Hola!
Si después de este capítulo os digo que mañana no actualizo ¿Querréis mi cabeza? xD me lo voy a pensar, igual debería no actualizar en unos días *rié malvada*
Llegan los tambores... La vida dicen, es como una montaña rusa ¿Verdad?
Gracias por vuestros comentarios , por apoyarme en cada capítulo! Hanya Jiwaku, Caro, Wendy y por supuesto maria mflorm toda mi bienvenida ^^
Besos y abrazos
AJ
Ataques en la oscuridad
Cuando Ron regresó a la tienda se encontró a Ginny ayudando a George en la caja registradora.
—¿Qué haces aquí? —preguntó quitándose la túnica y llevándola a la trastienda antes de ponerse a colocar la nueva remesa de chicles hinchacabezas en las estanterías, tratando de alejarlos lo suficiente de los brota forúnculos.
—Necesitaba salir de casa, George me dijo que habías ido a comer con Hermione, salí a buscaros pero como no os encontré me quedé ayudando en la tienda.
—¿Dónde fuiste?
—A Giovani´s y al Caldero Chorreante.
—Fuimos a ese pequeño bar de alitas de pollo muggle que hay al lado del Caldero.
—No salió al mundo muggle.
Se callaron cuando un cliente llegó para pagar y Ginny le atendió con una sonrisa. Embolsó la compra, le dio el cambio y se despidió con cordialidad.
—¿Sabe Harry que estás aquí, trabajando? —preguntó el pelirrojo arqueando una ceja y mirando la tripa plana de la mujer.
—Ronald, soy una mujer adulta y no estoy enferma, estoy embarazada. Mamá criaba bebés, cocinaba y se ocupaba de la casa mientras cargaba con una tripa de casi nueve meses. Apuesto lo que sea a que según paría un bebé estaba en pie haciendo faenas.
—¿Quién ha dicho apuestas?
George bajó las escaleras con una sonrisa y golpeó a su hermano en el hombro.
—¿Qué tal la comida con Hermione, Ronnie?
Él gruñó y se apartó de la mano que seguía golpeándole.
—Bien. Estaba apostando a que a Harry no le hace gracia que Ginny esté aquí trabajando —preguntó Ron.
—Un galeón a que no le importa —contestó George sacando una moneda del bolsillo y poniéndola sobre la mesa —nuestro Potter ya es un chico grande.
—Yo digo que sí le importará—Ron sacó su propia moneda y la puso encima.
—No le molestará —Gin rebuscó hasta que dio con un galeón y lo puso junto con el de sus hermanos —Tengo que hacer algo o me acabaré volviendo loca. Ya no puedo jugar al quidditch.
—Bueno creo que es normal que las embarazadas no pueda… ya sabes, por todo eso de la seguridad —dijo George con burla.
—Lo sé, no se me ocurriría poner el riesgo al bebé. Pero me han ofrecido un trabajo colaborativo en la revista El Mundo de la Escoba y una columna semanal en El Quidditch más que un deporte.
—Vaya hermanita —George le guiñó un ojo — Una reportera en la familia ¿Qué te parece eso? Mamá y papá estarán muy orgullosos.
—Ya lo están —resopló ella sacándole la lengua. —Me gustaba más cuando era una jugadora profesional de quidditch, aunque estará bien hacer algo relacionado con eso. Mucho mejor que estar en casa todo el día.
—¿Piensas volver a las Arpias cuando nazca el bebé? —preguntó Ron.
Ginny sonrió y se acarició el estómago con un gesto inconsciente.
—Estaría bien, pero no creo que lo haga. El bebé necesitará de mi, sobre todo al principio, no sé si volver al cabo de un año será bueno… tal vez, dependerá de mi estado, de mi condición física… aunque creo que mi tiempo de jugadora profesional se ha terminado y ¿Sabes? Estoy bien con eso, ha sido muy divertido, pero estoy deseando conocer a este bebé, pasar tiempo con él, verlo crecer —suspiró —además, tal vez encuentre una vocación con la revista. Ir a partidos, comentarlos, hacer entrevistas… No voy a quedarme en casa, pienso ser una madre trabajadora.
—Buen discurso Gin —se carcajeó George — Angie siempre pensó como tú. Y Harry te adora, por eso creo que ganaré la apuesta al cavernícola de mi hermanito.
—No soy un cavernícola —bufó Ron, molesto
—Dime Ronnie —Ginny se recostó sobre el mostrador y le miró —¿Tendrás a Lavender encerrada en casita? ¿Qué harás si ella quiere labrarse una carrera profesional?
—No seas idiota —replicó resoplando — ella hará lo que quiera. Si quiere estar en casa pues lo estará, si quiere seguir trabajando —se encogió de hombros —también me parecerá bien. Está estudiando ¿Sabes? —dijo con la mirada perdida y una sonrisa bobalicona —perdió unos cuantos años por culpa de las lesiones y la recuperación, pero después de tanto tiempo en San Mungo, decidió estudiar para ser enfermera y creo que querrá trabajar allí cuando termine.
—¿En serio? —preguntó Ginny realmente interesada.
—No quiere decir nada —masculló Ron con el rostro enrojecido —por si no lo consigue o algo así —alzó las cejas con incredulidad —Lavender es más lista de lo que parece, además de verdad quiere hacerlo así que sé que lo hará, pero ella no tiene demasiada confianza en sí misma.
—Ron… —Ginny salió de detrás del mostrador y le abrazó —creo que son las hormonas del embarazo, pero a veces eres tan tierno.
—Ya vale —Se desprendió de ella con las orejas más coloradas que su pelo y se alejó refunfuñando hacia las estanterías del otro lado de la tienda.
Ginny solo suspiró y miró a George.
—¿Quieres abrazos? —abrió los brazos en cruz —¡Yo soy tu hombre! Nunca se rechazan los abrazos de una bruja bonita, mucho menos si es tu hermana pequeña.
Con una carcajada Ginny se echó sobre él y cerró los ojos cuando la rodeó con sus brazos.
Suspiró inhalando el aroma de su hermano mayor y una única lágrima resbaló por su pecosa mejilla.
Ron se sentía incómodo con las muestras de afecto pero Ginny nunca, jamás, volvería a dejar pasar la oportunidad de abrazar a cualquiera de sus hermanos, de demostrarles su cariño y decirle cuánto les quería.
Extrañaba a Fred cada día de su vida y desearía poder abrazarle de nuevo. Así que, a veces, simplemente se refugiaba en los brazos de George pensando que allí había un pedacito de su alma. Porque Ginny sí sabía algo, sus hermanos gemelos compartían su alma y, algún día, cuando la próxima aventura comenzara para George, volverían a estar completos.
No tenía duda de que Fred estaba al otro lado del velo, esperando, seguramente sentado, contando algún chiste y gastando muchas bromas, quejándose de lo mucho que George tardaba en llegar. Y seguiría allí hasta que volviera a reunirse.
—Te quiero George —susurró dándole un beso en la mejilla.
Le vio tragar saliva y sonreír, acariciándole la punta de la nariz.
—Y yo a ti, pequeñaja
Sí, él también había aprendido lo importante que era no perder la oportunidad de demostrar los sentimientos a la gente que te importa.
…
—¿Cómo es posible que hayan entrado en Azkaban y atacado a cuatro presos?
Draco y Hermione estaban en el salón, hablando del día que había tenido la castaña en el Ministerio.
—Morgan cree que ha sido alguien de dentro.
Draco frunció el ceño y asintió, pensativo.
—Sí, eso tiene sentido.
—Cuando regresé después de comer aún no habían vuelto. Supongo que mañana sabré algo más. Harry tiene un día largo por delante.
Le habló sobre las detenciones, los próximos interrogatorios y los desaparecidos.
—Es preocupante —dijo después de ponerle al día —que haya dos ejecutores en paradero desconocido.
—Es más que preocupante —replicó Draco —tengo que reconocer que desde que Potter se ha hecho con el mando de la investigación se ha avanzado mucho, pero estamos lejos de saber quién es la cabeza pensante de este circo. Mientras él o ella sigan en la calle y tenga ejecutores a su servicio, me temo que por mucho que se desmantele el grupo el riesgo sigue siendo demasiado.
—¿Algún avance en la investigación con la poción herbovitalizante? —preguntó Hermione.
—Nada —Draco compuso una mueca de frustración —he subido todas las anotaciones —dijo señalando una carpeta llena de pergaminos —pensé que tal vez pudiéramos echar un vistazo entre los dos.
Hermione sonrió
—¿A qué esperamos?
Trabajaron codo con codo las siguientes horas sin ningún resultado aparente.
—Esto es una mierda
Draco tiró la pluma con la que estaba haciendo anotaciones en los márgenes del pergamino y hundió la cabeza entre las manos.
—¿Cuánto tiempo llevamos investigando esto? Meses. Y mi madre sigue exactamente igual.
Hermione se acercó a él y le pasó el brazo por la cintura, pegándose a su costado.
—Sé que es difícil —dijo con un suspiro —cuando fui a Australia después de la guerra para intentar recuperar a mis padres todo fue… —se quedó en silencio, intentando tragarse la tristeza —complicado. Al principio tenía muchas esperanzas, me entrevisté con distintos medimagos de Londres, de Australia, de Estados Unidos… incluso más tarde Viktor me presentó a algunas de las eminencias búlgaras en medicina. Todo fue en vano. Pero ¿Sabes? Aún no he perdido del todo la esperanza. Hay estudios en marcha sobre esto, quizás algún día…
—No me estás ayudando demasiado —murmuró Draco, aunque sonrió.
—Lo sé, creo que no ha sido un buen ejemplo.
Él se recostó en el sillón y tiró de ella hasta que la tuvo en su regazo.
—Está bien, tienes razón. No soy el único que está con esto. Me consta que en San Mungo están haciendo pruebas y que el sanador que lleva su caso no la ha dado por perdida.
—Hay un departamento entero que se ocupa de esto —añadió ella.
—Sí, la semana pasada me dijeron que han mandado pruebas a Michigan, donde, al parecer, hay un mago que se dedica exclusivamente a las adulteraciones de pociones y sus antídotos.
Hermione apoyó la cabeza en su hombro, sus dedos jugueteando con uno de los botones de su camisa.
— Eres un pocionista muy hábil, creo que podrás encontrar la cura tú mismo, Draco.
Él cerró los ojos, enredando los dedos en los rizos de la bruja.
—No desesperes —se incorporó dando un suave beso sobre sus labios —terminemos de repasar tus notas, después cenaremos algo y nos iremos a la cama.
—Eso de ir a la cama me suena muy bien —respondió volviendo a buscar su boca para otro beso un poco más intenso.
—Insaciable —dijo ella riendo y saltando de su regazo.
—No creo que pueda saciarme de ti en mucho, mucho tiempo —replicó mirándola con lascivia —pero sí, lo dejaremos para después. Voy a ir al taller a buscar uno de los diarios, creo que lo dejé abajo.
—Está bien.
Draco se marchó y Hermione continuó leyendo cada uno de los apuntes del rubio.
Era increíblemente minucioso y conciso. Escribía todo con absoluto detalle y, para el alma estudiosa y erudita de Hermione era un deleite leer algo tan bien explicado y escrito.
Pasó las páginas, valorando las distintas variaciones que había hecho Draco, añadiendo seis en lugar de cinco espinas de pez león, poniendo la mandrágora cruda en lugar de cocida, cambiando el punto exacto de la cocción, reduciendo la cantidad de hidromiel o añadiendo el moco de gusarajo en pautas en lugar de todo a la vez.
Había ido modificando la preparación, alterando el orden de los ingredientes, probando distintas combinaciones y todo estaba ahí, hasta el más mínimo detalle, anotado con su elegante caligrafía perfectamente legible.
Apuntó en un pergamino las posibles formas de preparación, intentando verificar si había alguna modificación factible que Draco hubiera pasado por alto e hizo varias columnas para ir visualizando las posibilidades.
Frunció el ceño cuando se dio cuenta de que había pasado ya casi media hora y él no había regresado.
Se asustó.
Sabía que era irracional, que seguramente se había liado con alguna de las pociones o había decidido probar algo en el último momento, pero aún así no podía evitar recordar a Theo y el ataque que había sufrido en la bodega de Blaise.
¿Y si le había ocurrido algo? ¿Y si le habían atacado?
—Oh Merlín
Blaise y Pansy se dieron cuenta de la ausencia en apenas cinco minutos y aun así Theo casi no llega a tiempo al hospital, Hermione se había quedado absorbida por las notas media hora.
De un salto fue hasta la encimera, dónde había dejado su varita y se apareció en el hall.
—¡Draco! —gritó bajando las escaleras hacia el sótano.
Las bajó de tres en tres. Se tropezó, golpeándose contra la pared, casi cayéndose antes de enderezarse y continuar bajando hasta el taller.
—¡Draco!
Cuando le vio en el suelo todo a su alrededor se puso negro y tuvo que sujetarse a una de las mesas para no caer, tiró un caldero vació y, cegada, caminó completamente paralizada por el terror.
—Draco —susurró agachándose para buscarle el pulso, rezando a cada Dios de cada religión que conocía —por favor, por favor.
Sentía que sus mejillas estaban empapadas, que el pecho le ardía porque no era capaz de respirar con normalidad.
Pero su mundo estaba a punto de explotar en mil pedazos.
Congelada, sujetando la varita con manos temblorosas, pasó los dedos por el cuello pálido de Draco.
Estaba tan quieto, tan blanco, tan frío…
Tuvo un espasmo y sollozó, buscando con frenesí el pulso que no era capaz de encontrar.
—Draco, por favor, por favor, no me hagas esto. Lo siento, lo siento
Hablaba entre sollozos, limpiándose las lágrimas con el hombro hasta que finalmente tiró la varita y utilizó las dos manos.
—Oh Dios mío.
Estaba vivo, el pulso era débil, pero estaba ahí.
—Amor —susurró contra sus labios en un beso mojado de lágrimas y cargado de esperanza —te vas a poner bien. Te vas a poner bien.
Gateó hasta el lugar en el que había caído la varita y se dio cuenta de que era imposible aparecerse así en San Mungo sin sufrir una despartición. Dibujó en el aire un patrón hasta que un humo azul salió de la punta de la varita y se transformó en una pequeña nutria.
—Harry, necesito que vengas al taller, han atacado a Draco, no puedo aparecerme, es urgente.
Cuando su patronus se marchó se sentó, sujetando la cabeza del rubio para ponerla sobre sus piernas, acariciando sus cabellos con manos amorosas, apartándolos de su frente y sus mejillas.
—Ya estoy aquí, todo va a salir bien. Por favor, por favor, quédate conmigo. No puedes dejarme Draco.
Siguió sollozando los siguientes minutos, acariciándole el pelo y besando su frente, sus mejillas y sus labios.
—¡Hermione!
Harry apareció en el vano de la puerta con la varita en alto, sudoroso y con la respiración acelerada.
—¡Joder! No, Mierda, otra vez no —masculló acercándose a ellos —¿Qué ha pasado?
—A San Mungo Harry rapido —la voz de la mujer era temblorosa y no podía dejar de sollozar.
—Vamos
Harry apretó las mandíbulas, sujetó a ambos y los apareció.
Llegaron al hall de urgencias de San Mungo tal y cómo estaban en el taller de pociones, Draco tumbado con la cabeza sobre Hermione y Harry arrodillado al lado de los dos.
En cuanto les vieron aparecer los medimagos se llevaron a Malfoy y Hermione se precipitó a los brazos del moreno con un quejido.
—Harry —se abrazó a él con desesperación, sin poder controlar los temblores de su cuerpo —Dios mío Harry es mi culpa —decía entre sollozos —no me di cuenta de que no regresaba, es mi culpa. Lo siento. Lo siento tanto.
—Hermione, tranquilízate —la sujetó por los hombros y la zarandeó con delicadeza, intentando que la bruja saliera de su estado de trance y autoflagelación —No has hecho nada. Nada de esto es culpa tuya ¿Me oyes?
—Sí, sí… yo… él bajó… bajó al taller… a por… a por un libro —intentaba coger aire entre las palabras pero era incapaz de hacerlo correctamente —no me di cuenta de… él no volvía y yo, estaba… yo estaba con las notas y
—Hermione, respira por favor —ella pareció centrarse al escuchar el tono brusco de su voz —vas a ponerte mala y no vas a poder ayudarnos, ayudarle. Por favor, respira, vamos, Hermione, respira conmigo.
Ella intentó centrarse en esos ojos verdes que tan bien conocía, en sus palabras, en el sonido de su voz, en las caricias de sus manos sobre los hombros, en el cariño, la paciencia.
—Muy bien, así. Lo estás haciendo bien Hermione, respira conmigo, respira hondo.
Lo hizo, inspiró y expiró siguiendo a Harry, intentó controlar sus nervios y el temblor de sus manos. Tenía razón, no serviría de nada si tenía un ataque de pánico en medio de la sala, no podía dejarse llevar por la histeria, no aún, no ahora. Draco estaba bien, estaba vivo, iba a ponerse bien. No podía pensar en otra cosa.
—Vale —dijo casi cinco minutos después —está bien, está bien —inspiró de nuevo —creo que se me está pasando.
—No está bien —dijo Harry tirando de ella hacía una de las sillas —pero lo estará —se sentó a su lado y masajeó la base de su cuello con cuidado.
—Bajó al taller —Hermione habló, con la voz rota pero más calmada —me dijo que… que se había olvidado uno de los diarios. Yo seguí leyendo y tomando notas y no me di cuenta de lo mucho que tardaba hasta que media hora después yo… me acordé de Theo y bajé a buscarle. Lo encontré así, como estaba cuando llegaste.
—Iré a hablar con el medimago ¿De acuerdo? ¿Estarás bien? —Ella asintió —avisaré a Ginny.
Hermione no respondió y Harry fue hasta la recepción. Mandó un patronus a la pelirroja y se fue a buscar al sanador con el rostro oculto tras una pétrea máscara.
No podía lidiar con otro ataque como el de Theo. por suerte Draco no tenía sangre y no parecía atacado por medios muggles. No es que aquello fuera positivo, Merlín sabía que los padres de Neville tampoco habían sangrado. No quería tener que ser él quien le dijera a su mejor amiga que su novio estaba en estado vegetativo para el resto de su vida, así que esperaba, realmente esperaba que Draco saliera de esta entero.
Ginny no tardó en llegar y abrazar a Hermione con fuerza.
—¿Qué ha pasado?
Ron, que iba tras ella, apartó a su hermana para levantar a su amiga de la silla, sentarse y subirla sobre sus piernas.
—Llora —dijo con seriedad empujándola contra su ancho pecho y cobijándola entre sus brazos.
Hermione rió entre lágrimas.
—¿Llora? —dijo hundiendo la cabeza en el cuello del pelirrojo, sintiéndose protegida y a salvo en cierto modo.
—Es mejor sacarlo fuera —él no reía, no sonreía, hablaba con absoluta seriedad y Hermione por primera vez en mucho tiempo se dio cuenta de que Ron también había crecido, también había cambiado —sé de lo que hablo. Llora Hermione, estoy contigo.
Y ella lloró, acurrucada en los brazos de su primer amor, de su mejor amigo.
…
—¿Has avisado a las serpientes? —dijo Ginny a Harry cuando él regresó.
—No —se dejó caer al lado de la pelirroja y sonrió cuando ella cogió su mano y entrelazó sus dedos.
—Van a querer tu cabeza en una pica —replicó con una risita maliciosa.
—Probablemente. Pero no les quiero aquí, es peligroso.
—Vinieron cuando atacaron a Theo —dijo ella
—¿Qué otro remedio había? Ellos le encontraron —miró hacia las sillas de en frente, donde Ron seguía con Hermione entre los brazos —¿Cómo está?
—Dormida —respondió su amigo que parecía un guardián protector.
—Mejor —dijo Harry con un suspiro.
—¿Qué te han dicho? —preguntó Ron con una seriedad poco propia de él.
—Tiene una conmoción cerebral. Parece que ha recibido un golpe en la cabeza, no saben mucho más, tiene las constantes bien, todo está bien. Solo tiene que despertar.
—Eso es bueno ¿No? —preguntó Ginny.
Harry alzó una ceja, se quitó las gafas y se frotó los ojos.
—Depende —respondió sin dejar de mirar a la dormida Hermione.
—¿De qué depende? —preguntó la pelirroja.
—De si despierta o no.
—No puedo creerme que estemos otra vez esperando… —se le rompió la voz.
—Al menos en esta ocasión no hay una orpetación a vida o muerte en la sala de al lado —dijo Ron.
—Operación —corrigió Harry automáticamente.
Cuando Hermione despertó apenas una hora después Harry le contó lo que le habían dicho los sanadores.
—Quiero verle —fue todo lo que dijo ella bajándose de las piernas de Ron que se levantó para hacer circular de nuevo la sangre—¿Dónde está?
—La tercera puerta a la derecha —dijo Harry —tienes que hablar con la enfermera de la recepción. No creo que haya problemas. Yo pasé antes.
—¿Cómo… cómo está? —preguntó mordiéndose el labio inferior.
—Dormido. Estable.
Hermione asintió.
—¿Habéis avisado a los demás?
Él negó con la cabeza.
—Demasiado riesgo. Prefiero no tener que preocuparme por ellos también.
—Está bien. Lo entenderán —replicó Hermione.
—Ni de coña —dijo Ron que parecía haber recuperado un poco de su acostumbrado humor sonriendo como si imaginara las consecuencias de no haberlos avisado.
—Bueno, quizás al principio no —rectificó ella —pero al final seguro que si.
Se marchó para hablar con la enfermera y entró a la pequeña habitación en la que él estaba acostado.
Se veía increíblemente pálido, tan grande e indefenso bajo las sábanas que sintió que, una vez más, sus ojos se llenaban de lágrimas.
Había estado tan asustada, seguía estándolo pero al menos estaba ahí, mientras estuviera ahí, con el corazón latiendo, todo era posible ¿Verdad?
Se acercó y se sentó en la cama a su lado. Cogió la mano de él entre las suyas y la acarició, pasando la yema de su índice por cada uno de sus dedos, frotando sus nudillos, delineando las venas que se perfilaban bajo el dorso.
—Te necesito Draco —murmuró agachándose para apoyar la frente en la de él —te quiero, te quiero tanto que aún me sorprende porque no sé cuándo ha pasado —suspiró — me gusta despertar contigo en las mañanas, me gusta tu olor, tu sabor, tu voz. Me gusta discutir contigo, la arruga que se forma en tu frente cuando estás molesto, la forma en la que aprietas los labios cuando estás enfadado… incluso he llegado a apreciar lo idiota que puedes ser a veces —le besó los labios y sonrió —no puedes dejarme, nunca he sido tan feliz como contigo y eso que todo alrededor parece ser un auténtico infierno.
Se levantó, arrastró la silla hasta estar tan cerca de él como le fue posible y se sentó recostando su pecho sobre la cama sin soltar su mano.
Así la encontró Harry cuando entró a buscarla. Al principio pensó en despertarla pero supo que ella no saldría de la habitación a no ser que la sacaran a empujones, así que volvió a salir y cerró la puerta tras de sí.
—Creo que se quedará allí por un tiempo —dijo dando un beso a Ginny en la frente —vete a casa —miró a Ron que estaba al lado de ella —llévala a Grinmauld Place ¿Podrías quedarte con ella esta noche.
—Claro —dijo él —sin problema.
—Sé que sabes cuidarte sola, pero me quedaría más tranquila si Ron está contigo.
—Está bien —replicó dandole un suave beso en los labios —Vamos Ronnie
Le dio la mano a su hermano y ambos se aparecieron dejando a Harry solo allí.
Cansado y sintiendo que de nuevo sería una noche de mierda, se dejó caer en una de las incómodas sillas y cerró los ojos.
Algo se movía bajo su cabeza. Se agitó, incómoda y parpadeó confundida antes de recordar dónde estaba y lo que había pasado.
Incorporándose de golpe miró hacia la cama y contuvo la respiración al ver que Draco se movía y sus párpados temblaban, como si luchara por abrirlos.
Sintió el júbilo más absoluto explotar en su pecho cuando abrió los ojos y aquellos pozos de mercurio líquido la observaron sin parpadear.
—¿Granger?
Parecía confuso y miraba a su alrededor completamente estupefacto.
—Está bien, todo irá bien ahora ¿Recuerdas algo? ¿Recuerdas qué ocurrió?
—¿Disculpa? —volvió a mirarla, observándola fijamente, como si ella fuera un torposoplo que se hubiera materializado delante de él sin avisar.
—No pasa nada. Los medimagos dijeron que podrías despertar confuso y desorientado. Iré a buscarlos. ¿Necesitas algo?
Draco miró la mano de ella, que seguía aferrándose a la suya con fuerza y frunció el ceño antes de apartarse con brusquedad del contacto.
—¿Qué cojones haces tú aquí?
Hermione se tensó al escucharle. Hacía tanto tiempo que no escuchaba aquel tono de voz que se había olvidado de lo cortante y desagradable que podía ser Draco.
—Yo… Creo que será mejor que vaya a buscar a los medimagos.
—Yo creo que lo mejor será que te largues.
