Hola!
Aviso que este capítulo contiene escenas subidas de tono porque, sí, Draco se quedó xD. Así pues, leerlo bajo vuestra propia responsabilidad. Estoy un poco oxidada con este tipo de escenas, así que no me lo tengáis en cuenta.
Caro2728, , mflorm, WendyLizarraga y ese invitado que no sé quien es: Gracias! Por vuestras palabras y por apoyar la historia dejando un reiew. Se agradece mucho.
Besos y abrazos
AJ
Equivocándonos
Draco sintió que su corazón se paraba, únicamente para comenzar a latir de forma desenfrenada una fracción de segundo después.
Casi le pidió que lo repitiera de nuevo para estar seguro de que lo había escuchado bien, pero se lo pensó mejor y decidió que no lo haría, no le dejaría margen para arrepentirse.
Respirando su aliento sonrió con anticipación, perdiéndose en la profundidad de sus ambarinos ojos.
—Bien —susurró acercando el rostro de la mujer hacia sí hasta que sus labios se encontraron.
El jadeó de Hermione le calentó la sangre y con el sonido y el simple roce suave de su boca su erección se endureció hasta ser casi dolorosa.
Apenas se rozaban cuando el sonido de picotazos en la ventana les hizo parpadear y mirar al cristal dónde dos lechuzas aguardaban a ser recibidas.
—No —Draco volvió a buscar la boca de la bruja pero ella se apartó.
—Sí —tenía los ojos vidriosos pero le miraba con firmeza —no las dejaré ahí esperando, es una lechuza del Ministerio.
Maldiciendo de formas muy coloridas que hubieran hecho sonrojar a cualquiera, Draco abrió la ventana.
—Es de Harry —la mujer cogió la carta, acarició la cabeza del ave, le dio una chuchería y se fue hacia el sofá —Seguramente sea el informe y un resumen de lo ocurrido.
Draco vio el nombre de Astoria en el sobre que le había dado la otra lechuza y se sentó cerca de Hermione con un resoplido.
—No he conocido a nadie más terco que esta mujer —murmuró abriendo el sobre
Hermione miró de reojo y sintió un regusto amargo en la boca al leer el nombre de la pequeña de las Greengrass.
—Bueno, estabais juntos ¿No? —preguntó ella incapaz de contener la lengua.
Draco rió.
—Eso fue hace años y solo unos meses —leyó la carta por encima, puso los ojos en blanco y la lanzó sobre la mesita de café — no es mala persona, ella es… —se encogió de hombros —necesita una atención constante, es como una muñeca de porcelana que vive entre algodones y quiere seguir ahí. Necesita un marido que la tenga como una princesa y que le de cada uno de sus caprichos sin preguntar… es agobiante —dijo con un bufido — Pensé en casarme con ella —dijo al final sin darse cuenta de que el corazón de Hermione se saltó un latido al escucharle —pero me di cuenta de que únicamente quería hacerlo porque mi padre habría odiado una unión con los Greengrass y porque en aquel momento no había muchas brujas interesadas en alguien como yo —añadió con una sonrisa burlona —no es que eso haya cambiado mucho —la miró con intensidad —bueno, ahora mismo no estoy tan seguro —cogió uno de los rizos castaños y le dio un tirón juguetón —¿Por qué no leemos después esa carta? —se acercó a ella un poco más, soltó el mechón de pelo y bajó el dedo índice por su pómulo derecho.
Los ojos de Hermione se oscurecieron y su mano tembló.
—Puede ser importante —dijo estremecida cuando sintió que Draco se pegaba a ella en el sillón y se acercaba a su cuello para susurrarle sobre el oido.
—Nada puede ser más importante —su lengua bordeó el arco de la oreja erizando la piel de la bruja —te deseo, Hermione —susurró mordisqueando el lóbulo y haciendo que diera un pequeño bote en su asiento —llevo días soñando contigo —su mano se cerró en torno al estilizado cuello de la bruja y sonrió al sentir el pulso acelerado bajo su palma, con el pulgar trazó la línea de su mandíbula —soñando con hacerte gemir mi nombre—sus labios rozaron su sien y su mejilla hasta que sus bocas volvieron a quedar a escasos milímetros la una de la otra, rozándose al hablar —no puedo dejar de pensar en todas las cosas que quiero hacerte —le mordió el labio inferior sin dejar de mirar sus ojos.
—Esto es un error —susurró Hermione.
—Entonces equivoquemos juntos
Empujó con el pulgar su barbilla hacia arriba y cuando echó la cabeza hacia atrás besó el arco de su cuello sintiendo como tragaba saliva. Su mano resbalando hacia el hombro femenino, acariciando el costado de su pecho en un roce efímero. Mordisqueó en un punto cercano a la clavícula que la hizo gemir suavemente.
—Eso es —volvió a morder con un poco más de fuerza —gime para mi —la mano se aferró a la estrecha cintura y la atrajo hacia él hasta que quedó atravesada sobre su regazo con la cabeza apoyada en el hombro de Draco.
—Draco…
Hermione se estremeció y se perdió en la oscura mirada del hombre que la contemplaba como si quisiera devorarla. Ella deslizó una mano por el pecho masculino y abrió el botón de la camisa que llevaba, metiendo los dedos por debajo de la tela, deseosa de tocar ese musculoso torso que parecía esculpido en mármol. Draco se tensó debajo de ella, respiró hondo y su resbaló por su costado hasta su muslo.
—Hermione — Su voz era cada vez más grave, flexionó la mano sobre su muslo y deslizó un dedo hasta la costura del bajo del pantalón corto, trazando pequeños arabescos circulares sobre aquella piel desnuda que le estaba volviendo loco —. ¿Te equivocas conmigo?
Ella, que había decidido mandar todo al infierno, atrapó el lóbulo de la oreja de Draco entre sus dientes y dio un pequeño tirón.
—Sí—susurró lamiendo el pliegue tras la oreja y el principio de su siseó y apretó la mano con la que aferraba el torneado muslo de Hermione. Se removió debajo de ella intentando aliviar la presión de su erección.—Merlín —murmuró
—Draco —susurró ella de nuevo.
Él la levantó y la movió lo suficiente para que se sentara a horcajadas sobre él, las rodillas contra el sillón, junto a sus caderas y los muslos abiertos, descansando sobre los duros músculos de sus piernas
—Bésame —la retó sujetándola de la cintura y aferrándose a ella.
Hermione pasó la lengua sobre aquellos labios finos y húmedos y se sumergió en su boca cuando él la abrió para invitarla a entrar. Sabía a whisky y café y antes de poder siquiera pensar en nada, se entregaba al beso completamente perdida en él.
Le mordió el labio inferior y Draco gruñó, mandando una descarga de deseó hasta su entrepierna. Estaba tan mojada que se sentía incluso avergonzada pero no le importó, Se fundió con él, deleitándose con su calor, con el tacto de su lengua suave enredada a la suya. Las manos del hombre sujetaron su trasero y lo apretaron con dedos ansiosos mientras Hermione continuaba con la exploración de su boca.
—Necesito sentirte más cerca.
Hermione le puso las manos en el pecho y le abrió la camisa de un tirón haciendo que los botones saltaran por todas partes. Extendió los dedos por su piel, descubriendo que estaba cubierta por un vello suave y casi transparente. Le escuchó soltar una pequeña y seca carcajada.
—Dios mío —jadeó —vas a acabar conmigo
Ella le besó el cuello y saboreó su piel con la lengua mientras Draco gruñía e inclinaba la cabeza para que tuviera mejor acceso a su garganta. Hermione lamió y mordisqueó hasta llegar al punto exacto en el que latía su pulso. Lo besó y después succionó, sonriendo cuando escuchó el gruñido de Draco, quien, lejos de quedarse quieto, masajeó sus nalgas para acariciar después sus muslos desnudos, empujando las yemas de los dedos bajo la tela hasta que rozaron el borde de sus bragas.
Hermione gimió y se apretó contra él abriendo más las piernas hasta que sintió lo dura longitud de su polla apretada contra su sexo.
—Hermi…one —Draco se estremeció y gimió con brusquedad cerrando las manos sobre su cintura para pegarla a su cuerpo. Frotando su dureza contra ella mordió el músculo de su hombro y la empujó hacia él hasta que ambos jadearon.
— Si vamos… a cometer un error—dijo Hermione con la voz entrecortada — hagámoslo bien
Se movió sobre él y Draco vio como se desabrochaba los primeros botones de la camisa de pijama que llevaba dejando que el encaje blanco de su sujetador se viera bajo la tela.
Draco contuvo el aliento cuando sus pechos cubiertos de tela casi translúcida se mostraron ante él
Draco carraspeó intentando no tragarse la lengua. Las manos le sudaban levemente, su polla se erguía y sentía el glande hinchado y dolorido con el contacto de su ropa.
.—Definitivamente acabarás conmigo —Él metió la mano derecha por debajo de su pelo, sus dedos enredados con las hebras castañas que se adherían a su piel. Ahuecó la palma aferrando su nuca y la atrajo a su boca —pero podemos jugar los dos —la otra mano resbaló por la piel desnuda de su estómago, su dedo índice se insinuó en su ombligo, rodeándole e introduciendo la punta, bajando hasta juguetear con el elástico del pantalón — quiero tocarte —Acercó su boca a la de ella y la besó, devorandola con besos lentos, deleitándose en el jugueteo de su lengua, paladeándola como si fuera uno de los mejores vinos.
—Hazlo —jadeó ella rompiendo el beso y mordiéndole el labio —tócame Draco.
´Él arrastró la mano por su costado hasta la espalda y con un tirón desabrochó el sostén. Cuando Hermione sintió el elástico destensarse respiró profundamente haciendo que sus pechos se elevaran y la mirada de Draco se perdiera justo en esa erótica imagen que se quedaría en sus retinas para la eternidad.
La piel de Hermione estaba erizada, los montículos redondeados de sus senos se hinchaban, ofreciéndose a él, la tela de encaje y satén parecía lamerla, resbalando, despacio, tan lentamente que Draco quiso gruñir y arrancársela con los dientes. Pero esperó, esperó mientras veía como poco a poco el sujetador caía, quedándose momentaneamente prendido en sus pezones hasta que finalmente cayó sobre sus piernas dejándola completamente expuesta a su hambrienta mirada. Eran rosados, dos nudos de carne apretados y erguidos que rogaban por las caricias de su lengua.
Merlín, nunca había sentido ese calor, esa ansia, esa necesidad animal por nadie.
Nunca había estado tan cachondo, ni siquiera cuando era un adolescente que recién había descubierto la sexualidad.
Se lamió los labios y hundió los dedos en sus caderas alzándola un poco, lo justo para besar el comienzo de sus pechos.
—¿Aquí? —susurró él pasando los labios por el lateral de uno de los senos, sonriendo cuando ella se empujó más contra su boca.
—Draco — Hermione suspiró—Sigue
Él levantó el rostro para volver a besarla y sus manos subieron, sus dedos apenas rozando los costados de su torso, sintiéndola estremecerse bajo su toque cuando pasaron sobre los laterales de sus pechos.
—Tan suave —murmuró Draco dibujando círculos sobre aquellos redondeados montículos.
—Tócame Draco —repitió ella
Él pellizcó sus pezones soltándolos cuando el gemido agónico de ella le estremeció.
—No —Se empujó hacia sus manos buscando de nuevo el contacto y Draco sonrió, meciendo su dolorosa erección contra ella.
Volvió a pellizcarle aquellos picos endurecidos y la escuchó contener la respiración. Sus manos cubrieron sus pechos y los masajeó con suavidad mientras ella se balanceaba sobre él, moviendo inconscientemente las caderas contra su enorme longitud.
Hermione rodeó la cabeza del rubio con sus brazos y se elevó, abrazándole y haciendo que él hundiera el rostro en aquella blanda calidez.
La abrazó, tirando de ella hasta que rozó uno de los pezones con los labios, ella gimió y Draco lo probó con la punta de la lengua, lamiéndolo una vez, dos, soplando despacio únicamente para escuchar los sonidos que salían de su garganta, para ver de nuevo como se erguían suplicando por su boca.
La mujer gimió su nombre de nuevo y él absorbió la cumbre endurecida, chupándola con fruicción, rodeándola con la lengua, mordiéndola solo para envolverla de nuevo y absorberla una vez más.
Levantó la mirada para verla arquearse echando la cabeza hacia atrás en erótico abandono se levantó llevándola con él.
Hermione se sintió desorientada por el repentino cambio pero Draco solamente sonrió, esa sonrisa ladeada que hizo que su cuerpo se humedeciera de anticipación.
Se alejó de ella caminando hacia atrás y la señaló con el índice de su mano derecha antes de girarla, doblar el y llamarla dos veces con el mientras se dejaba caer en el sillón.
la bruja tragó saliva y se acercó, vestida únicamente con su pantalón corto y las braguitas.
Sin hablar, usando ese dedo autocrático para dirigirla, lo giró, indicándola que se diera la vuelta.
Cuando lo hizo, Draco la sujetó de las caderas y la instó a sentarse en su regazo. Ambos gimieron cuando su erección se encajó en su trasero.
—Solo cumplo tu deseo, Hermione —susurró mordisqueando su oreja — me has rogado que te toque.
Sus dedos se movieron sobre curva del interior de su muslo, acariciando la piel suave de su pierna de la rodilla al inicio del pantalón. La otra mano presionaba su estómago, manteniéndola pegada a su pecho. Hermione echó la cabeza hacia atrás y la recostó en su hombro, suspirando.
—Dios —susurró— Por favor
Draco soltó una suave carcajada
—¿Yo también te estoy volviendo loca, Hermione?
—Necesito que me toques, por favor.
Las palabras de la mujer junto al tono jadeante y necesitado en el que las había dicho, hicieron que sus tripas se retorcieran, soltando su estómago aferró con ambas manos la tela del pantalón y lo desgarró.
—¡Draco!
Hermione se sobresaltó cuando él hizo lo mismo con sus bragas de encaje, la aferró de los muslos y se los abrió tanto como pudo sobre sus piernas.
—Oh Dios mío —susurró ella cuando sintió su parte más íntima expuesta.
Draco le mordió el cuello y llevó una de sus manos hacia arriba.
—Joder — acarició el montículo de su sexo que tenía apenas un triángulo de vello recortado —me gusta.
—Eso… eso supuse.
Draco maldijo al darse cuenta de las implicaciones de la frase ¿Acaso ella lo había hecho para él? ¿Ella había deseado esto tanto con él?
Hermione jadeó cuando Draco pasó los dedos apenas rozando sus ingles hasta volver a sujetar los muslos para que no los cerrara.
—Más, Draco por favor.
Él simplemente lamió su cuello, besándolo y succionando sobre su pulso.
—¿Qué quieres Hermione?
Ella gimió, revolviéndose sobre su regazo para sentir la presión dura de su miembro contra su trasero.
—¿Quieres que te toque?
—Oh Dios, sí. Draco, por favor.
Pero él seguía dibujando formas inexactas sobre su piel, acercándose a las ingles sin llegar a ir más allá.
—¿Cómo, Hermione? —susurró contra su oreja —¿Cómo quieres que te toque? ¿Así?
Dejó que uno de sus dedos resbalara a lo largo de los pliegues de su sexo, arriba y abajo, jugando con sus labios.
—Joder estás empapada — su voz había dejado de ser oscura y juguetona y se había enronquecido.
Draco le separó los labios, deslizando la punta del dedo hacia la entrada de su cuerpo, volviendo a su clítoris y apiyándolo allí hasta que ella gimió y de nuevo bajó hasta la estrecha hendidura.
—¿Quieres esto Hermione?
Hermione se estremeció mientras echaba los brazos hacia atrás para agarrar a Draco.
—Por favor —susurró enfebrecida —por favor — volvió a decir meciendo las caderas para sentirle frotarse contra ella una vez más.
Draco apartó la mano de su sexo y la llevó hasta sus labios
—Abre la boca —susurró.
Cuando ella lo hizo él empujó dos dedos, gimiendo cuando la lengua de Hermione los envolvió antes de chuparlos una y otra vez, tragando antes de volver a lamerlos.
—Joder Hermione —gruñó sacándolos de nuevo —creo que soñaré con tu lengua más de una vez.
Volvió a empujar el dedo dentro de ella, abriéndola lentamente, centímetro a centímetro, sintiendo como la humedad pegajosa de Hermione se cerraba en torno a él, presionándole. Ella dejó caer la cabeza sobre su hombro de nuevo gimiendo cuando entró completamente.
—Tan estrecha —susurró él respirando con dificultad —tan mojada. No cierres las piernas.
La coherencia se perdió en algún punto. Draco no volvió a hablar y Hermione únicamente pudo gemir.
Con el pulgar encontró el hinchado clítoris y lo frotó mientras un segundo dedo se unía al primero en la exploración de su interior.
Empujó, una y otra y otra vez, curvando los dedos para encontrar ese lugar exacto que hacía que sus gemidos se rompieran y de deshiciera entre sus brazos.
La bruja se aferraba a los muslos de Draco mientras él hundía los dedos en su cuerpo más rápido, con más brusquedad mientras seguía acariciando su clítoris y sus labios.
—Oh, no puedo… no puedo.
—Sí —Sus movimientos se aceleraron, besó el cuello de la mujer mientras sentía que sus músculos internos se cerraban sobre sus dedos. —Déjate ir, Hermione —fue un susurro oscuro y persuasivo —quiero escucharte, quiero ver como te corres en mis brazos.
El orgasmo la recorrió sin avisar, como una ola que empezó en las puntas de los pies y lamió su cuerpo estremeciéndola en convulsiones desordenadas.
Se corrió gimiendo su nombre entre sollozos, arqueándose hacia aquella mano que le había hecho alcanzar el cielo.
—Eso ha sido jodidamente increíble —le dijo abrazándola mientras ella continuaba temblando sobre él.
Hermione se giró, dispuesta a devolverle el favor y se sentó de nuevo a horcajadas sobre él, buscando su boca.
—Tal vez —le dio un beso suave —podríamos —le mordió el labio —ir a una cama —buscó su lengua para enredarla con la suya cuando un nuevo sonido en la ventana los interrumpió.
—Maldita sea —apoyó la frente en la de ella y suspiró —esto debe ser una puta broma.
La ventana volvió a sonar y Hermione se giró.
—Es otra lechuza del Ministerio
Se levantó sin pensar a buscar la carta, desnuda y con las piernas temblorosas y cuando se giró y vio a Draco aún repantingado en el sillón comiéndosela con la mirada sintió que se sonrojaba de la cabeza a los pies.
—No puedes avergonzarte después de esto.
Ella le dirigió una fulminante mirada y él sonrió.
—Es de Harry —frunció el ceño y le lanzó la carta yendo al baño a por una bata.
—Aguafiestas —masculló el rubio abriendo el sobre que llevaba el sello del Departamento de Aurores —Mierda
—¿Qué ocurre? —preguntó Hermione acercándose a él.
Draco le pasó la carta.
—Otra desaparición —respondió.
—Flora Carrow — le miró —Slytherin, mayores que nosotros, pertenecía al Club de las Eminencias junto a su hermana.
—Hestia —replicó Draco —según Potter ella ha dado el aviso.
—Pensé que habían dejado Londres —dijo Hermione.
—Lo hicieron. Han debido regresar.
—No ha sido el mejor momento para hacerlo —replicó ella con un suspiro —me vestiré. Tengo que ayudar a encontrarla.
Draco levantó la cabeza para mirarla.
—No la conocías.
—No, no creo que me haya dirigido la palabra nunca, aunque tampoco me insultó —sonrió con ironía —supongo que eso es mucho para una serpiente.
Draco hizo una mueca.
—Te acompañaré.
—No, quédate, hoy no has dedicado tiempo al taller. Iré en calidad de personal del Ministerio, será más fácil si estoy sola.
Cuando Hermione llegó a casa de Flora y Hestia Carrow se sorprendió de encontrarlas viviendo en una pequeña casa de piedra caliza de dos plantas en Chipping Campden, en los Costwolds.
Harry y un pequeño equipo de aurores estaban allí, tomando declaración a Hestia y buscando pruebas en el salón.
—Hola —Hermione llegó y sonrió a Harry.
—Hola —la llorosa bruja apenas le dedicó una mirada antes de sonarse la nariz.
—¿Sabemos cuándo ha desaparecido? —le preguntó a Harry
—Negativo —señaló a uno de los aurores — estamos intentando averiguar algo. La señorita Carrow me ha dicho que la última vez que vio a su Hermana fue antes de ayer por la noche. Esta mañana se empezó a preocupar porque Flora no solía marcharse sin avisar por lo que vino al Ministerio a informar de la desaparición.
—¿No hay carta? ¿No han hecho contacto?
—No
—Vaya mierda —se quedó pensativa —¿Qué hace él aquí? —preguntó a Harry
—¿Quién? —respondió su amigo.
—Morgan Atwater.
—Está dentro —dijo Harry encogiéndose de hombros —ordenes de Kingsley así que poco puedo hacer, quiere que esté en el caso.
Hermione suspiró y asintió antes de dirigirse hacia el Inefable.
—Hola Morgan —dijo al acercarse a él.
—Hermione —le dedicó una sonrisa fugaz y continuó revisando una serie de documentos que había sobre un escritorio de madera de palo rosa.
—Me ha dicho Harry que estás dentro de la investigación.
—Sí.
—Pensé que, como Inefable, no tenías acceso a los casos del Departamento de Aurores.
Él se encogió de hombros.
—He pedido favores aquí y allá. No te olvides que antes de tener el puesto del Departamento de Misterios estuve en Seguridad. Uno no olvida sus orígenes, además este caso tiene algo de personal.
—¿No deberías mantenerte al margen justamente por eso?
Él la miró con aquellos profundos y oscuros ojos brillando burlones.
—¿No podría decirte lo mismo yo a ti? —ella se removió incómoda — Aunque sigo dudando de qué tan personal es esto.
—¿Qué quieres decir? —espetó ella algo molesta.
—No creo que seais pareja, Malfoy y tú —soltó a bocajarro.
—Lo somos —respondió ella quizás demasiado deprisa.
Su cuerpo aún sentía los ecos del orgasmo que él le había regalado con sus dedos. Se sonrojó.
—Yo creo que no, que mentís. A ti no te conozco aún, pero he trabajado con Malfoy alguna vez, además he oído hablar mucho de tu participación en la guerra. Puede que el mundo mágico esté sorprendido por eso de los bandos rivales y del amor que surge entre los enemigos pero yo no me lo trago. No sé por qué fingís, pero fingís.
Tanta sinceridad dicha de aquella forma tranquila, sin juzgarles ni preguntar, como si simplemente constatara un hecho sin más, la intranquilizó.
—Vivimos juntos —le respondió sintiendo la necesidad de defender su falsa relación.
Morgan arqueó una ceja oscura y se encogió de hombros.
—Malfoy es un niño malcriado que cree que su posición en la sociedad debería ser más alta que la de los demás porque ha nacido en una familia purista. Es un elitista que se equivocó de bando y ha estado lidiando con las consecuencias los últimos siete años. No es mejor que los demás, aunque él si lo crea.
—Él ha cambiado —dijo Hermione.
—Él no ha tenido más remedio que hacerlo, solo lo ha hecho por necesidad, por pura supervivencia.
—Tú no le conocías, yo fui al colegio con él, nos conocemos desde los once y doce años, soy quien mejor sabe qué clase de imbécil era, pero también le vi cambiar poco a poco, le vi luchar contra sí mismo, le vi pasar miedo.
—No te engañes —dijo dejando las cosas sobre el escritorio —Malfoy siempre fue un cobarde que eligió el camino fácil, eligió esconderse, eligió huir, eligió no enfrentarse.
—No tenía opciones en realidad, además era un crío.
—Tú también.
—Pero yo tampoco tenía opciones, Morgan ¿Qué podía hacer una hija de muggles? Huir o luchar. Mi mejor amigo era Harry Potter, la vida de mis padres corría peligro… Si quería mantener mi derecho a ser bruja solo podía luchar. Draco ¿Qué podía hacer? ¿Enfrentarse a su familia? ¿A su sangre? Eramos niños.
—No habría sido el primer sangre pura que renegaba de su familia.
—Puede ser, pero yo hace mucho que dejé de odiarle y no le culpo por lo que ocurrió, todos tenemos pesadillas y un bagaje emocional.
—Sigo pensando que estáis fingiendo —dio un paso y se acercó a ella, quien no pudo evitar un ligero sonrojo — algo que, de hecho, sería perfecto para mi — entrecerró los ojos — pero si me equivoco, algo que rara vez sucede, sería divertido ver caer a un Malfoy ante una hija de muggles.
—Los prejuicios deben terminar. Son esos prejuicios los que nos llevaron a una guerra, los que nos están haciendo llevar esta investigación.
—Cierto —él asintió con una sonrisa burlona — no habría mejor ejemplo que una relación entre vosotros. Qué casualidad que os hayáis enamorado ¿Verdad?
— A nadie le importa eso, es privado —espetó ella.
—No es la única serpiente, Hermione —se acercó un paso hasta invadir su espacio personal, dio un suave tirón de uno de sus rizos y volvió a alejarse — aunque sí el único mortífago. Estaremos en contacto.
Se alejó hacia uno de los aurores y ella resopló.
—Bueno —Harry carraspeó tras ella y Hermione dio un respingo.
—¡Harry! ¡Me asustaste!
Su amigo sonrió.
—No sabía que erais tan… cercanos —dijo levantando una ceja.
—No lo somos.
—Cualquiera que os hubiera visto pensaría lo contrario.
Sin poder evitarlo ella miró a su alrededor, casi esperando ver a Skeeter por algún rincón.
—No te preocupes, no hay prensa —Harry rió
—A Malfoy no le gusta, piensa que me mira como si fuera un filete. Literalmente.
Harry volvió a reír.
—Por una vez, y sin que sirva de precendente, creo que voy a estar de acuerdo con Malfoy.
—No digas tonterías.
—No lo son, te mira como si fueras algo comestible.
—Bueno, dejemos de hablar de Morgan y cuéntame qué podemos hacer para encontrar a Flora Carrow.
Harry se quitó las gafas, se restregó el puente de la nariz y volvió a colocárselas de nuevo.
—No tengo idea Hermione —suspiró — estoy cansado. Las gemelas Carrow regresaron a Inglaterra hace cinco meses, han estado viviendo en Boston durante estos años porque al parecer tienen familia allí, una tía abuela lejana que era squib y sus descendientes, todos magos y brujas —sacó un pergamino en el que había anotado algunas cosas —han vuelto para poner en orden las cosas. Su intención era vender las propiedades de la familia y regresar a Estados Unidos donde Hestia tiene marido y Flora un compromiso con un hijo de muggles.
—Dios mío ¿Quién lo habría pensado?
—Sí, aunque ellas nunca se posicionaron en la guerra.
—¿Pero eran familia de Amycus y Alecto?
—Sí, pero no familia directa, al parecer tenían un tatarabuelo común, pero no eran allegados, El abuelo de Flora y Hestia no se hablaba con su familia paterna por lo que no tuvieron contacto.
—Y aún así han ido a por ellas —susurró Hermione
—No sabemos si han sido del BR.
En ese momento un auror joven que parecía recién salido de la academia se acercó a Harry.
—Tiene que venir señor —dijo con voz grave — han encontrado a Flora Carrow.
—¿Dónde? —preguntó él
—¿Está bien? —preguntó a su vez Hermione.
Los ojos del auror se oscurecieron y apretó los dientes.
—Está muerta.
