo

Quiso decir algo más, cualquier cosa que pudiera ayudarle. Quiso decirle que podía acudir a ella si lo necesitaba y que pese a que su extraña amistad apenas sí podía ser considerada como tal, podría contar con ella.

Pero no dijo nada de eso. Ella solo sonrió y asintió, conforme.

—Adiós, Draco

—Hasta la vista Granger.

….

Pasaron dos semanas en las que no tuvo noticias de Malfoy.

Catorce días en los que él no solamente no respondió a ninguna de las notas que le había enviado sino que además le retiró los permisos de la red flú, no fue al Ministerio ni tuvo la amabilidad de encontrarse con ella en Hogsmeade como le solicitó en la última misiva, para ir a Hogwarts y hablar con Slughorn.

Había preguntado a Blaise pero él simplemente le había dicho que no estaba en su mejor momento y que quería estar solo, cuando lo intentó con Theo recibió una respuesta similar, seguida de un conciso Draco es así, que le impidió continuar con la conversación.

De modo que fue ella sola para hablar con su antiguo profesor de pociones y revisar varios libros de la biblioteca. Tomó notas e incluso fue a conversar con Minerva quien, tras darle la enhorabuena por su reciente e insólita relación con el joven Malfoy, le sirvió un té y escuchó cada una de las dudas que tenía la bruja, apremiándola para hablar con Morgan Atwater, un inefable que había estudiado en Hogwarts junto a Charlie Weasley en la casa de Slytherin. Según MacGonagall fue un chico callado, muy inteligente, ajeno a la división de casas y alejado de los prejuicios de la supremacía de sangre.

Le contó que en la época de Voldemort había sido enviado a Nueva York para lidiar con un pocionista que estaba utilizando una red de tráfico de drogas muggles para distribuir una sustancia mágica alucinógena que había terminado con la vida de al menos cincuenta adolescentes.

Así que, cuando regresó a Londres lo primero que hizo fue ir al Departamento de Misterios a preguntar por Atwater.

—¿Tiene cita con la división de inefables? —preguntó una bruja de unos cuarenta años que parecía sufrir un caso severo de estreñimiento por la mueca agria y dura de su boca.

—No. Soy Hermione Granger, Departamento de Seguridad Mágica y necesito hablar con Atwater por un caso —sonrió con esa sonrisa torcida marca Malfoy que tanto conocía en los últimos tiempos — un caso de alto secreto, por orden del mismísimo Kingsley Shacklebolt.

Odiaba tirar de su nombre y el de Kinglsey pero a veces odiaba realmente la burocracia del Ministerio.

—Le buscaré por si acaso él estuviera libre…

Se marchó dejando claro que si al tal Atwater no le interesaba la visita de Hermione, por heroína de guerra que fuera la dejarían allí con un palmo de narices.

Unos minutos después la bruja volvió a aparecer pareciendo aún más molesta que antes.

—Segundo cubículo a la izquierda —y volvió a meter la puntiaguda nariz detrás de un pequeño libro.

—Gracias, supongo —masculló Hermione entrando al angosto y oscuro pasillo. Vio la segunda puerta en la que podía leerle Atwaters y llamó con educación.

—Adelante.

La voz era ronca y masculina y, al entrar, se dio cuenta de que encajaba completamente con el resto de su persona.

Morgan Atwater se había levantado y ella parpadeó sintiendo que aquel pequeño despacho acaba de volverse diminuto.

Era alto, tan alto o más que Ronald y con un cuerpo grande y fornido. Llevaba las mangas de la camisa enrollada dejando ver unos musculosos antebrazos y Merlín, los bíceps que se marcaban bajo la tela blanca eran dignos de una de esas revistas muggles que le gustaban tanto a su prima Melly.

Cuando pudo dejar de mirar ese glorioso cuerpo se fijó en el rostro, mandibula cuadrada y marcada, con una sombra oscura de barba coloreando el mentón, nariz ancha, enormes ojos negros rodeados de espesas pestañas y coronados por unas cejas pobladas pero bien delineadas. Enmarcando aquel rostro que debía ser ilegal, una melena de pelo oscuro, largo y liso caía por encima de sus hombros dándole el aspecto de un nativo americano salido de una novela romántica de los noventa.

—Hola —dijo ella haciendo gala de su estupenda locuacidad.

—Hola —respondió él con una pequeña sonrisa.

Hermione parpadeó. Santa Morgana, se estaba comportando como una idiota redomada.

—Soy Hermione Granger —añadió felicitándose a sí misma por recordar su nombre.

—Sí, eso me han dicho —señaló la silla vacía que había en frente de él —por favor.

Ella se sentó y se aferró a su bolso como si fuera una tabla salvavidas.

—Me ha dicho Irina que quieres hablar conmigo.

Así que ese era el nombre del cancerbero de la entrada.

—Sí —carraspeó con delicadeza —Minerva MacGonagall me conminó a hablar contigo, ella pensó que podrías ayudarme en mi investigación.

—Minerva es maravillosa —dijo con una sonrisa cariñosa que le marcó un hoyuelo en la mejilla —no sabía que investigabas, creo que en el último memorandum que recibí sobre los cambios de puestos en el Ministerio, habías dejado el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas y te habían nombrado parte del Departamento de Seguridad pero no de la división de aurores.

Sintiéndose levemente halagada porque él recordaba aquello que había sucedido casi un año atrás, se recolocó en el asiento y sonrió con un toque de rubor en sus pómulos.

—Es correcto. No soy auror y no es una investigación propia, en realidad el auror a cargo es Harry Potter —odiando tener que hacer aquello delante de un hombre que tenía mucho potencial en muchos sentidos, apretó los puños bajo la mesa y continuó —supongo que habrás oído hablar de la desaparición de Narcisa Malfoy.

—Sí —él frunció el ceño, recordando — asesinato de su esposo, secuestro de ella. Posible sospechoso un miembro del BR, algo he leído en prensa este último mes.

—Ella apareció —dijo mordiéndose el labio —alguien le hizo consumir filtro de muertos en vida adulterado y tras dos semanas aún no han encontrado un antídoto porque no logran encontrar la modificación de la fórmula inicial. He estado en Hogwarts hablando con Horace Slughorn y revisando libros de Severus Snape en un intento de descubrir algo. MacGonagall me dijo que tal vez podrías ayudarme.

—¿Por qué el interés? —preguntó sin apenas parpadear.

—Es… personal. La señora Malfoy es la madre de mi… esto… de mi novio.

Él arqueó levemente las cejas y pareció complacido, como si la hubiera puesto a prueba de algún modo.

—Cierto… el señor Malfoy y tú fuisteis portado en El Profeta.

Ella masculló algo ininteligible y él amplió su sonrisa.

—Tal vez pueda ayudarte. Me sorprende que no haya venido el mismo Draco, aunque él es una eminencia en el campo de la Alquimia y muy habil como pocionista, no sé por qué necesitará mi ayuda.

—¿Conoces a Draco?

—He trabajado con él en alguna ocasión como seguramente sabes —alzó una ceja.

Hermione sintió que seguía poniéndola a prueba.

—Obviamente sé que él ha trabajado para el Departamento de Misterios en alguna ocasión pero, como sabes, no puede divulgar con quién o en qué, lo admiro y respeto por eso.

—Bien, te mandaré un mensaje para que podamos vernos los tres a final de semana. Es imposible que pueda encontrar un hueco antes, tengo un caso demasiado importante entre manos y no puedo dar prioridad a nada que no sea finiquitarlo.

—Está bien.

Hermione se levantó, se colgó el bolso al hombro y abrió la puerta.

—Espero tu lechuza.

Él solo sonrió y mientras se iba, Hermione pudo sentir aquellos oscuros e impenetrables ojos atravesando su nuca.

Draco abrió la ventana para que la lechuza moteada pudiera entrar, recogió la carta, le dio una chuchería y lanzó el pergamino sobre la mesa mientras observaba el vuelo del ave que se elevaba sobre los terrenos de su hogar ancestral hasta convertirse en una minúscula motita en el horizonte.

Con un pesado suspiro cerró de nuevo la ventana y se sentó en su butacón, mirando el sobre con gesto meditabundo.

Conocía aquella pulcra y perfecta caligrafía desde sus años de escuela y además en las últimas casi tres semanas había recibido más de un nota de ella, lo que empezaba a ser agobiante.

¿Acaso con su silencio no había dejado meridianamente claro que su estrafalaria asociación había llegado a su fin?

Su madre había aparecido y eso era todo lo que Draco quería, el regreso de Narcisa. Ahora bien podía encargarse el estúpido Ministerio de jodido RB.

Decidió que en aquella ocasión respondería a la misiva indicando a Granger que podía seguir con su investigación en solitario, también escribiría a Shacklebolt para reafirmar su punto. El Departamento de Seguridad Mágica debía continuar con ese caso hasta llegar al final, tal y como habían pactado, aunque ya no necesitaba formar parte del equipo investigador.

Durante esos veinte días había conseguido recuperar la perspectiva y reprimir ese deseo inapropiado que le había instigado Granger. Demasiado tiempo de celibato y demasiado tiempo con ella unido a que la comelibros que él recordaba se había desarrollado fantásticamente le habían hecho caer en un momento de enajenación mental transitoria. No estaba mal, no era tan insufrible como recordaba e incluso podría llegar a caerle bien con el tiempo, pero desde luego no tenía intención de darle ese tiempo.

Le agradecía sumamente su ayuda en el rescate de su madre y todo lo demás, no era un completo desalmado, pero eso era todo y eso sería todo.

Sacó una lámina de pergamino, mojó la pluma en el tintero y comenzó a escribir.

Granger,

Una vez más debo agradecerte el esfuerzo y la dedicación en la búsqueda de mi madre y tu interés en sacar adelante la investigación de RB, ya que la mía es una de las familias afectadas por este grupo.

Mi participación en el caso ya no es necesaria, siéntete libre de continuarla o dejarla en manos de Potter.

En cuanto a la relación ficticia dejaré en tus manos la ruptura, puedes contar lo que quieras a la prensa, reafirmaré tus palabras.

DM

Releyó en un par de ocasiones la carta y asintió. Escueta, aséptica, clara. Perfecta.

La dejó a un lado y decidió leer la de ella antes de enviarla, no quería que pareciera que ignoraba sus palabras, no sería caballeroso y, ante todo, era un Malfoy.

Desplegó el pergamino y ojeó el interior.

Malfoy,

Fui a Hogwarts. Sin datos relevantes pero he concretado una cita con Morgan Atwater, el inefable, para mañana en Hogsmeade, Cabeza de Cerdo a las 16:00. Quiere vernos a los dos pero si no quieres ir házmelo saber e inventaré alguna excusa válida.

HG

Draco arrugó el papel al apretar su mano en un puño. ¿Atwater? Entrecerró los ojos y apretó las mandíbulas ¿Por qué coño había ido a solicitar audiencia a ese imbécil que se creía un regalo de los dioses para el mundo?

Sacó otro pergamino y dejando al lado lo que había escrito previamente garabateó una respuesta.

Iré

DM.

Llegó a Hogsmeade quince minutos antes de la cita y no se sorprendió al encontrar a Granger ya en la taberna, sentada en una mesa retirada con una cerveza de mantequilla entre las manos.

Se acercó a ella y no pudo evitar darle un repaso desde la más absoluta objetividad. En las tres semanas que había pasado sin verla parecía más delgada, se veían unas pequeñas ojeras bajo sus párpados inferiores y el jersey granate que llevaba destacaba aún más la palidez de su rostro.

—No tienes buen aspecto, Granger —dijo sentándose frente a ella.

La mujer parpadeó al verle, se retiró un rizo rebelde que se había escapado de su recogido y se encogió de hombros. No le sonrió.

—No he dormido mucho ¿Qué tal está tu madre? —preguntó a bocajarro.

Bien, a Draco le gustaba eso de no andarse con rodeos.

—Ella si está durmiendo mucho últimamente, me temo —respondió con una mueca cínica.

Hermione sabía que él lo estaba pasando mal, de hecho se había repetido hasta la saciedad que debía ser paciente, que toda esa indiferencia que demostraba al no responder a sus cartas era el resultado del miedo que sentía por su madre.

¿Acaso no le había visto en el hospital? ¿No había estado con él cuando la encontraron? ¿No había estado con él durante el tiempo en que duró la búsqueda?

Siempre, en todo momento, Malfoy trataba de parecer impasible, pero hacía mucho que se había dado cuenta de la máscara con la que se cubría día a día, además él mismo le había contado lo mucho que utilizaba la oclumancia para mantenerse cuerdo.

No obstante verle allí, con aquella enorme barrera que había interpuesto entre los dos le dolió.

No del modo en que le dolería si tuviera sentimientos románticos por él, si era sincera consigo misma la atracción sexual no significaba amor de ningún modo. No le quería, pero le gustaba la persona que había descubierto en él, ese Draco que se escondía detrás del apellido, el que la había abrazado, roto por sus pesadillas, el que le había dado las gracias años atrás en la boda de Kingsley, el que la hacía reír con tonterías y discutía con ella por todo.

Le entristecía que él fuera capaz de dar la espalda a esa difusa y extraña relación, pero era lo suficientemente adulta como para aceptarlo así que simplemente le dejó ir, porque nunca puedes obligar a alguien a quedarse.

—Atwater está por llegar, él piensa que… en fin que somos pareja. Creo que deberíamos solucionar eso también — Draco asintió en acuerdo —pero no ahora —señaló la puerta —ya ha llegado.

El inefable, vestía completamente de negro, era una sombra fornida y apuesta que se deslizaba sigilosamente por el lateral del local sin apenas un solo sonido.

Hermione se estremeció ¿Cómo alguien tan grande podía ser tan delicado en sus gestos?

Se sentó al lado de Hermione y la miró con aquellos penetrantes ojos oscuros.

—Me alegro de verte — dijo con esa voz grave en un tono insinuante que no pasó desapercibido a Draco.

—Hola —respondió Hermione con la misma locuacidad que había demostrado días atrás.

Malfoy estuvo a punto de bufar ¿Podría ser más condenadamente obvia? Por Salazar, aquella idiota se había quedado casi babeando delante de Atwater. De pronto se vio de nuevo en segundo curso cuando todas las alumnas de Hogwarts suspiraban atontadas en DCAO.

—Malfoy —dijo el inefable girándose hacia él —tanto tiempo —Draco cabeceó como saludo —Hermione me ha dicho que necesitáis mi ayuda con la poción que ingirió tu madre. Me sorprendió teniendo en cuenta tu amplio conocimiento sobre el tema.

—He estado investigando —respondió el rubio sorprendiendo a Hermione —no es fácil ya que no tenemos una muestra de la poción. En San Mungo me dieron las copias de los análisis clínicos, un poco de sangre y demás, no es suficiente, pero me temo que hay algo distinto implicado en todo esto. He llegado a la conclusión de que no es solo la poción. Todos los valores entran dentro de la normalidad. Quizás es un hechizo potenciador que haya ampliado el alcance del filtro.

—Si eso es así —añadió Hermione que seguía la conversación con interés —sin saber qué hechizo se utilizó es imposible revertir los efectos de la poción —se dio unos golpecitos en la barbilla con gesto pensativo —no obstante puedo encontrar algunos Buffo Debilis en el departamento. Supongo que sabéis que se usan habitualmente para probar las pociones dado que se ha demostrado que no sufren por ello —dejó claro ese punto ya que había hecho un elaborado informe sobre ello en su segundo año en el Departamento de Criaturas Mágicas —de esa forma podríamos probar sobre ellos el filtro de muertos en vida.

—¿Para qué quieres probar el filtro? Ya sabemos que está adulterado —dijo Draco con más brusquedad de la debida. Ignoró la mirada de Morgan y añadió con más suavidad —necesitamos algo más tangible antes de realizar las pruebas.

—Tengo ciertas anotaciones del profesor Snape que tal vez puedan serme útiles. MacGonagall me los prestó y además —se quedó pensativa dudando de si debería decir el resto delante de Atwater —me gustaría hacer una serie de pruebas por mi parte —dijo finalmente.

—Inteligente además de preciosa —dijo el inefable —Malfoy, creo que no es tu tipo después de todo —se cruzó de brazos mirando a Hermione —¿De veras es cierto lo que dice El Profeta? No creo que estéis juntos en realidad.

Hermione pensó que ese sería el momento perfecto para confirmar la ruptura pero antes de que pudiera hablar Draco se le adelantó.

—Yo no asumiría antes de tiempo, Atwater. Hermione —pronunció su nombre casi paladeando cada letra —es mía.

Ella tuvo que morderse la lengua literalmente para no decirle a aquél cretino que ella no era un objeto propiedad de nadie, pero se calló porque quizás no era el momento de abrir la boca, pese a que la iba a escuchar después, quisiera o no.

—Ya veo… una lástima —replicó Morgan que sonreía, dando a entender que no le creía una palabra. Apoyó la espalda en el respaldo y se puso serio —No sé si el Departamento de Potter está metido de lleno con el grupo que se hace llamar la Revolución de la Sangre, pero desde Misterios hemos tenido unos cuantos casos que creemos tienen algo que ver con ellos —señaló a Malfoy —el de tu madre ha hecho sonar todas las alarmas en mi división. Tienes razón en algo, no han usado un filtro de muertos en vida, es algo peor. Algo que a decir verdad no es nuevo para mi.

—¿Tiene que ver con tu misión en Nueva York? —preguntó Hermione —¿Con la red de narcotráfico y las pociones alucinógenas?

Draco pareció sorprendido por eso y Morgan sonrió con complacencia.

—Alguien ha hecho sus deberes.

Hermione se sonrojó

—MacGonagall habló de ello y después yo… en fin, normalmente los trabajos de los inefables son un misterio, pero este caso no fue secreto, no lo hiciste como inefable.

—Tienes razón, en aquel momento era auror y sí, es posible que tenga algo que ver —entrecerró los ojos —me temo que únicamente podré hablar con la persona a cargo de la investigación.

Hermione pensó en decirle que era Harry para mantener las apariencias pero decidió fiarse de su instinto y del instinto de su antigua profesora de Transformaciones. Iba a confiar en Morgan Atwater pese a que los ojos de Malfoy le decían claramente que se mantuviera en silencio.

—Yo llevo el caso —respondió Hermione con decisión.

La sonrisa de Morgan fue sincera en aquella ocasión, el hoyuelo de su mejilla marcado y sus ojos oscuros brillantes.

—Perfecto —dijo

Draco cerró los ojos y decidió que, después de todo, no iba a dejar el caso aún. Si Atwater estaba dentro de esa puta investigación, él también. Y ya vería como lidiar con todo lo demás.