Hola!
No pensaba hacer esta escena y simplemente hablar de ella en tiempo pasado, como un recuerdo de cualquiera de los dos protagonistas, pero después me dije como Draco ¿Por qué no? ¿Qué prisa tengo por continuar la historia?¿Acaso no está bien a veces pararse a oler las flores y no solo mirarlas?
Así que aquí estoy con este capítulo que me apetecía escribir.
Pesadilla antes de Navidad
—Conozco algunos lugares en el mundo muggle en los que podríamos comprar un abeto —dijo Hermione terminando de abrocharse el abrigo y colocándose el gorro de lana en la cabeza.
Draco la miró pensando en lo poco glamuroso que era encasquetarse ese tipo de gorros. No creía que ninguna de las mujeres que él conocía fueran capaces de estropear su peinado de esa forma o de ponerse aquel abrigo rojo de Parsini´s con unos vaqueros muggles y unas sencillas deportivas. Suponía que, cuando Pansy saliera de la reclusión y se diera cuenta de que Hermione rara vez usaba la bonita ropa que le había regalado y que, cuando lo hacía la combinaba con ropa muggle barata, gritaría como una auténtica banshee.
La bruja se puso unos guantes blancos a juego con el gorro y le miró.
No, no era glamuroso, realmente debía sentir vergüenza o reparo en salir en cualquier tipo de prensa con ella, no por ser una hija de muggles, Merlín sabía que aquellos prejuicios no solo estaban obsoletos si no perseguidos por la ley y por un grupo de lunáticos, sino por aquella falta de clase y estilo, por no ser como él, por no pertenecer a su mismo estatus social…
Pero lejos de avergonzarse Draco se dio cuenta de que la veía perfecta.
Ella era perfecta, con aquel horrible gorro y aquellos guantes, con esa sonrisa alegre y esa nariz llena de pecas, con sus rizos alborotados y su pésimo gusto para combinar colores.
Además si alguien debía sentir vergüenza era Hermione, vergüenza de pasearse de la mano con un ex mortífago que se había pasado la mitad de su vida equivocándose y la otra mitad tratando de redimir su nombre y su apellido, pero ella no sólo no se avergonzaba si no que parecía feliz de estar con él.
Aquello era más que inquietante.
La sonrió y sujetó una de sus enguantadas manos.
— Si vamos a por un árbol al mundo muggle ¿Cómo lo traemos aquí? —preguntó alzando una ceja
—Oh, no había pensado en ello.
—Iremos a Grizedale Forest
—¿No está un poco lejos?
Draco se encogió de hombros.
—Conozco el punto de aparición. Dentro del bosque hay una zona que habilitan solo en Navidad precisamente para poder adquirir los abetos.
—¿Ibas allí con tus padres a comprar tu árbol? —preguntó Hermione con una pequeña sonrisa imaginándose a un pequeño Malfoy buscando el abeto perfecto.
Él resopló.
—Obviamente no. Mi padre nunca hubiera hecho algo tan… plebeyo, supongo. Él simplemente mandaba a un elfo allí y le decía que trajera el mejor de todos.
Hermione puso los ojos en blanco.
—Bien. Pues ahora irás tú. No pienso enviar a un pobre elfo a buscar el abeto cuando puedo ir yo misma. Además eso forma parte de todo ¿Lo sabías?
—¿Buscar un árbol?
—Buscar El árbol —le apretó la mano y sonrió —vamos, te lo explicaré.
Se aferró a él y Draco, sin poder dejar de mirar su coronilla cubierta por aquella lana blanca con una sonrisa, los apareció en medio del bosque.
—Bienvenida al Bosque de Navidad —le dijo dándole un beso encima del gorro antes de poder evitarlo.
—Oh Draco ¡Qué bonito!
La bruja se apartó de él pero no soltó su mano y miró alrededor intentando absorberlo todo.
Había cientos de árboles de todos los tamaños, pequeños puestos de dulces y pasteles con tejados puntiagudos, bancos aquí y allá donde algunos magos y brujas se sentaban mientras decenas de niños correteaban entre los árboles y algunas carpas que parecían tiendas de campaña se asentaban cerca de los puestos de comida.
—Son salones —dijo Draco señalando una de las tiendas —ese de allí es de la cafetería de Monsieur Troisgros. Si quieres puedes comprar algo para llevar o tomarlo en la carpa, te sorprenderías, es una réplica exacta de su local en el Callejón Knocturn. Ese otro —dijo señalando uno un poco más alejado —es de las Tres Escobas.
—¿Tienen delegaciones aquí?
—No aquí, esto es temporal, solo está abierto un par de semanas al año, pero en todos los eventos en los que puedan asistir, llevan los puestos y las tiendas.
—Como en los Torneos de quidditch
—Exacto
—¿Podemos tomar un cafe y un croissant? —Ella se lamió el labio inferior —los dulces de Monsieur Troisgros son increíbles.
—¿Antes o después de buscar nuestro árbol?
Hermione quiso suspirar al escucharle.
Nuestro árbol.
Sonaba a realidad, a relación, a familia, a unión.
Por un instante se permitió fantasear con el futuro, con que aquella pudiera ser la primera de muchas Navidades juntos, porque el próximo año pudieran hacerlo sin la espada de Damocles colgando sobre sus cabezas y pudieran tener unas fiestas normales, dónde recibir a sus amigos, ir de visita… Ir al Bosque de Navidad sería una tradición familiar y, con los años, podrían ir allí acompañados de los niños…
—¿Hermione?
Parpadeó y le miró confundida.
—¿Estás aquí? —preguntó de nuevo Draco.
—Perdón —sintió que sus mejillas se coloreaban ¿En qué demonios estaba pensando? Quiso darse una colleja mental, pero sonrió — primero busquemos nuestro árbol, no sea que alguien nos lo quite por verlo antes.
—¿Qué tal si empezamos por allí? —preguntó él señalando el grupo de abetos que había a la derecha.
—Esos son enormes Draco. Si viviéramos en Hogwarts tal vez, pero no creo que quepan en casa ¿Sabes?
Él resopló
—Podríamos elegir uno de esos para la decoración del salón de baile ¿No? Allí quedaría perfecto.
Hermione le miró con ojos brillantes.
—¡Qué gran idea! ¡Claro! Necesitamos un árbol para la fiesta ¿Ya les dijiste Blaise, Theo y Pansy?
—Sí. Intenté que la organizara Blaise en su casa
—¡Draco!
—¿Qué? Hubiera sido mucho más cómodo para mi.
Ahora fue ella la que resopló.
—No te preocupes, me dijo que no y que me mataría y daría de comer mis vísceras a los pavos reales albinos de mis jardines si se me ocurría comentarle a Parky la posibilidad de hacerlo allí.
—Le diré que puede ayudarme —dijo Hermione que parecía molesta por la poca amabilidad de Blaise —Podría diseñar unas bonitas invitaciones, a ella le gustan esas cosas.
—Supongo —respondió Draco al que le daba igual todo eso —miremos uno de esos enormes pinos para la fiesta y después busquemos allí, tienen un tamaño más pequeño.
Además, se dijo, cuanto más pequeño fuera el arbusto que quería poner, menos tardarían en decorarlo y menos espacio les quitaría.
Pasearon durante más de treinta minutos mientras Hermione descartaba un árbol tras otro y Draco, que los veía todos iguales, empezaba a impacientarse con el perfeccionismo de la castaña.
—¿Tampoco?
—No. Mira esa rama, está torcida, no es simétrico
Draco se pasó las manos por la cara y gimió.
—Por supuesto que no es simétrico, es un árbol, natural, sin retoques mágicos ¿Lo quieres perfecto? Pues coge cualquiera y le transformamos unas cuantas ramas para que quede a tu gusto.
Hermione le contempló como si hubiera dicho algo sacrílego.
—Por supuesto que no. No tiene que ser perfecto, solo perfecto para nosotros.
—Ese es perfecto para mi —masculló él.
—Pues no para mi —respondió ella con la nariz en alto.
Draco, que meses atrás hubiera querido agarrarla del cuello y ahogarla, en ese momento tuvo ganas de reír.
Era tan… Granger.
Sin poder evitarlo la sujetó del cuello del abrigo y la atrajo hacia así, obligándola a ponerse de puntillas y alzarse hacia su boca.
—Me gustas, Granger —calentó sus labios con su aliento y la besó sonriendo —mucho.
Ella le rodeó el cuello con los brazos y le devolvió el beso con entusiasmo.
—Tú también me gustas Draco —sonrió también bajo su boca —pero este árbol no.
Con una brusca carcajada la alejó y apoyó el brazo sobre sus hombros mientras seguían caminando.
Hermione le rodeó la cintura y se sujetó a la túnica sin dejar de parlotear sobre el por qué era tan importante que las ramas no estuvieran caídas si querían que los adornos y las guirnaldas se mantuvieran en su lugar.
—También tiene que ser frondoso, no quiero que parezca despeluchado porque entonces no se vería bonito
—¿Despeluchado? ¿Cómo se puede despeluchar un árbol?
Ella chasqueó la lengua
—Es una forma de hablar —dijo pellizcándole cariñosamente el costado —¡Mira! —le soltó, agarró su mano y tiró de él mientras corría arrastrándole hacia uno de los pinos —¡Ese! ¡Ese es el árbol perfecto!
Señaló uno enorme, muy frondoso y con gruesas ramas. El verde de sus acículas tenía muchos matices y, con la luz del sol sus distintos tonos brillaban alegremente.
Draco vio a una bruja que señalaba también el mismo abeto y, sin pensarlo un momento apuntó con la varita y lanzó un perículo y uno de los vendedores apareció ante ellos al segundo.
—Nos llevamos ese —dijo Draco con celeridad.
—Perfecto señor Malfoy —respondió el mago y con un golpe de varita el pino desapareció— ¿Van a comprar algo más?
—Sí. Necesitamos uno de menor tamaño.
—Bien —les señaló un camino que serpenteaba hacia la izquierda —si siguen por allí los encontrarán. Avíseme cuando lo encuentren.
—¿Le conoces? —preguntó Hermione
—No. Supongo que mi apellido me precede —replicó con algo de fastidio
Hermione recordó a Harry y a la forma en la que a él parecía molestarle también la fama. Era curioso, unos años antes Draco habría adorado ser reconocido y respetado. Suponía que el hecho de que su nombre hubiera estado manchado por Voldemort y la guerra lo cambió todo.
—Ya tenemos uno —dijo cambiando de tema para que no se le agriara el humor —busquemos el otro y vayamos a tomar un croissant
Draco volvió a rodear sus hombros con un brazo y la apretó contra su costado sintiéndose más tranquilo con ella allí.
Era extraña la forma en la que sola presencia de Hermione le tranquilizaba, como si la mujer fuera capaz de ahuyentar su ira o sus malos recuerdos, del mismo modo que había ahuyentado sus pesadillas porque, desde que dormían juntos no habían vuelto a visitarle ni una sola vez.
Al principio pensó que, de alguna forma, al sentirse perdonado por ella los gritos habían cesado. Al fin y al cabo estaba allí, con él, regalándole su tiempo, dándose por completo de una forma que, cuando lo pensaba, le asustaba en realidad. Pero le asustaba más incluso pensar en perder eso que estaban construyendo.
Un par de veces se había planteado hacerlo real ¿Qué podía pasar? Era cierto que él había dicho que solo sería sexo pero ¿Acaso no le miraba ella como si fuera mucho más que eso? La forma en la que le tocaba, le besaba o le acariciaba iba mucho más allá de una mera relación física y Draco lo sabía. Lo más inquietante era que, de un tiempo a esta parte, había empezado a no importarle tanto como antes.
¿Por qué no seguir con ella cuando todo terminara? Siempre había pensado que él no sería capaz de enamorarse pero las cosas que empezaba a sentir por Granger podría ser lo más cerca que estaría nunca de aquellos sentimientos ¿Verdad?
Miró una vez más su coronilla, ella seguía hablando sobre casitas con luces y setas parlantes y Draco sintió un aleteo en el pecho, un latido fuera de lugar y después, un golpeteo acelerado que agitó su corazón y le hizo contener el aliento.
¿A quién quería engañar?
Allí estaba, abrazándola en medio del Bosque de Navidad buscando árboles para que aquella alegre sonrisa que tenía dibujada en el rostro desde que había regresado a casa no se borrara. Allí estaba planeando una fiesta que no quería hacer, anhelándola cuando se iba, deseándola cuando estaba, ansiándola cuando no la tocaba.
Claro que era capaz de enamorarse y lo había hecho. Había perdido lo poco que le quedaba del alma en el momento en que la besó en aquella terraza de la fiesta del Ministerio.
La apretó más contra sí y contempló sin ver los abetos que ella señalaba.
Iba a quedarse con ella costara lo que costase. Puede que Draco Malfoy no fuera el mejor partido del mundo mágico pero era lo que ella iba a conseguir porque quizás le había dicho que su relación era solo sexo pero que le colgaran si no había sido el mejor sexo de su vida. Ella era lo mejor y Draco siempre tenía lo mejor.
Además Hermione le quería, seguro que le quería ¿Verdad? Por lo menos sentía algo por él, eso lo sabía pero ¿Se habría enamorado? ¿Podría enamorarla?
Quiso gruñir. Todo eso de los sentimientos era algo demasiado complicado.
—¿Qué te parece ese Draco?
Él miró algo confuso hacia dónde ella señalaba y vio un pequeño pino que sería apenas quince centímetros más alto que él. Era realmente simétrico, frondoso y muy verde.
—Es perfecto —dijo inconscientemente pensando en cómo se vería en su sala adornado con aquella mezcla de colores Slytherin y Gryffindor que ella había traído a casa.
Hermione sonrió mirándole con el corazón en los ojos, aunque él, que seguía mirando al abeto, no lo vio.
—Bien —dijo abrazándole —entonces ese es nuestro árbol.
Draco la rodeó con sus brazos y apoyó la mejilla en la parte alta de su cabeza.
—Nuestro árbol —susurró tan bajito que ella no le escuchó.
Un par de minutos después llamaron al vendedor y Draco pagó y pidió que los llevaran a la Mansión mientras ellos iban hasta las carpas a conseguir una merienda reconstituyente.
—Luego tendremos que decorar la sala y agrandarla —dijo Hermione sentándose en uno de los sillones de la tienda de Monsieur Troisgross.
—Mañana no tienes que ir al Ministerio ¿Verdad? —preguntó él pidiendo un té con miel y un croissant de doble chocolate.
—Yo tomaré un café con leche y un croissant de chocolate con relleno de nata por favor —cuando el camarero se marchó se quitó el gorro y los guantes y los guardó en el bolsillo del abrigo que colgaba tras la silla —no, mañana podemos preparar el resto de las cosas —dio un pequeño salto de emoción en la silla — he pensado que sería genial si pudiéramos hacer una tarde de películas.
—¿De qué? —preguntó Draco que no creía haber escuchado antes esa expresión.
—Películas. Es una forma de entretenimiento muggle. Es como un pensadero, ves imágenes pero en lugar de imágenes de recuerdos son historias que interpretan personas. Por ejemplo, conoces la historia de los tres hermanos.
—Los cuentos de Beddle el Bardo —asintió Draco
—Pues si alguien hiciera una película sobre eso, contratarían actores, que son personas que se disfrazan y se meten en la piel de esos personajes.
—¿Y cómo hacen eso?
—Utilizan lugares reales o bien estudios que adaptan a la escena que necesitan.
—¿Y se ve en un pensadero?
—En una televisión —ella rió al ver la cara de Draco —creo que podríamos conseguir un televisor siempre y cuando logremos hacer que funcione.
—Conseguiremos un telvilesor si quieres —respondió él vertiendo su té en una taza y añadiendo un chorro de miel.
—Será genial. Podemos ir por la mañana a comprarlo y buscaremos unas cuantas películas que te puedan gustar pasaremos la tarde en el sofá con un manta viendo todas.
No estaba muy seguro de qué era exactamente lo que quería que vieran pero el plan de un sofá y una mata le gustaba, sobre todo si se tenían en cuenta todas las cosas que podría hacerle a ella debajo de esa misma manta.
Un par de horas después Draco había quitado la pared de la habitación de Hermione y sacado todas las cosas. Ella había transformado la cama en una bonita lounge chair que colocó al lado de las estanterías de libros y las mesillas en una pequeña mesa de café.
Habían movido los muebles para aprovechar el espacio resultante y dejado un hueco para la televisión, poniendo al otro lado, cerca de la ventana, el bonito árbol.
Después de colocar las guirnaldas y las decoraciones, Hermione le pidió ayuda para convertir el sifonier en un pequeño pueblo Navideño que les recordaba mucho a Hogesmeade.
—¿No crees que es precioso? —preguntó Hermione cuando por fin hubieron terminado y contemplaban todo desde el sillón.
Draco miró a su alrededor descubriendo que en realidad sí era bonito. Los colores que antes le habían parecido una aberración juntos, estaban bien combinados y daban una sensación de elegante calidez.
Había luces tenues por las molduras del techo, ramitas de muérdago aquí y allá, acebo en las puertas y distintos adornos por todas partes que, lejos de parecer un poupurrí desagradable era extrañamente hermoso.
—Lo es —dijo tirando de ella hasta que se subió a su regazo —y tú también —susurró buscando su boca en un beso suave que por primera vez no buscaba su deseo si no su ternura.
La sintió sonreír bajo su boca y supo que todo estaba bien.
…..
Aquella mañana se habían levantado más temprano de lo que a Draco le habría gustado, se habían dado una ducha conjunta que le devolvió el buen humor, habían desayunado, se habían vestido, Draco con una ropa algo incómoda que ella le había dado y se habían aparecido en el Callejón Diagón para salir al mundo muggle por el Caldero Chorreante.
Hermione le agarró la mano entrelazando sus dedos y juntos se internaron en aquel extraño lugar que a Draco le parecía absolutamente insólito. Callejearon durante un buen rato, parándose a mirar algunos escaparates de ropa y objetos insólitos aquí y allá hasta que Hermione encontró la tienda que buscaba y entraron.
Aquel submundo fue como una agresión total a los sentidos de Draco, luces, sonidos, colores, objetos extraños. Se vio rodeado por voces y música que venía de todas partes y se aferró a Hermione dispuesto a aparecerse rompiendo no sabía cuantas leyes delante de tantos muggles.
—Tranquilo —ella se apretó a su costado y le sonrió —luego te explico qué son todas estas cosas. Es una tienda de tecnología muggle. Nosotros queremos eso de allí.
—¿Es el pensadero muggle? —preguntó Draco en un susurro congojado al ver todos aquellos cubos cuadrados llenos de personas
—Sí —respondió Hermione dirigiéndose hacia las televisiones
—¿Por qué algunas son tan pequeñas y otras tan grandes?
—Dependiendo del espacio de cada casa o del presupuesto puedes elegir un tamaño u otro, todas estas tienen las mismas características, solo cambia el tamaño.
—Nos llevamos esa —dijo señalando a una enorme pantalla
—Es muy grande
—Me da igual. Es la más cara, debe ser la mejor.
Hermione rió y sacudió la cabeza. Suponía que no era fácil dejar de ser un Malfoy después de todo.
—Esta es mejor —señaló una bastante grande pero no tan monstruosa como la que él quería —en nuestra sala no podemos poner la otra porque estaría demasiado cerca del sofá. Esta quedará perfecta
Draco refunfuñó un poco pero finalmente accedió. La metieron en un misterioso carro de aluminio con ruedas que Hermione le dijo que se llamaba carrito de la compra y se fueron a otro departamento en el que vendían las peculicas que ella quería ver en el pensadero.
Draco leyó por lo menos sesenta sinopsis hasta que Hermione se hartó y terminó eligiéndolas alegando que no pensaba pasarse la mañana mirando carátulas, fuera lo que fuese eso.
—Si no sé de qué va la peculica ¿Cómo sabré si me gusta?
—Película —respondió ella —no lo sabes, nunca has visto ninguna, pero he cogido varios estilos diferentes así que sabremos que es lo que más te gusta con el tiempo.
—Yo puedo saber qué me gusta por la portada del libro, Hermione, si leo de qué va puedo decirte si me gusta o no.
—No creo que leyendo la carátula de spiderman la encuentres interesante y sin embargo es muy posible que te guste verla.
—¿Un hombre araña? —preguntó con cara de horror —no quiero ver esa.
Hermione rió sabiendo que le gustaría y la metió en el carro junto alguna más de superhéroes, alguna de misterio, un par de comedias románticas y algunos clásicos.
—Creo que ya está. Podemos pagarlo todo, llevar esto al parking y reducirlo cuando no nos mire nadie porque no hay forma de volver hasta el Caldero Chorreante cargando esto.
—Bien, no sé que es un parking pero lo haremos así.
Aquella fue la mañana más extraña y a la vez más divertida que Draco había pasado en mucho tiempo.
Antes de regresar entraron a un par de tiendas de ropa muggle donde Hermione le explicó cómo compraba la gente de a pie. Draco se sorprendió al descubrir que allí nadie tomaba sus medidas o le ofrecían muestras de tela entre las que elegir. Le pareció atroz averiguar que uno tenía que probarse ropa ya hecha hasta encontrar algo que le sirviera o le sentara bien y había tantas y tantas cosas que supuso que ir a buscar ropa debía ser tedioso y cansado hasta el agotamiento.
A la hora de comer Hermione le dijo que no podían irse de allí sin que Draco entrase a un MacDonalds y así fue como él descubrió las maravillas de la comida basura.
Disfrutó como un enano comiendo todo lo que ella le dio. Hamburguesa, patatas, cosas redondas de pollo mojadas en salsa e incluso un helado que nada tenía que envidiar a los de Florean Fortescue.
Cuando por fin llegaron a casa listos para encontrar la forma de que la televisión pudiera funcionar con magia en lugar de electricidad, una lechuza picoteaba la ventana con insistencia.
—Es de Pansy —dijo Draco cuando cogió la carta del ave después de darle unas golosinas.
Abrió el sobre, leyó rápidamente la misiva y arrugó el papel con fuerza cuando terminó.
—Mierda —susurró con voz afectada.
—¿Qué pasa Draco? ¿Qué ocurre?
Hermione se acercó hacia él, le quitó el pergamino de la mano al ver que no parecía reaccionar y leyó.
Han atacado la mansión. Blaise y yo estábamos en el Lugar Seguro.
Theo no, había ido a la bodega a por un par de botellas de vino, tardaba mucho así que salimos a buscarle.
Está en San Mungo Draco… la cosa está muy mal.
No sabemos si saldrá de esta.
Pansy
—Oh Dios mío —Hermione dejó caer la nota y se llevó las manos a la boca —No, no, no puede ser ¿Verdad? Draco —tiró de la manga del hombre que parecía estar en trance —tenemos que ir, vamos Draco, tenemos que ir a San Mungo antes de que… —se le rompió la voz.
—Sí —asintió volviendo lentamente en sí y se volvió a poner la túnica — vamos a San Mungo.
Hermione le tomó de la mano y se aparecieron en la sala de urgencias del hospital. El mismo lugar al que habían llegado con Narcisa lo que parecía mucho tiempo atrás.
—¡Hermione!
Pansy se tiró hacia ella y la abrazó entre lágrimas. Ella le devolvió el abrazo porque, aunque se habían mantenido en contacto por carta desde que la morena salió del hospital, era la primera vez que salía del Lugar Seguro.
Blaise se había acercado a Draco con rostro terriblemente serio.
—¿Qué ha pasado? —preguntó el rubio cuando su amigo llegó
—Maldita sea Draco, salió cinco putos minutos. No volvió y salimos a buscarle pero… joder —se miró las manos que estaban cubiertas de sangre seca y le temblaban —había tanta sangre tío… mierda.
Se dejó caer al suelo y se sentó. Pansy fue con él y se arrodilló a su lado abrazándolo. Draco se acuclilló ante ellos y puso el brazo sobre el hombro de Blaise.
Hermione les miró con un nudo en la garganta sintiendo que aquel momento era de ellos, aquellas serpientes que, a su manera, también habían pasado por su propio infierno personal hasta llegar allí.
Tragó saliva y fue al mostrador dispuesta a sacar su título de salvadora y su puesto en el Ministerio con tal de que alguien le dijera algo y le permitieran verlo.
No hizo falta. Harry estaba allí.
—Oh Harry —al igual que Pansy había hecho con ella, Hermione se lanzó a los brazos de su amigo dejando que aquel abrazo borrara un poco de sus miedos. Harry siempre la hacía sentir a salvo y segura, era como respirar el aroma familiar de un hermano —¿Qué ha pasado? ¿Qué sabes?
Él la siguió abrazando unos segundos más y después la soltó aunque se quedó sujetándola por los hombros.
—Heridas de bala, una Derringer Remington de 1860, una pistola de coleccionista.
—¿Dónde Harry?
Él hizo una mueca.
—En tórax, abdomen y cabeza—cogió unos informes en los que podía verse algo garabateado — Creepingbear está con el medimago ya que cree que sus conocimientos muggles pueden ayudar a Theo. Aquí dice —leyó en voz alta — primer proyectil penetra vía medioesternal, atraviesa esternón posible alojamiento en mediastino anterior, antes del corazón y grandes vasos. Segundo proyectil penetra en el abdomen, posible traumatismo en bazo, sin descartar intestino. Tercer proyectil
—Para Harry —Hermione había empalidecido y se agarraba su propio abdomen.
¿Cómo iba a sobrevivir alguien a todo eso?
—Quiero verle —dijo mirando a los ojos a su mejor amigo —tengo que verle Harry.
Él asintió y fue con ella hasta la puerta del cubículo en el que estaba.
—Vamos a operar —dijo Creepingbear que salía en ese mismo instante con el medimago cargo.
—Imposible —contestó el sanador
—Solo un minuto doctor yo… por favor, solo necesito decirle algo
El médico, que debía rondar los sesenta años, la miró con ojos llenos de lástima y asintió apartándose de la puerta.
—Gracias —susurró ella.
Entró, ahogando un sollozo cuando vio a su amigo allí, lleno de sangre seca y enganchado a unos tubos que ella había visto en hospitales muggles y que supuso que eran cosa de Creepingbear.
Estaba tan pálido y tan quieto… se estremeció y se acercó a él, tomándole de la mano.
—Theo, por favor… resiste ¿Vale? No puedes dejarnos. Te necesito en mi vida, eres parte de mi familia Theo.
Le pareció sentir un leve apretón de sus dedos pero al mirar aquel atractivo rostro completamente inmóvil se dijo que había sido su inconsciente tratando de hacerle mantener viva la esperanza.
Apenas un minuto después los medimagos entraron de nuevo y se lo llevaron.
Hermione salió y se encontró con Harry y Draco. Miró los ojos grises del rubio y se lanzó a sus brazos temblando.
—Es una pesadilla —susurró en su cuello —Draco está tan… había tanta sangre y tan pálido e inmóvil… estaba frío —sollozó aferrada a él y le sintió suspirar.
—Está bien —él miró a Potter —gracias por todo
—No hay de que, Theo se ha convertido en un amigo en los últimos años —respondió el auror con la voz algo enronquecida —me quedaré a esperar con vosotros.
Draco asintió y se llevó a Hermione a la sala de espera donde Pansy y Blaise estaban sentados con los ojos hinchados y las miradas perdidas en la distancia.
—Iré a por unos cafés —dijo Harry acercándose a ellos —será una noche larga.
