Hola!
Voy a subir el capítulo ya, porque me ha dado tiempo a tenerlo listo y como tengo la tarde ocupada os dejo por aquí esto. Espero que, con este capítulo, todas las que habéis sufrido, me perdonéis. Personalmente me ha encantado escribir este capítulo, sobre todo poder dejar pequeños guiños a la saga, intentando que, pese a salirme del canon, todo parezca entrelazado con él.
Espero que lo disfrutéis tanto como yo.
Besos
AJ
Rescate
Había oscuridad, sin luz todo parecía confuso a su alrededor.
La angustia había ido creciendo en las últimas horas y estaba aterrada de cerrar los ojos y dormirse porque el miedo a las pesadillas que pudieran acecharla a la espera de un descuido la tenían en constante ansiedad.
Tenía que respirar, se dijo inhalando cuando un acceso de pánico volvió a consumirla, cerró los ojos, imaginando que los dedos de Draco estaban ahí, sosteniendo los suyos y la gravedad regresó, anclándola a ese recuerdo que alejaba la oscuridad haciendo más difuso el miedo.
Era curioso, pensó, como su vida parecía pasar de pronto por su mente, como una película en color con banda sonora incluida. Personas, momentos especiales, etapas únicas e importantes… Los recuerdos de los que ya no estaban, de aquellos cuyos hilos habían sido cortados por las tijeras de Átropos, la más temida de las Moiras, mientras su destino había seguido adelante, mientras ella había sobrevivido.
Los recuerdos de amores pasados, de los que pudieron ser y no fueron, recuerdos de amistades que perduraban en el tiempo.
La vida era un camino por el que ella había adorado andar, encontrando nuevas sonrisas, carcajadas, nuevos abrazos y sí, nuevas lágrimas y decepciones pero eso era vivir, fluctuar entre la risa y el llanto, entre la tristeza y la felicidad en un constante oleaje de sentimientos encontrados, lo más difícil, la parte más complicada de esa ecuación indescifrable que era la vida, se dijo limpiándose una lágrima que resbalaba por su mejilla, era el intento de buscar el equilibrio para a ser mejores, para sonreír más, para ser más felices y encontrar esa felicidad incluso en las cosas más pequeñas y en los peores momentos.
Ella no estaba tan sola como creía ¿Verdad? se dijo con renovada esperanza, tenía muchas manos dispuestas a sujetarla, manos que no estarían quietas mientras ella estaba perdida, quizás, se dijo aferrándose abrazándose con más fuerza, la encontrarían antes de que fuera tarde.
Se tocó el estómago sintiéndose furiosamente protectora con aquel bebé que no era más que un pequeño garbanzo y le prometió que no se desanimaría y lucharía hasta el final.
…..
Harry se levantó y ofreció su mano a Draco quien, para asombro de ambos la aceptó poniéndose de pie.
—¿La recuerdas?
—Lo recuerdo todo —repitió él pasándose las manos por el rostro que seguía terriblemente pálido —la reunión, la investigación, el baile, el puto árbol de Navidad —se tocó el estómago con un puño —recuerdo que el día del ataque, nosotros… yo bajé al laboratorio de pociones del sótano a por uno de los diarios en los que estaba anotando todos los experimentos acerca de la posible poción que esperaba desertara a mi madre. No lo encontraba, busqué sobre las encimeras y en un par de estanterías cuando de pronto sentí frío, mucho frío. No podía moverme y todo se quedó negro, después desperté en San Mungo, con Granger a mi lado—se tapó la cara con las manos y gimió —Dios mío Potter ¿Qué es lo que he hecho? Yo… yo…todo lo que dije, lo que hice ¡Joder! —le miró y Harry sintió lástima porque él parecía realmente hundido.
—No fue tu culpa, Malfoy —dijo poniendo en alto una realidad que a ratos todos ellos habían pasado por alto.
—Ni suya y, sin embargo, ella es la que más ha sufrido por mi culpa —respondió él sorprendiendo a Harry quien nunca pensó que el rubio pudiera poner a alguien por delante de sí mismo.
—No, tampoco suya —concordó el moreno —pero Hermione nunca te culpó.
—Merlín claro que no, ella es tan… buena —escupió casi como si fuera un insulto —debería haberme abofeteado o maldecido.
—Ya lo hizo Morgan por ella —dijo Harry tratando de poner algo de humor al intenso momento.
—No tienes que seguir flagelándote por eso Malfoy —Harry sonrió levemente —no es que no me guste la idea, ya sabes, por pura costumbre, pero si quieres culpar a alguien culpa a Astoria Greengrass.
—¿De qué me iba a servir culparla? Me da pena —dijo soltando el aire con brusquedad —querría que pagara por lo que me ha hecho pero ¿Siquiera se daría cuenta de algo? Su mente… es como si no estuviera en la misma realidad.
—Según Cho es normal, pasará mucho tiempo en una institución mental, no creo que sea un buen destino tampoco.
Draco suspiró.
—Necesito encontrar a Hermione yo… necesito decirle… Potter no puedo dejar de pensar en Clearwater y en lo que puede ocurrirle, si la tiene el BR no podemos perder más tiempo, tenemos que dar con ella pronto, cada minuto cuenta.
—No pasará nada, Malfoy —dijo con más seguridad de la que él mismo sentía —vamos a ver si Morgan ha regresado ¿De acuerdo?
Él simplemente asintió.
—Me pregunto… Malfoy ahora que recuerdas quizás podrías usar el desiluminador de Ron… no creí que fuera posible dado tu pérdida de memoria pero tal vez si probaras…
—Probaré —sentenció sin duda en su voz —ya funcionó una vez ¿Por qué no lo habéis pensado antes?
Harry se colocó las gafas con un dedo.
—Lo cierto es que ha sido idea de Ron, pero teníamos dudas en cuanto a las posibilidades, reconocerás que hace media hora no parecías… en fin, el Malfoy que la encontró la última vez, si me entiendes —le miró entrecerrando los ojos —ahora creo que quizás haya esperanza.
Cuando llegaron al salón Morgan ya había regresado y estaba en medio de un semicírculo, con una carta en la mano y el rostro pétreo.
—Tengo un nombre —dijo con los dientes apretados —Maggie Rymer
—¿Rymer? —preguntó Draco que parecía haber recuperado el control de sí mismo —¿Cómo Adalid Rymer?
—Exactamente
—Ron —interrumpió Harry acercándose al pelirrojo —¿Tienes aquí el desiluminador?
—No, lo dejé en la tienda —miró a Draco fugazmente —¿Debería traerlo?
—Por favor.
—Eso está hecho —miró a Morgan y chasqueó la lengua —hacedme luego un resumen, tengo la sensación de que voy a perderme algo grande.
—La mente de Adalid está parcialmente fragmentada, es complicado que sus respuestas sean concisas, incluso a veces es difícil entenderlas, pero ha sido clara esta vez. Maggie Rymer es su hermana… aunque no de sangre. He tardado más de lo esperado porque al leer la carta —añadió con una sonrisa malévola —he ido de visita a Azkaban.
—¿De madrugada? —preguntó Nott
Él se encogió de hombros.
—Ser Inefable tiene sus cosas buenas y el que te deban favores por aquí y por allá, también. Chadburn ha hablado.
—No quiero saber cómo ¿Verdad? —preguntó Harry frotándose la sien.
—No —dijo Morgan de forma concisa —no quieres saberlo.
Harry suspiró.
—Está bien, yo no sé nada entonces.
—Extraoficialmente —continuó el Inefable haciendo hincapié en la palabra —Chadburn ha confesado que su madre se casó con un muggle y tuvo una hija, Adalid. Hasta ahí es lo que ya sabíamos, de hecho. Al parecer hace unos años, poco después de que Voldemort regresara a escena, Adalid conoció a Maggie, una squib que había tenido ciertos problemas.
—¿La zorra que buscamos es una squib? —pregunto Pansy que intentaba seguir la conversación.
—Básicamente sí. Finalmente no se muy bien cómo, seguramente con ayuda de algún imperius, cambió legalmente su apellido a Rymer—Morgan sacudió la cabeza —lo que no he podido averiguar es cuales fueron los problemas que tuvo hasta conocer a Adalid.
—¿Y eso importa?—musitó Draco —¿Qué más dan sus motivos?
—Importa—respondió Morgan —siempre importa, Malfoy. Comprender el por qué siempre ayuda.
—Eso es cierto —intervino Harry— tú mejor que nadie debería saber que a veces, las elecciones que tomamos no son siempre culpa enteramente nuestra.
—Y soy consciente de eso, Potter, pero esta mujer es una asesina con todas las letras. Una que además disfruta matando, eso, en mi humilde opinión, es estar jodida de la cabeza.
—Sea como sea —volvió a decir Morgan —volveré a hablar con Chadburn.
No pudieron seguir hablando del tema porque Ron regresó enarbolando el desiluminador como si fuera la espada de Godrci Gryffindor.
—Aquí está —se acercó a Draco con los ojos entrecerrados y le miró amenazante —es mío —dijo arqueando una pelirroja ceja —la última vez tú no…
—No te lo devolví, lo sé.
—¿Lo sabes? —preguntó Ron abriendo los ojos desorbitadamente — ¿Eso significa lo que creo que significa?
—Sí —el rubio tragó saliva y apartó la vista.
Buscó en el salón el rostro de uno de sus mejores amigos y le miró.
Ese hombre, callado, silencioso y leal hasta los huesos, le devolvió la mirada y Draco no pudo leer nada en sus ojos, cosa habitual ya que Theodore Nott era capaz de ser absolutamente impenetrable.
No supo de los sentimientos de Theo por Hermione hasta que fue demasiado tarde y lo cierto es que Draco era demasiado egoísta como para arrepentirse de haber acabado en medio de aquella historia que ni siquiera había tenido tiempo de comenzar. No cambiaría lo que hizo y no cedería a Hermione, incluso si perdiera la amistad del que había sido siempre su mejor amigo, incluso sabiendo como sabía que Theo era mucho mejor que él, que podría hacerla feliz, cuidarla y amarla más que a nada ni a nadie.
No pudo evitar un suspiro.
—Estoy preparado, Theo —dijo con voz rota en el silencio que había caído sobre todos los presentes.
—¿Preparado para qué? —preguntó el castaño con un brillo divertido en los ojos.
—Para pedir perdón de rodillas.
Para su sorpresa Theo sonrió. Una sonrisa verdadera que iluminó su rostro y puso hoyuelos en sus mejillas.
—Quiero entradas para ver eso —dijo golpeándose la pierna antes de levantarse y envolver a Draco en un abrazo —Maldita sea Draco, me alegra que hayas vuelto.
—Yo también quiero ver como te arrodillas —intervino Blaise que palmeaba su espalda sonriendo, esperando su turno para abrazarlo.
—Ya, ya está bien —Pansy les espantó como si fueran moscas molestas y se puso frente al que habría podido terminar siendo su esposo si la guerra no les hubiera regalado una segunda oportunidad para vivir —no fue tu culpa —dijo sabiendo que su amigo debía estar pasando por un infierno —pero lo que hagas a partir de ahora sí lo será ¿Entiendes? —él asintió con una sonrisa ladeada —bienvenido Draco —le abrazó con fuerza y le dio un beso en la mejilla antes de que Blaise, en un raro arranque de celos, tirara de ella y se la llevara casi a rastras al sofá para pegarla a su costado como si fuera un niño llevándose a su juguete lejos de un posible ladrón.
—Mira que puedes llegar a ser idiota Zabini —espetó Pansy dándole una colleja.
—¿Qué? —él se tocó el lugar donde ella le había dado y gruñó molesto —estamos perdiendo tiempo —dijo como si aquello fuera todo —Dejemos los abrazos para después y vayamos a recuperar a Granger.
—Tiene razón —Draco cogió el desiluminador de Ronald y esperó —Vamos Hermione —susurró acariciando con el pulgar el borde de aquel extraño aparato —dime dónde estás, leona.
El silencio en el lugar era absoluto y la tensión podía cortarse con un diffindo, Draco tenía los ojos cerrados y sujetaba el objeto murmurando para sí mismo. Cuando los abrió dio un respingo al ver a todo el grupo observándole fijamente.
Luna, Ginny, Theo, Blaise, Pansy, Morgan, Potter y Weasley ni siquiera parpadeaban, completamente pendientes de cada una de sus respiraciones como si fuera una Mantícora en un circo.
—¿Qué coño hacéis? —siseó mirándoles de hito en hito — me estáis poniendo nervioso —se dio la vuelta yendo hacia la puerta —no me sigáis, no puedo concentrarme si estáis así, observándome como Lovegood haría con un inexistente snorkack.
—No son inexistentes —replicó ella frunciendo el ceño.
—Si lo son —dijo Blaise mientras Draco se marchaba.
—Reconoce, Luna querida, que es improbable su existencia —terció Theo.
Draco alzó una ceja al escuchar a su amigo ¿Luna querida? vaya, eso era algo en lo que tendría que escarbar más adelante.
Caminó hasta la sala del árbol genealógico de los Black, hasta poder ver esa rama que quería brotar con la nueva generación y volvió a sacar el desiluminador.
—Vamos preciosa —susurró cerrando los ojos—te necesito Granger, os necesito.
Entonces lo escuchó.
Como el suave aleteo de una pequeña mariposa, un susurro apenas audible que hizo que su corazón se saltara un latido antes de acelerarse en una desenfrenada carrera.
—Draco
Esa voz. Era Hermione, su voz que le llamaba, la voz de una sirena que buscaba arrastrarle, llevarle contra su voluntad… solo que él iría voluntariamente incluso al mismísimo infierno, como Orfeo, si con eso pudiera recuperarla a ella.
Abrió los ojos, observando esa pequeña bolita de luz que recordaba perfectamente y sonrió.
—Dime donde estás, voy a buscarte.
Cuando la luz entró en su cuerpo la voz se hizo más fuerte y simplemente lo supo, un conocimiento absoluto que le iluminó por dentro renovando sus fuerzas y sus esperanzas.
Corrió al salón, donde el resto estaba en el mismo lugar y posición en el que los había dejado, a excepción de Blaise y Pansy que no se encontraban allí y sacó su varita.
—Lo tengo.
No tuvo que decir nada más, todos absolutamente todos ellos buscaros sus propias varitas y, como si fueran un ejército listo para la batalla, formaron fila.
—No —dijo Harry a Ginny mirándola con seriedad —tú te quedas.
—No pienso quedarme aquí mientras Hermione esta ahí fuera, secuestrada y sola —gritó la pelirroja dejando salir todo el carácter que tenía, que no era poco.
—Estás embarazada de mi hijo —sentenció Harry —piensa en él, piensa en el bebé, sabes que no puedes ir.
—¡Hermione está embarazada también! —dijo con lágrimas en los ojos.
—Precisamente por eso, pelirroja —murmuró Draco acercándose a ella para retirarle una lágrima de la mejilla en un gesto que sorprendió a todos — Hermione está embarazada de mi hijo —dijo tomando prestada la frase de Harry —y yo también te pido que te quedes —Miró a Harry, compartiendo más con esa mirada de lo que habían compartido en su vida, incluyendo incluso el momento delante del árbol de los Black —no podemos estar preocupados por ambas, te necesitamos fuera del juego.
—Tienen razón Gin—se sumó Ron mirando a su hermana pequeña con todo el amor que la tenía cuando no discutía con ella.
—¿Qué ocurre? —preguntó Blaise, que ayudaba a su novia a traer más magdalenas y una nueva tanda de cafés.
—No quieren que vaya a buscar a Hermione. Draco sabe dónde está.
La morena miró la tripa de su amiga y suspiró.
—Es normal, Ginny. No te preocupes, yo me quedaré contigo —dijo Pansy pese a que no parecía querer quedarse en absoluto —la cuidaré —añadió mirando a Harry.
—Gracias Pansy —el moreno asintió, besó a Ginny en la frente y se apartó.
—Traedla a casa —ordenó la mujer entrelazando su brazo con el de Parkinson.
—No lo dudes, Weasley —murmuró Draco yendo hacia la puerta.
Cuando se aparecieron todos aferrados a alguna parte del cuerpo de Malfoy, el suelo pareció moverse ligeramente y Ron y Harry perdieron el equilibrio y cayeron el uno sobre el otro.
—Pensé que solo teníais problemas con los trasladores —dijo Luna mirándoles sin parpadear.
—Ya no —Harry se frotó el brazo, donde se le había clavado el codo de Ron —ha sido una aparición conjunta demasiado grande —dijo con las mejillas levemente sonrojadas.
Ron, por su parte, estaba colorado y mascullaba incongruencias sobre que había sido el hurón albino queriendo hacerle quedar mal, como siempre.
Draco simplemente le ignoró y miró la calle en la que estaban.
—¿Qué sitio es este? —preguntó Blaise que no conocía el lugar.
—No lo sé —Draco frunció el ceño observando las casas, todas prácticamente iguales, con pequeños jardines y vayas blancas —es un lugar muggle.
—Dios mío —susurró Harry mirando a Ronald que tenía la misma cara de pasmo que él —es Little Whinging. Yo crecí aquí.
Todos contemplaron el lugar y, a excepción de Morgan que había pasado tiempo entre muggles y Ron que había estado allí con anterioridad, el resto del grupo parecía completamente fuera de lugar.
—¿Dónde vivías, Potter? —preguntó Draco —la casa ¿Cuál era tu casa?
—En Privet Drive. El número cuatro de Privet Drive
Se puso en marcha liderando la comitiva, intentando que los recuerdos no penetraran en su cerebro. No podía distraerse, no podía pensar en otra cosa que no fuera Hermione en ese momento.
—Es allí —señaló una casa que, pese a que se parecía a la que había habitado siendo niño, ya no lo era.
—¿Tu familia sigue viviendo aquí?
No es mi familia. Pensó en un arrebato.
—No —dijo sin embargo —¿Crees que está ahí? —preguntó Harry a Draco.
—Sé que está aquí, en este lugar, pero no soy capaz de ver más allá, no sé llegar a ella pero quizás…
—Miraremos —dijo Harry dejado que el auror en él tomara el mando —Theo y Luna, id hacia esas casas de allí, si no la tienen en el antiguo hogar de los Dursley es mejor ir adelantando y cubrir el terreno. Blaise y Morgan —señaló la calle contraria —el otro lado. Estoy seguro que se os ocurrirá cómo entrar y cómo pasar desapercibidos.
Morgan sonrió.
—No lo dudes.
—He salido de la mansión Zabini tantas veces a escondidas que creo podré hacerlo con los ojos cerrados —replicó Blaise alegremente.
—Vamos —Harry apremió a Ron y a Malfoy.
—Estoy teniendo un dejá vù —susurró Draco — acercándose a la casa.
—¿Recordando el día de la cabaña? —susurró Ron con una sonrisa — por suerte esta casa la conocemos mejor.
—Por desgracia ahora no es Morgan quien ha traído aquí a Hermione —puntualizó Harry.
—No seais cotorras —intervino Draco en un tono de voz que a los otros dos les hizo recordar a Hermione.
Se miraron por detrás de Malfoy, Harry sonriendo con las cejas alzadas y Ron poniendo los ojos en blanco.
—Homenum revelio
Draco señaló hacia la parte de arriba y Harry levantó un dedo para avisar que él iría. Después el rubio señaló a Weasley lo que parecía ser el salón, él levantó el pulgar yendo hacia allí mientras Draco buscaba algún tipo de puerta o trampilla que llevara a un sótano. La experiencia le decía que a los prisioneros se les metía en las mazmorras y, teniendo en cuenta que aquello era una casa muggle y que seguramente no tendría mazmorras propiamente dichas, seguramente hubiera algún piso inferior que pudiera hacer las veces de cárcel temporal.
La voz de Harry les llegó desde el piso superior.
—¡Desmaius! ¡Impedimenta! ¡Expelliarmus! ¡Dennis, no!
Ron y Draco ya corrían hacia la escalera cuando vieron a Harry bajando los peldaños de dos en dos.
—Dennis —dijo jadeando —Dennis Creevey, se ha aparecido con la mujer del retrato de tu madre —añadió mirando a Malfoy.
—¿Y Hermione?—Preguntaron Ron y Draco a la vez.
—No estaba allí. Aunque sí estaba su varita —se la enseñó y miró frenético a su alrededor, intentando pensar —tiene que estar aquí, hay que encontrarla antes de que vuelvan a por ella.
Los tres pensaron en la posibilidad de que Creevey se apareciera de nuevo para llevársela a ella también y se miraron horrorizados.
—Un sótano Potter —dijo Malfoy —¿Dónde hay un sótano?
—No hay sótano en esta casa —respondió Harry mirándole con el ceño fruncido.
—¿Hola?
Los tres se quedaron inmóviles, escuchando en el más absoluto silencio.
—¿Harry?
—¿Hermione? —gritó Draco
—¿Draco?
—Oh joder —dijo el rubio mirando a su alrededor —¿Dónde estás?
La voz de la mujer sonaba demasiado amortiguada como para entenderla.
—Han podido construir un sótano después de que se fueran los Dursley —intervino Ron rascándose la frente —¿Dónde puede haber una puerta, Harry?
El moreno entrecerró los ojos y se frotó la cicatriz.
—¿Una puerta? A un sótano… ¡Joder, claro! —se golpeó la frente y abrió de un tirón la puerta de la alacena bajo la escalera en la que había pasado los primeros once años de su vida —¡Aquí!
La trampilla le recordó demasiado a su aventura en Hogwarts de primer año y no pudo evitar sonreír mirando a Ron por encima del hombro.
—Solo espero que no haya un lazo del diablo al otro lado —dijo con humor.
Ron rió entre dientes.
—Al menos sabemos algo —sonrió de lado alzando una ceja —no soportan la luz del sol
—¿De qué coño estáis hablando? Maldita sea Potter —le tomó del hombro y le apartó echándole hacia atrás —abre la maldita cosa —tiró de la trampilla y abrió, casi tirándose dentro de cabeza —¿Hermione?
—¡Draco!
Con un sollozo trató de levantarse pero él llegó antes de que lo consiguiera y se arrodilló delante de ella, atrayéndola hacia sus brazos, en un abrazo tan fuerte que ella pensó que le cortaría la respiración.
No le importaba.
Draco aferraba con una mano la nuca de la bruja, enredando sus dedos entre sus cabellos empujando el rostro de Hermione contra su cuello, dónde podía sentir las lágrimas de la mujer.
Su mujer.
Porque de eso se trataba todo. Ella era suya, ellos, se dijo pensando en ese bebé que ya tenía la fuerza vital suficiente para hacer brotar la nueva rama de su árbol genealógico.
La sintió temblar y la rodeó más apretadamente, queriendo fundirse con ella hasta que nada ni nadie volviera a hacer que la olvidara, se impregnó de su aroma, de las formas femeninas que se abrazaban a él, del roce de su piel contra la suya, del sonido de su respiración.
Estaba hambriento de su contacto, de su presencia, de su amor.
Le amaba.
Ella le amaba y se lo había dicho cuando él no podía aun recordar, pero ahora que por fin tenía su memoria quería oírlo una y otra vez, cada puñetero día de su maldita existencia.
—Lo siento —murmuró Draco aferrando las sucias mejillas de la castaña entre las manos y apoyando la frente contra la suya —lo siento, Hermione —regó de besos su rostro, su frente, sus mejillas, sus ojos, su nariz, hasta llegar a sus labios —lo siento, te recuerdo. Nos recuerdo —besó su boca de nuevo, una vez, dos veces —perdóname, por favor.
Nunca, jamás en toda su vida Draco había pedido tantas veces perdón, mucho menos de rodillas pero, cómo le había dicho a Theo, estaba más que dispuesto a hacerlo.
Los sollozos de Hermione se calmaron y, tratando de respirar con normalidad le miró, con aquellos preciosos ojos castaños húmedos y miles de sueños e ilusiones brillando en sus pupilas.
—Me recuerdas —susurró ella, con la esperanza vibrando en su voz.
—Todo —respondió él que seguía aferrando sus mejillas y dando suaves besos a sus labios de vez en cuando —te quiero —dijo acercándose hasta que sus narices se rozaron, sus alientos se entremezclaron y sus bocas se tocaron al hablar —te quiero, Hermione —repitió acariciando sus pómulos con los pulgares —os quiero —dijo una vez más.
—¡Draco!
La mujer se incorporó lo suficiente como para abalanzarse contra él tan bruscamente que ambos cayeron al suelo, Hermione le llenó la cara de besos tan feliz que ni siquiera fue consciente del espectáculo que estaban dando al público.
Cuando oyó el carraspeo de Harry, ella levantó la vista y se sonrojó. Se apartó del rubio y tiró de él ayudándole a que se levantara. Enfrentándose a sus actos como la leona que era, inspiró hondo y miró a sus amigos.
A todo ellos.
Porque no solo Harry y Ron la observaban, el primero con gesto condescendiente y el segundo con una mueca de desagrado mezclado con aceptación, sino que allí, en distintos puntos de la escalera, Theo, Morgan y Luna también los contemplaban, igual que Blaise quien, al no tener hueco había optado por asomar la cabeza por la trampilla para no perderse el espectáculo.
Hermione se pasó un rizo detrás de la oreja y se agarró a la mano de Malfoy que, en su usual pose altiva y orgullosa, simplemente miraba a todos con desdén, retando a cualquiera de ellos a decir algo.
Blaise, que era el único de todos ellos que no tenía un ápice de autoconservación, exclamó:
—Tío, cuando tienes que arrastrarte para pedir perdón lo haces a lo grande.
Ron rió entre dientes
—Pues yo creo que le ha perdonado —dijo Luna con candidez —o eso o la ha mordido un vampiro y se lo estaba intentando comer ¿Te han mordido, Hermione?
—No un vampiro al menos —murmuró Malfoy en su oreja mordiéndola con cariño.
Ella sonrió y se abrazó a él.
—Gracias por encontrarme —dijo con un suspiro —gracias a todos.
—Si no volvemos a Grinmauld Place Ginny va a matarme —tiró a Hermione su varita, agarró a Morgan del hombro y se apareció.
—Nos vemos allí —exclamó Ron yéndose detrás.
—Es nuestro turno, chicos —Luna dio la mano a Theo y agarró a Blaise de una oreja antes de aparecerse.
—No puedo creer que estés aquí —susurró Hermione agarrándose a la cintura de Draco.
—Estoy y no pienso ir a ninguna parte, Hermione —respondió dándole un beso en la coronilla.
—Sí —dijo la bruja —justamente ahora nos vamos a Grinmauld Place.
Y así, abrazados bajo la alacena bajo la escalera del número cuatro de Privet Drive, ambos se aparecieron rumbo a Grinmauld Place.
