_ Pasa, Harry. Te estaba esperando...

Harry Potter, el niño que vivió, el Elegido, el más prometedor auror, el mejor actualmente al servicio del ministerio, entró respetuosamente en el despacho del primer ministro y se sentó en la silla que le señalaba, a un lado del escritorio. Kingsley cerró la puerta tras su entrada, lanzó unos cuantos hechizos protectores para que nadie entrara sin permiso o alguien pudiera oirles a través de las puertas, resopló brevemente y le ofreció un té.

_Usted dirá_ preguntó Potter respetuosamente, intrigado por tanto secretismo.

El primer ministro carraspeó ligeramente antes de sentarse frente a él al otro lado de la mesa y comenzar a hablar.

_ Como ya sabrás, no es raro que se solicite la colaboración del departamento de aurores por parte de otros departamentos_ Harry asintió lentamente_ Pero sólo en contadas ocasiones necesitan de nuestra participación en el... departamento de misterios.

Los ojos verdes de Harry se abrieron tras su gafas, eso no era improbable, es que era casi imposible. Los inefables casi pertenecían a una raza alienígena. No se mezclaban con los demás funcionarios ni había rumores o cotilleos sobre lo que hacían y nunca, nunca, nunca... solicitaban ayuda. Dejó que el primer ministro se explicara.

_Hace un tiempo se recibió un aviso , una alerta con referencia a una profecía. La mayoría de las profecías se almacenan guardando polvo, sólo algunas llegan a cumplirse _ se veía un poco incómodo con la información que estaba dando_ y sólo muy pocas se refieren a acontecimientos que puedan requerir de alguna intervención por nuestra parte.

Harry sorbió un poco de su té. Sí, él sabía bastante de profecías y de sus consecuencias.

_ No se le dió importancia, tan sólo se dejó encima de la mesa.

Harry conocía la expresión. Era lo que llamaban un asunto caliente pero sin pistas. Se dejaba "encima de la mesa" por si surgía algo que permitiera iniciar una investigación. Los expedientes más recientes se superponían a los anteriores hasta que la pila alcanzaba cierta altura y los documentos de abajo eran archivados, a la espera de la aparición de algún cabo del cual tirar para resolverlo.

Kingsley calló, parecía no saber cómo seguir.

_Supongo que algo ha hecho que la profecía merezca ser investigada, señor, si no los de misterios no necesitarían nuestra ayuda.

_Correcto, Potter_ el primer ministro desvió inconscientemente la mirada hacia la cicatriz de Harry. Formaba parte de su vida, estaba acostumbrado a que la gente al verle por primera vez mirara su cicatriz, algunos hasta con demasiada fijeza, como si él fuera una curiosidad de museo... asumía que eso le ocurriera a la gente que no le conocían pero, se preocupó, no era un gesto que esperara de alguien con quien le unía una larga y estrecha relación desde que se conocieran en la Orden del Fénix_ Ha habido un ataque en el Londres muggle que, dadas las circunstancias del mismo y de la particularidad de la familia que ha sido atacada, nos ha hecho pensar que pudiera estar relacionado con dicha profecía.

Harry Potter se sorprendió a sí mismo con un gesto que hacía mucho que no repetía, se tocó la cicatriz. No, no le dolía, no había sentido nada en absoluto desde que Voldemort murió. El ministro continuó:

_Pensamos que, debido a las particularidades de ese caso, tú eres el más indicado para investigarlo.

El muchacho asintió.

_Avisaré a mi equipo y...

_No, Harry, he dicho tú. Sólo tú.

Harry se mantenía con la espalda firme y la mirada serena.

_¿Sólo yo, señor?

_Sí. Se trata de un caso tremendamente confidencial. El... denunciante... del ataque ha solicitado a nuestro mejor hombre... y ese eres tú.

Y habría algo más, algo turbio. Harry había sabido juzgar bien a la gente siempre, bueno, casi siempre y detectaba los sutiles gestos de nerviosismo de Kingsley.

_Está bien, señor, si me da la dirección de donde ocurrió el ataque...

_ Me temo que no estoy autorizado aún.

_Entonces, tal vez deba escuchar la profecía.

_El departamento de misterios la está estudiando.

Lo cual significaba que se les estaban denegando el permiso para ambas cosas. Harry parpadeó un par de veces.

_¿Y cómo se supone que voy a averiguar algo sobre esto?¿Debo mirar en los posos de este té, señor? Le advierto que la adivinación nunca ha sido mi fuerte.

Había algo que Kingsley no quería o no podía decirle.

_¿Puedo al menos, hablar con los denunciantes o tampoco?

Kingsley se levantó.

_ Supongo que sí. Espero que sí. Aguarda un momento.

El ministro de magia caminó hacia una puerta lateral de su despacho. Una pequeña sala de visitas que comunicaba el despacho y que servía como recibidor algunas veces. Seguramente allí estaría la familia implicada y Kingsley estaría hablando con ellos, solicitando su colaboración. Harry se entretuvo mirando el despacho, la mesa, los libros, la ventana... se terminó el té, se paseó... Oía voces a través de aquella puerta entreabierta, voces que discutían. Se acercó sigilosamente.

_ Pero ¿no lo comprende?_ decía Kingsley_ Él es nuestro mejor hombre, lleva unos cinco años trabajando con nosotros y nunca ha fallado un caso.

Creyó oir una voz contestando "He dicho que no. Él no, mánde a otro"

_ ¿Realmente cree que puede intervenir en esto? No está en condiciones de regatear.

La misma voz susurró. "Puede apostar sobre eso"

_¡Han atacado su casa! ¡Le estamos ofreciendo una ayuda inestimable!

El hombre pareció dudar. ¿Quién sería? y ¿por qué era tan reacio a que fuera él el que investigara?

Una profecía, los inefables, tanto secreto... Harry venció su natural discrección pero ¿qué clase de investigador sería él si no se atreviera a atisbar tras una puerta entreabierta?. Se desplazó silenciosamente, pero el resquicio era demasiado pequeño como para ofrecer una visión clara del hombre que hablaba en susurros.

Si fue casualidad o fue su curiosidad lo que hizo que la puerta se abriera un par de centímetros más, era algo discutible. Dió un par de cortos pasos a la derecha. Unos zapatos negros de piel, caros, de confección muggle sin duda, apostaría que italianos; pantalones negros de paño, bien planchados. Debía ser un personaje de dinero, de ahí quizá tanta confidencialidad.

_Yo no he acudido a ustedes_ dijo la voz_ , han sido ustedes los que han suplicado mi permiso para... ayudar. Así que será bajo mis condiciones, y eso... le excluye a él.

Harry Potter se sintió herido. Tal vez si hablara con él personalmente podría saber a qué se debían sus prejuicios y buscar la manera de que fueran superados, al fin y al cabo, era su trabajo. Y era bueno en ello. Podría ganarse su confianza, estaba seguro.

_ Disculpen,.._ dijo empujando la puerta.

El ministro se volvió alarmado. El otro hombre, vestido de negro, simplemente alzó la varita y, con un lángido gesto, le cerró la puerta en las narices.


_¿Y dices que no lograste ver nada? ¿No sabes quién era?

_No, Hermione. Los zapatos, la ropa oscura y no sé...

_Pero..._dijo la castaña removiendo compulsivamente su bebida más allá de lo necesario para que se disolviera el azúcar_... ¿No le viste la cara?

_Sí, la cuestión es que sí se la ví_ Harry parecía confuso_ pero no se la ví. Estaba... borrosa.

Hermione le miró pensativamente.

_ Gggería alguna eggpecie de hechizo degggvanecedor...

Ambos le miraron, Harry sonreía y Hermione meneaba la cabeza. Ron Weasly masticó y tragó rápidamente las pastas que su novia había servido con el té.

_Desvanecedor_ repitió_ ¡No me miréis así!. Harry, ¿recuerdas cuando intervinimos en la detención de aquellos traficantes de polvos de Doxy? uno de ellos quiso esconderse volviéndose invisible y estuvo borroso durante todo el juicio. Era como mirar una imagen desenfocado.

Desenfocado. Sí, esa era la palabra. Su rostro estaba desenfocado.

_Pero eso no nos aclara quién querría que no se le reconociera.

_Es obvio, Hermione_ dijo Ron con suficiencia_ ese tipo es un criminal. Quizá alguien de la calaña de los Malfoy, un renegado de quién vosotros sabéis.

_Puedes decir Voldemort_ contestó Granger ofendida_ Harry, no creo que debas comentar este asunto con nosotros. Si Kingsley te dijo que era confidencial...

_Si no puedo confiar en vosotros, ya me diréis en quién... _Y Dumbledore le había dado permiso para contarle todo a ellos_ No sé, Ron... el ataque había sido en el Londres muggle... ¿crees que un mortífago viviría allí?

_No es mal lugar si de quién quieres esconderte, es de los magos_ terció Hermione.

Ron se hinchó orgulloso como un pavo y miró con gesto de "¿ves lo importante y listo que soy aunque no te lo creas?" a su chica.

_No sé_ confesó Harry_¿qué opináis de todo esto?

_Cggeo que debeggías dejagg de pensagg en ello y dejagg que se lo endoggen a otggo.

Hermione le miró ceñuda.

_¡¿Qué?!_protestó Ron.

_¡Ron Weasly, deja de hablar con la boca llena!

Harry les miraba divertido, relegando por un momento su inquietud. Una profecía, un ataque, que Kingsley mirara su cicatriz... y el no-se-qué familiar del desconocido eran factores que combinados sugerían problemas, y su natural curiosidad le impedía, simplemente, olvidarse de ello. Se dirigió a Hermione que le miraba preocupada. Ella era como una hermana y adivinaba sus pensamientos con su habitual perspicacia. La chica habló con resignación.

_De todas formas Ron tiene razón _"¿ves?", dijo ahora el pelirrojo a su amigo con la mirada_ no puedes hacer nada hasta que te den órdenes de investigar el caso.

Potter asintió. No podía hacer nada y sin embargo, le acuciaba la sensación de que no podía no hacer nada tampoco.

_ Gracias por el té y las pastas, Hermione.

_¿Qué pastas? no has podido probar ni una...

_ ¡Cuándo me pongo nervioso me da hambre!_se justificó el pelirrojo.

_¿Nervioso tú ahora por qué?_ preguntó Hermione bastante irritada_ ¿siempre estás nervioso, entonces?

Ahora era cuando sus mejores amigos se enzarzaban en una absurda discusión que zanjarían con un beso.

Harry volvió a despedirse y salió por la chimenea. Tenía un poco de prisa. Había quedado con Ginny.

Bueeeeno, lo siento.

No me he podido resistir, hay más.

Seguro que ya suponéis quién es hombre misterioso.

¿No? ¿Si?

Se abren las apuestas...