Ojos Grises (Dragón)

Parejas Draco/Severus

Disclaimer Los personajes de esta historia son propiedad de J.K. Rowling y la Warner BROS. Esto es puro entretenimiento y no me reporta beneficio económico alguno.

Hola de nuevo Patty! Te mando un gran beso desde esta historia y esperando que lo veas, jejeje… muchas gracias por acompañarme… espero que te siga agradando la historia aún cuando ya Harry tiene aquí un papel meramente secundario. Espero que nos sigamos viendo… bye

Esta historia se desarrolla en el mismo universo alterno que Ojos Grises en donde la pareja principal es Harry/Lucius. Un beso adelantado a todos los que entre. Ojalá y la disfruten.

OJOS GRISES (DRAGON)

Capítulo I. La misión

Draco se arregló un vez más el rubio cabello antes de tocar la puerta de madera que estaba frente a él. Su jefa, Minerva McGonagall, lo había mandado llamar y él había acudido un tanto temeroso. Aún cuando la mujer era imparcial en todas sus decisiones, no dejaba de preocuparle que lo citara a tan temprana hora. Antes de tocar a la puerta del despacho, repasó mentalmente todo lo que le había encargado y no pudo encontrar nada por lo que pudiera llamarle la atención.

-Adelante –contestó la voz de una mujer cuando por fin tocó a la puerta.

-Buenos días, Minerva –la saludó cortésmente cuando traspasó el umbral.

-Buenos días, Draco –McGonagall le obsequió una sonrisa que logró calmarlo un poco–. Me alegro que seas puntual… siéntate, por favor –le señaló una silla frente a su escritorio.

-Gracias –el rubio se sentó también sonriéndole.

Los ojos de la mujer se quedaron posados sobre el atractivo rostro del joven un momento antes de desviarlos hacia unos documentos que estaban sobre su escritorio.

-Disculpa que te haya citado tan temprano, pero tengo muchos compromisos el día de hoy –le dijo ya sin mirarlo.

-No te preocupes, sé que estás muy ocupada –y era verdad, la mujer siempre estaba corriendo de un lado para otro.

-Tengo un pequeño problema y quisiera que me ayudaras a resolverlo –empezó a explicarle.

-Haré lo que pueda –le contestó sin titubear.

-Supongo que habrás oído mencionar a Cedric Diggory –lo miró nuevamente y Draco asintió con la cabeza–. Me alegro. Me han informado que está en California, Estados Unidos –hizo una breve pausa y suspiró profundamente antes de continuar–. Necesitamos que vuelva a Inglaterra lo más pronto posible y pienso que eres la persona idónea para convencerlo de que lo haga.

Draco alzó las cejas sorprendido. Sabía perfectamente que aunque trabajara en el Museo Británico como restaurador, no estaba obligado a viajar al extranjero y hacer volver a una persona que había renunciado a su cargo por propia voluntad, aún cuando éste fuera tan importante como Diggory. Recordó todo lo que había oído comentar sobre Cedric. Él era una especie de asesor en arqueología, un 'genio', según la opinión de todos y dejó de trabajar en el museo dos meses antes de que él fuera contratado, por lo que no lo conocía personalmente pero si en fotografía, y sabía que su salida del país tenía conmocionada a muchas personas.

-Si ya saben donde está, ¿por qué simplemente no se le obliga a regresar? –preguntó Draco con curiosidad… sabía que su gobierno no se andaba con medias tintas cuando quería obtener algo… o a alguien.

-Se ha pensado en esa posibilidad –concedió McGonagall–. Pero se ha decidido darle un trato diferente. Este joven es muy 'especial'. Además, está el hecho de que se fue en compañía de alguien tan importante como Víktor Krum –miró a Draco para ver si había captado lo que trataba de decirle y sonrió a medias cuando se dio cuenta de que el rubio le había entendido–. En realidad, Diggory tenía todo el derecho de salir del país cuando así lo deseaba, pero no podemos darnos el lujo de perder un cerebro como el suyo, ¿me entiendes? –Draco asintió–. Se han enviado varias comisiones para tratar de entablar conversación con él, pero hasta el momento, las ha despachado sin siquiera recibirlos –ahora su voz se oía molesta–. Es por eso que hemos pensado que podrías llegar a él de forma indirecta.

-¿En forma indirecta? ¿Qué quieres decir con eso? –no entendía lo que le quería decir.

-Si Cedric sospecha que eres una especie de enviado diplomático, no dejará que te le acerques ni a dos kilómetros, así que hemos pensado que busques la manera de hablar con él sin que sospeche tus verdaderas intenciones. La forma en que logres que regrese a Inglaterra, es tu trabajo. Estás autorizado a ofrecer dinero, protección o cualquier otra cosa que exija.

-¿Viajaré de incógnito? –ahora si estaba más que sorprendido–. ¿Cómo un agente secreto?

-Algo así –le contestó McGonagall algo divertida por su reacción–. Puedes conservar tu nombre si así lo deseas –le pasó un sobre cerrado–. Éste es tu boleto de avión y también están los datos en donde puedes encontrar a Diggory. Ya sabes cómo se manejan los gastos por comisión –dijo en un tono que daba a entender que la entrevista estaba concluída.

-¿Por qué yo? –Draco no pudo resistirse a preguntar–. No quiero que me malentienda, sé que soy capaz para llevar a cabo este 'trabajo', pero no creo que sea de… su competencia… ehmm… de nuestra competencia hacer volver a trabajadores.

-Sabía que ibas a preguntar eso –le mandó una media sonrisa–. Debido a que no se ha podido establecer contacto con él por los medios más comunes, han recurrido a mí para tratar de encontrar otro camino para hacerlo regresar. Y yo te escogí a ti porque eres un chico inteligente y te tengo confianza. Me has demostrado tu competencia en otras ocasiones así como tu discreción. Otra razón es que eres más o menos de la misma edad que Diggory y eso puede influir a tu favor para que logres convencerlo en regresar.

-Todo esto me parece muy raro, pero haré todo lo que esté en mi mano para no defraudarte –le dijo Draco levantándose y ofreciéndole la mano.

-Sé que no lo harás –le contestó Minerva estrechándole la mano–. Tómate todo el tiempo que creas necesario.

-Muchas gracias por tu confianza –y salió del despacho en una especie de shock.

¡Guau! ¡Esto era lo más extraordinario que le había pasado en mucho tiempo! Cuando entró a trabajar al Museo jamás pensó que iba a verse involucrado en una especie de misión de agente secreto ni nada por el estilo. Una vez en su oficina, abrió el sobre que le había entregado su jefa y memorizó la actual dirección de Cedric Diggory. Hizo también unas cuantas llamadas telefónicas para reorganizar todas las actividades que tenía y poder partir a Estados Unidos al día siguiente.

Esa noche iba a cenar con Harry y su padre y les daría la noticia. Sabía que iban a estar tan sorprendidos como él y así sucedió. Lucius y Harry lo miraron con los ojos muy abiertos cuando les contó lo que Minerva McGonagall le había pedido pero le desearon la mejor de las suertes. Harry se ofreció a llevarlo al aeropuerto y Draco aceptó gustoso.

La mañana siguiente amaneció como siempre en Londres, gris y nublada, pero eso no hizo que el ánimo de Draco decayera y cuando el auto deportivo de Harry se estacionó frente al alto edificio donde tenía su departamento, el rubio ya lo estaba esperando en el vestíbulo con su equipaje.

-Si tuvieras algún problema, no dudes en llamarnos –le dijo Harry a Draco después de abrazarlo antes de que el rubio pasara el área de abordaje.

-Lo haré, no te preocupes –le guiñó un ojo y le dio un pequeño beso en la mejilla.

-¡Ah! Por cierto –desenvolvió rápidamente un paquete que llevaba en las manos–. Como Lucius estaba seguro de que no te acordarías de llevar una cámara fotográfica, te manda la suya –le puso al cuello la cámara, a todas luces, carísima.

-¡Pero si no voy de paseo! –bromeó Draco.

-Lo sé, pero ya sabes como es tu padre… quieres todas las fotografías que pueda de su bebé –se burló y lo empujó hacia la sala donde los demás pasajeros ya estaban entrando–. ¡Apresúrate y mantente en contacto! –le gritó cuando el rubio ya desaparecía.

Draco levantó la mano en señal de despedida antes de seguir a los demás pasajeros. En esa antesala de espera, los hicieron aguardar unos minutos más antes de hacerlos pasar por el túnel que los llevaría al avión. Delante de Draco iba una chica que tenía un cuerpo fenomenal, pero que también llevaba unos altísimos tacones de aguja que lo hicieron pensar que era equilibrista. No bien había pensado eso, cuando un fino tobillo se torció y la chica cayó al suelo en forma por demás alarmante.

-¿Te encuentras bien? –le preguntó Draco preocupado cuando se hincó frente a ella.

-Me duele mucho –lloró la chica que tenía un aire oriental en sus facciones.

-Buscaré a alguien para que te revise –iba a levantarse pero la chica se lo impidió.

-¡Oh, no! Seguramente no me dejaran subir al avión hasta haberme revisado y la verdad es que no quiero perder el vuelo –se secó las lágrimas–. Si me ayudas, creo que podré caminar.

-No lo creo –la contradijo–. Ya se inflamó bastante –palmó cuidadosamente el tobillo buscando alguna fractura–. Parece que sólo fue la torcedura… ¿estás segura de que no quieres que vaya a buscar a alguien?

-No… sólo ayúdame a levantarme.

-Te cargaré –dijo con firmeza el rubio y la levantó en sus brazos con suma facilidad.

-Me da mucha pena causarte tantas molestias –le dijo la chica un poco sonrojada, pero le pasó los brazos por el cuello.

-No es ninguna… siempre es un placer ayudar a una bella chica –la aduló sonriente y la chica la correspondió con coquetería.

-Me llamo Cho Chang… ¿y tú?

-Draco Malfoy.

-Bonito nombre.

-Gracias, también el tuyo lo es.

Las aeromozas los vieron sorprendidos cuando subieron al avión y enseguida fueron a buscar hielo para bajar la inflamación. Draco buscó el asiento de la chica y se asombró al ver que era su compañera de viaje.

-Pues parece que nos sentaremos juntos –comentó Draco cuando la puso en el asiento con cuidado.

-¡Me parece excelente! Así podrás cuidarme durante el vuelo.

-Por supuesto que sí –y esperó de pie hasta que una aeromoza le colocó una bolsa de hielo en el tobillo a su nueva amiga.

-¿Eres fotógrafo? –preguntó Cho después de que el avión había despegado.

-Algo así –mintió Draco quitándose la cámara del cuello.

-¿¡No me digas que eres un paparazzi? –preguntó incrédula–. ¡Espero que no me hayas tomado una fotografía cuando me caí!

-No, no lo hice –rió de buena gana.

-Me alegro –suspiró teatralmente–. No quisiera ver que la cara que pondrían mis amigas si me vieran tirada en el suelo.

-No te preocupes, nadie te fotografió.

-¿Y a quién vas a… fotografiar? –iba a decir espiar, pero cambió de opinión, no quería ofenderlo.

-Pues… –pensó con rapidez la siguiente mentira–. Hay un millonario que sé no se deja fotografiar bajo ninguna circunstancia y ando tras de él.

-¿Y quién es? –lo miró interesada.

-Víktor Krum.

-¡¡¡Víktor Krum! –gritó y Draco casi le tapa la boca con una mano–. ¡Oh, Draco! No quiero desanimarte, pero no creo que te puedas ni acercar a su casa.

-¿Lo conoces? –ahora él era el interesado.

-Ajá –movió su hermosa cabellera castaña con fuerza–. Hace dos años compró un rancho que colinda con el de mi papá. La seguridad es bárbara y aún nosotros tenemos problemas para verlo –lo miró un momento con seriedad–. Pero como te debo una, podría tratar de hacer algunos arreglos para que pudieras entrar a la propiedad.

-¿¡En serio? –la miró sin poder creer en su buena suerte.

Estuvo toda la noche pensando la forma de aparecerse en la casa de Víktor Krum, que era la persona con quién Cedric Diggory vivía desde que se marchó de Inglaterra, y ahora esa oportunidad se le presentaba en bandeja de plata.

-Por supuesto, no puedes llegar a mi casa ni a la de Krum como paparazzi, mi papá te despediría de inmediato… los odia –dijo en voz baja.

-¿A ustedes los persiguen? –preguntó con curiosidad.

-A mí no, pero a mi papá y a mi madrastra los siguen por todos lados… o al menos eso es lo que ella imagina –dijo en tono de repulsión y Draco supo que Cho no estimaba a la esposa de su papá.

-Cho… te agradezco mucho tu ofrecimiento, pero no quisiera causarte ningún problema.

-No, no… no es ningún problema, además… –se interrumpió y se quedó pensativa unos instantes–. … también me ayudaría llegar a casa en compañía de un muchacho y si es tan guapo como tú… es mucho mejor –le sonrió de nuevo.

-¿Y qué significa eso exactamente? –la miró con suspicacia.

-No puedo decirte mis razones –se sonrojó levemente–. Son muy personales, pero si aceptas a ir a mi casa como mi novio, te prometo que haré todo lo posible para que te acerques a Víktor Krum.

Draco sólo dudó unos momentos antes de extender una mano para ofrecérsela a Cho.

-De acuerdo… ya tienes novio –le dijo en tono alegre y esperando que no estuviera tomando una decisión equivocada.

-Pero es sólo de apariencia, ¿eh? –le estrechó la mano un tanto nerviosa.

-Soy todo un caballero… no tendrás queja de mi –le guiñó un ojo con complicidad–. Bueno, es mejor que nos pongamos de acuerdo en eso de cuando nos conocimos, que tanto nos amamos y ése tipo de cosas.

-Tienes razón –aceptó Cho también preguntándose si no estaba metiéndose en un lío al llevar a su casa a un atractivo, sí, pero desconocido muchacho.

El resto del viaje pasaron conversando sobre sus respectivas vidas y Draco se enteró de que Cho era hija única y que su papá se había divorciado y se había vuelto a casar con un actriz retirada que siempre estaba metiéndose en su vida y con sus amistades. Draco le habló sobre su padre, su trabajo y algunas otras cosas cotidianas, pero sin profundizar en detalles.

-¿Y quién era el muchacho de quién te despediste en el aeropuerto? –le preguntó Cho con picardía haciendo que un leve rubor subiera al rostro de Draco.

-¿Nos viste? –preguntó después de un momento.

-Dos chicos tan guapos como ustedes no pasan desapercibidos –le guiñó un ojo.

-Es Harry… Harry Potter.

-¿Es… tu… novio? –titubeó al hacer la pregunta.

-No, no lo es –suspiró imperceptiblemente–. Es sólo un amigo.

-Pues es muy guapo –le guiñó un ojo–. Por alguien como él, hasta cambiaría mis… –se interrumpió bruscamente y giró la cara a la ventanilla para que Draco no viera su furioso rubor.

-¿Qué cambiarías?

-Nada, olvídalo –le dijo sin voltear a verlo.

Draco sonrió interiormente. Ya casi estaba seguro de cuáles eran esas razones 'personales' que tenía Cho para llevar a un muchacho a su casa.

-¿A tu papá le desagradan los homosexuales? –le preguntó Draco directamente mientras la obligaba a verlo a la cara.

-No, mi papá respeta mis gustos –confesó Cho con lágrimas en los ojos–. O al menos lo hacía hasta que se casó con… 'esa'. Mi madrastra le ha llenado la cabeza de prejuicios y la presencia de Severus Snape no ayuda en nada.

-¿Quién es Severus Snape?

-¿No has oído hablar de él?

-No.

-Es inglés como tú, pero vive en los Estados Unidos desde hace mucho tiempo –se limpió las lágrimas–. Es escritor además de crítico literario. De ésos que te hacen polvo sin ningún miramiento o te elevan a las alturas con unas solas líneas. Y él sí que odia a los homosexuales.

-Se ve que es mala persona –opinó con el ceño fruncido.

-¿Mala persona? No, para nada. ¡Es el mismísimo demonio! ¡Lo odio! –dijo con fervor–. Si mi papá sólo hubiera estado influenciado por Rosmerta, podría haber logrado que me dejara seguir con Parvati, pero teniendo a Severus casi todo el tiempo en casa, no me fue posible –volvió a llorar, pero ahora con más fuerza–. La obligaron a renunciar a su trabajo e irse lejos. Y a mí me mandaron a Inglaterra a hacer una especialidad.

Draco la abrazó cuando los sollozos ya eran incontrolables.

-Ya… tranquila –le acarició el cabello–. ¿Y por qué no te vas a buscarla? Ya eres lo bastante mayor para que hagas tu vida como mejor te parezca.

-Lo haré –se separó para buscar un pañuelo en su bolso de mano–. Pero no puedo hacerlo ahora… mi papá está delicado y no quiero causarle más disgustos. He seguido escribiéndome con Parvati y me juró que va a esperarme, pero yo ya no soporto estar lejos de ella.

-Verás que todo se va a solucionar –le dijo en lugar de exteriorizar sus verdaderos pensamientos… él no era nadie para opinar sobre su vida privada.

-¿Y tú eres…? –lo miró apenada cuando se calmó un poco.

-Sí, lo soy –le dijo casi con orgullo.

-Entonces ten cuidado con Snape… en verdad puede ser muy pesado.

-Lo tendré –la despeinó un poco con camaradería.