Hola!
Nos animamos un poquito otra vez... estos chicos están un poco salvajes, escenas subidas de tono. Avisados estáis.
Hanya Jiwaku: a mi también me encantan xD
Majo1989: Gracias por tus palabras, por seguir la historia y por pararte a dejarme un mensajito que siempre se agradecen. Mil gracias!
mariapotter2002:Siii hay que jugar con los otros personajes un poquito también no? Aunque me centre en lo que me centro jajaja la historia se desarrolla sola, yo solo tecleo, soy la herramienta!
Caro2728:Draco es un poco cabezota!
Gracias a todos, los que seguís, los que comentais y los invitados sin nombre a quien no puedo agradecer de forma personal.
Besos y abrazos
AJ
Corazón de Bruja
El viaje a la mansión fue tan rápido que apenas se dieron cuenta.
Se aparecieron en un recodo, cerca del Caldero Chorreante. Draco la había rodeado la cintura con los brazos y así, unidos en un beso que poco tenía de decoroso, llegaron a la Sala Común del Lugar Seguro.
Sin soltarla y sin separarse de ella la alzó en brazos y se apresuró a su propia habitación porque su cama era mucho más grande. Una vez allí la dejó resbalar hasta que apoyó las puntas de los pies en el suelo y se miraron, con la respiración acelerada y jadeantes.
Hermione se quitó los zapatos en dos patadas mientras Draco se quitaba la túnica y el jersey que llevaba sacándolo por encima de su cabeza antes de hacer lo mismo con la ropa de ella dejándola únicamente en ropa interior.
—Draco —Rodeó su cuello con los brazos y enredó los dedos en los suaves mechones del pelo de su nuca.
Un sonido gutural salió de la garganta del hombre que la empujó contra la pared, inmovilizándola con sus caderas y hundiendo la cabeza en su cuello para dejar pequeños mordiscos en él. Con un rápido movimiento de su mano le desabrochó el sujetador y Hermione gimió cuando sus erectos pezones se frotaron contra el pecho duro de Draco.
—Eres tan jodidamente perfecta —gruñó sujetando sus caderas y apartándose lo justo para poder verla —tan hermosa.
Tragó saliva y, en una especie de trance, pasó las yemas de sus dedos por el abdomen plano y suave de la mujer, que se onduló bajo su contacto. subió por los costados de sus pechos, sonriendo al ver como los sonrosados picos se endurecían más aún con su toque.
—Separa las piernas —exigió mirándola a los ojos y observando cómo se dilataban sus pupilas.
Respirando entrecortadamente, ella se lamió el labio inferior, repentinamente seco y lo hizo.
—No tienes idea de cuantas noches me he tocado pensando en ti —Draco bajó de nuevo las manos hasta sus caderas, su mano acariciando la parte interior del muslo ahora expuesta a sus caricias —cuantas noches me he corrido deseando hacerlo dentro de tu cuerpo —separó el elástico de las bragas y lo rompió para buscar su sexo, abarcándolo con su mano —Joder Hermione —introdujo dos dedos hasta el fondo, cerrando los ojos cuando las paredes internas se ajustaron a la intrusión, oprimiéndole con inusitada fuerza —estás tan mojada. Una de sus manos se afianzaba en la pared para mantenerlos allí de pie, la otra entre sus piernas penetrando en aquel canal que no podía ser más que el paraíso.
—Oh Dios —Hermione apoyó la cabeza en la pared y cerró los ojos soltándole el cuello y apretando las manos en dos puños —Draco, por favor.
Pasando la punta de la lengua por su boca, delineando sus labios, le sintió sonreír.
—Por favor ¿Qué?
Ella golpeó suavemente la cabeza hacia atrás y sus caderas se empujaron hacia él.
—Necesito… yo necesito…
—¿Qué necesitas preciosa? —mordió su barbilla y siguió bombeando con los dedos, utilizando su pulgar para acariciar el clítoris hinchado.
Hermione únicamente negaba con la cabeza, empujándola contra la pared una y otra vez. Se mordía el labio inferior, tenía las mejillas sonrojadas y la frente ligeramente sudorosa, donde algunos rizos rebeldes se pegaban a su piel.
A Draco le pareció la imagen más erótica y más hermosa que había visto en toda su vida.
Añadió un tercer dedo y ella abrió los labios para dejar escapar un gemido que hizo que las pelotas de Draco se encogieran. La humedad que empapaba sus dedos se hizo delirante y empujó, girándolos lentamente para abrirse paso y ensancharla lo bastante para que la penetración fuera perfecta.
—¿Es esto, Hermione? —susurró contra sus labios —¿Esto necesitas?
—A ti —siseó ella entre dientes abriendo los ojos.
Draco se estremeció sin poder evitarlo y la besó tragándose uno de los sensuales jadeos que ella no podía contener
—Pronto
Hermione balanceó sus caderas contra aquellos inquisitivos dedos, incapaz de resistirse
—Más —dijo sujetando sus antebrazos —. Por favor, Draco.
Él gimió, apartó la mano que tenía en la pared y la alzó del trasero a pulso, ella entendió lo que quería y enrolló las piernas alrededor de las masculinas caderas haciendo que la penetración fuera mucho más intensa y profunda.
—Oh Dios — gimió, temblando
Draco continuó acariciando más rápido ese nudo de carne inflamada y empapada y se separó lo suficiente para mirar aquel punto en el que sus cuerpos se encontraban y que ahora, con ella abierta de ese modo era mucho más visible para él. Sacó lentamente los dedos despacio, disfrutando de la forma en la que ella apretaba y su cuerpo se contraía, como si tratara de impedir su retirada.
—Joder —Draco maldijo cuando vio la humedad que goteaba por su mano.
Volvió a introducirlos, despacio, viendo como desaparecían en su interior, como el cuerpo de Hermione le absorbía, exprimiéndole con pequeños espasmos.
—Eso es preciosa —incrementó la velocidad y la dureza con la que masajeaba el capuchón de su clítoris y ella empezó a temblar, gimoteando entre sus brazos —córrete, Hermione. Déjame verte.
Volvió a mirar sus rostro, enrojecido, con la boca abierta, gritando su nombre.
—Mírame —ordenó.
Ella lo hizo y en el momento en que sus ojos colisionaron el clímax la alcanzó de golpe entre temblores bruscos.
—Mierda —Draco sintió como su sexo se abría, se contraía y volvía a dilatarse, dejando más espacio para sus dedos, goteando su orgasmo sobre él
—Por favor, Draco, no puedo más —Sollozó aferrada a él —fóllame Draco, hazlo, por favor.
Aquellas palabras le incendiaron como nada podría haberlo hecho. ¿La prefecta perfecta Hermione Granger suplicándole que la follara contra una pared? Ni es sus sueños más calientes algo había sido así de perfecto.
Tiró de los botones de su pantalón y los empujó hacia el suelo junto con los calzoncillos. Su polla se alzó, alargándose en toda su envergadura y su glande, mojado y amoratado de su propia excitación, golpeó contra el pubis de Hermione.
Sacó los dedos empapados y ella jadeó al sentirse repentinamente vacía.
— Sujétate bien —susurró sujetando su miembro y haciendo que el glande se frotara contra su abertura, separando sus inflamados labios —¿Estás preparada? —la miró, con aquella sonrisa ladeada que a Hermione empezaba a robarle el aliento y frotó de nuevo la punta de su polla contra el sensible clítoris. Ella gimió.
—Sí —tragó saliva y se balanceó contra él, agarrada firmemente a sus fuertes bíceps — Hazlo
Draco empujó un poco, solo lo suficiente para que el glande se abriera paso en su interior y ambos gimieron.
—Pídemelo —susurró mirando sus ojos castaños cargados de deseo. —Dilo, Hermione.
Ella, más allá de la vergüenza o el pudor, empujó las caderas hacia él, enredando sus tobillos en su espalda.
—¡Draco! —siseó al sentirle salir de su cuerpo de nuevo —no, no… Draco —gimió y tiró de él, apretando con sus talones en su trasero —fóllame, hazlo, ya…
Draco aferró su cintura con ambas manos para moverla hacia abajo mientras él empujaba hacia arriba y se introdujo en su cuerpo hasta el fondo.
—Merlín… —Draco apoyó la frente sobre la de ella y cerró los ojos quedándose repentinamente quieto —podría correrme solo así.
—Eres tan… tan… —gimió sintiéndose completamente devastada.
Su miembro era tan grande que pese al placer sentía algo de molestia al cobijarlo, pero apenas unos segundos después él empezó a moverse, lentamente, con embestidas suaves que únicamente incrementaron la necesidad de ambos y le hicieron olvidar la molestia anterior.
Era agónico, tanta lentitud hizo que Hermione comenzara a perder de nuevo el control.
—Más —susurró con fiereza rodeándole el cuello con los brazos —más.
¿Más qué? No lo sabía, más profundo, más duro, más rápido… más todo.
Pero Draco la entendió, pasó los brazos bajo sus muslos para levantarla más y abrirla a sus embestidas y, apoyándose el la pared empujó hacia ella con fuerza, rápida y profundamente hasta que sintió que sus cuerpos se pegaban por completo y su glande acariciaba la misma entrada de su útero.
Hermione gritó, siseando con los ojos cerrados y los labios abiertos en un grito agónico.
—No pares —jadeaba aferrada a él, completamente tensa entre sus brazos —por favor, sigue, sigue, por favor
—Mierda —gruñó él con los brazos temblando por la tensión— Deberíamos… parar un poco o yo… me voy a correr.
—No, no pares, Draco —Hermione se cernió sobre su boca y le besó profundamente, buscando su lengua, deleitándose con su sabor.
Draco se dejó llevar sin poder resistirse, golpeando una y otra vez contra ella en un ritmo frenético y la música que crearon sus cuerpos fue la banda sonora de la tarde, gemidos ahogados, quedos murmullos, respiraciones entrecortados, los sonidos húmedos de sus cuerpos al colisionar en cada embestida… La penetró profundamente, buscando tanto su propio placer como el de ella y cuando la sintió explotar a su alrededor, deshecha por la ferocidad de un nuevo orgasmo, hundiendo las uñas en su espalda, no pudo contenerse más.
Mirándola a los ojos se dejó llevar, sus caderas perdieron el ritmo y la penetró en envistes desacompasados y furiosos, rompiéndose contra ella mientras contenía el aliento. Gimió, un gruñido ronco y grave que pareció salir de lo más profundo de su alma mientras se corría dentro de Hermione.
Ella sintió cada descarga, caliente y húmeda llenarla por completo y le abrazó.
Ambos estaban estremecidos y Draco sintió que la fuerza le abandonaba.
—Sería un buen momento para ir hasta la cama —murmuró con voz grave.
—No sé si podré moverme —susurró Hermione.
Ambos se arrastraron hasta el colchón y se dejaron caer en él. Draco se tumbó boca abajo, con el rostro apoyado en uno de los pechos de Hermione y pasó el brazo sobre su cintura y una de las piernas sobre las de ella. Cuando sintió los dedos de Hermione jugueteando con su pelo le tocó el costado del pecho en una suave caricia, dibujando círculos sobre el.
Aquello se parecía bastante a los después, en los que él nunca había participado, pero se sentía tan cómodo y amodorrado que ni siquiera se planteó apartarse.
—Deberíamos ducharnos —la oyó susurrar.
—¿Juntos? —preguntó él repentinamente interesado.
—Si quieres…
No se lo hizo repetir, antes de darse cuenta, Hermione estaba siendo empujada hacia el cuarto de baño.
Aquella noche, después de cenar, la castaña se sintió repentinamente incómoda. La tarde había sido maravillosa. Pasaron el tiempo retozando juntos, en la cama, en la ducha, en el sofá, incluso en la encimera de la cocina, pero también hablaron, rieron, cocinaron y sí, por primera vez en su vida, no discutieron.
Finalmente habían cenado unos sándwiches y, al terminar, Hermione decidió que lo mejor sería irse a la cama temprano de la forma más natural posible para evitar la incomodidad que podía surgir de esto.
Ella hubiera deseado acompañarle y pasar la noche con él, pero después de la conversación de esa misma mañana sabía que eso no pasaría, que probablamente no pasaría nunca, así que apartando aquél pensamiento se levantó y se estiró.
—Bueno, es hora de ir a dormir. Mañana tengo que ir temprano al Ministerio —bostezó y sonrió —si no me acuesto probablemente no sea capaz de moverme cuando suene la alarma.
—Yo también iré a dormir en un rato —respondió él que había cogido uno de los libros de pociones y estaba revisando algunas anotaciones de los márgenes.
—Bien. Hasta mañana —le sonrió, pese a que él no estaba mirándola y se metió en la habitación cerrando suavemente tras ella.
Se apoyó en la puerta cerrando los ojos y se mordió el tembloroso labio inferior inspirando profundamente.
No lloraría. No iba a hacerlo. Era una mujer adulta responsable de sus propios actos y había entrado en esto con los ojos bien abiertos sin que nadie la engañara.
Se limpió la única lágrima que se había escapado por la comisura de su ojo izquierdo y cuadró sus hombros.
Ella tenía amor más que de sobra en su vida, tenía amigos que la querían y no estaba sola. El sexo con Draco era espectacular y maravilloso, de modo que más le valía aprender a lidiar con eso y separar lo físico de lo emocional.
Se tomó una poción para dormir sin sueños, se metió en la cama, apagó la luz y se acurrucó agarrando la almohada, deseando, inconscientemente, que fuera Draco en lugar de aquel objeto inanimado quien estuviera entre sus brazos.
A la mañana siguiente no se encontró con él. Desayunó, se duchó, se vistió y se marchó al Ministerio sin que la puerta de su dormitorio se abriera ni una sola vez. Se sintió bastante decepcionada pero, una vez más, se dijo que necesitaba hacerse a la idea de que la relación que tenían de cara al mundo mágico no era la misma que tenían en privado. Solo debía aprender a separar las cosas, por difícil que le resultara. A menos que quisiera irse con las serpientes a casa de Blaise, lo que, sin duda alguna también era una opción, aunque una que no contemplaba porque, la amistad y la intimidad con Draco, por el momento, tenían más peso en la balanza de pros y contras.
Fue una mañana agitada y bastante productiva, laboralmente hablando. Tuvo una reunión con Harry y Morgan en la que intervinieron Abney y Creepingbear. El segundo había realizado un exhaustiva autopsia al cuerpo de Flora, bajo la expresa autorización de su hermana quien, pese a tratarse de pruebas muggles, había estado de acuerdo en cualquier cosa que ayudara en la investigación que pudiera dar con el asesino o asesinos de su hermana.
Hermione había leído el informe y había sentido deseos de volver a vomitar. Creepingbear había descubierto que la causa de la muerte, por suerte, había sido a consecuencia de un impacto con un objeto romo en la base del cráneo que causó un traumatismo craneoencefálico. Según les había explicado, ese impacto se había localizado en el bulbo raquídeo y concluyó que, a consecuencia de un shock hipovolémico provocado por una hemorragia intracraneal interna y externa, Flora había muerto desangrada antes de ser apuñalada.
SIn lugar a dudas aquello había sido una buena noticia, al menos la mujer murió de forma bastante más rápida de lo que pensaron en un primer momento.
Abney les comunicó que había solicitado ayuda a un par de colegas muggles para introducir en la base de datos una huella parcial que había encontrado en el mango de un atizador de chimeneas, lo que, a priori, parecía ser el arma homicida.
Por desgracia no habían encontrado similitudes así que volvían a esta en un callejón sin salida.
Morgan, por su lado, les dijo que estaba siguiendo otra línea de investigación distinta pero que por el momento no podía compartirla con ellos, no obstante agendaron una nueva reunión después del fin de semana en la que esperaba tener más información.
Tomó un café a media mañana con Harry y, a la hora de comer, decidió que pasaría por Sortilegios Weasley y le preguntaría a Ron si estaba libre. Hacía mucho que no pasaban un rato juntos y le empezaba a echar mucho de menos.
Encontró a George tras la caja registradora cobrando a un par de brujas que se llevaban unos Bombones atrápalo, él sonrió, le guiñó un ojo y señaló con el pulgar la trastienda.
Hermione fue en busca de su amigo pensando en lo mucho que había cambiado George en los últimos años, empezaba, poco a poco, a parecerse más al George Weasley de antes y menos al infieri en el que se había convertido tras la muerte de Fred.
Cuando entró en el enorme almacén que hacía las veces de sala de reuniones, sala de estar, salón, mini cocina y otras muchas funciones variadas, siguió las maldiciones y los tacos que escuchaba hasta dar con Ron.
—Que vocabulario tan colorido, Ronald —le riñó a su espalda cuando le vio finalmente sentado en el suelo leyendo una revista —vaya sí que han cambiado tus gustos, la última vez que te vi leyendo era una revista de quiddich, no Corazón de Bruja.
—¿Hermione? —el levantó la vista parpadeando para enfocarla y, al verla, se levantó de un salto y la encaró —a ti precisamente quería yo verte.
—¿Cómo dices?
La mujer, sorprendida por el arrebato furioso de Ron, negó con la cabeza. Estaba acostumbrada al carácter explosivo del pelirrojo, pero, que ella supiera, no había podido hacer nada que le pusiera en ese estado, ni siquiera se habían visto en las últimas semanas.
—¿Qué es esto? —le puso la revista en la cara, tan cerca que ella bizqueó —¿Eh? ¿Me explicas qué es esto, Hermione?
—Si no me la pegas a los morros igual puedo verla, Ronald —espetó ella molesta, sujetando su antebrazo para apartarle.
—Es que no puedo creerlo. Una cosa es que estes… que estes… ¡Ya sabes! Pero ¿Esto? Esto es asqueroso —le dio la revista y se giró, caminando de arriba abajo por la estancia mientras murmuraba para sí mismo y se pasaba la mano por la nuca, revolviéndose el cabello —simplemente asqueroso, no creo que pueda con ello. De verdad, eres mi mejor amiga y te quiero. Mucho. Pero ¿Malfoy? ¿En serio? Es que es vomitivo. ¿Qué vamos a hacer en Navidad? ¿Y en los cumpleaños?¡Merlín!¿Qué pasará cuando tengamos hijos? ¿Serán amigos del hurón?
Mientras él seguía mascullado incoherencias, Hermione miró el número de Corazón de Bruja que había salido esa misma mañana. Allí, en la portada, ella y Draco revivían el mismo bucle temporal una y otra vez. Caminaban por el Callejón Diagon tomados de la mano, se paraban, se miraban a los ojos, Draco la abrazaba y, mientras se besaban de una forma poco decorosa, se aparecían y la secuencia comenzaba una vez más. El titular rezaba La magia más poderosa es el amor: El mortífago y la hija de muggles parece que su relación va viento en popa.
Hermione no sabía si reír o llorar. Finalmente se decidió por regañar a Ron.
—¿Se puede saber de qué hablas? ¿Hijos? ¿Quién ha hablado de tener hijos, Ronald?
Al oírla él dejo de caminar y la enfrentó de nuevo.
—Es lo normal, Hermione. Relación, matrimonio, hijos…
La castaña no pudo evitar sonreir.
—¿Ah si? —Se acercó a él —Y dime Ron ¿De verdad estás pensando en el matrimonio?
Ron se prendió como si fuera una llama, su piel se puso tan colorada como su pelo y tartamudeó.
—Yo… yo no… esto no es… ¡No hablamos de mi!
—Vaya, vaya… así que estás pensando ya en hijos. Interesante ¿Lo sabe ella?
—¡Hermione!
—¡Ron!
Se miraron y se echaron a reír.
Gracias a él, el resto del día fue maravilloso. Comieron juntos, hablaron de todo y de nada, rieron, discutieron e incluso fueron hasta Grinmauld Place para cenar junto a Harry y Ginny.
Después de prometer que repetirían aquello más a menudo pese a las circunstancias, Hermione volvió directamente al Lugar Seguro.
Nuevamente Draco no estaba allí y la puerta de su habitación seguía cerrada. Por un instante se asustó y pensó que igual le había pasado algo. Pero cuando ya había decidido entrar a su dormitorio a comprobarlo, una lechuza picoteó la ventana y Hermione respiró tranquila al ver que la nota era de Draco.
Llegaré tarde. Reunión de serpientes. DM.
Bueno, al menos había tenido la consideración de avisarla para que no se muriera de preocupación el resto de la noche.
Se dio una ducha rápida y se acostó pensando que, pese a todo, el día no había estado nada mal.
Draco regresó pasada la medianoche. Blaise, Theo, Pansy y él habían cenado juntos en casa de Zabini. A su amigo no le hacía mucha gracia que él pudiera entrar su Lugar Seguro como si nada y que no hubiera reciprocidad. Habían discutido durante gran parte de la noche sobre que él debería dejarles acceder a su casa del mismo modo, algo a lo que Draco se había negado de manera categórica.
Ahora que había conseguido meterse debajo de las bragas de Granger no iba a darle a nadie la oportunidad de interrumpirlos, ni por todo el oro de Gringotts.
La noche había sido bastante divertida. Por un lado, descubrir que finalmente Pansy y Blaise habían decidido darse una oportunidad, fue una noticia maravillosa. Draco se alegraba mucho por ellos, sobre todo por Parky, quien ya había tenido su buena dosis de mierda en la vida como para que por fin las cosas empezaran a mejorar. Por otro lado, cenar con la mirada analítica y penetrante de Theo clavada en él fue mucho menos agradable, pero aun así, dejarle caer que conocía íntimamente a Hermione había sido la venganza perfecta y había conseguido que Nott le dejara en paz.
Después se había sentido como un cabrón, Theo y él eran amigos y hacer leña del árbol caído era algo que había dejado de hacer mucho tiempo atrás.
Aunque no se disculpó, terminó compartiendo con el un coñac cuando Pansy y Blaise se retiraron a dormir, juntos. Pero finalmente, cuando el reloj marcó la media noche, decidió regresar a casa.
En un primer momento fue a su habitación dispuesto a ponerse el pijama y acostarse, pero aunque había conseguido estar lejos de Granger durante todo el día y no pensar en ella demasiado, ahora que estaba allí sentía una compulsión casi enfermiza por estar con la mujer.
La noche anterior se había sentido como un gusano cuando se fue sola a su habitación, pero se había dicho una y mil veces que era lo que tenía que hacer, que era la forma correcta de hacer las cosas.
No había servido de mucho.
Y en ese instante, por algún motivo que escapaba a su comprensión. La necesidad de verla, de tocarla, de tenerla, le corroía las entrañas de forma dolorosa.
Sin pensar, recorrió la Sala Común y fue hasta el dormitorio de Hermione, abrió la puerta, sin sorprenderse de que no tuviera ninguna protección y entró cerrando suavemente a su espalda.
Se había debido quedar dormida leyendo porque la luz de la mesita de noche estaba encendida y ella, pese a que sus ojos estaban cerrados, tenía un libro entre las manos.
Lo tomó, lo dejó en la mesilla y la observó, planteándose el irse de nuevo y dejarla dormir.
Pero no pudo.
Los suaves suspiros que escapaban de sus labios le hicieron excitarse de nuevo con los recuerdos, se sentó a los pies de la cama y la destapó, sonriendo al verla únicamente vestida con su vieja camiseta de quiddich de Slytherin.
Acarició sus tobillos, sus gemelos, la parte interna de las rodillas. Pasó los dedos por sus muslos, levantando suavemente la camiseta hasta sus caderas.
—¿Draco? —escuchó el susurro de su voz y continuó acariciándola
—Mmm, Espero que no estuvieras soñando con nadie más.
La respiración de Hermione se volvió más áspera y acelerada. Negó con la cabeza, se mordió el labio inferior y observó los ojos de Draco que estaban completamente oscurecidos de deseo.
—Abre las piernas —exigió él.
Ella tragó saliva y, con el corazón acelerado separó los muslos obedeciéndole.
—Eso es —su voz grave era incitadora —un poco más.
Ella abrió más las piernas y jadeó cuando Draco la sujetó de los muslos y la atrajo hacía sí con brusquedad, abriéndola y elevándola levemente, subiendo sus piernas por encima de sus hombros.
—Quieta —dijo cuando ella se removió. Inmovilizó sus piernas, puso las manos bajo su trasero y la elevó hasta que estuvo en el lugar exacto, utilizando los pulgares para abrir sus labios.
Se agachó hasta que pudo contemplarla y se lamió los labios.
—Estás tan mojada —su sexo brillaba por la humedad y a él se le hizo la boca agua —deseo probarte, Hermione. Me he preguntado cómo será tu sabor tantas veces… —ella se estremeció y Draco pasó la lengua por toda su hendedura, lamiéndola lentamente.
—Oh Dios…
—Shhhh. No tenemos prisa, preciosa
Volvió lamerla una vez más, empujando la lengua un poco más profundo, explorándola despacio. Tomó su clítoris entre los labios, absorbiéndolo en su boca hasta que ella gritó su nombre. Uno de los pulgares resbaló entre sus nalgas y se introdujo en su vagina hasta la primera falange y Hermione se arqueó empujándose contra su boca, suplicando en silencio.
—Mmm deliciosa —Draco golpeó su clítoris con la punta de la lengua y se deleitó en degustarla, lamiéndola una y otra vez.
Hermione aferró las sábanas arrugándolas en sus puños, clavó los talones en los hombros de Draco y gimió, quejándose cuando él se apartó y retiró las piernas de sus hombros.
—No, no… —se removió sobre el colchón
—Que exigente — se rió tumbándose boca abajo —abre y sujeta tus muslos, Hermione
Ella, absolutamente fuera de sí, hizo lo que le pedía y apoyó la cabeza en la almohada mirando al techo, conteniendo la respiración.
—Eso es. Tan empapada —Draco pellizcó su clítoris y metió dos dedos entre sus pliegues, observando como penetraban en su cuerpo —tan preciosa —su lengua volvió a lamer sus jugos mientras sus dedos entraban y salían de su cuerpo más rápido, más profundo, girándose para encontrar y frotar ese punto exacto que la hizo gritar —sí preciosa —chupó su clítoris, jugueteando en el con su lengua sin dejar de penetrarla con los dedos —córrete para mi, Hermione, quiero que te corras en mi boca.
Ella arqueó la espalda, jadeando, clavando los talones en el colchón y balanceándose contra aquellos dedos largos e invasores.
—Draco, Draco por favor…
—Sí, vamos pequeña…
Hermione se retorcía bajo las manos de Draco, sacudiendo la cabeza, gimoteando y empujándose contra su boca. Estaba cerca, estaba tan cerca… Los dedos del rubio entraron más profundo, su lengua se volvió voraz, aumentando la velocidad, golpeando ese nudo de carne hinchada que estaba a punto de hacerla estallar.
—¡Draco!
El orgasmo la arrasó y ella gritó, apuñando las sábanas en sus manos, temblando, una y otra y otra vez mientras los ecos del climax la recorrían hasta dejarla completamente exhausta y sonrojada.
Draco reptó por su cuerpo, besando cada milímetro de piel que encontraba a su paso, retirando la camiseta de Slytherin para alcanzar sus pechos.
—Mañana llegarás tarde al Ministerio.
Hermione ni siquiera encontró la fuerza para responder.
