Deborah miraba las lucecitas de la máquina con detenimiento.

_¿Falta mucho?

_Un poco, Debbie.

Sí, y una porra, llevaba faltando un poco dos días.

Los chicos se habían portado, incluso sabiendo el veto que el hospital había lanzado sobre Demons después de su dimisión y de saber que pretendía seguir con su actividad científica en su propio laboratorio.
Demons tenía esa particularidad, como dicen de la ópera, o la amas o la odias, no hay término medio. No era que soliera ganar la lealtad de la gente con la que trabajaba, escogía a los trabajadores que le demostraban que harían cualquier cosa por ella, fulminando... bueno, despidiendo, a los demás sin ningún miramiento.

Con los hombres era igual. No le había conocido novio/pareja/acompañante que le durara más de un par de meses... hasta que llegó ese Crow.
El teléfono sonó.

_Hablando del rey de Roma..._ descolgó rápidamente, ojalá fueran buenas noticias_ Dime, Crow.

La voz sonaba un poco distorsionada, podría ser por la línea o podría ser que le sonara gangosa de haber llorado. No, eliminaría la úlltima posibilidad, ese tipo no es de los que lloran.

_¿Tienes algo?

_Estas cosas llevan su tiempo, ¿sabes? No es como... agitar una varita.

_Avísame en cuanto tengas algo.

Y colgó.

Tal vez debería llamar a la policía.

No era normal, Demons desaparece y reaparece después de un año con un tipo resucitado del mundo de los muertos con material robado al hospital tras lograr en un tiempo record sintetizar un antídoto contra un veneno de una vívora desconocida. Luego el tipo desaparece y Demons dimite para ir a buscarle y regresa embarazada y exultante de nuevo con el mismo individuo. Llevaban juntos casi siete años ¡siete años! y un niño que se parecía en todo a Demons salvo en el físico. Ese niño era lo que Debbie más amaba en el mundo, casi como su propio hijo. Eran felices, Demons parecía feliz... hasta hacía un par de meses.

Comenzó a mostrarse silenciosa en sus reuniones, ella que nunca callaba.
Una noche apareció sin avisar en su apartamento, él apareció sin avisar en su apartamento.

_¡Déjame pasar!_ exigió.

_¿O qué? No, Crow, no puedes pasar. ¿Qué quieres?

_Dile a Paula que salga, necesito... hablar con ella.

Si no le mandó a la mierda, era porque veía desesperación en sus ojos aunque su voz sonara autoritaria y déspota.

_ Mira, me importa una mierda los detalles de la relación sádico-masoquista que tenéis. Pero si vienes a aporrear mi puerta a estas horas quiero saber de tu boca qué es lo que has hecho para que ella se vaya.

_¿Por qué he tenido que ser yo?

_Porque si hubiera sido ella, no se hubiera ido, te hubiera echado.

Le vió debatir consigo mismo si se lo decía o no, finalmente la miró con sus ojos negros, fríos como el hielo.

_No te incumbe.

_Oye, guapito, y lo guapito es por decir algo, Paula lleva dos meses muy duros y no sé muy bien por qué pero sé que no la estás ayudando nada. Y si crees que puedes venir a buscarla aquí después de hacer que se vaya de casa es que tienes un pobre concepto de ella. No volverá contigo hasta que ella quiera, y no volverá ahora si está dolida, le digas lo que le digas.

Vió como el tipo apretaba los dientes.

_Lo sé.

Luego hizo algo curioso, torció su boca en una sonrisa en la que se leía desprecio hacia sí mismo y meneó la cabeza como si no fuera la primera vez que rogaba tras una puerta. Déborah se compadeció.
La imponente negra le miró con ojos comprensivos antes de darle una esperanza.

_ Paula te quiere, Crow, te quiere.

Él pareció tardar en asimilarlo, luego asintió con una seca cabezada haciendo que el pelo cayera sobre su cara.

_Dile que... dile que haré sólidas mis palabras para que me las haga tragar.

Deborah entendió que aquello era una especie de disculpa. Cerró la puerta e hizo una llamada.

_ "Sí, tranquila, está aquí... no, no creo que a mi mujer le haga mucha gracia si llegara a enterarse, sí ha sido una suerte que estuviera de viaje... está bien, estará bien. Estoy preparando el sofá... ¿Cómo que para ella?¿tan poco caballeroso me crees?... ¿que ha dicho qué?... No, gracias por no decirle que podía estar aquí, no quiero ni imaginarme que haría si supiera que ha venido a mi casa... pues a ti no te dará miedo pero a mi me acojona un poco... ¿llorado? ¡que va!... te prometo que no sé lo que le pasa... me da igual que tu detector de mentiras esté pitando como loco... bueno, te prometo que no te puedo decir lo que le pasa porque ella no quiere que se entere nadie aún... pues no sé, no sé desde cuando soy su mejor 'amiga'... mira, Debbie, ya, para, ya, no te lo voy a decir... ¡porque ella también me acojona un poco!... Vale, vale, ... adiós."

_ ¿Debbie?

Paula salió de su baño, le había prestado un pijama de su mujer... era increible lo sexy que estaba con él puesto, su mujer no lo estaba tanto.

_ Severus ha estado en su piso a buscarte.

Demons meneó la cabeza, no sabiendo muy bien qué decir.

_Nena... nena, no puedes huir. Tendrás que hablar con él antes o después. O sea, se va a enterar de todos modos, es mejor que se lo digas tú.

_ ¡Pensaba hacerlo!

_ ¡Hey, no mates al mensajero..! Te ha pedido disculpas. ¿qué te ha dicho para que te vayas así?

_ Me ha acusado de serle infiel contigo.

_Claro, por eso te vas de casa y te vienes a la mía, muy lógico. ¿sabes que Severus podría matarme con la mirada, verdad? ¡qué poco me quieres!

La mujer sonrió tristemente.

_ Sólo puedo ofrecerte asilo esta noche y... me costará bastantes explicaciones.

_ Sólo necesito esta noche. Mañana.. mañana iré y hablaré con él.

_Buena, chica.

A la mañana siguiente, Paula apareció en su piso con el niño y se fueron un par de días a EuroDisney. Lo pasaron muy bien, muy.. ocupados. Ella no le dijo ni una palabra respecto a Crow.
Cuando regresaron a Londres, la acompañó a su casa. Le sorprendió encontrarse con un Crow ojeroso, con pinta de no haberse cuidado muy bien estos últimos días.

_Has vuelto.

Dijo él.
A Deborah le parecía que se hablaban con la mirada, que esas palabras expresaban más de lo que decían.

_Has vuelto_ repitió.

_Tu hijo te echaba de menos.

Deborah sintió el acero de aquellas palabras cortando el corazón de Snape. Ella misma miró sorprendida a Paula.
Ambos se sostuvieron la mirada, retándose a ver quién lloraba primero o algo así.

Luego, Paula avanzó y le cogió una mano al hombre que la miraba como si fuera a matarla, y se la besó.

_Y yo también.

Casi rompen, casi, casi... y dudaba mucho que aquello no hubiera dejado secuelas. Y ahora, resulta que el extraño tipo no era un antiguo criminal convicto, sino un mago, y que a Paula se la habían llevado dos desconocidos... o quizá él...

Tal vez debería llamar a la policía.

Miró de nuevo con atención las lucecitas de la máquina.

_Chicos... ¿falta mucho?