_¡Potter! ¿Acaso tienes una salida?
_Te equivocas_ hoy pensaba pasarse el día haciendo informes atrasados antes de que su jefe se le echara encima.
El auror se encogió de hombros.
_ No es eso lo que parece_ dijo señalando el mensaje que volaba hacia Harry.
Un súbito hormigueo trepó por su espalda. Seguro que tenía que ver con la profecía y el misterioso hombre. Por supuesto que los informes podrían esperar un poco más. El avión de papel, golpeó isistentemente su cabeza hasta que lo agarró con una mano y lo desdobló curioso. Kingsley le esperaba en su despacho.
Su corazón no lo engañaba, era por ese caso. El primer ministro le recibió aunque, no con el optimismo que Potter suponía.
_Siéntate, muchacho. Lo siento pero, no he conseguido que se autorice tu participación en el caso.
_ Pero, señor, yo..._ Potter se sentía realmente contrariado.
Kingsley levantó una mano haciéndole callar.
_ El hombre que viste ayer se ha negado a presentar denuncia, por lo que oficialmente no podemos intervenir. Oficialmente... Debemos tener leyes y normas e incluso nosotros, precisamente nosotros, por ser los guardianes de la ley, hemos de ser los primeros en cumplirla. ¿No opinas eso?
_Por supuesto, señor.
_No sería apropiado, ni incluso sospechando que este caso puede ser de suma importancia con consecuencias peligrosas para la comunidad mágica, autorizar una intervención de ninguno de mis hombres. Ni siquiera del mejor de mis hombres... Imagínate... que yo dejara la dirección en que se produjo ese incidente al alcance de cualquier auror, digamos, encima de mi mesa. Su ética profesional le impediría esperar que yo saliera y leer la dirección y por supuesto no se le ocurriría ir a echar un vistazo sin que nadie lo supiera. ¡Aah!_ suspiró_ la ética profesional ¡Hay una línea tan sutil entre lo que se puede hacer y lo que se debe hacer...! Siempre he pensado que la ética personal debería estar por encima de la profesional... ¿No crees?
_ Eso creo, sí, señor.
_Bien, me alegro que quede claro_ Kingsley se levantó de la mesa arrastrando la silla_ Te veo ojeroso, Harry. Tal vez deberías tomarte un descanso. El departamento de aurores puede pasar sin ti un par de días.
_Sí, señor, eso haré.
_Voy a hacer un té. ¿Quieres uno? ¿Con azúcar?
_Con azúcar estará bien, señor.
Kingsley se levantó arrastrando la silla y dió unos golpecitos sobre un papel de su mesa antes de retirarse del escritorio y pasar por detrás de su espalda. Posó una fuerte mano en su hombro derecho y presionó un instante transmitiéndole la orden tácita, junto con su apoyo y confianza.
_Vaya..._ se quejó el primer ministro_ no hay azúcar. Iré por ella, sólo tardaré un momento.
Un click en la puerta fue el suave pistoletazo de salida. El asunto debía ser muy importante para que el primer ministro en persona le incitase a ir contra las normas.
Ser auror había sido siempre su deseo, su... vocación. Luchar contra el mal, proteger al indefenso... y sobre todo, probarse a sí mismo. La ética personal debe estar por encima de la ética profesional, pensó mientras memorizaba la dirección. Si lo hacía, si iba, se encontraría ante un doble problema. Por un lado, se metería de cabeza en una investigación no autorizada lo cual significaba que estaba solo, completamente solo sin recursos ni apoyo del ministerio y exponiéndose a que le abrieran un expediente o peor. Por otro, el no contar con el beneplácito del hombre misterioso no le pondría nada fácil las cosas. ¿Debería entrar en su casa como un ladrón?¿Intentar hablar con él, convencerle?
Cuando Kingsley volvió, Harry se encontraba de nuevo sentado en su silla.
_ ¿Dos de azúcar?
_ Me temo que se me ha hecho tarde, señor. Tengo que irme ya si quiero solicitar esos días de vacaciones antes de que Gertrud salga, ella no suele quedarse después de su hora.
Kingsley asintió y le despidió con un apretón de manos.
Cuando el chico se hubo ido, se replanteó su decisión.
No.
Era lo adecuado.
Era lo que la situación requería.
Si alguien podía ayudarle, era Potter.
Si alguien debía ayudarle, era Potter.
Potter cumplimentó los papeles y pensó que hacía un buen día para ir al Londres muggle, tal vez hacer algunas compras o simplemente pasear por un bonito y lujoso barrio residencial al lado del parque. De todas las casas prácticamente iguales, una en concreto le llamó la atención. Era el jardín. Frondoso y verde. Con plantas exóticas exuberantemente floridas para el clima londinense. ¿Tendría que intentarlo por las buenas? Si se le negaba el permiso le sería mucho más difícil entrar en la casa.
La puerta principal estaba abierta, penetró en el jardín. A la derecha un pequeño invernadero protegido por un candado, que no le daría envidia al surtido de plantas mágicas de Hogwarts: acónito, belladona, tármica o asfódelo. Seguramente, aquella macetas del fondo eran mandrágoras. El resto del jardín tenía una gran explanada de fragante césped en que se veían recientes holladas de pequeños pies que se interrumpían como si el causante diera grandes saltos (o levantara los pies del suelo a bordo de una pequeña escoba voladora). Un camino de gravilla conducía a la entrada de la casa.
Exteriormente no presentaba señales de haber sido forzada, al menos con medios mecánicos. Miró alrededor antes de pronunciar unas palabras haciendo un gesto con su varita.
Sí, la habían abierto con magia, saltándose los hechizos protectores que tenía. Habría sido un arduo trabajo porque los hechizos eran muy fuertes y tenían que haber intentado insistentemente vencerlos para conseguir inutilizarlos. Tal vez lo hubieran intentado en varias ocasiones, debilitando los hechizos sin dar muestras de ello, hasta dejarlas frágiles, a punto, luego habían esperado el momento oportuno para atacar.
Apoyó la mano sobre la madera blanca de la puerta y esta cedió.
_¿Hola?¿Hay alguien?
La casa parecía vacía. ¿La puerta abierta?¿Cómo si alguien le estuviera franqueando el paso? Alguien... quería que investigara o... había nuevos problemas. Harry enarboló de nuevo su varita.
Las paredes del salón estaban pintadas de un color oscuro, ciruela tal vez, los marcos de las puertas, las cortinas y los muebles en tonos claros. La persona que vivía allí tenía unos gustos nada clásicos, pero el conjunto resultaba agradable. O debía haberlo sido cuando todos los objetos (jarrones, plantas, cojines, marcos de fotografías y lo que quiera que hubieran sido los fragmentos de vidrio y porcelana manchados con sangre) ocupaban su lugar. Harry resumió la situación, el atacante o los atacantes habían entrado en la casa forzando la puerta y se vieron sorprendidos en la primera sala. Alguien o varios alguien, se habían parapetado tras el sofá arrojando todo lo que había en aquel lado de la habitación hacia la puerta. Evidentemente, ese o esos "alguien" eran muggles puesto que no se habían defendido empleando la magia.
Siguió hacia la puerta del fondo. Otra sala, más cálida y pequeña provista de una chimenea. Una pequeña película de polvo cubría el suelo manchando las alfombras. Harry se agachó y los investigó sosteniéndolos entre sus dedos.
Polvos flu.
Alguien había llegado allí huyendo, ¿había intentado huir por la red flu?
No. Habían apagado la chimenea con una de las pesadas alfombras.
Alguien huyó del salón, entró en la sala, hizo salir a otro alguien por la red flu y después, apagó la chimenea y esparció el polvo para que nadie más pudiera utilizarla.
_¿Señor? La puerta estaba abierta...
Ninguna respuesta. El pulso comenzó a golpearle las sienes. Sus ojos verdes brillaban tras sus lentes.
Un sencillo arco daba entrada a un pasillo. Huellas. Huellas marcadas con polvos flu subían las escaleras. Pies pequeños, pero no tan pequeños como los del jardín.
Una mujer, un niño...
Ella había puesto a salvo a la criatura y se quedó para asegurar su huída.
Un inusitado temblor recorrió su piel y aferró su varita. Los rastros eran recientes, pero no tanto. La mujer... ¿Estaría (no quería pronunciarlo) muerta?
Subió las escaleras, de perfecto mármol blanco, que ascendían en espiral como las de una torre, hasta una puerta. Esta sí presentaba claros signos de haber sido forzada. Ahí había acabado la persecución.
La sala parecía obra de dos personalidades distintas. En una parte, calderos, viejos libros e ingredientes en tarros pulcramente ordenados marcados con una elegante caligrafía (¿dónde había visto algo así antes?); en el otro, probetas y ¿alambiques? no conocía los nombres pero reconocía instrumental científico en lo que parecía un caos ordenado.
No había objetos lanzados contra nada aquí.
Alguien entró en la casa, la mujer y el niño (o la niña) estaban en el salón. Pudieron contener a los atacantes lo suficiente para pasar a la sala. Ella consiguió sacar a su ¿hijo (o hija)? por la red flu y subió aquí... buscando... ¿qué?
La puerta estaba asegurada por hechizos. ¿Entró como en una habitación del pánico? Tal vez intentara resistir ahí mientras llegaba la ayuda... y ésta, no llegó.
El pasillo al lado de la escalera llevaría seguramente a la cocina. En el resto de la planta alta estarían los dormitorios, tal vez allí encontrara información sobre los dueños de la casa. En el salón no había fotografías, lo cual era extraño en una casa con un niño pequeño. ¿Alguien las habría retirado?
Con sigilo, abrió la puerta de lo que resultó ser el dormitorio principal.
Una voz susurró al fondo del pasillo.
_No tiene permiso para entrar ahí.
_ Señor, disculpe señor, la puerta estaba abierta y...
_ Pensó que estaba abierta para usted, evidentemente. Todo abierto para la gran celebridad. Harry Potter.
Harry entrecerró los ojos pensativo. Esa voz... le resultaba familiar pero, no reconocible.
_ ¿Y bien?
Le preguntó. Harry no supo a qué se refería.
_ Torpe y lento_ pronunció arrastrando las sílabas_. Le pregunto por el resultado de su investigación. ¿Sabe ya quién atacó mi casa?
_Señor, las evidencias deberían ser mejor investigadas por un equipo de...
_Nada de equipos. Si le he permitido entrar en mi casa ha sido simplemente por curiosidad. Su intervención ha resultado tal y como esperaba: inútil.
_ Creo que alguien entró forzando la puerta y ...
_ Decepcionante, como siempre, señor... Potter.
Harry se sintió francamente incómodo. Trató de fijar la vista en el rostro de aquel hombre que le hablaba estirado y distante, con un tono despectivo y despiadado, desprovisto de calidez. Podía distinguir las partes, pero no el todo. Estaba borroso, como si hablara con alguien en un sueño.
_ Conoce el camino a la salida, señor Potter, hágame el favor de librarme de su presencia y dígale al primer ministro que no necesito sus buenas intenciones.
Casi iba a volverse, de hecho, lo hizo, pero se giró de nuevo al hombre sin rostro.
_ Aún está viva, ¿verdad? No la mataron aquí. Se la llevaron.
¿Pudo ser eso un suspiro? La figura apretó los puños, los nudillos palidecieron casi cubiertos por las mangas de su túnica.
_ Me la arrebataron.
_ Señor, vengo a ayudar. Déjeme hacer mi trabajo.
Algo similar a un ronco gruñido habló desde la neblina confusa de sus rasgos.
_ Cuando la encuentre, les mataré. Mataré a cualquiera que haya tenido simplemente la intención de hacerle daño. ¿Puede su honorable conciencia soportar eso?
Harry titubeó.
_Váyase, señor Potter. Veo que fama sigue siendo lo único que posee.
