Ojalá sigais disfrutándola tanto como yo.
El capi va por todos los que estáis aquí, leyendo y acompañándome.
mariapotter2002:Bueno bueno amiga mía, espero que esto te guste un poquitín ;)
Marie Salazar W: ¿Te gusta Theo? A mi también ^^
Wendy: jajajaja me gusta tu frase
Augenblick29: Eso! Tienes razón, es mi historia ^^aunque no toma la forma que yo quiero, en realidad, ella me dirige a mi! Y eso me encanta. (Igual que la Navidad)
espiroket: Gracias! Creo que es lo mejor que puede decir alguien de una historia!
Besos y abrazos
Aj
Las serpientes
Tal y como había previsto Harry, la tarde se convirtió en una interminable noche.
Un par de horas después de que se llevaran a Theo, Ginny llegó a San Mungo y se sentó en silencio junto a su novio, al poco rato llegó Ron que se colocó al lado de su hermana.
Draco se sorprendió, sobre todo cuando Longbotton también apareció por allí sin decir nada y se sentó a esperar noticias.
El rubio, que había pasado demasiado tiempo fuera de Londres, no se había dado cuenta de la forma en la que sus amigos habían entrelazado sus vidas con las de sus antiguas enemistades de escuela. Sabía, por las cartas que recibía de ellos, sobre todo de Blaise, que las cosas habían ido cambiando, pero no fue consciente de cuanto hasta ese momento en que les vio a todos allí reunidos, preocupados, tristes y ansiosos por lo que le había ocurrido a Theo, pendientes de cada ida y venida de los medimagos, tensos y deseosos de saber algo más.
Y ahora él formaba parte de todo aquello también.
Miró la mano de Hermione que se aferraba a la suya con los dedos entrelazados y acarició sus nudillos de forma distraída. Ahora él también había entrelazado su vida de alguna forma con todos ellos y sabía, realmente sabía que no quería perder todo aquello.
Estaba asustado, muy asustado. Porque los vínculos creaban dependencia y la dependencia era peligrosa ya que, cuando te importaba alguien, el sufrimiento era una variable a tener en cuenta, una posibilidad ya que les regalabas la opción de hacerte daño. Solo la gente a la que querías y por la que te preocupabas tenía esa oportunidad de dañarte.
Hacía mucho tiempo que había decidido estar solo para evitar el dolor, para evitar sufrir de nuevo como había sufrido con la traición de su padre, con la decepción que supuso comprender que aquél hombre al que había querido, idolatrado y adorado durante la mayor parte de su vida, no había sido más que un pelele, un mago mediocre ávido de un poder que nunca tendría, un vulgar supremacista aterrado ante la posibilidad de aceptar que la sociedad arcaica en la que quería vivir estaba cambiando, un idiota obsesionado con el estatus y el dinero. Su padre les había arrastrado a la oscuridad a su madre y a él, obligándoles a seguir sus propios pasos. Había obligado a Draco a asumir sus creencias como propias sin dejarle pensar por sí mismo, sin darle opción a valorar las posibilidades. Le había inculcado una realidad que en verdad era inexistente y le había hecho creer que el mundo era mucho más pequeño. Draco se había creído un rey entre plebeyos cuando en verdad era solamente uno más. Tenía dinero, sí, pero eso era todo lo que le diferenciaba del resto.
Había sido muy difícil asumir todo aquello porque le quería. Él había querido a Lucius Malfoy y se sintió dolido y traicionado por todas las mentiras.
Volvió a mirar la mano de Hermione, su piel tostada era tan distinta a la suya que no pudo evitar sonreír distraído. Tenía las uñas cortas y limpias, lejos de las manicuras perfectas que solían llevar las brujas sangre pura con las que se había relacionado años atrás, no llevaba joyas y sus dedos tenían algunos cortes que dejaban ver que eran manos trabajadoras que no se dedicaban a tocar el piano o preparar fiestas de sociedad.
Quería arriesgarse con ella. De verdad quería hacerlo.
Miró alrededor.
Blaise tenía los codos apoyados sobre las rodillas y la cara hundida entre las manos, a su lado, Pansy le acariciaba el brazo mientras se mordía el labio inferior con el rostro aún húmedo por las lágrimas que derramaba de vez en cuando. Potter se había levantado y estaba apoyado en la pared con los brazos cruzados y el rostro serio y preocupado, Weasley estaba sentado en el suelo al lado de Neville, ambos hablaban muy bajito y tenían ojeras bajo los ojos y leves arrugas de inquietud que no disimulaban. La pelirroja había ido a buscar unos cafés y a ver si alguien podía decirles algo del estado de su amigo.
¿Sería tan malo arriesgarse con ellos? Tener gente así que se preocupara por él, gente a la que le importara ¿Era siquiera posible?
La vida era algo tan efímero que sintió un nudo de terror en la boca del estómago. Pensar en Theo, en la posibilidad de que no volver a verle, no volver a escuchar sus tonterías, sus amenazas o sus chistes malos, no poder volver a hablar con él, desahogarse con él, jugar con él una partida de ajedrez que sabía que perdería… El nudo de angustia subió hasta su garganta y sintió que le costaba respirar.
No quería perderle, joder no quería perderle.
Habían sobrevivido a una puta guerra, habían sobrevivido a unos padres de mierda que les habían intentado adoctrinar, habían sobrevivido al odio de mucha gente, a la discriminación, al rechazo de una sociedad que antes les había tratado con distinción y deferencia.
¿Acaso era justo que Theo muriera por esto?¿Qué muriera ahora? ¿Así?
Se levantó y paseó por el pasillo.
Necesitaba moverse, estaba empezando a perder los nervios sentado allí, sin hacer absolutamente nada.
Si alguien se merecía esas… esas jalas, palas o balas o como coño se llamara lo que le habían metido en el cuerpo a Theo, era él. Él era el mortífago. Él era el que había tomado parte activa en la guerra, él era el único que tenía la Marca, el que metió a los mortífagos en Hogwarts. O mejor aún, siendo completamente justos los que se merecían eso eran su padre, los padres de sus amigos, todos aquellos adultos que habían ido a la batalla final y luchado y asesinado a un puñado de críos que solo trataban de defender su vida y su colegio.
Se cruzó con la chica Weasley que le miró negando con la cabeza y le dio uno de los cafés que llevaba levitando a su lado antes de seguir hacia los demás.
¿Cuántas horas habían pasado? ¿Cuatro?¿Cinco?
—Draco
La voz de Hermione le hizo fijarse en ella. La mujer le tomaba de la mano con cariño y le miraba con sus enormes ojos castaños llenos de comprensión.
—Ven, no tienes que estar solo.
—Yo solo… —se lamió los labios que tenía repentinamente secos
—Lo sé, todos lo sabemos. Ven.
Se dejó guiar de nuevo hasta las sillas dónde los demás habían salido de sus distintos estados de contemplación y se agrupaban tomando el café todos juntos.
Se sentaron entre Potter y Blaise y Draco se dio cuenta de que estaban compartiendo recuerdos.
—¿El día del vociferador? —estaba diciendo Potter a Zabinni — creo que estábamos en el Caldero Chorreante con Ron y contigo.
—Sí —añadió Weasley —ese día George y Angelina se quedaron en la tienda y salí antes, creo que estabais celebrando algo.
—El final de un caso. Theo había colaborado porque fue una intervención entre Londres y Paris, el Departamento de Cooperación Mágica Internacional fue clave para la contribución de ambos países y él era el enlace.
—Me acuerdo que cuando Weasley y yo llegamos ya habíais tenido tiempo de brindar muchas veces —rió Blaise con tristeza.
—Sí —añadió Ron con una sonrisa —estabais los dos algo pasados de copas.
—No es cierto —dijo Harry
—Sí que lo es —dijeron a la vez los otros dos sin poder evitar una risita.
—¿Qué ocurrió con el vociferador? —se oyó preguntar a Pansy
—Llegó en mitad de la canción
—¿La canción? —preguntó Ginny que miraba a Harry con las cejas arqueadas
Él carraspeó con incomodidad y se colocó las gafas
—El himno nacional de quidditch —dijo en voz baja
—A media noche estaban cantando a voz en grito los dos —exclamó Blaise con voz divertida —como dos locos borrachos
—Como lo que eran —rió Ron al recordar mientras bebía un trago de su café.
—En mitad de la segunda estrofa llegó un vociferador del jefe de Theo —continuó Blaise
—Osea —añadió Ron con una sonrisa malvada—de mi hermano el estirado Percival.
—Los gritos histéricos de Weasley dejaron en silencio a todo el maldito bar —dijo Blaise —y el cabrón de Theo, cuando acabaron las voces y la carta se hizo trocitos diminutos solo dijo con esa voz seria: Abbott ¿Nos dejas una escoba… de las de barrer?
Todos se echaron a reír.
—¿Os acordáis cómo era en Hogwarts? —preguntó Pansy con ojos vidriosos —siempre leyendo, intentando mantenerse al margen, callado y silencioso.
—No siempre —puntualizó Draco —Theo nunca se ha callado su opinión, solamente la decía en el momento justo.
—Ya te digo. Tuvo mucho que decirme cuando me enredé con Daphne
Pansy le golpeó
—Es lo que pasa por tener la bragueta suelta —siseó la mujer mirándole con ojos entrecerrados.
—Él quiso advertirle de que Daphne estaba buscando a alguien que le pusiera un anillo en el dedo anular.
—¡Merlín! —dijo Ginny —¿A que edad?
—A los dieciséis —confirmó Pansy —Eso era normal para las familias de sangre pura Gin —se encogió de hombros —estaba buscando un contrato matrimonial para que su padre pudiera cerrarlo.
—¿No lo hizo con los Nott? —preguntó Hermione
—Sí, pero eso fue después y fue cosa del padre de Theo. No estaba nada contento cuando se enteró —añadió Blaise.
—Eramos amigos en Hogwarts —susurró Hermione ante el asombro de todos
—¿Cómo?
—¿Qué?
—¿Y eso?
Un coro de voces preguntonas se cernió sobre ella que se limitó a sonreír.
—Quizás decir amigos es… demasiado. Supongo que éramos compañeros y conocidos —se encogió de hombros —los dos pasábamos mucho tiempo en la biblioteca, sobre todo algunas mañanas de fin de semana en época de exámenes. No es como si fuera el lugar más concurrido del colegio ¿Sabéis? Y un día me saludó y yo le devolví el saludo. Desde entonces algunas mañanas estudiábamos juntos, a veces discutíamos sobre alguna asignatura y nos ayudábamos con algún que otro trabajo.
—¿De verdad? —dijo Harry alucinado —no tenía ni idea.
—¿Por qué no nos lo dijiste? —preguntó Ron que parecía en estado de shock.
—No lo sé, supongo que porque era algo mío —se puso un mechón de pelo tras la oreja —me gustaba pensar que él simplemente estaba ahí porque yo le caía bien, no quería compartir esa sensación.
—¿Desde cuando? —preguntó Draco
—Desde primer curso —respondió ella
—Joder con Theo —soltó Blaise con su habitual incontinencia verbal —se lo tenía callado.
Hermione se acurrucó contra Draco y él le pasó el brazo por encima de los hombros sintiendo el peso de la culpabilidad caer sobre su espalda.
Le había quitado a Granger de la forma más vil y más rastrera a uno de sus mejores amigos y ni siquiera había sabido lo que hacía.
Sí. Se dio cuenta de que Theo tenía interés en la mujer, pero nunca habría imaginado que todo venía desde hacía tantos años. ¿Sería posible que Theo, con su forma de ser introvertida, hubiera estado enamorado de Hermione y no hubiera sido capaz de decírselo?
No pudo evitar recordar la forma en la que le amenazó cuando se enteró de que iban a vivir juntos, el modo en que reaccionó cuando le dijeron que se harían pasar por pareja, la manera en que le miró el día del baile del Ministerio.
La culpa le hizo sentir el sabor amargo de la bilis en la boca. Que Merlín le perdonara, no creía que fuera capaz de renunciar a ella ahora. Quizás unas semanas antes, unos meses antes… pero ya era demasiado tarde, se temía, para cualquiera de los dos.
Las siguientes horas pasaron con la misma lentitud, hablaron a ratos, se quedaron callados durante largos periodos perdidos en sus recuerdos, en sus pensamientos, lidiando cada uno de ellos con sus miedos y su angustia.
El tic tac del reloj marcaba cada uno de los latidos aterrorizados de sus corazones porque, el que estaba allí, el que luchaba por su vida con las estadísticas claramente en contra era su amigo. Todos y cada uno de ellos tenían algún recuerdo especial, algún momento inolvidable con el muchacho o con el hombre y con cada minuto, con cada segundo de ignorancia sobre su estado, sangraban un poquito más, le sentían un poco más lejos, un poco más inalcanzable.
Hermione recordaba al niño callado y misantrópico que la saludaba a escondidas de los demás miembros de su casa por miedo a quedar apartado en el nido de las serpientes, el niño que poco a poco se fue abriendo a ella, que la ayudaba con Runas Antiguas y que le pedía su consejo en Trasformación. El adolescente que, incluso antes de que Viktor le pidiera ser su pareja de baile, le dijo que si las cosas fueran diferentes querría haber tenido la liberad de ir con ella, el joven que en la Batalla de Hogwarts no se marchó con los demás y luchó contra un ejército en el que estaba su propio padre. Recordaba al hombre que le abría las puertas y le apartaba la silla cuando habían ido todos a comer, el hombre que a veces la miraba en silencio sin decir nada, el que, ella sabía, porque lo sabía, habría querido ser mucho más que su amigo. A veces no podía evitar recordar a Severus Snape y a Lily Potter y rogaba porque aquello no se repitiera jamás, esperaba que él se enamorara de verdad y fuera feliz, porque poca gente se merecía ser feliz tanto como Theodore Nott.
Blaise recordaba a su amigo de infancia. Al niño con el que creció, corriendo por los terrenos de la mansión Zabini persiguiendo doxys y gnomos de jardín antes de que los elfos de su madre desgnomizaran la zona. Al niño con el que ingresó en Hogwarts, contentos de estar juntos en Slytherin porque, siendo sinceros, siempre había pensado que Theo acabaría en Ravenclaw. Al amigo con el que siempre había desahogado sus penas, el único que siempre supo de sus sentimientos por Pansy, el único que le apoyó en todo y le puso los puntos sobre las ies cuando había que hacerlo. El hombre que había sido siempre su mejor amigo.
Pansy recordaba a un niño tonto con el que no se llevaba bien, un niño que no le hacía caso y que la ignoraba cuando ella y sus amigas pasaban por delante intentando que los chicos las miraran con sus túnicas nuevas o sus nuevos peinados. Recordaba a un niño que ponía los ojos en blanco cuando ella contaba un chisme nuevo o que le decía que había que cultivar el cerebro más que el fondo de armario. Recordaba al joven que la había ayudado a pasar sus TIMOS, el que con toda la paciencia del mundo la ayudó con sus clases de pociones, el que le prestó un hombro sobre el que llorar cuando Blaise saltaba de novia en novia, ese amigo que, sin destacar, es el pilar que sustenta todo.
Harry no recordaba al niño o al joven más que como un estudiante de Slytherin que siempre orbitaba por la periferia de la pandilla de Malfoy, pero sí recordaba al hombre. Theo había crecido hasta convertirse en un amigo. Recordaba a ese Nott que se había acercado a él una tarde en el Ministerio para pedirle perdón por cosas que ni siquiera habían sido culpa suya. Se disculpó por no haberse enfrentado a su padre y a las ideas supremacistas con las que él nunca había comulgado, se disculpó por no haber tomado partido hasta el último momento y por no haber sido parte de la solución y, sin embargo, sí del problema. Esa tarde habían terminado tomando un whisky de fuego en el Caldero Chorreante, el primero de muchos momentos de cómoda fraternidad.
Draco ni siquiera podía pensar en el pasado, tampoco quería hacerlo. Se limitaba a repetir una y otra vez el mismo mantra en su cabeza, como si a fuerza de repetirlo fuera a hacerse realidad. Tienes que vivir, tienes que vivir, tienes que vivir.
No sabía cuanto tiempo había estado así, pidiéndole una y otra y otra vez que luchara, que fuera fuerte, que siguiera adelante. ¿Por qué seguía y seguía aquella puta pesadilla?
A cada hora se sentía más y más frustrado. Llevaban meses y aún todo estaba mal. Su madre no había despertado, los asaltos y los ataques continuaban y, aunque tenían más información ahora que cuando empezaron, parecía que algo seguía escapándose y no eran capaces de encontrar el qué.
Ya había empezado a amanecer y aún nadie les decía nada.
Harry se levantó para ir hasta la recepción a preguntar por Creepingbear mientras Ginny y Ron iban a desayunar a la cafetería. Pansy estaba medio dormida sobre el hombro de Blaise y Hermione también dormitaba acurrucada contra Draco.
—¿Por qué no nos habéis avisado?
Daphne y Astoria Greengrass aparecieron allí con cara de pocos amigos. Pansy se incorporó y las miró con ojos entrecerrados en silencio. No quería hablar porque, mucho se temía, si lo hacía sería para decir cosas que no se debían decir en la sala de espera de un hospital.
—Es mi prometido —dijo la rubia con rostro altivo.
Draco soltó una risa burlona que no tenía nada de divertida.
—Creo que las Greengrass tenéis un enorme problema a la hora de entender cuando alguien ha dejado una relación.
—Sí —añadió Blaise —¿Recuerdas que Theo invalidó el contrato matrimonial que nunca había querido, verdad? Igual se te ha olvidado ya.
La mujer enrojeció pero no perdió su postura arrogante.
—Ex prometido entonces —espetó —creo que tenía derecho a saber lo que ocurría.
—No sé muy bien por qué —replicó Blaise —somos amigos, pero no los más íntimos ¿No?
—Al menos ya no —dijo Astoria con veneno mirando a Hermione.
—Que bien que por fin lo entiendas —respondió Draco pasando un brazo por los hombros de Hermione para dejar clara su postura.
Astoria apretó los dientes y se sentó en uno de los asientos más alejados de la pareja.
—Chicos —Daphne se acercó a Pansy con cautela, como si esperase un zarpazo de su antigua amiga —pese a todo yo… me preocupo por él.
La otra mujer únicamente alzó una ceja.
—No sabemos nada —espetó Blaise con cansancio —podéis quedaros aquí o no. Pero llevamos toda la noche sin dormir, estamos cansados, preocupados y no del mejor humor así que a la primera gilipollez —masculló mirando a Astoria —yo mismo pido que os saquen de aquí y ¿Sabéis? —sonrió —el jefe de aurores está con nosotros, así que lo tengo fácil.
Las dos hermanas se sentaron en silencio y se quedaron quietas esperando algo alejadas del resto hasta que, apenas treinta minutos después, cuando Harry, Ron y Ginny ya habían vuelto, el medimago que había dejado a Hermione pasar a ver a Theo regresó.
Se veía agotado. Tenía marcadas ojeras alrededor de los ojos, el rostro pálido cubierto de sudor y grandes surcos sobre la frente.
Se acercó a ellos con el rostro serio y Hermione quiso echarse a llorar allí mismo.
Pansy, que también había observado la cara del sanador sollozó y se aferró al brazo de Blaise. El silencio cayó sobre ellos como un hechizo, solo roto por los suaves sonidos de Pansy y la respiración entrecortada de Hermione.
—Hemos hecho todo lo que hemos podido.
Ninguno de ellos habló. Nadie dijo nada ¿Qué podían decir? Draco ni siquiera creía que fuera posible llorar, la incredulidad, la congoja, la ira… tantas emociones que se arremolinaban dentro de él no podían ser coherentes. Quería llorar, quería gritar, quería romperlo todo. Quería coger la varita y lanzar maldiciones a cada objeto que tuviera delante, quería golpear al estilo muggle, quería vengarse, realmente quería vengarse del hijo de puta que había hecho algo así.
Le pitaban os oídos y su visión se había ennegrecido por los laterales, como si de pronto estuviera dentro de un túnel y apenas pudiera ver el final, a lo lejos, cada vez más lejos…
—Hemos conseguido estabilizarle pero no sabemos cómo va a responder…
Las palabras penetraron en su subconsciente y poco a poco fue regresando del túnel, lo suficiente como para escuchar.
Vivo.
Por ahora.
Hay que esperar.
Vivo. ¿Estaba vivo? Miró a Hermione que lloraba con una sonrisa en los labios y le abrazó con fuerza.
Hubo un alboroto general. Risas, sollozos, lagrimas de alegría y golpes en las espaldas, besos, más abrazos.
—Está vivo —susurró sobre la coronilla de rizos de Hermione.
Cerró los ojos un momento y los abrió para mirar a Blaise por encima de la cabeza castaña. Su amigo le sonreía, una enorme sonrisa de dientes blancos en mitad de un rostro devorado por el cansancio.
—Es un cabronazo —le oyó decir — joder cuando vuelva pienso besarle. Estaba muerto de miedo.
—No voy a olvidar eso —rió Draco —te lo recordaré en cuanto regrese a casa.
—El medimago ha dicho que hay que esperar a ver cómo evoluciona —dijo Ron, incómodo por ser él quien pusiera un poco de sentido común a la algarabía general.
—Es un cabrón —repitió Blaise, divertido —va a salir de esto. Lo sé. Ahora lo sé.
Draco también lo sabía.
Cuando Hermione y él regresaron a casa eran cerca de las diez de la mañana, ambos llegaron arrastrando los pies, se desnudaron con los ojos cerrados y se tiraron a la cama medio desnudos.
—Me alegro de que uno de nosotros no fuera un completo gilipollas en el colegio —dijo Draco en la oscuridad atrayendo el cuerpo de Hermione contra el suyo.
—¿A qué te refieres? —preguntó ella con un sonoro bostezo que le hizo sonreír.
—A Theo. A que él fuera capaz de acercarse a ti cuando el resto éramos unos capullos.
—Siempre fue un niño especial —susurró ella.
—Igual que tú.
Y allí, en la oscuridad, oculto en las sombras, dónde no tendría que enfrentar aquella límpida mirada ambarina, decidió que había cosas que ya no tenía porque guardar con tanto celo.
—Lamento haber tardado tanto tiempo en darme cuenta de lo que Theo fue capaz de ver con once años.
—A veces necesitamos tiempo para apreciar las cosas ¿No crees? —ella soltó una risita —yo tampoco habría creído nunca que estaría así contigo en el futuro.
—Mis ancestros deben estar revolcándose en sus tumbas.
Ella murmuró algo ininteligible mientas Draco acariciaba su hombro desnudo.
—Creo que tal vez podríamos dejar de fingir una relación y tener una de verdad —dijo en el silencio que siguió.
Esperó, tenso y expectante pero ella no respondió y la respiración profunda y acompasada de la mujer le dijo que se había quedado dormida justo antes de escuchar su declaración. Bueno, quizás no fuera una declaración en el amplio sentido de la palabra, pero Draco no creía ser capaz de hacerlo mucho mejor.
Con un gruñido se acomodó en la almohada y cerró los ojos. Esperaba poder encontrar al día siguiente un momento para explicarle que lo suyo ya no era una relación falsa. Sí, eso haría, le dejaría claro que era de verdad y seguramente con eso sería suficiente. Quería poder tenerla siempre ahí, justo donde estaba en ese momento, en sus brazos, en su vida, alejando sus pesadillas y haciendo que todo fuera mucho más cálido.
