Bueno! Aquí venimos... Aviso importante, os juro que todo va a mejorar para final de semana, por si alguna quiere tirarme una piedra o algo.
Espero, de corazón, que estéis disfrutando esta historia porque yo lo estoy haciendo, creo que no disfrutaba tanto escribiendo desde que escribí CAH, gracias por compartir esto conmigo: mariapotter, Augenblick29,wendisnice,Majo1989,camiqueen,superjunior15,Caro2728,HelenaJane,Wendy,Belen... Shadowkiss y Brigitte Black bienvenidas ^^
Y gracias a los que leeis aunque no comentéis, a los que me mandáis mensajes y a los que ponéis un corazón o un seguimiento, de verdad,que esta historia es para vosotros.
Besos y abrazos
AJ
Esperanzas
El rostro de Hermione que había estado sonrojado segundos antes perdió todo el color de golpe.
Draco hubiera querido disfrutar del momento, pero ella cerró los ojos y, una vez más, cayó desmayada entre sus brazos.
—Mierda Granger, esto empieza a ser un fastidio —masculló levantándola como había hecho la noche anterior para dejarla en esa ocasión sobre el sofá —si estás fingiendo para no escuchar lo que tengo que decir yo… —inspiró hondo —vale, esta funcionando, maldita seas.
La dejó con cuidado sobre el mullido mueble y se pasó la mano por el pelo, echándolo hacia atrás antes de arrodillarse junto a ella y darle pequeños golpecitos en la mejilla.
—Ey, venga ey, Granger, vamos Hermione —suspiró con resignación —venga preciosa, abre los ojos, no quiero asustarme ¿vale?
Vio que temblaban las pestañas y se apartó porque no quería que ella le encontrara allí, de rodillas y preocupado cuando todo lo que le apetecía era continuar enfadado pese a que sabía que no seria capaz porque la culpabilidad le estaba royendo las entrañas.
¿Había sido demasiado brusco? ¿Dónde había quedado todo aquello de callarse y esperar a que ella diera el primer paso? ¿Qué pasaba con eso de marcharse a Francia evitando aquel espinoso tema?
Se frotó la cara cuando la vio abrir los párpados y observarle con sus enormes ojos castaños llenos de miedo y tristeza.
No joder, no iba a dejar que echara abajo sus putos muros por mirarle así. Ni siquiera la recordaba, él no la quería. Había follado con ella y ya.
Se giró cruzándose de brazos y le dio la espalda pero un sonido le hizo ponerse en tensión. ¿Qué era eso? Se quedó en silencio, sin apenas respirar hasta que lo oyó de nuevo.
Ella estaba llorando.
Agachó la cabeza, rendido y se giró con brusquedad.
La levantó de nuevo del sofá como si fuera una muñeca rota, se sentó y la cruzó sobre sus piernas acunándola en su regazo.
—Ya Granger —dijo con una voz gruñona que a ella le pareció terriblemente tierna —no llores —ordenó con altivez.
Hermione hundió la cabeza en el cuello del hombre y sollozó de nuevo, sonriendo entre lágrimas al escucharle resoplar con disgusto.
—¿Por qué no puedes obedecer una simple orden y dejar de llorar? —sintió como le daba unas palmaditas toscas en la espalda y le acariciaba el pelo con cuidado —te dije que estaba furioso —añadió con un suspiro —nunca he gestionado bien mi carácter. Con los años he mejorado un poco pero a veces puedo ser un capullo.
—No sabía cómo decírtelo —dijo Hermione sin levantar la cabeza del hueco de su hombro.
—¿Yo lo sabía? —preguntó sin dejar de tocarle el cabello —Antes del accidente quiero decir.
—No —murmuró la mujer.
Draco tenía miedo de preguntar pero en el fondo necesitaba hacerlo.
—¿Cuándo lo supiste?
Hermione se mordió el labio y se quedó en silencio.
—Dime cuando, Hemione.
—Un par de semanas después del ataque, el día que… el día que Morgan te golpeó —inspiró hondo y siguió hablando — Estaba en mi despacho con él y al levantarme me desmayé, él y Harry me llevaron a San Mungo. Al revisarme, la medimaga me dijo que los mareos y las nauseas no eran el estres y la falta de preocupación —rió sin humor —pensé que era eso. No se lo conté a nadie al principio porque necesitaba… no sé, tiempo para procesarlo. Harry y Morgan me llevaron después a tomar algo al Callejón Diagon y os encontramos.
Draco se maldijo en silencio, odiándose una vez más por lo estúpido que había sido. Puede que él no recordara el tiempo con ella, pero después de los años que habían transcurrido desde la guerra y de lo mucho que se vanagloriaba de cuánto había cambiado y de lo que había madurado en su camino hacia el autoconocimiento y la paz mental, sus actos en las últimas semanas habían sido más que reprochables.
El día en el que ella se había enterado de su estado fue uno de los que con gusto podría sacar de su memoria, uno de los que el antiguo Malfoy de los años escolares, estaría más que orgulloso.
Hermione se reía junto a Morgan y le miraba con complicidad, sujetándose a su brazo. ¿Tan pronto había olvidado lo que fuera que hubieran tenido? ¿Qué clase de veleta era? ¿Por qué sentía esa ira burbujear en su pecho? No pudo evitar abrir la boca y dejar que la presión que amenazaba con hacerle estallar saliera en modo de hirientes palabras.
—Yo pidiéndote disculpas y resulta que en lugar de estar llorando por los rincones estás repartiendo favores por todo el Ministerio. Un miembro del Departamento de Cooperación Mágica Internacional, un Inefable… ¿Mañana será la comadreja? ¿Vas a quitarle a Potter a tu amiga pelirroja?
Vio como la sonrisa que había estado dibujada en la cara de Hermione flaqueaba y como esos ojos castaños le miraban con un dolor difícil de disimular. Quiso retirar sus palabras pero Morgan le dio un puñetazo que le hizo ver estrellas. Literalmente.
Cerró los ojos tratando de expulsar de su pensamiento aquel horrible recuerdo.
No solamente ella enfrentó sola la noticia de su embarazo si no que además tuvo que soportar como él se comportaba como mejor sabía hacer.
—Yo no sé…¿Qué crees que yo hubiera hecho? Quiero decir —dejó salir el aire sintiendo una opresión en el pecho que era fisicamente dolorosa —para mi tener hijos era una obligación que estaba ligada a mi apellido —dijo decidiendo ser sincero —siempre supe que, eventualmente me casaría, posiblemente con Pansy y tendría al menos un hijo para perpetuar mi sangre y mi apellido —inconscientemente seguía pasando los dedos por sus enmarañados rizos mirando al frente, sin ver en realidad —después de la guerra las cosas cambiaron y simplemente dejé de pensar en ello. Nunca ha sido una prioridad para mi —se encogió de hombros —yo no… yo no sé cómo era antes de perder los recuerdos, realmente no sé qué sentía por ti o qué pensaba del futuro ¿Alguna vez dije…
—No —ella levantó el rostro y Draco pudo ver en sus ojos, tristeza, melancolía y honestidad. Sabía que sería sincera, incluso aunque hubiera podido engañarle no iba a hacerlo —no dijiste nada, no hablamos de nada, en realidad cuando esto comenzó tú dijiste que sería únicamente sexo. Lo leíste, no querías ninguna relación.
—Pero sin embargo la tuvimos.
—Apenas habíamos decidido dar una oportunidad a lo que estaba pasando, podría decirse que íbamos a probar si lo que parecía estar ocurriendo tenía un futuro. Si lo que quieres saber es cómo ese Draco habría reaccionado a la posibilidad de ser padre, lo cierto es que no lo sé.
—Gracias —dijo con brusquedad.
—¿Por qué?
—Por ser sincera —respondió.
—De nada sirven las mentiras. La realidad es que voy a tener un bebé y ¿Sabes? No importa si recuerdas o no, no importa si vuelves a Francia o no. Independientemente de todo eso, tendré un bebé —sonrió — y siempre sabré que es un pedacito de ambos.
—No sé si puedo con esto, Granger —contestó Draco con brutal honestidad — se pasó la mano por el pelo y echó la cabeza hacia atrás cerrando los ojos —me gustaría decir otra cosa, Merlín sabe que empiezo a darme cuenta de lo cabrón que puedo llegar a ser y no quiero… no quiero hacerte daño, pero no sé cómo sentirme, no sé cómo me tengo que sentir o cómo se supone que tengo que enfrentar esto.
—Está bien —ella le tomó de la mano con la que volvía a intentar revolverse el cabello y apretó levemente —no pasa nada, lo sé, lo entiendo. Por eso no quería… yo en realidad quería contártelo pero no sabía cómo hacerlo. Voy a tener este bebé Darco —dijo con lo que parecía ser una decisión inamovible —pero no te pediré nada, la implicación que quieras tener con esto es una decisión completamente tuya.
—Necesito pensar —dijo volviendo mirarla —yo creo que necesito procesar todo esto, es demasiado, todo está siendo demasiado.
Hermione volvió a apoyarse en el hombro de Draco y cerró los ojos, en silencio.
Sí, para ella también era todo demasiado. Le dolía, no se mentiría a sí misma diciendo que todo estaba bien porque no lo estaba.
Le comprendía, claro que sí. Draco no tenía recuerdos de su tiempo juntos y todo lo que habían tenido en su mente eran animadversión y sexo. Suponía que enterarse de la existencia de un bebé al que no recordaba haber concebido, podía ser una gota más que sumar a su vaso casi a rebosar.
—¿Cómo está siendo? —preguntó de pronto después de más de diez minutos de silencio —el embarazo —dijo al ver que ella no respondía.
—Extraño —respondió Hermione en un murmullo —nauseas por la mañana, mareos de vez en cuando, sensibilidad a los olores… por ahora no hay mucho más, por el momento no son cambios visibles, aunque dentro de poco empezará a notarse un poco más.
—¿Tienes ya un medimago?
—Sí, ella es genial ¿Recuerdas a Katie Bell?
Él se tensó levemente y Hermione hizo una mueca al recordar lo que había ocurrido con ella en sexto curso.
—Sí —respondió con sequedad.
—Es mi sanadora, ella se especializó en maternidad y embarazos. Ginny también ha decidido cambiarse con ella, tiene unas ideas innovadoras y además te hace sentir muy bien en las exploraciones. Estoy contenta.
—¿Ya sabes qué es?
—No —dijo con una sonrisa en la voz —aún es pronto, aunque no sé si quiero saberlo, tal vez sea bonita la sorpresa.
Se volvieron a quedar en silencio hasta que Hermione volvió a hablar.
—Tengo que irme —miró la hora y, sintiendo perder ese contacto, se levantó del regazo de él y se sacudió la ropa alisándola con las manos —voy a ir a ver al hipnotizador muggle del que te hablé.
—¿Cómo puede él ayudar a devolverme mis recuerdos?
—No puede, lo que quiero es intentar eliminar la compulsión para que la palabra clave que puso ahí Penélope ya no te afecte.
—¿Y cómo piensas hacerlo sin llevarme a mi?
—No hace falta, no quiero que nadie más hurgue en tu cerebro —replicó con molestia —llevo tiempo investigando todo esto. He practicado la hipnosis terapéutica y la autohipnosis y creo que con un poco de ayuda y una línea que seguir, puedo intentar hacerlo yo.
Draco la miró con algo de desconfianza.
—¿Yo o un muggle hurgando ahí? —preguntó señalando su cabeza.
—Tú —dijo categoricamente
—Imaginaba. Bueno, me voy a ir, no tardaré más de dos o tres horas.
—Está bien —respondió él levantándose —una cosa más —frunció el ceño —lo que hicimos no… es decir no pasa nada ¿Verdad?
Parecía incómodo y ella sonrió.
—El sexo no hace daño al bebé o a mi.
Draco asintió, clasificando esa información.
—¿Quién lo sabe?
—Por el momento Luna fue la primera en saberlo —se retiró el pelo del rostro con un movimiento de la mano —me encontró en la sala de la medimaga y se dio cuenta de lo que pasaba. Ese mismo día se lo conté a Harry, Ron y Ginny, más tarde a Theo y Morgan se dio cuenta solo. Nadie más lo sabe aún.
—Pansy no estará feliz de enterarse la última —dijo intentando sacar algo de humor de todo aquello.
—No —sonrió ella —no lo estará. Se lo diré antes que a Blaise por si ayuda en algo. Bueno, me marcho.
En un arrebato que no sabía muy bien de donde había salido, él estiró un brazo, agarró la mano de Hermione y tiró de ella para darle un tosco abrazo.
La bruja cerró los ojos y disfrutó del momento tanto como pudo, del olor de él, de su tacto, de la calidez de su aliento rozando su sien cuando él se agachó para darle un beso justo en ese punto. Habría podido parar el tiempo en ese instante y seguir eternamente en ese bucle temporal, sintiéndose segura, feliz, sintiéndose de nuevo en casa.
Pero el instante pasó rápidamente y apenas fueron unos fugaces segundos de dicha antes de que él se apartara una vez más.
—Ten cuidado.
—Siempre.
Con una última mirada a aquellos ojos grises que poblarían sus sueños por el resto de su vida, se apareció.
…..
—Hola Theo
Luna se puso de pie en cuanto el hombre salió de la chimenea de la sala de estar de Grinmauld Place junto a Harry.
—Servicio a domicilio —dijo el moreno volviendo a la chimenea —tengo trabajo, volveré luego para llevarte a casa, Nott.
Theo puso los ojos en blanco mientras Potter se metía de nuevo entre las llamas verdes.
—Me encanta ser un paquete —masculló.
—Tanto como a mi ser la lechuza —se escuchó la voz de Harry mientras desaparecía rumbo al Ministerio.
—Gracias por venir —la rubia le miraba con ojos brillantes.
—A ti por invitarme, supongo ¿Ocurre algo? —respondió el mago sentándose en el sillón que la mujer le señalaba.
—Me apetecía verte —dijo ella.
Él la miró como si fuera un extraño ser al que no comprendiera aún del todo.
—¿Por qué?
Luna rió con aquel sonido de campanillas tan alegre y ligeramente infantil.
—Porque me caes bien.
—¿Por eso me has pedido que viniera?
—Claro que sí, yo no puedo ir a casa de Blaise. Bueno, en realidad si puedo ir pero no al sitio seguro en el que estáis, así que pensé que ya que no puedo salir de casa de Harry al menos podría pedirle que te trajera aquí ¿Quieres un té?
Theo se llevó una mano a la frente
—En realidad preferiría algo más fuerte —respondió. Seguramente le vendría bien.
—¿Whisky? — él asintió —Harry tiene allí —se levantó yendo a un aparador para sacar la botella —a mi no me gusta el sabor —arrugó la nariz mientras ponía un vaso en frente de Theo y le servía unos dedos del líquido ambarino —prefiero el té.
—¿No bebes alcohol?
—No, los torposoplos invaden mi cerebro cuando tomo alguna bebida de ese tipo, así que decidí que era mejor el té, además sabe mejor.
Como si fuera un niño rebelde que quisiera contradecir a su madre, Theo se bebió los tres dedos de whisky de un solo trago.
Luna solamente sonrió, como si supiera lo que él había hecho y se puso un poco de miel en el té.
—Ginny me ha dejado trastear un rato en la cocina esta mañana y he preparado un bizcocho de calabaza sé que es tu preferido.
Aquello sí tomó por sorpresa al hombre que la miró con intensidad.
—¿Cómo sabes eso? —preguntó con desconfianza.
—Siempre lo comías en el Gran Comedor cuando lo ponían en tu mesa.
—¿Cómo sabes eso? —repitió sin dejar de observarla.
—Yo te veía —respondió ella con naturalidad.
Partió un trozo de bizcocho, lo puso en un plato pequeño y se lo ofreció.
—Siempre parecías tan callado… a veces estabas muy triste y nadie parecía darse cuenta. Solo estabas contento cuando te veía en la biblioteca —él tenía el plato de bizcocho entre las manos pero no lo había tocado aún, simplemente la miraba, callado, esperando —eras feliz con Hermione —añadió con candidez.
—Éramos amigos.
Luna ladeó la cabeza y sonrió.
—Puede, pero era algo más para ti ¿Verdad?
—Luna… —cuando hizo amago de levantarse ella le detuvo con un gesto de la mano —yo te veía, Theo. Te observaba, a veces. Siempre creí que eras muy guapo —continuó como si fuera lo más normal del mundo —y no me gustaba ver esa tristeza en tus ojos —sonrió de forma amplia y alegre —pero en la biblioteca tus ojos ya no estaban tristes, brillaban y sonreías mucho. Creí que, con el tiempo, Hermione y tú terminaríais juntos.
—Pues no ha sido así —respondió acomodándose de nuevo en el sillón sin ocultar un deje de amargura.
—¿Sabes? No creo que estés enamorado de ella.
Theo, que estaba comiendo un trozo de bizcocho se atragantó al escucharla.
¿Pero qué le pasaba a esa mujer que no podía dejarle tranquilo? Ni siquiera Blaise era tan insistente. Tenía menos tacto que un erizo.
—Oh vaya —se levantó, se puso tras él, tomó el plato, lo dejó en la mesa y, eficientemente, mientras Theo tosía ahogándose, ella le levantó los brazos en el aire y le dejó así, mientras seguía con el rostro congestionado hasta que, milagrosamente, se le pasó y pudo volver a respirar —¿Mejor?
Theo asintió, deseando que Potter regresara y preguntándose si sería de muy mala educación salir por la puerta y aparecerse. Puede que el riesgo mereciera la pena, empezaba a pensar que Luna Lovegood era más peligrosa que el BR al completo.
—Siento haber sido tan directa —le miró parpadeando lentamente —solo quería que supieras que puedes contar conmigo, somos amigos ¿Verdad? —él asintió cautelosamente —me gustas, Theodore Nott —dio un mordisquito a su bizcocho —¿Te gusta?
Él no sabía como responder a eso teniendo en cuenta que el dichoso bizcocho casi lo había matado, pero mirándola con recelo, como si esperase que ella volviera a hablar diciendo algo improcedente, mordió otra vez.
—Está muy bueno —y lo estaba de verdad.
Luna sonrió y, después de aquel accidentado encuentro, la tarde pasó sin incidentes y, sorprendentemente fue un tiempo reconfortante para Theo quien se encontró disfrutando de las anécdotas de la bruja, de sus viajes por medio mundo buscando animales fantásticos, de sus discusiones sobre la existencia o no de distintas especies como el snorkack de cuernos arrugados o los nargels y de las diferentes opiniones de ambos en cuanto a la Adivinación o la Artimancia.
Cuando llegó la hora de irse y Luna le pidió que repitieran pronto, él se dio cuenta de que quería hacerlo y le prometió que la escribiría al día siguiente.
Luna, esa noche, se acostó con una nueva esperanza en el corazón y Theo, por primera vez en mucho tiempo, no pensó en Hermione.
…..
Cuando Hermione salió de la consulta del hipnotizador, lo hizo mucho más contenta de lo que estaba al entrar.
Había pasado casi tres horas allí y cada una de ellas y cada libra gastada había merecido la pena.
Caminó pensando en que tal vez podría ir hasta Giovani´s y llevar algo de cena para celebrar que podría ayudar un poco a Draco. Quizás aún no supieran como revertir el obliviate, pero al menos serían capaces de retirar la compulsión que habían dejado en su cerebro.
Caminó por tres manzanas antes de encontrar un lugar seguro en el que poder sacar la varita y enviar un patronus a Draco. Su nutria salió disparada hacia Whiltshire y Hermione siguió caminando. Habría sido más rápido coger el autobús, pero ciertamente caminar era reconfortante y además no le vendría mal hacer algo de ejercicio suave porque, debido a las horas que pasaba sentada tras un escritorio, su vida estaba volviéndose demasiado sedentaria y Katie le había advertido de los beneficios de una buena caminata diaria.
Tampoco le vendría mal un rato para sí misma, pensando en la conversación que había mantenido con Draco y en el futuro.
No es que ella hubiese esperado otra reacción, de hecho, había sido mucho más maduro y coherente de lo que ella y Theo habían pensado en su momento. No estaba exultante ni feliz, pero suponía que era difícil estarlo cuando te enteras de que una mujer, de la que no solo no estás enamorado si no por la que no sientes nada, está esperando un bebé que no recuerdas cómo se concibió.
Recordó ese abrazo y ese pequeño beso que él le había dado en la cabeza y suspiró. Quizás no era un beso de amor, pero al menos, si algo había aprendido a leer a Draco en los meses pasados, era un gesto de cariño. Sabía que él había intentado decirle, de su peculiar manera, que de alguna forma o de otra no iba a estar sola.
Se abrazó a sí misma cuando una ráfaga de aire la hizo estremecer.
Puede que la relación de ambos no tuviera futuro o que Draco decidiera que no era capaz de lidiar con la situación, pero al menos no tendría problemas de custodias ni nada parecido, sabía que él, si no se quedaba con ellos, tampoco les dañaría, lo que era un alivio.
No se mentía, en un mundo perfecto él les elegiría, incluso sin sus recuerdos, pero había aprendido, a fuerza de tropezones, que el mundo no siempre era como una quería que fuera por lo que aunque no iba a perder la esperanza, al menos había aprendido algo con todo aquello y era que con Draco o sin él, iba a ser madre y aquello era el regalo más maravilloso del mundo.
Llegó a Giovani´s, pidió la comida para llevar y se quedó charlando con Nicola durante un rato después de hacer una incursión a la cocina y salir de allí con unos cannoli recién hechos y un enorme abrazo de oso.
—Tienes que venir más a menudo, piccola —dijo Nicola dándole una bolsa con el pedido —quiero verte la próxima semana sin falta.
—Prometido —respondió ella con una enorme sonrisa saliendo del restaurante mientras los aromas de la pasta y los cannoli hacían rugir su estómago.
Iba perdida en sus pensamientos, buscando un lugar seguro en el que aparecerse cuando al girar en un pequeño callejón, algo le dio en la espalda y, con un grito ahogado que nunca llegó a dejar escapar, su cuerpo se fue petrificando lentamente hasta caer de espaldas, como un tronco recién cortado.
—Vaya, vaya, vaya ¿Qué tenemos aquí?
Hermione solamente podía ver el cielo y los edificios que tenía en su visión lineal, hasta que algo se puso delante. Enfocó la vista dándose cuenta de que no era algo si no alguien.
Una mujer.
La mujer del retrato que dibujó Narcisa Malfoy,
Miró el pelo lacio, rubio y ralo, los ojos azules hundidos con bolsas en los párpados inferiores, una nariz un poco demasiado grande para su rostro y una boca fruncida en una mueca de frío desdén.
—La heroína del mundo mágico —soltó una risa gélida y desagradable que puso los pelos de punta a Hermione —Vamos Dennis, querido mío, saquémosla de aquí ¿Qué te parece? Un bonito bocado con el que jugar.
Alguien la levantó y al momento sintió el tirón de la aparición conjunta.
—Bien bien, déjala en el sótano, querido —dijo la mujer con voz afilada — quítale la varita y despetrifícala —la miró mientras el hombre rebuscaba en sus bolsillos hasta dar con la varita de Hermione —no puedes salir de aquí, bruja, ni lo intentes o me enfadaré y no me quieres ver enfadada ¿verdad? —su sonrisa era tan espeluznante como su risa —échala al rincón Dennis —con un ademán displicente de la mano, digno de una reina, se alejó —he de pensar qué puedo hacer contigo, lo que le hice a Penélope me gustó, quizás pruebe a hacerlo de nuevo, pero en esta ocasión preferiría no darte un tiro hasta que vieras cómo te corto a trocitos —volvió a reír y Hermione sintió nauseas en el momento en que la despetrificaron. Intentó hablar al hombre pero se dio cuenta de que le habían quitado la voz —¿Has oído eso de que cuando a alguien le cortan la cabeza puede verlo antes de morir? —la miró por encima del hombro —puede ser un buen experimento. Pero lo hablaremos mañana, tengo sueño y quiero descansar.
Cuando Hermione se quedó sola en aquél lugar lúgubre y oscuro ni siquiera pudo llorar.
Estaba tan absolutamente aterrada que todo lo que pudo hacer fue acurrucarse en uno de los rincones, abrazándose las piernas para entrar en calor.
Apoyó la cabeza en las rodillas e hizo lo único que podía hacer en ese momento, esperar un milagro, porque allí, encerrada con magia, sin voz y sin varita, no había absolutamente nada que pudiera hacer.
Draco, dijo en su cabeza, como si sus pensamientos pudieran llegar a él si lo visualizaba con mucha fuerza. Tienes que encontrarme, avisa a Harry, Draco, avísale, venid a por mi.
Ven a por nosotros.
