El tejón y la serpiente

¿De verdad entrarás a la Academia de Aurores?

Apenas quedaban unos días para que finalizara el curso y ese año era el último de Morgan. Había terminado sus E.X.T.A.S.I.S y ya tenía preparada la solicitud para entrar en la Academia.

—Presentaré la solicitud en cuanto me den los resultados de los exámenes.

—Sabes que serán buenos, no tendrás problemas en entrar.

Tabitha y él estaban sentados bajo la sombra de un árbol cerca del Lago Negro. Ella tenía la espalda apoyada en el tronco y acariciaba distraídamente el cabello de Morgan quien, tumbado en el suelo, reposaba la cabeza sobre los muslos de la chica.

—Será extraño no tenerte aquí el próximo curso —dijo con un suspiro —te echaré mucho de menos.

Él abrió los ojos y la miró con una sonrisa.

—Vendré a verte en cada salida a Hogsmeade.

—No será lo mismo sin ti.

—Tampoco lo será para mi. ¿Sigues pensando en entrar al Ministerio?

Ella se encogió de hombros y se mordió el labio inferior.

—Ojalá pudiera ser auror, solo para trabajar mano a mano contigo. Pero me temo que no me gusta nada toda esa violencia y esa tensión. Intentaré entrar en el Departamento de Misterios o quizás en el de Cooperación Mágica Internacional.

—Qué aburrido. Lo único bueno del Departamento de Misterios es la sección de los Inefables.

—¡Merlín, Morgan! —le dio un tirón cariñoso del pelo — eso es mucho peor que ser auror.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó alzando una ceja con gesto arrogante — nadie sabe qué hace realmente un Inefable.

—Eso es cierto.

Se quedaron en silencio durante un rato hasta que ella volvió a hablar.

—¿Qué harás estas vacaciones?

—Nada interesante, si me cogen en la Academia empezaré antes de que comience el curso escolar, solo tendría el mes de Julio completo pero supongo que me quedaré en Londres.

—Yo también estaré aquí ¿Quieres que hagamos planes juntos? Podríamos no sé, ir a Hyde Park, merendar alguna tarde o tal vez.

—Sí —Morgan se incorporó y se sentó a su lado, atrayéndola contra su cuerpo hasta que la tuvo sentada en su regazo —sí —besó sus mejillas y sus labios, acariciando las sonrojadas mejillas con los pulgares —sabes que iría contigo a cualquier parte Tabi.

Ella echó los brazos alrededor de su cuello y le devolvió los besos con fervor.

—Será genial —dijo acurrucándose sobre él — quiero tener muchos recuerdos que atesorar para los meses siguientes.

—Cuando termines Hogwarts todo será distinto —respondió él acariciando uno de sus rizos castaños con un dedo —serás mayor de edad y todo será más fácil.

Ella soltó una risita.

—¿Quieres decir que me secuestrarás y me llevarás a tu guarida, serpiente?

—Pequeño tejón, te haré mía con cada nexo muggle o mágico que exista, te ataré a mi para toda la eternidad.

Ella se alzó para mirarle a los ojos y le acarició las cejas con los índices.

—Suena perfecto.

La imagen de la mujer se desdibujó, convirtiéndose en una bruma densa que fue desapareciendo poco a poco hasta que volvió a formarse en otro lugar,en otro tiempo.

Estaban en la cama, enredados entre las sábanas. Morgan miraba el techo, con uno de sus brazos sobre la frente y el otro bajo el cuerpo de Tabitha que dormitaba con el rostro pegado a su pecho.

Acarició la espalda femenina, sorprendiéndose de su suavidad y sonrió cuando la oyó suspirar y su aliento le erizó el vello haciéndole estremecer. Su miembro se agitó con impaciencia y tuvo que hacer un esfuerzo por contenerse y no abalanzarse de nuevo sobre ella como un animal.

Desde que terminó en la Academia y Tabi consiguió un empleo en el Departamento de Misterios, su vida era perfecta.

Él acabó su entrenamiento como auror y consiguió entrar a uno de los escuadrones de más renombre, liderado por Alastor Moody. Era rudo, exigente y terriblemente duro, pero si querías ser un buen auror, el mejor sitio en el que podías estar era con él.

Su compañera, Tonks, era una bruja metamorfomaga, algo alocada y pizpireta un año más mayor que él, que cambiaba el color de su pelo dependiendo del humor con el que se levantaba cada día y Morgan estaba seguro de que Alastor les había emparejado en las misiones porque la tranquilidad de él contrastaba con la impetuosidad de la mujer, pero lo cierto era que funcionaban bastante bien como compañeros.

Tras conseguir el empleo había buscado una pequeña casa en la que vivir, necesitando la intimidad que proporcionaba un domicilio propio, no solo porque su carácter independiente le instaba a irse y desplegar las alas, sino porque al tener a Tabitha allí, los deseos de ambos se descontrolaban demasiado a menudo y tener un lugar propio había sido el siguiente paso lógico.

Tabitha no tardó demasiado en pasar más tiempo con él que en su propia casa y por eso Morgan guardaba en uno de los cajones de su mesilla una pequeña caja con un sencillo pero hermoso anillo de compromiso dentro.

La mujer suspiró y se agitó en sueños. Morgan contempló los rizos castaños enmarañados que se desperdigaban por su pecho desnudo y sonrió.

Necesitaba encontrar el momento perfecto para pedirle matrimonio y debía hacerlo cuanto antes porque no podía esperar a que fuera suya ante los ojos de todo el mundo.

—Buenos días pequeño tejón —susurró besando su coronilla.

Sintió como sus labios dibujaban una sonrisa antes de besarle sobre una tetilla plana.

—Buenos días, serpiente —bostezó y se desperezó, acurrucándose de nuevo contra él —podría pasar el día entero aquí —susurró.

—No tengo mejores planes —tiró de ella hasta tenerla encima y ambos se estremecieron con el contacto de sus cuerpos — tenerte toda para mí me parece el plan perfecto. Ni siquiera tenemos que salir de la cama.

—Habrá que comer —dijo con una risita buscando su boca.

—Oh… —Morgan sonrió y metió los dedos entre los muslos de la mujer —yo tengo todo aquí mismo.

Las risas se cortaron en seco y poco a poco las figuras de ambos se difuminaron, evaporándose en volutas de humo y formándose de nuevo, aquella vez estaban de pie, vestidos, en un pequeño rincón de Hyde Park, al amparo de un frondoso árbol.

—Dios mío, Morgan —los enormes ojos castaños de Tabitha estaban húmedos y se tapaba la boca con ambas manos —Dios mío —repitió mientras una lágrima se derramaba por su mejilla.

—¡Vamos Tabi! —se escuchó la voz de Tonks en la distancia —¡Di que sí de una vez!

—Nymphadora —el tono cascado y rudo de Alastor Moody era inconfundible y se escuchó con claridad — ¿No te he enseñado nada de discreción?

—No me llames Nimphadora, Ojoloco —siseó la voz de mujer —sabes que lo odio.

—Pues compórtate, niña, acabas de echar a perder la misión.

—¿La misión? —la mujer resopló de una forma muy poco femenina —lo que estamos haciendo se llama cotillear. Fin.

Morgan se puso rojo y apretó los puños, pensando seriamente en ir a asesinar a sus amigos de forma lenta y dolorosa, pero Tabi soltó una alegre carcajada y se lanzó a sus brazos casi tirándolos a ambos en el proceso.

—Sí —susurró repartiendo besos por toda la cara de Morgan entre risas —¡He dicho que sí Tonks! —gritó hacia la arboleda.

Una serie de silbidos, felicitaciones y toda clase de gritos de alegría llegó hasta la pareja.

—Te quiero, Morgan, claro que me casaré contigo.

—Yo también te quiero, pequeño tejón.

El humo envolvió de nuevo a la pareja que se besaba con intensidad y cuando las imágenes fueron nítidas de nuevo Morgan estaba en su cubículo del Departamento de Aurores junto a Tonks que se sentaba en el escritorio del hombre mientras comía grageas Bertie Botts.

¿De veras vas a irte M?

—No lo sé, es una gran oportunidad. Ojoloco dice que sería un idiota si no aceptara la misión.

—Moody no está del todo cuerdo —se tocó la sien y puso los ojos en blanco con una sonrisa — Si le haces mucho caso acabarás sin distintas partes del cuerpo antes de cumplir los treinta.

—Scrimgeour estima que la misión no durará más de tres meses y la boda será en cinco así que supongo que no interferiría demasiado.

—Sabes que estas cosas nunca son exactas ¿Verdad? —ella bufó —Scrimgeour sería capaz de decirte lo que quieres oír con tal de que hagas lo que él necesita.

Morgan suspiró y se pasó las manos por la cara.

—Hablaré con Tabi esta noche.

—Tabi hará cualquier cosa que crea que te va a hacer feliz —hizo una mueca de disgusto —sois tan monos que me ponéis nerviosa —rió mientras ponía su pelo adquiría un color turquesa y su nariz se estiraba alargándose —soy una mentirosa —regresó su nariz al tamaño normal y le golpeó el brazo —en realidad sois maravillosos. Pero los dos sabemos que si quieres ir ella te apoyará.

—Lo sé —dijo con una sonrisa —siempre lo haría, hasta el final.

—Es una pena que no estés por aquí, me habría gustado presentarte a unos amigos —replicó con una sonrisa —¿Quién sabe? Si no tardas mucho en regresar igual podría hacerlo, creo que encajarías bastante con ellos.

—¿Tan raros como tú?

—O más —se levantó de un salto y fue hacia su propio cubículo —se reúnen en una casa antigua planeando revoluciones —dijo con voz lúgubre.

—Suena divertido —replicó Morgan alzando la voz.

—Oh, lo es M.

Las brumas envolvieron a Morgan y cuando la visibilidad regresó él y Tabitha se abrazaban en una pequeña sala del Ministerio en la que había una mesa con un bolso viejo encima.

—Prométeme que tendrás cuidado.

—Lo tendré

—Y que no tardarás.

—Cumpliré la misión lo más rápido posible sólo para volver. Tengo una boda que no puedo perderme.

Ella rió aunque sus ojos estaban tristes.

—Por favor, no tardes, serpiente, mi vida no es lo mismo cuando estás lejos.

—Te prometo que volveré, pequeño tejón, solo espérame.

—Siempre.

Cuando la mujer le besó, Morgan despertó con un intenso desasosiego atenazando su estómago. Intentó aquietar su respiración acelerada y se incorporó en la cama, sujetándose a las sábanas como si fueran un salvavidas.

Se pasó la mano por el pelo y masculló una maldición, levantándose con brusquedad.

Hacía mucho tiempo que no soñaba con ella. Mucho tiempo que no dejaba que los fantasmas del pasado le visitaran en la noche.

Tabita, Tonks, Ojoloco… ellos eran el recuerdo de un tiempo mejor, las pérdidas que estrujaban su alma y le habían perseguido durante los años pasados.

¿Cuántas veces se había arrepentido de aceptar aquella maldita misión? ¿Habría perdido a Tabi si no lo hubiera aceptado? ¿Habría podido su presencia ser la diferencia entre la vida y la muerte de sus amigos?

Quizás si él hubiera estado allí las decisiones de Alastor habrían sido otras o Tonks habría estado en otra parte del castillo el día de la batalla.
Era absurdo pensar en aquellas cosas, pero había pasado años haciéndolo, incluso pese a saber que de nada serviría.

Las imágenes aún estaban grabadas en sus retinas, como si aquellas escenas hubieran ocurrido la semana anterior y no más de diez años antes.

Podía recordar el olor de Tabi, su sabor, el tacto de su piel y su cabello, la intensidad de sus encuentros, la forma en que sus labios le besaban susurrando su nombre.

¿Acaso no iba a poder librarse de aquella desazón jamás? ¿Cuándo sería capaz de pasar la página o cerrar directamente el libro? Después de todos aquellos años, justo cuando parecía que la vida empezaba a mostrarle que había algo más después todo, ella regresaba para terminar de llevarse lo poco que quedaba de su corazón y de su alma.

Era como un dementor que había absorbido su alegría y su optimismo, dejando en su lugar la cáscara vacía del hombre que una vez fue y que había vuelto para arrebatarle lo que había dejado atrás la primera vez.

Escuchó ruido tras la puerta y decidió que era hora de ponerse en marcha, se alisó la ropa con la varita, hizo la cama y ventiló la habitación, saliendo al pasillo en el momento en que Ginny caminaba hacia él.

—Hola Morgan —dijo la pelirroja con una sonrisa amplia y sincera —si quieres darte una ducha allí —añadió señalando una puerta a menos de cincuenta metros —tienes el baño, hay toallas limpias en el mueble, en la parte de abajo.

—Gracias —respondió él con amabilidad —creo que pasaré por casa antes de ir al Ministerio ¿Está Potter por aquí?

—Harry se marchó hace unos veinte minutos, recibió una lechuza de Kingsley, le han dado los permisos para interrogar a Creevey y tenía que estar a primera hora allí.

—Bien —se tocó la barbilla haciendo una mueca al darse cuenta de que empezaba a ser imperativo el afeitado —le buscaré en el Ministerio.

Después de darse una ducha en su casa, Morgan decidió que antes de ir a ver a Potter pasaría por Azkaban, quizás el hermano Lestrange que quedaba vivo estaría disponible para una… pequeña intervención.

Ninguno de los aurores de la prisión puso reparo ante la petición de Morgan de hablar con el detenido, no en vano estaban más que acostumbrados a verle por allí.

—Gracias, Rollings —dijo a la auror que le había dado paso a la sala de visitas.

—Sin problemas —la mujer se encogió de hombros y miró hacia la puerta por la que entraba el mortífago —si no te importa estaré afuera, no creo que necesites mi presencia y algunos reclusos simplemente me ponen los pelos de punta.

Morgan simplemente asintió, más que feliz de haberse quitado a la auror de encima sin haber movido un dedo y observó cómo Rodolphus Lestrange entraba en la habitación con una sonrisa viperina en su demacrado rostro.

— Oh no —le lanzó un hechizo no verbal que cosió los labios del mago y fue el turno de Morgan de sonreír —que hablaras sería contraproducente, Lestrange —le apuntó con la varita —Legeremens.

Al ver la cara de horror del mortífago, se dio cuenta de que los escudos del mago eran demasiado débiles y fue tan fácil entrar en su mente como quitarle un caramelo a un niño.

Rebuscó entre los recuerdos de aquel cerebro retorcido, intentando hallar lo que necesitaba y cuando lo halló, exprimió la información gota a gota, recopilando cada migaja que le pareció importante, absorbiendo absolutamente todo.

Quince minutos después, tras un pequeño obliviate, Morgan salió tranquilamente de la sala y se acercó a Rollings.

—No ha querido hablar demasiado.

—Tan encantador como siempre —masculló la mujer.

El Inefable se encogió de hombros con indiferencia.

—Tampoco era demasiado importante.

—Nos vemos, Atwater —ella pasó a la sala y Morgan se marchó, rumbo al Ministerio.

Cuando Harry le vio llegar, él mismo regresaba de la sala de interrogatorios, le indicó con un gesto que pasara a su despacho y cerró tras ellos, frotándose la frente con gesto cansado.

—Tengo algo de información, pero Creevey no es más que un pobre infeliz que no logró superar la guerra y la muerte de su hermano. No sabe demasiado.

—Pero Lestrange si —mascullo Morgan mirando a Harry.

El auror suspiró.

—Deja que lo adivine, nada de lo que oiga ahora mismo lo estoy escuchando como Jefe de Aurores.

—Absolutamente nada —corroboró él.

—Está bien —Harry se arrellanó en la silla y se cruzó de brazos —cuéntamelo.

—La mente de Lestrange es un caos, está posiblemente tan loco como lo estaba su mujer, aunque es capaz de disimularlo muy bien.

—¿No ha podido mantenerte fuera de su cabeza?

—Sus escudos son una mierda —chasqueó la lengua con molestia —algo que no me ha venido mal, supongo que podría haberlos quebrado pero seguramente me habría llevado algo más de tiempo.

—¿Qué has encontrado?

—Una mina de información. Tal y cómo pensábamos su hermano dejó a las niñas en un orfanato muggle llamado Eagle´s Nest Home. La mujer de Rabastan murió al dar a luz y Bellatrix Lestrange hizo el hechizo sobre una de las pequeñas — ¿Tienes un pensadero?

—Sí —dijo Harry—en mi casa — convocó un patronus — Hermione, necesito que vayáis a Grinmauld Place cuanto antes, Morgan y yo vamos para allá. Tenemos información nueva.—¿Vamos?

—Detrás de ti —respondió el Inefable.

Cuando ambos hombres llegaron a casa de Potter, Draco y Hermione ya estaban allí hablando con Ginny, Luna y Theodore Nott.

—Cada día tu casa está más concurrida, Potter.

—Hola chicos —dijo Luna con su candorosa voz — ¿Dormirás con nosotros hoy también? —miró a Morgan quien, contra todo pronóstico, se sonrojó.

—Yo.. ahmmm… no lo creo, Lovegood.

—Oh, vaya, me gustas Morgan, tienes un aura algo gris con pinceladas púrpuras —frunció el ceño —aunque algunas veces son más amarillas y eso está bien.

Morgan alzó las cejas mordiéndose la lengua para no decir algo fuera de lugar.

—¿Has dormido aquí?

Theo no parecía demasiado contento con la información y Draco, que no tenía la habilidad de Morgan para callarse no pudo evitar hablar.

—Theo, estoy seguro que si le pides a Lovegood que te deje compartir la cama con educación ella lo hará más que contenta.

—¡Draco! —siseó Hermione golpeando el antebrazo del hombre.

Ginny ahogó una risita tras la mano y Harry se giró para que nadie le viera sonreír.

—Malfoy —replicó Theo —a veces eres un imbécil.

—Oh pero sí te dejaría Theo —dijo Luna dejando a todos los demás en silencio —puedes compartir mi cama siempre que quieras.

—Oh Merlín —Ginny se marchó de la sala al ver cómo los ojos de Nott prácticamente se salían de sus cuencas y todos pudieron oír sus carcajadas en cuanto salió.

—Yo eh… si no os importa tengo que… —Sin terminar la frase, Harry salió tras la pelirroja y Hermione empujó a Draco y a Morgan para que se fueran también.

—Algo me dice que Theo hoy va a triunfar —murmuró Draco alegremente — espero que me de las gracias como es debido.

—¿Las gracias? —Hermione resopló —va a matarte cuando te tenga cerca Draco.

—¿Por qué? —Él seguía con esa sonrisa socarrona dibujada en el rostro —le he conseguido una cama y una mujer dispuesta con una sola frase.

Morgan no pudo evitar reír entre dientes y Hermione les fulminó a ambos con la mirada.

—Pobre Theo —iba diciendo al llegar al despacho de Harry.

—¿Pobre? Su racha en dique seco acaba de terminar, esta noche será un hombre feliz —replicó Draco.

—Incluso antes de esta noche —añadió Harry con sus ojos verdes chispeando de buen humor.

—¡Harry! —exclamó la castaña.

—¡Hermione! —replicó el moreno con una sonrisa.

—Ya no seas tan mojigata Granger —Draco le puso la mano en la cintura y la guió hasta el escritorio —tú también tienes mi cama siempre a tu disposición —susurró sobre su oreja dandole un leve mordisco y riendo cuando ella dio un respingo.

—¿Qué es lo que ocurre? —preguntó Hermione a Harry alejándose del rubio y de sus caricias incitadoras.

—Morgan ha ido a ver a Lestrange.

—Bien hecho —murmuró Draco — por lo que recuerdo sus escudos mentales eran una mierda, o eso decían en el círculo de mi padre.

—Lo son, no es ni siquiera un oclumante decente, entrar en su mente fue demasiado fácil. ¿Dónde está tu pensadero, Potter?

Harry señaló un pequeño aparador al lado de una de las estanterías. Lo abrió con un movimiento de varita y levitó un vial hasta el Inefable.

—Gracias.

Morgan se apuntó a la sien y sacó con cuidado una fina hebra luminosa que enredó en la punta de la varita para dejarla después dentro del vial.

—Creo que es mejor que lo veáis en lugar de contároslo.

Todos se dirigieron al pensadero, donde Morgan vació el bote de cristal.

—Es demasiado pequeño —dijo Draco haciendo un gesto a Hermione y a Harry para que se adelantaran —verlo vosotros, yo lo haré después.

Se quedó a un lado con Morgan mientras los dos amigos sumergían las cabezas en el pensadero y se dejaban caer en los recuerdos de Atwater.

La atmósfera de la habitación se sentía opresiva y el olor a sangre, enfermedad y muerte estaba en el aire.

—Está muerta Rodolp

Una Bellatrix joven y bastante bonita pese a la locura que podía vislumbrarse en sus ojos le miró.

—Puedo verlo Bella —espetó con brusquedad —habrá que buscar a alguien que se ocupe de las niñas.

—¿Las niñas? —la bruja elevó el labio superior con desdén —esta zorra —escupió mirando a su fallecida cuñada —ni siquiera sabes si son unas Lestrange.

—Claro que lo son —espetó Rodolphus agarrando la muñeca de Bellatriz con brusquedad y sacudiéndola —he mirado el árbol de mi familia y sabes que eso no miente. Jamás.

—Bah —ella se soltó de un tirón y casi bailó por el dormitorio, moviendo su varita como si fuera un director de orquesta — es una amante de los sangre sucia —siseó apuntando al cadáver y fulminándolo con la mirada, como si quisiera matarla de nuevo —voy a hacer la prueba de sangre en esas niñas —dijo de pronto con una maliciosa sonrisa.

—¿Qué coño crees que haces, Bella?

—Asegurarme de que el apellido de tu familia no se arrastra por el lodo.

—Las pruebas de sangre son salvajes, hace siglos que no se hacen.

—¡Mentira! —se agazapó tras una silla, huyendo de él y le miró con furia —en mi familia sí se hacen y ¡Funcionan!

—¿Por qué motivo íbamos a hacer la prueba en las hijas de mi hermano? ¡Son unas Lestrange!

Bella rió de forma desquiciada.

—¿Me vas a decir que no hay ningún squib en tu familia? —volvió a reír —en todas hay alguno —siseó con una sonrisa ladeada — es nuestra obligación asegurarnos de que eso quede guardado bajo la alfombra.

Él se quedó observándola pensativo y finalmente asintió.

—Hazlo, pero que sea rápido.

Bella, ampliando su macabra sonrisa, puso la punta de la varita en la cabeza de una de las bebés y murmuró en voz baja hasta que la niña comenzó a llorar.

—¡Por Salazar! —gritó la bruja apuntando con un dedo a las recién nacidas —¡Míralo Rodolp! ¡Son squib!

El hombre vio como un halo rojizo envolvía a la niña y sacudió la cabeza con tristeza.

—Hablaré con Rabastan —dijo acercándose a la puerta —haz la prueba a su hermana.

Rodolphus salió y encontró a su hermano contemplando las llamas de la chimenea con una copa de whisky de fuego en la mano.

—Lo siento —dijo apretando su hombro —me temo que hay más malas noticias.

—¿Las niñas? —preguntó el hombre con frialdad.

—Una de ellas es una squib.

—¡Maldita zorra! —el mago tiró la copa contra la chimenea con furia y se pasó las manos por el pelo — ¿No podía hacer nada bien? ¿Ni siquiera engendrar un hijo mágico? —miró a su hermano — ¿Y la otra?

—Bella está haciendo la prueba de sangre.

—¡Merlín! —Rabastan frunció el ceño —eso es casi inhumano.

Rodolphus se encogió de hombros

—Mi esposa no es demasiado humana, cero —replicó con algo de humor.

—Tendrás que engendrar algún hijo Rodolphus —dijo Rabastan —no podemos dejar que nuestro apellido termine aquí.

—¿Por qué no buscas otra bruja y lo haces tú?

—Lo haré, pero si tú te pones a ello duplicaremos las posibilidades.

—Bella no quiere tener hijos —replicó Rodolphus

—¿Y desde cuándo importa lo que quiera ella?

Los gritos y los golpes de la habitación los hicieron ponerse alerta y correr hacia allí. Al entrar vieron a Bella lanzar hechizo tras hechizo contra los muebles de la habitación.

—¡Que os calléis! —gritaba enloquecida —¡No soporto a estas niñas chillonas! ¡Os odio! ¡Engendros debería mataros ahora mismo!

Su marido se acercó corriendo y la sujetó de los brazos para que no pudiera seguir destrozando el dormitorio.

— ¡Ya basta Bella!

—¡Son dos engendros! —chillaba enloquecida —échalas de esta casa, cuando el Lord Tenebroso se entere de esto…

—¡No se enterará! —masculló Rabastan

—¿Cómo no va a enterarse, imbécil? ¡Tu mujer estaba embarazada!

—Y ahora está muerta —sentenció él —ellas han muerto juntas, las tres.

—¿Vas a matarlas? —preguntó la bruja repentinamente atenta, casi sonriendo ante la idea.

—No ¡Nastir! —llamó a su elfo de confianza.

—¿Si, amo?

—Coge a las niñas, llévalas a donde sea que los muggles lleven a los hijos que no quieren —ordenó Rabastan

El elfo pareció sorprendido con la orden pero asintió repetidamente.

—Eagle´s Nest Home —intervino Rodolphus —se de alguien que usó sus… servicios.

El pequeño elfo seguía asintiendo, nervioso.

—Y no digas nada. Jamás —añadió Rabastan.

—Si, amo.

El elfo cogió a las niñas que aún lloraban y se apareció.