Hola!

Y llegando al final, creo que los próximos dos capis serán un "cerrar cositas" y un epílogo.

Gracias por llegar hasta aquí, por compartir conmigo este OS que se me fue de las manos y por disfrutarlo, en mayor o menor medida. Seguramente el domingo suba lo que queda. Mañana tengo un día complicado.

Besos y abrazos

AJ

Pasos de normalidad

— Eso no puede ser mi hijo, Granger —decía Draco por enésima vez viendo aquel papel plastificado en el que una masa informe y blanquecina se dibujaba sobre un fondo negro.

Estaban en los jardines de la mansión, paseando por entre los narcisos de su madre.

—Draco es la cabeza ¿No lo ves?

—Veo un redondel, sí —masculló él ladeando la cabeza — pero a mi me parece más una gragea gigante que un bebé.

Ella le quitó la impresión de la ecografía de las manos y la miró con ojos amorosos.

—Es perfecto.

Draco elevó la ceja con incredulidad mientras la mujer prácticamente babeaba sobre el papel. Él quiso decir algo más pero el brillo extasiado de Hermione le hizo dudar.

Ella era feliz, realmente era feliz viendo aquella extraña foto que era su hijo.

Suyo.

De los dos.

Sacudió la cabeza y, al recordar el momento en el que escuchó su corazón, de nuevo sintió aquella sensación de fiera alegría recorriéndole de arriba a abajo. La posesividad, el anhelo, la calidez, la pertenencia.

Era extraño, ver la foto no le generaba ningún sentimiento, pero escucharle, imaginarle… le revolvía algo dentro, algo que únicamente había removido Hermione con anterioridad.

Frunciendo el ceño apartó el brazo de Granger, que seguía contemplando la ecografía y apoyó la mano sobre el pequeño abultamiento de su estómago.

Parecía plano pero él sabía que cuando lo acariciaba, había una ligera redondez que antes no estaba.

Sonrío.

—Es extraño ¿Verdad? —Hermione puso la mano sobre la de Draco y le miró con ojos brillantes —oír su corazón, saber que está ahí dentro… verle.

Draco se mordió la lengua para no decir lo que pensaba de la visión de su hijo por el momento.

—¿Y tú puedes sentir algo? —preguntó con reverencia, usando la otra mano para retirar un rizo rebelde que acariciaba su labio.

—Es… no sé, algo casi efímero —susurró —como un burbujeo, como el batir de pequeñas mariposas… pero no siempre y ni siquiera sé si es real o solo fruto de las ganas que tengo de sentirlo.

Draco soltó su vientre y puso ambas manos sobre las mejillas de la bruja.

No tenía mucho momentos tiernos y, aunque Hermione sabía de sobra lo que sentía por ella y él se lo demostraba de mil maneras diferentes, cuando la trataba con ese mimo y esa dulzura sentía ganas de llorar.

—Nunca pensé que sería tan feliz —arrugó la frente y después rió —esperaba no ser infeliz obviamente, pero no sabía que era posible todo esto —sacudió la cabeza y cerró los ojos un instante, solo para abrirlos de nuevo —si alguien me hubiera dicho esto cuando tenía quince años me habría reído hasta quedarme sin voz pero ahora no me imagino un futuro sin ti —tocó de nuevo su estómago —sin vosotros.

—Draco —ella dio un paso hacia él pero el hombre se lo impidió.

—No —dijo y, ante su asombro, cayó de rodillas ante ella y cogió su mano para besarle la palma —cásate conmigo, Hermione. Ya hemos mandado al infierno la pureza de la sangre Malfoy, hagámoslo una y otra vez, llenemos esta casa de risas y de luz —miró hacia arriba, clavando sus brillantes ojos grises en ella —tú has llenado de luz mi oscuridad —rió sin humor —y créeme, tenía mucha oscuridad, Granger —sonrió de lado y sacó de su bolsillo un anillo de oro blanco con un rubí rodeado de pequeñas esmeraldas —¿Qué me dices? ¿Nos casamos?

Ella se arrodilló delante de él y asintió, mordiéndose el labio inferior para contener las lágrimas. No podía hablar, sentía que su corazón iba a reventar de felicidad y, aun sujetando la ecografía de su bebé, abrazó a Draco sollozando en su cuello.

—Sí —susurró entre risas y lágrimas —claro que sí.

El rubio la abrazó riendo con ella y se levantó, sujetándola entre sus brazos.

Las carcajadas de Draco Malfoy resonaron en la mansión como no lo habían hecho desde hacía más de quince años.

….

Morgan seguía sentado, con la mirada perdida en la espada de Gryffindor. El silencio a su alrededor era roto únicamente por el tic tac de un reloj que había a un lado, cerca del pensadero.

—Me habría gustado ser un Gryffindor —dijo de pronto fijando la vista en la directora de Hogwarts.

Minerva frunció los labios en una sonrisa y sus ojos se achinaron de diversión. Se recolocó el chal que llevaba sobre los hombros y negó con la cabeza.

—Habrías sido un pésimo Gryffindor.

Él alzó una ceja.

—Soy valiente y leal.

—Lo eres —asintió ella de acuerdo con esas cualidades —pero eres astuto, taimado y demasiado manipulador.

Morgan se encogió de hombros.

—Nunca me importó ser una serpiente —replicó —aunque no encontré mi lugar allí.

—¿Lo has encontrado alguna vez, querido?

—Pensé que sí, cuando conocí a Tabi pensé que mi lugar en el mundo no era una ubicación, sino ella. Pero me equivoqué.

—Es posible —murmuró la bruja —o quizás no —suspiró con pesadez —en la vida todos podemos tomar malas decisiones, lo importante es encontrar el coraje para redimirnos. Creo que el señor Malfoy sabe mucho de eso —le miró por encima de sus gafas —no tomó las mejores decisiones y, sin embargo, ha conseguido redirigir su vida asombrosamente bien, algo por lo que yo habría perdido una apuesta—no pudo evitar echar un vistazo de reojo al retrato de Dumbledore, quien la miraba con su benevolente sonrisa y sus ojos azules brillantes de regocijo —Deberías hablar con ella, Morgan. No podrás seguir adelante sin darte esa oportunidad.

—¿Hablar con ella? —él resopló —nos dijimos todo lo que debíamos decir.

—¿Estás seguro de eso?

Morgan se levantó con brusquedad y se paseó por el despacho, llevándose las manos al pelo y revolviéndoselo con algo parecido a la desesperación.

—No estoy seguro de nada. Todo esto ha hecho tambalearse los cimientos de mi vida entera —volvió a sentarse y suspiró —Potter me ha pedido que me quede con él en el departamento —sonrió con aprecio —es el mejor auror que he conocido en toda mi puta vida…

Ella dio un respingo.

—Esos modales, Morgan —dijo con aquel tono de voz que aún ponía en tensión a todos sus alumnos.

Él puso los ojos en blanco e ignoró el comentario.

—Pero aunque me tienta la idea, mucho además, creo que no podría volver a ser auror.

—¿Demasiado divertido eso de ser Inefable?¿Hmm? —preguntó alzando una ceja canosa.

—No, tampoco sé si quiero seguir en el Departamento de Misterios, estoy… cansado. Realmente cansado de esa vida.

Se recostó en el respaldo de la silla y contempló techo.

Minerva escuchó el carraspeo delicado de uno de los cuadros y frunció el ceño mirando a Albus que asentía, con las cejas arqueadas, señalando con la barbilla al hombre.

Ella le fulminó con la mirada y tosió delicadamente, intentando ignorar al mago de retrato.

—Sabes que sigo buscando a alguien para el puesto de Defensa Contra las Artes Oscuras ¿Verdad? Un profesor como tú, con tus conocimientos y tu experiencia… en fin, sé que te has negado antes pero para el colegio sería maravilloso contar contigo.

A diferencia de las veces anteriores en las que habían tenido aquella conversación, Morgan no se negó al instante. En aquella ocasión se quedó callado, sin apartar la vista del techo, sumido en sus propios pensamientos hasta que finalmente se enderezó y buscó los ojos de Minerva.

—Voy a pensar en ello —dijo para sorpresa de la bruja que no pudo evitar abrir los ojos de asombro —no te sorprendas tanto —rió entre dientes —tal vez pueda pedir una excedencia del Ministerio por un año y ver que tal, quizás un cambio de aires sea lo que necesito y después… No lo sé, pero ¿Por qué no probar?

Ella entrelazó los dedos de las manos sobre la mesa, haciendo un esfuerzo sobrehumano por no cometer la niñería de aplaudir y asintió, tratando de parecer la directora rígida y seria que era la mayor parte del tiempo.

—Esperaré ansiosa tu respuesta, querido.

Cuando Morgan se marchó, Minerva se quitó el chal, lo dejó sobre la silla y se levantó hasta quedarse al lado del retrato del que otrora fuera su mejor amigo.

—Puedes decirlo, sé que lo estás deseando.

—Será un magnífico profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, Minerva —exclamó la imagen de Albus Dumbledore con una sonrisa, mirándola por encima de sus sempiternas gafas de media luna.

—Por supuesto que lo será —a su lado, una voz oscura arrastró las palabras con un resoplido —es un Slytherine. El señor Atwater fue un buen alumno de mi casa.

—Severus —dijo Dumbledore —pensé que ibas a echarte una cabezadita.

—Sabes de sobra que lo que no quería era que me molestarais con vuestras aburridas chácharas, Albus.

—Severus —Minerva se subió las gafas con la yema de un dedo —¿Necesitas que te recuerde lo que ocurrió el mes pasado?

Él la fulminó con la mirada y bufó.

—Aceptará el puesto —dijo Albus — y con suerte hablará con Tabitha —suspiró —el amor es algo maravilloso y extremadamente fuerte.

—Creí que dicen que el amor es frágil —apuntó Severus.

—¿Eso crees, amigo mío? Precisamente tú mejor que nadie eres el claro ejemplo de la fortaleza del amor.

El otro retrato no contestó y Minerva se cruzó de brazos, dejando salir el aire entre los labios con brusquedad.

—Espero que pase lo que pase, sea capaz de encontrar su camino. Es un buen muchacho.

..

—Kreacher —dijo Harry por enésima vez — no hace falta que hagas esto.

El viejo elfo limpiaba las escaleras con ahínco, frotando cada uno de los peldaños con un paño que apretaba con ambas manos.

—Kreacher hará —replicó el pequeño ser sin dejar de restregar con fuerza —la ama de Kreacher no puede hacer cosas de elfos, no. Ella tiene al próximo amo en la barriga y debe cuidarse.

—Kreacher, tu salud también es importante —dijo él frotándose la cara con ambas manos.

El elfo era viejo. Muy viejo y Harry, que no sabía demasiado acerca de los de su especie, sabía que no podría durar mucho más. Estaba cada vez más encorvado y arrugado pero, por más que intentaban que descansara y se jubilara de aquellas tediosas tareas, todo era inútil.

Por un momento Kreacher le miró, casi con agradecimiento, pero después retomó su sempiterna expresión de disgusto y siguió frotando y murmurando para sí mismo.

—Se me ha ocurrido algo —dijo de pronto Harry —¿Qué te parece si contratamos a otro elfo?

Los ojos de Kreacher casi se salen de sus cuencas y su expresión de horror fue tan cómica que Harry tuvo que contener una apesadumbrada sonrisa.

—Antes de nada escúchame. Un elfo joven para que esté bajo tus órdenes —replicó, esperando no arrepentirse de aquello más adelante —para que le enseñes, para que le traspases tu sabiduría.

El elfo le miraba con desconfianza, pero Harry empezó a ver un ligero toque de interés en el arrugado y apergaminado rostro. Entonces se decidió a dar el golpe de gracia.

—Kreacher, si te pasa algo ¿Qué sería de esta casa? No habría nadie que cuidara de ella, nadie que siguiera aquí.

Aquello fue algo definitivo.

—El amo tiene razón —dijo con lo que parecía ser terror —¿Qué sería de la grandiosa casa de los Black sin Kreacher? Pero Kreacher no vivirá eternamente. Sí, sí. Kreacher ayudará al amo, yo enseñaré a un elfo, para que sea un digno heredero de mis funciones.

Cuando la pequeña criatura se alejó hacia las cocinas, dejando olvidado el trapo en la escalera, Harry se agachó para cogerlo y lo dejó en el pasamanos.

—Siempre he pesando que eres especial —Ginny apareció tras él y le abrazó por la espalda —cada día estoy más enamorada de ti, Harry Potter.

Harry sonrió algo incómodo, sintiendo algo de calor en sus mejillas y apoyó las manos sobre las de Ginny, entrelazando sus dedos.

—Y yo de ti, señorita Weasley.

Se dio la vuelta y dio un tirón sobre uno de los lisos y suaves mechones pelirrojos.

—¿No crees que deberíamos casarnos? —preguntó del mismo modo que podría preguntar sobre si la sopa sería una buena opción para cenar —ya sabes, unir nuestros nombres de una vez por todas.

Ginny rió sacudiendo la cabeza.

No, definitivamente todo lo que Harry Potter tenía de valiente y tierno, le faltaba de romántico, pero para ella él era perfecto, desde su cicatriz hasta su timidez.

—Si quieres mañana mismo —respondió ella con seriedad.

Harry frunció el ceño, algo descolocado.

—¿Mañana? Ahmm no sé, yo pensaba en algo más elaborado —se rascó la frente, algo incómodo —una boda como la de Bill y Fleur ¿no?

Ella rompió a reír con alegría.

—¡Solo bromeaba Harry! —dijo echándose a sus brazos —una boda aún mejor que la de mi hermano —replicó besándole suavemente en los labios —porque realmente espero que en la nuestra no haya un solo mortífago.

—¿Podéis dejar de hacer eso? —Ron acababa de llegar por la red flú a tiempo de escuchar el final de la conversación y les miraba con una enorme sonrisa en la cara —¿Seré el padrino? —preguntó golpeando la espalda de su mejor amigo con franca alegría.

—Por supuesto —dijo Harry abrazando a quien pronto sería su cuñado.

—Ya era hora —el pelirrojo le dio un amistoso pellizco —pensé que tendría que vengar el honor de mi hermana pequeña.

—No seas idiota —respondió ella abrazándolo también.

—Mamá estará feliz de poder organizar otra boda. Cualquier excusa es buena para hacer una fiesta en La Madriguera.

—Y después — dijo Ginny —quedarás tú.

—También queda Charlie —replicó él con el ceño fruncido —yo no quiero casarme aún —se rascó la cabeza —algún día, pero no ahora.

Su hermana sacudió la cabeza, miró a Harry y le mostró su mano, agitando los dedos desnudos.

—¿Y mi anillo, Potter?

Harry se puso rojo de golpe y se palmeó los bolsillos de la túnica repentinamente nervioso.

—Mierda. Sabía que se me olvidaba algo… esto no ha sido tan sencillo como esperaba yo… —metió la mano más dentro del bolsillo hasta que tocó la pequeña caja de terciopelo que llevaba allí desde hacía semanas —aquí está.

Le dio la caja como si fuera una bomba explosiva y la miró, expectante.

—Realmente te quiero, Harry —susurró ella, enternecida abriendo la caja.

El anillo, sencillo, elegante y discreto, con un diamante y un rubí, refulgió bajo la luz de las velas.
Ginny se lo puso y miró lo bien que quedaba en su dedo anular.

—Es perfecto —murmuró sin dejar de sonreír.

—Tú eres perfecta —respondió él buscando su boca.

—Dios mío, mira que podéis llegar a ser pegajosos.

Aunque nadie le estaba haciendo caso, por lo que Ron decidió ir hasta las cocinas a ver si encontraba algo que comer antes de la cena.

—¿Potter? —La voz de Morgan se escuchó desde el salón.

—Creo que deberíamos empezar a cerrar la red flú o al menos restringir su uso en un horario determinado —susurró Ginny sobre los labios de Harry.

—Pensé que te gustaba el ajetreo, la ida y venida de la familia y los amigos, como en La Madriguera —dijo él con una risita.

—Estoy empezando a cuestionarme a mí misma.

—Aquí, Morgan —dijo Harry separándose de la pelirroja que, con un suspiro dio un paso atrás.

—Iré a la cocina antes de que mi hermano acabe discutiendo con Kreacher, otra vez. Hola Morgan.

—Ginny —respondió ella.

—¿Cómo estás? —preguntó Harry al Inefable. Cuando vio que iba a responder, levantó una mano para evitar que lo hiciera —olvídate de decirme que todo bien ¿Vale? Creo que estamos por encima de eso.

El hombre cerró los ojos un instante y asintió despacio.

—Digamos que lo llevo mejor de lo que esperaba. Minerva me ha ofrecido el puesto de profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras

Harry refunfuñó.

—Creo que no vas a aceptar quedarte con nosotros en el Departamento ¿Verdad?

Morgan sonrió y negó con la cabeza.

—Al menos no por ahora… necesito un cambio, Potter, necesito alejarme del Ministerio, de las investigaciones… de todo.

—¿Así que vas a dejar también tu puesto como Inefable?

Él asintió.

—Pediré un permiso de un año y… sí, creo que aceptaré el puesto en Hogwarts, puede ser un cambio interesante y aunque nunca me había planteado la posibilidad de enseñar, quizás sea lo que necesito en este momento.

—Hogwarts da cobijo a todo aquel que lo necesita. Siempre será el hogar de cada mago o bruja que estuvo allí. Será como regresar a casa.

Morgan rió.

—Hablas como lo haría Dumbledore.

Harry sonrió con melancolía.

—Gracias, creo que no puede haber nada más halagador que esa comparativa.

—Ahora —cortó Morgan —volviendo sobre lo que realmente me ha traído aquí ¿Qué sabemos del juicio de Tabitha?

—Será mañana —dijo Harry.

—¿Mañana? —frunció el ceño, pensativo —ha sido rápido.

—Ella ha colaborado en todo momento con la investigación —dijo el moreno —así que Kingsley ha urgido al Wizengamot a terminar con esto cuanto antes.

—Y con este último juicio se cerrará la investigación finalmente.

—Exacto. Todos los imputados fueron declarados culpables con mayor o menor condena, a excepción de Adalid quien continúa en Suiza y que, además, ha podido demostrar que no hizo nada ilegal antes de ser utilizada como un títere por Maggie.

—¿Qué hay de Astoria? —preguntó Morgan

—Daphne encontró gracias a Cho un buen lugar en el que internarla. Es un centro psiquiátrico muy importante en Estados Unidos que además cuenta con una seguridad digna de Azkaban.

—Al menos Hermione y Malfoy podrán estar a salvo ahora —replicó Morgan —Hermione me escribió pero no me sentí lo suficientemente preparado como para responder.

—Está bien —dijo Harry sonriendo —ella lo entiende.

—¿Seguro?

—Hermione siempre lo entiende —respondió Harry con un asentimiento.

—¿Vas a volver al Ministerio?

—No, por hoy he terminado ¿Quieres quedarte a tomar algo? Creo que vamos a celebrar y Ron está por aquí, además Hermione iba a venir también con Malfoy.

—¿Qué celebramos? —preguntó el Inefable siguiendo a Harry hacia la cocina.

La pelirroja le puso la mano en la cara nada más escucharle, mostrándole orgullosa su nuevo anillo y Morgan alzó una ceja y rió entre dientes.

—Ya era hora, Potter.

—Ya te digo —dijo Ron que estaba intentando robar una galleta a la bandeja que Kreacher tenía entre sus huesudas manos.

….

Theo, Luna, Blaise y Pansy salieron a los jardines de Malfoy Manor a tiempo de ver como Draco, conjuraba por primera vez en su vida un patronus corpóreo.

Escucharon los gritos de Hermione y Luna, que había practicado con él días atrás, aplaudió al verlo con una enorme sonrisa.

—¡No me jodas! —Theo se paró en seco mirando a su amigo y sacudió la cabeza con sorpresa —¿Cuándo ha aprendido a hacer eso?

—Hermione, Ginny y yo estuvimos enseñándole —respondió Luna agarrando de la mano al hombre —si quieres puedo enseñarte a ti también.

Theo la miró, contemplando sus labios llenos y brillantes y la calidez de sus bonitos ojos azules e hizo una mueca similar a una sonrisa maliciosa.

—Podemos ponerlo a la lista de las cosas que quiero que me enseñes.

Pansy un gesto simpático de asco y puso los ojos en blanco guiñando después un ojo a la rubia.

—Yo quiero aprender también —le dio un pellizco a Theo en el trasero y habló en su oreja —a convocar el patronus, por supuesto.

Blaise, a su lado se carcajeaba palmeándose el muslo.

—¿Habéis visto el patronus? —dijo limpiándose una lágrima de la mejilla —es un condenado hurón —volvió a reír y Pansy no pudo evitar soltar una risita a su lado.

—No es un hurón, Blaise —la voz dulce y pausada de Luna se acercó por detrás —es una nutria ¿No es perfecto? —sus ojos se volvieron soñadores y dio un par de pasos hacia la pareja que se abrazaba unos metros por delante de ellos —es precioso —susurró.

—¿La nutria? —preguntó Theo intentando comprender.

—¿No lo entendéis? —ladeó la cabeza y señaló a Hermione, que estaba conjurando en ese mismo instante el hechizo —mirad.

De la punta de la varita de la mujer salió otra nutria, algo más pequeña que la primera, ambas se rodearon y giraron en círculos antes de corretear entre las piernas de Draco y Hermione y desaparecer.

—La quiere —dijo con sencillez.

Miró a Theo, porque aunque sentía cosas por él y sabía que era mutuo, ella conocía los sentimientos y esperanzas que el mago había albergado con respecto a su amiga y, priorizando como priorizaba a los demás, su primer pensamiento fue de empatía.

Theo, quien, a trompicones, estaba aprendiendo a entenderla, se dio cuenta del gesto y pasó la punta del dedo índice por la tersa mejilla, haciéndole un guiñó.

Luna sonrió.

—¡Hola! —Hermione les había visto y saludaba desde lejos, corriendo hacia Luna —¿Lo has visto?

Abrazó a su amiga y después hizo lo mismo con Pansy.

—Yo quiero hacerlo también —dijo la morena —aunque espero que mi animal sea mucho más elegante, como un cisne, por ejemplo.

—Será una serpiente —siseó Draco que se acercaba a ellos con cara de pocos amigos — No recordaba haberos invitado.

Hermione le golpeó el brazo y le reprendió con la mirada, pero él se encogió de hombros y contempló a sus amigos con cara de malas pulgas.

—¡Oh Merlín! —Pansy agarró la mano de Hermione y miró el contempló el anillo, pasando la mirada de Draco a ella —¿En serio? —rió y abrazó a su amigo —nunca creí… oh Draco —se limpió una lágrimilla rebelde que se escapaba de la comisura de su ojo e inspiró hondo —me alegro mucho, no creí que llegaría el día en que me sentiría orgullosa de ti.

—Vale, vale —Draco le dio unas incómodas palmaditas, horrizado por el repentino ataque de sentimentalismo de Pansy y dio un paso atrás, como si temiera que alguno de los demás sufriera un momento de enajenación similar y lo abrazara.

—Así que tenemos una boda —Theo alzó una ceja y golpeó al rubio en el brazo — al final no lo has hecho tan mal —dijo sonriendo —no apostaba una mierda por ti y estoy sorprendido —miró a Hermione, que entrelazaba su brazo con el de Luna — pero me alegro.

—El vino correrá por mi cuenta —dijo Blaise uniéndose a la algarabía general — por algo seré el padrino.

—¿Quién te ha dicho que serás el padrino? —Preguntó Theo

—Oh vamos, vamos, Theo, soy el padrino perfecto, sobre todo en lo que a preparar una despedida de soltero se refiere.

Los hombres rieron y las tres mujeres fruncieron el ceño, aunque Pansy se recuperó rápidamente.

—Yo me ocupo de tu despedida, Hermione —dijo con una sonrisa ladina —será épica —se frotó las manos —no todos los días se casa la heroína de guerra y futura Ministra.

En aquella ocasión fue Draco quien pareció molesto con la idea.

—¿No teníamos que ir a casa de Potter? —preguntó intentando cambiar el tema de conversación que empezaba a incomodarlo.

—¡Oh cielos! —Hermione se llevó las manos a la boca —vamos a llegar tarde —miró a los demás ¿Venís? —preguntó.

—Granger —dijo Draco con gesto estirado —es de mala educación invitar a gente a un evento en casa ajena. Eso corresponde únicamente a los anfitriones.

—No seas remilgado —le dijo ella tomándole de la mano —esas cosas sobran entre amigos ¿Verdad Luna?

—Claro que sí —replicó la rubia poniéndose a la par de Hermione mientras caminaban de nuevo hacia la casa.

—Además Ginny es una Weasley —Hermione rió de su propia gracia —podría poner uno o diez platos más ante una eventualidad así sin pestañear.

—Las mejores fiestas en La Madriguera han sido improvisadas y siempre ha habido hueco para uno más.

—¿Así que ahora somos todos amigos? —Blaise puso el brazo por encima de los hombros de Pansy — ¿Quién nos lo hubiera dicho diez años atrás?

—Nadie —dijo Pansy, terminante.

—Yo lo habría podido creer —contradijo Theo.

—Y yo —estuvo de acuerdo Luna.

Cuando los seis aparecieron en Grinmauld Place, tal y como había predicho Hermione, Ginny hizo hueco para todos y, entre risas, exclamaciones, felicitaciones ante ambos compromisos y chistes y bromas, sobre todo a cargo de Blaise y Ron, la noche pasó como un remolino de felicidad y alegría, incluso para Morgan quien, de una u otra forma, empezaba a encontrar un lugar entre aquel variopinto grupo que, al parecer, eran los restos casi extintos de la antigua Orden en la que tanto había creído Tonks.

Pensó en Tabitha y en las palabras de su tía y decidió, riendo por un absurdo comentario de Weasley, que iría a hablar con ella antes de los juicios ya que sabía que podría ser la última oportunidad antes de que la mujer a la que había amado más de la mitad de su vida, se marchara a Azkaban.