Hola!
Perdonad si no respondo a los mensajes y si hay algún dedazo, no lo he corregido, pero es que no me da la vida ahora mismo y no tengo tiempo, espero que sigaís disfrutando de la historia tanto como antes.
De miedos y esperanzas
—¡Atwater!
Draco llamó al Inefable, después de lo que pareció una eternidad buscando entre las estanterías de la casa de los Lestrange por fin había encontrado algo digno de mención.
—¿Qué tienes? —preguntó Morgan cuando se acercó a su lado.
—Una caja de seguridad.
Señaló un estante al que le había retirado todos los libros y en el que se veía una pequeña puerta cerrada muy bien disimulada con la madera.
—Mi padre tenía una de estas en su despacho, tenía un hechizo de sangre por lo que si es similar tal vez puedas ir a Azkaban a por un poco de sangre de mi querido tío Rodolphus.
—Malfoy —se metió la mano en el bolsillo de la túnica y sacó un vial lleno de sangre —ya venía preparado para esta eventualidad.
—Joder —sacudió la cabeza con incredulidad —¿Llevas sangre de los Lestrange en el bolsillo? Atwater estás enfermo, de verdad.
—Tenemos sangre, fluidos, pelos e incluso piel de todos y cada uno de los presos que hay en Azkaban, sobre todo de los mortífagos cuyos bienes han sido confiscados. Más de una vez es necesario para los rompe maldiciones o para los que, como yo, tienen algunas tareas más… complicada.
Con la varita hizo levitar el vial, lo destapó y derramó unas gotas sobre la puerta de la caja de seguridad que, con un clic apenas audible, se abrió ante sus ojos.
—Voilá —dijo Morgan con una sonrisa de suficiencia.
— Sí, un aplauso para el Departamento de Misterios y su extraña y ciertamente asquerosa fijación por los fluidos corporales de los presos.
Se asomó al pequeño hueco que se había quedado abierto en la pared y vio lo que parecía una vieja caja antigua.
—Creo que hemos encontrado el tesoro —dijo Draco apartándose —pero lo coges tú, que a ti te paga el Ministerio por poner en peligro tu pellejo y meter la mano en Merlín sabe donde —levantó su propia mano y movió los dedos —no voy a arriesgarlos, para eso el Inefable eres tú.
—Muy valiente, Malfoy
Él se encogió de hombros.
—No me siento menos hombre por ser prudente, Atwater, es un hecho comprobado que los Slytherin se decantan por la astucia y el sentido común, dejando todo eso de la enajenación fanática a los leones.
—Yo soy un Slytherin —replicó Morgan metiendo la mano en el hueco de la pared para coger la caja.
—Siempre hay excepciones —añadió Malfoy con una sonrisa ladina.
Decidiendo ignorarle, el Inefable sacó el pequeño arcón y lo llevó hasta una enorme mesa de caoba que había en mitad de la opulenta estancia.
—Bien, supongo que de nuevo la sangre es la que abre esto —murmuró.
—Posiblemente, la verdad es que no tengo ni idea.
Morgan sacó de nuevo el vial y dejó caer unas gotas sobre el pequeño cerrojo, después apuntó la varita.
—Alohomora
La caja se abrió y, poco a poco, ante sus estupefactos ojos, un humo denso y azulado, similar al de un patronus, fue tomando la forma de un hermoso árbol, extendiendo sus ramas y sus hojas, hojas que se marchitaban y caían con los antepasados que ya no estaban mientras otros florecían hasta que únicamente tres nombres quedaron flotando ante ellos.
—No puede ser —murmuró Morgan —es imposible.
—Este tipo de magia no puede manipularse —replicó Draco con la voz enronquecida.
—Tiene que ser un truco de algún tipo.
—Sabes que no es posible, Atwater, es lo que es.
Allí, ante ellos, las tres hojas que seguían balanceándose lentamente tenían tres nombres: Rodolphus Lestrange, Margaret Clarisse Lestrange y Ophelia Tabitha Lestrange.
Morgan cerró el cofre, incapaz de continuar mirando por más tiempo aquel aberrante árbol genealógico y con un reducio lo encogió hasta que pudo meterlo en un bolsillo.
—Iré a ver a Potter —dijo con el rostro impertérrito pero un extraño vacío en la mirada —¿Quieres venir? —preguntó a Draco.
El rubio miró la hora e hizo una mueca.
—Granger va a matarme si llego aún más tarde —respondió sin pensar.
—Vaya vaya, nunca creí que viviría para ver a Draco Malfoy preocupado por llegar tarde a casa por culpa de una mujer.
El aludido simplemente arqueó una ceja y levantó el labio superior en un remedo de sonrisa burlona.
—¿Sabes Atwater? Yo tampoco lo habría creído —se colgó la túnica por encima de un hombro sujetando el cuello de la prenda con un dedo —pero ahora tengo a una bruja inteligente, bonita y embarazada que me espera y se preocupa por mí. No sé tú, pero yo creo que no es algo de lo que tenga que avergonzarme.
Se marchó silbando suavemente y Morgan le escuchó desaparecer tras el crepitar de las llamas de la red flú.
—No lo es —susurró apretando los dientes —eres un cabrón afortunado Malfoy —con un suspiro se fue tras el rubio y cogió un puñado de polvos antes de entrar en la chimenea —Grinmauld Place número doce.
….
Hermione miró el reloj por decimoquinta vez en los últimos quince minutos.
¿Dónde demonios estaba Draco?
El miedo arañó sus entrañas y la hizo temblar. No quería pensar en lo que había ocurrido la última vez que se había visto en una circunstancia similar.
Angustiada hasta el extremo, cuando el reloj marcó finalmente las diez de la noche, envió un patronus a Harry y se dedicó a caminar por la sala hasta que el ciervo de su amigo vino de vuelta presentándose ante ella.
—Está con Morgan, no te preocupes, están buscando información.
En ese momento Hermione se debatió entre el alivio y el enfado porque no se le hubiera ocurrido ponerse en contacto con ella.
Suspiró y se dejó caer en el sofá, decidiendo en ese mismo momento que al día siguiente empezarían las clases particulares de Draco. Iba a enseñarle a conjurar un patronus, así tuviera que pasarse día y noche practicando con él.
Estaba pensando en cuál sería el mejor momento para empezar, en si la biblioteca sería un buen lugar y en la posibilidad de que en ese ático atestado de trastos hubiera algún Boggart. Según les había explicado Remus cuando fue su profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, los Boggarts, al igual que los dementores eran no-seres amortales que se generaban y mantenían por las emociones humanas. En aquella mansión habían pasado cosas tan terribles que Hermione estaba casi segura de que podrían encontrar más de uno por alguno de los rincones oscuros e inexplorados.
Se levantó para ir a preparar otro té cuando el sonido de la aparición la hizo girarse y se encontró contemplando los penetrantes ojos de Draco.
—Granger—fue lo primero que dijo él acercándose a ella —espero no haberte preocupado —puso ambas manos en sus mejillas y alzó su rostro para mirarla —fui con Atwater a la mansión Lestrange y el tiempo pasó demasiado rápido.
El enfado de Hermione se esfumó al ver la inquietud que parecía emanar del cuerpo de Draco.
—Pregunté a Harry hace un rato —se mordió el labio —me preocupé un poco al ver que no llegabas yo… bueno, malos recuerdos, supongo.
Algo brilló en los orbes grises de Malfoy y las manos que sostenían las mejillas de la mujer se tensaron. Él se agachó hasta apoyar los labios en su frente y la atrajo hacía sí en un apretado abrazo que hizo que los ojos de Hermione se llenaran repentinamente de lágrimas
—Puedo redimirme —susurró dejando un reguero de besos por su sien hasta mordisquear el lóbulo de su oreja —sé cómo hacer olvides —se apartó con una sonrisa ladeada —soy muy capaz de calentar algo de cena, ponerte una película corta venas de esas que tanto te gustan e incluso puedo darte un masaje.
—¿En los pies? —preguntó ella, burlona.
Draco alzó una ceja. ¿Masajes en los pies? No creía haber tocado jamás un pie ajeno en lo que tenía de vida.
—Si es necesario —dijo con aplomo.
Hermione simplemente rió y levantó la pierna para enseñarle aquel pequeño pie, moviendo los dedos que tenían las uñas pintadas de rosa.
Draco ladeó la cabeza observando esa delicada extremidad y se encontró ligeramente excitado ante la idea de masajearle los pies, quizás besarlo y, poco a poco, elevarse por aquellas piernas hasta terminar…
—¿Draco?
—¿Hmm? —sacudió la cabeza y la observó, distraído.
—Te pregunté si tenías hambre.
Él lo pensó antes de responder y se dio cuenta de que en realidad estaba hambriento. No había comido apenas nada en todo el día y su estómago rugió ante la idea de llenarse.
—Supongo que eso responde a mi pregunta —replicó Hermione divertida —aunque me encanta cuando calientas la comida —dijo aún con la sonrisa dibujada en sus labios —dejaré que te des una ducha y te cambies de ropa mientras lo hago yo, estoy segura de que estás cansado.
—Lo estoy —suspiró pasándose la mano por el pelo — te contaré todo lo que hemos averiguado mientras cenamos.
Ella se fijó en el rostro impenetrable de Draco y se dio cuenta de que, fuera lo que fuese, era algo grande.
—Está bien, no preguntaré —dijo mordiéndose las ganas de lanzarse a un interrogatorio —pero date prisa, no se me da demasiado bien contener mi curiosidad y la impaciencia.
Draco rió y se metió en el cuarto de baño mientras ella preparaba la cena que les había pedido a los elfos esa noche.
No le gustaba demasiado depender de ellos y de que les sirvieran, pero sabía que todos, incuso los que no querían ser libres, habían sido liberados y contratados bajo las condiciones legales pertinentes, pese a que la gran mayoría no hacía caso a sus derechos y prefería vivir fingiendo que nada había cambiado.
Pese a que se habían acostumbrado a comer sobre la barra, Hermione decidió poner una mesa algo más decente, colocó un bonito mantel y llevó un pudín de Yorkshire, un poco de carne asada y puré de patatas, sirvió una copa con un poco de vino para Draco y un vaso de agua para ella justo cuando él salía de la ducha con el pelo húmedo y vistiendo un pijama negro que se pegaba a su cuerpo haciéndola salivar.
—Que bien huele —dijo sentándose a su lado y poniendo la servilleta sobre sus piernas.
Hermione se fijó en sus ademanes elegantes y educados y ocultó una sonrisa tras su vaso de agua. Puede que hubiera pasado años pensando que Draco Malfoy era un snob elitista pero realmente ahora agradecía la educación que Narcisa Malfoy le había dado durante su infancia.
—¿Qué sabes de tu madre? —preguntó recordándola de pronto mientras cortaba con cuidado un poco de carne asada y le untaba con el cuchillo algo de puré.
—Aún no puede salir de San Mungo —masticó un poco de su asado con los ojos cerrados — su medimago cree que hasta que no recupere por completo la masa muscular perdida sería peligroso volver a casa.
—¿Te da miedo que esté en San Mungo?
—No —cortó un poco de pudín y la miró con una sonrisa —creo que el dichoso BR está dando sus últimos coletazos, me parece que buscan esconderse, no atacar de nuevo.
—¿Por qué fuisteis a la mansión Lestrange? Pensé que estaba cerrada, el Ministerio la requisó pero, a diferencia de otras como esa, continúa completamente fuera del radar.
—Está en manos del Departamento de Misterios, al parecer los Rompe Maldiciones y los Inefables están intentando hacerla… segura. A Saber la cantidad de trampas, hechizos y objetos de magia negra debe haber allí.
—¿Os hicieron lo mismo a vosotros?
—Por suerte los bienes no nos los requisaron —la miró con una sonrisa que no llegó a sus ojos —gracias a ti y a Potter nos libramos de Azkaban y de quedar en la miseria, pero sí vinieron a saquear la mansión —se encogió de hombros —personalmente no lamenté la pérdida de nada de lo que se llevaron. Cuando desalojaron las mazmorras, donde padre tenía una variopinta colección de objetos mágicos, yo construí mi laboratorio y mi madre empezó a respirar mucho más tranquila.
—Eso quiere decir que, en comparación con los Lestrange, tu padre era un coleccionista mediocre.
Draco rió con ganas.
—Ni siquiera podría considerarse un coleccionista. Por lo poco que he visto y lo que Atwater me ha contado, la mansión Lestrange es un museo de magia negra.
—¿Y por qué fuisteis allí?
—Porque Potter puso a Halfnacked a investigar a Maggie Rymer y al parecer antes de adoptar el apellido de Adalid, su nombre de nacimiento era Margaret Clarisse Lestrange.
Hermione dejó caer el tenedor sobre el plato y cogió la servilleta para toser delicadamente mientras miraba a Draco con los ojos casi saliéndose de sus órbitas.
—¡Oh Merlín! ¿Una Lestrange? No es posible.
—Eso pensé yo. De modo que, aprovechando que Atwater tiene línea directa con la antigua casa de mi tía la loca, fuimos a buscar información sobre el árbol genealógico de la familia.
—¿Está en una pared? ¿Cómo el de los Black?
—No. De hecho es raro que el árbol esté en una pared, creo que la única familia que lo tenía así era la de mi madre.
—¿Y el de los Malfoy? —preguntó Hermione que, hasta ese momento, no había pensado en ello.
—En la biblioteca —murmuró algo incómodo —tal vez algún día pueda enseñarte la cámara pero no sin antes hablar con Atwater.
—¿Por qué?
—No sé si será seguro para ti, Granger —murmuró dando un sorbo a su vino
—Por mi sangre —más que una pregunta fue una aseveración.
Draco simplemente asintió.
—¿Y encontrasteis la información que buscabais? —Hermione decidió cambiar de tema
—Encontramos mucho más —al ver la mirada interrogante de la mujer, él sonrió —encontramos el árbol. Había una caja de seguridad en una de las estanterías, gracias a la sórdida tendencia del Ministerio de quedarse fluidos de los detenidos, Atwater iba preparado con un vial de sangre de Rodolphus y pudo abrirla. El árbol de los Lestrange está en una vieja caja —Le explicó cómo funcionaba y cómo había tomado forma cuando por fin habían conseguido abrir el cofre — no solamente nos confirmó la identidad de Maggie —susurró con la voz algo tomada —el de Margaret no era el único nombre que había —miró a Hermione a los ojos y sacudió la cabeza, aún incrédulo —Tabitha es su hermana.
La mujer abrió la boca pero ningún sonido salió de entre sus labios.
—No puede ser.
—Es imposible manipular ese tipo de magia ancestral. Nada, absolutamente nada es más fiable que un árbol genealógico —tragó saliva recordando el momento en el que el árbol de los Black le mostró a él el nuevo brote en su rama que simbolizaba a su hijo no nacido —al menos Atwater ahora conoce el motivo.
—Es mucho peor —Hermione dejó la servilleta sobre la mesa y se levantó, nerviosa —Dios mío Draco, ahora sabe que es real, que ella está viva ¿No es terrible? —Se llevó las manos a la boca y él pudo ver que sus ojos estaban brillantes de lágrimas contenidas —saber que la mujer de la que ha pasado años enamorado fingió su muerte…. que horror, no sé cuánto tiempo ha estado llorándola pero descubrir todo esto…
—No parecía estar en su mejor momento —soltó a bocajarro —pero se fue a ver a Potter, además creo que es mucho mejor saber qué vivir en la ignorancia. Y lo digo por experiencia.
—Supongo que sí —Draco sujetó su mano y tiró de ella hasta que Hermione se sentó en su regazo.
—Será capaz de pasar página de una vez en cuanto encuentre respuestas. Puede que esto no es lo que quisiera haber averiguado, pero está cada vez más cerca de la verdad y eso, a la larga, será lo mejor.
Hermione suspiró y apoyó la frente sobre la de Draco.
—Lo sé, pero es no sé, me entristece pensar en lo mal que debe estar pasándolo, le aprecio Draco. De alguna forma nos hemos acabado haciendo amigos.
El rubio gruñó, mordiéndose las ganas de decirle lo que pensaba de esa amistad y de la forma en la que, al menos antes, Morgan Atwater la miraba cuando creía que nadie le observaba.
—Tendríamos que buscar información sobre ellas, seguramente haya algún registro, alguna forma de saber qué ocurrió.
—Olvida los registros —murmuró Draco — si los Lestrange se las quitaron de encima no habrá ninguna evidencia de ello.
—¿Pero por qué a las dos? Tabitha se crió pensando que era hija de muggles, eso quiere decir que debieron sacar de la casa de la familia a amabas.
—No lo sé —respondió Draco apoyando la espalda en el asiento —es posible que no hicieran la prueba a ambas hermanas, eran mellizas, tal vez la prueba es distinta y no lo sabían… la verdad es que solamente hay una persona viva capaz de responder a estas preguntas.
—Rodolphus —añadió Hermione.
—Exacto. Pero es imposible que permitan a Potter usar veritaserum en él, al menos no sin revelar al Wizangamot demasiado.
—¿No crees que hablaría sin el filtro de la verdad?
—No. Puede que hablara, pero sería casi imposible saber separar la verdad de la mentira de sus palabras.
—Es extraño ¿Verdad? Que alguien que ha vivido entre muggles sepa de este mundo.
—Tal vez Tabitha se enteró y la buscó —apuntó Draco.
—Sí… —Hermione suspiró —supongo que es posible.
Draco apuntó a la mesa con la varita y todo se fue recogiendo solo y yendo a la cocina. Ella pudo escuchar como se fregaban las cosas y se abrían los armarios.
—Esa forma de usar la magia es…
—Normal —atajó Malfoy tirando de ella hasta el sillón —no me des uno de esos discursos muggles, Granger, la magia no se agota por el uso.
Ella simplemente puso los ojos en blanco y se acurrucó junto a él.
—¿Quieres ver una película?
—La verdad es que no —bostezó y se apretó contra su costado — estoy cansada
—¿Quieres ir a la cama?
—En realidad me gustaría que me leyeras un rato —respondió en voz baja.
Draco rió y cogió uno de los libros sobre embarazo que le habían enviado desde Flourish & Blotts. Le parecía muy divertido esa extraña afición que había desarrollado la castaña a oírle leer en voz alta.
—En Hogwarts resoplabas cada vez que algún profesor me hacía leer un texto — la picó él.
—Sí bueno, en el colegio eras un pedante, Malfoy —respondió con su voz de marisabidilla —escucharte era un martirio.
—¿Y ya no soy pedante? —preguntó alzando una ceja.
—Oh, si que lo eres, pero ahora te quiero —le dio un golpe en el brazo y se recostó pegando la mejilla a su hombro.
Como siempre que ella lo decía, el estómago de Draco dio un vuelco y su corazón se aceleró. Se preguntó, aguantando la respiración, si algún día llegaría a acostumbrarse a que ella lo amara de ese modo.
Inspiró hondo y la rodeó con el brazo, atrayéndola hacia sí mientras abría el libro y comenzaba a leer.
—Enhorabuena. Sí estás leyendo esto es que un nuevo mago o bruja está en camino…
….
—Es ciertamente… inesperado —dijo Harry quitándose las gafas para limpiarlas antes de ponérselas de nuevo.
Morgan había llegado hacia un buen rato y le había puesto al día de lo que habían encontrado Malfoy y él en la mansión Lestrange.
Incluso abrieron de nuevo la caja para verificar la información y, una vez más, el Inefable pudo ver aquellos nombres, brillando levemente mientras levitaban ante ellos.
Ophelia Tabitha Lestrange.
Aquellas palabras se balanceaban delante de sus ojos, burlándose de él con cada movimiento.
Todo era mentira.
Tabitha Wright no existía. La bruja hija de muggles de la que se había enamorado a los doce años era en realidad una descendiente de los Sagrados Veintiocho. Una Lestrange.
¿Cuándo lo había descubierto Tabi? ¿Lo habría sabido siempre o ese descubrimiento había sido el detonante para fingir su muerte y abandonarle de una forma tan brutal?
Cada vez había menos respuestas y más interrogantes en todo aquello. Se sentía frustrado, dolido y absolutamente furioso con ella y con la situación.
—No quiero creerlo, Potter, pero Malfoy tiene razón. Es magia ancestral, es imposible manipular esto. —señaló el árbol genealógico — nos guste o no esta es la verdad. Maggie y Tabitha son hijas de Rabastan Lestrange.
—¿Y qué ocurrió? ¿Por qué nadie lo sabe?
—Me temo que ellas lo deben saber —dejó escapar el aire entre los dientes — podría arriesgarme a teorizar sobre las posibilidades, pero lo más factible es que al nacer las niñas y morir la madre, Rabastan hizo la prueba de squib en una de ellas y, al ser positiva, se deshizo de las dos. Siendo gemelas la posibilidad de que el gen no mágico lo tengan ambas es muy muy alta.
—Pero son mellizas ¿No? Porque Fred y George eran gemelos idénticos y ellas no se parecen en nada.
—Quizás se parecían al nacer o quizás simplemente Rabastan no sabe qué diferencia hay entre uno y otro caso.
—Entonces lo más seguro es que las dejara en algún orfanato.
—Habrá que buscar en los orfanatos muggles información de los últimos treinta y un años. No debe ser común que dejen a dos bebés.
—Desgraciadamente —comentó Harry —no creo que sea algo tan descabellado. El mundo está desnaturalizado y no creo que sean las únicas mellizas a las que han dejado abandonadas.
—¿Puedes pedir a Halfnacked que revise en esos artilugios muggles?
—Sí, mañana le diré lo que tiene que buscar. ¿Crees que es posible que Tabitha descubriera algo al trabajar en el Departamento de Misterios y fuera a buscar a su hermana?
Morgan se pasó las manos por el pelo en gesto cansado.
—La verdad es que una parte de mi ve la lógica de eso, no te mentiré diciendo que no se me ha pasado por la cabeza esa posibilidad, pero no es la única, por lo que realmente espero que no haya sido así.
Harry le miró con pesar y se dio cuenta de que el hombre debía estar pasando por un completo infierno.
—Es tarde —le dijo señalando hacia las escaleras — tengo un montón de habitaciones libres si quieres quedarte aquí —se encogió de hombros y se colocó las gafas — sé que a mi personalmente no me gustaría estar solo en casa en un momento así —rió con algo de humor —pero claro, yo no soy una serpiente… vosotros tenéis comportamientos… peculiares. Como sea —le golpeó el brazo con camaradería —si decides quedarte, eres bienvenido.
Se marchó dejando a Morgan solo en el salón en un completo estado de shock.
Sabía que Potter, al igual que Hermione, era alguien singular y su ofrecimiento resquebrajó un poquito la coraza que llevaba a su alrededor desde que creyó a Tabi muerta.
Por un instante recordó al niño y al joven que había sido, alegre, lleno de sueños y esperanzas, confiado, con un sentido del humor siempre presente y el propósito de hacer del mundo un lugar mejor.
¿Qué había sido de aquel Morgan? ¿Había merecido la pena haberse perdido en el camino de la vida por llorar a alguien que le había traicionado de la peor forma posible?
Miró hacia la puerta por la que había desaparecido Potter y, contra todo pronóstico, se dio cuenta de que el auror tenía razón. Por algún motivo, el hecho de volver a su casa le hacía sentir una extraña y dolorosa presión en el pecho.
Aquel lugar, oscuro e impersonal le recordaría una y otra vez en lo que se había convertido por culpa de una mentira que le había destrozado el alma tantos años atrás.
Con un suspiro se preguntó si sería capaz de quedarse allí, de dormir bajo el techo de la antigua Orden, ese lugar, otrora mausoleo de la pureza y el odio, que había dado después cobijo a tantos rebeldes, desde Sirius Black al gran Harry Potter.
Sio un paso hacia la puerta y sintió cómo si alguien le retirara un peso de los hombros. Con el siguiente paso, de nuevo algo se aligeró y, cuando por fin atravesó la puerta y comenzó a subir las escaleras, se dio cuenta de que, con ese simple gesto, realmente había dado un paso hacia la liberación, un paso hacia la cura de su alma.
Cuando Harry, que se había quedado en el pasillo, esperando, escuchó los pasos pesados de Morgan subir las escaleras, no pudo evitar que una enorme sonrisa se dibujara en su rostro.
—Bien —susurró entrando en su habitación — bien hecho, Morgan.
