Hola!

Augenblick29:Si no sufrieran un poquito no sería un dramione no? A ver qué tan dramática estoy, de eso dependerá el futuro de estos dos jajaja (solo un poquito) juro que aunque sufran terminarán por tus palabras!

mariapotter2002:No no no. Prohibido darme ideas mientras tengo esta en la cabeza no quiero despistarme. De hecho había un reto de fictober que empecé a escribir y estoy dudando si segiur o no, no sea que me enrede que me conozco! Ya sabes que intento siempre que los personajes no sean muy diferentes, me gusta intentar mantener la personalidad y Ron... pues tiene que ser Ron xD. Es el TOP 3? Tía que lloro! ¿te puedes creer que nunca he releído CAH? Y eso que para mi es mi niño, me costó más que un parto jajajaja

Besos y abrazos

AJ

Desaparición

Una vez más él se había marchado a su habitación en cuando Hermione se quedó dormida y, de nuevo, esperó hasta que ella se marchó a trabajar para salir del dormitorio.

Sí, sabía que era un cobarde, pero por algún motivo, la culpabilidad que sentía dejándola sola y marchándose le hacía un daño físico. Literalmente le revolvía las tripas verla con aquella sonrisa y aquella mirada que decía: lo entiendo y te perdono por ello.

Malditos Gryffindor y malditos mártires todos ellos. Le sacaba de quicio. ¿Por qué no podía ser una bruja normal y gritarle o tirarle algo a la cabeza? ¿Por qué no podía hacer como Astoria? Ella le había maldecido, le había exigido e incluso le habría agredido si no hubiese sido porque el decoro era fundamental para los Greengrass y nunca se rebajaría a algo tan burdo como aquello.

Astoria le reclamó su ausencia cada una de las veces en las que se habían acostado. Le castigaba sin sexo durante días hasta que se le pasaba el enfado y nuevamente, al ver que él se marchaba, volvía a practicar la ley del hielo. Había sido muy fácil ignorarla y perder el interés en ella después de eso.

Pero Granger no era así, ella ni siquiera le ponía una mala cara, ni siquiera un mal gesto o una mala contestación. Ella era absolutamente receptiva cuando estaban juntos y nunca le hacía sentir culpable por haberla dejado sola al terminar.

Pero la culpabilidad le carcomía lentamente porque él sabía que le entristecía su forma de actuar y realmente Draco no quería hacerle daño.

Incluso se planteó dejar las cosas como estaban antes, hablar con Blaise y ampliar el Lugar Seguro de la Mansión Zabini para incluirla a ella, de ese modo podría alejar la tentación y volver a la relación de incipiente amistad que tenían meses atrás.

Pero luego la veía y era incapaz de mantener las malos lejos de ese exuberante cuerpo que ahora conocía tan bien como el propio, era incapaz de contener los celos absurdos y apabullantes que se cernían sobre él solo al pensar en dejarla en la misma casa en la que residía Theo porque, no se engañaba, en el momento en el que Draco diera un paso atrás, su amigo caería sobre Granger con todo el peso del encanto de las serpientes. Bastante tenía con lidiar con Atwater y sus insinuaciones constantes como para hacerlo también con Theo. No sabía si sería capaz de soportar verla con cualquiera de los dos cuando había sido suya de aquel modo tan absoluto, con aquella entrega total.

Solamente imaginarla con otro hombre hacía que una furia ciega se instalase en lo más profundo de su alma. Suponía que era porque un Malfoy no compartía y era demasiado egoísta como para pensar en ella antes que en sí mismo. Seguramente un Gryffindor o un Hufflepuff serían capaces de dejarla libre para encontrar a alguien que fuera capaz de darle todo lo que necesitaba, pero no él, él quería exprimir todo lo que pudiera de su relación con ella hasta saciarse, incluso si la hacía daño en el proceso… ¿Y se vanagloriaba de haber cambiado? ¿Una buena persona no dejaría el camino libre a Theo o incluso a Atwater? ¿Y si ellos podían darle todo lo que ella merecía?

Gruñó porque ni siquiera era capaz de pensar en ello sin ver todo rojo a su alrededor.

No iba a dejársela, al menos no de momento.

Se metió en la ducha y apoyó las manos en la pared, agachando la cabeza para el chorro de agua caliente le golpeara en la base del cuello.

¿A quién quería engañar? Ni de momento, ni nunca.

Hermione Granger ella suya.

Golpeó con un puño los baldosines y levantó el rostro para que el agua le diera directamente en la cara, después cerró el grifo, sacudió la cabeza y se envolvió las caderas en una gruesa toalla negra.

Con el ceño fruncido apartó el vaho del espejo y se miró. Su rostro con una expresión desconocida le devolvió la mirada.

¿Cuándo había ocurrido?

Se contempló a sí mismo con horror cuando la realidad le golpeó como un ariete.

— ¿Pero qué demonios?

Con la boca abierta y los ojos desorbitados, dio varios pasos hacia atrás hasta sentarse sobre la taza del retrete. Apoyó los codos en las rodillas y hundió la cara entre las manos.

No podía ser. No, era imposible porque él era quien era, pese a lo mucho que intentaba encontrar su propio hueco en el mundo mágico su apellido no valía nada desde que acabó la guerra, era casi un proscrito en Inglaterra, mucha gente le miraba por encima del hombro, otros pensaban que debería estar pudriéndose en Azkaban y un puñado más creían que el beso del Dementor hubiera sido el castigo más acorde a alguien como él.

Con unos meses de relación falsa con él, Hermione había acabado siendo el objetivo de un recién nacido grupo terrorista ¿Qué podía él ofrecer salvo miseria?

Además ¿Un Malfoy enamorado?

¿Sabía acaso él lo que era el amor?

Se frotó el pecho y frunció el ceño, confuso.

No. Seguramente se había encaprichado con Granger, sí, posiblemente más de lo que nunca se había encaprichado antes con nadie, pero tampoco había estado nunca antes con alguien como ella ¿Verdad?

Se frotó el rostro y decidió no darle más vueltas al asunto. Era mejor vivir el día a día, no pensar demasiado. Seguramente que, como siempre, en algún momento se hartaría de ella y se daría cuenta de que había sido como todas las demás, solo que el sexo era tan espectacular que había empezado a hacerse ideas raras.

La Gryffindor estaba influenciándole incluso sin pretenderlo.

Cuando salió al taller esa misma mañana, Draco estaba mucho más sereno y había tomado la decisión de olvidar ese extraño momento epifánico que había sido fruto de la culpabilidad sin lugar a dudas. Poco imaginaba que, al finalizar el día, las cosas habrían cambiado para siempre.

…..

— Puedo enseñártelo si me acompañas —dijo Morgan apoyado en la puerta cerrada de su despacho.

—Pensé que hasta la próxima semana no tendrías noticas —respondió Hermione que se encontraba sentada tras su escritorio con los brazos cruzados sobre la mesa.

—Y no tendré noticias hasta la próxima semana pero podría hacer una excepción y mostraste en qué estoy trabajando… exactamente.

—¿Puede un Inefable acaso hablar sobre su trabajo?

Él sonrió.

—Sobre su trabajo en el Departamento de Misterios no, pero en esta investigación, mis servicios están ofreciédose como auror.

Ella alzó la ceja con incredulidad.

—Bien, dejémoslo en auror independiente.

Hermine suspiró y miró el reloj. Eran ya las cinco de la tarde, no le había dado tiempo a comer y ni siquiera había enviado una lechuza a casa para decir que llegaría tarde.

—No tardaremos —insistió Morgan.

—Está bien

Se levantó, cogió su abrigo y fue con él hacia el Atrio.

—¿Lista? —preguntó el Inefable ofreciéndole el brazo.

—Supongo —respondió ella poniendo la mano sobre él.

Juntos se internaron en una de las enormes chimeneas y llegaron a Godric Hollow, pero, ni bien hubieron puesto los pies sobre la adoquinada calle, Morgan agitó la varita y se aparecieron en otro lugar que Hermione no conocía, repitieron lo mismo hasta llegar a las inmediaciones de un bosque.

—¿Era necesario todo esto? —preguntó ella echándose la mano a la cabeza ya que se había mareado en el viaje.

—Me temo que sí. Muy necesario. Ahora necesito que sigas el juego, Hermione. Es muy importante que confíes en mi.

Ella frunció el ceño y le miró. Ante sus ojos, el rostro de Morgan cambió y su expresión, antes cálida y cercana, se convirtió en una máscara de fría indiferencia y odio.

La sujetó del brazo, la apuntó con la varita y le empujó hacia delante.

—Camina.

Hermione inspiró hondo y el horror trepó por su espina dorsal. Se echó la mano al bolsillo del abrigo y jadeó al darse cuenta de que su varita no estaba allí.

—He dicho que camines —repitió él empujándola con brusquedad de nuevo —No la busques, te la quité.

Los carroñeros les habían atrapado. Tiraban de ella y la arrojaban hacia delante con brutalidad, se cayó y sintió que sus rodillas sangraban bajo el vaquero hasta mojar la tela. Uno de ellos la levantó del cabello haciéndola gemir de dolor y escuchó a Ron gritarles que la dejaran en paz.

Cerró los ojos, incapaz de asimilar que finalmente les habían cogido. Esperaba de verdad que el hechizo punzante en la cara de Harry funcionara lo suficiente como para que pudieran idear algún plan de fuga antes de que desaparecieran los efectos, sin Harry la guerra no terminaría y solo pensar en lo que podría ocurrir si Voldemort se salía con la suya era suficiente para hacerla llorar de horror.

Cuando abrió los ojos de nuevo y vio las rejas de entrada de Malfoy Manor quiso gritar.

¿Cómo podrían salir de aquello? En cuanto Draco Malfoy les viera a ella y a Ronald no dudaría de cual era la identidad del tercero.

Escuchó a Greyback diciéndole lo bien que lo pasarían en cuanto se la dejaran para jugar y sintió una arcada. Scabior, se restregó contra ella entre carcajadas y la inmovilizó tirándola del pelo cuando llegaron frente a los Malfoy…

Ahora estaba allí, una vez más, empujada por Morgan Atwater, desarmada y completamente sola. Ni siquiera había enviado una lechuza a Draco. Nadie sabía que se había reunido con Morgan esa tarde. Podría desaparecer del mapa y no serían capaces de encontrarla. ¿Por qué había confiado en él? ¿Por qué MacGonagall lo había hecho?

Se dijo que también los Potter habían creído en Peter así que ¿Qué mejor tapadera para uno de ellos que ser Inefable del Ministerio? ¿Acaso no había metido Voldemort a sus secuaces allí como un caballo de Troya?

Se pararon delante de una destartalada cabaña y Morgan llamó tres veces. La puerta se abrió lentamente.

—Vaya vaya vaya —una voz cascada y algo enronquecida los recibió.

—Hoy vamos a tener compañía —dijo Morgan en una voz gélida que nunca antes le había escuchado.

—Me encanta la compañía —una risa desdeñosa acompañó a la frase —pasad, pasad.

Hermione supo en ese momento cómo se habían sentido Hansel y Gretel en el cuento muggle.

…..

La tarde de Draco había sido una auténtica mierda.

Pasó casi todo el día en el taller de pociones probando distintas modificaciones sin ningún resultado, comió solo y pasó por San Mungo un par de horas, se sentía demasiado cansado como para seguir trabajando en los cambios de la poción herbovitlizante por lo que finalmente decidió ir a ver a sus amigos, pero según se acercaba la hora de la cena se fue sintiendo más y más ansioso por estar con Granger, hasta que finalmente rechazó la invitación de Zabini para cenar allí y se fue a su casa esperando encontrar a su compañera temporal preparando algo de comer o sentada entre los pergaminos sumida en la investigación.

Ella no estaba.

Cuando el reloj dio las once y media de la noche, tras tres horas esperándola sentado en el sillón, sin recibir una sola notificación, empezó a impacientarse.

Primero se sintió furioso con ella por no tener la más mínima consideración hacia él, por no avisarle de que llegaría tarde y olvidarse de que había alguien más con ella, esperándola. Bien, no tenían una relación… no exactamente una relación pero ¡Maldita sea! ¡Ellos eran algo!

Se paseó por la Sala Común insultando en varios idiomas e incluso pateó un par de sillas y la mesa sin lograr sentirse mejor.

A las doce menos cuarto la rabia empezó a dar paso a la preocupación porque, ella era Granger. Siempre pensaba en los demás antes que en ella, siempre que se había retrasado por cualquier motivo le había enviado una lechuza ¿Qué podía haberle impedido hacerlo de nuevo?

A las doce Draco estaba fuera de sí.

Muerto de preocupación se apareció en el Callejón Diagon porque no tenía ni la más remota idea de dónde vivía Potter pero sí que sabía con exactitud cómo encontrar a la comadreja.

Aporreó la puerta de Sortilegios Weasley hasta que se encendieron las luces y uno de los pelirrojos abrió la puerta.

—¿Dónde está Weasley? —preguntó sin pensar.

—Bueno, yo soy Weasley —dijo el hombre que había abierto la puerta con una sonrisa burlona.

Draco gruñó. No estaba para chistes así que le empujó y entró a la tienda ignorando el insulto que él le regaló en respuesta.

—¿Sabes eso del derecho de admisión, Malfoy? —espetó el Weasley fulminándole con la mirada.

—Necesito ver a tu hermano —respondió él con brusquedad

George se fijó en Malfoy y frunció el ceño. Lo cierto era que, aunque le hubiese gustado seguir vacilándole e incluso sacarle a rastras de su tienda por gilipollas, algo en su expresión le puso en guardia.

Estaba despeinado, con la ropa arrugada y lívido de preocupación ¿Qué podía poner al hurón en ese estado?

—¿Qué pasa George?

Ron, en pijama, bostezando y rascándose la nuca, bajaba las escaleras bizqueando.

—¿Quién era?

Pero antes de que pudiera siquiera centrarse, Draco Malfoy estaba sobre él.

—¿Sabes dónde está Hermione? —preguntó sin ocultar la ansiedad de su voz.

—¿Hermione? —Ron sacudió la cabeza intentando encontrar el sentido a la pregunta.

—Sí, Granger no está. No ha llegado a casa hoy, no ha mandado ninguna lechuza y mañana no es festivo —se pasó las manos por el pelo y paseó de derecha a izquierda de la sala —no sé donde coño vive Potter pero tú si —Le agarró de la manga del pijama y tiró de él hacia las escaleras —¿Dónde tenéis una chimenea en este antro?

—¡Para joder! ¡Malfoy! —Ron se soltó de un tirón —¿Me estás diciendo que has perdido a Hermione?

Draco bufó

—Solamente tú podrías dar la vuelta a mis palabras para interpretarlas como te saliera de los huevos, Weasley. No —se puso en la misma escalera que él y, pese a que Ron era más alto no se achantó —no he perdido a Granger. Ella se fue a su trabajo como cada día y no regresó.

—Mierda —Ron se frotó el rostro con ambas manos y empezó a subir —sígueme.

George fue tras ellos hasta la habiatación que ocupaba su hermano.

—¿Necesitas que vaya con vosotros? —preguntó.

—No —Ron se estaba cambiando a toda prisa —te mandaré un patronus si es necesario ¿Vale? Vamos a ver a Harry, con un poco de suerte estará con Ginny y se habrá olvidado de escribir.

Por la cara que puso el pelirrojo, sabía tan bien como él que Hermione nunca se olvidaba de avisar.

Cuando se hubo preparado, en menos de tres minutos, empujó a Draco hasta una sala presidida por una chimenea gigante y entró en ella tomando un puñado de polvos flú.

—Agárrate —le dijo con cara de disgusto —no podrás llegar tú solo.

Draco sujetó apenas con dos dedos el brazo del mago.

—Número 12 de Grinmauld Place.

Desaparecieron entre llamas verdes y se vieron empujados por chimeneas y túneles que se estiraban y encogían hasta que por fin fueron escupidos en una sala oscura y vacía.

Ron saltó y se dirigió hacia la puerta y las escaleras de madera.

—¡Harry! —gritó subiendo los peldaños de dos en dos mientras Draco le seguía —¡Harry!

Se abrió una puerta y un Harry Potter, despeinado, sin gafas y con un horrible pijama rojo les miró bizqueando e intentando enfocarles con sus ojos miopes.

—¿Ron?… ¿Malfoy? Pero que…

—¿Está aquí Granger? —preguntó Draco adelantándose al pelirrojo.

—¿Qué pasa con Hermione? —Ginny Weasley salió de la misma habitación que Potter vestida con una bata igual de horrible que el pijama de su novio —¿Dónde está?

—¡Mierda!

Draco les dio la espalda y empezó a bajar de nuevo las escaleras. Si no estaba allí ¿Dónde coño estaba? ¿Dónde se había metido?

—¿Malfoy? — Se dio la vuelta para enfrentar a Potter que había bajado tras él —¿Qué ha ocurrido?

—No lo sé —respondió sintiendo que su estómago daba un vuelco —le ha pasado algo. Lo sé.

El moreno se frotó la cicatriz en un hábito adquirido que por el momento no era capaz de evitar y asintió tomando en serio las palabras del rubio.

—Está bien —señaló la sala por la que Weasley y él habían llegado —espera ahí. No-te-muevas— le dijo en su mejor tono de voz de Jefe de Aurores, temiendo que en el estado de nervios en el que parecía estar saliera de la casa a lo loco.

—No me moveré. Pero no tardes —exigió con aquella voz autocrática y siseante que Harry recordaba del colegio.

Poniendo los ojos en blanco volvió al pasillo donde estaban Ron y Ginny.

—Está loco —murmuró Ron —se presentó en la tienda dando golpes, yo creo que despertó a todo el callejón.

—No sé Ron —Harry dio un beso en la frente a Ginny y entró en la habitación —Si no está aquí y no está contigo ni con Malfoy ¿Dónde crees que podría haber ido?

Sacó ropa del armario, se quitó la parte de arriba del pijama y se metió una sudadera por la cabeza.

—¿Con Luna?

—Luna está en África —respondió Ginny

—¿Hannah?

Su hermana sacudió la cabeza y le dio una colleja.

—Hannay y Neville ahora mismo sudan corazoncitos —replicó —nadie en su sano juicio estaría con ellos a solas.

—Joder —Ron se frotó la nuca donde Ginny le había dado y miró a Harry —le ha pasado algo ¿No?

Harry se abrochó los vaqueros y se puso las deportivas, cogiendo la varita de la mesilla de noche.

—Espero que no.

—Vamos a buscarla —Ron sacó el desiluminador del bosillo que tenía el frontal de su camisa de cuadros.

Su amigo sonrió.

—¿Crees que volverá a funcionar? Ya sabes, esa cosa… la luz, el corazón… en aquella época estabas enamorado de Hermione.

Ron se puso rojo hasta las orejas y carraspeó.

—Bueno, puede que ahora no esté enamorado de ella pero la quiero —frunció el ceño mirando a su hermana, invitándola a que se metiera con él para decirle cuatro cosas. Pero ella ni siquiera sonrió — creo que va a funcionar.

—Bien, probemos.

—¿Tiene que venir el hurón? —preguntó Ron con cara de pocos amigos.

—Es su novio, Ronald —espetó Ginny al más puso estilo Molly Weasley —igual hasta tienes que dejarle la cosa esa a él para que la bolita de luz se meta en su corazón —ahí si sonrió con malicia.

—Ginevra, eso es…

—¡Si vuelves a llamarme….

—Suficiente —Harry se puso entre los dos hermanos que se encaraban el uno al otro —vamos a buscarla.

Bajó las escaleras rezando porque no tuvieran que darle a Malfoy el desiluminador ¿Cómo iban a explicar por qué tampoco funcionaba con él?

No tenía ni idea de la magia que Dumbledore había utilizado con él, ni siquiera sabían cómo había ayudado a Ron en el pasado para encontrarles, pero si realmente tenía algo que ver con el amor romántico estaban jodidos. Se preguntó cuánto tardaría en contactar con Viktor y si él aún seguiría sintiendo algo por su amiga. Sabía que en su momento la había amado mucho más que ella a él, pero después de la ruptura, aunque habían seguido siendo amigos, Harry suponía que el amor habría podido desvanecerse rápidamente, sobre todo teniendo en cuenta que había sido Hermione quien había dejado la relación.

Volvió a frotarse la cicatriz y suspiró.

—Bien Malfoy —vamos a buscarla.

El rubio alzó una elegante ceja.

—¿Todos? —preguntó mirando a los Weasley.

—Ginny no —miró a su novia que le observaba con ira contenida —no, no hay opción, no vas a ponerte en riesgo, no ahora.

La bruja se mordió el labio, como si estuviera tratando de contener las palabras que quería decir, pero finalmente asintió con brusquedad.

—Está bien. Tened cuidado y encontradla —exigió dándose la vuelta y saliendo del salón.

—¿Ron?

El pelirrojo sacó un palo y lo miró, esperando.

Draco se impacientó después de dos minutos enteros contemplando a aquellos dos idiotas mirando el puto palo.

—¿Se puede saber qué coño estais haciendo? —preguntó a Potter quien, debía ser auror por algo, aunque empezaba a preguntarse el por qué.

—Esperar —respondió él.

—¿A qué? —Draco se pasó las manos por el pelo —¿Es un traslador?

—No —respondió Potter mientras la comadreja seguía mirando aquella cosa como si fuera una bola de adivinación.

—No sé en qué momento pensé que era buena idea… me voy.

—Es un artefacto que Dumbledore le dejó a Ron en su testamento. Hace tiempo le ayudó a encontrarnos cuando estábamos buscando los horrocruxes de Voldemort.

—Merlín… ¿De verdad estamos esperando que funcione un cacharro que inventó un viejo loco hace años?

—Dumbledore era el mejor mago del mundo, Malfoy —respondió Harry con brusquedad —y sí, este cacharro ha funcionado antes.

El rubio tendió la mano a Weasley.

—Déjame verlo.

—No —Ron lo agarró con ambas manos y se lo llevó al pecho alejándolo de Malfoy.

—Por Dios ¿Qué tienes doce años? Déjame la maldita cosa a ver si puedo ver qué es.

Harry miró a su amigo y asintió.

Ron, con reticencia, le dejó el objeto a Malfoy que lo estudió con el ceño fruncido. Apretó un lateral y, para su sorpresa, el cilindro se abrió y una bolita de luz titiló, flotando frente a sus ojos.

—No me jodas —susurró Harry con los ojos abiertos de par en par.

Rápida como una snitch la pequeña luz se lanzó contra Draco y se metió en su pecho.

—¡Pero que cojones… —se llevó la mano al punto exacto por el que esa cosa le había traspasado y miró a los dos ex Grffindor como si quisiera arrancarles la piel a tiras lentamente —¿Qué es eso?

—Bueno, creemos… —empezó a decir Harry sin saber muy bien cómo explicarle aquello a Malfoy sin que acabaran echando mano de sus varitas como en el pasado.

—No —el rubio levantó la mano —espera —arrugó el entrecejo y cerró los ojos —la oigo —susurró con el rostro atónito.

—¿Qué dice?

—Su nombre —murmuró Ron

—Mi nombre —respondió a la vez Malfoy.

—Funciona —Ron le miró con cara de pocos amigos pero una sonrisa reticente se fue dibujando lentamente en sus gruesos labios —no me gustas Malfoy, pero ahora me disgustas menos.

Draco le miró sin comprender durante unos segundos pero no pensaba perder tiempo intentando entender a la comadreja, así que se dirigió a Potter.

—¿Y ahora qué?

—Ahora vamos a por ella —respondió Harry.

….

Hermione no podía entender qué había ocurrido ni cómo había sido tan tonta para terminar así.

Morgan la había traído a la cabaña y cuando se marchó ella había sido prácticamente arrastrada a un sótano oscuro, maloliente y cubierto de tierra húmeda.

Se abrazó a sí misma y siguió de pie en mitad de la estancia. No pensaba acercarse a ninguna pared y mucho menos sentarse en la madera enmohecida porque estaba segura de que ahí abajo debía haber cientos de bichos, raíces y lo mismo hasta algún muerto, al menos olía a podrido y bien podría ser por algún cadáver escondido.

—Piensa Hermione —se frotó los brazos y cerró los ojos aunque con ellos abiertos tampoco veía absolutamente nada —piensa.

¿Por qué Morgan la había dejado allí?¿Para quién trabajaba?¿Qué quería? Intentó recordar todo lo que había leído sobre el Inefable pero nada tenía sentido, nada podía asociarle con el BR. Era un sangre pura, Slytherin y, aunque su familia no se había visto unida al nombre de Voldemort tampoco contaba entre sus detractores. Habían mantenido un perfil bajo en la guerra, su madre incluso se fue de Londres cuando vio cómo cambiaba la situación. ¿Qué podía hacerle comulgar con las ideas de BR? ¿Sería por otro motivo? ¿Qué quería Morgan Atwater?

Si salía de allí iba a dar con él y hacerle tragar veinte litros de veritaserum. No, mejor aún, lo dejaría en manos de Harry, o de Ron, Ron era mucho más inestable y apretando las clavijas correctas era capaz de moler a golpes incluso a un Inefable como Atwater.

—¿Qué estoy diciendo? —resopló indignada consigo misma —¿Desde cuándo se resuelven las cosas con violencia?

Desde que ese cabrón te ha vendido, le dijo una vocecita en la cabeza. Se frotó las sienes. Pasaba demasiado tiempo con Draco.

Draco… ¿La estaría buscando? ¿Se habría preocupado al no verla llegar? ¿O quizás estaba en casa de Blaise y ni siquiera se había dado cuenta de su ausencia? Si pudiera enviar algún mensaje a Harry… si tuviera alguna forma de salir de allí…

Pensó en excavar con las manos, parecía que las paredes eran más bien tierra, como si alguien hubiera hecho el agujero y hubiese puesto madera aquí y allá sin importarles demasiado si quedaba o no cubierto, pero no se atrevía a acercarse. Suponía que, eventualmente lo haría, pero aun no estaba en ese grado de desesperación.

Escuchó pasos en el techo y supuso que alguien más había llegado, puesto que eran pisadas mucho más ligeras y menos pesadas que las de la decrépita bruja que parecía custodiar aquel lugar.

Se quedó quieta, conteniendo el aliento, esperando que, fuera quien fuese quien estaba allí arriba no decidiera bajar ¿Cómo podría defenderse? Se agarró el antebrazo donde la cicatriz que le había dejado Bellatrix Legstrange latía con el recuerdo. No quería pasar por algo así de nuevo. Pensó en Pansy, en cómo la habían encontrado y tembló.

Tenía que buscar la forma de dejar un mensaje a Harry porque, si la mataban, al menos esperaba que supiera cómo vengarla, asesinando lentamente al Inefable que la había metido allí.

¿Por qué no había hecho caso a Draco? Él le había dicho un montón de veces que no se fiaba del hombre. Pero no, Santa Hermione tenía que ver lo bueno de Morgan, como veía lo bueno de todo el mundo.

De pronto, una explosión hizo que toda la casa retumbara y Hermione se agachó cuando cayeron sobre ella cientos de pequeñas piedrecitas y arena.

Se escucharon más pisadas, explosiones leves y golpes. Una voz oscura y ronca que ella conocía llenó la estancia y después, solo el crujido de la puerta al abrirse.

—¿Hermione? ¿Estás bien?

Ella se lanzó hacia el hombre que veía recortado por la luz de la planta de arriba y cuando llegó a su altura le golpeó con fuerza empujándole hacia el piso superior.

—¡Hijo de puta! ¡Eres una rata!

Cuando Draco, seguido de Harry y Ron entró en la cabaña, lo primero que vio fue el puño de Hermione volar en dirección a la aristocrática nariz de Atwater.

No pudo evitar una mueca de dolor al recordar el derechazo de la ex Gryffindor, después el alivio más absoluto le invadió al ver su rostro sucio pero perfecto.

—¡Hermione! —la llamó.

Ella se giró hacia su voz, ignorando al hombre que maldecía con la mano sobre la nariz y le miró.

Draco la vio pronunciar su nombre en silencio, sus labios modulando cada letra, su rostro tenso pareció relajarse en cuanto se dio cuenta de que era él y que era real y, con una sonrisa que hizo brillar sus ojos castaños, corrió hacia él tirándose a su pecho, suspirando cuando los brazos de Draco la rodearon y la apretó contra sí.

Por un enajenado segundo él cerró los ojos y todo en lo que pudo pensar era que estaba en casa. Por suerte, la voz de Weasley rompió el momento y regresó a la realidad.

—Menudo golpe Hermione, veo que no has perdido tu toque, ¿Eh Malfoy? ¿No te trae recuerdos?

Draco gruño.

—Déjame tu varita —dijo de pronto Hermione —tu varita, Draco.

Él, con curiosidad, se la tendió sin pensarlo.

Para asombro de todos, la castaña se giró, apuntó a Morgan y, con un hechizo no verbal, le dejó pegado a la pared.

—Ahora vas a decirme por qué me trajiste aquí, por qué me vendiste y por qué nos has traicionado.

—¿Ha sido él? —preguntó Draco con un tono que no presagiaba nada bueno —devuélveme la varita, Hermione —dijo con tanta calma que Harry se estremeció.

Darle a un ex mortífago una varita cuando estaba furioso no le parecía la mejor de las ideas, así que se puso delante del rubio.

—No, Malfoy. Haremos esto a mi modo.

—¿Y cuál es ese modo, Potter? —escupió con rabia.

—Créeme —Harry se remangó la sudadera —tengo mis métodos, Malfoy.