Hablaré con él,.. cuando vuelva...

_ James te echaba de menos..._ eso era cierto, pero no totalmente cierto. A Snape le gustaba que se fuera preciso_ ... y yo también.

El suspiro de alivio de Severus acompañó hasta la puerta a Deborah, que se fue sin dejar de mirarlos de reojo.

Snape se volcó en su hijo acompañándole al piso de arriba, dejándola sola en el salón. Subió las escaleras con lentitud, como si arrastrara un peso mayor que el de la bolsa de viaje.
Deshacía la maleta escuchando a Severus jugar con James mientras lo bañaba. Hacía pompas con su varita llenando el cuarto de baño.
Esas eran del tipo de cosas que ella no podía hacer con él. Snape recogería el baño en un parpadeo, mientras que ella lucharía horas con las burbujas mágicas que se multiplicarían al intentar romperlas.

James le necesitaba.

Ella...

Ella le necesitaba.

Al guardar la ropa se topó con un sugerente picardías (el sugerente picardías de la discordia) color oscuro, ¿no tenía un pintalabios del mismo color?. Severus era detallista, se fijaba en esas cosas.

Disfrutó de la fría caricia al caer sobre sus curvas. Al mirarse en el espejo se admiró del tono cremoso que adquiría su piel en contraste con el tono del corto camisón. Snape sabía escoger, la prenda se ceñía como un guante realzando su figura, cuando caminara, el movimiento de sus pasos haría que la tela trepara sobre sus muslos. Paseó sus manos por la seda recreándose en el sensual tacto sobre su cuerpo... Se soltó el pelo que cayó tocando sus hombros. Se pintó los labios.

_ Sabía que estaría más bonito sobre tu piel.

_Tenías razón_ dijo Demons sugerente_, tú tenías razón y yo no. ¿Es eso lo que quieres oir?

_James duerme_ Snape trató de esquivar la provocación.

_Lo sé, no habrías venido hasta que él durmiera.

_ ¿Quieres discutir otra vez?

_Vengo en son de paz_ dijo metiendo los pulgares por los tirantes de la prenda, mostrándola como una bandera blanca.

_ Estás preciosa.

Se acercó despacio a ella y enganchó la punta de los dedos en las de Demons. Caminó a su alrededor, mirándola de arriba a abajo y se situó frente a ella, alzando su barbilla para que le mirara ¿dónde has estado?¿qué has hecho?. Quería besarla.
Temía besarla.

_Deborah me dijo que teníamos una relación sádico-masoquista_ Demons arrugó las cejas, parecía divertida_ ¿Crees que es cierto?¿Que no podemos ser felices sin hacernos daño?

_No pretendemos hacernos daño, Severus_ Paula posó sus manos en el pecho de Snape y este lo hinchó al momento, inflamado por su contacto_ no podemos evitar hacérnoslo de vez en cuando.

Necesitaba que Severus pasara sus brazos alrededor de su cuerpo. Necesitaba que la sostuviera.

_En cuanto a lo que dijiste...

_Olvídalo_ Severus la interrumpió hablando en voz baja, dando un par de pasos hacia ella.

Demons buscó sus ojos. Parecían dos adolescentes temerosos de tocarse. Él la miraba expectante, ella alzó la mano hasta su barbilla y tiró de ella para acercar su rostro.

_ Eres...

_Yo también te quiero...

La palabras de Snape chocaron contra su boca. Sus labios se tocaron un par de segundos, y Severus acarició con suavidad las mejillas de Paula con sus pulgares. Siguió besando aquellos labios con mimo, como temiendo estropear su maquillaje. El suspiro prolongado de Paula le animó a presionarlos y abrirle la boca con la lengua, ávido de su sabor.
Cuando ella agarró su cabeza, atrayéndole al mismo tiempo contra su cuerpo, Snape supo que tenía permiso para arañar el carmín con sus dientes, besándola con mayor firmeza y cuando le tiró del cabello, él se afianzó sujetándola por la nuca y devoró su boca aunque sintiera la cremosidad de la barra de labios esparciéndose por los suyos propios.

Demons resbaló los dedos por su pelo tirando de sus mechones hasta llegar a su nuca y al filo del cuello de su camisa. Lo bordeó rozando su piel hasta alcanzar los pequeños botones.

_Echo de menos tus túnicas.

_ Puedo ponerme una...

Paula no constestó, besó en cambio la garganta de Snape mientras desabrochaba su camisa y deslizó los brazos bajo ella. Pudo sentir el estremecimiento del mago cuando la fresca tela de su camisón tocó su torso y pudo sentir como sus músculos se tensaban cuando ella arañando su espalda bajó por ella hasta tocar descarada y con deseo sus nalgas.

_Demons... ¿no deberíamos hablar antes? No quiero esto si tú no lo deseas, no quiero que pienses que no me afecta lo que ...

_ ¿Cuántos consultorios de revistas femeninas has leído en mi ausencia?

Severus rió, era imposible tratar de acertar con ella. Lo único que podía hacer era encomendarse a algún santo. Los cristianos tenían santos para todo, seguro que había uno para eso.

_Hablaremos luego_ ¿quién podía resistirse a su la promesa de su voz de terciopelo? Severus, no_ , ahora podemos usar la lengua en otros menesteres.

_¿Es una petición?

_Es una orden... si sigo siendo tu dueña y señora.

Un gruñido emergió de la garganta de Snape. Se abstuvo de hablar, ¿no le había pedido que usara la lengua en otra cosa?, continuó besándola. Su boca sabía más dulce ahora que creía que le había perdonado. Luego hablarían, luego descubriría qué era lo que les había distanciado. Ahora la tenía de nuevo entre sus brazos, suspirando entre tus brazos, idiota, haz que siga así.

Sostuvo su nuca mientras se volcaba sobre ella, ciñéndola por la cintura. Le encantaba sentir como cedía su preciosa cabecita ante el empuje de su beso mientras el brazo que rodeaba su espalda pegaba su pelvis a su pantalón. La mano que rodeaba su cintura bajó por la tela sedosa hasta la parte posterior de sus muslos, no menos sedosos y se alimentó de su pequeño gemido cuando ascendió para devolverle la caricia de que había sido objeto antes.
(Demons...maldita...) No llevaba ropa interior bajo la corta prenda.
Su deseo se disparó.
Ya no tenía nada importancia, su pelea, el fin de semana que habían pasado separados, las sospechas... La guió hacia la cama y la sentó en ella. Se separó un par de pasos para comtemplar la expresión salvaje de sus ojos.
Snape desabrochó lentamente los puños de su camisa y dejó que las mangas resbalaran despacio por sus brazos. A ella le gustaba mirar y él se preocupaba por aportarle buenas vistas; pectorales, abdominales, biceps... toda una rutina de ejercicios para recibir esa mirada de ella cuando se desnudara. Cierto que sus músculos sólo se adivinaban, no se marcaban como esculpidos en piedra, eso parecía ser suficiente. Al menos, eso decían sus ojos.

Dejó que la camisa cayera al suelo y empezó a desabrochar su cinturón. Paula alargó los brazos y tiró de su cintura para acercarle, quería hacerlo ella. Le gustaba desnudarle, eso al menos, no había cambiado.

Demons se aferró a la seguridad de sus caderas, sujetando su pelvis, y se acercó hasta tocar su vientre con la mejilla.
La sensación de calor y confort se expandió por su cuerpo.
A veces se le olvidaba.
Cuando no le tocaba, cuando "pensaba demasiado" al modo de Snape, cuando no le tenía... se olvidaba de que lo que no le decían sus palabras, se lo decía su piel.

La mano de Severus en su cabeza la sacó de sus pensamientos.
Continuó desnudándole. La correa hizo un chasquido metálico al caer hasta el suelo arrastrando los pantalones. Demons cerró los ojos y se dejó guiar por los movimientos de Severus. Disfrutó de su olor, del cosquilleo que le causaba su vello mientras besaba hipnotizada sin preocuparse dónde caían sus besos, o que carne tocaban sus dedos.
Tal como la había acercado, la retiró de él y la empujó para que se tendiera en la cama.

_Prohibido usar las manos, señorita Demons...

Demons levantó los brazos escondiéndolas bajo la almohada. Mantenía los ojos cerrados, ella que lo miraba todo, (extraño...). Extraño y no. Snape intuía que ella quería olvidar. Él también. Olvidar esos dos días. El tiempo había corrido hacia atrás, él le había acabado de dar su regalo y ella se lo había puesto. Eso era. Era así.

Saltó un poco al sentir la mano de él en la rodilla, la cama se hundía a su lado y el roce de la punta de sus cabellos delató su presencia cerca de su pecho. Su aliento calentaba la tela sobre sus pezones.
No la retiró. Podía haber abierto su escote y tocar directamente su piel, pero no lo hizo. La besaba a traves de la tela, dando una cualidad diferente a su lengua, una tersura diferente a sus dientes, que insistían en mordisquearla provocándole pequeños espasmos.
Que tortura, no poder usar sus manos para apretar su cabeza, para llevarle hasta su boca... Severus, en cambio, había escogido el camino contrario y bajaba por su vientre empujando y tirando de la tela para que el roce de esta contra su piel, fuera una caricia más.

Sí, uff, Severus sabía elegir.

La hizo abrir las piernas con una suave palmada en sus muslos.

¿Sadomasoquismo? ¡No! No se trataba de dolor, se trataba de control... quién mantenía el control mientras el otro se descontrolaba... quién ganaba o quién perdía no era lo importante. Ambos necesitaban vencer o ser vencidos.

Le costó mantener las piernas abiertas mientras los dientes de Severus le marcaban pausadamente en la cara interior de sus muslos.

_Ha perdido la ropa interior, señorita Demons..

_No tenía nada a juego con su regalo, señor Snape, pensé que era una indirecta...

La cama se hundió un poco más. Ella dedujo que él se tendía a su lado, pero si su cabeza seguía a la altura de sus piernas es que sus piernas... se giró hacia él, reconoció el tacto de su muslo contra su mejilla y se relamió imaginando.

Snape sonrió, estaba seguro de que le había gustado la idea. La volvió ligeramente de lado y empezó a tocarla con la punta de los dedos.
Esta vez no fue a propósito, pero su voz no pudo sonar más profunda y ligeramente empañada cuando susurró.

_Abre la boca.

Demons creyó que estallaría ahí mismo, de esa manera, sólo con oirle cómo se lo pedía.

A ciegas, sin usar las manos, Paula trataba torpemente de atraparle. Además las caricias de Severus empezaban a hacer efecto llevándola a un nivel más allá del pensamiento consciente.
Era una idiota si quería convencerse de que podía irse sin más, Paula sabía con certeza que su amago era en vano. Sabía que volvería desde el mismo instante en que cerró la puerta tras de sí. Suplicaría, si hubiera sido preciso. Pero no por la manera en que hacía sentir a su cuerpo, llevándola una y otra vez al borde de un deseable abismo parando en el momento oportuno. No. No era por eso.
Era por la manera en que hacía temblar su alma sólo con contemplarle y saberle suyo.

Si se largó fue por miedo.
Miedo y orgullo.
Su amor propio le ordenaba no consentir que fuera él quien la dejara.
¿Infiel?
Snape deliraba.

Y ese fué su último pensamiento consciente antes de ignorar la orden de no usar las manos y aferrarse a su cuerpo y pegarse a él.
Retorciéndose, como dos serpientes, enlazados por brazos y piernas y bocas hambrientas de ágiles lenguas. Se abrazaban y repetían las caricias, lo que hacía uno lo imitaba el otro, la presión, la velocidad, el ritmo...

_Severus...

¿Había sollozado? Severus abandonó su tarea para ir a socorrerla, tumbándose a su lado.

_Paula, Paula.. abre los ojos... _ ella parpadeó un momento para enfocarle, él se tumbó sobre ella, sin oprimirla_ Estoy aquí.

Ella abrió las rodillas, lo justo para sentir como se deslizaba entre sus piernas, se miraban a los ojos cuando él la penetró con lentitud.

_¿Me amas?

¿Qué clase de pregunta...? ¿Por qué sonaba a desesperación?

_Por supuesto que sí, Paula, te amo.

_¿Sigues pensando que hay otro?

No era el momento, no era el maldito momento...

_¿Acaso importa?_ ¿qué iba a hacer?¿Mentirle?

Severus aceleró sus movimientos, Paula clavaba las uñas en sus hombros.

_ Sí... importa..._ dijo ella con golpes de voz entrecortados_ ...te ...amo... No hay... nadie...ningún...otro...

_Paula..._gruñó él mientras la poseía con ímpetu.

La observaba fijamente, su boca entreabierta, los ojos castaños clavados en los suyos negros... sintió cómo empezaba a contraerse en torno a él, estrechando el íntimo abrazo de sus sexos.

Snape lo intentó entonces.
Nunca había probado a hacerlo antes.
Conjuró..."Legeremens"
Vió venir el placer que la arrasaba y cómo no notaba su presencia, invadía su mente como invadía su cuerpo.
El pequeño James riendo... (más)... él sonriendo en el patio...(muéstramelo)... ella de pie en la cocina contemplando unos papeles aterrorizada.
Se acabó. Le había echado de allí.

Severus examinó su rostro sudoroso y sus mejillas arreboladas. ¿Se había dado cuenta? ¿Habría notado al final que él intentaba leer sus pensamientos? Nunca lo habia conseguido antes... pero de sobra sabía cual era su momento más débil.

La besó de nuevo. Era cierto, la amaba.

Era cierto, no le importaba si había otro, la amaría igual, pero... tenía que estar seguro.

Cayó al fin sobre su pecho, con una lejana sensación de remordimiento.
Paula le acariciaba el pelo.

_¿Recuerdas en Hogwarts, cuando me pedías que te contara historias por las noches?_ Sí, su pequeña Sherezade. Lo recordaba perfectamente_ Debí contarte la de Eros y Psique.

Eros y Psique... era una escultura, la habían visto en el Louvre.

Es curioso como funciona la memoria.
Ahora que Harry se había marchado y de nuevo se había quedado solo con el relato del muggle, con su desesperación y sus recuerdos (el recuerdo de Paula arrugando unos papeles en su mano, asustada), su memoria le condujo a la forma en que obtuvo esa imagen... y eso, a la historia que ella había mencionado.

Sus dedos recorrieron raudos en la estantería buscando el libro de mitología griega y romana que Paula consideraba uno de sus tesoros.
Eros Y Psique.

"Psique era la menor y más hermosa de tres hermanas, hijas de un rey. Venus, celosa de su belleza, envió a su hijo Eros para que le lanzara una flecha que la haría enamorarse del hombre más horrible y ruin que encontrase. Sin embargo, Eros se enamoró de ella y lanzó la flecha al mar; cuando Psique se durmió, se la llevó volando hasta su palacio.

Para evitar la ira de su madre, Eros se presenta siempre de noche, en la oscuridad, y prohíbe a Psique que intente averiguar quién es. Cada noche, en medio de la oscuridad, se amaban. Una noche, Psique le cuenta que echaba de menos a sus hermanas y quería verlas. Eros aceptó, pero la envidia de sus hermanas al ver el palacio les hizo preguntar por el marido. Psique, incapaz de explicarles cómo era, puesto que jamás lo había visto, titubeó y les contó que era un joven que estaba de caza, pero acabó confesando la verdad: que realmente no sabía quién era. Así, las hermanas de Psique la convencieron para que en mitad de la noche encendiera una lámpara y observara a su amado, asegurándole que sólo un monstruo querría ocultar su verdadera apariencia. Psique les hace caso y enciende una lámpara para ver a su marido. Una gota de aceite hirviendo cae sobre la cara de Eros dormido, que despierta y abandona, decepcionado, a su amante.

Mientras se aleja, el dios sólo le hace un reproche: el amor no vive sin confianza".

Severus cerró el libro.
Ahora sabía que no había otro, con certeza, ¿Y de qué le servía?
Ahora no estaba ella.
Acaso la había perdido de una manera mucho peor de lo que imaginaba.