Hola!

Si esta semana actualizo menos seguido es que mi hijo me ha pegado la faringitis que finalmente era lo que tenía, así que estoy un poco hecha polvo y quizás no me da para más!

: Espero que no te decepcione el resto, que siga siendo intenso ;)

Hanya Jiwaku: Morgan ni yo sé muy bien qué es lo que tiene en la cabeza!

Augenblick29: Mil gracias por tu comentario! Me alegro que todas las historias te gusten y espero que este siga pareciéndote interesante!

mariapotter2002: Bueno, no solo no he podido ir sino que aquí estoy, hecha mierda jajaja A ver que tal esta escena, porque amiga... me ha costado lo mío! ¿Y no será que te gustan a ti estos post Hogwarts? jajaja reconozco que a mi, en esta etapa, también me gustan más.

Vida y muerte

Cuando Hermione regresó a la Mansión Malfoy y no encontró a Draco en su Lugar Seguro, bajó al taller de pociones convencida de que estaría allí.

Realmente ni siquiera pensó mucho en por qué necesitaba verlo, pero era algo casi visceral. El dantesco panorama que Harry y ella habían encontrado al llegar al lugar de la escena del crimen le hizo vomitar. Aún sentía el estómago revuelto solo al recordarlo y eso que Harry, al ver la palidez de su rostro, la había apartado de allí con cariño y le había dicho que se fuera a casa y que él le mandaría vía lechuza todo lo que necesitara saber.

Hermione se había ido, además sabía que aún tenía que leer el informe del juicio de Justin y Andrew, aunque no estaba segura de si se sentía mentalmente preparada para todo aquello. Además, pese a la necesidad que tenía de ver a Draco, no podía olvidar que apenas unas horas antes habían estado metiéndose mano en el salón ni que había tenido el mejor orgasmo de su vida atacada por aquellos maravillosos dedos.

Aún un poco avergonzada pero demasiado hambrienta de consuelo, entró en el taller y se quedó en el vano de la puerta observándole trabajar.

Estaba de espaldas, con una túnica negra y la cabeza agachada sobre un caldero de peltre, removiendo lentamente mientras echaba lo que parecían espinas de pez león. En la mesa de al lado un Buffo Debilis estaba tumbado, completamente dormido por lo que supuso que estaba experimentando con la poción herbovitalizante.

Se giró apenas lo suficiente para que pudiera ver el perfil de su rostro y Hermione sintió que algo atenazaba la parte alta de su estómago. Le dio un vuelco el corazón y tragó saliva.

¿Qué le pasaba? ¿Por qué al dejar a Harry había corrido a buscar los brazos de Draco Malfoy en lugar de los de Ron o Ginny?

Se preguntó, con pánico repentino, si sería capaz de mantener aquella extraña relación en una amistad con derechos o si acabaría metida en un problema que la dejaría destrozada después.

Se frotó el pecho justo a la altura del corazón y se mordió el labio inferior.

Sólo había tenido dos relaciones, una había sido con Ronald, aunque no podrían considerarlo relación ya que apenas había durado unos meses y, antes de que Hermione regresara a Hogwarts a terminar su último año lo habían dejado sabiendo que no era el momento, que ambos tenían mucho por sanar y que su amistad era más importante y necesaria que una relación que no sabían si podría siquiera empezar a funcionar.

Después de salir del colegio y terminar los EXTASIS se dedicó a rehacer su vida. Con la ausencia de sus padres Hermione estaba completamente sola y literalmente en la calle, así que Harry la adoptó en Grinmauld Place y la ayudó a empezar de cero. Fue un año complicado en todos los sentidos pero poco a poco fue aceptando la pérdida de sus padres y encontrando su camino en el mundo mágico.

Trabajando en el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas se reencontró con Viktor. Aunque habían mantenido el contacto durante aquellos años, apenas se habían visto y cuando él llegó a Londres fue a buscarla para invitarla a tomar un café. El café se convirtió en una cita, la cita en muchas citas y poco a poco se metieron de lleno en una bonita relación que, por la distancia, terminó en un hermoso recuerdo.

Ella había querido a ambos. Aunque si era sincera consigo misma no había amado a ninguno. Aún así los sentimientos habían estado allí, en todo momento.

Con Draco no sabía qué estaba sintiendo pero sabía, en lo más profundo de su alma, que el nuevo Draco, el que tenía cicatrices en el alma, el que a veces la miraba con unos ojos viejos que parecían haber conocido el mismo infierno, podría llegar a hacerla mucho daño. Porque si bien había odiado a Malfoy, podría llegar a enamorarse de Draco y eso… eso sería una catástrofe de proporciones épicas porque ella sabía que no sería mutuo.

— ¿Granger?

Ella dio un respingo y parpadeó. Draco se había dado la vuelta y la miraba con el ceño levemente fruncido.

—¿Va todo bien?

Hermione negó con la cabeza mordiéndose más el labio e inspiró.

Draco tomó un paño, se limpió las manos, lo dejó de nuevo en la mesa y bajó la intensidad del fuego antes de ir hacia ella.

—¿Qué ocurre, Hermione? —preguntó de nuevo con más suavidad al ver que los ojos de la bruja estaban humedecidos.

—Oh Draco —respiró de nuevo intentando mantener el control —ha sido tan… tan horrible —se abrazó a sí misma, porque tenía miedo de lanzarse a sus brazos y perder el control —no te imaginas —le tembló la voz y apretó los labios.

Draco sabía como manejar muchas situaciones, a lo largo de su vida él mismo había tenido que aprender a lidiar con la frustración, la rabia, el miedo, la ira, la envidia, el odio, la desesperación… pero aunque conocía el significado de la palabra consuelo, aunque había visto a otros dándolo y recibiéndolo, era algo tan ajeno a él que podía decir, sin género de dudas, que la única vez que alguien le había consolado, que le había abrazado para tranquilizarle, había sido Granger.

Era irónico, en cierto modo, que la persona a la que más había molestado e insultado durante su infancia y adolescencia, fuera la única que le había proporcionado paz en un momento de debilidad. Ni siquiera su madre, que le quería probablemente más que a nada en el mundo, le había mostrado cariño o aliviado de la tristeza o el miedo. Incluso el día de la Batalla, que Draco se sintió roto, herido y completamente perdido, Narcisa sólo le acarició el brazo con ternura.
Los Malfoy no mostraban debilidad. Los Malfoy no tenían gestos tan vanos, tan fuera de lugar.

Pero Granger le había abrazado y, de alguna forma, las pesadillas se habían difuminado, las había alejado de él.

Sin pensar demasiado, decidió que él también podría brindarle consuelo, quizás abrazarla para que las lágrimas que iban a derramarse de sus ojos se quedaran allí, porque si Draco no tenía mucho conocimiento sobre los abrazos y las muestras de afecto, mucho menos sabía qué podría hacer con ella si se echaba a llorar sobre él.

—Está bien —la rodeó con los brazos y ella, como si aquél gesto fuera lo que había estado esperando, se lanzó contra su pecho y le abrazó como si pudiera alejar todo lo malo que la acechaba. Le abrazó con una confianza tan absoluta que Draco tragó saliva y se asustó — Ya estás aquí, vayamos arriba ¿Vale?

Ella asintió con el rostro hundido en su pecho y él miró su coronilla y sonrió sin poder evitarlo.

—Está bien —con un fluido movimiento se soltó de ella y la levantó en brazos —agárrate.

Hermione inspiró con brusquedad cuando se vio alzada y subida en volandas, pero al escucharle se aferró a su cuello, demasiado cansada para discutir.

Draco fue con ella hasta la mesa, apagó el fuego, tomó su varita y los apareció en la Sala Común, caminó hasta la habitación de la bruja y la bajó dejándola a los pies de la cama.

—Cámbiate de ropa mientras preparo té, después hablaremos.

Con piernas temblorosas Hermione fue al armario y sacó la misma ropa que había llevado puesta por la mañana y que había tenido que arreglar con un reparo después de la exhibición de fuerza masculina de Malfoy, se cambió, se recogió el pelo en una coleta alta y salió hacia la cocina.

Draco ya estaba en el sofá con un juego de té sobre la mesa baja e hizo un gesto a su lado para que se sentara con él.

Con un repentino ataque de timidez, Hermione se acomodó a su lado dejando algo de distancia entre los dos, pero el rubio la atrajo hacia su pecho y pasó el brazo sobre sus hombros apretándola contra su costado.

—¿Qué ha pasado? —le preguntó una vez más en un susurro.

La sintió relajarse poco a poco y suspirar.

—Fui a casa de las Carrow. Al parecer llegaron hace cinco meses para vender las propiedades y liquidarlo todo antes de regresar a Estados Unidos. Mientras están de alquiler en una casa en Chipping Campden.

—Nunca fui muy cercano a ninguna de las dos, eran mayores y además no solían relacionarse demasiado con el resto.

—Hestia se casó con un hijo de muggles.

—Bien —Hermione sintió cómo se reía suavemente — sus antepasados estarán revolviéndose en sus tumbas.

—Al poco de llegar uno de los aurores vino a comunicarnos que habían encontrado el cuerpo de Flora.

Draco se tensó.

—¿Muerta? —preguntó pese a que ya sabía la respuesta.

—Sí. La encontraron en su antigua casa, la propiedad está en venta y las personas interesadas que habían ido a visitarla hoy fueron quienes dieron la voz de alarma —se estremeció y se acurrucó más contra él —fue horrible. Creí que había visto de todo en la guerra ¡Merlín! Vi de todo en la Batalla de Hogwarts, hay sonidos, olores, imágenes que jamás olvidaré, vi a una compañera caer bajo los pies de un gigante, escuché sus huesos quebrarse ¿Puede haber algo más terrible que eso? —inspiró hondo —pues sí, puede haber algo peor. La destrozaron, Draco. Estaba desgrrada, la apuñalaron tantas veces, con tanta brutalidad y tanto ensañamiento que la mitad de su cuerpo —se llevó las manos a la cara —no puedo… —respiró hondo —no… no puedo con esto.

—No tienes por qué hablar de esto.

—Sí yo… no puedo, apenas miré unos segundos y vomité, Harry me sacó de allí y me dijo que viniera a casa.

Draco no contestó, únicamente la abrazó con más fuerza, decidido a ignorar la punzada de pánico que había sentido al escucharla referirse a la Mansión como su casa. Era mejor olvidarlo si quería conservar su paz mental.

Se quedaron en silencio durante al menos diez minutos hasta que Hermione volvió a hablar.

—Morgan estaba allí cuando llegué a casa de las Carrow —Draco se puso rígido a su lado — Está dentro del caso.

—¿Cómo? ¿Le han dejado trabajar con el Departamento de aurores?

—Al parecer sí, ordenes del Ministro, no eres el único al que le deben favores.

—¿Qué te ha dicho?

—Nada que vaya a hacer que te caiga mejor.

Él rió

—No creo que exista algo que pueda hacer que Atwater me caiga bien.

—No cree lo que El Profeta ha publicado sobre nosotros, piensa que estamos mintiendo.

—Bueno, es un Inefable y trabajó en el Departamento de Aurores, supongo que podríamos darle algo de crédito, esto solo nos dice que no es tan malo como me gustaría que fuera.

—¿Crees que nos ha investigado?

—A mi no, a mi debió investigarme hace mucho tiempo, la primera vez que trabajé con él. A ti seguramente sí.

—Le dije que vivíamos juntos

—Bien —sonrió con suficiencia —¿Y qué te dijo él?

—Que sigue pensando que fingimos y que eso sería perfecto para él.

Draco gruñó y Hermione sintió su pecho retumbando bajo su oído.

—Le gustas —espetó con brusquedad.

—Harry también lo cree pero yo no creo que sea eso.

—Soy un hombre, créeme, le gustas. No me apasiona la idea de estar de acuerdo con San Potter, pero es el Jefe de Aurores, creo que es capaz de fijarse en los detalles, si él se ha dado cuenta es que yo no estaba equivocado.

—Cómo sea, le he dicho que no es mentira, que estamos juntos y que, de hecho, vivimos juntos. No insistió después, creo que realmente le importa este caso. Tenemos que ver el informe del Wizengamot que nos envió Harry —dijo al cabo de un rato.

—¿En serio Granger? Creo que nos hemos ganado pasar un rato sin pensar en nada de esto. No sé tú, pero me vendría bien dejar a un lado esta mierda durante al menos un par de horas y fingir que todo está bien y que el mundo no se está yendo a la mierda poco a poco.

—Está bien —respondió ella para su sorpresa —podemos leerlo después, yo también estoy cansada y necesito desconectar la mente.

Se quedaron así durante mucho tiempo, Draco con el brazo apoyado sobre los hombros de Hermione, dibujando círculos sobre su brazo, ella con los ojos cerrados, tranquila, inhalando su olor y dejando que sus intensas emociones se fueran suavizando con sus distraídas caricias.

En algún momento la bruja se quedó dormida, él se dio cuenta porque su respiración se hizo más profunda y su cuerpo pareció derretirse contra el suyo, se había quitado la coleta y su desordenada melena se desperdigaba sobre la camiseta de Draco. Sin poder evitarlo acarició aquellos rizos que siempre pensó que serían ásperos y se sorprendió una vez más de su suavidad. Se deslizaban entre sus dedos, algunas hebras adheridas a su piel, como si quisiera retenerle. Sonrió.

Hermione Granger le hacía sentir cosas extrañas en las que no le gustaba pensar. Era incómodo, demasiado poco conocido para él, demasiado extraño. No sabía aún si eran sensaciones buenas o malas, pero por el momento le irritaba tenerla siempre en su cabeza, pensar en ella tantas veces al día como lo hacía no podría ser algo bueno. Y el deseo, esa ansia que tenía, esa necesidad visceral de hacerla suya le estaba devorando lentamente. Esperaba, Merlín lo sabía, que una vez lograra meterse entre sus piernas y follársela de todas las maneras posibles, ese anhelo y esa intranquilidad mermaran lo bastante como para ser terreno conocido. Estaba seguro que todas esas emociones que le turbaban eran fruto de la castidad autoimpuesta que llevaba y del hecho de que ella hubiera plagado sus pesadillas los últimos siete años.

Se sentía responsable de Granger de alguna forma retorcida, sobre la que algún medimago de la mente se sentiría feliz de escarbar para buscar un por qué, uno que seguramente terminaría con una disertación científica sobre cualquier gilipollez acerca de él y su niñez, algo que a Draco no le importaba lo más mínimo.

Ella había sido torturada en su casa, se había retorcido, había gritado y había sangrado sobre la alfombra persa de su madre, mientras él miraba la escena aterrorizado, sin hacer absolutamente nada.

Durante los últimos siete años había aprendido a vivir con sus gritos y con la culpa que le carcomía al pensar que con apenas doce años había deseado verla muerta y cuando casi se cumplió ese deseo, únicamente pudo contemplar con horror y desear que no muriera, rezando por un milagro que finalmente llegó con forma de elfo doméstico. ¿Cuántas veces en las horas más oscuras de la noche había imaginado que se enfrentaba a su tía? ¿Cuántas veces la había salvado en sus sueño? ¿Cuántas veces ella había muerto desangrada a sus pies?

Ahora la tenía allí, con él y, sorprendentemente ella no le odiaba, incluso le había ofrecido consuelo cuando le habló de sus pesadillas y se había entregado a él con abandono esa misma mañana, respondiendo a sus besos y sus caricias como si él no fuera un exmortífago que había estado bajo las órdenes de un mago tenebroso que había deseado la aniquilación de la gente como ella.

La bruja se removió sobre él y su brazó cayó hasta el regazo de Draco, su mano demasiado cerca de una parte de su anatomía que estaba tan deseosa de su contacto que se agitó de anticipación.

Maldita fuera aquella excitación y maldito su inexistente autocontrol. Ella gimoteó en sueños y su polla, de nuevo, interesada se alargó y se endureció bajo el pantalón, empujando contra la tela, reclamando atención.

Draco miró la puerta de la habitación de Granger y pensó que sería factible llevarla hasta su cama, dejarla allí y meterse en su propia habitación o en la ducha para hacerse cargo de la dolorosa erección antes de volverse loco del todo y atacarla mientras dormía como un animal salvaje.

Con un suspiro se levantó con ella en brazos y fue hasta la cama, cuando la dejó allí con tanto cuidado como pudo, ella se agarró el cuello de la camisa y le impidió incorporarse. Con el tronco agachado y la mirada casi a la altura de la de la mujer, Draco observó sus ojos castaños que le contemplaban muy abiertos y ligermanete pesados.

—No te vayas Draco —dijo con la voz enronquecida.

El cuerpo grande del rubio se estremeció y apretó los labios, echándose un poco hacia atrás para alejarse de ella, de su olor y del susurro de su aliento que calentaba su barbilla.

—Quedarme no es una opción, Granger —respondió con la voz más grave de lo habitual —Necesitas descansar y si me meto en una cama contigo, créeme, no será para dormir.

Hermione se lamió el labio inferior en un gesto nervioso que mandó una descarga de lascivia a la entrepierna de Draco. Ahogó un gemido e intentó levantarse pero ella nuevamente se lo impidió.

—No quiero dormir —susurró

—Dios

Ella había tirado de él y desabrochaba los primeros botones de su camisa, Draco cerró los ojos y apretó las mandíbulas luchando consigo mismo. No era buena idea, no era una maldita buena idea. Habían cruzado muchos límites ya, límites que una persona con dos dedos de frente no cruzaría con Hermione Granger, dar el último paso, ir hasta el final, podría ser algo que cambiaría sus vidas. Porque Draco la deseaba más de lo que había deseado nada en su vida, pero también le caía bien y le gustaba la persona que había conocido en todas aquellas semanas. No quería hacerla daño. Quizás en otro tiempo, en otra vida, a Draco Malfoy le habría dado igual, pero él no era el mismo de antes y a ese nuevo yo, le importaba.

—Solo sería sexo, Granger —espetó con más brusquedad de la que habría querido.

Ella hizo una mueca y Draco quiso abofetearse a sí mismo. Seguro que había mejores formas de decir aquello, pero en lugar de explicarle lo que tenía en la cabeza sólo había sabido decir aquello.

—No eres una mujer de solo sexo —añadió entre dientes, tratando de arreglarlo y odiándose por estar tirando aquella oportunidad por la ventana.

—¿Y si lo fuera? —preguntó ella que aún no le había soltado.

—No lo eres —masculló Draco que empezaba a tener serias dificultades para seguir pensando con coherencia dado que ella continuaba jugueteando con los botones de su camisa.

—Quédate, Draco —volvió a decir Hermione —solo esta noche.

Él cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, movimiento que la mujer aprovechó para levantarse lo justo para alcanzar su garganta y besar uno de los tendones que se marcaban allí.

—Quédate conmigo

Dejó de desabrocharle la ropa, se apartó y se quitó la parte de arriba de su pijama por la cabeza sin preocuparse de los botones. No llevaba sostén por lo que sus pechos se presentaron ante él en todo su esplendor y Draco perdió el control.

Se desnudaron el uno al otro de forma salvaje, rasgando la ropa, buscando únicamente estar piel contra piel con un ansia voraz.

Las manos de Draco se llenaron con la carne de Hermione, mordiendo, besando, lamiendo. No sabía siquiera cómo había llegado allí, pero pronto se encontró arrodillado en la cama completamente desnudo, con ella frente a él.

Era perfecta.

Hermione se bebió de él, postrado ante ella, con los músculos tensos de sus anchos muslos, mucho más desarrollados de lo que ella había esperado, su cuerpo era increíble, pero al mirar entre sus piernas no pudo evitar un sonido que podría estar a medio camino entre la sorpresa y el horror. Allí, erguido y poderoso, su miembro se alzaba más arriba de su ombligo, con un glande grueso y amoratado por el que una única lágrima blanquecina resbalaba humedeciendo todo a su paso. El tronco, grueso y surcado de venas se veía salvaje y brutal.

Draco sonrió.

—Oh —susurró Hermione —no se si…

—Podrás —se agachó para apoyar la boca aun sonriente sobre su frente —completamente.

La besó en el puente de la nariz, en las mejillas, en la comisura de los labios, en el borde de la mandíbula, dejando pequeños mordiscos hasta llegar a su oreja. Hermione se deleitó con el calor que emanaba del cuerpo de Draco quien se echó sobre ella, aplastándola contra la cama y cubriéndola con su cuerpo por completo. Los muslos gruesos y duros de él se apoyaban sobre los suaves de ella y su polla, erguida, que había resultado ser mucho más grande de lo que Hermione se había imaginado, se apretaba contra su ya humedecido sexo que palpitaba de anticipación y anhelo.

Tener el cuerpo de Draco sobre el suyo la hizo temblar y abrió las piernas para rodearle las caderas.

Ambos jadearon cuando el contacto se hizo más íntimo y su gruesa virilidad se encajó entre sus labios, frotándose sobre ellos.

—¡Draco!

Él sonrió, entrelazando los dedos en aquel cabello castaño que le volvía loco con su rebeldía y suavidad y rodeó el rostro de la bruja con las manos, inclinándose hasta que sus bocas quedaron a escasos milímetros de distancia.

—Ya no hay vuelta atrás —murmuró.

No le dio tiempo a responder, su boca, cálida y hambrienta buscó la de ella para devorarla con una agónica lentitud. El beso no fue tierno sino carnal y voraz. Hermione, lejos de asustarse por el ímpetu de Draco, le devolvió el beso con vehemencia, gimiendo cuando la lengua masculina se deslizó buscando la suya, rozándola con un erótico movimiento que humedeció su sexo aún más.

Ese sonido sensual hizo que Draco gruñera. Podría hacerse adicto al sabor de Hermione, a su olor y a su tacto. Ciego, sordo y mudo, ajeno a todo lo que no fuera la mujer que tenía bajo su cuerpo, arrasó su boca una y otra vez, asediándola, buscando una respuesta, necesitando que el deseo de Hermione fuera tan salvaje como el suyo propio.

Se tocaron, amasando sus cuerpos, enredados en un abrazo desordenado mientras sus bocas continuaban explorándose sin control. Draco subió las manos y le acarició los pezones con los pulgares, gruñendo de nuevo cuando ella gimió de placer, arqueándose contra aquellas manos mágicas.

Hermione se elevó y rodeó con sus brazos el cuello del rubio, quien aprovechó la postura para inclinarse y tomar uno de los sonrosados pezones en su boca.

Ella clavó las uñas en aquellos hombros anchos y fuertes y Draco jadeó de placer al sentirlas sobre su piel, marcándole.

—Draco, por favor, tócame —suplicó Hermione empujándose contra sus labios.

Él sintió que empezaba a perder el poco control que tenía, deslizó una de sus manos sobre el vientre plano y suave de la mujer hasta que los pliegues sedosos, húmedos y calientes lo recibieron

—Joder —masculló dejando el pezón y volviendo a buscar sus labios —estás tan mojada que podría correrme solo tocándote.

—Más, Draco .

Hermione, gimiendo suavemente alzó la pelvis, buscando el toque de aquellos dedos traviesos que jugaban con el capullo de carne sensible de su clítoris, repartiendo la humedad por sus labios.

—Déjame entrar —su dedo índice empujó y ambos jadearon cuando las paredes internas de su sexo se aferraron a él, palpitando a su alrededor —empapada… —su voz sonaba áspera y entrecortada —puedes con más.

La penetró con dos dedos mientras su pulgar continuaba sobre su clítoris y Hermione gritó con la intensidad del placer.

—Dios —jadeó Hermione clavando más fuerte las uñas en la espalda de Draco y mordiendo su labio.

—Así —susurró Draco dejando pequeños besos en su barbilla y su garganta —córrete para mi, quiero mirarte mientras te corres.

Continuó follándola con los dedos y masajeando aquel nudo sensible de carne sin piedad mientras salpicaba besos por su clavícula y su pecho. Sentía su miembro dolorosamente hinchado y todo en lo que podía pensar era en estar dentro de ella, en sumergirse en ese canal caliente que le apretaría y le exprimiría… pero no, debía controlarse, debía tener paciencia.

Luchó contra ese deseo que le estaba devorando por dentro y continuó empujando con los dedos, abriéndola, preparándola para él porque sabía que su tamaño podía ser ligeramente problemático si ella no estaba realmente lista para recibirle.

—¡Draco!

Se elevó para mirarla y aceleró el movimiento de las embestidas de sus dedos y el masaje de su pulgar.

—Eso es cariño —susurró mirando su rostro enrojecido —córrete Hermione.

Ella arqueó el cuello, sus tendones finos y elegantes se marcaron y su boca se abrió cuando un gemido gutural salió de lo más profundo de su garganta. Draco pensó que era lo más jodidamente hermoso que había visto nunca.

Sus paredes internas estrujaron sus dedos una y otra vez y pudo sentir como la humedad, algo más pegajosa ahora, resbalaba por sus nudillos e incluso en revés de su mano. Ella, tensa como la cuerda de un arco, tembló y corcoveó mientras el clímax la sacudía, interminable.

—Tan hermosa… —jadeó Draco apartando su mano y cambiando de posición para dirigir su polla hasta la entrada de su cuerpo. Se apoyo sobre los codos, la tomó del mentón y le exigió que lo mirara. —Quiero que me mires, Hermione. Mírame.

—Draco…

Ella, aún conmocionada por la fuerza de su orgasmo, se concentró en responder a sus exigencias y le miró, con los ojos entrecerrados y los labios inflamados por los besos.

— Equivócate conmigo —murmuró él.

Dejó caer la cabeza sobre el hombro de Hermione y con un vigoroso impulso se hundió en ella hasta la mitad.

—Señor… —gruñó al sentirse rodeado por un fuego líquido que le hizo cerrar los ojos con fuerza —tan apretada… tan caliente. Joder Hermione. No… creo —jadeó —que pueda durar mucho… hace mucho tiempo…

Quería estarse quieto, dar tiempo a que el cuerpo de Hermione se adaptara a su tamaño y a la repentina invasión, pero fue incapaz de contenerse, fue incapaz de mantener su cuerpo inmóvil y antes de darse cuenta estaba empujándose contra ella de forma apremiante y sin control.

Era tan estrecha y tan caliente que creyó que no sería capaz de aguantar demasiado.

La sujetó por las caderas y buscó su boca de nuevo, sus propias caderas se impulsaban de forma salvaje, penetrándola una y otra vez hasta que consiguió encajarse por completo dentro de ella.

Hermione, necesitando tenerle por entero, alzó las rodillas para recibirlo más profundamente dentro de sí y Draco gimió al darse cuenta de que ella le había aceptado en su totalidad y aquella agonía y aquel placer animal eran más de lo que podía soportar.

Ella, al escuchar los sonidos que, su ahora amante, emitía, también perdió el control. Se apretó contra él, arqueándose, buscando complementar el movimiento de sus embestidas, le rodeó con las piernas, elevándolas más aun, jadeando cuando Draco dejó sus caderas, metió las manos bajo sus nalgas y la alzó para que sus cuerpos encajasen de forma casi dolorosa.

Los dos jadearon cuando la nueva posición los acercó más aún, haciendo que los envites de Draco fueran mucho más profundos.

Nunca, jamás, había compartido una experiencia semejante, una pasión tan salvaje. Apretando los dientes al sentir que estaba cerca y sin querer terminar aún, se retiró de ella lentamente hasta salir de su cuerpo con un suave plop. Hermione gimió ante la separación, pero Draco volvió a sumergirse en su cuerpo.

—¡Draco! —volvió a salir de ella y en aquella ocasión, la bruja se agarró a su cuello para impedir que lo hiciera de nuevo y se aferró a sus muslos, empujándose contra él.

Cuando volvió a introducirse en aquel canal apretado que le oprimía hasta hacerle perder la cabeza, todo se precipitó.

Hermione llegó de nuevo al orgasmo entre temblorosos sollozos y Draco no pudo contenerse más, empujó una, dos, tres veces más y la siguió, derramándose en ella entre gemidos intensos, aferrando aquellas nalgas para empujarla contra él, una y otra y otra vez hasta que le exprimió la última gota de su devastador orgasmo y ambos cayeron en una maraña de brazos y piernas, desmadejados, exhaustos y absolutamente saciados.