Aquí llego con otro capi!
Wendy: Mil gracias! Sí.. a los hombres les cuesta un poquito a veces.. xD
DamaDeRohan:A mi también me pilla ya muy lejos la adolescencia, el mío no tiene 16... pero casi jajajajaj Muchísimas gracias por tu comentario, por tus palabras y por estar aquí leyendo, por haber dedicado un rato de tu tiempo a escribirme, que se agradece mucho y por disfrutar de las historias! Yo las leo y las escribo, la edad ¿Qué tiene que ver? ;) reconozco que ya también me van gustando más en las que son adultos, pero escribir cuando son adolescentes es todo un reto para mi, creo que precisamente porque me pilla lejos xD
starless-night94: *pone ojos como dos enormes corazones* gracias! creo que es todo un piropazo! Me alegro y espero que sigas disfrutando de la historia!
Besos y abrazos
AJ
Rompiendo reglas
—¡Escúchame un maldito momento, Potter! —gruñó Morgan que no se había visto venir la reacción de la bruja.
Sabía que iba a enfadarse pero, demonios ¿Acaso no le había dicho que era muy importante que confiara en él? ¿Qué le siguiera el juego? Joder, sintió la sangre resbalar por la comisura de su boca y maldijo nuevamente el derechazo de aquella mujer que parecía poquita cosa y que tenía la fuerza de un jodido luchador de sumo.
—¿Por qué? —se sacó del bolsillo de la sudadera una bolsa que parecía ser un saco para guardar galeones, la abrió, apuntó con la varita y dijo —Accio veritaserum —sonrió — interesante ¿verdad? este hechizo nos salvó el culo unas cuantas veces gracias a Hermione. Ron, ábrele la boca.
—¿Pero qué haces? —miró a Hermione que estaba medio acurrucada en el pecho de Malfoy —Hermione ¿Qué te dije? —preguntó completamente serio —¿Qué te dije antes de entrar aquí?
—Es muy importante que confíes en mi —respondió ella.
—Obviamente no lo has hecho —resopló él en respuesta.
—¿Por qué iba nadie a confiar en ti, Atwater?
—¿Y por qué no, Malfoy? —escupió el Inefable —si confían en ti hasta ese punto —espetó mirándoles a él y a Hermione en una clara alusión al abrazo que se estaban dando — ¿Por qué no en mi? Tú les has dado durante toda tu vida cientos de razones para que desconfíen. Yo no les he dado, a ninguno de ellos, ni una puta razón
—Ahí tiene razón —dijo Ron alzando las cejas con una mueca de conformidad —¿Qué? —levantó las manos de forma defensiva cuando escuchó bufar a Hermione —es verdad.
—¿Por qué estabas aquí? —preguntó Harry que seguía con el frasco de veritaserum en la mano y no había dejado de mirarle en ningún momento —¿Por qué la trajiste a ella?
Morgan frunció el ceño y le miró, sin dejar de observar de reojo a Malfoy que había recuperado su varita.
—No hablaré delante de Malfoy si no suelta la varita —murmuró entre dientes.
Harry ni siquiera se giró a mirar.
—Expelliarmus
—¡Hey! —Draco hizo amago de ir hacia él para recuperarla pero Hermione le retuvo.
—Habla —continuó Harry.
—Era un cebo.
—¡Maldito hijo de puta!
Draco decidió que, al fin y al cabo, no necesitaba una varita. Se desprendió de los brazos de Hermione y se lanzó hacia él al mismo tiempo en que lo hizo Weasley.
—¡Suficiente! —Harry les dejó congelados en el camino y ambos le miraron con ojos de odio ya que era lo único que podían mover —¿Por qué?
—Adalid Rymer
—Pensaba que la tenías ubicada —alzó una ceja y sus ojos verdes centellearon —cuando fuimos a por ella había desaparecido, convenientemente.
—Hice que le dieran el soplo, pero no sé dónde fue. La tenía vigilada y esperaba que se encontrara con su hermano, pero la perdí.
—¿Por eso me has usado? —preguntó Hermione, dolida.
Draco y Ron gruñeron.
—Sí
El Inefable la miró con el rostro impertérrito, pero ella pudo ver, en sus ojos oscuros, cientos de cosas que no decía. No solo le creyó, si no que, por algún motivo, se asustó de aquella intensidad. Era como si, sacudió la cabeza intentando pensar con claridad. No, era imposible.
—¿Qué querías conseguir?
—Pregunta incorrecta —él sonrió y volvió a mirar a Potter.
—¿Qué has conseguido? —preguntó éste.
—Mucho mejor. Suéltame. Reconozco que mis tácticas no han sido las mejores pero vi la oportunidad y la aproveché.
—Si me lo hubieras dicho —dijo Hermione acercándose a él con la valentía de una Gryffindor —lo habría hecho.
—Lo sé —replicó Morgan —no quería arriesgarme a que tuvieran a un Legeremante. ¡Maldita sea! Incluso fue un jodido riesgo pedirte que confiaras en mi y aún así lo hice —la mirada que le dedicó parecía entre dolida y cabreada —no solo tenías que fingir, Hermione, tenías que creer que era real.
—¡Estaba aterrada, maldito seas!
—Lo sé —su voz era grave y espesa.
Ella suspiró y tendió la mano hacia Harry. Él le dio la varita de Malfoy sin dudar y ella le curó la herida de la nariz a Morgan ignorando el bufido que Draco soltó tras ella.
—¿Dónde está? —preguntó Harry soltándole.
—Por aquí
Se fue hacia la parte trasera de la cabaña y Hermione se giró hacia los dos chicos que seguían congelados. Con un golpe de varita hizo la movilidad regresara a la parte superior de sus cuerpos.
—Cuando pille a Harry… —dijo Ron —¡Vamos Hermione! ¡Sácame de aquí!
—Granger…
Ella puso los ojos en blanco.
—Si cualquiera de los dos hace algo, la más mínima cosa…
—Que sí, no seas pesada —dijo Ron con un bufido.
Ella le dejó libre y él, maldiciendo y murmurando se fue por dónde había desaparecido su amigo.
—¿Draco?
Él no respondió, alzó una perfecta ceja.
—No voy a soltarte hasta que no sepa que te vas a comportar.
—Cuando le vea le voy a romper la cara y esta vez no le vas a curar —masculló con dureza.
Ella sintió que parte de la tensión desaparecía.
—No —se acercó a él y le puso la mano en el pecho, todos los músculos del hombre estaba rígidos y Hermione se dio cuenta de lo mucho que le estaba costando contenerse. Era asombrosa la forma en la que Draco conseguía parecer frío e indiferente cuando por dentro bullía de rabia—por favor. Quiero irme a casa.
Sintió como se fue relajando bajo su palma y le oyó exhalar lentamente. Cogió la varita y él mismo se quitó el resto del hechizo y la abrazó.
Draco se sorprendió de lo fácil que era hacerlo ya. Se había acostumbrado a las muestras de afecto poco a poco y no sentía la incomodidad de antes, muy al contrario era una sensación buena, como si se hubiera tomado un filtro de la paz o algo así.
La apretó más contra él y suspiró.
—Está bien. Busquemos tu varita y vayámonos.
Ella le miró con una sonrisa y él, con un hechizo no verbal, convocó la varita de la bruja y se la dio.
—Iré a decirles que…
—No —ordenó Draco incapaz de contenerse si volvía a ver a Atwater —mándales una lechuza, un patronus o una puta señal de humo —levantó un dedo señalándola con él —yo no le hago una cara nueva y tú me haces caso.
Hermione murmuró algo que sonaba sospechosamente a Dios me libre de la testosterona y de los hombres, pero Draco prefirió hacerse el loco y la sujetó del brazo para aparecerse.
Cuando llegaron al Lugar Seguro la soltó y se giró yendo a la cocina.
Necesitaba un whisky de fuego, doble. Se dio cuenta de que le temblaban las manos cuando se sirvió la bebida y sin pensar, se bebió la mitad de un solo trago.
—¿Draco?
—Necesito un momento —gruñó bebiendo el resto de la copa.
—¿Qué pasa? —preguntó Hermione poniéndose delante de él e impidiendo que volviera a llenar su vaso.
—Joder Hermione —lo dejó sobre la encimera con un golpe seco y la sujetó por los antebrazos —¿Te haces una idea de…? Cuando llegué a casa yo… y después tú… —la soltó y se pasó las manos por la cabeza, despeinándose más de lo que ya estaba y apoyó las palmas sobre la encimera, hundiendo la cabeza entre los hombros — ¡Maldita sea! Vas a volverme completamente loco.
Hermione, completemente enternecida por lo que debía ser la mayor muestra de cariño que había visto en Draco, se acercó a él y le abrazó, apoyando la cabeza en su espalda.
—Gracias por encontrarme —susurró cerrando los ojos.
Draco también los cerró y apoyó una de sus manos sobre las de ella, que se unían encima de su abdomen.
Cuando la oyó bostezar se incorporó, se giró y sujetó las mejillas de la mujer.
—A la cama —dijo empujándola con suavidad.
—Sí, será lo mejor —se mordió la lengua para no pedirle que la acompañara. Se moría de ganas de rogarle que no la dejara sola aquella noche, que no creía que pudiera cerrar los ojos sin recordar la angustia que había sentido en algunos momentos de la noche —Gracias —dijo sin embargo. Se puso de puntillas, le dio un suave beso en los labios y se marchó.
Entró al cuarto de baño y se dio una ducha rápida porque no sería capaz de meterse en la cama sin limpiar toda la mugre que podría haber traído de aquella asquerosa cabaña.
Cuando salió envuelta en su toalla, vio la puerta de Draco cerrada y se mordió el labio, tentada de ir a buscarle. Después suspiró diciéndose que debía de ser fuerte y respetar los espacios y se fue a su propio dormitorio.
Cerró suavemente a su espalda y, quitándose el moño que se había hecho para no mojarse el pelo, se acercó al armario y dejó caer la toalla al suelo.
—Merlín Hermione, quizás podrías avisar cuando vayas a hacer algo así.
Se giró con un jadeo ahogado y se sorprendió al ver a Draco recostado en su cama vestido solo con unos pantalones de pijama negros.
—Bueno, la vista es igual de magnífica por este lado.
Ella se sonrojó y Draco soltó una carcajada.
—No puedo creer que sigas poniéndote roja, creo que no hay un solo milímetro de tu cuerpo que no haya visto… o lamido —el tono de su piel alcanzó el punto de ebullición. Él volvió a reír entre dientes —vamos, ven —golpeó el colchón a su lado —hoy prometo portarme bien.
Desconfiada, ella cogió la camiseta de Draco, se la puso y se acostó a su lado, ahogando un nuevo bostezo con la mano. Él sonrió con algo que a Hermione le parecía cariño y parpadeó, pensando que tal vez estaba mucho más cansada de lo que creía.
Exhalando con brusquedad, tiró de ella hacia su pecho y, cuando la tuvo recostada sobre él, puso su antebrazo sobre su propia frente, cerró los ojos y apagó la luz.
—Buenas noches, Hermione —susurró en la oscuridad acariciando su espalda.
Hermione sonrió sintiendo que algo cálido la recorría de los pies a la cabeza, como si aquellas simples palabras, aquel acto, hubiesen expulsado todo el frío que tenía en su interior insuflando luz y calor a cada rincón de su cuerpo.
—Buenas noches, Draco.
…..
—¿Qué le has hecho? —preguntó Harry cuando llegó a la pequeña habitación en la que un hombre estaba tirado en el suelo.
—Solo está echando una cabezadita.
—¿Chadburn?
—El mismo
—¿Nos lo vamos a llevar al Ministerio? —preguntó Harry.
—Sí… mañana, si te parece bien.
—¿Quién es esa? —señaló a la vieja que estaba petrificada sobre un camastro.
—Creo que es su tía abuela… no estoy seguro del parentesco, aunque tampoco me importa. Es una bruja manipuladora, malvada y a la que la soledad y el aislamiento han terminado por volver completamente loca.
—¿Cómo diste con ella?
—Supe de ella hace años, nunca fue de interés para el caso, pero ahora… decidí vigilarla y, en algún momento le hice creer que era un hijo de muggles que lo había perdido todo en la guerra. Insinué que era un nómada que vivía aquí y allá. Ella me ofreció hospitalidad y mucha información. Hablaba y hablaba sin parar, siempre estaba hablando. Supongo que tanto tiempo sola le hizo necesitar desahogarse cuando alguien llegó.
Harry pisoteó la punzada de lástima que sintió por la anciana.
—¿A ella fue a quien le diste el chivatazo?
—Sí. Quería ver si tenía alguna vinculación con Adalid. La tenía, fue más que obvio.
—¿Quieres que saque de nuevo el veritaserum? —preguntó Harry.
—No —sacó su varita y apuntó —la legeremancia es mucho mejor. Legeremens.
Diez minutos después el Inefable, con un obliviate, limpiaba todo rastro de su intromisión en el cerebro de Chadburn.
—Tiene unas cuantas cosas muy interesantes ahí dentro —dijo señalando su cabeza —no sabe dónde está Adalid, pero Madeline Pusset está en la lista de Hermione y Malfoy y pertenece al BR, también Dean Thomas.
—Imposible —Ron, que había llegado mientras Atwater invadía la mente de Chadburn, se envaró —Dean no estaría metido en esa mierda.
—Lo está —respondió Morgan —aunque no en el mismo grado que esta escoria —dio una patada al tipo que estaba fuera de juego después de la desmemorización —él no ha hecho nada y no ha agredido a nadie, pero Seamus Finnigan y él comulgan con la ideología, al menos con la ideología romantizada que les han vendido. Estos cabrones son una secta.
—Seamus y Dean… no me lo creo —volvió a decir Ronald.
—Seamus trabaja en el Departamento de Transportes mágicos —murmuró Harry —en la Oficina de Trasladores —golpeó la pared con un puño —¡Maldita sea Seamus! ¿Qué has hecho?
—Seguramente si investigamos un poco podamos encontrar algún incidente con trasladores, alguna pérdida, algún objeto requisado, extraviado… sobre todo si tenemos en cuenta que Dean Thomas actualmente está en…
—Trabajando en la Dirección de la Red Flú —Harry volvió a maldecir y cerró los ojos sintiéndose repentinamente cansado.
—Por lo que he podido ver no están metidos en la cúpula del grupo y no creo siquiera que sepan las implicaciones de todo lo que hacen estos mierdas.
—Aún así tendré que ir a por ellos.
—¿Detenerlos? —preguntó Ron tragando saliva.
—Interrogarlos —suspiró —con suerte hablarán y colaborarán y podrán salir de esta con una sanción y una suspensión temporal de empleo y sueldo —miró a Ron —dependerá de lo que encontremos… de lo que hayan hecho.
—Iré al Ministerio —dijo Morgan —seguro que puedo encontrar alguna transgresión, tengo fechas, movimientos… creo que sé dónde buscar —dijo señalándose la cabeza —No podemos decir simplemente que entré en su mente ¿Verdad? Necesitamos montar un escenario.
—Joder Atwater —soltó Ron — suenas como un esbirro mafioso de esas peculicas que me hacía ver Hermione.
—Películas —corrigió Harry inconscientemente
—Lo que sea —respondió su amigo con un gesto displicente de la mano.
—Mi superior sabía que tenía localizada a Marietta Chadburn por lo que será fácil decir que les tendí una trampa con vuestra ayuda.
Harry carraspeó y Ron se acordó de varios de sus ancestros de forma muy colorida.
—Hagámoslo fácil ¿Vale? —Sólo tenemos que encontrar alguna prueba que dejar por aquí que incrimine a los culpables, en este caso Finnigan, Thomas y Pusset. De esta forma cuando consigamos una orden para suministrarle veritaserum a Chadburn él corroborará todo —se frotó la mandíbula —él no sabe quién está detrás de los ataques ni de los asesinatos, aunque la poción que dejó a Narcisa Malfoy en ese estado la fabricó su hermana. Si encontramos a Adalid podremos tener el antídoto.
—Malfoy agradecerá esa información —dijo Harry.
—No tenemos mucho tiempo —dijo Morgan mirando la hora —Espero que no tengáis demasiado sueño.
—¿Quién quiere dormir pudiendo entrar al Ministerio a merodear por dónde no debemos? —preguntó Ron — además ¿Por qué no recordar viejos tiempos? ¿Verdad Harry? Con suerte no tendremos a una panda de mortífagos asesinos y a un mago Tenebroso al final de la velada esperando para matarnos.
Harry no pudo evitar sonreír.
—Lástima que no podamos llamar al ED —susurró Harry con melancolía.
—¿ED? —Preguntó Morgan.
—Ejército de Dumbledore —dijo Ron —El año en que Dolores Umbridge se convirtió en la suma inquisidora de Hogwarts y regresó Voldemort creamos una… organización para poder aprender Defensa Contra las Artes Oscuras por nuestra cuenta.
—Justin, Dean… incluso Seamus al final —siguió diciendo Harry —eran parte del ejército. Luchamos juntos en la última batalla, erámos un equipo.
—Tío, ahora parece que fue en otra vida —añadió Ron.
—Vuestros años de colegio fueron muy intensos ¿No?
—No lo sabes bien —masculló Harry
—Tal vez podamos dejar esta remembranza de tiempos escolares para una noche de copas, mientras creo que deberíamos ir a buscar las pruebas que necesitamos. Sé dónde y sé qué buscar. ¿Listos?
—No pero ¿Qué importa? —bromeó Ron.
Tres horas después un escuadrón de aurores, liderado por Harry, se presentó en la cabaña junto a Morgan, examinaron el lugar, se hicieron con las pruebas necesarias y detuvieron a Selweyn y a Marietta Chandburn. A la mañana siguiente Seamus Finnigan y Dean Thomas fueron llevados a una de las salas de interrogatorios y confesaron, absolutamente arrepentidos cuando Harry les contó las hazañas que había llevado a cabo el BR y les mostró las fotografías del cuerpo descuartizado de Flora Carrow.
Seamus lloró y Dean vomitó. Había sido un poco cruel, pero cuando Harry salió de la sala de interrogatorios lo hizo aliviado. Sus antiguos compañeros serían cesados de sus cargos durante un tiempo no inferior a seis meses, pero, por suerte, sus delitos no habían sido lo suficientemente graves como para que el Wizengamot necesitara intervenir.
Pusset era harina de otro costal. No quiso hablar, así que estaba en prisión preventiva mientras dejaban pasar los veinte días que sabían podía durar el antídoto para contrarestar el veritaserum. Trabajando en el Departamento de Misterios debían de seguir todos los protocolos establecidos, aunque esperaban encontrar algún avance porque, según Morgan, era alguien importante dentro de la organización.
También habían solicitado el uso de la poción en Chandburn y en la anciana, aunque eso tampoco sería pronto porque las Navidades estaban a la vuelta de la esquina y el Ministerio andaba un poco revolucionado.
…
Cuando Draco abrió los ojos después de una noche completa de sueño reparador en la que ni una sola de sus recurrentes pesadillas le había visitado, se dio cuenta de que no solamente ya había amanecido si no que, además, estaba completamente duro y caliente como el infierno.
Las suaves manos de Hermione tocaban sus muslos desnudos y su abdomen ¿Él no se había acostado con pantalones? Sacudió la cabeza intentando centrar su adeormecido cerebro pero ella frotó con el pulgar la cabeza hinchada de su pene y él únicamente pudo jadear.
—Buenos días —el aliento de la bruja golpeó sus pelotas y se tensó mirando entre sus piernas aquella cabeza de alborotado pelo castaño.
—¿Qué haces? —preguntó como el gilipollas que era y quiso lanzarse una maldición a sí mismo si su estúpida bocaza hacia que ella se apartara de allí.
Hermione soltó una risita.
—A ver si lo adivinas —susurró con arrojo pese al rubor que coloreaba sus mejillas.
Con ambas manos sostuvo su endurecida polla y envolvió los dedos a su alrededor, acariciándole con suavidad, deslizando la palma por toda su longitud, presionando lentamente mientras se movía de abajo a arriba y vuelta a empezar. Subía hasta la punta, cubriendo su glande, frotándolo y esparciendo la humedad que resbalaba por su superficie y bajaba hasta la base del tronco, presionando antes de regresar de nuevo hasta la cabeza amoratada de su verga y volver a acariciarla de nuevo en pequeños círculos que hicieron que sus pelotas se contrajesen. Pudo notar cómo una gota de líquido preseminal brotaba de su pequeña abertura y gruñó cuando ella la atrapó con el dedo y jugueteó con la sensible punta hasta hacerle temblar.
Maldita fuera. Se sentía como un adolescente incapaz de controlar su cuerpo.
Con los dientes apretados y la respiración acelerada la miró a los ojos. Ella no apartaba la vista de él, le contemplaba con una sonrisa que le estremeció y siguió masturbándole con manos suaves, como si esperara leer en su rostro las respuestas a las preguntas que no pronunciaba. Le estudiaba como a uno de sus malditos libros, intentando descifrarle y Draco descubrió que le daba igual, porque era tan malditamente caliente tener sus ojos clavados en los suyos mientras le hacía una paja que podría estudiarle eternamente siempre y cuando no se moviera de donde estaba y siguiera haciendo justamente eso.
—Joder Hermione —susurró él arqueándose hacia sus manos —un poco más fuerte, apriétame —ella lo hizo y Draco gimió —mierda, sí, así.
Hermione bombeó con su mano apretando un poco más, rodeando la punta de su polla con movimientos envolventes y aumentando la velocidad hasta que él arqueó su espalda, ofreciéndose a ella.
La bruja sonrió y se lamió los labios sin dejar de mirar sus ojos. Draco siguió el movimiento de aquella pequeña lengua sonrosada y se la imaginó lamiendo su polla en lugar de sus labios, se imaginó aquella boca rodeándole, oprimiéndole, tragándole mientras él observaba hasta correrse en lo profundo de su garganta.
Estaba jodido, iba a correrse como un niñato en su mano. Intentó pensar en otra cosa, en algo que le sacara del lugar en el que se había metido, pero las siguientes palabras de ella casi le llevan al límite.
—Creo que quiero probarte, Draco —susurró, agachando la cabeza.
Él abrió los ojos desorbitadamente cuando comprendió sus palabras y abrió la boca para hablar, aunque no pronunció una sola palabra porque ella, sacó aquella lengua húmeda y rosada y lamió una nueva gota que resbalaba por la punta de su miembro.
—¡Joder!
Apuñó las sábanas con las manos y gruñó en lo más profundo de su garganta cuando ella volvió a lamerle, aquella vez toda la longitud, bajando hasta sus testículos y subiendo de nuevo. Chupó su glande, absorbiéndolo entre sus labios y jugó con la legua en su sensible frenillo, mientras sus manos se aferraban con fuerza a los duros músculos de sus muslos.
—Hermio..Hermione… por favor
En aquella ocasión era él quien suplicaba y no le importó. Realmente estaba desesperado, podría suplicar el resto de la eternidad si ella prometía hacerle una mamada cada mañana.
Sintió cómo sonreía sobre él una fracción de segundo antes de abrir esos exuberantes labios e introducirle dentro de su garganta.
Draco gimió. Gimió desde lo más profundo de su pecho cuando ella se lo tragó por completo ahogando una arcada y tuvo que clavarse las uñas en las palmas de las manos en un deliberado esfuerzo por no correrse en su boca ante el primer contacto, por no sujetarla del pelo y follarle la boca como un animal desesperado.
—Merlín Granger. No creo que… no voy a poder… —ella tragó y la presión con la que apretó toda su longitud, fue suficiente para hacerle gruñir —voy a correrme.
Ella lo sacó de entre sus labios y besó la punta, lamiendo de nuevo las gotas preseminales que barbotaban de su cuerpo.
Draco la miró, su boca mojada de semen y saliva y cerró los ojos con fuerza sabiendo que estaba perdido.
—Hazlo —susurró chupando de nuevo la punta, absorbiendo con fuerza una sola vez —quiero probarte.
Él se arqueó hacia ella y se empujó en su boca agarrando su cabeza y enredando los dedos en sus enmarañados rizos.
Gruñó cuando su abdomen se tensó y sus músculos ondularon, cerca, estaba tan cerca…
Sin poder controlarse tiró de sus rizos y impulsó contra aquellos labios que parecían querer absorberle el alma, folló su boca con movimientos bruscos pero increíblemente delicados.
—Sigue —ordenó cuando sintió la lengua de la bruja en una de sus embestidas —sí, vuelve a hacer eso —suplicó cuando ella tragó de nuevo y los músculos de su garganta lo apretaron y lo engulleron —Dios, me corro. No puedo… no puedo…
Hermione le agarró de las caderas en un claro mensaje para que no se apartara y Draco, sin dejar de mirar sus ojos, sintió como el orgasmo le recorría de la cabeza a los pies. La tensión que se había acumulado en su estómago reventó y se corrió profundamente enterrado en su garganta. Ella tragó mientras sentía su polla sacudirse y le sostuvo hasta que los espasmos cesaron y, con un último lametazo se levantó, sonriéndole.
—¿Dónde puedo firmar para amanecer así cada mañana por el resto de mi vida? —dijo él sin pensar con la voz rota.
Ella gateó sobre su cuerpo y su acurrucó a su lado después de darle un beso en los labios.
—Supongo que te ha gustado —murmuró contra su cuello.
—¿Solo supones?
Ella rió
—Bueno yo… soy nueva en… esto —dijo algo cohibida.
Draco la miró sorprendido y gimió. Si Granger era capaz de hacer semejante mamada sin tener ni idea de lo que estaba haciendo, cuando cogiera un poco de práctica sería el jodido nirvana. Exhaló con fuerza y se puso el antebrazo encima de la frente.
—¿Se puede saber cómo tú… cómo…
—Los libros enseñan muchas cosas, Draco —dijo con una sonrisa en la voz.
Draco hubiera puesto los ojos en blanco si no los hubiera tenido cerrados justo en ese momento. ¿Por qué le extrañaba? Obviamente ella habría leído libros al respecto, al fin y al cabo Hermione Granger era una empollona que no haría nada sin antes prepararse en una biblioteca.
—Si me das tres minutos prometo compensarte —dijo él girando el rostro aún con los ojos cerrados para dejar un ligero beso en su sien —quizás cinco —rectificó.
—Tengo que ir al Ministerio —replicó ella —aunque antes tengo que ducharme —susurró con voz sugerente —igual quieres venir a frotarme la espalda.
Draco sintió como su miembro reaccionaba a sus palabras y sufría un pequeño espasmo, alargándose levemente.
—Joder —exclamó con sorpresa medio incorporándose para mirar su propio cuerpo —es posible que no necesite los cinco minutos —dijo con voz enronquecida tirando de ella y echándola sobre su espalda.
Ella soltó un gritito de sorpresa y rió cuando él se echó encima de ella.
—¡Draco! —puso las manos en su pecho y gimió cuando su polla se frotó contra su pubis por encima de la tela de sus braguitas.
—¡Hermione!
Dijo él con burla cogiendo sus manos y subiéndole los brazos por encima de la cabeza
—Creo que puedo devolverte el favor —dijo sujetando ambas muñecas con una mano —hoy también vas a llegar tarde al trabajo —susurró hociqueando su cuello y lamiendo la piel sobre su errático pulso —creo que voy a follarte hasta que te olvides de tu propio nombre —metió la mano entre sus piernas y de un tirón le arrancó las bragas —ábrelas —ordenó. Hermione separó los muslos y flexionó una de sus rodillas para darle mejor acceso —eso es, muy bien preciosa —susurró pasando el pulgar entre sus labios —Dios… siempre estás tan mojada, goteando para mi… —introdujo el dedo y ella gimió —no es suficiente.
Se agachó para besarla devorando esa boca que minutos antes había tomado todo de él y metió dos dedos en su cuerpo, rotándolos mientras usaba el pulgar para estimular aquel pequeño nudo de carne hipersensible que estaba completamente inflamado bajo su contacto.
—Abre más las piernas —susurró sobre su boca sin soltar sus muñecas —quiero verlo, quiero ver como entro en tu cuerpo, como me tragas —ella cerró los ojos y gimió, pero apoyó los talones en el colchón, flexionó aquellas perfectas y torneadas piernas —Joder —casi se traga la lengua cuando ella hizo lo que le había ordenado y separó los muslos tanto como le fue posible.
Draco se pasó la lengua por los labios repentinamente secos, deseando poder guardar ese recuerdo eternamente en su mente para volver a él una y otra vez.
Soltó sus manos para poder separarse de ella e incorporarse lo suficiente para disfrutar de aquella visión.
Tragó saliva. Ella seguía con los brazos por encima de su cabeza, los ojos cerrados, los labios entreabiertos, la espalda levemente arqueada y expuesta, exhibiéndose para él, ofreciéndose por completo.
Miró sus dedos, quietos, a medio camino de una nueva penetración y jadeó. Goteaban de sus flujos y abrían aquellos perfectos labios rosados que brillaban de la humedad. Introdujo más los dedos y la escuchó gemir. Era perfecta. Se agachó incapaz de apartar la mirada y metió un tercer dedo que se deslizó junto a los otros con algo más de dificultad.
Vio cómo sus músculos se abrían, como se separaban para darle cabida, los sintió apretarse, palpitar, rodear sus dedos con ansia y avaricia tratando de absorberlos en su interior. Con los dedos de su otra mano abrió los labios, exponiendo su clítoris que se veía grande e hinchado. Ella gimió su nombre y trató de cerrar las piernas.
—No —dijo él con más brusquedad de la que pretendía —las quiero así, quiero verte.
Ella se removió y continuó gimiendo cuando Draco continuó penetrándola más rápido, con más fuerza.
Él sintió su polla endurecida y dolorida, ansiando hacer lo que estaban haciendo sus dedos y los sacó de golpe, sonriendo cuando ella soltó un quejido de descontento y empujó las caderas contra él.
—Eres perfecta —susurró al ver su empapado coño estremeciéndose ante la pérdida.
Se agachó, abriéndola con los pulgares, contemplando los espasmos que agitaban sus dilatados músculos y con un gruñido animal introdujo su lengua en aquel tembloroso canal, lamiendo sus jugos, deleitándose con su sabor, con sus profundos gemidos. La mordió, la devoró, penetrando en su cuerpo, chupando su clítoris y volviendo una y otra vez a ella, absorbiendo, acariciando, besando.
Se volvió loco y pensó que no podría parar hasta notó la rigidez de sus nalgas y supo que estaba a punto de correrse.
No, aún no.
Se separó de ella y volvió a incorporarse, separando de nuevo aquellos muslos.
—Ahora —susurró relamiéndose los labios que estaban llenos de ella.
Draco se agarró el pene por la base con la mano y presionó la cabeza contra aquella empapada entrada que se abrió y lo absorbió en el acto.
Ambos jadearon.
—Tan perfecta —susurró de nuevo Draco entrando hasta el fondo en aquel estrecho pasaje que lo exprimía —eso es, apriétame —gruñó y salió solo para volver a hundirse casi violentamente.
El tiempo se paró mientras sus cuerpos se unían en una danza primigenia y animal. Sudorosos, voraces, casi salvajes, se devoraron el uno al otro, arañándose, mordiéndose, sin dejar de buscar la liberación, disfrutando de cada caricia, cada beso, cada embestida.
Cuando finalmente Draco se dejó ir, ambos estaban extenuados y exhaustos, tirados sobre la cama en un desmadejado lío de piernas y brazos.
No les importó. Hermione ni siquiera volvió a pensar en su reunión con Harry, ni en Morgan, ni en el secuestro. No pensó en nada que no fuera el rubio que tenía entre sus brazos, ese mago que, no solamente se había preocupado por ella y había ido a buscarla, sino que además se había quedado a pasar la noche a su lado.
No se había marchado, por primera vez se había quedado con ella y Hermione se había despertado absolutamente feliz, pese a todo.
Estaba a punto de moverse para ducharse, porque se sentía pegajosa y sudada, cuando una bruma azul con forma de Jack Russell Terrier, un patronus que ella conocía muy bien, interrumpió en su habitación y la voz de Ronal Weasley llenó la estancia.
—Malfoy, ¡Ya mismo me estás devolviendo mi desiluminador! Siempre has tenido las manos muy largas pero eso es mío y sé que lo tienes tú. Lo quiero de vuelta hoy mismo.
Draco se puso la almohada sobre la cabeza y gruñó.
—Weasley sí que sabe cómo joderle a uno una mañana perfecta —masculló.
Hermione rió y se levantó de la cama.
—Explícame eso del desiluminador de Ronald —dijo ella quitándole la almohada de la cara.
Draco la miró y una sonrisa lobuna se formó en su rostro.
—Luego —dijo abalanzándose sobre ella una vez más.
