Hola!

Llegamos al final. Este es un capítulo más cortito, un pequeño epílogo, pero no el último.

Quiero cerrar la historia, intentaré hacerlo mañana o pasado.

Besos y abrazos

AJ

Epilogo I

El peso de la ley

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis…

Tabitha volvió a empezar la cuenta del tiempo que pasaba allí, con la vista perdida en algún punto entre los barrotes.

Llevaba Ochenta y nueve minutos y seis segundos en la misma posición y, antes de aquello había pasado ciento treinta y dos minutos y quince segundo encima del catre, intentando entrar en calor con la pequeña manta algo raída que había sobre él.

Sabía que pasaría mucho tiempo encerrada en Azkaban y solo de pensar en ello sentía ganas de llorar y gritar hasta quedarse sin voz.

¿Por qué?

Se preguntó por enésima vez lo mismo.

¿Por qué había creído a Maggie? ¿Por qué había dudado de Morgan? ¿Por qué se había dejado arrastrar por su hermana a una vida de mentiras, huída y sangre? ¿Por qué había tirado por la borda su futuro?

Se frotó la cara con las manos, mirándose los dedos ennegrecidos y se limpió una lágrima.

Estaba sucia, despeinada, cansada y hambrienta, aunque únicamente quería llorar ya que sabía que su situación era culpa enteramente suya.

Era curioso como alguien como ella, tranquila, familiar y alegre, alguien que siempre había soñado con un futuro sencillo con su novio del colegio, un futuro lleno de amor, felicidad e hijos, hubiese terminado siendo una criminal.

Ella no mentiría cuando dijera al Wizengamot que nunca había pertenecido a la Revolución de la Sangre, ni mentiría cuando dijera que jamás había dañado a otra persona. Pero era cómplice de cada uno de los delitos de su hermana, además, ella había pasado el tiempo suficiente en el Ministerio como para saber que, muerta Maggie, la sociedad querría un culpable sobre el que verter su ira y el Wizengamot iba a darles uno: Ella.

Y, aunque sabía que merecía un castigo, el nudo de desesperación y angustia que tenía en el pecho apretaba tanto que le costaba incluso respirar.

Ella había querido a Maggie o al menos a la Maggie que ella creía conocer.

Se presentó en el entierro de sus padres muggles, que fallecieron en un accidente de coche meses después de que Morgan se marchara, quince días antes de la boda que nunca se celebró y Tabitha abrazó con desesperación la idea de no estar sola en el mundo.

Amaba a su prometido con toda su alma, pero tenerle lejos mientras ella vivía todo aquel horror hizo que en su corazón surgiera una pequeña semilla de oscuridad y empezó a culparle de su soledad por haberse ido, por haber antepuesto su trabajo a ella, por haber aceptado un contrato vinculante, en definitiva, por no estar allí. Y Maggie, ahora podía verlo, había utilizado ese sentimiento de rencor para manejarla, como había manejado a todos aquellos a los que había usado para su venganza personal.

El día anterior le habían obligado a utilizar un pensadero en el que pudo ver los recuerdos de Morgan y de los últimos momentos de su hermana y, tras llorar y dejar salir toda la tristeza y la desesperación, llegaron la ira y el horror.

Le dijo a Potter todo lo que sabía de los lugares en los que habían residido en aquellos años, le dio fechas, ubicaciones y nombres de personas que les ayudaban en las sombras en mayor o menor medida. Habló de la herencia que Maggie recibió de Crudelia y de los bienes no registrados que tenía en el mundo muggle y mágico.

Habló de lo que sabía y se calló todo lo que sentía.

No contó nada acerca de las noches en las que Maggie se había sentado en su cama mientras ella yacía inmóvil, leyéndole libros, peinando su cabello, contándole historias inventadas. No habló de los días que habían pasado juntas, visitando lugares muggles, yendo a museos, a teatros, viajando por Europa. Ni habló de las noches que dormían abrazadas, llorando por lo que pudo haber sido y no fue, por la vida que se les había arrebatado.

Le costaba conciliar la imagen que tenía de su amorosa hermana con los recuerdos de Morgan y con todo lo que le habían contado sobre la Revolución de la Sangre y, sin embargo sabía que ninguno de los aurores estaba mintiendo.

Ahora, cuando dictaran sentencia, tendría cientos de noches solitarias para recordar aquello, noches en las que ya ni Morgan ni Maggie alejarían a sus fantasmas, noches en las que tendría que encontrar el valor que siempre le había faltado para encarar la pérdida y salir adelante por sí misma.

Con un suspiro volvió a sentarse en el catre, se tapó como pudo con la exigua manta y comenzó a contar una vez más.

Uno, dos, tres, cuatro…

El ruido de pasos la sacó de sus pensamientos y, al momento, Morgan entró en la pequeña celda del Wizengamot en la que Tabitha esperaba su juicio e hizo un gesto al auror a cargo de la seguridad para que le dejara solo.

— Morgan—susurró ella sin saber muy bien si él era real o un producto de su imaginación.

—Tabitha —respondió él con un brusco asentimiento apoyando la espalda en los barrotes.

—¿A qué has venido? —preguntó la mujer sentándose más recta mientras se arrebujaba en la manta —si lo que quieres es asegurarte de que llegue al juicio sana y salva —dijo con una sonrisa sin humor — no te preocupes —señaló con la barbilla hacia la puerta por la que se había ido el auror a cargo de su seguridad —no hay forma de escapar de aquí.

—Sé que no hay forma de escapar.

—Pues ¿Qué quieres entonces? ¿Un sitio en primera fila en el juicio?

—Ya le tengo —respondió con la misma fría calma que crispaba los nervios de Tabi.

—Está bien —se encogió sobre sí misma tiritando y dejó escapar el aire con brusquedad —di lo que tengas que decir y vete, quiero estar sola.

—¿Has visto los recuerdos? —preguntó cruzándose de brazos sin cambiar de postura —lo de… —frunció el ceño y vaciló.

—Sí, los he visto —cortó ella. Suspiró, odiándose a sí misma por la necesidad que tenía aún de protegerle —no te odio, Morgan —susurró mirando hacia otro lado — Maggie se equivocó —rió sin humor —se equivocó en muchas cosas, pero sobre todo en esa. No voy a culparte por su muerte ni a odiarte el resto de mi vida.

Escuchó cómo él dejaba salir el aire entre sus labios y se mordió la lengua, obligándose a permanecer firme e impertérrita.

Debía haber sabido que Morgan se sentía mal por lo ocurrido y que la culpabilidad le llevaría allí, con ella.

Haciendo de tripas corazón, Tabi le miró.

—No podría odiarte nunca, Morgan, aunque quisiera —sonrió con melancolía.

Al fin y al cabo sería la última vez que se verían por lo que ¿Qué más daba?

—Siento no haber creído en ti, siento haber dudado de nosotros. La muerte de mis padres, la cancelación de la boda, los días y las semanas sin saber de ti y el ataque… todo fue demasiado. Cuando volvió a ser consciente y cuando pude valerme por mi misma yo simplemente… el rencor fue más de lo que pude soportar. Me sentí abandonada, sola, dejada de lado —él fue a hablar pero ella levantó la mano para pedirle que guardara silencio —sé que estabas bajo un contrato mágico vinculante. Sé que no podías hacer otra cosa, sé que te arrepentiste mil veces de tomar aquella misión… mi parte racional comprende absolutamente todo y sí, tienes razón. Pero algo aquí —se tocó el pecho —se rompió poco a poco y te culpé de mi soledad, de mis miedos, de mis desgracias… Maggie solo dio el golpe de gracia al enseñarme aquellas fotos.

—Era mi compañera —masculló entre dientes —jamás hubo nadie Tabitha. Maggie te mintió.

Ella se encogió de hombros.

—Puede ser, pero ¿Qué más da? Lo que importa es que bastó que sembrara esa pequeña semilla para que germinara en mi interior. Una sombra que iba apoderándose de todo poco a que creí lo que quise creer. No —dijo cuando le vio abrir la boca para hablar — no es una excusa ni una justificación, es simplemente la constatación de un hecho.

—Es la hora —dos aurores se acercaron a la celda —Atwater, lo siento, tiene que venir con nosotros.

—Claro —dijo él frunciendo el ceño al ver que ella dejaba la manta raída en el catre y temblaba—tienes frío — no era una pregunta sino la constatación de un hecho.

—No me dejaron coger el abrigo al venir, me temo —respondió ella riendo sin humor.

—Ten —Morgan se quitó la túnica y la puso por encima de los pequeños hombros de la bruja que se estremeció bajo la calidez de la prenda.

—Gra…gracias —tartamudeó, sonrojada.

—Realmente nos la tenemos que llevar, Morgan —dijo de nuevo el auror pidiendo disculpas con los ojos.

—Un momento —Tabi se dio la vuelta antes de extender las manos para que se las ataran —lo siento, Morgan —dijo tragando saliva y buscando sus ojos —por todo —sonrió de lado —siempre te quise —le vio tensarse y se acercó a él mientras los aurores mascullaban una maldición y se daban la vuelta con visible incomodidad — no te digo esto para incomodarte —añadió a un palmo de él pero sin tocarle —solo quiero que sepas que nunca deje de amarte y que siempre fuiste el mejor de los dos —sonrió con tristeza —espero que ahora realmente puedas pasar página y ser feliz.

—¿Y tú? —preguntó él con voz ronca.

Ella rió y sus ojos castaños brillaron por unos segundos, recordando a Morgan a la bruja que había sido.

—Ambos sabemos que al terminar el día estaré en Azkaban. Ese es el único futuro que tengo y lo asumo. Vive por lo dos.

Sonrió por última vez, inspiró hondo y extendió las manos hacia uno de los aurores.

—Estoy lista.

….

Hermione se acercó a Morgan cuando el juicio acabó y los aurores se llevaron a Tabitha de la sala.

—¿Cómo estás? —preguntó apoyando una mano en su antebrazo y dándole un ligero apretón.

—Estaré bien —dijo sonriéndola con cariño.

—¿Estás de acuerdo con la sentencia?

Morgan se encogió de hombros.

—¿Y tú? Al fin y al cabo vosotros habéis sido parte de las víctimas de todo esto.

—Yo no creo que Tabitha tenga que pagar por los errores de todos —susurró ella.

—¿Eso crees que hará? ¿Pagar por los errores de otros?

—No, gracias a Merlín el Wizengamot ha sido más benevolente de lo que yo esperaba —dijo con un suspiro —sinceramente pensé que la usarían de cabeza de turco para expiar en ella los pecados de todo el RB.

—Era una posibilidad —estuvo de acuerdo él.

—Aún así dos años en Azkaban sigue pareciéndome una pena excesiva dada su nula implicación en todo esto.

—¿Y qué deberíamos hacer? —preguntó Morgan —¿Dejar que se vaya de rositas?

—Arresto domiciliario, limitación de la magia temporal… se me ocurren muchas más cosas a parte de encarcelarla en el mismo lugar en el que tenemos delincuentes con de mayúscula.

—Eres una idealista —masculló el Inefable.

Ella le ignoró y le dio un codazo amistoso.

—¿Irás a visitarla?

Morgan la miró como si le hubieran salido tres cabezas.

—¿Por qué iba a hacer eso?

Hermione solamente sonrió, haciéndose la inocente.

—Claro Morgan ¿Para qué?

Cuando Draco y ella regresaron a la casa después de pasar a visitar a Narcisa Malfoy, el rubio se sentó en el sofá con la bruja en su regazo y se dedicó a acariciar su estómago y dejar pequeños besos en su frente de cuando en cuando.

—¿Por qué le preguntaste eso a Morgan? —habló finalmente después de largo rato en silencio.

—¿El qué?

—Si iría a visitar a Maggie.

Hermione solo sonrió.

—Porque la quiere.

Draco resopló.

—No sé si es un amor sano, Granger —espetó nada convencido. Atwater no era santo de su devoción pero se había terminado acostumbrado a él y tampoco le parecía bien que alguien jugase con su corazón y lo pisotear una y otra vez. A fin de cuentas ambos eran serpientes, debían de protegerse o algo así ¿No?

—Creo que Tabitha lo ha pasado muy mal, que ambos necesitan sanar antes de ser siquiera amigos nuevamente pero ¿Quién sabe? El amor es un arma muy poderosa.

—Suenas como Dumbledore —murmuró Draco poniéndose en pie con ella en brazos —voy a demostrarte que tan poderosa es mi arma en el amor, Granger —susurró mordiéndole el labio inferior en una sensual caricia.

Ella rió mientras él les llevaba a su dormitorio, cerrando la puerta tras ellos para aislarles del mundo porque allí, en su Lugar Seguro, en su pequeña Utopia, ambos habían encontrado el hogar que pensaron que nunca recuperarían, uno en los brazos del otro.

Y ahora el futuro se perfilaba casi perfecto porque si habían aprendido algo tras todos aquellos meses de incertidumbre y miedo, era que juntos, podrían con todo.