Hola!
Sí, una amiga me ha dicho que, para compensaros el disgusto igual podría hacer una doble actualización y he decidido hacerle caso porque son muchos los comentarios sobre el tema. A ver si así me perdonais. Vamos a hacer una cosa, vosotros seguís dando una oportunidad a la historia y yo prometo que más adelante me voy a redimir ¿Trato? Esta historia necesitaba hacerla así, quien me haya leído antes sabe que yo me dejo llevar y dejo que los personajes fluyan, nunca tengo un guión y así es como más lo disfruto.
Mil gracias por vuestros comentarios. Astozorra y Zorrostoria... me encantan vuestros motes.
Besos y abrazos
AJ
Utopía
Hermione había conseguido evitar a Draco durante dos semanas.
Fue muy difícil, dada la insistencia del mago en encontrarla, pero lo había logrado gracias a la ayuda de Harry, Theo y Ginny.
Se tomó unas vacaciones en el Ministerio de forma temporal, alegando que continuaría la investigación desde casa durante al menos dos o tres semanas y se encerró en el Lugar Seguro que había compartido durante aquellos meses con Draco.
Era casi cómico que él la buscara sin saber que estaba viviendo bajo su propio techo, apenas a unas puertas de distancia de él mismo.
Al principio Hermione temió que alguno de los elfos pudiera decir algo, pero descartó la idea porque Malfoy rara vez hablaba con ellos.
Le pidió a Harry que le explicara la necesidad de esconderse pero, teniendo en cuenta su amnesia, no estaban seguros de si sería algo positivo.
Hermione pensó que quizás lo mejor para ella fuera irse a Grinmauld Place y enseñar a Draco el escondite que él mismo había creado, pero Harry descartó la idea, puso aurores apostados en Malfoy Manor para protegerle y la hizo jurar que, bajo ningún concepto dejaría aquella estancia.
No hacía falta la insistencia, ella desearía poder permanecer encerrada eternamente.
No podía verle.
No se sentía preparada para otro enfrentamiento con él y mucho menos para reunirse de nuevo a diario y soportar sus desplantes y malas palabras. No era capaz de mirarle de nuevo a los ojos y ver en ellos aquella falta de reconocimiento que tanto la lastimaba.
En aquellos orbes de mercurio no había nada, no estaba esa sonrisa que le había regalado algunas veces en la intimidad de su casa, ni el deseo que no reprimía al verla cuando sus cuerpos se enredaban ansiosos entre las sábanas. No estaba la calidez, la posesividad, la pasión que tanto había adorado semanas atrás…
No había nada.
Su Draco se había ido, dejando a Malfoy en su lugar. Un Malfoy que había olvidado absolutamente todo lo que tenía que ver con ella desde que regresó de Francia.
Gracias a Theo sabía que no había mejoría en cuanto a la amnesia y que el rubio se había calzado de nuevo sus antiguos zapatos sin ningún problema.
Seguía siendo el mismo Malfoy de antes, el mismo que había llegado al Ministerio meses atrás exigiendo que Hermione encontrara a su madre.
No había ni rastro del Draco que había conocido durante aquel tiempo entre tiempos.
Al parecer había retomado la relación con Astoria y Hermione se dio cuenta de la mentira que había estado viviendo.
Cuando habían hablado sobre la bruja, Draco le había dicho que nunca tuvo nada que ver con ella en un nivel romántico pese a que había valorado la posibilidad de casarse con la mujer únicamente para joder a su padre.
Pero, entonces ¿Por qué estaba con ella?¿Qué había pasado con las denuncias? ¿Qué ocurrió con la orden de alejamiento? ¿Qué había pasado con lo de enviar a la chica a Canadá?
Entendía que hubiera olvidado todo aquello pero ¿No tenía interés en saber los motivos por los que había interpuesto una demanda contra aquella mujer? ¿Por qué estaba con ella?¿Por qué Blaise y Theo no le contaban todo? ¿Lo habrían hecho y él no les escuchó?
Tenía tantas preguntas sin respuesta que había entrado en un bucle autodestructivo del que era incapaz de salir.
Ahora El Profeta había hablado sobre la relación de Draco y Astoria, tras publicar la ruptura que había tenido con Hermione y el reportaje de esa semana en Corazón de Bruja hablaba de la posibilidad real de un compromiso en breve, Draco no había mentido, Astoria Greengrass era la elección perfecta y, con Narcisa en San Mungo y Lucius muerto, todo apuntaba a que pronto sería la nueva señora Malfoy.
¿Cómo había ocurrido aquello en solo dos semanas? ¿Hace apenas veinte días estaba diciendo que era una zorra problemática y ahora estaba saliendo con ella?
Se acurrucó en el sofá tirando la revista a un lado y lloró en silencio sintiéndose mareada y con el estómago revuelto.
Por primera vez pensó en la posibilidad de que Draco la hubiera estado mintiendo acerca de Greengrass. ¿Acaso había sido algo más que una pequeña relación años atrás? ¿Por qué la había recordado en el hospital? El dijo que recordaba Francia y una habitación de hotel.
No quería pensar en nada de eso. Se estaba volviendo completamente loca pensando en las posibilidades, imaginando a Draco, unas cuantas habitaciones más allá, acostándose con Astoria.
Volvió a sollozar tapándose la boca con las manos.
¿Estaría realmente metiéndose en la cama con ella? Se levantó temblando descontroladamente, corrió hacia el baño y vomitó.
Tenía que dejar de imaginarse aquello o se pondría realmente enferma porque ¿Acaso un hombro adulto tendría una relación sin sexo?
Se miró en el espejo, pálida, con ojeras, despeinada… No podía seguir así, no. No podía.
Quizás aún hubiera una posibilidad de que él recuperara la memoria aunque, mucho se temía, que tal vez eso no fuera suficiente para volver al punto en el que estaban antes del accidente.
Le amaba, profundamente, pero no creía ser capaz de perdonar que hubiera salido de su cama para calentar la de Astoria, ni siquiera habiendo perdido por completo la memoria.
Unas horas después había recogido su pequeña casita temporal, se había dado una ducha y se había vestido, teniendo especial cuidado con el maquillaje y el cabello.
Necesitaba ser una persona, una mujer.
Se puso un vestido gris que le llegaba por encima de las rodillas, lo cubrió con un jersey amplio blanco de cuello vuelto, unas medias y unas deportivas. Se recogió el cabello en una coleta alta y se maquilló con discreción, apenas lo suficiente como para ocultar las ojeras y la palidez de su rostro.
Envió una lechuza a Theo pidiéndole que se reuniera con ella y él le respondió al cabo de apenas quince minutos, diciéndole que podrían verse en casa de Blaise.
Por un momento Hermione se sintió culpable por exponer a su amigo al peligro, haciéndole salir del Lugar Seguro, pero no tenía otra forma de hablar con él y no se veía capaz de estar con Harry o Ronald sin terminar llorando como una magdalena. Además aun no estaba del todo segura acerca de Ron. Ginny y Harry habían conseguido detenerle, pero la última vez que había hablado con él parecía dispuesto a convertir a Draco en un saco de punching ball.
Cuando se apareció en la puerta de la mansión Zabini, suspiró con alivio al ver que Theo ya estaba allí, esperándola.
—¿Cómo estás? — preguntó observándola con aquella mirada fija y profunda que parecía ver más allá de su alma.
—Mejor —dijo fingiendo una sonrisa.
—Mentirosa —suspiró poniendo una mano en su espalda para guiarla hacia el despacho de Blaise.
Abrió la puerta dejándola pasar y señaló hacia los sofás con una mano mientras cerraba la puerta tras ellos.
—¿Hay alguna novedad? —preguntó ella cuando se hubieron sentado en el sillón frente a la chimenea y Theo la hubo prendido con un golpe de varita.
—No. Sigue sin recordar nada — se cruzó elegantemente de piernas apoyando los codos en la rodilla— es frustrante, parece que sea el mismo Malfoy del año pasado, no hay ni un solo atisbo de… bueno
—De mi Draco —terminó ella sonriendo con tristeza.
—Lo lamento —Theo frunció el ceño y la miró con una expresión abierta
Sí, lo lamentaba por ella, Hermione podía verlo en sus ojos. Puede que Theodore Nott fuera una serpiente y supiera sacar partido de las desgracias ajenas, pero sentía de verdad lo que ella estaba pasando.
Le agarró la mano y le dio un ligero apretón.
—Lo sé. Gracias. ¿Puedes contarme qué pasa con Astoria?
Sintió que el hombre se tensaba y las comisuras de sus ojos se arrugaban levemente.
—Está en su vida —dijo sin más.
—¿Cómo es posible? —Aunque intentó mantenerse serena le tembló la voz —Él me dijo que su relación fue hace mucho tiempo y apenas duró unos meses.
Él se frotó la frente y entrecerró los ojos, como si tuviera un problema artimántico entre manos que no era capaz de resolver.
—No lo sé —exhaló despacio —no puedo entenderlo. Pansy le contó todo, le explicó lo que Astoria había hecho, lo que había dicho… y aún así él…
—Está bien — replicó ella sin soltar su mano, no muy segura de poder escuchar el resto de la frase —¿Es cierto lo que dice Corazón de Bruja? Se han… ellos… ¿Se han comprometido?
—No —descartó él con un movimiento de la mano —eso no es cierto. Ella le sigue como un perrito faldero y él lo consiente. Come con ella, cena con ella e incluso ha acudido a la casa de los Greengrass en alguna ocasión.
—Suena bastante comprometido ¿Sabes? —interrumpió Hermione consiguiendo controlar el temblor de su voz.
—No, no lo está. No entiendo por qué está saliendo con ella, pero Blaise piensa que Astoria es lo último que recuerda y por eso se está aferrando a ella. Puede ser cualquier cosa, en realidad. Él recuerda que la dejó hace unos años, pero cree que estuvo con ella antes del accidente.
—Porque recuerda a Astoria y una habitación de hotel —se mordió el labio tembloroso —me lo dijo en San Mungo.
—Ya sabes que Draco nunca ha sido el mejor contando sus secretos, sus sentimientos o lo que tiene en la cabeza.
Algo se agitó en su pecho, algo doloroso que punzaba y hería hasta hacerla sangrar. Ella sí sabía como era que Draco se abriera, quizás no por completo, pero sí lo bastante. Puede que él jamás le hubiera confesado realmente sus sentimientos con palabras, pero sí lo había hecho con actos, con miradas, y con besos.
Ella ahogó un nuevo sollozo y Theo, maldiciendo, la atrajo a sus brazos y la apretó con fuerza.
—Verás como todo acaba saliendo bien Hermione, solo tenemos que tener paciencia.
—Tengo miedo Theo —susurró hundiendo el rostro en su cuello —no sé cómo puedo hacer frente a todo esto yo… si recuerda, tengo miedo de no poder perdonarlo.
La puerta se abrió con suavidad y Draco apareció seguido de Blaise y de Astoria.
—Vaya vaya —siseó arrastrando las palabras — creo que Granger ha encontrado un sustituto para calentar su cama.
Ella se congeló en el abrazo de Theo, pero él no se apartó ni la dejó hacerlo a ello.
—No estaría mal ¿Verdad Draco? —escupió Nott —al fin y al cabo tú la sustituiste antes —miró a Astoria con rencor —y saliste perdiendo, déjame decirte.
La bruja siseó pero no dijo nada porque conocía a Theo demasiado bien y sabía que, bajo aquella máscara fría y aquellas maneras cordiales era un Slytherin de la cabeza a los pies.
—¿Qué ha pasado con la privacidad en esta casa Blaise? —preguntó Theo con la voz fría y calmada al ver que Draco no respondía —creo que avisé que estaría aquí.
Su amigo pareció algo avergonzado.
—En realidad creí que ibas a la biblioteca —masculló con los pómulos enrojecidos —nos vamos.
—Algún día Malfoy —añadió Theo con voz gélida — me gustaría que recuperaras la memoria, ni te imaginas lo mucho que disfrutaría viendo como pides perdón de rodillas.
—¿Un Malfoy arrodillado?
Theo solo sonrió.
—Si hay justicia divina, te arrastrarás, literalmente, como el gusano en el que te has convertido en dos semanas.
Draco elevó el labio superior con una mueca de desprecio, pasó el brazo sobre los delgados hombros de Astoria y salió de allí cerrando con fuerza al salir.
Estaba furioso.
Cabreado como el demonio ¿Por qué motivo sentía esa necesidad de volver y golpear a Theo hasta convertirlo en una pulpa gimoteante?
Al entrar y verlos abrazados, una rabia burbujeante y ardiente le consumió por completo. Y ahora, siguiendo a Blaise por el pasillo, rodeando los hombros de Astoria, un dolor sordo que no comprendía se apretaba en la parte alta de su estómago.
¿Sería verdad que había algo entre él y Granger? ¿Qué tanto había habido?
Era incapaz de recordarla, incapaz de recordar una imagen, una palabra, un olor… no había nada. Lo último que recordaba de antes del accidente era a Astoria.
Y por eso pasaba los días con ella, rodeándose de ella, intentando que su cercanía le despertara algún recuerdo.
Pero en realidad estaba harto de su compañía, de su forma de cotorrear, de sus exigencias. Harto de su perfume demasiado floral, de su risa estridente, de la forma empalagosa que tenía de pronunciar su nombre y las insistentes e infructuosas insinuaciones para que compartiera su cama. Harto de ella.
Se apartó, chasqueando la lengua con fastidio cuando la bruja volvió a pegarse a su torso y entró a una pequeña sala de té.
—¿Están juntos? —preguntó a Blaise con brusquedad.
Astoria gruñó por lo bajo pero la ignoró, su amigo, sin embargo, entrecerró los ojos, observándole con intensidad.
—¿Por qué? —miró de reojo a la mujer —¿Acaso te importa?
—Contéstame.
Blaise, sin embargo, se encogió de hombros.
—¿Podemos hablar sin que esté presente el parásito que llevas constantemente pegado del brazo?
—¿Cómo te atreves? —siseó Astoria
—¿Yo? —sonrió con tanta malevolencia que la mujer se estremeció —Yo no he perdido la memoria, querida, si aquí mi amigo Draco quiere jugar contigo a seguirte el rollo es su problema, pero no trates de hacerme pasar por gilipollas ¿Quieres? Estás en mi casa, mi techo, mis normas.
No sé qué coño has hecho para tenerle como un perro —miró a su amigo sacudiendo la cabeza —pero el resto del mundo sabe que eres una psicótica que lleva años acosándole, así que deja de hacerte la víctima y vete de mi casa.
—¿No piensas hacer nada, Draco? —le preguntó ella, aferrando la varita pero sin atreverse a dar el paso, sabiendo como sabía que Zabini era mejor que ella en duelos.
—Lárgate —dijo Draco
—¿Cómo dices?
—Que te largues, iré luego a tu casa, ahora vete. Quiero hablar con él.
Fulminando a ambos con la mirada la bruja se marchó entre maldiciones y bufidos nada elegantes.
—¿Qué haces con ella Draco? —preguntó Blaise dejándose caer en un sofá, agotado de todo aquello.
—Intento recuperar la memoria, ella es lo último que recuerdo, si estoy con ella quizás algún olor, una palabra, algo me hará recordar.
—Draco, llevabas meses sin verla más que algún encuentro casual, interpusiste una demanda de acaso ¡Por Salazar! Está diciendo por todas partes que os vais a casar ¿No te das cuenta de que está loca?
—¿Cómo sabes que es mentira lo que dice? —preguntó apretando los puños, hasta los huevos de que le cuestionaran a cada paso.
—Merlín Draco, espero de verdad que eso no sea cierto o el día que realmente recuerdes la memoria querrás estar muerto.
—¿Estamos dramáticos?
Blaise se acercó a un aparador, sacó una botella de licor de duende y llenó dos copas, bebiéndose la suya de un trago.
—No. Realmente te gustaba Granger —dijo ofreciéndole la bebida —la forma en la que os mirábais, os tocábais, la forma en que orbitábais el uno alrededor del otro… después de lo que viví con Pansy, lo que me costó llegar hasta aquí, me alegré por ti, incluso aunque Theo habría preferido matarte.
—¿Están juntos? —preguntó de nuevo cambiando de tema porque empezaba a sentirse incómodo.
—No lo creo, ella no podría, al menos no ahora.
—¿No ahora? ¿Qué quieres decir?
—Eventualmente, teniendo en cuenta tu actitud de mierda y la compañía que frecuentas, ella dejará de esperar que recuerdes, te olvidará, pasará página y te diré algo, si Theo ve una sola oportunidad la aprovechará. Antes de que tú aparecieras en escena y regresaras de Francia, él quería estar con Granger.
—¿Y por qué no está con él?
Blaise suspiró.
—Perdió el tiempo, me temo. Cuando por fin decidió que era hora de lanzarse a la piscina, apareciste tú.
—No lo recuerdo —dijo con frustración.
—¿Y que no lo recuerdes te da derecho a ser un completo capullo?
Draco suspiró y bebió su licor.
—No, supongo que no.
—Lo que ha dicho Theo es verdad ¿Sabes? Si regresan tus recuerdos vas a querer arrastrarte delante de Hermione y suplicarle que te perdone.
—Jamás haría algo así —espetó con molestia.
—Créeme, lo harías. Solo espero que no sea demasiado tarde.
Antes de pensar en lo que estaba haciendo se dio la vuelta, salió de la sala y se dirigió al despacho con paso decidido.
Cuando abrió, ambos seguían sentados muy juntos en el sillón, aunque ya no se abrazaban.
—Necesito hablar contigo, Granger
—No —replicó Theo incorporándose para levantarse y ponerse delante de la mujer.
—No estoy hablando contigo Nott.
Él solo resopló.
—Draco, tú no te acuerdas pero yo te advertí de esto, te advertí que si la hacías daño íbamos a tener unas palabras, te advertí que, cuando la cagaras, yo estaría ahí.
—Si tu lo dices… —respondió Draco arrastrando las palabras en un siseo.
—Theo, está bien —puso la mano sobre la de él —hablaré con él.
—Me quedaré —replicó entre dientes.
—Ni de coña —espetó Malfoy —no quiero hablar contigo sino con ella.
—Theo, por favor
El susurro suave de Hermione hizo que el hombre asintiera con brusquedad y fuera hacia la puerta
—Estaré fuera, justo aquí —dijo saliendo al pasillo y cerrando tras él.
—Muffliato
Draco lanzó el hechizo insonorizador a la puerta y miró a la castaña con los brazos cruzados sobre el pecho.
—No te recuerdo. En mi mente, la última vez que hablé contigo fue en la recepción de la boda de Shacklebolt. No recuerdo haber vuelto de Francia, ni el asesinato de mi padre, ni el secuestro de mi madre ni absolutamente nada que tenga que ver contigo, con una investigación y con San Potter.
—Me he dado cuenta —murmuró ella con ironía, evitando mirarle a los ojos.
Era demasiado difícil ver ahí, con aquella mirada de acero, fría, llena de desconocimiento, de desinterés. Empezaba a sentir la ansiedad reptar desde la parte baja de su estómago, subiendo sinuosamente hacia su garganta.
—Yo… —se frotó la frente y exhaló despacio —mira Granger…
¿Por qué dolía tanto oír su indiferencia? Hermione se mordió el labio inferior e inspiró despacio, en su mente únicamente las órdenes básicas para no entrar en pánico. Inspirar, expirar, inspirar, expirar
— No quiero hacerte daño, sé que no lo parece pero estos años… no soy el mismo capullo de antes —suspiró con frustración — de veras yo… siento no recordarte pero por mucho que quisiera hacerlo para mi eres solamente Granger. Te agradezco lo que hiciste por mi en los juicios, tus palabras en la boda de Shackelbolt y todo lo que hayas hecho estos meses, pero —se encogió de hombros con impotencia —tengo la sensación de que tú esperas algo y… joder, no sé como decir esto sin que parezca… —suspiró de nuevo —por lo que he oído o he leído creo que tú sientes algo por mi, bueno, no por mi, supongo que por la persona que fui estos últimos meses, pero ese Draco no existe Granger —frunció el ceño y sacudió la cabeza —siento que esto te cause dolor, pero es que yo no siento nada por ti.—la miró con lástima e incomprensión — Ese Draco que tal vez te correspondía, no soy yo. Entiendo que había una relación entre nosotros, supongo que era algo más que follar de vez en cuando, pero ahora mismo yo… eres guapa y eso, pero —la miró desde su alborotado cabello a sus pies enfundados en unas viejas deportivas —ni siquiera eres mi tipo, no logro entender qué pasó.
Se quedaron en silencio, mirándose en la distancia y al cabo de unos minutos ella asintió.
Sus enormes ojos castaños secos, tranquilos, su boca suave, fruncida en una mueca similar a una sonrisa y sus hombros tensos rígidos, sin apoyarse en el sofá.
—Te agradezco la sinceridad —respondió con la voz tomada, pero sin un solo temblor. Se levantó, sorprendida de poder hacerlo y de poder caminar sin que sus rodillas se vencieran y la hicieran caer contra el suelo. Cuando llegó a su altura una sonrisa que no llegó a sus ojos se dibujó en su boca —Si, tampoco yo entendí qué pasó. Está bien. Realmente espero que seas feliz y me alegro de haber compartido contigo estos meses aunque nunca los recuerdes. Cuídate Malfoy.
—Cuídate, Granger.
Cuando se marchó, tras despedirse de Blaise y Theo pidiéndoles que le dieran una carta a Pansy, volvió a la mansión, apareciéndose en su Lugar Seguro antes de colapsar.
Suponía que recordaría aquellas palabras el resto de su vida.
El impacto de escucharlas fue tan terrible que sintió, realmente sintió como su mundo oscilaba, como los pilares sobre los que estaba cimentando su vida se partían en dos y destruían su presente de forma brutal.
Él había quitado violentamente el suelo sobre el que ella caminaba, arrebatándole todo lo que creyó suyo.
Ni siquiera podía llorar. Estaba completamente en shock, respiraba porque era un reflejo biológico, caminaba porque su cerebro le impelía a huir, a refugiarse donde nada ni nadie la encontrase.
Llegó a su habitación y se desnudó como en trance, se puso de nuevo la camiseta de Slytherin que Draco le había obligado a ponerse en lo que parecía una vida atrás y se acostó en la cama, en el lado que ocupaba siempre él, hundiendo la cara en la almohada que aún conservaba su olor. Se abrazó a ella, aun sin poder sollozar, recordando el eco de sus palabras una y otra y otra vez.
Ese Draco que tal vez te correspondía, no soy yo.
Ni siquiera eres mi tipo, no logro entender qué pasó.
Ese Draco no existe, Granger.
No podía sacar de su cabeza la forma en la que había entrado con Astoria, la forma en la que sujetaba sus hombros, cómo una vez lo había hecho con ella, apenas poco más de tres semanas atrás. ¿Cómo iba a seguir adelante? ¿Cómo se recuperaba una de algo así?
Quería gritar, fuerte, muy muy fuerte. Primero sus padres y ahora Draco. ¿Por qué las personas a las que más amaba tenían que olvidarla?
Olvidarla.
De nuevo.
Draco no recordaría nada de todo lo que habían vivido, del mismo modo en que su madre no recordaba haberla dado a luz. Draco nunca sabría que habían comprado un pequeño abeto perfecto en navidad, igual que su padre no recordaba subirla sobre sus hombros para poner la estrella.
Una repentina nausea hizo que se levantara de la cama y corriera al cuarto de baño. Vomitó, aunque ni siquiera había comido y así, sentada en el suelo, agarrada a la taza, Hermione rompió a llorar, sabiendo, que finalmente todo había terminado.
Cuando consiguió recomponerse lo bastante como para levantarse y darse una ducha salió de allí, fue a la sala y cogió una bonita caja de madera decorada con arabescos en relieve que guardaba en el armario de las películas. Allí estaban todos los recortes de prensa que hablaban de ellos, las fotografías de Corazón de Bruja, los reportajes de El Profeta e incluso algunas fotos que Luna había hecho en Año Nuevo y otras de La Madriguera que Audrey había tomado en Navidad. Dobló la camiseta que se había quitado para ducharse y la metió allí también, junto con el brazalete que tanto le había gustado. Con una última caricia a la cabeza de la serpiente, cerró la caja e inspirando profundamente fue al escritorio, aún envuelta en la toalla. Cogió pergamino, pluma y tintero y comenzó a escribir.
Era un día normal, jamás habría esperado que Harry y Kingsley me llamarían para ofrecerme algo que cambiaría mi vida para siempre: Trabajar contigo.
Las palabras fluyeron de sus dedos, una tras otra, conformando una historia, su historia. Escribió sobre lo que había ocurrido, sobre sus discusiones, sobre la fiesta del Ministerio, sobre su beso, sobre su madre, sobre Morgan y el ataque de Pansy, sobre el Lugar Seguro, sobre sus sentimientos y el accidente.
Escribió hasta que la noche cayó y el día llegó a su fin. Y siguió escribiendo hasta que el reloj marcó las dos de la mañana.
Solo entonces, con la mano dolorida y tras haber volcado en aquel rollo de papel todo lo que tenía en su interior, guardó aquella historia, aquel capítulo de su vida en la caja de los recuerdos y se metió de nuevo en la cama, cerrando los ojos, completamente agotada.
Quizás, algún día, sus caminos volverían a cruzarse, tal vez en una estación de tren, un primero de septiembre cuando ambos llevaran a sus hijos a King´s Cross. Igual, en el futuro, él despertaría un día y recordaría que tiempo atrás, Hermione había sido parte de su vida.
Ahora solo tenía que aprender de nuevo a vivir, a olvidar ese pequeño tiempo entre tiempos, esa pequeña utopía
