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Un Lugar Seguro
Al día siguiente volvió a encontrarse con Draco aunque, por desgracia, en un contexto algo menos grato que el anterior ya que el escenario pasó de ser un bar a un hospital y por cutre que fuera la Bruja Bizca, al menos era algo más alegre.
Harry le pidió que estuviera presente en San Mungo cuando fuera a hablar con Narcisa y ella accedió pese a que suponía que Malfoy no estaría muy contento con la situación. No por ser ella quien hiciera el velado interrogatorio, sino porque siendo protector como era con su madre, no creía que le gustar que el Ministerio fuera a hacerle preguntas apenas había regresado de un estado similar a la muerte.
Esa mañana eligió la ropa meticulosamente, riéndose de sí misma por sentirse como una adolescente que quería impresionar a su amor secreto. Finalmente se puso un vestido en evasé negro, por encima de la rodilla con una blazer larga color crema. Se hizo una trenza suelta y se aplicó un poco de maquillaje, se calzó unos zapatos de tacón, cogió el bolso y se apareció en San Mungo dónde había quedado con Harry a primera hora.
Draco ya estaba ahí, haciendo guardia en la puerta de la habitación de su madre del mismo modo que Fluffly había hecho guardia sobre la trampilla de aquella habitación del tercer piso de Hogwarts en su primer año de colegio. Y, al igual que Fluffy, parecía bastante irritado por la presencia de intrusos, aunque por suerte no babeaba ni enseñaba los colmillos.
Se acercó tratando de aparentar una calma y una profesionalidad que estaba lejos de sentir en ese momento.
—Buenos días —dijo educadamente tanto a él como a los aurores que tenían la misión de vigilar a la señora Malfoy.
—Buenos días señorita Granger —respondió el más joven con una sonrisa de apreciación que no ocultó.
—Buenos días —replicó la auror que estaba con él dirigiendo una mirada de reproche a su compañero.
Draco solamente gruñó.
—¿Ha llegado Harry?
—No —dijo Draco con un gesto de fastidio —el señor jefe de aurores me ha hecho estar aquí a primera hora, pero él ha decidido llegar tarde.
Hermione miró su reloj.
—No llega tarde —respondió mordiéndose la lengua para no sonreír ante lo infantil que sonaba el rubio —faltan cuatro minutos para las ocho. Tú has llegado pronto.
—Me dijo a primera hora —farfulló fulminándola con la mirada —no especificó que fueran las ocho.
—Buenos días —Harry apareció en ese instante por el pasillo con su túnica de auror y llevando una carpeta llena de documentos bajo el brazo —Hermione —le dirigió una sonrisa y asintió mirando a Draco —Malfoy. ¿Entramos?
—Oh sí Potter —dijo con voz de falsete —ella está bien ¿Cómo dices? —preguntó como si estuviera realmente manteniendo una conversación — Oh sí, también está despierta, ¿Qué si me importaría que pasaras a hablar con ella? Claro, señor Potter, por supuesto que no hay problema… pasemos.
Los pómulos de Harry se colorearon levemente, carraspeó y se subió las gafas que se habían resbalado un poco por el puente de su nariz.
—Claro yo… esto… ¿Podemos pasar?
Draco puso los ojos en blanco.
—Sí, ella está despierta, los medimagos han dado el visto bueno para este inte…. para esa charla tan… agradable — añadió arrastrando levemente las palabras — así que supongo que cuanto antes empecéis antes os largaréis de aquí.
Abrió la puerta y dejó pasar a Hermione, después pasó tras ella dejando que la puerta se cerrara delante del auror.
Harry la sujetó con un bufido, y pasó también a la habitación.
Narcisa Malfoy estaba recostada sobre unos almohadones leyendo un libro. Se veía muy demacrada, los brazos tan delgados que parecía que se romperían por un mal gesto, las mejillas hundidas y los huesos de la clavícula demasiado marcados.
Hermione hizo una mueca y miró a Harry quien también observaba a la señora Malfoy sintiéndose tan incómodo como ella por molestarla en un momento tan delicado.
—Madre —dijo Draco avanzando hasta la cama para tomar la mano de la mujer en un suave apretón —Potter quiere hacerte unas preguntas.
—Por supuesto —siempre correcta, formal y elegante, Narcisa, pese a su estado, se sentó más recta y miró a ambos como si fueran una visita a la que atender en Malfoy Manor —les señaló unas sillas con un ademán magnánimo —señorita Granger, señor Potter.
—Buenos días señora Malfoy —respondió Hermione con suave cortesía sentándose donde ella le había indicado.
—Buenos días —Harry también se sentó, subiéndose un poquito los pantalones de la rodilla para que no le quedaran tirantes y se colocó de nuevo las gafas —lamentamos todo lo que ha ocurrido y lamentamos la pérdida de su esposo.
La mujer asintió con cordialidad aunque el dolor en sus ojos fue imposible de ocultar.
—¿Puede concedernos unos minutos para unas preguntas? —preguntó Harry
—Imagino que necesitan saber qué recuerdo ¿Verdad?
—Exactamente.
—Todo —dijo con una sonrisa cansada y sin humor —desgraciadamente. Mi esposo y yo estábamos en la sala de música. Yo tocaba el piano y él ojeaba un libro de cuentas mientras me contaba algo sobre el negocio emprendido por el joven Zabini y la posibilidad de invertir en él. Draco había salido con sus amigos a tomar algo y estábamos pensando en acostarnos cuando ella llegó.
—¿Ella? —preguntó Hermione tensándose en la silla.
—Sí, señorita Granger, ella.
—¿Quién era, señora Malfoy? —preguntó Harry.
—No lo sé. Jamás la había visto con anterioridad.
—¿Se apareció, madre? —en aquella ocasión fue Draco quien hizo la pregunta.
—Sí, pero no ella.
Los tres la observaron con idénticas caras interrogantes y ella prosiguió.
—Ella no llevaba varita y no hizo una aparición, un elfo doméstico iba con ella. Él fue quien apareció.
—¿Un elfo? —preguntaron los tres con distintos grados de incredulidad.
—Sí. Un elfo libre al que Lucius despidió hace menos de un año porque le vio husmeando en su despacho.
—¿Cómo? —Draco alzó las cejas con sorpresa —¿Un elfo husmeando en los papeles de padre?
—Sí, algo poco común, si quieres mi opinión. Tenía un sueldo bastante decente y un día libre a la semana, trabajaba en las cocinas.
—Así es como entran —murmuró Hermione con un asombro que no fue capaz de contener —jamás hubiera imaginado algo así. Pero tiene sentido.
—¿Tiene sentido de qué forma?—preguntó Draco que, al no tener recuerdos sobre la investigación jugaba con desventaja.
—Los allanamientos de morada han sido limpios, sin huellas. Un elfo doméstico puede entrar y salir sin problema.
—Solo en la casa en la que sirve.
—Dobby pudo entrar en la mansión Malfoy incluso después de que tu padre le diera la prenda —dijo Harry.
—Señor Potter —interrumpió Narcisa —quizás debería decir que usted se la dio —dijo alzando una ceja.
Harry se ruborizó.
—Bueno, Dobby pudo entrar después de eso.
—La magia de los elfos es muy poderosa y ancestral, la vinculación mágica de la casa en la que sirven no se rompe una vez creada —dijo Hermione que sabía más que ninguno de ellos de seres y criaturas mágicas.
—Pensé que eso era en elfos siervos —dijo Harry —¿Cómo puede eso afectar a los elfos libres que no tienen una vinculación de sangre?
—No lo sé —Hermione frunció el ceño —en el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas están estudiando la forma de romper ese vínculo, pero aún no se ha llegado a una conclusión clara —se encogió de hombros con impotencia —Los magos y brujas nunca han estado demasiado interesados en el resto de seres mágicos por considerarlos inferiores en muchos puntos. Nadie hasta ahora ha sentido ningún interés en ahondar e indagar sobre los elfos, sus costumbres o sus vínculos mágicos. Pero cuando dejó de permitirse la esclavitud fue cuando mucha gente empezó a preguntarse ciertos aspectos de ellos que hasta el momento nunca habían tenido interés.
—Pero ¿Eso quiere decir que hay elfos en el BR? —preguntó Harry con incredulidad.
—No creo que haya elfos, Harry. Pero ¿Y si hay un elfo? —dijo con media sonrisa y las cejas alzadas —¿Y si es leal a la familia del mago o bruja que esté detrás de todo esto? Creo que si hablamos con Blaise, Theo e incluso con los señores Greengrass o los Bulstrode, todos habrán tenido a ese elfo en algún momento a su servicio.
—¿Qué hay de Carrow? No vivían en Londres, es imposible que tuvieran contratado a ese elfo en algún momento de los últimos años —replicó.
—Su casa estaba a la venta ¿Verdad? —preguntó Malfoy — Nadie necesitaba romper protecciones, no estaba habitada, las protecciones mágicas se deshabilitan en esos casos. —al ver que le observaban se encogió de hombros —he leído los pocos informes que Potter me ha dejado ver.
—Y Pansy —añadió Hermione —tenía la tienda abierta cuando la atacaron, además conocía a los atacantes y no pensó que fueran a hacerle daño. Ella habría abierto la puerta incluso con la tienda cerrada.
—Necesitaremos los datos del elfo —dijo Harry —mirando a la señora Malfoy —Supongo que tendrían los papeles reglamentarios que se rellenan para el Ministerio en los contratos laborales de elfos libres
—Por supuesto. Le diré a Draco donde encontrarlos, están en el despacho de mi difunto esposo.
—Perfecto —replicó Harry —¿Cree que podría ayudarnos a dibujar a la mujer? Podría pedir a un auror especializado en dibujo que viniera.
—Puedo hacerlo yo misma —respondió Narcisa con altivez —sé dibujar decentemente, lo suficiente para plasmar la imagen de esa mujer con los ojos cerrados.
—¿Fue ella quien le dio el filtro? —preguntó Hermione
—Sí. Desgraciadamente no pudimos coger las varitas que estaban en el aparador —murmuró la mujer, todo fue demasiado rápido —miró a Hermione —me han dicho que usted hizo la poción que me trajo de vuelta. Gracias, señorita Granger.
—Simplemente seguí la receta, señora Malfoy. Su hijo pasó meses experimentando en su laboratorio buscando la forma de ayudarla. Creo que si no hubiera… en fin, tenido el inconveniente que le privó de sus… recuerdos más recientes, finalmente lo habría conseguido. Es muy persistente.
Narcisa sonrió. Una sonrisa real que probablemente fue la primera que Hermione vio en aquel rostro algo avejentado por la experiencia a la que había sido sometida.
—Sí que lo es —miró a su hijo —querido, te diré dónde están los papeles que debes dar al señor Potter. Tráeme mis materiales de dibujo cuando regreses.
—Claro madre.
—Ahora quiero descansar —dijo como una reina despidiendo a sus súbditos.
Todos se dieron por aludidos, se levantaron y dejaron la habitación.
—¿Podrías llevar al Ministerio los datos o mandármelos por lechuza? —preguntó Harry.
—Sí, a lo largo de la mañana.
—Perfecto —miró a su amiga —¿Vienes al Ministerio?
—Iré después, me gustaría hablar con Malfoy primero.
—De acuerdo. Adiós.
Harry se despidió y salió por el pasillo a grandes zancadas.
—¿Podríamos tomar un té? —preguntó Hermione a Malfoy cuando se quedaron solos.
Draco se encogió de hombros con un gesto elegante.
—Si no te importa que sea en la mansión. El té de San Mungo es basura y ya que necesito ir a mi casa, bien puedes acompañarme.
Cuando Draco hubo encontrado y enviado a Potter la información de la contratación del elfo y recogido los materiales de pintura de su madre para llevarlos San Mungo, se sentaron en la misma sala de las últimas veces.
—Bien Granger, tú dirás.
—Supongo que aún no has hablado con Blaise.
—Sí, anoche fui a su casa.
Draco pidió té, café y pastas a uno de los elfos y se recostó en la silla.
—¿Te quedarás con ellos?
—¿Sabes, Granger? Pareces deseosa de que me marche de mi propia casa.
Ella resopló.
—No me gusta que estés aquí sin la protección de un Lugar Seguro —agradeció al elfo y se sirvió un té, echando dos cucharadas de azúcar — es peligroso, tengo una extraña sensación —dijo abrazándose a sí misma. Todo parece estar más en calma, como si las últimas detenciones hubieran dado un golpe a la estructura del BR, pero aún hay una ejecutora suelta, por no hablar de que seguimos sin saber quien es la cabeza de la hydra. Siento, no sé, que algo está por ocurrir.
—Y mientras ese puto elfo esté suelto da igual si Potter rodea la mansión con un ejército, la seguridad ahora mismo no existe.
—Sí, existe en los Lugares Seguros, en casa de Harry, La Madriguera… hay zonas que aún son seguras, pero no puedes estar aquí. Tú no recuerdas lo que le ocurrió a Theo pero…
—Lo leí —dijo él tragando saliva —también Blaise me habló de ello.
—¿Irás? —preguntó ligeramente ansiosa.
—No
Ella le fulminó con la mirada y tomó aire para empezar una disertación acerca de los riesgos y los beneficios.
—No hace falta que me des una charla, Granger, estoy seguro que tienes un listado de pros y contras que estarás encantada de decirme de carrerilla pero no servirá de nada. He tomado una decisión.
—Malfoy no sirve de nada la arrogancia en este momento….
—Iré contigo.
Aquellas palabras la callaron de golpe y un silencio abrumador se cernió sobre ambos. Se miraron con intensidad y la mujer se sonrojó encantadoramente antes de esconderse tras la taza de té.
¿Encantadoramente? Se dijo Draco con un pescozón mental ¿Desde cuando se había convertido en un imbécil de tal calibre?
Sacudió la cabeza esperando que de esa forma sus neuronas volvieran a hacer sinapsis y se cruzó de piernas.
—Es lo mejor. Estaré en un sitio seguro y a la vez estaré contigo —el corazón de Hermione no pudo evitar dar un vuelco ante sus palabras pese a que él añadió —mi madre aún tardará en salir de San Mungo. Según los medimagos, siendo optimistas, estará al menos un mes allí. Mientras no podamos salir de Londres lo mejor que puedo hacer es intentar recordar, investiguemos eso del hipotismo y de paso quizás tu presencia me ayude. Ayer fue el primer día que tuve algo similar a un recuerdo desde el accidente.
—Hipnotismo —murmuró suavemente. Una parte de ella se dolió por el egoísmo de él, pero intentó recordarse que el Draco con el que se reencontró al volver de Francia no era mucho mejor que ese que tenía en frente —está bien ¿Quieres ir ya?
—Recogeré algunas cosas —se miró el reloj —¿Qué tal en media hora en el hall?
—Está bien.
Hermione decidió usar ese tiempo para recoger la estancia, ocultar cosas que tenía por el medio y dejar todo más o menos decente. Decidió que añadirían la habitación entre los dos porque no era seguro para ella en su estado agotarse demasiado, puso unas protecciones en su habitación para evitar que él pudiera entrar y darse cuenta de que ella tenía secuestradas todas sus cosas y salió por la puerta que daba al pasillo.
—¿Granger? — Él se acercaba hacia ella con un baúl levitando tras él y miró la pared vacía —¿Es aquí?
Ella sonrió al ver la cara de pasmo del hombre ¿No era irónico que hubiese sido él quien hubiera hecho esa magia tan maravillosa y ni siquiera lo recordara?
—Sí. Solo funciona con tu presencia y la mía —le señaló un punto —tienes que poner la mano ahí.
Él lo hizo y la puerta fue apareciendo lentamente.
—Es algo parecido a…
—La Sala de los Menesteres —terminaron a la vez.
—Sí —sonrieron con algo similar a la complicidad.
Draco alzó una ceja, sorprendido.
—Es muy buena idea.
—Es tuya —dijo ella con orgullo.
—Soy brillante —respondió él repitiendo, sin saberlo, las palabras que ella dijera tiempo atrás.
—Y el sumun de la humildad.
— No —replicó con una mueca de desagrado y moviendo negativamente la cabeza —eso no.
Hermione puso los ojos en blanco y entró a la sala seguida por él y su baúl.
—Es más grande de lo que esperaba.
—Sí que lo es, lo adecuamos entre lo dos —respondió ella señalando a los distintos espacios —hicimos una pequeña cocina y dividimos el espacio principal en una zona de estudio con la mesa grande y las estanterías, y la zona de estar. Antes teníamos una mesa de comedor pero no la usábamos, solíamos comer en la encimera de la barra o en el sillón.
—¿En el sillón? —la miró horrorizado.
Hermione rió.
—Te volviste algo… flexible con ciertas cosas.
—¿Qué es eso? —preguntó señalando la televisión.
—Te lo explicaré en otro momento —no quería volver a pasar por aquella conversación, no con alguien tan curioso y preguntón como él —esa es mi habitación —señaló la puerta de la derecha —ese es el baño —dijo indicando la otra puerta que había en la estancia —y ahí estaba el otro dormitorio. Si me ayudas creo que no tardaremos nada en volver a prepararlo.
Draco la miraba con intensidad, como si ella fuera un difícil problema de Aritmancia que era incapaz de resolver.
—Me cuesta entenderlo —estaba serio, sin un ápice de burla o mala intención en su voz.
—¿Qué? ¿Que hayas dormido conmigo?
—Sí —respondió en el mismo tono — no por ser tú —añadió al ver que los ojos de ella parecían opacarse —si no por….
—Por las pesadillas —terminó por él —bueno, dejaste de tenerlas.
Los segundos pasaron, convirtiéndose en minutos y Draco continuaba mirándola. Sus ojos como galio derretido fijos en ella, estudiándola, casi como si estuviera usando algún hechizo no verbal de legeremancia para robarle todos sus secretos. Hermione empezó a sentir que se ruborizaba
—Quiero recordar —dijo finalmente en un murmullo ronco.
Hermione se encogió ante el triste sonido de su voz y sintió la humedad de las lágrimas luchando por ser contenidas.
—Quiero recordarte —añadió mucho más bajito.
Pero ella le escuchó y una de esas lágrimas se escapó por la comisura de su ojo derecho, dejando un rastro húmedo por su mejilla. Tragó, intentando que la angustia que se había anudado en su garganta bajara e inspiró hondo.
Santa Morgana, era tan difícil mantener la distancia, no tocarlo, no abrazarlo, tenerlo allí, a un brazo de distancia y sentir que estaba a un océano.
—Lo siento —dijo limpiándose la mejilla.
Y antes de que pudiera preguntar, se abalanzó sobre él y le abrazó con fuerza mordiéndose el labio para ahogar un sollozo y cerró lo ojos esperando el momento en que Draco la empujara o la alejara, disfrutando del tiempo que pudiera estar así, sintiéndole, oliéndole, rodeándose de nuevo de él.
Pero Draco no la apartó.
No habría podido incluso aunque hubiera querido hacerlo. Y no quería.
Sin pensar, la rodeó con sus brazos y la apretó contra su cuerpo con fuerza.
—Está bien, Draco —los dedos de ella acariciaban su pelo con suavidad —todo está bien.
Él estaba sentado, angustiado, sus muros habían caído y aquellos gritos, sus gritos, le empujaban de nuevo al abismo. Pero ella estaba allí, murmuraba palabras de consuelo y se aferraba a él, dandole su calma y su paz.
Se apartó lentamente de ella y la miró a los ojos.
—Gracias —dijo
—Malfoy…
—¿Vuelvo a ser Malfoy?
Hermione le miró con las pupilas ligeramente dilatadas y él frunció el ceño, llevándose la mano a la frente, desconcertado.
—Tú, me consolaste, te hablé de los gritos, de mis pesadillas yo… necesito sentarme.
Hermione le ayudó a llegar al sillón y le fue a buscar un vaso de agua que Draco bebió de un trago.
—¿Ocurrió? ¿Fue real?
Hermione asintió mordiéndose el labio.
—Estábamos en mi apartamento.
—Es como si… tratara de agarrar esa pequeña cuerda para tirar del hilo pero no la alcanzo, se me escapa de entre los dedos cuando parece que está aquí, que la atraparé. Maldita sea.
—Está bien —sonrió con un brillo en los ojos que antes no había tenido —recordaste algo, eso debe ser bueno.
—Te ayudaré a mover las cosas para poder hacer la habitación.
—Claro —ella llevó el vaso a la cocina y tomó su varita —volveré a transfigurar los muebles mientras ubicas el cuarto.
Trabajaron en cómodo silencio y ella no pudo evitar recordar cuando hicieron lo contrario, los nervios, las ganas, la alegría de ir con él. Pero no se dejó vencer por la pena. Draco había recordado de nuevo ¿Aquello no era algo positivo? La esperanza floreció en ella inevitablemente.
Cuando terminaron, Draco metió sus cosas en la habitación y salió al cabo de unos quince minutos.
—Iré a San Mungo a llevar a mi madre sus pinturas.
—Te acompañaré.
—Granger, no necesito una guardaespaldas —masculló molesto
—No claro, porque lo que necesitas es una niñera —espetó con acritud
— Por lo que yo sé tú también eres un objetivo ¿No es por eso por lo que terminaste aquí en un primer lugar?
—Malfoy. Esto no se trata del BR. No voy a arriesgarme a que Astoria Greengrass esté por allí y pueda usar lo que sea que está usando contigo.
Draco alzó la ceja con altivez y una sonrisa ladeada se dibujó en su cara.
—¿Celosa?
—Por supuesto —dijo con una sinceridad que le dejó patidifuso —tú no recuerdas nada, pero yo sí. Me enamoré de ese Draco que eras, le quería y algo me dice que esa zorra tiene algo que ver en todo esto.
—Es un poco manipuladora, sí… y es cierto, no está bien hacer eso.
—¿No está bien? Es una zorra egoísta, manipuladora e infantil que solo piensa en sí misma y a la que le da igual todo lo que está ocurriendo, ni siquiera se para a pensarlo. Es una de las cosas que no soporté de ella. La han criado para tenerlo todo y lo quiere todo. Cuando no lo tiene es como un tiburón dispuesto a todo por conseguirlo.
—¿Avisamos a Harry para que envíe a un auror a la mansión Greengrass? Tal vez pueda mandar a ese tal Higgs para que consuele a la zorra egoísta.
Se echó a reír ante las palabras de Hermione con ella sentada en su regazo, besándose, sintiendo la felicidad estallar en su pecho al tenerla allí, junto a él, pese a todo.
Draco parpadeó y se frotó la cara, de nuevo confuso.
—¿Qué te pasa? —Hermione se acercó a él, atenta a aquellas reacciones —¿Has vuelto a recordar algo?
—Yo… no lo sé, no sé si son recuerdos, hablábamos de Astoria… nos… besábamos —miró a su alrededor —estábamos aquí.
Volvió a mirarla con intensidad y Hermione sonrió pasándose un mechón de pelo tras la oreja, ligeramente avergonzada por lo que había dicho antes de que él entrara en ese pequeño trance.
Draco no pudo evitar revivir durante unos segundos aquella felicidad, aquella absoluta plenitud que había sentido en la visión, aquel beso, casto pero lleno de cosas que no era capaz de comprender realmente.
Se preguntó qué pasaría si intentara besarla. Lo cierto era que, aunque al principio después del accidente su contacto le había hecho sentir rechazo, en ese momento no le asqueaba en absoluto la idea de besarla, de besar a la mujer de su cabeza, a ese posible recuerdo.
—Querría probar algo —dijo antes de poder arrepentirse —si te parece bien.
Rara vez pedía. Draco prefería actuar en lugar de pedir permiso pero lo cierto era que no quería meter la pata más de lo que ya la había metido y a cada momento estaba más seguro de que ella tenía la llave a sus recuerdos. Lo último que necesitaba era que se marchase de allí presa de un ataque de ira o decepción. Tenía que tener cuidado porque si dependía de ella que él pudiera recuperar su memoria, lo mejor sería mantenerse en los mejores términos posibles.
—¿El qué?
Se acercó a la bruja y volvió a colocar el rebelde rizo tras su oreja. Permaneció serio pese a las ganas que tenía de sonreír al ver como se dilataban las pupilas en aquellos ojos castaños, como el pulso de su cuello se aceleraba y su respiración se volvía más pesada.
Oh sí, a ella le gustaba su cercanía y no lo escondía, como no había escondido sus sentimientos.
Me enamoré de ese Draco que eras, le quería.
Sus palabras aún reverberaban en su cerebro una y otra vez.
—Quiero besarte —dijo con la voz un poco más baja de lo habitual —como en esa extraña visión, quiero comprobar si eso me hace recordarte.
…..
NA: ¿Qué decís? Que sí o que no…
