VI. Sueños falsos, la decisión de Afrodita y ...otras cosas sin importancia pero que igual hay que saber: ¡Milo está enamorado!
Pasaron un par de semanas luego de aquella extraña noche en casa de Virgo.
Total que a pesar de todo lo sucedido, nadie logró explicar tres cosas: ¿Qué había sido aquella extraña energía fría y fea, ¿por qué caballeros como Shaka, Dohko y Afrodita no pudieron sentirla (o en su defecto no se dieron por enterados)? ¿Qué pasó con los platos de Shaka, Mu los habría reparado?... Tantas cosas tan sin sentido, todas sucediendo de repente y olvidándose de la misma forma: Resultó que nada de lo que finalmente había pasado fue relevante, porque a fin de cuentas se les olvidó luego de quince días -Además de que, indagando un poco más sobre el asunto, se dieron cuenta de que ni Saori, ni Shion, se habían dado cuenta tampoco de lo sucedido... eso ya era hablar más-.
En fin, las cosas volvieron a la normalidad: Paz en el Santuario...
Milo, subiendo las escaleras hacia Sagitario – ¿Dónde estará metido?... Ya era hora de que pasara de regreso... – suspiro – Oh, bueno, a ver... –
El joven santo de Escorpión andaba buscando a Ayoros. Era común, por supuesto, que el niño corriera de casa en casa para acudir a todas sus clases o diversiones con todos sus maestros; esto obviamente, le llevaba casi todo el día al niño (que muy buena condición física había de tener); pero de igual forma, luego de llegar al templo de Atena, Ayoros se daba a la tarea de bajar de regreso a cada una de las casas y quedarse a dormir en la que primero cayera (sí ya decía yo que no podía tener tanta resistencia el pobre); aunque a veces, incluso, llegó a quedarse dormido en las escaleras entre las casas (y los centinelas que hacían la guardia y que ya le tenían también cierto cariño al niño, se encargaban de llevárselo a su hermano Ayoria, o a la casa más cercana en su defecto); una vez, de hecho, se quedó dormido en su propio templo (Ocasión en la cual todos andaban como locos buscando al niño porque a nadie se le había ocurrido la brillante idea de buscarlo en su propio templo); Pero nunca faltaba que, mínimo, el niño lograra llegar de regreso hasta casa de Leo, por lo que, Milo lo veía dos veces todos los días (de ida y de regreso).
Este día en particular, empezaba a hacerse tarde y Ayoros no había pasado de regreso por casa de Escorpión; Milo por lo tanto, se ocupó en irlo a buscar, a ver si no había acabado dormido nuevamente en Sagitario...
Sin embargo, una vez que hubo llegado a la entrada de la novena casa, se encontró con un meditativo Afrodita, en lugar de un adormilado Ayoros.
Milo, curioso – ...¿Afrodita?... –
Milo se acercó entonces al santo de Piscis, que estaba sentado en las escalerillas de la entrada del templo, de brazos cruzados y con los ojos cerrados como tratando de encontrarle una solución medio descabellada a un problema exageradamente difícil.
Milo, de pie, junto a Afrodita – ¿Qué haces aquí? –
Afrodita – Nada en realidad – Abriendo los ojos, viendo a Milo – Tan sólo sentí de repente la necesidad de encontrarme en un espacio donde pudiera meditar a solas sin que nadie me interrumpiera... – Viendo la cara de Milo de "¡oops! Perdón" – No que me molesta en realidad, – cerrando nuevamente los ojos – pero pensé que me serviría porque tuve un par de sensaciones extrañas en estos días... –
Milo – ¿Sensaciones extrañas? ¿A qué te refieres? – pensando – ¡¿Acaso... –
Afrodita, interrumpiendo – Olvídalo, no tiene importancia. –
Milo– ¬¬ ...¿Y para meditar sobre esas "sensaciones extrañas", tuviste que venir hasta acá?... – extrañado – ¿Por qué no en tu propia casa?... Creo que es lo mismo... – Viendo con recelo la entrada del templo – quizá hasta mejor... –
Afrodita, viendo nuevamente a Milo con curiosidad – ¿Mejor?... – Divertido – ¿Qué sucede Milo? ¿Acaso te da miedo este lugar? –
Milo, sin ver a Afrodita – No... o no sé. Es algo extraño ¿sabes?. –
Afrodita – A-ja. – volteando a ver también la entrada – Creo saber a lo que te refieres. A mi tampoco me gusta... – viendo a Milo – Pero pensé que si venía... tal vez... –
Milo, intuyendo – ¿También andas buscando a Ayoros? –
Afrodita – ¡Oh no!... Ayoros ni siquiera esta en el Santuario ahora. –
Milo – ¡¿Qué! ¡¿Dónde está entonces! –
Afrodita, viendo a Milo con mala cara – ¿A estas alturas y se te sigue olvidando?... Su cumpleaños es dentro de una semana, así que, hasta ese día, le toca irse de vacaciones con esos niños tontos... –
Milo – ¿Niños tontos?... – divertido – ¡Ah sí! Te refieres a Hyoga y los otros... –
Y en efecto, Hyoga había ido a recoger al niño para llevarlo a visitar las frías tierras donde él entrenó para convertirse en caballero; sin embargo, se había encontrado con la sorpresa de que todos los vuelos a Siberia habían sido cancelados por culpa de una poderosa tormenta que no cesaba desde que había empezado hacía pocos días...
Hyoga – Que raro... – meditando – casi que acabo de salir de ahí... y el clima no estaba tan loco. –
Ayoros, viendo a Hyoga – ¿Qué pasa? –
Hyoga – Mmm... – sin hacerle caso – ¿Qué hacer? –
Ayoros – ¿De qué? –
Hyoga – Ni modo que lo regrese al Santuario... – Obscureciendo la mirada – Podrían burlarse de mi... –
Ayoros – ¿Eh? –
Hyoga – ¿Pero entonces… qué? –
Ayoros – ... –
Como Hyoga no lo pelaba (vamos, ya ni de la mano lo traía agarrado), el niño mejor optó por entretenerse en ver alrededor para no aburrirse… ¿pero qué cosas divertidas podrían encontrarse en un aeropuerto?… En realidad yo creo que nada, porque Ayoros acabó jugando a contar cuanta gente había entre un grupo (bastante grande por cierto) de turistas que andaban pegaditos de arriba para abajo como cardumen (se entiende por cardumen como algo relativo a "peces" ¿bien?)
Hyoga, por su lado, comenzaba a desesperarse. No se le ocurría qué hacer, si regresar al Santuario y dejar al niño o volver al día siguiente a ver qué pasaba… En realidad, no se suponía que fuera tan difícil decidir sobre algo así, porque de hecho las opciones se limitaban a dos o tres….
Justo en ese momento, alguien llamó a Hyoga. Era una voz conocida, así que el caballero del Cisne se concentró en buscar de dónde había surgido aquel llamado. Casi de inmediato, el joven se encontró con una cara conocida: se trataba de Shiryu, quien ahora se acercaba confiado a su amigo, y una vez frente a él, lo saludó con entusiasmo...
Hyoga – Ya había pasado mucho tiempo que no te veía... ¿qué has estado haciendo? –
Shiryu – Lo de siempre, dedicarme a las tierras que nos encargó mi maestro en China. –
Hyoga – Sí, era de esperarse... ¿Entonces viniste a visitarlo? ¿no es así? –
Shiryu, movimiento positivo – Así es... –
Hyoga, intuyendo – ¿Regresarás a China ahora…?–
Shiryu – ¡Oh no, no por el momento. En realidad, recibí hace poco una carta de Seiya, y acordé con él, ir a visitarlos a Japón…–
Hyoga – ¡¿En serio! ¡Qué bien! –
Shiryu – ¿Y tú? ¿Qué haces aquí, en Grecia? –
Hyoga, desenfadado – Ah ya ves... me tocaba pasear a Ayoros esta vez... –
Shiryu – ¿Ayoros? … – Extrañado – ¿Y qué pasó? –
Hyoga – Pensaba llevarlo a Siberia, pero…¡Resulta que no hay boletos! Parece que hay una tormenta o algo así... y según veo, durará un rato. –
Shiryu – Oh… ya veo… – pensando – Oye Hyoga… ¿por qué no vienen conmigo a Japón? –
Hyoga, animado – ¿Sí? ¡Me parece algo genial! –
Shiryu – Bien. Yo pensaba salir hoy mismo, pero podemos salir mañana temprano…–
Hyoga – Oye, pero no importa, podemos irnos de una vez, sólo tengo que cambiar los boletos ¿no? –
Shiryu – ¿Eh?… Pero… ¿Y que hay de Ayoros? –
Hyoga, confundido – …¿Cómo que y qué?… – mala cara – ¿qué no lo... –
Pero cuando Hyoga volteó a donde Ayoros hubiera estado parado, se encontró con una amarga sorpresa: El niño no estaba.
El joven se quedó un momento sin mirar a ninguna otra parte (¿Quizá el niño se había encogido?), pero al cabo de insignificantes segundos, volteó a un lado y al otro; miró a sus espaldas y regresó su vista al frente, más allá de donde Shiryu estaba parado y lo miraba con incredulidad. Pero no había rastro del pequeño.
Un repentino vacío se le vino al estómago a Hyoga, combinado con la desesperación y cierta angustia. ¿Quizá no había revisado bien? Miró nuevamente a su alrededor, analizando cada mínimo detalle: A su costado derecho, el enorme grupo de turistas en frente de la zona de espera; a su izquierda, locales y mucha gente pasando rumbo a la salida; atrás, la puerta que salía hacia las salas de espera para abordar; delante, más gente y una muchacha viéndolos con curiosidad (yo creo que sintió lástima de ver tan angustiados a estos dos locos)... pero nada de niños, mucho menos Ayoros.
Shiryu pronto cayó en cuenta de lo que se trataba la desesperación de su amigo…
Shiryu – Hyoga… ¿Acaso Ayoros venía contigo? –
Ahora ambos buscaban sin moverse de su lugar: Todo seguía igual; la bola de turistas que comenzaban a desplazarse a algún otro lado, gente pasando, comprando, regresando, la misma chica viéndolos... pero nada ¡absolutamente nada!
Hyoga – ¡Pero estaba aquí! –
Shiryu – ¿Seguro? Yo no lo vi cuando me acerqué... –
Hyoga, perdiendo la calma, jalándose los pelos – ¡Agggh! ¡¿Qué voy a hacer! ¡¡Camus me va a Matar! –
Shiryu – No sólo Camus; me temo que... –
Y en ese momento, Shiryu vio algo... de inmediato pidió la atención de Hyoga para ver si no estaba equivocado: Luego de que por fin se fueron todos y cada uno de los turistas que estorbaban la vista de la zona de espera, lograron identificar, con mucho alivio, una figura pequeña que estaba descansando en una silla del lugar.
Hyoga – ¡¡AYOROS! –
Y Hyoga corrió hacia el niño sin perderlo de vista, como si pudiera desaparecer si no lo hiciera (aún a costa de ir empujando o pisando a un montón de gente que sólo recibía a cambio un "lo siento" por parte de Shiryu que venía corriendo detrás de su compañero).
Pronto, y después de quitarse de enfrente, incluso a un enorme hombre que pasaba por ahí (bueno, considerando que para haber sobrevivido a tantos azotones e incluso a ser aplastados contra paredes, pisos y techos, yo creo que deben tener una enorme fuerza y resistencia - Producto de sus entrenamientos que parecían hacerlos elásticos como goma-, no creo que un tipo que te doble el tamaño sea ningún reto…), Hyoga logró llegar con Ayoros... quien dormía plácidamente.
El muchacho se aguantó las ganas de despertar al niño para regañarlo, porque la verdad es que había pasado un muy mal momento en el cual sintió que el mundo se le caía encima (y no era precisamente un "Atlas" como para andarlo acachando…) y mejor se resignó a un suspiro de alivio. Luego de tomar un poco de aire (porque con tanto susto y luego correr como que hasta sintió que era globo y se había desinflado) y tranquilizarse, cargó al niño en brazos y volteó con Shiryu que lo esperaba, con su clásico rostro apacible, a unos cuantos pasos.
Hyoga – Creo que nunca voy a querer ser papá después de esto…–
Shiryu ofreció una sonrisa pícara a su compañero, y ambos tuvieron entonces una oportunidad para relajarse y regresar al tema de "a dónde ir"…
Al fin y al cabo, Hyoga terminó llevándose al niño con sus amigos.
Mientras los otros tres (Hyoga, Shiryu y Ayoros -bien dormido-) ya iban rumbo a Japón, en el Santuario aún había movimiento (es que no era tan tarde después de todo -):
Escaleras arriba, justo las que llegaban hasta el templo de Atena, uno de los santos dorados andaba con paso firme. Se trataba de Afrodita, mismo que luego de despachar a Milo de regreso a su casa, aprovechó para ir a hacerle una visita de improvisto a la Diosa…
Saori, por su lado, se encontraba en uno de los múltiples salones de su templo, sentada frente a un bello piano que antes hubiera estado en su mansión, en Japón, pero que hacía un par de años había pedido a su fiel ayudante y mayordomo Tatsumi se lo llevara a Grecia, para enseñarle a Ayoros a tocarlo (y en eso se entretenía la muchacha: Era la maestra de música; no puede faltar esta clase en ninguna escuela ¿verdad, ni siquiera una tan bizarra como esta).
Sin embargo, ahora estaba ahí sentada, nada más, contemplando el instrumento musical sin siquiera tratar de pasar sus frágiles manos sobre él. Saori tan sólo hacía como que empezaría a tocar alguna pieza (quizá para despistar al enemigo), pero a final de cuentas, se quedaba nada más mirando el piano… meditando con un rostro muy apacible y que no reflejaba ningún otro sentimiento (de momento). Entonces llegó Afrodita.
El santo de Piscis no tardó mucho en encontrarse con Saori (es que como que ya todo mundo ubicaba que "ese" era el cuarto en donde Ayoros practicaba sus lecciones de música y pues por pura inercia daban con él - Más Afrodita, que tenía muy cerca el templo y se le facilitaba acercarse a escuchar los desafinados intentos del niño - ¿?).
La chica no volteó a verlo de inmediato, pero luego de unos instantes, en que el joven nada más se quedó parado observándola por la espalda, Saori volteó para recibir a su visita con una tierna sonrisa.
Saori – ¿Qué sucede? –
Afrodita, arrodillándose – Atena, necesito pedirle algo…–
Saori se sorprendió levemente por las palabras de Afrodita (además de que a estas alturas y todavía le hablaba de usted), y de inmediato se mostró interesada en escuchar las peticiones de un caballero que, aunque fuera de su propia orden, a menudo le había causado problemas por su insubordinación.
Saori – Dime. –
Afrodita – Lo he estado meditando mucho… y hay un par de cosas que me tienen muy nervioso y que me incomodan…–
Y con esto volteó para ver a Saori directamente a los ojos.
Afrodita – Atena, necesito pedirle permiso para abandonar el Santuario…–
Saori – …–
Afrodita – Será sólo por una semana o dos, y prometo estar de regreso para…–
Pero Saori se levantó con un ademán de tranquilidad e interrumpió a su caballero que se quedó a la expectativa.
Saori – No necesitas ser tan formal conmigo Afrodita… No tengo ningún inconveniente en que salgas del Santuario, si ese es tu deseo. Tampoco necesitas darme explicaciones de las razones que tengas… – bajando la mirada – sólo te pediría que no nos abandonaras…
Y Afrodita también se puso de pié, interrumpiendo esta vez él a la joven.
Afrodita – ¡Jamás!… – Viendo la sorpresa de Saori – Es decir… – viendo al suelo – bueno… no que realmente me importe… –viendo a Saori – Pero no pienso fugarme ni mucho menos… Aún tengo que regresar, porque hay cosas muy importantes para mí, aquí, en el Santuario…–
Saori, sonriendo con amabilidad – ¿Ah sí? –
Afrodita – …Yo… he aprendido a respetar mi vida y la de mis compañeros, y… – sonrojado, mala cara – además, adoro a ese niño… y aún deseo verlo crecer. –
Saori, con sorpresa – ¿Te refieres a ...Ayoros? –
Afrodita, movimiento positivo de la cabeza – Recuerdo que cuando el gran Zeus lo trajo al Santuario hace seis años, usted misma nos dijo que podría ser algo especial el cuidar de él… y no estaba equivocada… porque me ha hecho sentir una parte de mí que pensé que jamás sentiría…–
Saori – ¿Mmm? –
Afrodita, explicando – Como santos de Atena, debemos dedicar nuestra vida entera al servicio y resguardo de nuestra Diosa… Especialmente nosotros los caballeros dorados, ya que debemos permanecer protegiendo la entrada a este templo – viendo nuevamente al suelo – Debemos llevar una vida solitaria… y en nuestro vocabulario, automáticamente desaparece la palabra "familia"… Y nunca pensé… que esa palabra pudiera involucrar tantas cosas… y nunca pensé, que tener esta palabra entre mis manos, sería algo tan agradable…–
Saori – Afrodita… –
Afrodita se quedó callado, seguramente repasando algunos hechos que él consideraba importantes. Saori mientras, lo miraba con una mezcla de pena y encanto... (¿podría ser que por fin Afrodita se estaba regenerando?... ¡Nah!)
Saori – ...Tienes toda mi confianza. Te permito salir del Santuario. –
El joven miró una vez más a Saori; después, le otorgó una reverencia, señalando que su entrevista había terminado. Luego de esto, se dispuso a marcharse, no sin antes agradecer a su Diosa con una noble sonrisa.
Saori, viendo a Afrodita desaparecer – (Lamento mucho que su vida sea tan solitaria… pero me hace muy feliz el saber que no estaba equivocada.) – Amplia sonrisa – (Felicidades Afrodita… tienes una hermosa familia…)–
El niño por fin lograba despertarse luego de sentir sus ojos ya muy humedecidos. Su cuerpo se sentía algo débil y tembloroso… pero no tardó mucho en recuperar energía y ponerle fin a esta sensación tan deprimente. El Sol ya se había hecho presente y calentaba rápidamente esta pequeña habitación en la que Ayoros se había despertado.
Ayoros – Uhmmm-yumm… – sentándose en la cama… ¿? – …¿Dón ´toy?… –
El niño miró bien a su alrededor. Por alguna extraña razón en lugar de despertar en Siberia, que era a donde Hyoga le había dicho que lo llevaría, se encontró de repente en la recámara de la casa junto al mar, de Seiya, en Japón…
Ayoros, recordando – Ay… creo que me quedé dormido… – rascándose la cabeza – … alguien me ha tomado el pelo…–
Y con ese espíritu de investigación tan clásico de un niño de seis (pronto siente años), Ayoros se bajó de la cama, se estiró y camino hasta la salida del cuarto para ver si de casualidad se encontraba con alguien por ahí que pudiera decirle cosas razonables acerca de lo que había sucedido mientras dormía.
Sucedió que Ayoros nunca se despertó mientras duró el viaje, es más, ni siquiera cuando llegaron a Japón; definitivamente era un chaval que tenía el sueño pesado porque no fue sino hasta la mañana siguiente que logró despegar las pestañas… Aún así no fue precisamente porque quisiera… De ser por él, seguramente habría seguido durmiendo; sin embargo había ocasiones en las que Ayoros tenía pesadillas casi palpables, que obviamente, y más aún tratándose de un niño, lo obligaban a despertarse de súbito; la mayoría de las veces se levantaba sudando y unas cuantas incluso con apenas formadas lágrimas que de inmediato se perdían, porque una vez de regreso en la realidad, el niño olvidaba esos extraños y escalofriantes sueños de los que sólo él era testigo y que jamás los hubo comentado con nadie; no porque no quisiera… simplemente era porque por más que lo intentaba, no podía traer de regreso esas imágenes a su cabeza de tal forma que pudiera describírselas a alguien (vamos, ni siquiera lo había intentado con su hermano Ayoria, y ya más de una vez le había tocado ver a su pobre hermanito despertar empapado en sudor).
Aún así, Ayoros parecía estar consciente de que sus "falsos sueños" (como él los llamaba) eran algo que quizá nunca podría descifrar… Así que (y con un poco de ayuda de Kiki que era el único que tomaba más en serio el pesado problema del niño) Ayoros había tenido que aprender a tomar con calma las cosas y procurar no darles demasiada importancia… de todas formas, se le iba a olvidar al cabo de unos segundos, quisiera o no…
Mientras, en la cocina, tres felices hombres, sentados en el pequeño comedor, platicaban con mucho volumen: se trataba, como ya debes haberlo supuesto, de Hyoga, Shiryu y Seiya, este último de pie, sirviendo café a sus "visitas" (Pues sí, ya están bastante grandecitos como para tomar café – ya tienen como 20 años-).
Hasta ese momento, Hyoga y Shiryu ya le habían platicado a Seiya de lo que acontecía en sus vidas (especialmente lo pusieron al tanto del amargo momento por el que habían pasado en el aeropuerto) y ahora era el turno del mismo Seiya para recordar lo que habría sucedido con él desde la última vez que se vieron… Sin embargo, en esos precisos momentos, Ayoros entró a la cocina, ganándose de inmediato la atención de los tres.
Seiya, viendo al niño – ¡Eh, hola Ayoros! –
Ayoros, muy contento – ¡Hola Seiya! – Viendo a Shiryu – ¡Hola Shiryu! –
Shiryu – ¿dormiste bien? –
Ayoros, reconociendo – Síp… – viendo a Hyoga – Oye…–
Hyoga – ¿sí? –
Ayoros, muy seguro – No me engañas Hyoga, aquí es casa de Seiya, no Siberia…–
Hyoga – O.o …–
Bueno, Hyoga no podía esperar otra cosa más que una llamada de atención por tratar de engañar al niño, y como se había perdido incluso de la invitación de Shiryu, pues se había quedado con la idea de que si salía de Grecia, sería con Hyoga, y a Siberia… Y era de esperarse que el niño se sacara un poco de onda cuando se despertó en un lugar completamente distinto… pero no era que se hubiera espantado o que estuviera de malas por eso, no era esa su forma de ser, al contrario, tomaba la vida con mucha filosofía y siempre que veía rostros conocidos y que, más aparte, estimaba, se ponía muy contento. Era bastante sociable.
Hyoga – Eh… sí, claro, lo siento en verdad Ayoros pero… es que… ¡Es que esto era una sorpresa ¿ves! –
Ayoros – ¬¬…–
Seiya, entre dientes – Sí como no, sácatelo de la manga…–
Hyoga, viendo a Seiya – ¡Shhht, silencio! –
Shiryu – Lo que pasa Ayoros, es que no hubo boletos para Siberia, así que los invité a ti y a Hyoga a que me acompañaran a visitar a Seiya. Después de todo, Shun e Ikki también se reunirán con nosotros. –
Ayoros – ¿En serio? –
Shiryu – Sí, nos acaban de avisar. –
Ayoros – ¡que bien! –
Seiya – Shiryu al rescate… –
Hyoga – ¬¬ – mala cara – Cállate…–
Entonces, otra persona más entró a escena: La puerta de entrada murmuró que alguien acababa de llegar, y todos se quedaron a la expectativa. Luego de unos instantes, Shaina entró a la cocina, sorprendiéndose casi de inmediato de ver a tanta gente sentada en la mesa.
Shaina – ¿?… Ehm… ¡hola! – Viendo a Ayoros – ¡Ah! ¡Hola Ayoros! –
La muchacha se olvidó de los otros tres y acudió frente al niño, arrodillándose para quedar a su altura.
Shaina, sonrisa – ¿Cómo has estado pequeño? – abrazándolo – Ven aquí, tenía mucho tiempo sin verte, ¡que lindo estás! –
Y el niño, nada tonto, se dejó apapachar. Mientras tanto, Shiryu y Hyoga nada más se quedaron mirando a Seiya con una expresión bastante peculiar (¿Cómo era eso de que Shaina tuviera llaves de su departamento?)
Y regresando al Santuario:
La mañana había llegado con un frío acento, aún así, el día pintaba para ser soleado y acogedor. Poco a poco, las personas empezaban a salir de sus casas para abrir negocios, o para llegar a sus respectivos trabajos. El mercado, ya estaba más que bullicioso, repleto de movimiento y aromas de frutas de la estación (como naranjas y mandarinas).
Era agradable levantarse con el aroma del azahar (flor de los cítricos) proveniente del pueblo; una sensación bastante refrescante, pensaba Mu mientras caminaba hacia la entrada de su templo como si lo estuviera patrullando (en realidad nada más andaba perdiendo el tiempo). Una vez afuera, y recibiendo los rayos del sol justamente en su rostro, cerró los ojos y se quedó escuchando los sonidos aledaños… aquello era relajante… tanta tranquilidad…
Mácara de la muerte – ¡Hola Mu! –
En fin, no todo podía ser perfecto. Mu abrió los ojos en una milésima de segundo (¿qué esperabas si es un caballero dorado?), la verdad es que Máscara si lo había tomado por sorpresa.
Mu, suspiro –… – viéndolo por sobre el hombro– ¿Necesitas algo Máscara de la muerte? –
El santo de Cáncer, que hubiera aparecido a espaldas de Mu, se acercó a este último con una especie de sonrisa maliciosa…
Mu, percatándose de su sonrisa diabólica –… ¿Qué quieres? –
Máscara de la muerte – En realidad, solo andaba buscando a quien molestar…–
Mu – ¿moles…tar? –
Máscara de la muerte, colocando sus brazos tras su cabeza – Es que hoy en especial, parece que será un día tan aburrido… Así que necesitaba desenfadarme haciendo sufrir a alguien… ¡¿y qué mejor víctima que Afrodita!… Pero no estaba en su casa… ¡¿puedes creerlo! Me levante desde muy temprano con el único propósito de hacerle la vida de cuadritos y cuando pude llegar a su casa, resultó que no había nadie! –
Mu, sin interés – Eso es nuevo. –
Máscara de la muerte – Y como no estaba ese cara de niña, decidí regresarme a ver a quién me encontraba primero en el camino…pero Camus es aburrido, Shura ni se diga y el Viejo maestro… pues esta viejo y me compadecí de él… –
Mu – Te saltaste a Milo; quiero ver que lo vayas a molestar a él, para que te dé de picotazos. –
Máscara de la muerte se asombró un poco por el comentario de Mu (¿se lo diría en serio o… ¿¡acaso Mu estaba aprendiendo a hacer bromas?); sin embargo, acabó ignorándolo y respondiéndole:
Máscara de la muerte, sonrisa cínica – No, Milo ni me importa, puede hacer con su aguja lo que quiera, incluso tejer… pero si no lo molesté, fue porque él tampoco estaba, se fue al mercado desde temprano, me lo topé cuando salía. –
Mu –… Oh. –
Máscara de la muerte – Bueno, en fin, para no hacerte el cuento más largo, digamos que descubrí que solo a ti podría molestarte el día de hoy… así que, aquí estoy, listo para agredirte mental y físicamente. –
Mu, captando, dándole el frente a Máscara de la muerte – ¿Acaso pretendes pelear conmigo? –
Máscara de la muerte – ¿Me volviste a leer la mente? –
Mu – ¿Con qué fin? No puede ser que estés tan desesperado como para querer luchar con el primer desprevenido que te encuentres en frente. –
Máscara de la muerte – Digamos que aparte de molestar, quisiera comprobar una teoría que me ha estado dando vueltas en la cabeza acerca de la energía de mi cosmos. –
Mu –…–
El santo de Aries volvió a darle la espalda a Máscara de la Muerte.
Mu – No. –
Máscara de la muerte – ¿No? –
Mu – ¡No, no pienso servirte de "punching bag"–
Nuevamente, un comentario extraño por parte de Mu que, a pesar de todo, parecía muy centrado y sereno.
Máscara de la muerte – ¡¿Cómo que no! ¡no puedes decir que no! –
Mu – No quiero. –
Máscara de la muerte – ¡Tienes miedo! –
Mu – Tengo flojera. –
Y de nuevo, por casi tercera vez consecutiva, Mu diciendo cosas que Máscara de la muerte sólo podría haberse esperado escuchar de caballeros como Aldebarán o incluso el mismo Milo… ¡hasta Shura, ¿pero… Mu? (¿eres tú?). Desconcertado, el santo de Cáncer se quedó unos minutos callado… Pero nuevamente sentía esa necesidad, efectivamente, de molestar a alguien… y ya hasta se había colocado en posición de ataque; no le importaría que Mu le diera la espalda, sería por el contrario más divertido ver cómo salía volando aquel pesado, sin que hubiera podido hacer nada para defenderse… de hecho, ya empezaba a ordenarle a su cuerpo que se impulsara hacia delante… Sin embargo, unos segundos después, apareció Milo subiendo por las escaleras y los saludó al verlos a los dos ahí muy "contentos"; este detalle, obviamente, distrajo a Máscara de la muerte, quien acabó estampándose en el suelo.
Milo, acercándose a Mu – ¡Hola Mu! –
Mu, viendo a Milo con indiferencia – ¿Por qué creo que esto ya lo he vivido antes? –
Milo, irradiando felicidad – Oye Mu, tengo que hacerte una pregunta y espero que me la respondas porque si no voy a tener que ir de casa en casa a ver quien puede…–
Mu, interrumpiendo – ¿No querrás pelear conmigo verdad? –
Milo – No que va. Lo que quiero saber es… bueno… –
Milo miró a espaldas de Mu. Máscara de la muerte, se había quedado sentado en el suelo con cara de niño regañado (estaba urgido por pelearse con alguien, pero no era tan tonto como para enfrentarse a dos a la vez) esperando a ver a qué horas se le ocurría a Milo largarse para poder seguir "molestando" a Mu.
Milo, hablándole al oído – Oye Mu… ¿cómo le haces para gustarle a una chica?… –
Mu – …–
…
…
…
…
Mu – ¿Una… chica? –
Milo, voz baja – ¡sí! –
Mu, para cerciorarse – ¿Una mujer? –
Milo –¡Sí, sí! –
Mu – …¿Alguien del sexo opuesto? –
Milo – ¡Sí, sí, maldición, sí! –
Silencio. Milo miraba a Mu con impaciencia, pero sin perder su enorme sonrisa que hasta hacía que el rostro del santo de Escorpión se viera brillante y lleno de amor por la vida.
Mu, cerrando los ojos, cruzando los brazos – ¿Y yo por qué habría de saber algo así? –
Milo –…–
Y como al parecer Máscara de la muerte había acabado escuchando toda la conversación (por lo menos lo último y lo más sustancioso), acabó votado de la risa. Mu y Milo voltearon a verlo con cierto enfado, pero el otro ya hasta se estaba revolcando en el suelo por aquella sorpresa tan "interesante": ¡a Milo le gustaba una niña!
Milo, molesto – ¡¿Y tú de qué demonios te estás riendo! –
Máscara de la muerte se puso de pié de un brinco y se aproximó a Milo, colocando después una de sus manos sobre el hombro del Escorpión.
Máscara de la muerte, burla – Milo… Ya estas en edad para platicar con los grandes…–
Milo, captando el sarcasmo – ¡Claro que sí idiota, tengo 27! –
Máscara de la muerte – Y yo 30 tarado, ¡así que más respeto porque soy tu mayor!… Y por lo tanto, es mi deber orientarte…–
Milo y Mu – ¿ ·· ? –
Máscara de la muerte – Ven hijo, yo te ayudaré, no le hagas caso al tonto de Mu, él no sabe nada de mujeres… ¡Yo sí! –
Y como si hubiera embrujado a Milo, Máscara de la muerte se lo llevó para platicar con él, en el camino hacia casa de Cáncer. Milo, que parecía regresar a la adolescencia, escuchaba al otro patán, como si todo lo que dijera fuera palabra divina. Ambos dejaron atrás a Mu que veía con mala cara como se perdían escaleras arriba de su templo.
Mu – Gente loca…–
La verdad es que, muy en el fondo, Mu daba gracias al cielo y a los dioses de todas las religiones, de que aquellos dos se hubieran ido y lo dejaran en paz para que él pudiera nuevamente disfrutar de aquel día tan apacible y brillante.
