Hola! Un poco de dramione… prepando lo que sigue!
Al final el niño se me puso malo y el viaje se ha pospuesto de modo que ¿Quién quería dormir? Me quedé escribiendo y, pese a las horas, he pensado que ¿Por qué no?
Hanya Jiwaku: Gracias por leer y por dedicar un momentito a dejar tu mensaje ^^
Wendy Lizarraga: Draco es un poco listillo jajaja
Besos y abrazos
AJ
Justicia y venganza
Pasaron dos semanas en las que no ocurrió nada digno de mención.
Pansy salió de San Mungo y fue instalada en casa de Blaise, donde Draco había abierto un nuevo Lugar Seguro para ella, Blaise y Theodore. Este último se había negado en un primer momento alegando que ser el tercero en discordia no le apetecía lo más mínimo. Finalmente Blaise le había prometido, casi bajo Juramento Inquebrantable, que cada uno tendría su propia habitación y que entre él y Pansy, únicamente había una renovada amistad.
Ni Theo ni Draco le creyeron una sola palabra, porque ambos sabían que, si pudiera, su amigo estaría bajo las faldas de la mujer en menos de lo que tarda una snitch en levantar el vuelo, pero, para su desgracia, cuando Pansy hizo la declaración en el Ministerio, se cruzó con la última conquista de Blaise, Misty, Missy, Mili… como fuera que se llamara la bruja, quien había ido como parte de la coartada que el mago había presentado para manifestar su inocencia. Pansy, que se las había apañado para leer la confesión de la rubia, había retrocedido lo poco que avanzaron en San Mungo y se había retraído una vez más. No le retiró la palabra ni se alejó como antes, pero dejó claro que el momento de debilidad había pasado y ya no necesitaba protección ni abrazos. Lo cierto, muy a su pesar, es que sí los quería más que nada, pero Pansy Parkinson era muy orgullosa y no sería el segundo plato de nadie, mucho menos de aquel libidinoso y vicioso cabrón.
En el fondo sabía que no tenía derecho a estar enfadada ya que ni siquiera se hablaban cuando se acostó con la sensual bruja rubia, pero solamente pensar que ella había estado moribunda en su casa mientras él retozaba con aquella zorra, le hacía hervir la sangre.
Agradeció la presencia de Theo que le impediría flaquear, contrató con ayuda de Blaise un par de brujas para que se encargaran de la tienda y se dedicó a diseñar una nueva y maravillosa colección a la que llamaría Fénix. Pansy resurgiría de sus propias cenizas, una vez más.
Por su seguridad no la dejaron salir del Lugar Seguro, de modo que únicamente pudo tener contacto con Ginny y Hermione a través del correo vía lechuza. ¿Quién le iba a decir cuando era una adolescente furiosa y estúpida que aquellas dos leonas se convertirían en sus mejores amigas? ¿Habría pensado siquiera alguna vez que Daphne y Astoria la darían de lado de la forma en que lo hicieron? La vida era complicada y retorcida y la sorprendía en cada recodo del camino. Porque ¿Acaso era normal la relación que mantenían Hermione y Draco? ¡Si hasta se habían ido a vivir juntos!. Se atragantó cuando Theo lo dejó caer en medio de una cena y escribió a Hermione esa misma noche exigiéndole una explicación de por qué no le había contado la maravillosa noticia. La bruja le explicó que era solo temporal, un refugio como el de ella, Blaise y Theo, pero Pansy no se dejó engañar, que Draco Malfoy se hubiera llevado a Hermione Granger al hogar ancestral de su familia era mucho más que una solución temporal a la seguridad de la bruja. Pansy conocía a Draco desde niña y se alegraba mucho de que por fin hubiera encontrado a alguien como Hermione. Además aquello alejaría por fin a Astoria que parecía obsesionada con él y dispuesta a todo por conseguir ser la futura señora Malfoy a cualquier precio.
Preguntándose qué clase de vestido de novia le iría mejor a Hermione, Pansy dedicó los siguientes días a dibujar distintos bocetos que podría añadir a su nuevo proyecto de trajes de novia.
Ajena a las divagaciones de su amiga, Hermione pasó esas dos semanas casi recluida, apenas iba del Ministerio a casa de Malfoy y viceversa. Draco pasaba horas en San Mungo con su madre o en el taller de pociones investigando la dolencia de Narcisa mientras Hermione trabajaba y después ambos se metían en el Lugar Seguro y continuaban las investigaciones del filtro de muertos en vida, del caso de BR y de la implementación de una puerta que, a igual que en la Sala de los Menesteres, pudiera activarse con su contacto sobre la pared.
No habían avanzado mucho en ninguna de las tres cosas y la frustración comenzaba a hacer mella en ellos.
Pese a la remodelación de la Sala Común y la colocación de la cocina, los elfos de Malfoy Manor les dejaban las comidas preparadas y habitualmente alguno de los dos, al regresar a la casa, las introducía en el Lugar Seguro.
La convivencia entre ellos estaba siendo más fácil de lo que ninguno de los dos pensaba, si no fuera por la creciente tensión sexual que mantenían.
Aquella mañana las cosas se empezaron a complicar aún más.
Hermione habitualmente salía temprano al Ministerio, pero ese día había recibido correo de Harry indicándole que se quedara en casa. Al parecer iba a haber demasiado movimiento y prefería mantenerla fuera de peligro debido a que el departamento estaba arriba y no podría disponer correctamente de su seguridad.
A la bruja le había molestado sobre manera pero no era estúpida y si Harry le decía que era mejor no ir al Ministerio, por más que le cabreara, sabía que era mejor hacerle caso. No había llegado a ser jefe de aurores por su cara bonita.
Así que se quedó en la habitación remoloneando en la cama más que de costumbre hasta que finalmente decidió que se daría una ducha rápida y seguiría con sus pesquisas mientras Malfoy regresaba.
Por la hora que era seguramente ya estaría en San Mungo visitando a su madre como hacía a diario.
Cuando salió finalmente del cuarto de baño con la toalla enrollada sobre los pechos y aún medio mojada, Draco abrió la puerta de su habitación vestido únicamente con unos bóxers de seda negra que cubrían precariamente lo que sin duda parecía una enorme erección matutina.
Hermione se quedó petrificada con el pomo de la puerta en la mano y los ojos clavados en el cuerpo del rubio.
¿Cuándo había ocurrido aquello?
Malfoy siempre había sido un chiquillo pálido y delgaducho ¿Verdad? Sabía que desde que había vuelto a aparecer en su vida se había desarrollado considerablemente pero una cosa era imaginarse lo que había bajo la ropa y otra era verlo con sus propios ojos. Le había tocado aquella noche que no debía ser nombrada pero ni en sus mejores fantasías, y había tenido unas cuantas, había sido así de perfecto.
Su cuerpo, Merlín la pillara confesada, estaba perfectamente esculpido, hombros anchos que se estrechaban hasta la cintura de la que pendía precariamente la goma floja del calzoncillo, pectorales marcados, bíceps perfectamente delineados, abdominales maravillosamente perfilados bajo la piel pálida. Se quedó durante unos segundos con la vista perdida en ese pequeño ombligo que de pronto le pareció un lugar sumamente erótico y tragó saliva. No tenía vello visible o, si lo tenía, sería tan rubio que no se apreciaba a esa distancia y aquel bulto… Señor, iba a empezar a babear, aquel bulto ¿Se había agitado con su escrutinio?
De pronto se dio cuenta de que se lo estaba comiendo con la mirada y se sonrojó violentamente buscando de reojo su rostro.
Pero los ojos de Draco estaban demasiado ocupados contemplando las piernas de la bruja y las gotas de agua que resbalaban por aquella piel tostada que parecía de satén.
Cerró los puños y sintió como su polla se empujaba contra la tela de seda en muda rebeldía contra aquella restricción que le impedía mostrarse en toda su gloria.
Sus instintos más primitivos le instaban a abalanzarse sobre ella, arrancarle aquella horrorosa toalla de color rojo y devorar cada milímetro de ese cuerpo que le estaba volviendo loco cada día.
Había perdido la cuenta de la cantidad de veces que se había masturbado pensando en ella y en aquel beso caliente que habían compartido. Llevaba dos semanas enteras intentando convencerse a sí mismo de que tener una relación física con ella no sería nada malo, ambos eran adultos, responsables y libres ¿Verdad? ¿Qué había de malo en aprovechar el tiempo que tenían que estar juntos en menesteres mucho más satisfactorios para los dos?
Pero no, no podía hacer eso, ella no era una bruja cualquiera, era Granger y realmente le gustaba esa mujer, no podía usarla para satisfacer sus instintos más bajos y después dejarla de lado y él no estaba dispuesto a mantener otro tipo de relaciones, mucho menos con una heroína de guerra cuyos gritos aun plagaban sus más oscuras pesadillas.
Y así, día tras día, su razón y su naturaleza animal estaban en constante discusión y él estaba más y más al límite compartiendo aquel pequeño espacio con ella, conteniéndose para no continuar donde lo habían dejado semanas atrás y desahogarse de una vez porque no podía ser sana tanta contención ni tanto trabajo manual. Era frustrante saber que ni siquiera en el cenit de su adolescencia se había tocado tanto como en las últimas dos semanas.
—Nunca había visto a nadie ponerse roja de la cabeza a los pies —dijo con la voz gruesa tratando de aligerar el ambiente.
—Pensaba que estarías en San Mungo —respondió Granger en un tono agudo impropio de ella.
—Y yo supuse que estabas en tu despacho.
—No… yo no… no fui —soltó finalmente el pomo de la puerta y se aferró a los bordes de la toalla —Harry me dijo que no era seguro estar hoy allí.
Draco asintió intentando que su rostro no reflejara el ansía que sentía por ella en ese instante, aunque era consciente de que si miraba un poco más abajo de su cintura sería más que consciente del interés que despertaba en él.
—Yo… —Hermione, que se daba cuenta de que su locuacidad se había ido por el desague, dio unos pasos atrás hasta que su espalda chocó contra la puerta de su habitación —creo que iré a vestirme.
Draco sonrió y aquella sonrisa depredadora hizo que ella se estremeciera visiblemente.
Así que no era el único afectado por esa inesperada y salvaje atracción. Estaba tan tentado de avanzar hasta ella y tirar de la toalla que le picaban las yemas de los dedos, algo en su fuero interno le decía que la bruja se dejaría y que caería entre sus garras sin un solo parpadeo. El ambiente entre ambos era espeso y casi podía paladear su excitación.
Inspiró hondo, preguntándose que tan mojada la encontraría y que tan preparada para él, se moría por conocer su sabor, su olor, el sonido de sus gemidos al correrse.
Apretó aún más los puños y avanzó con decisión abriendo de un tirón la puerta del cuarto de baño.
—Cuando regrese de San Mungo continuaremos donde lo dejamos ayer —dijo cerrando a su espalda sin mirar atrás.
Hermione entró en su dormitorio, se apoyó en la pared y apoyó la mano en su acelerado corazón. Sentía el rostro acalorado y escuchaba sus propios latidos como un golpeteo rápido y fuerte taladrando sus oídos sin piedad.
Qué Dios la perdonara, pero si él hubiera vuelto a acercarse a ella como en el baile hubiera mandado al infierno absolutamente todo y se habría lanzado a sus brazos como una adolescente con las hormonas revolucionadas.
Se dejó caer lentamente hasta quedar sentada en el suelo y apoyó la cabeza en la pared con los ojos cerrados. Podía escuchar el sonido de la ducha y se le imaginó allí, bajo la ducha y se mordió el labio inferior mientras las fantasías revoloteaban en la mente.
De pie, con la mano apoyada en las baldosas y la cabeza bajo el agua fría, su pelo se pegaría a su frente y sus mejillas y tendrías los ojos cerrados mientras las gotas lamían esa pie pálida. Casi podía verle con el cuerpo en tensión y los labios apretados ¿Se tocaría? ¿Estaría acariciando esa espectacular erección mientras ella pensaba en él? Gimió y se levantó de golpe dispuesta a quitarse todo aquello de la cabeza.
—Por Merlín, Hermione —dijo en voz baja dejando caer la toalla y buscando el bote de crema en el tocador —llevas demasiado tiempo en dique seco, amiga —añadió resoplando mientras se untaba la crema en las piernas y el trasero —si esto se alarga voy a pedir asilo en casa de Blaise.
La verdad es que tal vez sería mejor que todos se mantuvieran juntos. Lo había pensado en alguna ocasión pero parecía ser lo bastante masoquista como para querer permanecer allí sola con Malfoy y su tensión sexual no resuelta.
Cuando acabó de vestirse con unos pantalones cortos sueltos de algodón blanco y una camisa de pijama con botones fue hasta la puerta y puso la oreja en la madera, intentando averiguar si ya se habría marchado.
Por enésima vez se preguntó si sería tan malo enredarse con Malfoy. Podría manejarlo, era una bruja adulta y podía separar los sentimientos de la sexualidad ¿Verdad? No había nada de malo en mantener una relación física en la que pudieran desarrollar esa pseudo amistad que habían descubierto mientras investigaban otras facetas más privadas de ambos y resolvían esa atracción que empezaba a resultar insoportable.
¿Qué era lo peor que podría pasar? Fue hacia el escritorio, sacó un pergamino, tinta y pluma y comenzó a elaborar una lista con los pros y los contras de ceder a la tentación que suponía Draco Malfoy.
Cuando Draco regresó la libido había vuelto a límites soportables. Pasar tiempo en la habitación de su comatosa madre tenía el efecto de matar cualquier pensamiento impúdico que pudiera haber tenido previamente.
Se encontró a Granger en la mesa como de costumbre, rodeada de multitud de papeles mientras escribía en un pergamino.
—Hola —dijo al escuchar el sonido de la aparición —¿Qué tal tu madre?
Bien, pensó Draco. Iban a hacer como si no hubiera pasado nada, algo que le venía de perlas en realidad.
—Sin novedades —se dejó caer en una silla algo alejada — ¿Has comido algo?
—Aún no —señaló la cocina —recogí la comida, tus elfos piensan que comemos en cantidades industriales.
—Yo comeré, tengo hambre.
—Creo que yo también podría comer algo —respondió levantándose y siguiéndole a la cocina.
—¿Has tenido noticias de Potter? —preguntó Draco preparando los cubiertos con diligencia.
—Aún no, creo que era la vista de Kirke y Justin —dijo con un suspiro —me parece tan increíble que la gente que sufrió durante la guerra sea capaz de cometer actos tan terribles…
Draco tragó en grueso al escucharla.
—¿Cómo alguien puede querer hacer sufrir a los demás? ¿Qué culpa podría tener Pansy de lo que les ocurrió a sus seres queridos? No fue ella quien los mató, ella no era quien empuñaba la varita…
—Eres demasiado buena, Granger —dijo él con voz enronquecida —yo fui un monstruo —murmuró —muchos piensan que soy tan culpable como Dolohov o Rosier. Los que no creen que debería estar en Azkaban suponen que estaría mejor muerto.
—No digas eso —espetó ella.
Draco se encogió de hombros con aparente indiferencia aunque Hermione pudo ver la rigidez de su cuerpo.
—Todo el mundo sabe que intenté matar a Dumbledore, todo el mundo sabe que fui marcado y dejé entrar a los mortífagos en Hogwarts, todo el mundo sabe que fui uno de ellos. ¿Por qué no quererme muerto cuando fueron los mortífagos quienes asesinaron y torturaron a sus seres queridos?
—Porque tú no fuiste quien los mató, Draco. Porque hay una línea muy fina entre la justicia y la venganza y cruzarla nos hace tan culpables como ellos.
—Es posible, pero no lo condeno. Comprendo la necesidad de venganza mejor que la de necesidad de justicia, Granger. Nunca he sido el chico bueno. Sería capaz de vengarme sin pestañear.
—¿De veras? ¿Serías capaz de matar a alguien inocente por vengarte? ¿Al hijo de un asesino solo por vínculo genético?
Draco frunció el ceño y pensó en ello realmente. Al final sacudió la cabeza en un gesto negativo.
—No —recordó a Dumbledore —no soy un asesino, no podría matar a un inocente pero a un culpable… —dejó la frase en el aire.
—Pansy no es culpable.
—No, no lo es.
—Ni Theodore.
Él estuvo de acuerdo en eso.
—Pero sí mi padre —respondió en un susurro —comprendo la venganza. Sí, él era mi padre y sí, a su manera retorcida me quería, pese a lo mucho que le decepcionó que no fuera lo que esperaba de mi. Puede que no fuera el mejor padre, pero era el único que tenia. Aún así —dijo clavando sus ojos de mercurio líquido en los castaños de Hermione —comprendo la venganza. Había mucha gente que deseaba verle muerto y seguramente más de uno tenía motivos.
—Pero no podemos tomar la justicia por nuestra mano, Draco.
—¿Por qué no? Todos sabemos que mi padre debió ir a Azkaban y simplemente fue condenado a arresto domiciliario sin magia ¿Eso es justicia? Si hubiera tenido seres queridos muertos bajo su varita habría querido verle muerto con el beso del dementor, no encerrado en su enorme mansión viviendo su vida.
—Te enfada que no fuera a la cárcel
No era una pregunta.
—Sí, no se merecía la absolución. Ambos lo sabemos.
—Aún así ¿Te das cuenta que lo que empieza como una venganza personal puede terminar siendo crimen organizado? ¿Querían vengar la muerte de un ser querido matando a Lucius? Bien, lo hicieron pero ¿Tu madre ha matado a alguien?
—No —respondió él.
—En cambio se han vengado en ella. En Pansy, en Theo, Blaise, Bulstrode… incluso yo soy un objetivo ¿Por qué? ¿Por que el mundo mágico cree que salgo contigo?
—Porque el mundo mágico no entiende que la heroína de guerra amiga de Potter tenga una relación con un mortífago. No puedes pretender que nadie lo entienda realmente.
—¿Por qué no? —preguntó ella con su mejor voz de marisabidilla — te repito, no eres un asesino, eramos niños, Draco. Niños jugando juegos de guerra que no queríamos y que no pedimos. Siempre fuiste un gilipollas, pero sin Voldemort simplemente habrías sido un niño malcriado y snob que se creía superior a los demás por el dinero de sus cámaras de Gringots. Hay cientos de niños malcriados que no son más que el resultado de una crianza errónea. ¿Hay que acabar con ellos? No, hay que reeducarles.
—¿Insinúas que tengo que reeducarme, Granger? —preguntó con una sonrisa irónica mientras se debatía entre sentirse insultado porque le había llamado gilipollas o halagado por la férrea defensa que hacía de él.
Hermione resopló.
—Todo lo que has vivido ha sido suficiente educación ¿Acaso el Draco Malfoy de antes viviría con una sangre sucia?
—No vuelvas a decir esa palabra —la sonrisa se había evaporado y apretaba los dientes con la cara más pálida de lo habitual. —nunca.
Pese a lo sorprendida que estaba por el arrebato ella solo asintió.
—Con una… hija de muggles, como yo.
—No, es cierto que era un poco gilipollas —respondió con una risilla volviendo a relajarse un poco.
—El punto es, volvió a decir Hermione —que no podemos consentir esto. Ellos sufrieron pero el sufrimiento no les da derecho a matar o torturar a nadie. Yo también perdí a gente en la guerra, pero confío en el sistema y no voy a apuntar con la varita a cada hijo o sobrino o nieto de mortífago que me encuentre. No podemos culpar a un hijo de los pecados de un padre.
—Supongo que querrías haber ido a la vista —dijo él al cabo de un rato.
—Sí, me habría gustado estar allí, pero supongo que Harry me dejará usar un pensadero para verlo desde sus recuerdos, es mejor que nada.
—Necesitamos que hablen.
—Sí. Ha sido imposible aprobar el uso de veritaserum en ambos aunque sé que la fiscalía, por suerte no Cullimore, lo iba a solicitar en la vista ante el Wizengamot.
—¿Sin Cullimore? —Draco dejó lo que estaba haciendo para observarla con intensidad —¿Por qué sin él?
—En uno de los registos en casa de Justin encontraron algunas pruebas incriminatorias. Le han suspendido hasta nueva orden y están investigando el caso ¿Sabes que te di los documentos ayer, verdad? —frunció el ceño —no los has leído.
—No, no lo he hecho. Lo cierto es que ayer estaba muerto y esta mañana…. —carraspeó al recordar la mañana —me quedé dormido.
Ella se sonrojó.
—Harry me envió esta mañana cierta documentación que quería revisar contigo hoy, el resumen es que hay algunos pagos de Gringots nominativos a Cullimore, algunas cartas que el idiota de Justin no eliminó y alguna tontería similar. Lo suficiente para que Harry le tenga ahora mismo cogido por las pelotas.
—Bien —replicó Draco —se va cerrando el círculo — ¿Y por qué no aprobaron el uso de veritaserum? Con Spinter el proceso apenas duró un día o dos.
—Spinster no tenía familia en el Ministerio ni un buen abogado defensor. Andrew y Justin tienen ambas cosas y no está siendo tan fácil, pero ante el Wizengamot y con las pruebas que encontró el equipo de Harry no van a tener opción que ceder.
—Perfecto. Esperaremos entonces a que Potter nos informe.
Comieron mientras continuaban hablando del caso y Draco le contó que había hablado con Atwater al que se había encontrado en San Mungo siendo atendido por una herida de la que no podía hablar ya que tenía que ver con alguna de sus misiones como Inefable.
—Creo que sabe donde está Adalid Rymer —dijo Draco limpiándose los labios tras el último bocado de puré de patatas —es más, apostaría mi oro en Gringotts a que incluso puede estar metido hasta las orejas en el BR.
—Imposible, es un sangre pura ¿Por qué iban a dejarle meterse hasta el fondo?
—Es un Slytherin y un Inefable —respondió Draco como si aquello simplificara todo.
—Siento que pudo confiar en él.
Draco bufó.
—Precisamente tú deberías salir corriendo en la dirección opuesta.
—¿Precisamente yo? ¿Qué insinúas? —preguntó molesta.
—Atwater te mira como si fuera un león y tú un jugoso filete, Granger. No puedes ser tan mojigata.
Hermione se atragantó con el agua que estaba bebiendo y luchó por respirar mientras iba poniéndose colorada.
Draco con un chasquido de su lengua que denotaba fastidio, se levantó, la tomó de las mano levantando sus brazos y esperó.
—De verdad que a veces eres muy dramática.
—¿Yo? —tosió y se soltó de él respirando con dificultad —siempre fuiste tú el rey del drama.
— Cómo sea, hazme caso y aléjate de Atwater.
Hermione levantó una ceja en un gesto tan Malfoy que Draco parpadeó.
—¿Y si no quiero alejarme? —preguntó cruzándose de brazos.
Draco apretó los dientes hasta que su mandíbula sonó.
—Pues no lo hagas —se encogió de hombros obligándose a relajar la postura — no es mi problema para quien te abres de piernas.
El silencio después de aquello fue ensordecedor. Ni buen hubo terminado de decirlo Draco se arrepintió de su arranque de mala leche y se dio cuenta de que había metido la pata hasta las orejas y la había herido con su brusquedad.
Maldita fuera. Si no le hubiera empujado… ¿A quién quería engañar? Ya estaba grande para culpar a los demás de sus equivocaciones. Pensar en que la bruja pudiera estar interesada en Atwater, quien le recordaba de alguna forma a Krum, le hizo hervir la sangre.
Draco no estaba acostumbrado a los celos, pero era lo suficientemente inteligente cómo para reconocer que aquel sentimiento de mierda que le estaba mordiendo las tripas eran celos.
—Hermione… —dijo maldiciéndose una y otra vez odiando tener que disculparse casi tanto como odiaba haber sido un gilipollas —yo…
—No —Ella ni siquiera le miraba, tenía la vista perdida en algún punto de la pared. Se levantó.
—Hermione —volvió a decir él.
—No digas nada —su voz era brusca y se escuchaba furiosa —mejor será que te calles.
Arrastró la silla y la separó de la mesa. Draco fue tras ella y antes de que Hermione pudiera cerrar la puerta de su habitación y dejarle fuera, lo impidió con la mano y el pie. Entró en su dormitorio, cerró de un portazo tras él y se acercó a ella quitándole la varita antes de que le maldijera. Aquella bruja era más que peligrosa con y sin magia.
—¡Escúchame maldita sea!
—¡No me da la gana Malfoy! —gritó ella apoyando las palmas en su pecho para empujarle —fuera, largo, vete de aquí.
Estaba a punto de perder los papeles y odiaba que él fuera a verla así. Pero el maldito animal le había hecho daño. Ella había pasado dos semanas pensando en él, babeando por él, mirándole a escondidas… y ¿Qué le había dicho el muy idiota? No es mi problema para quien te abres de piernas. Volvió a escucharle en su cabeza y sintió una nueva oleada de ira reptar por su cuerpo.
¿Quién demonios se creía esa maldita serpiente albina y odiosa?
—No
Draco aferró las muñecas de Hermione para evitar que volviera a jugar al punching ball con su cara y la sacudió con cuidado para que le prestara atención.
—No voy a irme hasta que no me escuches.
—No quiero escucharte. Nada de lo que tengas que decir me importa. Suéltame —siseo mirándole con furia asesina.
—No
Las ganas de llorar hicieron que se cabreara más aún.
—¡He dicho que me sueltes!
—¡No! Joder —escupió furioso —bruja cabezota y terca, me estás volviendo loco.
—¿Yo a ti? ¡No hay quien te aguante!
—Lo siento ¿Vale? —Espetó con brusquedad —siento haber dicho esa grosería ¡Estaba celoso maldito infierno! —gruñó una sarta de maldiciones, la soltó y se dio la vuelta mesándose el cabello — Merlín, esto no puede ser normal.
—¿Celoso? —preguntó Hermione que parecía haberse quedado en shock —¿De Morgan?
Volvió hacia ella sus ojos con una mirada oscurecida. Simplemente ella le nombraba y Draco veía todo rojo. ¿Qué estaba mal con él?
—Sí —masculló entre dientes —de Atwater —añadió haciendo hincapié en su apellido.
Herimione soltó una risita nerviosa y Draco se tensó.
—¿Te parece gracioso?
Ella se mordió el labio tratando de contenerse con más pena que gloria y negó vehementemente con la cabeza.
—Te estás riendo —insistió con fastidio por tener que declarar lo obvio.
Hermione sacudió de nuevo la cabeza.
—¿Qué coño te pasa? —preguntó empezando a perder los nervios.
¿Qué estaba mal con ella? Ahí estaba él disculpándose y rebozando en lodo el apellido Malfoy reconociendo la humillación que era un sentimiento tan bajo como los celos y ella se reía ¿Acaso no se daba cuenta de que era un momento histórico de la Historia de la Magia?
El día en que Draco Malfoy se humilló ante una hija de muggles.
—Es gracioso que estés celoso de Morgan, Draco —dijo pronunciando su nombre con suavidad —No es él quien me gusta. —añadió haciendo honor al valor de una leona
Draco se petrificó al escucharla y lentamente sus ojos conectaron con los de la mujer.
Fue como una colisión continental, como si las fuerzas tectónicas les hubieran empujado hasta que sus miradas convergieron y se fusionaron una a la otra.
Y en ese instante, en ese infinitesimal segundo en el que Draco vio la verdad en sus preciosos ojos del color del whisky añejo, se olvidaron de absolutamente todo. De lo que estaba bien, lo que estaba mal, de lo que buscaban de la vida, del miedo, de la investigación, del juicio de Wizengamot. Nada importó más que ese momento de epifanía en el que la realidad les golpeó con la fuerza de terremoto de 7.9 en la escala Richter.
Nunca sabrían quién de los dos dio el primer paso pero ¿Acaso importaba?
Un segundo después Draco sujetaba las mejillas de la bruja y ella se aferraba a los antebrazos del mago, el aliento de ambos se entremezclaba, acariciando sus labios que se separaban por apenas un milímetro.
—Dime que me vaya y me iré —dijo él con brusquedad y la voz enronquecida acariciándole la boca con la suya al hablar.
Ella inhaló aquel olor a sándalo y petricor que siempre le recordaría a él y dejó escapar el aire con un suave jadeo.
—No te vayas, Draco.
